DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.
— Je vais T'aimer —
XVII
— Puertas abiertas —
—"Reúno las lágrimas que has derramado,
así que nunca te aferres a mí de nuevo, sepulté tu soledad dentro de mí y…
La tranquilidad que se difumina en las yemas de mis dedos está simplemente vacía.
Hace poco tiempo, nuestras manos estaban unidas a veces."—
—REGRET; the GazettE—
Observó a su compañera dar vueltas por la habitación, saliendo de vez en cuando para volver casi de inmediato con algún objeto que consideraba necesario llevar en el viaje. Negó con un gesto, llamando la atención de la muchacha, que se detuvo para interrogarlo con la mirada, sus mejillas levemente sonrojadas.
— ¿No crees que estás exagerando? Sólo serán unos días…
— B-Bueno… no quiero olvidar nada. Es que nunca había salido de la ciudad por tantos días…— El rosado en su rostro fue más evidente, sacándole una sonrisa a su novio.
— Lo sé, pero no deberías preocuparte. Tōkyō no es tan atemorizante como te han dicho los muchachos, y si nos hace falta algo, podemos comprarlo allá — le restó importancia, acercándose para ayudarla a ordenar la maleta que tenía sobre la cama —. Aunque presiento que tus nervios no son sólo por eso, Shima.
Ella se interrumpió al escuchar las palabras, curvando levemente sus labios antes de contestarle, intentando aparentar calma a pesar de haber sido descubierta.
— Creo que no puedo negarlo, pero supongo que es normal… conocer a tus amigos es algo muy importante para ti, es como si me presentaras a tu familia, Miroku…
— Es cierto, pero deberías intentar relajarte… ninguno va a juzgarte de forma severa — él le tomó las manos para que ella lo mirara a los ojos, quería transmitirle tranquilidad.
— ¿Estás seguro? ¿Ni siquiera la señora Sango? Quiero decir, ella parece ser alguien bastante rigurosa…
— ¿Rigurosa?
— ¡Lo siento! No quise insinuar que fuese desagradable o…
Miroku soltó una risita, dejando la disculpa de Shima a medias y causando que su rostro expresara claramente su confusión y desconcierto.
— Sé que no quisiste decir eso, descuida. Y también sé que Sango puede llegar a intimidar a la gente, especialmente si no tienen confianza, pero relájate. Estoy seguro de que les caerás bien a los muchachos, sólo te pido que no los trates con tanta formalidad, después de todo tienen nuestra edad.
La joven asintió con un gesto, las palabras del abogado eran un alivio para su ansiedad y nerviosismo. Decidieron seguir ordenando las cosas para el viaje que emprenderían al día siguiente, y al terminar el ojiazul regresó a su departamento con la intención de descansar, había sido una larga jornada.
Se dejó caer en su cama y miró el techo, pensativo. Habían transcurrido ya varios meses desde que supiese del embarazo de su amiga y, con la seguridad que le dio el que ella lo apoyara incluso a pesar de sus sentimientos, él había decidido aventurarse e intentar construir una relación con su secretaria, Shima. Dentro de dos días cumplirían 5 meses de noviazgo y ella por fin había aceptado acompañarlo a Tōkyō para conocer a sus amigos. Si era completamente sincero consigo mismo, también estaba nervioso con la idea de presentarles a sus amigos a su novia, especialmente a Sango. A pesar de que habían hablado y dejado clara la situación, seguía sintiendo un poco de angustia con todo lo que eso significaba.
Pensó ahora en su novia, Shima. La muchacha era muy atenta con él, sabía que lo quería y eso era algo mutuo, aunque temía llegar a un punto en el que los sentimientos no fuesen recíprocos. Había evitado pensar en eso, pero era consciente de que existía la posibilidad. Sin embargo, había decidido darse otra oportunidad y simplemente disfrutaba día a día lo que vivía con ella, y se lo agradecía. La había hecho partícipe de su vida, hablándole de sus amigos y la importancia que ellos tenían para él. No había profundizado en su relación con la castaña, aunque fue sincero sobre su pasado y el hecho de que eran exnovios. Shima había sido comprensiva, había mostrado suficiente madurez como para aceptar que siguieran siendo amigos e incluso le había dicho que no le molestaba que considerara a Sango como la persona más cercana a él. No podía evitar que la unión y confianza que habían construido por años persistiera a pesar de todo lo ocurrido. Además, el hecho de que supiera que su amiga estaba casada y embarazada había ayudado en eso, estaba seguro, aunque Shima no lo hubiera admitido directamente.
