DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.


Je vais T'aimer —

XIII

Imperioso encuentro —


— "No te vayas.
Sabía que el calor que has dejado en mi mejilla se marchará.
Sin embargo, te estoy haciendo mi último amor.

Porque es como si ni siquiera dijéramos adiós.
Es mortificante, sin embargo, comencé a amarte,
a ti, a quien me ha tocado. Esta noche vivirá en mi corazón."—

Honey Drop; Matenrou Opera —


Sintió la luz intentar atravesar sus párpados, causándole una molestia que quiso evitar moviéndose en la cama, cubriéndose con la sábana y dándose vuelta. Sin embargo, no pudo seguir durmiendo, pese a su intento. Volvió a girarse sobre su espalda, colocándose el brazo sobre los ojos y de pronto dándose cuenta de que la suave tela de hilo de algodón tocaba directamente su piel. Abrió los ojos de golpe, asustada. ¿Qué había ocurrido?

Intentó recordar, pero a pesar del esfuerzo, las imágenes llegaban muy vagas a su mente y de forma tan confusa que sólo causaron que el malestar incipiente en su nuca aumentara convirtiéndose en una jaqueca. Fijó su vista en el techo, creyendo que quizá no pensar en nada le ayudaría; pese a sus intenciones, eso fue lo que menos pudo hacer porque reconoció sin dificultad la superficie sobre ella, sentándose de golpe al procesar lo que eso significaba, afirmando la sábana en su pecho para cubrirse.

— Esto tiene que ser mentira… — Murmuró, negando con un gesto. Al mirar el resto de la habitación en la que estaba, fue innegable el hecho de dónde se encontraba: los muebles de diseño sencillo, con el armario en un rincón y el pequeño estante repleto de grandes tomos sobre Derecho, códigos penales, legislación y otros temas relacionados en el otro extremo de la habitación, justo al lado de un cómodo sitial blanco y una lámpara de pedestal que servían como apoyo al momento de revisar esos ejemplares… ella conocía ese lugar, y eso hizo una especie de clic en su cerebro, recordándole de pronto algunos de los pensamientos que había tenido la noche anterior. Palideció con la idea, ¿de verdad había ido hasta el departamento de Miroku para pedirle que le hiciera el amor? Y el hecho de encontrarse casi completamente desnuda en su cama, con sólo sus bragas puestas, significaba entonces que… — ¿Acaso nosotros…?

Apretó con más fuerza los puños, cargando las manos en su pecho con sentimientos totalmente contradictorios comenzando a arremolinarse en su interior. No logró llegar a la desesperación total, antes fue interrumpida por la puerta del cuarto abriéndose para dar paso al dueño de casa vestido con su pijama, quien de inmediato apartó la vista al ver que ella se cubría sólo con la sábana.

— Buenos días, ¿cómo te sientes? — Preguntó, la voz expresando claramente su preocupación. — ¿Necesitas algo?

— Ah… yo… — Sango enrojeció, sin saber bien cómo verbalizar todas sus dudas, menos ante las posibilidades. — Y-Yo… me duele un poco la cabeza.

— Bueno, es normal al tener resaca. ¿Te traigo un analgésico? Creo que te ayudará bastante…

— E-Está bien… — Aceptó la oferta, pero antes necesitaba saber dónde estaba su ropa y qué había pasado. — P-Pero creo que primero debería buscar mis cosas…

Miroku descubrió sus intenciones y le hizo un gesto, dirigiéndose a su armario y sacando una de sus camisas de manga corta con las que solía dormir y dejándola sobre la cama a su alcance, causando que ella lo observara con extrañeza.

— Dejaste tu ropa tirada por todo el departamento, será más rápido si te colocas esto por mientras.

Sango asintió levemente para luego observar a su amigo salir de la habitación, cerrando la puerta para darle privacidad. Tomó la camisa y se la colocó, pensando en lo extraño que era que él intentara no verla después de estar desnuda en su cama y todo lo que eso podía significar. Quizá fuese parte de su caballerosidad y el respeto que le tenía, considerando que los eventos de la noche pasada no eran un pase abierto que le diera el derecho de mirar cuanto quisiera. Soltó un suspiro, necesitaba respuestas, aunque tenía miedo de tenerlas.

— Esto es un desastre.

Se abrazó las rodillas, sintiendo la culpa y la vergüenza invadirla. ¿Cómo había llegado a estar tan ebria, al punto de no poder detenerse a pensar en sus actos, y luego sin ser capaz de recordar los detalles? Sabía que se había animado demasiado la noche anterior y algunas de las ideas que la impulsaron a ir hasta el departamento de su amigo eran claras para ella, pero seguían sin ser un motivo suficiente como para que hubiese pasado eso. Negó con un gesto, tendría que disculparse y marcharse pronto de ahí, porque temía herir a Miroku con todos sus arrebatos alcohólicos.

— ¿Puedo pasar? — La voz de él la interrumpió desde el otro lado de la puerta, quería saber si no interrumpía su privacidad de alguna forma.

— Sí, claro — respondió con una ligera sonrisa, preguntándose cómo era posible que él estuviese tan tranquilo después de lo que probablemente pasó la noche anterior.

El ojiazul entró llevando consigo una bandeja con el desayuno, que incluía un vaso con agua y un par de analgésicos para ayudarla con su resaca. Se sentó a su lado, pasándole la comida y demostrando por primera vez algo de preocupación en sus facciones. Ella se mordió el labio, sospechando que ese gesto en su rostro era la prueba de que había hecho todo mal. De pronto, quiso llorar como una niña arrepentida de haber pedido un capricho; pese a eso, intentó mantenerse tranquila, primero tenía que resolver el problema.

— ¿Seguro estás bien? — Él nuevamente preguntó, haciendo evidente que estaba un tanto afligido por ella.

— S-Sí… bueno, dentro de lo posible — agachó la mirada, huyendo de los ojos que buscaban ver más allá, tarea que no era difícil para él —. Y-Yo… discúlpame — dijo al fin, creyendo que no había motivo para retrasar ese momento —. Lo siento, actué como una estúpida, vine ebria hasta tu casa y… y… — En ese punto enrojeció, agachando aún más el rostro para evitar la mirada, que estaba fija en su persona. Pasó saliva y siguió, debía enfrentar las consecuencias de sus actos. — Tuve un comportamiento indecoroso e inapropiado, perdóname por haberte instado a… bueno, a esto. Me dejé dominar por un impulso, no quiero herirte, pero lo que pasó anoche fue sólo un desliz y…

Miroku soltó una risita, interrumpiendo su discurso y logrando que, por fin, ella levantara la vista para mirarlo directo a los ojos, viendo una calma que le parecía totalmente fuera de lugar. Frunció el ceño, extrañada con esa actitud, ¿de verdad le parecía gracioso?

— Creo que, más que un comportamiento indecoroso e inapropiado, sólo estabas ebria y un poco animada.

— No es excusa para lo que pasó. ¡Y quita esa cara, no es gracioso! — Le reclamó, molesta de que él bajara el perfil de lo ocurrido.

— Lo siento, es sólo que… no hubo ningún desliz, Sango.

— ¿Cómo que no? Entonces, ¿qué fue lo que pasó?

El muchacho inhaló profundo y, con una sonrisa en el rostro, comenzó a relatar la historia.

— Llegaste ebria a las 4 de la madrugada, y cuando te abrí la puerta, me saludaste con un "Miroku, quiero que me hagas el amor". Te imaginarás mi sorpresa y confusión con eso. Te hice pasar, pidiéndote que te calmaras y que lo mejor era que durmieras, pero insistías en tu petición. De hecho, te pusiste bastante cariñosa y de a poco te ibas sacando ropa, mientras me traías hasta aquí. Te tiraste en la cama, aún con algo de ropa, y me invitaste a tu lado para "recordar viejos tiempos". Bueno, en realidad dijiste muchas cosas — los ojos azules reflejaron algo de melancolía al decir esas palabras, como si la castaña hubiese tocado puntos muy sensibles la noche anterior.

— ¿Qué fue lo que dije? — Sango tuvo miedo, no sabía qué podía haber admitido y lo que eso significaría para el futuro de su amistad.

— Que me extrañabas. Que nada es lo mismo sin mí, que la época más feliz de tu vida fue cuando estábamos juntos. Me reclamaste por los errores que cometí y por no tener las agallas suficientes para quedarme… Y me pediste perdón por tus propias equivocaciones — Miroku dibujo una mueca de resignación mezclada con arrepentimiento, demostrando que todo eso le había afectado —. Y también te disculpaste por las decisiones que estás tomando, que quieres a Kuranosuke y por eso lo haces, pero que necesitabas saber cómo sería que yo te hiciera el amor…

— Oh, cielos… Miroku, lo siento tanto…

— Está bien, estabas ebria, es comprensible.

