DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.
— Je vais T'aimer —
XIV
— Velo de novia —
— "Los recuerdos graciosos que tengo contigo, y los amargos de cuando no hacíamos más que pelear,
ahora serán de un bello color sepia.
Los limpiaré con mis lágrimas y suavemente diré adiós.
Ya estoy huyendo de las cosas que puedo decir, incluso ahora están encerradas dentro de mi corazón.
Esta vez no podré decirte que te amo.
Sin importar cuando sea, nunca olvidaré el día que nos conocimos.
Si pelean, recuerda nuestra primera cita." —
— Kekkonshiki no uta; Miyavi —
Observaba embelesado lo que se encontraba frente a sus ojos, consciente de que no volvería a disfrutar de una imagen semejante más que en sus sueños y recuerdos más atesorados. Con cuidado rozó la mejilla, retirando un delgado mechón de cabello y acomodándolo en la espalda, intentando no despertar a su acompañante. La sonrisa tranquila, el gesto de calma, la respiración acompasada, todas señales de que ella se había quedado dormida sintiéndose plena y feliz. Soltó un suspiro, cómo deseaba jamás tener que volver a la realidad que los aguardaba al día siguiente…
La muchacha se removió un poco entre sus brazos, abriendo los ojos lentamente hasta que los enfocó en él, esbozando una sonrisa llena de cariño. Reprimió el impulso de besarla, pero ella no pudo contenerse y le regaló el cálido roce de sus labios, un acto lleno de amor que fue respondido de inmediato. Tras disfrutar del contacto unos segundos, se separaron para perderse en sus ojos, sus miradas siendo el espejo de sus sentimientos.
— Hola, dormilona — puso su dedo índice en la punta de su nariz, casi infantilmente —. ¿Qué tal estuvo el sueño?
— Bastante bien, gracias — respondió con una sonrisa —. Hace tiempo que no dormía así… ¿Y tú?
— Igual, me siento como alguien renovado.
— Me alegra escuchar eso. ¿Qué hora es?
Miroku se irguió un poco para ver la hora en el reloj que tenía en su mesita de noche, pues ni siquiera había pensado en eso al despertar. Luego volvió a recostarse sobre su espalda, cubriéndose el rostro con el brazo.
— Las diez y veintiséis… ¿Quieres comer algo?
— Está bien… sólo no tardes.
El asintió con una sonrisa, acariciándole la cabeza antes de sentarse en la cama para buscar sus bóxers, ponérselos y luego dirigirse a la cocina para preparar el desayuno. Sango soltó un suspiro, mirando el techo un par de segundos, pensativa.
Había hecho el amor con Miroku.
Finalmente, había decidido compartir algo que consideraba tan íntimo y valioso con el hombre que amó durante años, y que aún amaba. Y, pese a todo lo que temió el día anterior, no se arrepentía de haberlo hecho: había sido una experiencia maravillosa. Y si tuviera la oportunidad de regresar en el pasado para pensarlo mejor, lo volvería a hacer. No era eso lo que ahora comenzaba a picarle los pensamientos.
Se sentó en la cama y observó alrededor hasta dar con una de las camisas de Miroku – a esa altura ya no sabía si era la que él estaba usando la noche anterior o ella – y la recogió del suelo para colocársela, en tanto sus pensamientos seguían corriendo. El tema ahora era que ya no sabía qué hacer. Miroku la amaba y ella a él, ese era un hecho ante el que la decisión de casarse con otro hombre parecía una estupidez. Tenía miedo de dañar al moreno, de haber iniciado un incendio que no podría apagar de ninguna forma, porque quizá ella también deseaba arder con ese fuego. Pero sabía que dar pie atrás con la boda y seguir sus sentimientos era un camino mucho más pedregoso de lo que podría parecer a simple vista. Deshonraría a la familia de Kuranosuke y a la suya, rompería un compromiso que había prometido cumplir, cayendo en la vergüenza de ser quien arruinara tan prometedora unión. Perdería la casa de sus abuelos, una propiedad familiar tan valiosa, no sólo en lo económico, sino en lo histórico y emocional para sus ancestros, que jamás podría volver a pronunciar su apellido si lo permitía. Abandonaría esa estabilidad que su futuro esposo le ofrecía, no sólo a ella, sino también a su familia, ¿para qué? ¿Para luchar por el amor de su vida, por alguien que ya la había herido en el pasado? El simple hecho de formular la frase en su cabeza lo hacía sentir como una pequeñez al lado de todo lo demás.
Soltó un suspiro, abrazándose las rodillas y ocultando el rostro ahí. Entonces, no podía huir de su destino. Ahora tenía que encontrar una forma de seguir con ese compromiso sin herir tanto a Miroku. Se mordió el labio, sentía los ojos arderle con las lágrimas que querían salir y el pecho apretado debido a la angustia que estaba enfrentando. ¿Por qué la vida era tan complicada? ¿Por qué debía cumplir tantas expectativas? Apretó un poco más el agarre en sus piernas, deseando huir de todo. Había sido tan ingenua al pensar que podría emular su felicidad con la tranquilidad de una relación poco conflictiva, aceptada – y deseada – por su padre y que le daría estabilidad social, económica y emocional. Soltó un suspiro, no quería seguir en esa falsa seguridad, pero no podía desertar ahora.
— ¿Estás bien?
Levantó el rostro al escuchar la pregunta de Miroku, quien la observaba de pie junto a la cama, sostenía la bandeja con el desayuno y sus ojos reflejaban preocupación. Ella esbozó una sonrisa triste, resignada, antes de hablar.
— No en realidad — respondió, siendo sincera —. Yo no quería… lo siento — se disculpó al tiempo que se limpiaba la lágrima que había logrado escapar de uno de sus ojos, intentando aparentar una calma que realmente no sentía —. No quise preocuparte, ya va a pasar…
Miroku negó con un gesto, dejando la bandeja en la mesita de noche y sentándose junto a Sango en la cama, observándola tan sólo un par de segundos antes de apoyar una de sus manos en la de ella, llamando su atención.
— ¿Por qué te disculpas? No has hecho nada malo… y, a decir verdad, siempre estoy preocupado por ti, así que no deberías intentar evitarlo. ¿Qué ocurre?
Sango soltó un suspiro, sintiendo el cálido tacto de la mano masculina en la suya. Entrelazó sus dedos y observó la unión un instante, consciente de que él no se quedaría tranquilo hasta tener una respuesta.
— Es solo que… tengo miedo — admitió, apretando los labios para retener el sollozo que quiso escapar de su garganta —. Temo estar tomando una decisión de la que voy a arrepentirme después. Temo no ser capaz de cumplir todas las expectativas que se han puesto sobre mí. Temo no tener la fortaleza para seguir el camino que elegí, pero también temo tenerla y continuar. Pero lo que realmente me aterra, es herirte — dejó que las lágrimas cayeran, su mano libre acariciando la mejilla de Miroku mientras sus ojos miraban directo a los de él —. Perdóname, te necesitaba tanto… Deseaba en lo más profundo estar contigo, saber lo que significaba hacer el amor antes de sólo tener sexo… y no pensé en ti. No fui consciente del daño que te estaba haciendo, del dolor que te causaría cuando el ensueño terminara, cuando rompiera las ilusiones y te arrastrara conmigo y mis decisiones… Lo siento, Miroku, nunca quise…
Él la abrazó en ese momento, permitiéndole llorar en su pecho unos segundos mientras ordenaba sus ideas antes de decir algo. Peinó su cabello con cuidado hasta que la sintió un poco más calmada y decidió hablar.
