DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.
— Je vais T'aimer —
XV
— Renuncia —
—"No quise ser ese a quien olvidar.
Pensé en todo lo que nunca me arrepentiría.
Un poco de tiempo contigo es todo lo que consigo.
Es todo lo que necesitamos porque es todo lo que podemos tener.
Una cosa que nunca veo igual cuando estás rondando.
No creo en él, sus labios en el suelo.
Quiero llevarte a ese lugar en el límite de Roche,
pero ya nadie nos da más tiempo."—
—Instant Crush; Duft Punk ft. Julian Casablancas—
Apoyó su brazo sobre su cabeza, desanimada. Sabía que era tarde, que debería estar durmiendo porque al día siguiente saldrían temprano a otro de esos tours que tenía programado su esposo, pero simplemente no podía conciliar el sueño. Su matrimonio la ahogaba más de lo que hubiera imaginado en un principio.
Suspiró, bajando el brazo hasta su costado y mirando el techo sobre ella, pensativa. Apenas llevaba un par de semanas en esa nueva etapa de su vida, y ya se sentía superada. Kuranosuke no era un mal hombre, se preocupaba por ella y trataba de complacerla lo más que podía, pero seguía sintiendo que algo le hacía falta. El viajar a otro país siempre había sido una idea que la entusiasmaba mucho, en especial París, lugar donde se encontraban en esos momentos. El conocer los distintos monumentos, construcciones y obras de arte que había tanto en la ciudad como en otras partes del país, le causaba mucha ilusión y le hubiese encantado poder compartir algo de esa emoción con quien estaba junto a ella, pero su esposo no la acompañaba en ese aspecto. Se había resignado a guardarse la alegría y entusiasmo, comportándose lo más correctamente posible en su lugar, aparentando ser la mujer educada e irreprochable que él esperaba que fuera. Por lo tanto, no estaba disfrutando del todo su luna de miel.
Cerró los ojos, negando con un gesto. No era ése el único aspecto que la agobiaba. Sonrió con resignación, mirando ahora de reojo a quien dormía a su lado con su pijama puesto y tan profundamente, que no se daba cuenta que ella estaba despierta. Volvió a suspirar, sabiendo que debía evitar las comparaciones, pero siendo incapaz de hacerlo. Kuranosuke no era alguien muy amoroso ni demostrativo, pero Sango había pensado que eso podía ser distinto en la intimidad. Tenía la ingenua idea de que él simplemente trataba de mantener las apariencias, pero había estado equivocada. Si bien era considerado y amable, no demostraba pasión ni deseo, el tener relaciones con él parecía más bien una rutina carente de sensualidad y erotismo. Y apenas estaba comenzando…
Intentó alejar los recuerdos del fin de semana pasado junto a Miroku, sacudiendo la cabeza y tomando su móvil para ver la hora, eran las 3:06 de la noche. Abrió la aplicación del reloj, buscando la diferencia horaria con Tōkyō y se mordió el labio, indecisa. En Japón eran las 11:06 de la mañana de un domingo, sabía que lo más probable era que Kagome estuviese ocupada en su local, a InuYasha le tocaba patrullaje ese día y Miroku…
Él quizá estuviese desocupado. Desbloqueó la pantalla de su teléfono y buscó la aplicación de mensajería, sin saber si debería molestarlo, pero con el pecho apretado con la necesidad de hablar con alguien que realmente la entendiera. Estaba segura de que él estaría despierto, porque no solía dormir hasta tarde, aunque decidiera quedarse en cama, pero no sabía si era prudente hablarle en esos momentos. ¿Y si estaba ocupado? Observó la información bajo el nombre y la foto de contacto de su amigo, viendo que hacía poco 6+había estado en línea. Mordiéndose el labio, envió un mensaje de saludo simple, que fue respondido a los pocos segundos con palabras afectuosas y preguntando cómo estaba ella. Decidió responderle con honestidad, porque no sentía la necesidad de aparentar con él después de todo lo que habían vivido.
"Bien, aunque un poco aburrida."
"Bueno, allá debe ser tarde. Tendrías que estar durmiendo, ¿no?"
Sango frunció el ceño, sabía que esa frase era un llamado de atención.
"Sí, pero no tengo sueño. Me siento un tanto desanimada, la verdad." Admitió, dejando el aparato en su pecho luego de presionar la tecla "enviar", consciente de todo lo que eso iba a conllevar luego. No tardó en sentir la vibración cuando Miroku respondió.
"¿Desanimada? ¿Por qué, pasó algo? Pensé que te emocionaba conocer París…"
Sonrió al ver el texto, él conocía sus expectativas respecto al viaje, por lo que era probable que entendiera su desilusión. "Claro, había muchas cosas que quería conocer, pero…" Hizo una pausa, buscando las palabras para expresarse correctamente. "Pero no es tan gratificante hacerlo con alguien que no comparte esa emoción. Me siento reprimida."
Lo envió antes de poder pensar lo que estaba expresando, luego se dio cuenta de todo lo que implicaban sus palabras. Aguantó la respiración mientras veía que su amigo escribía una respuesta, rogando que no fuese a decirle algo inapropiado.
"Lamento que sea así. Pero supongo que has tomado fotos, ¿qué tal si me muestras algunas de las cosas que has visto? Deben ser hermosas, así me hago a una idea y quizá algún día, podamos ir los dos y me las muestras en persona."
La idea la hizo sonreír, era ingenuo creer que en algún momento podría viajar con Miroku a otro país, pero pensarlo ya era algo que la alegraba. Buscó en su galería algunas fotografías, eligiendo las que más le gustaron y se las envió, poniéndose un poco nerviosa al esperar la respuesta del abogado. Pronto volvió a ver que él estaba escribiendo, hasta que nuevamente los textos llegaron.
"Oye, esas esculturas están geniales. ¿De verdad son tan grandes como se ven? Y las pinturas también son hermosas, me gustaría poder ver el detalle del trazo, seguro en directo se aprecia aún más el trabajo."
"Algunas esculturas lo son, otras no tanto. Tendrías que verlas. Y sí, las pinturas se aprecian mucho mejor en directo, es algo que tienes que ver."
"Bien, mayor razón para colocar el viajar a Francia como uno de los objetivos en mi lista. Por cierto, te ves hermosa junto al Arco del Triunfo, ese vestido te sienta muy bien, aunque creo que deberías cuidarte del viento…"
Enrojeció ante el cumplido, no solía usar vestidos a menudo y sabía que a Miroku le gustaban, aunque había enviado la imagen sin pensar en ese detalle. Observó la fotografía con cuidado, notando que él tenía razón porque una ráfaga justo había intentado hacer de las suyas al momento de tomarla. Resopló casi involuntariamente, su amigo no tenía filtro.
"En las cosas en las que te fijas. Deberías guardarte los comentarios para ti."
"Y eso que no sabes lo que pensé…"
"¡MIROKU!" Si lo hubiese tenido cerca, le habría dado una bofetada o algo por el estilo, pero como estaban a miles de kilómetros de distancia, tuvo que conformarse con las letras en mayúscula seguidas de varios emoticones de una cara enfadada.
"Lo siento, no te enojes" pidió, enviando también una cara dándole un beso a modo de disculpa.
"Definitivamente, nunca vas a cambiar. Creo que mejor me voy a dormir, mañana debo levantarme temprano." Decidió que ya era suficiente, temía que él luego pudiera decir algo aún más comprometedor o insinuante.
"Bueno, igual me quieres así. Espero que descanses y que lo pases bien en lo que sea que tengan planeado hacer. Dulces sueños, te quiero."
"Gracias. También te quiero, adiós."
Apagó la pantalla de su móvil y lo dejó en su mesita de noche, soltando otro suspiro acompañado de una sonrisa de alivio. A pesar de todo, era increíble como esa sencilla conversación la había hecho sentirse más animada y tranquila. Era algo tan simple, el sentirse comprendida y acompañada por alguien, y a pesar de que no podía sentirlo del todo con su esposo, sabía que podía contar con Miroku, pasara lo que pasara, y eso era reconfortante aún si estaban así de lejos.