— ¿Y luego…? ¿Cómo es que terminé sin ropa…?

— Oh, eso… seguiste con la idea de que querías que te hiciera el amor, insinuándote bastante… así que te pedí que me dieras unos minutos y fui al baño, a pensar alguna forma para que desistieras, pero no se me ocurría nada, sólo seguir negándome hasta que te aburrieras… así que decidí volver contigo y te encontré casi completamente desnuda, semi tapada con la sábana y durmiendo profundamente. Te dejé descansar y me fui a dormir en el sofá.

Sango se sentía terrible, quizá peor de lo que se hubiera sentido si sólo hubiese tenido sexo con Miroku, porque había tocado sus sentimientos. Tomó una de sus manos y la presionó con cariño, llamando la atención de él.

— De verdad, lo lamento. Nunca debí venir hasta acá y mucho menos, hacer semejante escena. Perdóname.

— Tranquila, no es necesario que te disculpes. Además, prefiero que hayas venido hasta acá y no a cualquier otro sitio en donde podría haberte pasado algo, porque en el estado en el que estabas…

Ella volvió a enrojecer, avergonzada por el hecho.

— Creo que tampoco debí beber tanto anoche…

— No está mal que de vez en cuando te relajes un poco, aunque no deberías preocupar a tus seres queridos — Miroku volvió a sonreír, señalando con un gesto en dirección a la sala —. Dejaste tu bolso encima del sofá y tu teléfono no ha dejado de sonar, alguien debe estar buscándote.

— Oh, maldición — recordó que simplemente se había ido del club, sin avisarle nada a nadie —. Kagome querrá matarme.

— Te traeré tus cosas — se puso de pie, mirándola de reojo antes de comenzar a caminar —. Tú deberías tomar ese analgésico, por lo menos.

Sango le hizo caso, ingiriendo las píldoras mientras él volvía con su bolso y se lo pasaba. Buscó dentro hasta dar con su móvil, viendo que tenía infinidad de llamadas perdidas y mensajes de texto pidiéndole que, por favor, diera señales de vida. Inhaló profundo y decidió que debía calmar a su amiga de alguna forma. Desbloqueó la pantalla y devolvió la última llamada perdida, recibida unos diez minutos antes. No tuvo que esperar mucho para escuchar la voz alarmada de Kagome al otro lado de la línea.

¡Sango! Por favor, dime que estás bien.

— Lo estoy, tranquila. Perdón por preocuparte…

¡¿Estás loca?! ¡Desapareciste de pronto, sin avisar a nadie! Pregunté por ti, me dijeron que habías tomado un taxi. ¿Dónde fuiste?

Sango se mordió el labio, indecisa. No quería que nadie, ni siquiera su mejor amiga, supiera que había ido a montar un espectáculo en el departamento de Miroku, pero tampoco sabía qué decirle. Inhaló profundo antes de responderle.

— Eso no importa ahora. Lo importante es que estoy bien y a salvo. Puedes quedarte tranquila.

¿Estás segura? ¿Qué fue lo que pasó? Si te molestó el bailarín, fue idea de Yuka. Intenté disuadirla, le dije que no era buena idea, pero no lo logré. Lamento si te sentiste incómoda…

Oh, claro, el bailarín que la hizo analizar el físico de sus cercanos, llegando a la conclusión de que el más atractivo a sus ojos era a quien había ido a visitar después. Volvió a sonrojarse, más al darse cuenta de que Kagome hablaba tan fuerte que su amigo podía escuchar lo que le decía sin esfuerzo.

— Bueno, un poco… pero no fue por eso por lo que me fui. Sólo necesitaba algo de aire y tranquilidad.

De acuerdo… entonces, ¿todo bien? ¿No estás secuestrada en algún almacén olvidado ni nada por el estilo?

La castaña soltó una risita, segura de que Kagome había imaginado los peores escenarios posibles.

— No, estoy perfectamente bien. Sólo tengo un dolor de cabeza horrible por causa de la resaca.

Bien, puedo relajarme y decirle a InuYasha que no hagamos la notificación de persona desaparecida…

— No seas melodramática, Kagome. Ni siquiera han pasado 48 horas como para que pienses eso…

Lo sé… lo siento, pero estaba preocupada, en serio.

— Lo entiendo y te lo agradezco.

Bueno, iré a dormir. Ahora que sé que estás bien, podré descansar. Cuídate, hablamos luego.

— Igual tú, descansa.

La comunicación se cortó, Sango dejó su teléfono a un lado y soltó un suspiro, regañándose mentalmente por haberse dejado llevar por su arrebato sin pensar en las consecuencias, eso había sido muy irresponsable de su parte. Miró ahora el desayuno que Miroku le había llevado y negó con un gesto, no tenía ganas de comer nada.

— ¿No tienes hambre? — Preguntó él al ver la negación de ella. — Bueno, en todo caso es normal después de una borrachera. ¿Kagome estaba preocupada?

— Sí, pero es comprensible, fue realmente estúpido irme así nada más…

— Pero ya sabe que estás bien, así que no te sigas regañando por eso. Deberías descansar, el sueño quizá te quite algo de resaca… ¿quieres que te vaya a dejar a casa?

Pensó en la opción, pero en realidad no tenía deseos de estar en su departamento, con su padre agobiándola con los preparativos de la boda que se suponía, tenía que ver él; o Kuranosuke con sus repentinas visitas para cerciorarse de que todo estaba bien. La verdad era que quería mantenerse lejos de eso, olvidarse por un momento de todo y descansar.

— Sinceramente, no quiero volver a mi casa por ahora, pero tampoco quiero incomodarte y si tienes planes o algo…

— Oh, no tengo nada que hacer. Mi panorama este fin de semana era repasar un par de artículos del código penal y, quizá, ver alguna película para distraerme un rato… — Se encogió de hombros, poniéndose de pie y tomando la bandeja con el desayuno para llevársela. — Si quieres, puedes quedarte. Descansa un rato, yo estaré en la sala si me necesitas.

La muchacha asintió con la cabeza a la idea del ojiazul, él le respondió con una sonrisa y salió de la habitación, dejándola sola para que descansara y así, se repusiera de su resaca. Necesitaba un respiro, después de todo.


Dejó su café sobre la mesa, junto a los libros que tenía y abrió la carpeta con los archivos del caso en el que estaba trabajando, releyendo las partes resaltadas en amarillo brillante para luego buscar en uno de los tomos el concepto y abrir la página, repasando los detalles técnicos pertinentes y buscando los vacíos legales a los que, era seguro, la defensa iba a aferrarse. Sacó un cuaderno con notas y comenzó a dejar ahí los puntos que debía luego analizar con Sesshōmaru. Bebió de su taza y siguió con la labor por un rato, hasta que el sonido de su móvil lo distrajo. Tomó el aparato y sonrió de medio lado al ver el mensaje de su amigo, evidentemente preocupado.

"Sango está contigo, ¿verdad?"

Miroku abrió la aplicación de mensajería y escribió un texto de respuesta, sabiendo que podía confiarle el secreto porque InuYasha era el mejor confidente que conocía.

"Sí, desde anoche. Está bien, pero no quiso decirle a Kagome dónde estaba. Espero guardes el secreto."

"Keh, como si no pudieses confiar en mí. No le diré nada, descuida. Sólo quería saber que estaba bien y a salvo."

"Lo sé, gracias. Cualquier cosa, te aviso."

Envió el último mensaje y volvió a sus libros y documentos, intentando concentrarse en lo que hacía, aunque sólo pudo lograrlo durante un rato, después del cual las escenas de la noche pasada comenzaron a darle vueltas en la cabeza.

Se dirigió a la cocina para prepararse otro café, pensando en algunas de las cosas que le había dicho Sango. Los sentimientos que ella había expresado eran compartidos, ambos lo sabían y funcionaba como una especie de secreto a voces que cada vez se hacía más difícil manejar. Habían pactado implícitamente su incondicionalidad y dejado claro que se querían y extrañaban, pero el temor a todo lo que podía salir mal en una nueva oportunidad, los empujaba a mantenerse como amigos, en una seguridad que prometía darles tranquilidad, un camino que evitaba los conflictos. Pero ¿realmente sería tan así?