— Sanguito… no tengo nada que perdonar. No eras la única que lo necesitaba y deseaba, y tampoco es como si me hubieses obligado a algo. Cuando decidí continuar, sabía lo que pasaría. Sabía que después de vivir este sueño, de tocar el cielo junto a ti, tendría que volver a la tierra, a la realidad. No voy a recriminarte nada, porque también fue mi elección y no me arrepiento. Sé lo difícil que es y no complicaré las cosas. No me has herido de ninguna forma con lo que ocurrió anoche, por el contrario: te agradezco que me hayas dado la confianza y la oportunidad de compartir algo tan especial contigo. Por favor, pequeñita, no sigas torturándote con esa idea.
Ella sonrió levemente, permitiéndole limpiar sus lágrimas mientras pensaba en sus palabras. ¿Cómo era posible que él mostrara tanta calma frente a todo lo que estaban viviendo? Ambos habían sido sinceros la noche anterior, expresando sentimientos que, desde el día siguiente, tendrían que guardar en su interior, fingiendo que su relación se limitaba sólo a la amistad, proyectando una imagen que ambos sabían, era simplemente una máscara. Iban a tener que volver a usar un disfraz, después de lo difícil que había sido quitarse el anterior y mostrarse tal cuál con el otro. Inhaló profundo, también acariciando el rostro de Miroku.
— Gracias… — Recibió como respuesta una sonrisa tranquila, algo que sólo pudo impulsarla a indagar en sus pensamientos, porque sabía que iban mucho más allá de lo que le había dicho. — Miroku, ¿por qué lo hiciste? Te conozco y siempre tomas tus decisiones considerando todos los puntos. Si sabías que todo esto iba a ocurrir… ¿por qué seguiste? Puedo ver que, a pesar de lo que me has dicho, aún hay dolor en tus ojos…
— No eras la única que lo necesitaba. He estado preguntándome todo este tiempo por qué no fui completamente sincero contigo en su momento. ¿Por qué no te dije lo que sentía, por qué preferí arruinarlo todo, intentar que me odiaras y salir huyendo, en lugar de luchar por lo que los dos deseábamos? Son cosas que han rondado mi cabeza mucho tiempo, y encontré una respuesta. Creí que lo había hecho por ti, porque pensaba que era lo mejor, que merecías algo más… pero es más que eso. Fue porque también tenía miedo. Me aferré a la idea de que estarías mejor sin mí, porque temía llegar a un punto en el que el amor no fuera suficiente… Un punto en el que, a pesar de todo, ya no pudiéramos avanzar. Quise evitar que alcanzaras ese punto conmigo, temía arrastrarte a un lugar sin salida… y ese miedo sigue presente, Sango, pero ya me he arrepentido bastante de no haber hecho algo. Creo que lo entiendes, ¿no? Necesitaba ser sincero, a pesar de que sabía que las cosas no cambiarían…
La castaña sintió todo lo que esas palabras transmitían, la sinceridad, dolor y miedo, pero también fue capaz de palpar la calma que causaba en ambos el saber, después de tanto tiempo, que sus sospechas eran ciertas y encontrarse con la certeza de sus sentimientos, y más aún, con las respuestas a tantas dudas que habían nacido cuando su relación había terminado. Sonrió, esta vez con una tranquilidad que Miroku pudo ver en sus ojos.
— Claro que lo entiendo… y agradezco tu honestidad. Supongo que ambos nos sentimos del mismo modo aún sin saberlo…
— Por lo menos tenemos la oportunidad de decirnos la verdad.
— Es cierto… — Presionó un poco su mano, estrechando sus dedos con cariño. — Entonces, ¿no vas a pedirme…?
— No voy a pedirte nada, Sango. Lo que quieras hacer, las decisiones que tomes son sólo tuyas — Miroku se acercó para depositar un tierno beso en su frente antes de seguir hablando —. ¿Sabes qué podría pedirte? Dijiste que querías olvidarte de todo y que fuésemos sólo tú y yo… ¿podrías considerar hacerlo el resto del día?
Ella soltó una risita, asintiendo con un gesto: — Por supuesto que puedo, Miroku, y lo haré.
Él también sonrió y luego tomó la bandeja con el desayuno, dejándolo junto a ellos para que se sirvieran. Después de todo, aún les quedaba el resto del día para disfrutar de su compañía y lo mejor era que no lo desperdiciaran.
— Me hubiese emocionado más si no fuese una ceremonia tradicional.
Sonrió al escuchar el desánimo en la voz de su amiga, sabía que no sólo era por no haber tenido la oportunidad de ayudarla a probarse un montón de vestidos blancos que era muy probable que a ella no le gustaran tanto, sino por lo que en realidad significaba la llegada de ese día. La muchacha que las acompañaba terminó de aplicar el maquillaje rojo en sus labios mientras Kagome se paseaba en la sala observando los accesorios que acompañaban toda su vestimenta.
— Listo, ahora sólo falta el peinado…
— ¿Puedo hacerlo yo? — La azabache se ofreció a la tarea, los ojos brillando con complicidad hacia ella en una petición muda que comprendió enseguida.
— ¿Sabe hacerlo?
— Sí, lo sabe. Puede que no se note, pero es una experta en lo que a peinados se refiere — lo dijo con tanta seguridad, que la chica sonrió y, con una inclinación de su cabeza, se retiró del cuarto, dejándolas solas —. Bien, espero que sepas hacer un moño tradicional…
— Oh, sí, no te preocupes. Mi madre me enseñó — Kagome se situó detrás de ella, peinando y separando con cuidado los mechones de pelo para luego comenzar a trabajar, sorprendiendo a Sango con el descubrimiento de una habilidad que ella desconocía que tuviera su amiga —. Por cierto, aún no me has dicho nada sobre qué fue lo que hiciste después de la despedida. Prometiste que me contarías dónde fuiste…
— Es cierto, lo siento — Sango se sonrojó, aunque no fue evidente por el color blanco que cubría la piel de su rostro —. No habíamos tenido la oportunidad de estar solas, por eso no te lo había dicho antes…
— Bueno, yo cumplí con mi parte del trato: tu padre cree que estuviste conmigo todo el fin de semana. Así que merezco saber qué fue lo que hiciste.
— De acuerdo, tienes razón — sabía que tendría que contarle, habían hecho un compromiso: Kagome sería su coartada con cualquiera que quisiera averiguar dónde y con quién había estado el fin de semana, a cambio de que ella le contara la verdad. Inhaló profundo antes de contarle lo que había hecho al salir del club aquella noche —. Bueno, luego de tomar ese taxi, fui al departamento de Miroku.