Soltó un suspiro, echando un vistazo rápido al montón de documentos y textos que tenía sobre su escritorio, todos relacionados con el cliente para el que estaba trabajando por petición de su socio Shishinki. Negó con un gesto, él hubiese preferido delegar la responsabilidad a algún otro abogado, porque estaba pendiente del caso que tenía en esos momentos con la Fiscalía, aunque ahora estaban esperando las fechas de las audiencias y tampoco podía hacer mucho mientras eso ocurría.
Cerró la carpeta que tenía frente a él, llevándose los dedos a la sien y frotándola un poco, tenía un dolor de cabeza que lo acompañaba desde que se había despertado, y no era precisamente por el exceso de trabajo. Su mente no dejaba de pensar en Sango y todo lo que implicaba el cambio en su estado civil. La luna de miel estaba pronta a concluir y, por lo tanto, ella regresaría al país, a su trabajo y a estar presente físicamente a su alrededor. Desde aquella mañana en la que le había enviado fotografías por primera vez de lo que había visto en París, que las charlas habían retomado un ritmo diario, por lo general a la hora en la que Kuranosuke dormía y ella consideraba que era un horario prudente del día para mandarle mensajes. Él disfrutaba saber lo emocionada que estaba Sango compartiendo sus experiencias de los lugares que visitaba, ansiaba ese momento en el que su móvil comenzaba a pitear con las notificaciones y se alegraba con cada imagen enviada, deleitándose con la mezcla de arte, paisajes diversos y la castaña plasmada en esos recuerdos.
Pero todo eso era un engaño.
Cerró los ojos, negando con la cabeza. Él era consciente de que el compañero de su amiga era su esposo y sabía lo que iba a ocurrir una vez que terminara la luna de miel. Podía seguir mensajeándose seguido con Sango, incluso salir alguna vez, reunirse con InuYasha y Kagome a cenar, hasta podría atreverse a invitarla a caminar al parque; sin embargo, ella ahora era una mujer casada en el seno de una familia tradicional, lo que implicaba muchas limitaciones. La cercanía con él no sería algo bien visto, y lo que menos quería era ocasionarle problemas, porque la carga que ella llevaba sobre sus hombros ya era bastante pesada y no necesitaba agregarle más dificultades.
Se echó hacia atrás en la silla, mirando el techo con las manos apoyadas en su mentón, pensando que no era ésa la única razón por la que debía limitarse. Sus sentimientos eran otra causa que le hacían dudar de su cercanía hacia la castaña. El amor que sentía por ella era profundo y sincero, y sabía que era algo recíproco. Y, aún así, ella era ahora la señora Takeda. Él nunca más podría tomarla de la mano al caminar, besarla en los labios con pasión o en la frente de forma protectora, abrazarla con cariño mientras se refugiaba en su cuello para sentir su aroma… Debía aparentar que sólo eran amigos, y terminaría siendo una tortura al saber que otro disfrutaría de esos privilegios. ¿Podría fingir que no la necesitaba a su lado, que era suficiente con la amistad, que no soñaba con ella cada noche?
Sentía que era una tarea imposible. No quería alejarse, porque la compañía de Sango era una de las cosas que le daban otro color a la monotonía de su vida; pero mantenerse a su lado y ver cómo ella cumplía sus sueños con alguien más sonaba completamente desgarrador. La amaba y sólo deseaba lo mejor para ella, aunque eso significara que él debía sacrificarse de alguna forma.
No quería dejar de estar en contacto, había prometido estar ahí si ella lo necesitaba y lo cumpliría, aunque quizá lo más sano para los dos era mantener algo de distancia. Sango estaba haciendo su vida y él tenía dos opciones: permanecer ahí como un eterno espectador, sin aspirar a nada más que a buscar la felicidad en el rostro femenino; o también intentar seguir, hacer su propia vida manteniéndose como un amigo incondicional, pero tratando de encontrar un propósito propio.
Sonrió resignado, sabía que la opción más sana para ambos era la última, pero también terminaba siendo la más dolorosa de tomar porque significaba perder toda esperanza. Quizá era hora de realmente hacerse cargo de las consecuencias que habían arrastrado las malas decisiones tomadas en el pasado y asumir el único camino que le quedaba ahora.
Un par de golpes interrumpieron sus pensamientos, seguidos de una dulce voz que de cierta forma lo tranquilizaba.
— ¿Puedo pasar, señor Tsujitani?
— Claro, Shima, adelante.
La secretaria entró con una taza de café y algunos panecillos dulces en una bandeja, dejándola sobre el escritorio, acomodando los papeles para evitar mancharlos. Le regaló una sonrisa al abogado antes de señalarle la comida.
— Le traje esto, ya que ha estado toda la mañana encerrado aquí, pensé que podía tener hambre.
— Muchas gracias, la verdad si tengo algo de apetito — respondió, agradeciéndole con una sonrisa.
— No es nada. ¿Está todo bien? Sabe que si necesita ayuda en algo…
— No te preocupes, estoy bien. Aunque quizá deba salir un rato de la oficina, me está comenzando a doler la cabeza.
— Bueno, no es una mala idea, espero que eso lo pueda ayudar a ordenar sus ideas — la muchacha hizo una leve inclinación de su cabeza antes de comenzar a caminar hacia la puerta —. Por cierto, saldré un momento. Le celebraremos el cumpleaños a Konoe, así que iré por las cosas a la tienda…
— De acuerdo… — Miroku la observó abrir la puerta y tomó una decisión, poniéndose de pie. — Espera, Shima. ¿Puedo acompañarte? Supongo que necesitarás ayuda con las bolsas.
— Oh, no es necesario que se moleste…
— No es ninguna molestia, por el contrario… claro, siempre que no te incomode.
— Creo que no me vendría mal algo de ayuda, gracias — el sonrojo en sus mejillas fue casi imperceptible, logrando que su acompañante esbozara una sonrisa y siguiera sus pasos, dejando atrás la maraña de pensamientos que lo estaban atormentando y eligiendo su opción.
Inhaló profundo algo nerviosa, mientras dejaba la barra de plástico a un lado y miraba la hora, mordiéndose el labio inferior. La luna de miel había llegado a su fin, estaba por abandonar el hotel que los había hospedado durante su viaje para dirigirse al aeropuerto y tomar el avión de regreso a Japón, en donde la esperaba su nueva vida. Eso era algo que le parecía totalmente desalentador.
Cerró los ojos, intentando ordenar las ideas que comenzaban a llenarle la cabeza. Llevaba 5 semanas casada, fuera de su país y lejos de todos sus seres queridos. Si bien estaba acompañada de su esposo, a esa altura ya era obvio para ella que su presencia no significaba que dejara de sentirse sola; por el contrario, Kuranosuke parecía esperar tanto de ella, que la obligaba a actuar de una forma poco natural. Había comenzado a descubrir que, si bien tenían algunas cosas en común, eran más las diferencias las que se hacían presentes y no sabía cómo acomodar su forma de ser con ese hecho.
Soltó un suspiro, pensando ahora en la situación que la tenía encerrada en el baño en esos momentos: tenía un atraso. Sus menstruaciones eran regulares y muy rara vez no llegaban en la fecha prevista, y si eso ocurría, no era más de un par de días. Sin embargo, ya llevaba más de una semana esperando que eso ocurriera y cada día era más evidente que no pasaría. Con el alma en un hilo, había aprovechado un momento durante esa mañana en el que Kuranosuke la había dejado sola para realizar algunos trámites del viaje, y se había dirigido a una farmacia para comprar un test de embarazo, del cual ahora esperaba un resultado.
Negó con un gesto, pensando en lo que significaba que fuese positivo. La intimidad con su esposo no había sido algo muy abundante, pero de todas formas habían tenido noches apasionadas durante su viaje. Ella no era ingenua y sabía que, incluso con sólo un encuentro sexual, existía la posibilidad de embarazo. Tampoco era idiota, y si bien las probabilidades jugaban a favor de Kuranosuke, era consciente de que existía la mínima posibilidad de que el responsable fuera Miroku, porque aquel fin de semana en su departamento, no habían tomado ninguna precaución.