Cerró los ojos, estaba cansado y seguir pensando en toda la situación sólo iba a agotarlo más. Lo mejor era dormir y esperar al día siguiente, porque pronto sus amigos conocerían a la muchacha que había sido capaz de alentarlo a seguir adelante y volver a intentarlo.
Gruñó entre dientes, tragándose las palabras mientras escuchaba otro sermón más de su esposo, quien le hablaba molesto al otro lado del teléfono. Entornó los ojos al escuchar cómo se suponía que debía quedarse segura en casa, porque salir, aunque fuese por té y pastel donde Kagome, era demasiado peligroso. Chasqueó la lengua, interrumpiendo a Kuranosuke en medio de una frase que sonaba mucho más como si fuese un padre regañando a su hija.
— ¿Ya terminaste? Porque creo que no soy tu hija para que me sermonees de esa forma.
— No, eres mi esposa. Además, habíamos hablado de esto hace unos días…
— Sí, cuando me dijiste que preferías que me fuera a Kyōto lo antes posible — recordó, frunciendo el ceño —. Pero mi médico dijo que…
— No me interesa. No te conoce, no sabe lo imprudente que puedes ser a veces.
— ¿Imprudente? Me he comportado bastante bien estos meses, no haría nada que pusiera en riesgo a nuestras pequeñas, creí que había quedado claro…
— Prefiero prevenir que lamentar. Mamá me ha dicho que no puedes estar tranquila ni siquiera en casa…
— Por favor, ¿qué quieren? ¿Confinarme en mi habitación, que no me levante del futón? Sabes perfectamente que el riesgo de pérdida pasó hace bastante tiempo.
— Independiente de eso, debes cuidarte, no sólo en lo físico. Recuerda que ahora eres parte de la familia Takeda, tus actos hablan por todos nosotros…
— ¿De verdad…? ¿Sabes qué? Estoy cansada de esta discusión, siempre es igual. No hice nada malo, y mientras eso no entre en tu dura cabecita, no volveré a hablar contigo. Adiós.
Cortó la comunicación, sintiéndose agotada tanto física como emocionalmente. Intentó tranquilizarse, respirando profundo para que la molestia fuera menguando, hasta que se sintió un poco más relajada. Miró las paredes que la rodeaban y negó con un gesto, anticipándose a lo que ocurriría en un par de horas, cuando su esposo volviera del trabajo y siguiera con esa discusión sin sentido. Estaba cansada de la situación, a pesar de todo el apoyo mostrado por Kuranosuke luego de que supiera del embarazo, poco a poco había ido convirtiéndose en alguien opresivo, dejándose llevar por el aire de superioridad y severidad que su suegra había impuesto desde su llegada. Si bien ella no se había llevado mal con la mujer, poco a poco había notado cómo era juzgada en silencio, y supo que el accidente ocurrido meses atrás había sido atribuido a su imprudencia e irresponsabilidad, pese a todo lo que Kuranosuke la había apoyado. Por lo mismo, la señora Takeda mayor había comenzado de a poco a cambiar las reglas de su hogar, imponiendo disciplina, algo que faltaba por montones, según su criterio.