— ¡Lo sabía! — Kagome hizo un gesto de triunfo, jalando uno de los mechones de cabello con más fuerza de la que tenía pensada, causando que Sango se quejara levemente. — Perdón, fue el entusiasmo. ¿Qué pasó después? Supongo que él no se esperaba verte ahí…
— Claro que no se lo esperaba. Estaba ebria, además. Le hice una escena, me puse bastante cariñosa con él, hasta le pedí perdón por todo lo que estaba pasando… incluso quería que me hiciera el amor…
La última frase la susurró, sintiendo mariposas al pensar que, cuando estuvo sobria, había decidido que realmente quería eso y que, finalmente, lo habían hecho. Pero no podría contárselo a su amiga, menos en esos momentos, porque sabía que ella no comprendería lo difícil que era seguir ese rumbo. Kagome jamás entendería porqué dos personas que se amaban decidían seguir caminos separados, y el confirmarle que habían confesado sus sentimientos y que se habían entregado de esa forma, sólo causaría un ataque en su amiga y, con lo impulsiva que era, incluso podría intentar detener la ceremonia.
— Oh, por todos los cielos, ¿en serio hiciste eso? — Kagome se quedó boquiabierta ante la revelación de su amiga, sin poder creerse lo que escuchaba. — Entonces, ustedes… ustedes… ¿lo hicieron esa noche?
— ¡Claro que no! — Sango temió no ser lo bastante convincente, pero su reacción al parecer era suficiente para su amiga, porque bajó los brazos un tanto desanimada.
— Yo creí que podrían haber sido sinceros por una buena vez…
— Kagome, estaba ebria. Miroku jamás habría aceptado algo así conmigo en ese estado…
— Bueno, eso es cierto — le dio la razón, en tanto comenzaba a armar el moño en la nuca —. Pero después, al día siguiente…
— No pasó nada de eso. Le dije que quería olvidarme de todo durante el fin de semana y me dijo que podía quedarme en su departamento si gustaba. Pasé mi resaca y luego, simplemente compartimos juntos… ya sabes, él cocinó algo para los dos, luego vimos una película, conversamos… Nada del otro mundo.
— Claro, sólo que lo hiciste con él. Puede parecer algo insignificante, pero decidiste pasar tu último fin de semana soltera con él, quizá como una especie de despedida…
Sango lo meditó unos segundos, su amiga tenía razón. Incluso si no hubiesen hecho el amor, el haberse quedado con Miroku dos días, de una forma que estaba segura, no podría repetir luego de la boda, era una especie de mensaje. Lo había elegido a él, pese a todo lo que eso significaba. Sonrió, asintiendo con un gesto a la azabache.
— Es cierto. Supongo que quería disfrutar de nuevo el compartir un tiempo con él sin que nos importara nada más. Fue bastante placentero recordar lo cómoda que me siento a su lado.
Kagome terminó de colocar los kanzashi para afirmar el peinado y luego tomó el delicado y elegante tsunokakushi para colocarlo sobre la cabeza de Sango, posicionándolo de forma correcta con cuidado.
— ¿Y, aun así, no sentiste el impulso de olvidarte de todo y quedarte con él? ¿Ni siquiera tuviste la tentación de, por lo menos, besarlo una vez?
— Lo tuve, Kagome. Y lo hice — admitió parte de la verdad, porque ya se sentía bastante mal de ocultarle lo que realmente había pasado —. Pero, tal como dices, fue una especie de despedida. Los dos tenemos claro cómo son las cosas en estos momentos y Miroku comprende y respeta las decisiones que estoy tomando.
Su amiga soltó un pesado suspiro, terminando de fijar el tocado en la cabeza de ella y luego negando con un gesto, sabía que no podía hacer nada al respecto, pero seguía sintiéndose horrible de sólo pensar en lo mal que debían estarla pasando sus amigos.
— Bien, no te diré nada porque ya hemos hablado bastante sobre esto y sé que no es fácil lo que estás haciendo — no iba a insistir, era gastar energías y tiempo en un asunto que ya no tenía vuelta atrás —. Y sé que Miroku también lo sabe y, al final de cuentas, es su decisión.
— Gracias por comprenderlo, Kagome — sonrió, mirándose al espejo para ver el resultado del trabajo de su amiga y sintiéndose extraña al ver el reflejo —. Oh, siento como si no fuese yo la que está llevando el tsunokakushi…
— Bueno, en realidad creo que esa maquillista uso demasiado blanco y casi no te reconoces. Y, por cierto, creo que Kuranosuke debería usar el tsunokakushi, no tú…
Kagome soltó una risita, que Sango coreó suavemente antes de tomar el wataboshi y mirarlo unos segundos, analizando el significado de los últimos implementos de su traje nupcial.
— Bien, supongo que es hora de reflejar mi intención de ser una esposa dulce, serena, obediente y pacífica…
— Suerte con eso, aunque yo dudo que dure demasiado… — La azabache sabía que la personalidad de su amiga no iba de la mano con lo que se suponía, representaba esa vestimenta tradicional.
— Bueno, como dije… es mi intención. Ya si no lo logro…
Se colocó la capucha blanca sobre el tocado, ocultando gran parte de su rostro y sonriendo amargamente, porque sabía que el momento se acercaba. Kagome la abrazó por los hombros, comprendiendo sus sentimientos y demostrándole que siempre iba a estar ahí, porque sabía que ese camino no sería fácil de recorrer.
Le dio un codazo a su amigo para que le prestara atención y dejara a un lado la copa de champán que tenía en las manos, luego le señaló hacia una de las amplias puertas del lugar en donde se llevaba a cabo la fiesta después de la ceremonia, por donde acababa de salir la pareja de recién casados. Él observó directo a la novia, quien ahora llevaba puesto un hikifurisode de brillantes colores primaverales con tonos rosa, lila y algunos matices de verde claro que jugaban muy bien en la tela, creando un diseño fresco que resaltaba la figura femenina. Su rostro había sido limpiado del maquillaje en exceso y ahora sólo algunos toques sencillos delineaban sus rasgos, terminando el atuendo con un kanzashi floral coronando su peinado tradicional. Hizo un esfuerzo para no abrir la boca, Sango se veía realmente hermosa así, mucho más que con el kimono nupcial.
— Ese atuendo me gusta mucho más que el otro — murmuró Kagome, sonriendo al ver que su amiga estaba más cómoda de esa forma.
— Sí, definitivamente le queda mejor… — La secundó el ojiazul, sin quitarle los ojos de encima.
— Keh, es sólo ropa. Estoy seguro de que ella preferiría un par de pantalones.
La azabache le lanzó una mirada de reproche a su novio, pero no alcanzó a regañarlo porque uno de los amigos personales de Kuranosuke había comenzado a hablar, dirigiéndose a todos los presentes con un tono alto y correcto que mantuvo al público en silencio.
— Bien, como todos sabemos, le ha llegado la hora al jefe Takeda — sonrió mientras otros coreaban suaves carcajadas con el comentario —. ¿Quién diría que terminaría casándose con una Kuwashima? Recuerdo cuando éramos pequeños, ambas familias eran muy cercanas y ellos también, prácticamente se criaron juntos… supongo que eso ayudó.
— ¡Y la perseverancia! — Exclamó alguien entre los presentes, interrumpiendo el pequeño discurso del sujeto que estaba guiando el momento de las anécdotas personales del recién casado.