Él sabía que jamás iba a poder ofrecerle a la castaña todo lo que Kuranosuke podía, pero también recordaba que eso a ella nunca le había importado demasiado. Era él quien se torturaba con esa idea, porque deseaba darle a Sango una vida tranquila, sin preocupaciones ni problemas, mucho menos causados por él mismo. Fue él quien temió desde un principio, sintiéndose indigno de tener a su lado a alguien como ella. Y fueron sus miedos los que al final, lo traicionaron y terminaron volviéndose realidad de la peor manera posible.

Y fue su anhelo a verla feliz y que tuviese una vida tranquila, lo que lo empujó a traicionarla, a fracturar de esa forma su confianza y su relación. A herirla, con la excusa de que lo mejor era que ella lo odiara y se alejaran, porque en ese momento la estaba dañando con el simple hecho de ser quien era.

Y lo había hecho, arrepintiéndose casi al instante, pero consciente de que debía asumir las consecuencias. Y el dolor y la vergüenza fueron tan grandes, que tomó la primera oportunidad para huir lo más lejos posible, deseando en lo más profundo de su corazón algún día poder enmendar el tremendo error que había cometido y volver para retomar las promesas que había dejado sin cumplir. Sin embargo, supo desde el principio que no había vuelta atrás y ahora su única opción había sido resignarse, asumiendo que él ya no era quien podía hacer feliz a la mujer que amaba.

Apretó los puños, dándose cuenta de que nunca le había dicho lo que sentía. Las palabras "te amo" jamás salieron de sus labios, a pesar de que el sentimiento había nacido en su pecho desde hacía tiempo. Negó con un gesto, ahora no tenía sentido decirlo. Por mucho que lo sintiera, una declaración de ese tipo sólo confundiría a la muchacha, y no quería agobiarla más. Después de todo lo escuchado la noche anterior, sabía que lo que menos necesitaba ahora era algo que la hiciera dudar. Sólo le quedaba seguir estando a su lado, ser su amigo y apoyarla en lo que necesitara.

Decidió que era hora de volver a sus textos y análisis laborales, porque por lo menos en ese caso, podía hacer algo al respecto para cambiar la situación para mejor. Tomó la taza con café y se dio vuelta para salir de la cocina, encontrándose con Sango de pie en la entrada, aún vestida con su camisa – nunca había imaginado que una prenda de él pudiera verse tan bien en ella – y mirándolo con atención, por lo menos se veía más repuesta.

— ¡Sango! No te sentí, podrías haberme dado un infarto — exclamó, llevándose la mano al pecho para simular la sorpresa —. ¿Te sientes mejor?

— Sí, gracias. Dormir me ayudó mucho. Y perdón, te veías muy concentrado, no quise interrumpir. ¿Qué hacías? — Respondió curiosa, poniéndose un poco en puntas de pie para ver si Miroku tenía algo más detrás suyo.

— Sólo me preparaba un café — levantó la taza para mostrarle el fruto de su trabajo — y pensaba en algunas cosas, supongo que por eso me viste concentrado. ¿Quieres un poco? — Desvió el foco de atención desde sus pensamientos hacia el ofrecimiento de la bebida caliente, algo que ayudaba a la mayoría de las personas a reponerse de una borrachera.

— Oh, está bien… aunque tengo hambre, quizá podría pedir algo para que comamos…

— ¿No prefieres que cocine? Ahora tengo provisiones…

— Como gustes, yo sólo no quiero molestarte… — Sango se sonrojó levemente porque sentía que no tenía derecho de actuar tan familiarmente, aunque ese era el modo natural que quería salir en esos momentos.

Miroku sonrió, notando el esfuerzo y acercándose a ella para aclararle las cosas.

— No eres una molestia, ni ahora ni nunca. Además, ¿no somos amigos? Tenemos confianza, no actúes como si debieras pedirme permiso para todo. Nos conocemos desde hace años, Sango.

— Está bien, gracias — ella también sonrió, aliviada al darse cuenta de que no tendría que esforzarse por guardar apariencias —. Por cierto, vi los documentos y libros sobre la mesa, ¿estás analizando un caso?

— Oh, sí. Quiero ver qué vacíos legales puede usar la defensa, para ir preparado. Sesshōmaru dice que es un caso importante y no quiere perder — el tono serio, profesional con el que dio la respuesta conmovió a Sango, le encantaba ver esa pasión en los ojos azules.

— Y no lo hará. Eres un excelente abogado, estoy segura de que les irá genial.

— Gracias, eso espero. Prepararé algo de comer, también tengo hambre y creo que necesito un respiro, luego podré seguir con ese análisis. ¿Podrías limpiar la mesa, por favor?

— Por supuesto.

Sango se dio la vuelta para ir hasta la mesa y realizar la petición de Miroku, mientras él la veía salir y suprimía ese calor que comenzó a aparecer en su abdomen al ver cómo su camisa ondeaba suavemente con el movimiento y dejaba a la vista las bragas y parte de las nalgas y los muslos. Suspiró, la cercanía y provocaciones de Sango la noche anterior habían despertado nuevamente esa atracción magnética que sentía con ella, y era consciente de que ese deseo iba a surgir más seguido de lo que él quisiera si ella rondaba cerca. Tendría que controlarse, después de todo su amiga estaba comprometida y él respetaba eso, por muy difícil que fuera hacerlo.


Observó a su acompañante volver a sus libros mientras ella se dirigía hacia la cocina para lavar la loza, tarea a la cual se había ofrecido en agradecimiento por la comida. Terminó la labor y se apoyó en el umbral de la cocina, teniendo frente a sus ojos la imagen de Miroku vestido con algo cómodo y casual, sentado a la mesa con una pila de libros al lado, enfrascado en su análisis tan concentrado que ella no quiso moverse para no molestarlo. Se quedó ahí unos cuantos minutos, pensando que en realidad necesitaba una ducha, pero no tenía qué ponerse luego. Había encontrado su ropa, descubriendo que estaba impregnada con el aroma del humo del tabaco que inundaba el local en el que había estado la noche anterior y de alcohol, por lo que no era opción usarla nuevamente hasta que la lavara. Entonces, se encontraba en un pequeño dilema que parecía no tener solución, por lo menos no en sus manos.

— ¿Ocurre algo? — Miroku se había girado en su silla para observarla, notando que se debatía mentalmente en algo.

Sango dibujó una sonrisa, negando con un gesto para calmar la curiosidad del ojiazul.

— Ya no llevas tu pijama — comentó, haciendo mención a lo obvio.

— ¿Te acabas de dar cuenta? — Alzó una ceja, sabía que la castaña era muy observadora, le extrañaba que no lo hubiera notado antes.

— Claro que no… Sólo pensé que quizá podrías darte un día de pereza, pero no es así.

— Me duché mientras dormías, antes de hacer cualquier otra cosa, como todos los días — aclaró, aún un poco extrañado de que ella no recordara cómo eran sus hábitos.

— Oh, cierto… eres un hombre de rutinas — Se separó del borde del umbral para acercarse y sentarse a su lado, Miroku la siguió con la mirada, atento a cada movimiento —. Hay cosas que no cambian.

— No tengo tantas rutinas… pero sabes que necesito el agua para comenzar el día.

— Es verdad — asintió, sabiendo que no sólo era un tema de higiene, sino que una especie de ritual de meditación, parte de su religión —. Perdona, a veces olvido algunas cosas.

Miroku no le dio mayor importancia, pero notó algo en el brillo en la mirada de su compañera que lo hizo pensar que quizá él no era el único que necesitaba una ducha. Sin dificultad descubrió el inconveniente con el que se enfrentaba Sango y dio con una solución, regalándole una sonrisa astuta que ella no comprendió al principio.

— ¿También quieres ducharte? Porque puedes hacerlo, no hay problema en eso — dijo, aclarando un poco la duda de Sango.

— Me gustaría, pero mi ropa…

— Lo sé, pero podría pasarte algo mío por mientras, luego lavamos tus cosas. ¿Qué opinas?

Ella asintió con un gesto, siguiéndolo hasta la habitación; él le señaló el armario, indicándole que buscara qué quería ponerse, mientras se dirigía a la cómoda ubicada a su lado y miraba dentro de uno de los cajones. Sango eligió una camisa similar a la que ya estaba usando y luego sacó la parte inferior de uno de los pijamas de Miroku, examinándola para ver si le quedaría bien y negando con un gesto, era un poco grande para ella.

— Quedarías nadando dentro de ese pantalón — el ojiazul sonrió, acercándose a ella y pasándole un paquete pequeño, quitándole la prenda de las manos —. Creo que sería más sencillo si usas uno de estos.