Buscó entre sus cosas y sacó un manojo de llaves, mirándolas con algo de nostalgia, porque todas abrían puertas que solían darle un ambiente cálido y tranquilo. Inhaló profundo y tomó una decisión, saliendo de su habitación y dirigiéndose a la calle, evitando ser vista por su suegra o cualquiera de las criadas de la mansión; detuvo un taxi y, sin dudarlo, dio una dirección. Una vez allí, esperó el ascensor, presionó el botón en el tablero y llegó al piso de su destino, caminó hasta llegar a la puerta, esbozando una sonrisa llena de melancolía. Sacó el manojo de llaves, buscó la que necesitaba y abrió la puerta, entrando al lugar con cuidado. Miró con detenimiento la sala ordenada, la decoración sencilla que siempre le resultaba reconfortante y suspiró con alivio, sintiéndose extrañamente en su hogar. Se sentó en el sofá, necesitaba recuperar el aliento, después de todo cargaba con un embarazo avanzado y, considerando que eran gemelas, su cansancio era más que esperable. Sin embargo, sabía que por lo menos en ese lugar podía encontrar paz, algo que necesitaba para que tanto su cuerpo como su alma descansaran de todos los disgustos soportados ese tiempo.
Metió la llave en la cerradura y abrió la puerta, entrando después de su compañera y abriendo las cortinas para que la luz del mediodía ingresara por las ventanas. Miró el interior de su departamento y entrecerró las cejas, extrañándose al notar que algunas cosas no estaban como él las había dejado la vez pasada. Le hizo un gesto a Shima para que no se moviera, en tanto él revisaba el lugar.
Pese a su sospecha inicial, no había signos de violencia o de que faltara algo, por lo que descartó un robo. Además, hubiese sido un ladrón bastante atípico, pues por lo que él podía notar, se había sentado a beber té, dejando la taza en la mesa de centro y un par de cojines desordenados en su sofá. Cuando concluyó que el visitante no era un delincuente, su semblante se suavizó, aunque la preocupación no se esfumó de su rostro. Fue hasta su habitación, encontrando la puerta entreabierta; la empujó suavemente para poder entrar y soltó un suspiro al ver quien se encontraba en su cama, recostada de costado dándole la espalda.
— Cielos, Sango, casi me das un infarto — se acercó, sabiendo que ella se encontraba despierta, aunque no se hubiese movido de su posición —. ¿Estás bien?
— Sí, lo siento… no quise asustarte. Perdón, había olvidado que llegabas hoy… — Ella se acomodó para sentarse, aunque lo hizo de forma lenta debido a su abultado vientre. Miroku se apresuró en ayudarla, mientras seguía intentando averiguar el motivo de su presencia en su departamento.
— No te aflijas por eso… sólo me gustaría saber por qué estás aquí. ¿Pasó algo…?
— Yo… sólo quería estar tranquila. Lamento no haberte dicho nada, pensaba dejar todo en su lugar y…
— Está bien, no me molesta que hayas venido, pero sí me preocupa. ¿Qué ocurre?
Sango soltó un suspiro, odiaba que la situación la hubiese llevado a ocupar ese último recurso de escape, pero sabía que eso podía ocurrir con todos los precedentes que tenía de la familia Takeda.
— Bueno, la verdad es que me he sentido bastante agobiada este último tiempo. ¿Recuerdas que te comenté que Kuranosuke y su madre habían comenzado a imponer reglas como si yo fuese una niña? Pues bien… sólo ha sido motivo de discusión. Él insiste en que soy irresponsable e imprudente y me impone la carga de su apellido, como si fuese a hacer algo que pudiese dañar a las niñas. Parece que no comprende cuán difícil ya es todo esto para mí y… — Sango se detuvo de golpe, mirando fijamente la entrada y viendo a una muchacha de pie observándolos con duda. — Oh, lo siento… pasé por alto que esta vez vendrías acompañado, me disculpo, no quise causar ningún inconveniente…
Miroku también miró hacia la puerta, sonriendo levemente mientras le hacía un gesto a su novia para que se acercara a ellos.
— Está bien, creo que no hay problema. Sango, te presento a Shima… — Hizo el gesto señalando a cada una, sintiéndose un tanto incómodo con la situación. — Shima, ella es Sango… lamento que se conozcan así, no es precisamente como lo había imaginado…
— Es mi culpa, no debí venir sin avisar… de nuevo, perdón por eso — Sango se sonrojó, había hecho algo muy inapropiado, ahora que lo pensaba. De todas formas, no quería ser descortés tampoco —. No quise asustarlos. Es un gusto conocerla al fin, Miroku nos ha hablado mucho sobre usted.