— Es cierto. Kuranosuke es un hombre perseverante. Lo conozco de casi toda una vida, siempre ha sido alguien de una sola línea, responsable, justo, esforzado y correcto. Cuando se propone una meta, la cumple sin importar cuánto deba esforzarse o sacrificarse para lograrlo. Era apenas un chiquillo cuando me dijo que algún día sería el jefe de la policía, y yo simplemente le sonreí y le dije que soñar no costaba nada… y aquí lo tienen ahora, el jefe Takeda…
— ¡Un gran jefe! — La voz de Winasoke fue inconfundible esta vez, varios alzaron sus copas apoyando su afirmación, en tanto InuYasha chasqueaba la lengua y Miroku fruncía un poco las cejas al tener que escuchar tantos halagos de alguien que no era tan perfecto como lo pintaban en esos momentos.
— Sí, un gran jefe… Y un gran hombre también. Yo no dudaría ni un instante en recurrir a su ayuda, porque sé que puedo contar con él. Siempre hará lo mejor para todos, porque está en su naturaleza. Tampoco dudaría de su palabra, porque todo lo que se propone, lo cumple. Ya de adolescentes, había manifestado su amor por Kuwashima, ¿lo recuerdan? Fueron novios un tiempo, ¿no?
— Es cierto — confirmó la información el novio, sonriendo a su amigo íntimo.
— Y ya en ese momento, tenías tus metas y propósitos claros y definidos. Me dijiste que te gustaría casarte y formar una familia con ella, ya desde tan joven. ¿Qué edad tendrías, 16 años?
— Un poco más, 17 años…
Miroku apretó ahora la mandíbula, dejando de escuchar el detalle de cómo el perseverante muchacho había luchado por convertirse en un candidato perfecto para cualquiera, y así ofrecerle a Sango el poder acompañarlo en el camino para cumplir sus sueños, brindándole todo lo que una chica podría desear. Bebió lo que le quedaba de champán de un sorbo, molesto con que se dejara en segundo plano a la muchacha. Si bien entendía que la tradición era hablar sobre el novio, eso no significaba que Sango fuese un simple objeto a su lado. Después de que los presentes alzaran las copas para brindar por Kuranosuke y su futuro, él se aclaró un poco la garganta, llamando la atención de sus amigos. Kagome aguantó la respiración, temiendo que Miroku pudiese hacer una escena vergonzosa e incómoda para su amiga; InuYasha le dirigió una mirada de advertencia, de esas que decían claramente "piensa lo que dirás", en tanto él levantaba su copa antes de comenzar a hablar, sintiendo la atenta mirada de Sango en su persona.
— Es verdad, Kuranosuke es un buen hombre y no dudo que se esforzará en hacer feliz a Sango — dijo, sonriéndole a la pareja, notando la duda y el gesto de advertencia en los ojos del novio —. Pero un matrimonio es la unión de dos personas, y sólo hemos escuchado sobre él. Creo que también es importante que escuchemos algo sobre ella, si me lo permiten.
La mayoría de los invitados parecían confundidos con sus palabras, puesto que no era costumbre hablar sobre la novia durante el banquete. Buscó la aprobación de quienes realmente podrían reclamarle algo después, encontrándola en los gestos afirmativos y las miradas de confianza del señor Kuwashima, Sango e incluso el mismo Takeda.
— Como buen abogado, el señor Tsujitani tiene un punto. Creo que no sería malo si escucháramos qué nos puede contar sobre Sango.
Con el apoyo del castaño, Miroku asintió con un gesto antes de hablar, ordenando las ideas en su cabeza y escogiendo con cuidado las palabras antes de decirlas, para evitar causar problemas o levantar sospechas.
— Quizá yo no conozca a la familia Kuwashima desde hace tantos años, porque fue apenas en secundaria cuando hablé por primera vez con Sango. Me habían asignado como su tutor en Literatura y, créanme, no les gustaría verla molesta, discutiendo la trama de un texto con el que no termina de estar de acuerdo — algunos rieron, seguro quienes ya habían conocido ese lado de la muchacha, incluyendo InuYasha y Kagome —. Sí, fueron tardes agotadoras. Sin embargo, gracias a eso nos hicimos amigos y la conocí muy bien, así como a su familia. Sango puede llegar a ser testaruda, un poco irritable y bastante llevada a sus ideas, pero es una gran persona. Tiene un corazón enorme y dispuesto a ayudar a todo aquel que lo necesite. Es perseverante, tenaz, valiente y decidida. Quizá algunos no la conozcan en esa faceta, pero es una excelente oficial y su trabajo es su pasión. Pero también lo es su familia y amigos. Siempre intenta hacer lo correcto para los demás, esforzándose para no defraudar a nadie y convertirse en alguien de quien podamos sentirnos orgullosos. Sólo quisiera desearle lo mejor y aclararle que ya estamos orgullosos de ella.
Levantó nuevamente la copa, gesto que todos imitaron para luego dar un pequeño aplauso por sus palabras y seguir cada uno en lo suyo. Divisó a Sango a varios metros saludando educadamente a un grupo de personas maduras, probablemente familiares por parte de Kuranosuke, y a éste hablar tranquilamente con ellos, seguro hacía algunas presentaciones. Suspiró, volteándose para integrarse a la conversación de sus amigos.
— Por un momento, pensé que ibas a arruinarlo todo — InuYasha engulló un bocadillo, dejando escapar un brillo malicioso en su mirada —. Me hubiese gustado verlo.
— No seas desconsiderado, eso habría sido muy incómodo para Sango — Kagome lo regañó, mirando de reojo hacia donde estaba su amiga.
— No volvería a hacer algo que pudiese molestarla o traerle problemas. Sólo sentí que esto estaba siendo demasiado unilateral — respondió, encogiéndose de hombros. Había prometido que no intervendría de ninguna forma y no iba a romper su palabra.
— Estoy de acuerdo. Además, que sólo digan cosas positivas de Takeda es cansador. Como si realmente no tuviese defectos — el oficial sacó la lengua en una señal de burla.
— ¿Quieres comportarte? Pareces un niño — nuevamente, la azabache las hizo de madre con su novio.
— Keh, sólo digo la verdad. Ni siquiera Miroku pintó a Sango como todo rosas y amor.
— Es cierto, diste una imagen bastante sincera de ella — el abogado dio un respingo al escuchar la voz del celebrado a su espalda. Se volteó para observarlo de frente, confundido —. Aunque no sabía que vendrías. No vi tu nombre en la lista de invitados.
— No entré a escondidas, si es lo que estás insinuando…
— Sango tampoco lo sabía. Se sorprendió mucho al verte… así que, debo insistir en preguntar…
— Tengo mi parte, ¿debería mostrártelo? — Comenzó a molestarse, él no estaba haciendo nada malo. Le hubiese dicho la verdad, pero no sabía si era apropiado delatar a quien lo había invitado.
— Quizá, ya que un par habían desaparecido… puede que hayan llegado a manos equivocadas…
— ¿Por qué te molesta que esté acá? No estoy haciendo nada indebido, sólo vine como un amigo de Sango…
— No lo sé, es bastante sospechoso todo esto…
— Mira, recibí una invitación y decidí venir. Mi intención es acompañar a Sango, nada más.