Sango miró el paquete, sonrojándose levemente al ver que eran bóxers masculinos nuevos. Miró a su amigo extrañada, no consideraba usual que alguien tuviese ropa interior nueva y en su empaque en su casa.

— ¿Por qué tienes bóxers nuevos? — Preguntó, la curiosidad siendo más grande que la discreción.

— Ayer pasé a comprar algunas cosas antes de venirme al departamento. No quiero andar con una gran maleta cada vez que viaje, así que traje alguna ropa nueva — se encogió de hombros, había sido una coincidencia, pero por lo menos eso resolvía el problema de la muchacha.

— Oh, eso lo explica. ¿De verdad no te molesta si uso uno…?

— Claro que no, siempre que sea lo más cómodo para ti.

— De acuerdo, gracias — sonrió, tomando las cosas y haciéndole un gesto a Miroku, señalándole en dirección al baño —. Entonces, me daré una ducha rápida.

Él asintió, volviendo a la sala para ordenar sus cosas, guardar los libros en donde correspondía y dejar la zona despejada de cualquier cosa relacionada a su trabajo, porque quería disfrutar de esos momentos con Sango sin pensar en sus responsabilidades.

Ella no tardó mucho, volviendo junto a Miroku mientras se secaba el cabello húmedo con una toalla, vistiendo la ropa de él y sentándose a su lado en el sofá, sintiéndose mucho mejor ahora que ya había espantado por completo el malestar relacionado a la borrachera de la noche anterior. Se sorprendió de no verlo nuevamente inmerso en sus textos, pensó que seguiría concentrado en eso.

— ¿Qué tal la ducha? — Preguntó él, notando que le había hecho muy bien el agua.

— Refrescante, gracias — terminó de arreglarse el cabello y luego le picó un dedo en el brazo, llamando su atención —. Creí que tenías que revisar esos documentos…

— Sí, pero ya terminé. La verdad, estaba repasándolos, por si se me había escapado algún detalle. Pero el análisis estuvo listo hace días.

— Entonces, ¿no tienes que seguir trabajando…?

— No, ya no tengo nada pendiente. ¿Por?

La castaña se mordió el labio, un poco indecisa. Sabía que, en algún momento, tendría que volver a su hogar y enfrentar todo lo que hubiese ocurrido durante su ausencia y lo que se venía a futuro, pero en esos momentos lo único que quería era olvidarse del resto del mundo por un rato. Aunque quizá su amigo tendría planes, ella no podía disponer de su tiempo de esa forma.

— Ah… bueno, es sólo que… — Inhaló profundo, decidiendo decirle la verdad, después de todo, no perdía nada con intentarlo. — No quisiera tener que volver a mi casa…

— Lo sé, me lo dijiste temprano. Y yo no tengo problema con que te quedes aquí — respondió tranquilo, dejándole claro que no le molestaba su presencia.

— Muchas gracias, pero… quisiera simplemente poder olvidarme del resto del mundo por el fin de semana… y, no sé, me gustaría pasarlo contigo, pero sin que nadie sepa que estoy aquí — enrojeció al decirlo, como si estuviese pidiendo algo prohibido o inapropiado.

— Claro, pequeñita — él parecía feliz con la idea, incluso aliviado de cierta forma —. Sabes que jamás me negaría a compartir tiempo contigo.

A Sango le brillaron los ojos, agradecida por la respuesta de Miroku; mientras que él se relajó, porque tendría a su Sanguito junto a él por lo menos el resto del fin de semana y ese tipo de cosas no ocurrían siempre.


Habían terminado de ver una película, de esas de acción que a Sango tanto le gustaban, pero que tenía un toque sofisticado y romántico que Miroku siempre agradecía en las obras de esa temática, aunque los hubiera hecho pensar en algunas cosas que no quisieran en esos momentos.

Sango suspiró, mirando a su compañero de reojo un poco indecisa. Se encontraban en el sofá de dos cuerpos que estaba frente al televisor, Miroku sentado cómodamente a su lado, mientras ella tenía ambas piernas arriba, cruzadas entre ellas casi en la posición de loto, con un bol en medio, que aún tenía algunas palomitas de maíz. Dejó la comida en la mesita de estar que había entre ellos y la pantalla, acomodándose para ver de frente a Miroku, sus ojos brillando con perspicacia, algo que él notó de inmediato.

— ¿Qué te gustaría hacer ahora? — Se inclinó un poco hacia él, demostrando curiosidad. — ¿No estás cansado?

— La verdad, no — negó con un gesto, luego se encogió de hombros —. Pero tampoco se me ocurre qué hacer. ¿Tú quieres descansar?

Ella lo meditó un momento, en realidad no estaba cansada ni tenía sueño – considerando que había dormido bastante más temprano, era obvio –, pero no contaba con una idea clara de qué hacer. El simple acto de quedarse con Miroku era suficiente para ella, aunque de preferencia le habría gustado estar un poco más cerca de él. No lo pensó mucho, acomodándose para recostarse, apoyando su cabeza en las piernas del ojiazul y sonriéndole luego, un gesto cariñoso que hizo que su corazón se saltara un latido.

— No, ya dormí suficiente. Sólo quisiera relajarme un poco.

— Pues, adelante. Yo te acompaño — Miroku sonrió, acariciando tiernamente su cabeza y dejándola permanecer ahí sin quejas, porque también disfrutaba de eso.

La castaña le devolvió la sonrisa y se quedó ahí, ambos en silencio, lo que causó que su mente comenzara a dar vueltas a una idea que empezó a desencadenar muchas suposiciones en su cabeza. La película la había hecho cuestionarse algunas cosas, en especial cuando una de las protagonistas había decidido mantenerse alejada de su amado porque él debía volver a su vida normal, una que no la incluía y eso les impedía estar juntos. Sintió bastante coraje con la decisión, pero luego se le apretó el estómago al darse cuenta de que podía compararse con la decisión de Miroku, porque el problema de fondo era casi el mismo. Y la culpa volvió a invadirla, porque entendía las razones, pero a veces se preguntaba cómo serían las cosas de otra forma. También se había dado cuenta que de seguro sus amigos se sentían como ella con la decisión del personaje, y comprendió la razón de que InuYasha a veces pareciera querer golpearlos.

Soltó un suspiro, la vida a veces era demasiado complicada. O, en realidad, eran las mismas personas las que solían hacer un problema de todo. Quizá fuese mucho más simple si sólo se enfrentaran las dificultades, con la sinceridad ante todo, valorando más los sentimientos que otros aspectos más superficiales, como la estabilidad socioeconómica o el estatus familiar, dos cosas que ella estaba presintiendo, no eran tan importantes. A veces pensaba que si hubiera sido honesta y directa con lo que sentía, si le hubiese dicho a Miroku que lo amaba, las cosas no habrían llegado a ese punto. Incluso con el engaño, si en algún punto hubiesen dejado de huir y se hubiesen dado la oportunidad de hablar sin miedo o culpa…

Cerró los ojos, recordando lo segura que estaba Kagome cuando había dicho que él la amaba, que se le notaba a kilómetros. Sango sentía que, después de todas las pérdidas que había tenido él en su vida, ella se había convertido en su mundo. Habían convivido suficiente tiempo como para conocerse a fondo, descubriendo no sólo las cosas positivas del otro, sino también sus errores, defectos y miedos; pero lo más importante era que, pese a eso, se habían aceptado así y, por lo menos ella, se había enamorado de él con todo y mañas.

Alzó la mano para acariciarle la mejilla a Miroku, llamando su atención y logrando que la mirara fijamente con curiosidad.

— ¿Qué ocurre? Estás muy pensativa — habló antes que ella, pasándole la mano por la cabeza y desordenándole un poco el cabello con el acto.

— Sí, lo siento — se disculpó, aunque de inmediato se arrepintió de haberlo hecho, así que decidió sacar su idea —. Estaba pensando y… si te hago una pregunta, ¿me dirás la verdad?

A Miroku le pareció extraña la interrogante, y si bien podía ser un arma de doble filo, no veía necesidad de ocultarle nada en ese punto, porque ya había ocultado suficiente y sentía que la sinceridad era su mejor carta ahora.

— Claro, no voy a mentirte.

— Gracias — Sango se sintió aliviada, pero también un poco nerviosa. Juntó valor para que las palabras salieran de sus labios, la respuesta le causaba algo de pánico —. Bien, yo necesito saber… ¿me amabas?