Se regañó mentalmente, ¿en qué había estado pensando que no lo consideró ni siquiera por un segundo? Había sido muy imprudente y ahora tenía miedo de las consecuencias. ¿Y si el test era positivo y el pequeño que se gestaba en su vientre era hijo de su amigo? Con sólo pensarlo, sintió la angustia comenzar a palpitar en su pecho, sabiendo que era una opción peligrosa. Miroku tenía rasgos bastante atípicos para el japonés promedio, y si tuviera un hijo suyo existía la probabilidad de que esas características físicas poco comunes se hicieran presentes. ¿Cómo podría ocultar algo tan evidente, y qué excusa o explicación dar si eso ocurría? Había engañado a su prometido en vísperas de la boda, lo cual no era algo menor ni podía justificarlo. La razón de "querer hacer el amor con quien amaba" incluso podía agravar la falta.
Volvió a mirar la hora, exhalando pesado mientras alcanzaba el test, nerviosa. Miró el pequeño recuadro en donde aparecía el resultado y aguantó la respiración al ver las dos líneas paralelas bien marcadas, causando que se le oprimiera el pecho.
Positivo.
Eso no era algo positivo, en realidad. Negó con un gesto, ¿qué debía hacer ahora? Ni siquiera podía pensar en la opción de asumir que ese hijo podría ser del abogado, eso derrumbaría todo lo que estaba intentando construir. Entonces, sólo tenía una opción: aceptar que el padre era Kuranosuke, y rogar que, si no era así, el pequeño no tuviera rasgos similares a los de Miroku; y, en el mejor de los casos, que el verdadero padre fuese su esposo.
Dejó caer el test al suelo cuando un par de golpes en la puerta del baño la sorprendieron en su divagación.
— Sango, ¿está todo bien? Llevas bastante rato adentro.
Inhaló profundo, recogiendo el test y echándolo al papelero que había en el cuarto de baño, mientras se calmaba para responderle a su compañero.
— Sí, disculpa… salgo en un minuto — apretó el botón del inodoro y luego se dirigió al lavamanos, abriendo la llave y lavándose la cara para espantar la angustia y colocarse nuevamente esa máscara que debía aprender a usar con naturalidad. Salió del baño y le sonrió a Kuranosuke, quien la esperaba con las maletas listas para que se fueran —. Lamento la tardanza, estaba arreglándome. ¿Vamos?
— Sí, vamos. ¿No se te queda nada?
— No, estoy segura de haber guardado todo — tomó su bolso y una maleta, comenzando a caminar junto a su esposo sin siquiera darse cuenta del recorrido.
Se subieron a un taxi que los llevó hasta el aeropuerto, lugar donde esperarían hasta poder embarcar su vuelo, aunque Sango ni siquiera estaba pendiente de eso, ni de nada en realidad. Contestaba casi en automático al castaño, que hacía apreciaciones vagas sobre el viaje y los lugares que habían recorrido. Su mente no estaba pensando precisamente en eso, sino en el significado de un embarazo en esos momentos. Ella no quería un cambio tan brusco en su vida, menos en esos momentos en los que apenas iba a comenzar a adaptarse a la rutina del matrimonio y a todas las costumbres y tradiciones que debía poner en práctica una vez estuviesen de vuelta en su casa. Sabía que estar encinta significaba un montón de limitaciones que no estaba dispuesta a tener, por lo menos no tan pronto. Ella no quería dejar su puesto para volver a Archivo, algo que tenía como objetivo mantenerla lejos del esfuerzo físico, el peligro de las calles y el estrés de la delincuencia, y además podía facilitarle a Kuranosuke el saber dónde estaba exactamente y que tuviese un horario más compatible con el suyo.
No, no se sentía preparada para enfrentar tener que dejar de ser ella en todos los aspectos de su vida. Ya era más que suficiente con fingir ser una esposa dedicada y obediente y esforzarse en mantener una imagen respetable con los cercanos a su esposo. En el trabajo tenía un escape, una forma de seguir siendo ella misma sin limitarse, porque su compañero la conocía y le permitía hacerlo, confiaba en sus habilidades y era de los pocos que defendía su labor y la capacidad de hacerse cargo de las mismas funciones que cualquier otro oficial en terreno. Sin embargo, si daba la noticia de su embarazo, pronto estaría sentada tras un escritorio, en un lugar seguro, dejando de lado toda su pasión y energía. Tenía claro que eso ocurriría tarde o temprano, pero no quería que fuese así de rápido. Necesitaba recuperar algo de normalidad, aunque fuese sólo en el trabajo, y así encontrar las fuerzas y el impulso que necesitaba para seguir. Y para lograr eso, tendría que ocultar su embarazo por un tiempo. No podría hacerlo por siempre, porque en algún punto iba a ser más que obvio, pero por lo menos algunas semanas, hasta que se sintiera preparada para asumir esa realidad tan abrumadora.
Miró la pantalla de vuelos, notando que faltaba poco para que pudiesen abordar el avión. Sonrió, tendría que convertirse en la mejor mentirosa, porque ni siquiera sus amigos podrían enterarse de la noticia. Kagome no podría guardarle el secreto, porque sabía que no le ocultaba nada a InuYasha, y él no estaría de acuerdo con que ella siguiera saliendo a patrullar en ese estado, por lo que de seguro la fastidiaría hasta que decidiera decirle la verdad a Kuranosuke para que la cambiaran de unidad. Tampoco podría decírselo a Miroku, por todo lo que arrastraban las posibilidades de que ese bebé fuese producto del fin de semana en su departamento. De hecho, no podría seguir siendo tan cercana a él, porque si alguien podía ver a través de todas sus máscaras, excusas y mentiras era el abogado. La conocía tan bien, que más temprano que tarde sabría que algo pasaba y no iba a quedarse tranquilo hasta descubrir qué era. Y ella no podía mentirle, terminaría derrumbándose frente al ojiazul y eso iba a ser el fin de todo.
No, definitivamente no podía permitirse eso. Había tomado una decisión y tenía que seguir ese camino. A pesar de todo lo que había dicho, de que sabía que lo necesitaba y que lo iba a extrañar más de lo que hubiese imaginado en un principio, lo mejor era distanciarse un poco. Incluso pensaba que era lo más sano para Miroku, porque sentía que su cercanía terminaría hiriéndolo, al verla hacer su vida con alguien distinto a él. No lo había considerado en su momento, porque la ingenua esperanza de poder contar con él como siempre, había sido demasiado cegadora. Era egoísta con él, forzándolo a seguir a su lado pese a todo lo que eso significaba.
Negó involuntariamente con un gesto, debía dejar de pensar en lo que ella necesitaba y deseaba, era hora de que hiciera algo por su amigo y le permitiera buscar su felicidad, lejos de ella y del sufrimiento que le producirían sus elecciones. Era momento de que, de verdad, asumiera las consecuencias de sus actos.
— ¿Ocurre algo?
Miró a Kuranosuke observándola confundido, al parecer su rostro había expresado más de lo que ella quería.
— No, es sólo que… aún siento algo de nervios al pensar en regresar.
— Comprendo, pero creo que ya es momento de avanzar. Además, no estarás sola en este camino — le respondió, ofreciéndole su brazo educadamente para que comenzaran a caminar en dirección a la puerta de embarque.
— Es cierto. Gracias — respondió, tomándole el brazo y recorriendo el trayecto, sabiendo que en realidad el camino que comenzaría a recorrer desde ese momento sí iba a ser bastante solitario, por lo menos en el fondo de su corazón.
Subió al avión, aceptando que ese sería el comienzo de una etapa nueva, más amarga de lo que hubiese creído en un principio, pero era su responsabilidad asumir el peso de sus decisiones.
El ajetreo del lugar era algo que siempre le llamaba la atención, a pesar de que sabía que no podía esperar otra cosa en ese horario, menos un día lunes como ése. Vio a su amigo darle instrucciones precisas a su compañero mientras él esperaba a su lado, entregándole los archivos de los que necesitaba una actualización de antecedentes. Cuando el joven se alejó con un brillo emocionado en sus ojos directo a la oficina de Archivo, le dio un codazo a InuYasha en el brazo, llamándole la atención.