— ¿Puedo confiar en eso…?
— Kuranosuke, basta. Yo lo invité — para sorpresa de ambos, el señor Kuwashima llegó a su lado para aclarar la situación —. Miroku es amigo de la familia…
— P-Pero creí que… como él antes…
— Lo sé, no tiene un pasado favorecedor. Pero le tiene mucho cariño a mi hija y sólo desea lo mejor para ella, de eso estoy seguro. Además, es su amigo y no deberías negarle la oportunidad de compartir este momento junto a sus seres queridos. Hoy empieza una nueva etapa junto a ti, es un momento aterrador porque se enfrenta a algo totalmente desconocido. No puedes pedirle que lo afronte sola.
Kuranosuke enrojeció, sabía que el mayor tenía razón. Miroku le agradeció con una sonrisa, porque sus palabras estaban llenas de sabiduría y verdad.
— No tengo ninguna mala intención, lo juro. ¿Puedes confiar en mí?
— Lo siento. Tienen razón, sólo… estoy un poco nervioso, ya saben.
Aceptó las disculpas y no le dio más vueltas al asunto, porque en esos momentos lo que realmente le importaba, era acompañar a Sango, especialmente después de ese día. Hizo una inclinación cortés con su cabeza despidiéndose de sus interlocutores para volver con sus amigos, quienes estaban atentos a lo que ocurría y no pidieron explicaciones, porque habían notado lo ocurrido y agradecían también el apoyo del padre de su amiga.
Miró alrededor buscando a sus amigos, porque ya había cumplido con las presentaciones, las charlas educadas y los saludos pertinentes que debía realizar como la esposa del sucesor del clan Takeda y actual jefe del departamento de policía de Tōkyō. En ese punto, su paciencia y capacidad de actuar como alguien cortés y, hasta cierto grado, sumisa, había llegado a su límite y prefería alejarse antes de ocasionar una mala impresión a personas tan importantes para su esposo.
— ¿Buscas a tus amigos? — La pregunta de su acompañante la hizo sonreír, al parecer él ya la conocía lo suficiente para leer algunas de sus intenciones.
— Sí, no he compartido con ellos en todo el banquete y bueno… quiero agradecerles que hayan venido — respondió, sin creer necesario ocultar sus deseos.
— Es cierto. Creo haberlos visto cerca de la fuente de chocolate, al parecer a Taishō le gusta hacer enfadar a su novia — hizo una especie de mueca que ella interpretó como leve desaprobación, sabía que él era demasiado correcto como para aceptar de buena gana un comportamiento tan infantil como el que podía tener InuYasha en algunas ocasiones —. Cuando los encuentres, dales mis agradecimientos también.
— De acuerdo, gracias — Sango se despidió con una leve inclinación de su cabeza, apresurándose en llegar al lugar que le había mencionado su esposo, esperando que aún estuviesen ahí.
— Keh, no fastidies, Kagome. Sólo es una porción doble de frutillas con chocolate…
— ¿Doble? ¡Has bañado 4 veces esa brocheta! Vas a tener la glicemia en las nubes…
— No soy diabético. Sólo déjame disfrutar de esto, nadie más viene a probar el chocolate.
— Quizá te tengan miedo, la mueca que le hiciste al niño que intentó untar su brocheta en la fuente junto contigo, espantaría a cualquiera — Miroku hizo el comentario riéndose.
Sango siguió el sonido de sus voces, encontrándolos justo después de escuchar la voz del abogado entregando un punto irrefutable.
— Ugh, eres un egoísta, InuYasha. ¿Lo sabías? Y peor que un niño…
— ¡Tú no eres mi madre para que me estés regañando así!
Sango soltó una risita al ver la forma en la que nuevamente sus amigos se enfrascaban en una discusión infantil, de esas que luego terminaban con alguna disculpa torpe por parte del oficial y la vergüenza desmedida de la azabache. Logró que sus amigos notaran su presencia, sonriendo al verla y saludándola con cariño.
— ¡Por fin apareces! Pensé que te iban a tener secuestrada toda la fiesta — como era de esperar, InuYasha se quejó de inmediato.
— Lo lamento, pero debía presentarme con bastante gente — se disculpó, en el fondo ella también hubiera deseado estar con ellos desde antes.
— Es comprensible, después de todo… lo bueno es que ahora estás con nosotros. Y no te vamos a dejar ir hasta que acabe el banquete — sentenció Kagome, demostrando seguridad y determinación en su gesto.
— Está bien, intentaré quedarme con ustedes lo más que pueda — aseguró, sonriéndoles con cariño —. Por cierto, Kuranosuke les agradece su presencia.
— Creo que sólo de dos de nosotros — los ojos dorados se entornaron con algo de fastidio, siendo demasiado evidente en sus facciones —. O no habría pedido explicaciones de más.
Sango entrecerró las cejas, confundida, en tanto su amiga le daba un codazo en las costillas a su novio y comenzaba a recriminarle el ser tan poco discreto. Miró al moreno, que había soltado un suspiro con la revelación de su compañero, como si él hubiese preferido evitar tocar ese tema.
— ¿Es verdad? ¿Kuranosuke te pidió explicaciones?
— Quería saber por qué había venido. Me dijo que no aparecía en la lista de invitados — respondió, intentando restarle importancia al hecho, no quería que su amiga comenzara su matrimonio con una discusión por su causa.
— Es cierto, yo también me extrañé al verte aquí… pero no significa que deba incomodarte de esa forma.
— No fue nada, sólo le llamó la atención — se sintió extraño al defenderlo, pero no era su intención crear ningún problema.
— Lamento si te hizo sentir mal de alguna forma. Aunque, ahora que lo mencionas… ¿quién te invitó?
— Jamás lo adivinarías… — Miroku sonrió, sabía que su cómplice ya no se molestaría de ser delatado.
— ¿Kohaku? Dijo que quería que vinieras, pero no tenía ningún parte… — Él negó con un gesto ante su respuesta, dejándola aún más confundida. — ¿Alguno de los muchachos te cedió su parte? Porque ambos tenían uno, y podían venir con acompañante… — Otra negación más que hizo que ella frunciera sus cejas con duda. — Si no fueron ellos, entonces… ¡No lo puedo creer! ¿Papá…?
— Así es. Dijo que era mi decisión venir o no, pero que sabía lo importante que era para ti mi presencia. Y también sabía que tú no me invitarías, por todo lo que ha pasado…
Sango se emocionó, ya tenía bastantes sentimientos arremolinándose en su interior, y ahora se le sumaba ese sobrecogimiento al saber que su padre, a pesar de todo lo que decía y protestaba sobre su amistad con Miroku, finalmente comprendía lo importante que era para ella y aceptaba que lo necesitaba. Sonrió, haciendo nota mental de agradecérselo luego al mayor.
— Me alegro mucho de que hayas decidido venir. Pensé que no lo harías, muchas gracias. Creo que realmente no habría tenido la certeza de que contaba con el valor para seguir, sin tu presencia aquí.
Miroku sonrió levemente, sabía que para ella era importante contar con esa seguridad, y a pesar de lo doloroso que era para él ser testigo de ese momento, prefería seguir a su lado. Tomó una de las brochetas de frutas que había en una bandeja y la untó con un poco de chocolate, ofreciéndole un poco a Sango.