La frase tomó completamente por sorpresa a su compañero, quien incluso llegó a abrir la boca ante lo inesperado. Sin embargo, había dicho que sería sincero y muy pocas veces tenían la oportunidad de hablar sobre el pasado de esa forma, por lo que quizá era un buen momento para cerrar algunas heridas. De todos modos, se arrepentía de no habérselo dicho en su momento.

— Sí, Sango. Desde que te conocí, has sido alguien importante para mí. Sabes que durante mucho tiempo usé la máscara del chico sociable y galán para esconder el miedo que tenía a quedarme solo, y fuiste tú quien vio más allá de eso. Te preocupabas realmente por mí, sin intención de mantener una apariencia o la popularidad. Incluso soportando los problemas en los que podía involucrarte, no sólo en la secundaria, sino con tu padre también… Viste más allá que cualquiera, me conociste mejor que yo mismo… Pero también me mostraste lo maravillosa persona que eres, esa mezcla de una chica ruda, decidida e independiente con calidez, ternura y sencillez, algo que no dejabas que todos vieran. Ambos usábamos un disfraz, y fuimos capaces de quitárnoslo con el otro. Me enseñaste tanto de ti, de mí, de la vida… ¿Cómo no amarte? Me cautivaste de tantas formas, que ni siquiera me di cuenta cuándo sucedió… pero pasó, y ha sido lo más maravilloso que he sentido.

Su rostro reflejaba la nostalgia y el anhelo al confesar sus sentimientos, pero no quiso ocultar lo que sentía. Omitió que aún seguía amándola, aunque se lo dijo con los ojos, porque su mirada no podía ocultarle nada a ella. Tal como había dicho, sus máscaras no funcionaban con Sango. La castaña lloraba en silencio, no con tristeza, sino con emoción. Recordaba el día que conoció a Miroku, cuando él intentó seducirla con un halago que a ella no le pareció nada adecuado y terminó abofeteándolo por su atrevimiento. Pero, pese a sus esfuerzos, no se libró de ese chico molestoso porque fue su tutor en Literatura, un ramo que no se le daba tan bien y a él sí. Con los días, el roce desapareció y comenzaron a llevarse bien, aunque ninguno de los dos supo cómo ni porqué, y tampoco les importó, dando inicio a una amistad que terminó siendo más fuerte que cualquier otra cosa.

Ella buscó una de sus manos para entrelazarla con la suya, llevándosela al pecho con dulzura y sonriendo al sentir que él limpiaba sus lágrimas con su mano libre. Decidió expresar sus sentimientos, no soportaría guardarlos, ya había llevado ese peso por mucho tiempo y Miroku merecía saber la verdad.

— Gracias… siempre sentí lo importante que era para ti y sospechaba lo que sentías, pero es distinto cuando lo escuchas — su otra mano volvió a acariciar el rostro de Miroku antes de que siguiera hablando —. Yo también llegué a sentirlo. Fuiste mi mejor amigo y confidente, y así como te conocí sin tus máscaras, tú me viste como nadie me ha visto jamás. No sólo lograste que me quitara ese disfraz, sino que me ayudaste a darme cuenta de que no debía ponérmelo. Hiciste que no me diera miedo ser yo misma, y por lo mismo pude mostrarme de esa forma ante ti. Le diste otro sentido a mi vida, calaste tan profundo que llegué a sentir que no podría seguir adelante del mismo modo sin ti. Nunca fui capaz de decírtelo porque tenía miedo a no ser correspondida y estarme precipitando… Lamento no haber sido sincera, seguramente las cosas habrían sido distintas…

El arrepentimiento fue evidente en su gesto, porque ahora no podía hacer nada más que lamentarse. Miroku negó con un movimiento de su cabeza, volviendo a acariciar su cabello con delicadeza, de una forma aprehensiva que conmovió aún más a Sango.

— No lo lamentes. Yo tampoco fui sincero en su momento, y cometí muchos errores a causa del miedo que tenía… pensé que hacía lo mejor para ti, intenté tomar decisiones por los dos y olvidé que tú eres capaz de elegir tus propias opciones. Olvidé que éramos dos. Si alguno debe lamentarse, ese soy yo.

— Ambos cometimos errores, Miroku, no seas tan severo contigo. Ya te lo dije antes, pensamos que hacíamos lo mejor…

— Lo sé… pero sigo sintiendo que pudo ser tan diferente…

Sango se puso de pie en ese momento, mirando fijamente a Miroku y tomando una decisión al sentir ese dolor que consumía al moreno. Ella también sentía lo mismo, pero recriminarse por los hechos del pasado no era bueno para ninguno de los dos, porque los hacía quedarse atrás, detenidos en las lamentaciones y debían avanzar, asumiendo los errores y aprendiendo de ellos. Y porque no quería cometer los mismos errores, no volvería a quedarse con el qué hubiera pasado si. Se arriesgaría, porque arrepentirse por algo que no había hecho era más doloroso que hacerlo por algo que sí. Estiró su mano hasta la de él, tomándola y jalándolo para que también se levantara con ella, causándole extrañeza.

— Entiendo cómo te sientes, pero no te ayuda en nada — le dedicó una sonrisa tranquila, sin ninguna recriminación ni reproche —. Además, eso fue en el pasado. Ahora estamos aquí, y quiero que nos olvidemos de todo lo demás y seamos sólo tú y yo.

— De acuerdo, me gusta esa idea — él la siguió, dejando que lo guiara hasta su cuarto, en donde ella se soltó de su mano y se sentó en la cama, haciéndole un gesto para que hiciera lo mismo.

— Creo que aquí estaríamos más cómodos — murmuró, el sonrojo subiendo por sus mejillas, pero la voz llena de seguridad ante su petición.

— ¿No te molesta que me acueste a tu lado? Porque podría dormir en el sofá…

— No seas tontito, terminarás con tortícolis — Sango volvió a pedirle con un gesto que se acercara, indicándole el lugar a su lado —. Vamos, no sería la primera vez que dormimos juntos…

El rubor en sus mejillas se acentuó levemente al recordar eso, pero sus ojos no mostraron duda ni vergüenza. Él asintió con una sonrisa, sentándose junto a ella y luego ambos se acomodaron, sintiendo la calidez ajena. Miroku suspiró cuando Sango lo abrazó, recargando su cabeza en su pecho. Ella escuchó los latidos del corazón de él golpearle los oídos a causa de que estaba un poco acelerado, al igual que el suyo; eso le causó algo de gracia, seguramente también estaba nervioso con la proximidad, pero ella necesitaba sentirlo cerca.

— Gracias, Sanguito — las palabras fueron un susurro que le cosquilleó la mejilla.

— ¿Por qué me agradeces? — Levantó el rostro para verlo directamente, un poco nerviosa con esa cercanía.

— Por regalarme este tiempo contigo y, bueno… por todo.

Sango sólo pudo sonreír en respuesta, acurrucándose un poco más en el seguro abrazo de Miroku y disfrutando lo cómoda que se sentía así. Había olvidado lo fácil que le resultaba mostrarse un poco más delicada, buscar cariño sin sentirse vulnerable o débil a su lado. Con él podía mostrar todas sus facetas sin temor a ser juzgada. Ser espontánea, sin detenerse a pensar mucho las cosas porque Miroku podía ver algo bello incluso en sus momentos más torpes. Aún cuando estaba avergonzada o insegura, podía encontrar el valor que le hacía falta con sólo mirar a los ojos a Miroku y ver esa luz de fascinación brillando sólo por ella. Y quizá por lo mismo, era tan fácil el pensar enfrentar algo nuevo y desconocido con él, antes que con cualquiera.

Sintió sus mejillas arder, pensando en que ese "algo nuevo" incluía el sexo, porque era un aspecto tan desconocido para ella que le aterraba pensar en hacerlo con alguien que no le diera tanta confianza. Pero no podía pedirle algo así, a pesar de que sus deseos fueran tan firmes.

— Así que… ¿un bailarín? — La voz grave la sacó de sus pensamientos, causando que volviera a mirarlo, entrecerrando las cejas con extrañeza.

— E-Eh… sí, fue idea de Yuka… — El sonrojo fue más notorio, igual que la vergüenza por la escena. — Se suponía que sólo beberíamos unos tragos y nada más…

— Bueno, con ella nunca se sabe. Menos si se junta con Eri — Miroku soltó una leve risita, siempre le causaba gracia que Sango se avergonzara por ese tipo de cosas —. Además, creo que mereces distraerte un poco, y considerando que era tu despedida de soltera…

La castaña frunció un poco más el ceño, esta vez un tanto molesta.