— Y-Yo… Ah… el gusto es mío. También había escuchado mucho de usted… — La muchacha realizó una exagerada inclinación de su cabeza, causando que Sango arrugara las cejas.
— Por favor, puedes tutearme. No es necesario que me trates de manera formal, después de todo sólo soy una amiga de Miroku.
— Está bien… lo mismo digo. Y no te disculpes por lo ocurrido, supongo que debes tener tus motivos…
— Sí… estaba explicándole la situación a Miroku, pero creo que es hora de volver a mi casa. Seguro Kuranosuke estará hecho una furia — ella comenzó a ponerse de pie de forma pausada, a lo que no tan sólo el abogado comenzó a ayudarla, sino que Shima también —. Muchas gracias…
— ¿Quieres que te vaya a dejar? — Preguntó él, seguía un poco preocupado por lo que ella le había relatado antes de que los interrumpiera su novia.
— No, pediré un taxi. No quisiera que te armaran una escena a ti sólo por ser amable.
— De acuerdo. Me avisas cuando llegues.
— Por supuesto, estaré en contacto. Además, debemos coordinar una cena…
— Es cierto. Ve con cuidado.
— Siempre. Hasta luego, Shima. La próxima vez, podremos charlar mejor. Y Miroku… muchas gracias.
— No es nada, lo sabes.
Sango se despidió con un movimiento de su mano antes de abandonar el lugar, dejando al abogado a solas con su secretaria. Él soltó un suspiro, mientras que ella mantenía su vista fija en sus ojos, de forma interrogante.
— ¿Le ocurrió algo malo? No es normal que alguien busque refugio en el departamento de otra persona… — Aunque intentó ocultarlo, él pudo sentir la pizca de molestia escondida en sus palabras.
— Tuvo problemas con la familia de su esposo… Es algo que viene pasando desde hace algún tiempo. Supongo que pensó que nadie podría molestarla aquí — explicó la situación, sabía que era normal que ella se sintiera un tanto molesta con eso, porque no era algo habitual.
— ¿Y cómo entró?
— Tiene una copia de mis llaves… yo también tengo de las de su departamento. Sólo las usaríamos en caso de emergencia, creo que esto podría considerarse una situación así… — Recordó que le había devuelto el juego de llaves escondido entre otras cosas que eran de ella, algunos días antes de decidir marcharse a Hokkaidō, porque para él era importante que ella las tuviera, aún si no podía explicar la razón.
— Bien… comprendo, aunque sigue pareciéndome raro. Pero, si lo pienso bien, no lo es tanto… después de todo, es tu familia.
Miroku simplemente asintió a la idea, porque no le daría muchas más vueltas al asunto. Podía preguntarse porqué no cambió la chapa a su puerta, o le pidió las llaves de vuelta a Sango en algún momento, pero la verdad era que nunca lo había pensado porque seguía sintiendo la confianza como para que ella las tuviera.
— Gracias por comprender. Ahora, creo que sería mejor si comemos algo y luego ordenamos nuestras cosas, así aprovecho de preparar la habitación que tú ocuparás.
— Me parece una buena idea.
No hablaron más del tema, algo que alivió al ojiazul porque no quería tener conflictos causados por la relación tan íntima que tenía con Sango.
Dejó que la calidez y alegría de quienes la acompañaban se impregnara también en su ser, soltando una carcajada al escuchar la historia de InuYasha, quien siempre hacía bromas imitando a sus compañeros de trabajo. Pronto estuvo sirviéndose el postre, en tanto era el turno de Shima para responder el interrogatorio de Kagome. Mientras escuchaba sobre cuánto se había esforzado en terminar sus estudios de secretariado y lo mucho que debió trabajar y sacrificarse para obtener el puesto que actualmente ocupaba, notó a Miroku levantarse de su puesto y desaparecer un par de minutos, hasta que volvió con una bandeja llena de aperitivos dulces en miniatura. La dejó en la mesa y esta vez, procuró sentarse a su lado, algo que le llamó la atención, aunque no hizo ningún comentario, hasta que él le habló.