— ¿Quieres? Según InuYasha, son lo mejor del banquete — bromeó, mirando de reojo a sus amigos, que seguían discutiendo unos metros más allá, ya no sabían por qué.
— Bueno, creo que las probaré… no he comido mucho hasta ahora — aceptó la oferta, sacando uno de los trozos de fruta de la brocheta y llevándoselo a la boca, saboreándolo con cuidado y sonriendo luego —. Quizá InuYasha tenga razón, sabe muy bien.
— Bueno, la comida es una de sus especialidades… por lo menos, el comérselo todo — volvió a bromear, sacándole otra risita a su compañera antes de cambiar el tema —. ¿Y Kohaku? No lo he visto en todo el banquete…
— Debe andar dando vueltas por ahí junto a Rin. Sesshōmaru la trajo, como hace tiempo no se ven…
— Uh… al parecer, eso avanza más rápido de lo esperado — el brillo audaz en la mirada azul llamó la atención inmediatamente de la castaña, quien alzó una ceja ante sus palabras.
— ¿A qué te refieres con eso? ¿Sabes algo que yo no?
— Bueno, no sé qué tanto te haya comentado Kohaku… y, en realidad, tampoco sé si debo confiártelo — el abogado entrecerró las cejas, la confidencialidad era una cualidad que él se preocupaba de mantener.
— ¿Sigue contándote sus dudas amorosas? Pensé que ya no lo haría, después de que te fuiste tanto tiempo…
— También me tomó por sorpresa, pero dijo que sabía que podía contar conmigo.
— Es cierto, supongo que cuando ya se ha ganado la confianza y confidencialidad con alguien, no es difícil volver a ser cercanos e íntimos… es afortunado de tenerte.
Miroku sonrió ladinamente, sus ojos despidieron ese gesto pícaro e insinuante que ella conocía demasiado bien.
— No es el único que me tiene. Nosotros también tenemos una relación muy cercana e íntima, y bastante, ¿lo olvidas?
— ¡Miroku, te puede escuchar alguien! — Sango enrojeció, diciendo la exclamación casi en un susurro y mirando alrededor para cerciorarse de que nadie estuviese cerca como para que hubiera captado el mensaje. — Controla tu lengua, ¿quieres?
— ¿Y cómo sugieres que lo haga? ¿Igual que la otra noche? — El tono insinuante, ese destello travieso y la sonrisa astuta hicieron que el sonrojo en las mejillas de ella aumentara, pero sólo obtuvo por respuesta una mirada asesina. — Está bien, lo siento…
Sango soltó un suspiro, negando con un gesto e intentando cambiar el tema de conversación, porque no quería que él siguiera con ese tipo de insinuaciones.
— Antes de que lo olvide, gracias también por tus palabras al inicio del banquete. Es bueno saber que, por lo menos alguien se siente orgulloso de mí — las palabras fueron acompañadas con una mirada un tanto triste, ella sentía que no todos pensaban igual.
— No es nada, sólo dije la verdad, y estoy seguro de que no soy el único que piensa así. Además, resulta un tanto tedioso que todo se centre en Takeda… se supone que esta es la celebración de los dos — señaló nuevamente el punto, ella era parte de eso, no alguien secundario o la sombra de su esposo —. Y, considerando que tú eres alguien muy admirable…
— Estás exagerando, no soy tan maravillosa como…
— Y humilde — la interrumpió, cortando su excusa —. ¿Ves? No eres perfecta, pero te acercas bastante. Yo sólo te quitaría un poquito de enfaditis, pero sólo un poco…
Sango le dio un codazo, sonriendo porque sabía que él la conocía mejor que nadie y, aún así, era capaz de ver lo bueno en cada rasgo suyo. Comió otra fruta más mientras veía a Kagome alejándose con los brazos cruzados y el ceño fruncido, en tanto InuYasha le hacía muecas a su espalda y se acercaba a otra mesa con platillos recién servidos para seguir comiendo. Negó con un gesto, sus amigos nunca iban a cambiar.
— Son como un par de niños… aunque, ¿es idea mía, o InuYasha está más irritable? — Preguntó, notando que ahora su compañero se había sentado completamente amurrado en un rincón.
— Los últimos días lo ha estado. En especial porque su compañero temporal no es de su total agrado.
— Cierto… Nobunaga no tiene mucha experiencia en terreno y es ese tipo de chico que terminaría irritando a alguien con el carácter de InuYasha… — Ella hizo el análisis, conociendo a ambos y sabiendo cómo sería la combinación.
— Es cierto. Y está aún más fastidiado porque serán varios días. Si no mal recuerdo, dijo que sería cerca de un mes — el abogado también era consciente de lo mucho que esa situación irritaba a su amigo.
— Sí, un poco más porque Kuranosuke quiso alargar unos días la luna de miel.
— Oh, ya veo. ¿A dónde irán?
— La verdad, no lo sé. Supongo que a algún lugar tradicional o típico para parejas recién casadas…
— Es un hombre conservador, después de todo. ¿Partirán hoy?
— No, la noche de bodas la pasaremos en su casa… ya sabes, parte de la tradición… — Su mueca de resignación fue evidente, esa idea no era muy alentadora para ella.
— Son familias tradicionales después de todo… — Suspiró, ése era un hecho que nadie podía negar. — Aunque pareciera que no estás muy conforme con eso…
Sango enrojeció levemente, sabiéndose descubierta por su acompañante. Bebió un poco del champán que había en una copa sobre la mesa e inhaló profundo antes de responderle al moreno.
— No es algo que me moleste, pero no es un lugar en el que me sienta cómoda…
— Bueno, entiendo eso. Hay lugares que te dan más confianza y libertad para noches como ésta, como mi departamento…
Lo dijo sin darse cuenta, verbalizando un pensamiento que hubiese preferido mantener en su mente. La novia casi escupe el líquido que estaba bebiendo, tosiendo un par de veces antes de asesinarlo con su mirada, evidentemente molesta.
— ¡Miroku!
— ¡Lo siento! Pensé en voz alta, lo juro… no quise decir eso — levantó las manos, disculpándose por, nuevamente, hacer una insinuación a lo ocurrido el fin de semana pasado.
— Si no estuviésemos aquí, ya te habría puesto en tu lugar.
Los ojos azules volvieron a destellar con picardía, pero contuvo sus pensamientos esta vez, hacer algún comentario sobre lo encantado que estaría de que ella de nuevo le enseñara lo dominante que podía ser, no iba a ayudarlo ahora y seguramente le significaría una bofetada bien merecida. Sango entornó la mirada, contando hasta diez mentalmente para no golpearlo por los pensamientos que ella sabía, rondaban en su cabeza.
Chasqueó la lengua, dispuesta a darle un sermón sobre discreción y decoro a su compañero, pero fue interrumpida por la llegada de Kagome, quien parecía arrepentida y preocupada.
— Ay, perdí a InuYasha y ahora no sé dónde está… — Dijo al tiempo que se desplomaba en una de las sillas que había cerca.
— No te aflijas, seguro debe estar rondando alguna mesa con comida… — Sango intentó calmarla, palmeándole la espalda mientras le lanzaba una mirada de reproche a Miroku, quien no pudo evitar demostrar su alivio con la aparición de la azabache.