— Eso no significa que voy a aceptar un espectáculo semejante… ni siquiera era tan atractivo como para provocarme…

— Oh, ¿entonces alguien lo suficientemente atractivo podría seducirte?

Ella desvió la mirada, más roja que antes porque precisamente, sus pensamientos la noche anterior habían ido directo a ese punto: a pensar en que había otros hombres que tenían un mejor físico que el artista que se suponía, debía divertirla en su salida; por si fuera poco, su opción perfecta había sido quien estaba ahora a su lado, rodeándola con esos brazos firmes pero no tan musculosos, y ella estaba apoyada en su pecho cálido y tonificado en la medida justa, algo que podía notar aún bajo la tela de su camisa. Imaginó perfectamente la sonrisa ladina y de suficiencia que tenía él en esos momentos, sabiendo que disfrutaba el causar que ella se avergonzara por algo que no debería pensar. Decidió que era momento de que supiera que ella también sabía jugar y que era capaz de responderle, porque por algo había llegado hasta su departamento, aunque hubiese estado ebria.

Se separó un poco para ponerse a horcajadas sobre él y sentarse en su abdomen, muy cerca de su zona pélvica, algo que tomó por sorpresa a Miroku.

— ¿Por qué crees que vine hasta acá? — Respondió con otra pregunta, inclinándose levemente para dejar su rostro frente al de él, apoyando sus manos a los costados.

— Bueno, estabas ebria y dijiste que fue un impulso… — Miroku intentó mostrarse calmado, a pesar del calor y la agitación que nacía en su interior a causa del atrevimiento de Sango.

— Es cierto, pero dicen que los niños y los ebrios siempre dicen la verdad — defendió su postura, sin moverse de su lugar.

— Suelen no pensar antes de hablar — quiso justificarla, temiendo que pudiese arrepentirse de lo que estaba haciendo.

— Sí, por eso es un impulso — se sentó, alejando su rostro del ojiazul, pero sin quitársele de encima —. Pero he tenido tiempo de pensarlo bien y creo que fue más que eso.

Volvió a inclinarse, cortando la distancia por completo y besándolo, algo que él no se esperaba. Pese a todo el autocontrol que quiso tener, fue imposible que no correspondiera, porque los labios de Sango eran una especie de droga a la que no podía negarse.

El beso fue cariñoso, más un gesto de anhelo que de pasión. Duró unos segundos, después de los cuales Miroku la abrazó, ocultándole el rostro en su hombro e inhalando profundo mientras le acariciaba la cabeza, pasando sus dedos entre su cabello.

— Sanguito… no soy de piedra y si sigues así… — Suspiró, no era como si él no quisiera estar con ella, por el contrario; sin embargo, estaba comprometida y no pretendía causarle problemas. — No quiero que te arrepientas de nada.

La castaña soltó algo que fue como una mezcla de un suspiro con una risita resignada, levantándose un poco para mirarlo a los ojos antes de hablar.

— Ya me he arrepentido de muchas cosas, no quiero sumar esto a la lista — le acarició la mejilla, sonriéndole tranquila —. Pero tampoco te voy a obligar y si tú no quieres…

Miroku también sonrió, acurrucando su rostro en la palma de Sango, sin separar sus ojos de los de ella.

— ¿Por qué, Sango? Vas a casarte en unos días, pensé que con Kuranosuke…

— Él no confía en mí — su gesto mostró la decepción de ese hecho —. Siempre ha pensado que tú y yo… Que lo hicimos cuando fuimos novios. No me cree, y me molesta bastante… Esa era la excusa en un principio, pero la verdad es que quiero hacer el amor. Y no puedo pensar en nadie más que tú para eso — sus ojos brillaron con el anhelo, sus palabras eran sinceras —. Lo siento, no quiero presionarte, sé que estoy pidiendo demasiado, pero quería por lo menos intentarlo…

— Ahora no estás pidiendo demasiado — él tomó su rostro con suavidad, sonriéndole tranquilo —. Sólo quería asegurarme de que no te arrepentirás.

La acercó para volver a besarla, comenzando suave y cariñoso, pero volviéndose más apasionado a los pocos segundos, profundizando el contacto y recorriendo con su lengua la boca femenina, incitándola a hacer lo mismo, a lo que ella no tardó en responder, porque era tan natural sólo dejarse llevar con él.

Terminaron el contacto con una sonrisa en sus labios y mirándose a los ojos, sus frentes apoyadas la una en la otra y la respiración un poco agitada, producto de todas las sensaciones del momento. Miroku le acarició la mejilla con su pulgar, perdiéndose en su mirada.

— Entonces, ¿estás segura?

Sango también le acarició el rostro y luego buscó su otra mano para entrelazarla con la suya, presionando levemente antes de responder: — Más que nada en mucho tiempo, Miroku

Nuevamente se besaron, esta vez más apasionadamente, mientras las manos masculinas viajaron hasta las caderas femeninas, sosteniéndolas firmemente por un instante antes de subir por su cintura y apoyarse en su espalda, acercando su torso y sintiendo el calor ajeno en su piel, causando que su temperatura subiera al pensar que, bajo su camiseta, Sango no llevaba nada más puesto. Se refugió en la curva de su cuello y hombro, tomando el aroma natural de ella, una esencia tan peculiar que lo hizo sonreír, porque sería difícil que la olvidara. Besó la zona, logrando que ella soltara una risita en respuesta, y acomodó su cabello a un lado, para luego seguir besándola ahí, causando que se estremeciera.

— Me haces cosquillas — murmuró entre risitas ella, alejándose un poco.

— Me disculpo, pero quizá olvidé en qué partes eres cosquillosa — respondió, rozándole el cuello y la parte superior del brazo, ante lo que Sango volvió a reír.

— No te creo…

— Podría ir probando de a poco…

Sus manos se ubicaron en su cintura, levantando un poco la camisa y tocando directamente la piel, en un roce que hizo que a Sango la recorriera un escalofrío. Apartó las manos para terminar el contacto y acomodarlas nuevamente sobre la ropa, pero aún en la cintura, haciendo círculos con los pulgares a modo de caricia delicada pero insinuante, porque iba subiendo lentamente, en tanto sus labios volvieron a encontrarse con los de Sango en un contacto impetuoso que causó que sus manos bajaran hasta las nalgas y las apretara levemente, sonriendo en medio del beso al sentir el respingo de ella con el acto. Mantuvo un agarre seguro en sus muslos, acomodándola un poco y causando con eso que ella notara su erección. El sonrojo fue evidente, pero la tranquila sonrisa masculina fue suficiente para que la muchacha también se relajara, después de todo no era primera vez que estaban en una situación así, aunque ahora quería que terminara de otra forma.

Sango se levantó, quedando sentada en la zona pélvica de Miroku y dibujando líneas y círculos con su dedo índice en su tórax, la mirada juguetona invitándolo a seguir con sus caricias mientras ella permitía que un repentino impulso la dominara y levantaba la tela de la camisa de él, dejando descubierto su abdomen y parte de su pecho. Los dedos delgados se deslizaron por la piel, sintiendo el calor y los surcos leves de los músculos, esa superficie que siempre había sido tan atractiva para ella porque consideraba que era el punto perfecto de un buen físico. Levantó un poco más la prenda, aunque no logró dejar completamente a la vista el resto del pecho, pues la tela estaba sujeta bajo el peso de él. Frunció un poco los labios, pero no reclamó ni dijo nada, buscando otra vez los ojos de Miroku para calmar un poco la agitación que crecía dentro de su pecho.

— Parece que te gusta lo que ves… — El gesto malicioso que acompañó sus palabras causó que un brillo cómplice escapara de los ojos castaños.

— Siempre te he encontrado atractivo — respondió, apoyando sus manos en la piel morena —. Y, al parecer, te has mantenido en forma…

— Bueno, ya me conoces… — Llevó su caricia hacia arriba, bajo la camisa, deteniéndose justo antes de llegar al relieve de los pechos de Sango, notando como eso subía los nervios de ella. Sacó la mano izquierda para usarla de apoyo y levantarse, la otra afirmando a su compañera por la espalda y quedando sentado con ella aún encima, acercándola a él peligrosamente. — Tengo mis hábitos. Además, tú también estás en forma… una muy sexy, por cierto.

Manteniendo la corta distancia, depositó cálidos besos en su pecho, avanzando de a poco hacia los senos, pero sin llegar a tocar los pezones, aunque pudo notar que estaban erectos. Sonrió, acariciando desde la espalda hacia adelante, deteniéndose en el nacimiento del pecho y rozando con el pulgar la piel de esa zona. Sango se estremeció, afirmándose de sus hombros y mordiéndose el labio un tanto inquieta.