— ¿Y ahora qué? Necesitas esa información, ¿no? — Dijo en respuesta, cruzándose de brazos. — Y él es mejor en este tipo de trabajos que en terreno.
— Lo sé y te lo agradezco, pero decirle que es la única forma en la que le des una evaluación positiva me parece un tanto abusador — respondió, abogando por el desempeño del muchacho durante esas semanas junto al oficial —. Se ha esforzado bastante.
— Keh, tiene que aprender a manejar la presión.
Miroku negó con un gesto, sabía que no podía pedirle mucho al oji dorado después de haber reprimido su instinto asesino todo ese tiempo mientras Nobunaga no hacía más que entorpecer su labor. Miró la hora en el reloj de pared que había en la recepción, pensando que estaba con tiempo de sobra para llevar a cabo toda su agenda antes de su reunión con Sesshōmaru, algo que le alegraba porque así podría ir más preparado.
— ¿Winasoke estará ocupado? Necesito hablar con él.
La voz de Sango causó que volteara automáticamente la cabeza en dirección a su origen, viendo a la muchacha vestida con una tenida semiformal hablando con la secretaria de la Jefatura.
— En estos momentos está en una reunión, pero debe estar por terminar. ¿Va a esperarlo? — Respondió la oficial que estaba tras el escritorio, mirando también la hora.
— Sí, tengo algo de tiempo. Gracias.
Mantuvo su vista fija en ella hasta que la castaña se dio media vuelta y lo vio, sonriendo y saludándolo con un gesto en tanto se acercaba a ellos. Por un instante se quedó sin palabras, porque no estaba dentro de sus planes encontrarse con ella en esos momentos, y con la última reflexión sobre su amistad que había tenido y la opción elegida como la más sana para ambos, el verla de sorpresa no era algo que lo hiciera sentir bien.
— Veo que regresaste. Pensé que aún te quedaban unos días — InuYasha la saludó, sonriendo con satisfacción.
— Se supone que sí, pero no le veo sentido a quedarme en la casa sin hacer nada — respondió, encogiéndose de hombros, luego miró al abogado —. Hola, Miroku.
— Hola, Sango. ¿Cómo estás?
— Pues, bien… Un poco aburrida, por eso vine a pedirle a Winasoke la reincorporación a mis funciones antes de la fecha prevista — su anhelo fue evidente, necesitaba volver.
— Apoyo completamente esa idea. Nobunaga está colmándome la paciencia.
— Lo lamento, pero no fui yo quien escogió a tu compañero suplente.
— Lo sé, pero sí fuiste tú la que se casó y se fue 5 semanas de luna de miel — reclamó, dejando entrever que su molestia y desacuerdo con la decisión tomada aún persistían.
— Pensé que ya habíamos zanjado el tema — siseó Sango, frunciendo el ceño ante el reproche.
— Keh, lo que digas. Iré a ver por qué se tarda tanto este tipo, debemos salir a ronda en 15 minutos.
InuYasha se alejó rápidamente hacia donde se encontraba Nobunaga, dejando solos a Miroku y Sango, algo que ninguno de los dos consideraba seguro. Ella bajó la mirada, consciente de que mantener el contacto visual por mucho tiempo no sería algo bien visto para alguien casada, y estaba en un lugar donde los rumores le llegarían demasiado rápido a su esposo. El ojiazul notó el gesto, algo que le provocó un enfado creciente en el pecho, porque su amiga no tendría por qué reprimirse de ninguna forma. Desvió la mirada hacia la dirección que habían tomado los oficiales, simulando esperarlos con apremio, una forma de apoyar las acciones de la castaña.
— ¿Todo bien? Te noto algo preocupada — murmuró, sin dejar de mirar el punto fijo en la puerta tras la que se encontraba InuYasha.
Ella apretó los puños al escucharlo, sabía que si alguien podía leerla sin esforzarse era él y eso sería un peligro ante la situación que vivía. Decidió admitir algo de la verdad que la abrumaba en esos momentos.
— Es sólo que esta rutina no va del todo conmigo. Jugar a ser la esposa obediente y dedicada comienza a hartarme, por lo mismo quiero volver — admitió, sus ojos reflejando cuánto ansiaba vestir de nuevo su uniforme —. Aunque Kuranosuke esté casi todo el día haciendo trámites, el simple hecho de estar en la casa sin hacer nada más que comportarme como su señora, es agotador.
— Es cierto, te comprendo. Espero te vaya bien con Winasoke — era doloroso escuchar esas palabras, pero sabía que Sango no se quedaría sin hacer nada al respecto —. ¿Kuranosuke sabe que quieres adelantar tu regreso?
— Se lo comenté anoche, no estuvo muy de acuerdo. Dijo que lo hablaríamos hoy con más calma, pero no voy a seguir esperando.
— Bueno, no eres alguien que sólo vaya a esperar una solución — apreció la determinación, era una de las cualidades más naturales de Sango —. ¿Sabes que Winasoke le va a consultar a él primero, verdad?
La muchacha sonrió levemente, con un brillo astuto que desconcertó un poco a su acompañante.
— Sí, pero sé cómo manejarlo. Recuerda que no eres el único que sabe planear una buena estrategia — dijo con seguridad, causando que Miroku sonriera levemente.
— Lo sé, y me alegra que tengas un plan de contingencia. Espero que te vaya bien.
— Por supuesto, Kagome me comentó que quizá pudiesen necesitar oficiales eficientes en terreno. Ya ves que InuYasha dice que Nobunaga no da la talla…
Él sonrió y ella asintió sutilmente, ambos se quedaron en silencio y en espera de su amigo, que al parecer se retrasaría con su salida a terreno. De pronto, Miroku pareció recordar algo, abriendo la boca por un par de segundos antes de dejar salir las palabras.
— ¿Tienes planes para esta tarde? Podríamos ir por un helado, quiero hablar algo contigo.
La castaña se extrañó, salir con Miroku no estaba dentro de sus planes a corto plazo, pero dado que hacía tiempo no se veían y que estaba desocupada hasta la hora que Kuranosuke volviera a casa, podía darse esa libertad, por lo menos hoy.
— Estoy libre y sin muchos panoramas, en realidad. ¿A qué hora sería? — Respondió, sabiendo que, si quería mantener una distancia, tampoco podía hacerlo de una forma tan brusca. Después de todo, Miroku sería siempre su mejor amigo.
— Tengo que reunirme con Sesshōmaru después de almuerzo, podría ser cuando termine. ¿Estás de acuerdo?
— Me parece bien. Debo estar de regreso en la casa a las 8, mientras terminemos antes de esa hora…
— Claro, no creo que me tarde mucho en la Fiscalía. Te llamo cuando salga.
Sango asintió con un gesto justo cuando sus compañeros salían de la oficina de Archivo y la secretaria la llamaba con un gesto para que se acercara. Se despidió con su mano y fue hasta el mesón donde se encontraba la oficial, sonriendo mientras veía a algunos oficiales de alto rango salir de la oficina del Jefe.
— El señor Winasoke ya terminó su reunión. Si gusta, lo espera un par de minutos mientras le voy a informar su presencia.
— De acuerdo, gracias.
Su espera no fue larga y pronto se encontró frente a su superior. Lo saludó educadamente y esperó a que él le permitiera hablar, escogiendo con cuidado sus palabras.
— Disculpa que venga sin avisar, pero necesito hablar algo contigo — dijo, sintiendo toda la atención fija en ella.
— No hay problema, sólo espero que no sea nada malo.
— Creo que no. Quisiera solicitar la reincorporación a mis funciones.
— Oh, claro… Vuelves la próxima semana, ¿no lo recuerdas?
— Sí, pero me gustaría hacerlo lo antes posible. Quizá mañana.
Winasoke alzó una ceja, un tanto dudoso. Apoyó ambos codos en el escritorio y su rostro en sus manos, para observarla con detenimiento, analizando la petición con cuidado.