— Creo que lo vi cerca de los platos calientes — señaló la dirección, dispuesto a escapar lo antes posible en busca de su amigo —. Iré por él, seguro se esconde si te ve acercarte.
— De acuerdo, gracias — la muchacha le sonrió, su amigo tenía razón y ella sólo quería disculparse con su novio por haberlo regañado tanto. Esperó a que Miroku se alejara para volver a hablar —. Por favor, Sango, nunca intentes comportarte como la madre de ningún hombre, es agotador y nada provechoso.
Ella sonrió levemente, su instinto maternal no nacía con nadie, más bien era el asesino el que solía dominarla.
— No te preocupes, sabes que eso no va conmigo. Soy más de los castigos y las bofetadas.
Ambas sonrieron mientras esperaban a sus compañeros, seguras de que pronto iban a tener que aguantar a un malhumorado InuYasha exigir disculpas y una compensación alimenticia por el mal rato pasado, muy probablemente siendo apoyado por el abogado, quien lo defendería a toda costa. Sango se alegró, pese a todo valoraba esos momentos, y prefería estar con sus amigos que rodeada de gente que no conocía y a quienes debía impresionar siendo alguien que realmente no era. Por lo menos con ellos, podía tener un respiro del disfraz que comenzaría a usar desde ese día.
La casa estaba silenciosa, tanto que sus pasos al ingresar causaron un eco que la recorrió por completo. La oscuridad pronto fue alejada por las luces que su acompañante se preocupó por encender antes de que siguieran avanzando hacia el resto de las habitaciones. Caminaron en silencio hasta el salón principal, un lugar que ella conocía bastante bien porque ahí solían tener las reuniones junto a sus padres. Miró alrededor, notando que se veía incluso más limpio y ordenado que lo acostumbrado, algo que no hizo que se sintiera más cómoda.
— ¿Qué pasa? Estás muy callada.
La voz masculina rompió la quietud, trayéndola de golpe al presente, porque sus pensamientos no estaban con ella en esos momentos.
— No es nada, sólo… supongo que estoy nerviosa.
— Es comprensible, pero tranquila… estás conmigo — la sonrisa segura y confiada tampoco ayudó a que ella se sintiera mejor, por el contrario: sentía como si estuviese con un extraño. Prefirió no comentar nada, dibujando una leve sonrisa en su rostro antes de que él siguiera hablando —. Bueno, creo que tenemos dos opciones: puedo mostrarte el resto de la casa ahora y luego vamos a nuestra habitación, o podemos dejarlo para mañana antes de partir. ¿Qué opinas?
Sango no necesitó meditarlo mucho, si podía retrasar el momento de la noche de boda, aunque fuesen unos pocos minutos, lo haría porque aún no se sentía del todo preparada para eso.
— Me gustaría conocer la casa, si no te molesta.
Kuranosuke sonrió nuevamente, demostrando esa seguridad que lo caracterizaba antes de comenzar a caminar.
— Por supuesto que no me molesta. Ven, comenzaremos con la cocina.
Ella se apresuró en seguirlo, intentando poner atención a cada lugar que él le presentaba, segura de que terminaría perdiéndose al principio y que quizá debiese hacer un mapa para comenzar a ubicar cada habitación que iba conociendo. La casa era una mansión, y así como se veía grande e imponente desde fuera, lo era por dentro. Los cuartos principales, como el salón, el comedor y la cocina, se encontraban cercanos y casi en medio de la construcción, mientras que alrededor estaban distribuidas otras habitaciones, entre las que pudo retener un estudio, la biblioteca y un espacio que era una especie de dōjō, donde él le dijo que podría practicar ejercicios y artes marciales si gustaba. Dejó para el final el sector de los dormitorios, la parte más apartada de la residencia y que se encontraba cerca del onsen.
La castaña miró con detenimiento los cuartos que se encontraban frente a sus ojos, notando de inmediato la diferencia. Como todas las habitaciones de la casa, la entrada interna de los dormitorios consistía en fusuma, pero decorados con elegantes diseños tradicionales, evidenciando una calidad distinta a los fusuma del resto de la casa. Uno de los dormitorios tenía la pintura de a quien ella reconoció como Takeda Shingen, el daimyō más importante en la historia del clan Takeda – y en la nacional también –, acompañado en una de las esquinas inferiores por el kamon de la familia. La imponente imagen la hizo sentirse un tanto abrumada y completamente ajena a ese lugar. Quiso huir, pero no podía hacerlo, menos en ese momento.
— Bien, esta es la parte final del recorrido. Hay dos dormitorios para visitas por allá, ese de ahí es el que usan mis padres cuando vienen a casa. Aquel es el mío y pedí que acomodaran uno personal para ti…
— ¿No dormiremos juntos? — Su sorpresa y confusión fueron evidentes, interrumpiendo a su esposo, quien la miró extrañado.
— Por supuesto que sí, pero no todas las noches. Esta — señaló el fusuma que tenía la imagen de su antepasado con orgullo, mientras lo corría para dar paso a su interior — es nuestra habitación matrimonial.
Ingresó sin esperar reacción de su mujer, haciéndole un gesto para que ella también lo acompañara. Totalmente abrumada por todo lo que estaba ocurriendo, y un tanto intimidada por la ilustración en el fusuma de la habitación, siguió los pasos en silencio y casi como respuesta refleja, observando con detenimiento el interior. Era un cuarto amplio, con un futón doble en medio, sobre la superficie de tatami, la pared que se encontraba tras la cabecera del futón también contaba con una pintura representando un árbol de amplias raíces que en sus ramas anidaba las provincias de Kai, Aki y Wakasa, territorios que el clan Takeda había gobernado y custodiado en sus tiempos de mayor gloria. En uno de los rincones había una especie de cómoda sencilla y a cada lado del futón, una lámpara andon con el kamon de la familia, una referencia que era bastante repetitiva en toda la vivienda, pero al parecer se acentuaba aún más en el dormitorio. El último detalle de la decoración era una pequeña chabudai ubicada a los pies de la cama, con los implementos mínimos para servirse té.
Sango soltó un suspiro, se sentía opacada. Desde el principio supo que la familia de su, ahora, esposo era conservadora y muy orgullosa de su historia, una que era importante y de la que podían vanagloriarse bastante, porque no había japonés que no conociera el nombre ni su participación en los enfrentamientos que forjaron el país desde finales del periodo Heian hasta el Sengoku. Sin embargo, no había considerado que, al comenzar a ser parte de esa familia, su propia historia podía ser dejada de lado. Ahora era una Takeda, y así como había visto que cada miembro lo hacía, tendría que jactarse de llevar el apellido. Ella no seguiría el linaje Kuwashima, ese era un privilegio que se le había arrebatado junto con ser mujer y el paternalismo de la sociedad en la que vivía, y más ahora que iba a ser parte de tan imponente legado como lo era el de la familia de su compañero.
Inhaló profundo, intentando centrarse en la idea de que el tener la oportunidad de estar ahí y comenzar una nueva vida perteneciendo a tan trascendental herencia era un privilegio. Sonrió levemente, dispuesta a ignorar esa maraña de pensamientos de su mente y enfocarse en el momento en el que se encontraba: su noche de boda.