— Pues me ejercito bastante seguido — respondió, intentando disimular su estremecimiento —. Sabes que me mantengo siempre en movimiento.

La mirada azul brilló con picardía, su dedo pulgar alcanzando el pezón para rozarlo y provocar que ella soltara un gemido ahogado, casi inaudible.

— Eso lo tengo claro, y es algo muy tentador… — La besó profundamente para luego morderle con suavidad el labio, incitándola. — Especialmente si estás sobre mí.

Hizo un movimiento para sentarla mejor sobre sus piernas, causando que su pubis rozara su miembro erecto, algo que provocó a ambos. Sango volvió a meter sus manos bajo la camisa de él, llevándola hacia arriba y pidiéndole con el acto que le permitiera sacársela, algo que Miroku hizo sin chistar, dejando al descubierto su torso. Ella sonrió, apoyándose en los pectorales de él, disfrutando el contacto mientras el ojiazul se aventuraba a tocar ahora ambas mamas, presionando suavemente antes de rozar y tirar con cuidado los pezones. La castaña arqueó la espalda ante el estímulo, hincando un poco sus dedos en el pecho ajeno y cerrando los ojos, disfrutando el tacto de alguien más en su cuerpo.

— Miroku… — Soltó en un susurro ahogado, ocultando su rostro en el hueco de su cuello mientras él seguía merodeando bajo la camisa, excitándola.

— ¿Qué ocurre? — Preguntó, notando cómo sus caricias estaban provocándola. — ¿Debería detenerme?

— N-No… — Buscó sus ojos para luego besarlo, moviendo sus caderas para también incitarlo, una tarea que no era para nada difícil en ese momento. — Por favor, sigue…

— De acuerdo… — Su voz ronca evidenció la exaltación, sus manos desacomodando la camisa que llevaba Sango para quitársela. — Pero creo que esto me está molestando un poco…

Ella levantó los brazos para que Miroku se deshiciera de la prenda, acción que ejecutó con ambas manos, dando como resultado que ambos perdieran un poco el equilibrio y él cayera de espaldas en la cama, la muchacha sobre él alcanzando a apoyarse en sus brazos para no desplomarse de lleno encima suyo. Ambos comenzaron a reírse ante el hecho por unos segundos hasta que se volvieron a mirar a los ojos y sus bocas se reencontraron, fundiéndose en un beso más cálido que cualquiera que se hubiesen dado antes, las manos recorriendo con deseo la piel del otro, estimulándose, conociéndose en esa faceta que nunca más podrían ver.

Miroku de pronto abandonó sus labios para dirigirse a uno de sus pechos, pasando la lengua por el pezón para humedecerlo antes de succionarlo levemente, tomando por sorpresa a Sango y causando que soltara un gemido que no logró disimular. Las sensaciones comenzaron a arremolinarse en su cuerpo, mezclándose las conocidas con las nuevas, redescubriendo ese calor que él podía provocar en su interior y encontrando ahora un deseo que comenzaba a desbordarse, un sentimiento que la sobrepasaba y que no había experimentado antes.

Sintió la mano masculina ir hasta sus caderas para luego merodear en el sector con lentitud, llegando a la zona de la vulva y acariciándola por sobre el bóxer, demostrando que su excitación era más que ese fuego naciendo en su vientre. El moreno la acomodó ahora quedando junto a ella, recostándola sobre su espalda y rozándole el rostro, mirándola con una profundidad que le quitó todo pensamiento de la mente por un momento.

— Sango, lo que menos quiero es dañarte de alguna forma… — Murmuró, sus dedos peinándola suavemente. — Si no quieres seguir…

La castaña tomó su cara para besarlo, atreviéndose a llevarle nuevamente la mano hasta su entrepierna, decidida y segura.

— Yo quiero, Miroku. Quiero que seas tú… — Sus ojos reflejaron una determinación que lo sobrecogió. — No soy yo la que duda ahora… y si prefieres dejarlo hasta aquí, lo entenderé.

Soltó su mano, sonriendo tranquila y sin ningún tipo de recriminación en sus ojos. Él inhaló profundo, comprendiendo los sentimientos de Sango. Ella estaba segura y sabía que no se arrepentiría después. Él tenía miedo de herirla, de que las cosas cambiaran después de eso, de perderla. Y su compañera conocía esos miedos, por eso no iba a presionarlo. Pero más que estar cumpliendo un capricho en su último fin de semana de soltera, Sango realmente quería hacer el amor con él, lo necesitaba. Y, siendo sincero, él también lo deseaba, sin importar lo que ocurriera después, anhelaba vivir esa experiencia con ella. Le besó la frente, contagiándose con su seguridad.

— Prométeme que no te volveré a perder — pidió, perdiéndose en los ojos castaños.

— Nunca. Eso no ocurrirá de nuevo — respondió segura, acariciándole la mejilla.

Se besaron otra vez, un contacto profundo que avivó la pasión que ya los recorría. Miroku regresó su mano a la zona genital de Sango, animándose a buscar los bordes y deslizándose para tocar directamente los pliegues cálidos, notando la humedad que nacía de ellos y decidiendo extenderla con un movimiento suave y parsimonioso hacia toda la vulva, facilitando así su caricia. Sango se contrajo involuntariamente al sentir el tacto, respondiendo a un estímulo que nunca había sentido. Juntó las piernas, mordiéndose el labio y buscando con su mano el cuerpo de su compañero. Primero se aferró al brazo que él usaba de apoyo, pero no logró sentir que hacía nada provechoso ahí, por lo que bajó hasta encontrar la erección de Miroku reprimida por los pantalones. Torpemente desabrochó el botón y bajó la cremallera, liberando un poco la presión, pero no del todo porque el bóxer oscuro aún cubría el miembro. Miró al ojiazul, que se había detenido al sentirla rondando en su pantalón, y vio que le sonreía con complicidad, un gesto lleno de picardía y comprensión. Con ayuda de él, se deshizo de su ropa, dejándolo completamente desnudo, ante una imagen que muchas veces había intentado crear en su mente y que, ahora sabía, había estado lejos de la realidad. Su curiosidad le picó insistente, llevándola a rozar el pene de forma temerosa con sus dedos, como si pudiese romperlo si no tenía cuidado. Miroku soltó una risita, tomándole la mano y guiándola para que lo tocara con seguridad.

— No tengas miedo, no le harás daño — aseguró, instándola a conocerlo sin temor.

Sango se sonrojó al saberse descubierta, sintiéndose ingenua. Ignoró esa sensación, enfocándose en lo que ahora tenía en su mano. El miembro erecto de Miroku era cálido y firme, no alcanzaba a cubrirlo con su mano por completo y su grosor era un poco más de lo que podía abarcar con sus dedos. Inhaló profundo y movió su mano, sabiendo que eso iba a provocar al moreno. Su acción lo sorprendió, pero no tuvo ocasión de decirle nada, porque ella lo besó en el acto, un impulso que la llevó a buscar sus labios y su lengua con ímpetu mientras seguía masajeando su pene, algo que también la excitó a ella. Las manos masculinas volvieron a cobrar vida, acariciando su vulva y clítoris, por un lado, y buscando sus pechos por otro, estimulándola lo suficiente como para que soltara un gemido en medio del beso y terminara separándose de sus labios, buscando aire. Miroku la miró a los ojos, recibiendo en respuesta una expresión plena, llena de confianza y completa convicción. Apartó un poco la mano de Sango que lo masturbaba y se sentó a su lado para quitarle el bóxer, sin desprenderse de su mirada hasta que ella misma la bajó, dándole permiso para ver. Él no desaprovechó la oportunidad, grabando en sus retinas la anatomía femenina, memorizando las curvas y relieves, el tono blanco de la piel que palidecía levemente en la zona de la ropa interior y se oscurecía un poco en los brazos y las piernas; los senos que descansaban con una leve caída natural a cada costado producto de la posición de espaldas en la que se encontraba ella, las areolas más oscuras, coronadas por los pezones erguidos, todo moviéndose levemente con el respirar un tanto agitado de la muchacha. Y, por último, dirigió sus ojos hacia los genitales, sonriendo al ver la pequeña mata de vello púbico cubriendo los pliegues.

Suspiró, pensando que ante él tenía una de las visiones más hermosas que podría apreciar jamás. Y deseó con todo su ser complacerla, hacerla feliz y complementarla, aunque fuera sólo esa noche. Se recostó por completo, apoyando todo su peso en su espalda y atrayendo a Sango hacia sí, recargando la mitad de su cuerpo sobre el de él, haciendo el recorrido desde su cintura hasta su muslo y llevándolo por encima suyo, causando que la pierna lo abrazara e impresionándola con el movimiento.