— ¿Has estado mejor?
— Ah, ya sabes… fue todo un escándalo aquel día porque nadie sabía dónde estaba. Discutimos, de nuevo; les expliqué que estaban exagerando y que deberían tener claro que no pongo en riesgo a las niñas, de nuevo; me recriminaron por… bueno, por todo lo imprudente e inapropiado que he hecho, de nuevo; me aburrí de intentar que comprendieran mi punto y terminé ignorándolos por mi sanidad mental, de nuevo. Como ves, las cosas no han cambiado mucho el último tiempo — se encogió de hombros, restándole importancia porque para ella esa rutina ya era algo cotidiano con lo que había aprendido a vivir.
— Sigue siendo una situación desagradable para ti, y preocupante para nosotros — a pesar del intento de Sango por minimizar lo ocurrido, Miroku no podía hacerlo —. Más ahora que no deberías pasar malos ratos.
— Lo sé… y no puedo pedirles que no se preocupen, pero estaré bien.
— Pues, no lo parecía ayer. Por algo viniste a mi departamento para estar tranquila — sus ojos reflejaron la inquietud que todo eso le causaba —. Sé que no lo habrías hecho de no sentirte realmente superada.
Sango soltó un suspiro, bajando la mirada hasta su vientre mientras lo acariciaba con algo de aprensión, gesto que no pasó desapercibido para su compañero.
— Tienes razón, a veces siento que voy a explotar y sólo deseo estar tranquila, sin que nadie me fastidie. De todas formas, es algo momentáneo y luego de tener un respiro, puedo seguir…
— Un respiro es una cosa, Sango. Huir de la casa y esconderte donde nadie pudiese encontrarte, es algo distinto. No quiero parecer insistente, pero te conozco y…
— Fue un error. No volverá a pasar, lo prometo.
— No estás entendiendo. No me molesta que hayas venido, sabes que puedes hacerlo cuando quieras. Estoy preocupado por ti. La idea siempre fue que estuvieras tranquila y fueses feliz. Y si no es así, yo… — Se atrevió a tomar una de sus manos en un gesto de anhelo evidente.
— ¿Tú, qué? — Ella terminó el contacto de inmediato, volviendo a mirarlo a los ojos. — Piensa lo que estás insinuando, Miroku. Ahora tienes novia, y yo soy una mujer casada. Tienes que asumir que la vida no siempre va a ser color de rosas, pero tenemos que aprender a superar las adversidades. Deberías estar contento, se nota que todo te ha estado saliendo bien, y Shima parece una buena muchacha. No vayas a cometer alguna estupidez pensando que haces lo mejor para mí. Ahora, deberías preocuparte más por ti.
Fue el turno de él de agachar la mirada, un tanto dolido. Sabía que su amiga tenía razón, muy a pesar de lo que quisiera creer o de lo que estuviese dispuesto a arriesgar él. Entendía las razones de Sango para mantener el matrimonio, y por lo mismo estaba intentando seguir adelante. Pero ante la más pequeña señal de que ella tenía algún problema, podía dejar todo de lado por ofrecerle una escapatoria. Sin embargo, las cosas no eran tan simples, eso lo tenía más que claro. Asintió levemente, dándole la razón a Sango.
— Es verdad, lo lamento… yo sólo…
— No me des explicaciones, lo entiendo. Perdón si fui demasiado dura, sentí que era la única forma en la que comprenderías…
— Está bien. Debo aceptar nuestra realidad, no me queda de otra.
Sonrieron levemente, ambos sabían que las dificultades apenas estaban comenzando. Miroku dirigió luego la mirada hacia su novia, quien estaba un tanto avergonzada mientras Kagome parecía acosarla con preguntas que él no lograba escuchar. Acentuó su gesto, Shima era una chica excepcional y no podía permitirse dañarla, ella no era culpable de sus errores pasados. Debía seguir adelante con sus decisiones, encontrando la fortaleza de algún modo.