Pasó saliva, pensando ahora en eso. Su esposo no era alguien que se caracterizara por ser cariñoso, el contacto físico entre ellos escaseaba mucho, y podía contar con los dedos de una mano cuántas veces se habían besado. Hasta el tomarla de la mano parecía ser algo vetado para él. ¿Cómo se suponía que tendrían relaciones así?
Se sonrojó al darse cuenta de que ni siquiera podía pensarlo como hacer el amor, porque sabía que eso no ocurriría con él. Apretó los puños, necesitaba concentrarse, pero era bastante difícil considerando que sabía que el blanco que había vestido durante la ceremonia había sido una máscara más.
— Sigues demasiado callada. ¿Todo está bien?
Levantó la vista para encontrarse con los ojos castaños fijos en ella, la mirada reflejaba curiosidad y preocupación por partes iguales. No tuvo que pensarlo mucho, la decisión fue clara cuando su mente le recordó que debía confiar en el hombre que estaba con ella.
— Sí, estoy bien… es sólo que sigo nerviosa — respondió, la sonrisa resignada intentando aparentar las ansias.
— Es comprensible, pero te aseguro que todo va a estar bien — Kuranosuke se atrevió a tomarle las manos, logrando con eso que se le apretara el pecho ante el inminente momento que se acercaba.
— L-Lo sé… — Agachó la mirada hasta que se dio ánimo para hablar, había cosas que era necesario decirlas antes de que fuese tarde. — Lo lamento, es sólo que… debo confesarte algo.
Él entrecerró las cejas, confundido por las palabras de su mujer. Sango se mordió el labio, volviendo a darse ánimo mentalmente antes de seguir hablando.
— ¿Ocurre algo malo?
— N-No… no lo sé — volvió a sentirse como una niña, pero era una adulta y tenía que afrontar sus decisiones —. Espero puedas perdonarme, nunca quise mentirte…
— Me estás preocupando, Sango. ¿Qué pasa?
— L-Lo lamento, no es esa mi intención. Es sólo que… bueno, creo que debes saber que no soy virgen… — Huyó de los ojos masculinos, sabiendo que lo más sencillo era no hacer pausas para continuar. — Tus sospechas eran correctas, Miroku y yo… lo hicimos. Aquella noche… bueno, creo que sólo pasó, después de tanto tiempo juntos, y yo…
— No es necesario que digas nada más — él acunó su rostro, acariciándole la mejilla con cuidado, sin signos de reproche en sus ojos —. Comprendo que haya pasado, llevaban mucho tiempo juntos y tratándose de Tsujitani… Pero gracias por decírmelo. Significa mucho que hayas confiado en mí.
Le dedicó una sonrisa tranquila para calmarla, antes de acercar su rostro al suyo y besarla de forma suave, casi educadamente, un contacto que Sango no pudo evitar comparar con el del ojiazul. Se obligó a alejar esos pensamientos, asumiendo que había llegado el momento y que debía simplemente seguir adelante.
Después de todo, se había vuelto a poner un disfraz y tenía que comenzar a vestirlo con naturalidad, para engañar al mundo y aparentar que era feliz.
Glosario:
Kanzashi: Ornamentos para el cabello utilizados en los peinados tradicionales de las mujeres japonesas. Hay de distintos tipos, desde varas de materiales resistentes y elegantes, hasta tipo peines con formas especiales, como de flor.
Tsunokakushi: Tocado de flores utilizado por la novia en la ceremonia sintoísta, que se utiliza para cubrir los cuernos de los celos de la mujer, simbolizando su confianza en su futuro cónyuge.
Wataboshi: Capucha blanca que se coloca sobre el tsunokakushi, representa la disposición de la novia para ser una esposa dulce, dispuesta y sumisa.
Hikifurisode: Kimono muy formal utilizado durante la recepción o el banquete posterior a la boda, antiguamente de color negro, pero hoy es de colores brillantes.
Dōjō: Lugar destinado a la meditación y/o a la práctica de artes marciales que forman parte del budō (relacionadas con la corriente budista zen). Puede ser una habitación cerrada o al aire libre, cuadrada o rectangular. En el siglo XX, un miembro del clan Takeda fue fundador de un arte marcial llamado Daitō-ryū aiki-jūjutsu, por lo que es muy probable que en la mansión de la familia existiese un dōjō.
Onsen: Es el baño tradicional japonés de aguas termales. En la vivienda común no existe, pero sí los podemos encontrar en mansiones o palacios, así como también son recintos que sólo constan con la habitación del baño.
Fusuma: Puerta corredera rectangular que separa las habitaciones desde el interior de la casa (la que separa la entrada exterior es el shōji, que es un marco de madera enrejado y papel washi, el típico que podemos apreciar en los pasillos exteriores de las construcciones tradicionales japonesas). Son opacos y tienen la misma medida de un tatami. Pueden ser de un solo tono crudo o llevar pintados diseños de distinta naturaleza, y se pueden retirar para ampliar las habitaciones en caso de ser necesario, dando la libertad de manejar el espacio interior de la casa.
Daimyō: Hace referencia al título dado al soberano feudal más poderoso en Japón entre los siglos X y XIX.
Kamon: Es la insignia o escudo de los diversos clanes japoneses. En del clan Takeda son 4 rombos formando un rombo mayor.
Futón: Cama típica japonesa que se ubica a nivel del suelo.
Tatami: Esteras colocadas en las habitaciones importantes en las casas tradicionales japonesas, principalmente en el dormitorio. Tienen una medida estándar y son distribuidas de acuerdo a ciertas reglas. También se utiliza la medida del tatami para determinar el tamaño de las habitaciones.
Andon: Lámpara japonesa que por lo general tiene forma de tetraedro, cilindro o cubo y van en el suelo.
Chabudai: Mesa de patas cortas, utilizada en las casas japonesas, por lo general su altura va desde los 15 a los 30 cms, sus patas pueden plegarse para así permitir su movilidad con facilidad.
Ahora sí, hola (?) Ha pasado un rato y esto llevaba cocinándose bastante tiempo, sólo que no me decidía por subirlo revisando detalle por detalle. El escribir este capítulo me significó investigar bastante sobre las viviendas japonesas, su arquitectura y mobiliario. Además, estuve leyendo mucho sobre la historia del clan Takeda, ya que realmente existió y fue importante en su momento, por lo que el peso de haberse comprometido con una familia tan relevante es algo que presionaría aún más a Sango a seguir con su compromiso. Por lo tanto, sigue siendo algo relevante en el fic porque justifica, de algún modo, la decisión tomada.
Por cierto, la canción citada al principio fue la que me dio la idea central del fic, y apenas he podido usarla en el capítulo 14. De todas formas, creo que simboliza muy bien la forma en la que Miroku debió sentirse en esos momentos tan duros con su corazón.
Agradecimientos infinitos a Loops y a Caroan185, por pasarse a leer y dejar sus hermosos reviews. Son de lo mejor, en serio. Y, obvio, a Nuez por apoyarme en este tortuoso camino. Son maravillosas.
Saludos y espero estarnos leyendo pronto~
Yumi~