— ¿Te cuento un secreto? Pero debes prometer que no vas a olvidarlo — le acomodó el cabello y le besó la punta de la nariz, su voz ronca acariciándole la cara.

— De acuerdo, lo prometo.

— Tampoco vayas a molestarte conmigo…

— Eso va a depender de lo que sea — sus ojos se entrecerraron levemente, dudando de su petición.

— Está bien — soltó un suspiro y luego sonrió, buscando el lóbulo de la oreja de Sango para morderlo suavemente antes de continuar, a ella la recorrió un escalofrío con eso —. Eres la mujer más hermosa y sexy que he visto desnuda.

— ¿En serio? — Ella se irguió un poco, quedando casi encima suyo de nuevo, porque su pierna seguía abrazándolo, y mirándolo con algo de fingida desconfianza.

— Lo juro — le tomó el rostro para acercarlo a él y besarla, causando con el movimiento que Sango quedara completamente sobre su cuerpo, sintiendo su cercanía y calidez, la temperatura elevándose producto del beso que iba subiendo en intensidad mientras sus manos terminaron de acomodarla, dejándola a horcajadas encima suyo —. Nadie más podría tenerme así.

Sango sonrió un tanto maliciosa, buscando la erección de Miroku y masajeándola.

¿Así cómo? ¿Así de excitado, o así, en esta posición?

Él iba a responder, pero sólo logró emitir un gemido ahogado producto de la caricia de ella. Tomó su mano para detenerla, levantándose un poco para volver a besarla y mirarla a los ojos, guiando su miembro con una de sus manos y la otra tomando la cadera de Sango, pidiéndole permiso para continuar. Ella asintió, acomodándose. Antes de penetrarla, la mano que tenía en su erección fue hasta la vulva de Sango, extendiendo la lubricación y, con delicadeza, introduciendo un par de dedos para acostumbrarla, moviéndolos rítmicamente uno segundos. Ella se quejó sutilmente al sentirlo dentro, pero la molestia fue pasajera y con cada movimiento, sus propias caderas querían seguir el compás, mientras el resto de su cuerpo se estremecía. Cuando él sintió que ya estaba lista, le indicó con sus propios movimientos el lugar donde debía estar, posicionándola encima de su pelvis y afirmando su pene hacia ella. Sango comprendió el mensaje y lo ayudó a penetrarla, introduciendo ella misma el miembro en su vagina, bajando lentamente hasta que sus glúteos tocaron los muslos de Miroku y le indicaron que el trayecto había terminado. Se mordió el labio, acostumbrándose a la sensación de tenerlo dentro de ella; se inclinó para mirar a su compañero a los ojos, descubriendo que él también estaba esperando, su mirada escrutando la suya en busca de cualquier signo que le dijera si seguir o detenerse.

Sango inhaló profundo, sonriendo levemente al apoyar sus manos en el abdomen de Miroku y moviendo con suavidad sus caderas hacia adelante y atrás, descubriendo que cada movimiento causaba que una sensación eléctrica la recorriera. Él sonrió, disfrutando el sentirla de esa forma, pero decidió guiarla para que el movimiento fuese de arriba hacia abajo, tomando sus caderas y llevándolas en esa dirección. Ella se quejó sutilmente, porque con esa acción un pequeño malestar se hacía presente en su interior, un ardor que desaparecía casi al instante. Se mordió el labio, buscando los ojos azules e impregnándose con el gesto de confidencialidad y comprensión que él le transmitía.

— ¿Estás bien?

— S-Sí, tranquilo. Sólo… molesta un poco al principio.

El moreno mostró ahora algo de preocupación en sus ojos, llevando una de sus manos hasta su rostro para acariciarle la mejilla con cariño.

— Si estás incómoda o…

— Estoy bien — puso su dedo índice sobre sus labios para callarlo, después llevo sus manos hasta sus caderas, tomando las de él e imitando el mismo movimiento que estaban guiando ellas —. No me estoy quejando. Sólo… haz lo que sabes hacer.

Sus palabras fueron respondidas con una sonrisa tranquila, cómplice y segura. La ayudó a llevar el ritmo, algo que ella logró sin dificultad; entonces, sus manos subieron por la cintura y se posicionaron en los senos, masajeándolos y rozando los pezones, provocando que Sango soltara gemidos entrecortados y los escalofríos la recorrieran, llenándola de sensaciones que no había experimentado antes. Esa molestia en su interior desapareció por completo, y con cada penetración tocaba un punto que la hacía sentir que iba a explotar, una sensación desbordante que llegó a su punto más álgido de pronto. Una exclamación de gozo escapó de sus labios, sus brazos se apoyaron a los costados de Miroku y su torso se inclinó hacia adelante, quedando frente a frente a él, algunas gotas de sudor corriendo por su frente, los ojos vidriosos y la respiración entrecortada.

Intentó decir algo, pero no sabía qué, no era capaz de formular alguna frase coherente en su mente, por lo que dibujó una sonrisa satisfecha que fue suficiente para que el ojiazul comprendiera sus emociones. Rozó con su pulgar la mejilla de ella, devolviéndole la sonrisa. No necesitaron palabras, con sus miradas se dijeron todo. La muchacha volvió a mover su pelvis, alcanzando otra vez el compás que llevaba antes y volviendo a sentir esas suaves corrientes eléctricas que la recorrían con cada caricia del moreno. Él buscó sus labios, inclinándose un poco hacia adelante, apoyándose en una de sus manos, la otra en la cadera femenina ayudándola a incrementar el ritmo. El beso fue profundo, cálido y ardiente, húmedo. Miroku lo interrumpió de pronto, soltando un pequeño ronquido, jadeando en el cuello de Sango y abrazándola con aprehensión justo en el momento en el que eyaculaba, ocasionando que Sango también soltara un gemido al sentir otra ola de placer y calor embargarla por completo. Se apoyó en sus hombros, ocultando su rostro en el cuello y rozándolo con su nariz y labios, intentando recuperar el aliento.

Miroku la abrazó con ambos brazos, lo que causó que volvieran a caer hacia atrás, ella aún arriba de él. Ambos soltaron una risita, mirándose a los ojos de una forma profunda, como nadie más lo habría hecho. Acarició el rostro de Sango con sus dedos, acomodando algunos mechones de cabello hacia el lado y acunando la mejilla, sintiendo la cálida respiración de ella en su piel.

— Te amo.

Las palabras salieron sin que pudiese procesarlas, sólo abandonando sus labios como una necesidad que ya no podía ocultarse más. Sango sonrió, también acariciándole el rostro y sin desviar la mirada. Lo besó dulce y cariñosamente unos segundos, tras los cuales volvió a perderse en sus ojos, en ese azul que parecía tener todas las respuestas que necesitaba.

— Lo sé, Miroku. Yo también te amo.

Sintió como si su corazón de pronto comenzara a latir con mayor fuerza. La abrazó, ocultándose en el hueco de su cuello y sonriendo, a pesar de la lágrima que abandonó uno de sus ojos a causa de la abrumadora realidad que enfrentaban.

— Gracias…

No necesitaba nada más, sólo la certeza de sus sentimientos y la seguridad de que, a pesar de lo que pasaría dentro de los próximos días, esta vez no iba a perderla ni tampoco seguiría huyendo. Estaría ahí para ella, pasara lo que pasara.


Jelou~ No ha pasado mucho pero este capítulo estaba listo hace rato, sólo me faltaba decidirme por el título. Detalles, lo sé, pero importantes para mí. Por fin tenemos algo de amor exclusivo y solamente para ellos dos. Necesitaban su espacio, su momentos, y ser sinceros. ¿Se lo esperaban? Bueno, estaré atenta a sus comentarios, incluso si no lo encuentran apropiado... puedo darles las razones por interno (?)

En fin... la vida adulta es caótica, muchas veces nos empuja a seguir caminos que no son precisamente los que hubiésemos deseado, pero siempre existe la oportunidad de tener un escape... aunque esto puede tener consecuencias. ¿Qué pasará ahora? Bueno, para eso debemos esperar a la siguiente entrega.

Agradecimientos con el alma y el corazón (y toma esto como un regalo de cumpleaños atrasado) a Loops, mi fiel y amada lectora~ y a Nuez, por ser mi leal compañera en este tortuoso viaje (y cómplice, por cierto).

Nos leemos pronto~ un abrazo gigante (L)

Yumi~