De pronto, frunció el ceño al ver que su amigo discutía con Kagome en voz baja, dejando de lado a Shima.
— Este no es el momento ni el lugar, InuYasha.
— Pues yo no la veo tanto como tú. Es el momento que tendré para preguntarle.
— ¿Justo ahora? Podrías esperar… — La azabache guardó silencio al notar su mirada, aparentando que nada había pasado, aunque su compañero no le siguió el juego de disimulación.
— Keh, claro que no puedo. Oye, Sango — la castaña levantó la vista al escuchar su nombre, confundida —. ¿Cuándo pensabas decirnos que te irías a Kyōto?
— Eh… yo… — Enrojeció, apretando los puños. — Aún no sé exactamente cuándo me iré y…
— Podrías haberlo mencionado. ¿Acaso nos íbamos a enterar cuando estuvieses abordando el tren? No es como que aún esté en "veremos", sino que es definitivo, ¿verdad?
— S-Sí… No hemos decidido si será antes o después del nacimiento de las gemelas, pero eventualmente viviremos allá… ¿Cómo lo supiste?
— Kuranosuke mencionó algo sobre un nuevo compañero definitivo, le pregunté por qué y me lo dijo. Creyó que ya lo sabría. ¿No se supone que soy tu compañero?
— Lo siento, no quería agobiarlos con el tema, sigue siendo algo complicado para mí…
InuYasha entornó los ojos, todos estaban seguros de que hubiese querido agregar algo más, pero se contuvo para no empeorar el ambiente. Kagome negó con un gesto, entendía cuán compleja podía ser la situación para su amiga.
— Lo entendemos… o por lo menos, la mayoría — miró de forma despectiva a InuYasha, quien había chasqueado la lengua en desaprobación a sus palabras —. ¿Ya vieron los traslados y ese tipo de cosas?
— Bueno, Kuranosuke seguirá trabajando aquí, ya que no hay posibilidad de que se traslade como Jefe de algún cuerpo de policía. En mi caso, ya está todo listo y en cuanto acabe mi postnatal, me integraré a la policía de allá…
— Maravilloso, entonces te vas sola.
— No en realidad. Allá viviré con mis suegros y, además, papá y Kohaku…
— Genial, es mejor aún: te vas para que te puedan controlar más fácilmente — el oficial refunfuñó, era demasiado evidente que no estaba contento con la idea.
— Eso no es cierto. La idea es que me ayuden con las niñas…
— Cree lo que quieras, pero para mí es más que claro.
Kagome le dio un codazo para que se callara, pero eso no causó que el ambiente se sintiera más liviano. Por el contrario, Sango se decayó notoriamente, decidiendo marcharse al poco rato con la excusa de que estaba cansada y necesitaba ir a dormir. Sus amigos no dijeron nada, todos sabían cuál era la razón de su repentino cambio de ánimo, porque era obvio que InuYasha tenía razón, pese a que ella lo negara. Sin embargo, nada podían hacer más que apoyarla y tener paciencia.
El día nublado le causaba algo de nostalgia y cada brisa fría que le acariciaba la piel lograba ponerle la piel de gallina. Miró el cielo gris a lo lejos, sabiendo que pronto podría comenzar a llover. Por lo menos iba preparada, llevando consigo un paraguas. Siguió su camino hasta llegar a la puerta que era su destino, la que tenía en su superficie un número de color dorado. Tocó el timbre y esperó un par de segundos, escuchando a su amiga acercarse presurosa a abrirle y hacerla pasar, preocupándose de que no estuviera expuesta al frío más de lo necesario. Evaluó que estuviese lo suficientemente a resguardo antes de sonreírle y señalarle el perchero para que dejara sus cosas.
— Ponte cómoda en tanto traigo té recién hecho y algo para servirnos. ¿Tienes hambre?
— No mucha, en realidad. Pero el té me vendría de maravilla, tengo las manos congeladas — respondió, despojándose de la ropa de invierno que llevaba encima y dirigiéndose a la sala.