— Tendré que consultarlo con el Jefe Takeda. Después de todo, él siempre se ha encargado de esos temas, así que tendrás que esperar.
— ¿Y es necesario que le preguntes? Kuranosuke confía en ti y en tu criterio, deberías demostrarle que puedes tomar una decisión acertada de acuerdo con las necesidades y falencias de la estación sin que le estés preguntando siempre. Eres tú quien está a cargo ahora — sus ojos brillaron, intentando trasmitirle algo de seguridad a su compañero, quien ella sabía que anhelaba demostrar cuán bueno era en lo que hacía —. Además, él está bastante ocupado con algunos asuntos familiares, quizá no sea bueno que lo molestes…
— Bueno, tienes razón… aunque no me gustaría pasar a llevar su opinión, especialmente contigo…
— Kuranosuke siempre prioriza las necesidades de la estación, y creo que ahora lo haría. Supe que las cosas no han estado mucho bajo control algunas veces…
— Es cierto, necesitamos oficiales eficientes en terreno y tú eres uno de ellos. Y el Jefe Takeda siempre lo dice: el deber ante todo.
— Así es — Sango sonrió, sabiendo que había logrado su cometido —. Yo no podría haberlo dicho mejor.
— Está bien, regresas a tu ronda mañana, junto a InuYasha. Le avisaré para que haga su informe y evaluación sobre el desempeño de Nobunaga y deje de rezongar tanto.
— Muchas gracias. Tomaste una buena decisión, créeme — volvió a sonreírle con los ojos brillantes, algo que sólo logró que el pecho de Winasoke se llenara de satisfacción.
— Lo sé. Ahora, si no tienes nada más que decirme, creo que es momento de que te retires — le señaló la salida, sin ocultar lo gustoso que se sentía.
— Claro, hasta mañana y gracias.
La muchacha abandonó la oficina con una sonrisa de oreja a oreja, disfrutando haber logrado su cometido sin necesidad de que interviniera nadie más. Emocionada por poder volver a trabajar al día siguiente, se dirigió hasta su casa para esperar la salida con su amigo, sabiendo que él también estaría feliz con la noticia.
Miró la hora en su móvil, satisfecho porque había terminado la reunión antes de lo previsto, gracias a que los antecedentes que había recabado más temprano habían sido de bastante ayuda para armar la defensa. Desvió su atención hacia los vehículos que transitaban por la avenida y al poco tiempo vio a un taxi detenerse cerca, dejando a su amiga en su destino, quien usaba un vestido casual que se le veía mucho más cómodo que la tenida semiformal que llevaba más temprano en la estación. Levantó la mano para indicarle dónde se encontraba y esperó a que ella llegara para señalarle el local, con un gesto amable.
— Abrió mientras no estabas, y tienen sabores muy particulares. Creo que podría gustarte — comentó, sus ojos con un anhelo casi infantil ante la oportunidad de consentirla un poco.
— Kagome me había mencionado el lugar. Claro que tendrá algo que me guste — respondió, haciéndole un gesto para que caminaran al mostrador con los sabores y escogieran qué helado pediría cada uno. Una vez cumplido su cometido, Sango decidió iniciar una plática casual —. ¿Y, qué tal te fue con Sesshōmaru? ¿Los archivos por los que fuiste esta mañana te fueron de ayuda?
— Sí, bastante. Ya tenemos una defensa sólida, sólo nos falta revisar los detalles. Se lo comentaré a InuYasha para que lo considere en la evaluación de Nobunaga. ¿Y qué tal te fue a ti?
— Bien, le dije a Winasoke que Kuranosuke confiaba en su criterio y que debía velar por lo mejor para la estación. Así que no dudó en que me reincorporara lo antes posible.
— Bueno, esa fue una excelente estrategia. Casi había olvidado esa necesidad de demostrar su capacidad de Winasoke, especialmente cuando del jefe se trata. Entonces, ¿mañana vuelves?
— Así es, ahora debo encontrar una forma de decírselo a Kuranosuke sin que quiera suspenderme por tiempo indefinido…
— Claro, seguro no se lo toma muy bien. Aunque no entiendo que se moleste tanto porque vuelvas unos días antes…
— Yo tampoco lo entiendo… Espero no tener problemas por esto. Es lo que menos quiero ahora.
— Es comprensible, espero lo mismo — le sonrió, entregándole con ese simple gesto una tranquilidad y apoyo que ella sabía que no podría encontrar en nadie más. Sin embargo, pareció recordar algo de pronto, causando que sus ojos se entristecieran un poco —. Bueno, hablando de eso… es por lo mismo que te pedí que nos reuniéramos ahora. Creo que es necesario que aclaremos todo entre nosotros.
Sango sintió como si el alma le abandonara el cuerpo en ese momento. Intentó no demostrar cuánto le afectaban las palabras de Miroku, pero tenía miedo de que eso significara que él ya no pudiera fingir que sólo eran amigos.
— Tienes razón, tendríamos que haberlo dejado claro desde antes, pero creí que sabías que yo no puedo renunciar ahora…
— ¿Renunciar? Por supuesto que lo sé, y lo entiendo. Jamás te pediría algo así, por el contrario: quiero evitar en lo posible que tengas problemas por mi culpa.
Ella no esperaba esas palabras y comprender el objetivo del ojiazul la alivió, por lo menos le quitaba un peso de encima, porque también lo había considerado.
— Lo sé, tampoco me gustaría que eso pasara. No quiero tener que elegir entre tú y mi matrimonio.
— No tienes por qué hacerlo — Miroku se atrevió a tomar su mano, en un intento de transmitirle seguridad —. Sé lo complicado que sería mantener una amistad tan cercana e íntima conmigo, y todo lo que eso puede significar en tu matrimonio. Por lo mismo, creo que lo más sano para ambos es tratar de mantener un poco de distancia y continuar.
Sango sonrió levemente, él también había pensado en esa opción, a pesar de sus verdaderos sentimientos. Estrechó un poco el agarre en su mano, consciente de que esa era la mejor decisión ahora.
— No te mentiré: lo había pensado. No sabía cómo decírtelo, porque no quería fallarte de nuevo. Sin embargo, sé que es lo más sano para los dos, pero especialmente para ti. Así que estoy de acuerdo.
— Bueno, que lo hayas pensado me alivia bastante. Por lo menos sé que no es algo arbitrario de mi parte.
— Debo agradecerte que seas sincero conmigo. Así evitamos malentendidos a futuro, ¿no?
— Claro. Además, no podría mentirte ni hacerte sentir que no cumpliré mi promesa. Seguiré estando aquí en caso de que necesites cualquier cosa.
— Muchas gracias, Miroku. Sabes que también puedes contar conmigo para lo que necesites. Y bueno… supongo que es momento de que sigamos adelante. Quiero que seas feliz y cumplas tus sueños.
Al abogado se le encogió el pecho al escuchar esas palabras, porque sabía que jamás sería completamente feliz sin Sango a su lado, pero aun así ella le pedía que continuara, que por lo menos lo intentara. Sonrió con algo de resignación, mirando a los ojos a Sango antes de continuar.
— Voy a esforzarme. Seguiré luchando, te lo prometo. La vida no se detiene y sé que algo debe tener preparado para mí.
Ella también sonrió, porque por lo menos ahora tenía un peso menos encima. Miroku no se estancaría y eso la dejaba mucho más tranquila. Siguieron disfrutando de su helado, compartiendo cosas triviales sobre ese tiempo en el que no se habían visto, hasta que la castaña miró la hora y anunció que debía irse. A pesar de que a él le mordían las ganas de ofrecerse a llevarla a casa, no lo hizo porque sabía que no sería bien visto y la idea era no causar ninguna molestia. Así que ella tomó un taxi de regreso a la mansión Takeda y él se subió a su automóvil para también irse a casa, ambos con el corazón más tranquilo tras aclarar las cosas y llegar a ese acuerdo. Iban a seguir adelante.