— Entonces, té y galletas por ahora — no tardó en ir por las cosas a la cocina, volviendo rápidamente y sentándose a su lado, los ojos castaños fijos en la figura de su amiga —. ¿Ocurre algo? Te escuchabas un poco… preocupada por teléfono.
— Bueno, la verdad es que sí. El día en que las niñas nazcan se acerca, eso me tiene un poco nerviosa — respondió, acariciando con cierto apremio su abultado abdomen —. Es probable que se adelanten un poco, dice mi médico que es una probabilidad muy alta debido a su peso.
— Es cierto, han crecido mucho — Kagome también tocó con suavidad el vientre, que a esas alturas parecía que en cualquier momento explotaría —. ¿El plan sigue siendo esperar por el trabajo de parto?
— Sí. Es lo mejor, así que en cuanto ellas den la señal, esperaremos un poco y luego me realizarán cesárea — detalló lo que debía pasar, se había esforzado mucho en que la familia de su esposo aceptara la idea en lugar de sólo programar la intervención para una fecha que a todos les acomodara.
— Vaya. Qué fuerte eres, Sango. Pronto serás madre de dos pequeñas, has decidido vivir el trabajo de parto y, además, deberás someterte a una cirugía por su causa… yo estaría aterrada. Te admiro.
— Gracias — sonrió de medio lado, ella también tenía algo de miedo, aunque lo mencionado por su amiga no eran las únicas razones —. A decir verdad, sí tengo algo de nervios por todo lo que se viene, pero hay algo más.
— ¿Qué cosa?
Sango inhaló profundo, tomando una decisión. Ya había pensado mucho al respecto y sabía que no podría soportarlo mucho más, necesitaba el apoyo de su amiga en eso, a pesar del regaño y sermón que recibiría al principio.
— Bueno… hay algo que no sabes. Llevo mucho tiempo guardando el secreto, aunque debería habértelo dicho desde el principio. Es sólo que no quería involucrarte en el problema…
— ¿Involucrarme en el problema? — Kagome arrugó las cejas, sospechando lo peor con las palabras de su amiga. — ¿Tan serio es? No me digas que Kuranosuke o alguien de su familia te ha hecho algo, porque juro que yo misma les hago frente…
— ¿Hacerme algo…? ¡No, claro que no! No me estoy refiriendo a eso, Kagome. No tiene que ver con ellos, en realidad.
— Entonces, no entiendo. ¿Qué pasa?
La castaña cerró los ojos un momento para ordenar las ideas en su cabeza, ni siquiera sabía cómo explicar la situación sin admitir que había traicionado a su compañera. Abrió los ojos para verla fijamente a la cara y se animó, era ahora o nunca.
— Hace meses, antes de casarme, ustedes organizaron mi despedida de soltera, de la cual me fui sin avisar a nadie, ¿lo recuerdas?
— Cómo olvidarlo. Pensé que podrían haberte secuestrado, menos mal que fuiste con Miroku y no a cualquier parte en donde podrías haber estado en peligro.
— Sí, pero la razón por la que decidí ir a su departamento no era tan buena, de hecho.
— Supongo que ir en vísperas de tu matrimonio donde tu ex a pedirle que te haga el amor no es una muy buena razón, en realidad, pero Miroku es un caballero y no se aprovechó de tu ebriedad. ¿A qué viene todo esto? Ya me lo habías contado — Kagome demostró su ansiedad e impaciencia, que Sango tocara el tema justo ahora era bastante extraño —. No entiendo porque luego de tantos meses… espera. ¿Acaso ustedes…?
La aludida se sonrojó, agachando la mirada en tanto la azabache abría la boca con asombro e incredulidad, la sospecha que ella había tenido en aquella oportunidad era cierta.
— Sí, Kagome. En esa oportunidad, nosotros… hicimos el amor — no levantó la vista, se sentía pésimo por haberle ocultado la verdad a su mejor amiga.