Ingresó al salón principal con calma, pensando que aún tenía tiempo porque faltaban algunos minutos para las 8 de la tarde, hora a la que se suponía, llegaba su esposo. Por lo menos así, evitaba el reclamo por haber salido de casa sin avisarle antes.
— ¿Dónde estabas? — La voz masculina la hizo dar un respingo, él ya se encontraba ahí.
— ¡Kuranosuke! — Se volteó para mirarlo de frente, notando el semblante serio que reflejaba su molestia. — Sólo salí a tomar un helado con Miroku. Hay un nuevo local y él quería mostrármelo…
— Vaya, veo que no pierde oportunidad — el tono fue despectivo, esa no era una situación que le agradara —. ¿Y sólo te ofreció un helado?
— Claro que sí. No seas desconfiado, es mi mejor amigo. Creí que habíamos hablado sobre esto — Sango no dudó en demostrar también su molestia, no iba a soportar escenas de celos injustificadas.
— Lo sé, pero deberías por lo menos avisarme. Al igual que si vas a ir a la estación a desobedecerme — sus ojos la acusaron, el problema era ése —. ¿Acaso Miroku te metió esa idea en la cabeza o te dijo cómo manejar a Winasoke?
Ella soltó un bufido, expresando cuánto la fastidiaban las palabras de su esposo. Buscó una forma respetuosa de decirle todo lo que estaba sintiendo en esos momentos, aunque era probable que no lo lograra en absoluto.
— ¿Desobedecerte? No soy tu juguete, puedo tomar mis propias decisiones sin tener que pedirte la opinión. Además, no involucres a Miroku en esto, ¿crees que no puedo pensar por mí misma una forma de lograr mi objetivo? Tengo voluntad y cerebro propios, por si lo olvidas.
— Sigue siendo una decisión que deberías haberme consultado. Anoche te dije que no estaba de acuerdo y, de todos modos, lo ignoraste y pediste tu reincorporación. Se supone que eres mi esposa y debes comportarte como tal.
Sango se cruzó de brazos, frunciendo el ceño con evidente enfado y desacuerdo, apaciguando un poco la ira que bullía en su pecho por explotar.
— Sí, es cierto, soy tu esposa, pero eso no implica que deje de ser yo misma. No necesito de tu autorización para salir, mucho menos para tratar temas sobre mi trabajo. Sabes perfectamente que no soy una chica sumisa que cumplirá cada palabra que le digas. Si querías eso, no debiste haberte fijado en mí.
— Aunque sea me debes respeto. No tendrías que andar por ahí, cumpliendo caprichos sin que yo lo sepa. ¿Para qué quieres volver? El propósito de que aún no lo hagas, es que te acostumbres a la rutina de la casa, a tu vida matrimonial y no ocurran cosas como esta. Recuerda tus votos.
La castaña se mordió la lengua para no explotar en ese momento. Inhaló profundo, tranquilizando ese instinto asesino en tanto buscaba palabras para responderle a su compañero. Sin embargo, no encontró ninguna, porque estaba tan furiosa que sentía que terminaría golpeándolo antes de poder expresar alguna otra idea. Negó con un gesto, dándose la media vuelta para comenzar a caminar.
— De acuerdo, sigue creyendo lo que quieras. Recuerdo muy bien mis votos, y ninguno decía que debía convertirme en tu sombra o algo parecido. Iré a dormir a mi habitación, buenas noches.
Salió del salón para dirigirse rápidamente a su cuarto, sin esperar respuesta de Kuranosuke. Cerró el fusuma mientras soltaba un suspiro, abatida y molesta casi en partes iguales. Apretó los puños con fuerza, esa no era la vida que ella esperaba llevar cuando volvieran de la luna de miel. ¿Tener que dar cuenta de todos sus movimientos, no poder hacer nada sin previa autorización? No era una marioneta, no necesitaba que nadie le dijera qué hacer. Era cierto, ahora estaba casada y le debía respeto a su esposo, pero no había hecho nada malo. Pasar horas encerrada en la mansión, sin otro fin que esperar pacientemente la llegada de Kuranosuke, no era un panorama muy alentador, menos si él quería que ella lo cumpliera todos los días, conociendo lo activa que era su naturaleza.
Se puso su yukata y se recostó en el futón, sintiéndose agotada. Ya tenía una frustración que venía arrastrando desde su luna de miel, algo que había podido sobrellevar de mejor manera gracias a los mensajes de Miroku y su apoyo incondicional, pero ahora ya ni siquiera eso podía pedir. Iba a tener que encontrar una forma en la que lidiar por sí sola con toda esa carga, quizá acudiendo a Kagome como escape, ya que InuYasha no haría más que recriminarle la decisión tomada y no necesitaba más quejas al respecto. Cerró los ojos, decidiendo que era hora de dormir, al día siguiente volvería a trabajar y eso ya era un alivio bastante grande, porque sabía que, a pesar del reclamo de su pareja, su reincorporación era un hecho y nadie podía negarle que su presencia era necesaria en la estación.
Suspiró una vez más, releyendo las palabras escritas al final del informe con toda la terminología profesional que ella no lograba comprender completamente. Dio vuelta la hoja para ver la imagen en blanco y negro del examen realizado y sonrió levemente, siendo capaz de distinguir las dos formas que apenas comenzaban a crecer en su vientre. Se echó hacia atrás, recostándose por completo en su futón y cerrando los ojos, su mente repitiendo de memoria la conclusión ecográfica: "Gestación doble, bicorial, biamniótica, ambos fetos vivos, actividad cardíaca presente. Edad gestacional por biometría: 6 semanas y 4 días, acorde con FUM."
En palabras simples, estaba esperando gemelos. Algo que complicaba aún más la situación, porque un embarazo doble significaba que se notaría mucho más pronto, además de los riesgos que implicaba la situación. Tendría que ser mucho más cuidadosa y buscar pronto una forma de comunicárselo a su esposo, para no levantar sospechas.
Recordó el sonido del corazón de sus pequeños y un extraño sentimiento cálido la recorrió por dentro, sabiendo que ellos le darían fuerzas cuando ya no le quedaran, a pesar del gran dilema que representaba su existencia en esos momentos. No podía culparlos, de ninguna forma, y debía asumir su responsabilidad lo mejor posible.
Un par de golpes suaves en el fusuma de su habitación lograron que se sobresaltara. Guardó la carpeta con la ecografía en su bolso e inhaló profundo para calmarse antes de ponerse de pie y abrir, encontrándose con una de las criadas de la mansión.
— Señora Sango, tiene visitas. La señorita Higurashi ha insistido en que no se irá hasta verla.
Ella entrecerró las cejas, sin entender mucho la razón del comentario de la muchacha.
— ¿Por qué tuvo que insistir? Yo no he dicho que no quiero ver a nadie…
— Oh, el señor Takeda nos dijo que usted no se sentía en condiciones de recibir visitas…
— Ah, genial — musitó, apretando los puños con fuerza mientras reprimía el enfado creciente en su interior, la joven frente a ella no tenía culpa de la situación —. Le sugiero que, para la próxima, verifique esa información conmigo, ya que mi esposo pudo haberse confundido hoy. Me siento en perfectas condiciones.
— L-Lo siento, señora… creí que el señor… no volverá a pasar — dejó de dar excusas cuando vio el brillo tajante en la mirada castaña antes de salir de su habitación y dirigirse al salón.
Allí se encontró con su amiga, quien se alegró al verla, algo que no pudo ocultar ni disimular, pues se levantó para abrazarla con cariño, ignorando por completo cualquier decoro que debiese tener según la costumbre de la familia que vivía en la mansión. Sango le permitió el gesto, porque también la extrañaba y necesitaba romper ese ambiente represivo que siempre la rodeaba cuando estaba en casa.
— ¡Te extrañé tanto! Fueron semanas largas, InuYasha no hacía más que rezongar y Miroku… bueno, ya sabes que no estaba del todo bien… aunque a veces se veía de mejor ánimo.
— También te extrañé, me hacía falta alguien con quien conversar durante todo este tiempo. Lamento que InuYasha se comportara de esa forma, pero no podía hacer nada al respecto. Y con Miroku, estuve mensajeándome seguido este tiempo.
— Oh, eso podría explicar entonces que a veces estuviese tan animado — Kagome sonrió, le aliviaba saber que la amistad persistía pese a todo lo que tenían en contra.
— Es posible — Sango sonrió ante la idea de su amiga y luego se volteó hacia la criada que permanecía junto a la entrada, en discreto silencio —. ¿Puede traernos algo para beber y comer, por favor?
— Por supuesto, señora — la muchacha se apresuró en cumplir su petición, dejándolas solas al fin.
— ¿Señora? Aún me parece tan extraño… ¿Te acostumbras?
— La verdad, no… pero es mi realidad ahora.
— Es cierto… supongo que sólo es cuestión de tiempo. ¿Cómo has estado? Pensé que me irías a ver en cuanto llegaras, pero no fue así…
— Lo lamento, es sólo que he tenido tantas cosas en que ocuparme estos días… — Se disculpó, no quería dejar de lado a Kagome, pero la había estado evitando por todo lo que vivía en esos momentos. — Me alegra que hayas venido. Para mí sería un tanto difícil hacerlo…
— Claro, no te preocupes. Entiendo — la azabache le sonrió con seguridad, justo en el momento en el que la criada regresaba con una bandeja con lo solicitado.
— Muchas gracias. Ahora, ¿nos puede dejar solas? Si necesitamos algo más, la llamaré — Sango despidió amablemente a la muchacha, quien se retiró con una exagerada inclinación de su cabeza —. Listo, ahora sí podremos conversar tranquilas.
Kagome comprendió de inmediato el motivo que tenía la castaña para que estuviesen solas, porque de seguro necesitaba desahogarse sobre muchas cosas y no quería que nadie le contara sobre eso a Kuranosuke. Se sentaron a comer, aunque la azabache no pudo esperar para comenzar con su interrogatorio.
— Y bueno, ¿cómo estás? InuYasha comentó el otro día que tuviste problemas con Kuranosuke por lo de tu reincorporación…
Sango entornó los ojos sin disimular, demostrando así la molestia que aún le causaba la situación. Inhaló profundo antes de comenzar a desahogarse con su compañera, no quería reflejar toda la angustia que estaba experimentando en esos momentos.
— Sí, no le pareció una muy buena idea… pero no le veo sentido a quedarme en casa sin hacer nada más que esperar que él regrese de donde quiera que vaya — hizo una mueca de fastidio, aunque no necesitaba de eso para que su amiga supiera cómo se sentía.
— Tienes razón, creo que no es muy considerado de su parte. ¿Intentaste explicárselo?
— Por supuesto que lo hice, pero no quiso escuchar. Ni antes de que lo hiciera, ni después. Según Kuranosuke, estoy rompiendo mis votos.
Kagome arrugó el ceño ante esas palabras, la acusación era grave contra su amiga, en especial porque ella sabía todo lo que le había significado seguir ese camino.
— ¿Estás hablando en serio? ¡Qué injusto! Nunca prometiste hacer todo lo que él quisiera. Además, ni que le hubieras dicho que te irías con otro… ¿Lo han vuelto a hablar?
— La verdad, no — negó con un gesto, abatida —. Estos días hemos estado durmiendo en cuartos separados, apenas nos vemos cuando coincidimos en la estación y al momento de la cena.
— Entonces, ¿sigue molesto…?
— No lo sé. No voy a insistir en el tema, es él quien debería hacerlo. ¿Acaso hice algo malo? Quiero tener algo de control en mi vida, y siento que lo he perdido por su culpa… ¿estoy equivocada? Incluso ahora, puedo tomar como una especie de castigo el que haya dicho que yo no estaba en condiciones de recibir visitas… ¿qué pretende? Muestra una imagen tan correcta y respetable fuera de casa, pero a veces creo que no sé con quién me casé en realidad. Me dan ganas de salir corriendo y dejar todo esto, pero sé que no puedo hacerlo.
La frustración fue evidente en los ojos castaños, que se humedecieron a medida que su dueña iba soltando lo que sentía. No llegó al punto de las lágrimas, seguro no quería verse tan vulnerable, pero Kagome sabía que por dentro estaba rota. Se acercó un poco para abrazarla con cariño y brindarle su hombro, expresando con ese simple gesto todo su apoyo y disposición de ayudarla en lo que fuera.
— Supongo que todo esto va más allá de tu regreso al trabajo. No creo que sea lo único que haya pasado que te tenga al borde de un colapso…
— Cielos, pensé que sabía ocultar mejor mis problemas — soltó una risita, Kagome podía leerla casi tan bien como Miroku.
— Lo haces, pero conmigo no te resulta muy bien — sonrió, manteniendo el abrazo —. ¿Me dirás qué más te está molestando?
— Ah, son tantas cosas… — Sango suspiró, intentando no explotar ni agobiar demasiado a su amiga. — Desde el principio ha sido como si no hubiera un nosotros. Lo sé, debí pensar en eso al decidir seguir este camino — respondió a la mirada de reproche, era evidente que esa situación ya se vislumbraba desde antes de la boda —. Pero nunca pensé que sería tan evidente. Se supone que tenemos cosas en común y nos queremos, pero aún así… es como si siempre debiese responder según sus expectativas. En París, por ejemplo, no podía disfrutar por completo todo lo que quería porque no era un sentimiento compartido. Kuranosuke parecía juzgar cada expresión. Fue más llevadero gracias a los mensajes que nos enviábamos con Miroku, pero no puedo estar toda la vida usándolo como un escape. Él también tiene que seguir su propio camino, y si continúo buscándolo cada vez que me pase algo, sólo voy a detenerlo…
Esta vez, las lágrimas cayeron sin impedimento, signos evidentes de lo mucho que le dolía aceptar esa situación. Kagome estrechó el abrazo, sabiendo cuánto podía afectarle todo lo que estaba ocurriendo a su amiga.
— Es algo inevitable, aunque sabes que Miroku siempre va a estar para lo que necesites…
— Sí, sé que puedo contar con él siempre, pero no quiero dañarlo más. Kagome, merece cumplir sus sueños y hacer su vida, tal como lo estoy haciendo yo. No puedo pedirle que esté siempre disponible para mí, es muy egoísta e injusto.
— Sango… — La azabache comprendió en ese momento que su amiga estaba tan sobrepasada porque se había resignado a ya no buscar ese apoyo tan importante para ella, y se quedó sin palabras para animarla.
— ¿Cómo pude ser tan ciega? Espero que algún día, Miroku pueda perdonarme. Lo único que deseo es que sea feliz…
— Estoy segura de que él no te guarda ningún rencor ni te culpa de nada. No deberías atormentarte pensando eso. Quizá si lo hablaran…
— Ya lo hicimos… Miroku también piensa que lo más sano para los dos, es que nos distanciemos un poco. Así que no tendría que estar extrañando su apoyo…
— Es normal que lo hagas. Pero si ambos tomaron esa decisión, vas a tener que buscar apoyo en alguien más. No es sano tampoco que te encierres de esta forma… Sabes que puedes contar conmigo cuando y para lo que sea, Sango.
— Lo sé… muchas gracias… — Le sonrió levemente, agradecida de todo lo que su amiga estaba haciendo por ella.
— No es nada. Puedes contarme todo lo que quieras, quizá no tenga la solución a todos tus problemas, pero sacarlos te puede ayudar. ¿Hay algo más que te esté afectando?
— Oh, son tantas cosas… — Sango inhaló profundo antes de continuar, necesitaba eso. — Supe desde el principio que la familia de Kuranosuke era muy tradicional y que eso significaba que muchas cosas que yo hago no son bien vistas. Prácticamente, actúo todos los días, aparentando ser alguien que en realidad no soy. El único lugar en el que puedo seguir siendo yo misma, es en el trabajo, por lo mismo quería volver lo antes posible. Es asfixiante, a veces llego a sentirme como una niña, comportándome según ciertas normas para no decepcionar a mi esposo… Estoy más que segura de que me va a recriminar que no haya dormido con él estos días, como si debiese aceptar que él tiene la razón o simplemente dejar pasar lo ocurrido.
— Bueno, eso no va para nada contigo. Además, es bastante molesto que se comporte así, como si sólo debieses responder a él…
— Como si no tuviese independencia en ningún ámbito. Es tan agotador. ¿Crees que estoy exagerando? Porque él dice que es un berrinche de niña mimada…
Kagome chasqueó la lengua, negando con un gesto.
— Tu reacción es totalmente normal y comprensible. Además, estás muy lejos de ser una niña mimada… suena como si no te conociera del todo. ¿Sabe Kuranosuke que se casó con Kuwashima Sango?
— Quizá creyó que dejaría todo eso atrás, junto con mi apellido… Ahora soy una Takeda.
— Sigues siendo Sango, no lo olvides. Hay muchas cosas que pueden haber cambiado con tu matrimonio, pero sigues siendo tú. Es muy probable que a futuro enfrentes situaciones aún más estresantes que éstas, por lo mismo no debes olvidar quién eres. Será la única forma en la que podrás resguardar tu persona, porque si te terminas mimetizando con todo esto… no quiero perderte.
La castaña sonrió, mostrando una determinación que alivió a Kagome.
— No vas a perderme. Podré haber renunciado a muchas cosas, pero jamás a mí misma. Y si Kuranosuke no está de acuerdo con eso, pues será su problema.
— Así me gusta escucharte, esa es mi amiga — Kagome sonrió con alegría, porque eso era lo que quería ver de nuevo en la castaña: la fuerza, valentía y seguridad que en esos momentos reflejaban sus ojos.
Sango agradeció ese apoyo incondicional, porque sabía que sería algo a lo que recurriría más seguido ahora que había renunciado al del ojiazul, y confiaba en que su amiga no iba a decepcionarla.
Siguieron charlando un rato más, Kagome poniéndola al tanto de las novedades que habían ocurrido mientras ella estaba fuera, causando un par de carcajadas ante las anécdotas de sus aventuras con InuYasha y ayudándola a alivianar esa carga que llevaba. Después de todo, sus amigos seguían siendo lo más valioso que tenía y no iba a perderlos, ya había cometido suficientes errores.
Compartieron por horas, sin darse cuenta de lo rápido que transcurría el tiempo hasta que la presencia del dueño de la casa las sorprendió en medio de algunas risas causadas por una historia contada por Kagome.
— Buenas noches. Qué sorpresa que tengas visitas — saludó, mirando con detenimiento a la azabache.
— Sí, creo que también tengo derecho a tener vida social — respondió Sango, encogiéndose de hombros.
— Teníamos que ponernos al día, después de todo — su amiga la apoyó, luego miró la hora en su móvil y negó con un gesto —. Aunque tendremos que seguir en otro momento, InuYasha pronto llegará de donde su madre y quedamos de cenar juntos. ¿Nos vemos otro día?
— Claro, pasaré a visitarte cuando pueda. Y tú puedes venir cuando quieras, no creo que haya problema en eso. ¿O sí, Kuranosuke?
— Supongo que depende del momento en el que decida venir — respondió, siendo incapaz de esconder su desacuerdo.
— Bueno, en ese caso mejor seguimos viéndonos en mi departamento — la muchacha no le dio mayor importancia a la desaprobación del esposo de su amiga, usando sus palabras como una ventaja para sacarla de ahí —. Ahora me voy. Cuídate, te quiero — la abrazó con efusividad, porque quería demostrar que Sango no estaba sola —. Adiós, Kuranosuke.
— Adiós. — Ambos se despidieron con un gesto de sus manos, luego Kagome se marchó, dejándolos solos. La castaña inhaló profundo, sabía perfectamente que su compañero comenzaría a recriminarle por la visita de su amiga. — Supe que saliste durante la tarde, además de la visita de Higurashi. ¿Puedo saber qué hiciste?
— Nada que te importe, en realidad — espetó, desviando la mirada —. Tenía asuntos personales que atender.
— Eres mi mujer y debes confiar en mí. Es preciso que me informes sobre lo que haces…
— ¿Perdón? Confiaría en ti si no te comportaras como un idiota todos los días. Pero en vista que cada día estás peor…
— No me faltes el respeto de esta forma, Sango. Tengo el derecho de saber lo que haces.
— ¿Yo te estoy faltando el respeto? ¿Y tú no lo haces cuando tomas decisiones arbitrarias en mi nombre?
— ¿Arbitrarias? ¡Sólo intento cuidarte!
— ¿En serio? ¿Me puedes explicar, entonces, en qué peligro me pondría el recibir visitas? Tampoco es como si fuese a dejar entrar a un extraño a la casa. ¿O acaso era una especie de castigo? Porque te recuerdo que no soy una niña y que tú no eres mi dueño.
— Quizá sería más simple si dejaras de comportarte como tal y evitas los berrinches. No olvides que ahora eres una Takeda.
— No hago ningún berrinche. Simplemente no sigo todas las normas que, según tu familia, debería, porque no soy así. Lo sabes muy bien, creí que lo habíamos hablado. No soy tu marioneta, entiéndelo. Puedo tomar mis propias decisiones y actuar sin necesidad de estarte pidiendo permiso. Cuando sea una situación en la que realmente debas involucrarte, te lo diré. Pero hay cosas que son personales y puedo mantener la independencia en ese aspecto, ¿o no?
Kuranosuke inhaló profundo, procesando el mensaje de Sango. Debía admitir que la muchacha tenía algo de razón, pese a que él no estuviese de acuerdo con esa realidad. La castaña siempre había sobresalido por su terquedad y tenacidad, y por ser alguien fuerte y decidida, todas cualidades que él no iba a quitarle. Dejó salir el aire, negando con un gesto antes de volver a hablar.
— De acuerdo, tienes razón. Lo siento, he estado un poco estresado estos días con todo lo que ha pasado, estoy acostumbrado a saber qué es lo que ocurre en todo momento.
— Ése es tu problema. Deberías tener en cuenta que conmigo no será así, nunca he permitido que nadie me diga qué puedo o no hacer, y no voy a cambiar ahora.
— Está bien, lo entiendo. Es difícil, debes comprenderlo, pero haré lo posible por cambiar la situación.
— Por favor — espetó ella, demostrando que todo lo ocurrido le molestaba bastante.
— Lo intentaré, ¿sí? Me voy a esforzar. ¿Podemos dar por finalizado el tema y cenar tranquilos? Además, creo que es momento de que vuelvas a nuestra habitación — el tono demostró su intención de no querer forzar las cosas, aunque el mensaje no fuese ese.
— Ah, está bien. Sólo espero que esto no se quede en una simple discusión más y de verdad las cosas cambien — Sango soltó un suspiro y se levantó para seguirlo al comedor.
— Ya dije que me esforzaré.
— De acuerdo.
No siguieron tratando el tema porque no había mucho más que agregar, además la castaña sabía que no iba a lograr nada concreto con su actitud, por lo que debía tratar de hacer mucho más llevadero su matrimonio. Después de todo, había sido su decisión y desde el principio sabía que las cosas no serían fáciles. Era momento de comenzar a vivir la realidad que tenía ahora, por mucho que le desagradara aceptarlo.
He llegado con esta nueva entrega, siguiendo el camino amargo de una decisión mal tomada. ¿Qué consecuencias tendrá el distanciamiento de Miroky y Sango? ¿Realmente podrán ser amigos, o esto va a convertirse en una cuenta regresiva? ¿El embarazo traerá muchos cambios a futuro? ¿El padre será el abogado o el jefe de policía? Hum... dudas y más dudas. Espero ir respondiéndolas de a poco.
Por ahora, dejo esto hasta aquí. Estaré pendiente de sus comentarios, apreciaciones y hasta tomatazos virtuales si algo no les gusta.
Agradecer con todo mi corazoncito a Loops, Caroan184 y lana diamonds, sus reviews son lo más y me animan mucho a continuar. Obviamente, mencionar lo mucho que aprecio el apoyo de Nuez a este amargo proyecto.
Nos leemos pronto~
Yumi~