— Entonces, ¿Miroku te dijo que sí, incluso estando ebria? Bueno, la verdad creo que era algo que deseaba desde hacía tiempo…
— No fue en ese momento. ¿En serio crees que él sería capaz de aprovecharse de una situación así? Miroku fue tan considerado como siempre esa noche, me dejó durmiendo en su cama mientras él ocupaba el sofá. Fue al día siguiente. Nosotros… — Se mordió el labio al recordar las palabras dichas y los sentimientos expresados en cada gesto realizado, todos terminaban embargándola. — Fuimos sinceros. Hablamos sobre todo lo que podría habernos quedado pendiente y declaramos nuestros sentimientos. Por mi parte, lo hice porque ya me había arrepentido bastante de no haber hecho las cosas. Por otro lado, los nervios y las ansias por la boda me estaban consumiendo, además del temor que sentía ante la idea de perder la virginidad con alguien en quien no tenía tanta confianza… Estaba aterrada, Kagome. Pensé tantas cosas y finalmente decidí que quería hacer el amor, aunque fuese una vez en mi vida, y la única persona con la que podía hacerlo es Miroku.
— Cielos, Sango… no pensé que realmente fuera tan difícil. Suena bastante triste si lo planteas de esa forma — Kagome no pudo evitar mostrar su preocupación, sabía lo delicada que era la situación de la castaña, pero el panorama que se estaba revelando ante ella era mucho más complejo de lo que hubiera imaginado —. Para él también debe haber sido complicado y doloroso…
— Miroku es muy considerado, y a pesar de que probablemente el deseo debe haberlo recorrido casi todo el día, nunca lo demostró. No hasta el momento en el que me insinué, pero incluso así él quiso asegurarse de que eso era realmente lo que yo quería. Comprendió mis sentimientos porque él también los experimentaba, y ninguno de los dos quiso volver a quedarse con el qué hubiera pasado. Así que hicimos el amor, y de esa forma perdí mi virginidad con Miroku a menos de una semana de casarme.
— Casi no puedo creerlo. Digo, no pareciera que ustedes dos lo hubieran hecho… ¿Cómo pueden seguir como si nada?
— No es fácil, pero ambos sabíamos que ese momento tan especial no iba a cambiar nuestra realidad. Asumimos las consecuencias de nuestras decisiones, pero preferimos tener el recuerdo a pesar de todo.
— Qué fuertes son. Yo no podría seguir adelante después de todo eso… — Kagome no podía dejar de pensar en lo duro que debía ser para ellos aparentar que sólo eran amigos y seguir cada cual su camino, aún sabiendo sus sentimientos. Negó con un gesto, era abrumador. — Y cada día es más difícil, ¿no? Ahora que vas a ser madre y que te mudarás… — Enmudeció al procesar lo que estaba diciendo, procesando de pronto los hechos y haciendo encajar las piezas, mirando a Sango con ambos ojos abiertos de par en par. — Sango, las gemelas… ¿acaso tú…?
— No lo sé. Con Miroku no nos cuidamos de ninguna forma y no pensé en eso, tenía muchas otras cosas de las que ocuparme esos días. No fue hasta el momento en que me hice el test antes de volver a Japón, que pensé en la posibilidad. ¿Y si son de él? Tengo tanto miedo…
La azabache la abrazó con cariño, comprendiendo el temor por lo que podía significar que las pequeñas no fuesen hijas de su esposo y heredaran rasgos del abogado, que eran poco comunes y totalmente distintos a los de Takeda. Inhaló profundo, acariciándole el hombro a su amiga y tratando de darle ánimo con el gesto.
— Bueno, si llega a ser así, es probable que sea todo un escándalo y termines llevándote encima el enfado y las recriminaciones de todos los Takeda, y estoy casi segura de que de tu padre también. Eso, por un lado, pero por el otro… Miroku no te dejaría sola, bajo ninguna circunstancia. Y nosotros tampoco, Sango.
— Gracias… no sé qué haré si llega a pasar, sólo sé que voy a necesitar de mucho apoyo y me alegra saber que puedo contar contigo. Perdóname por no habértelo dicho antes…
— No pidas disculpas, eso ya no importa — no quiso dar vueltas en ese tema, porque había otras cosas de las que preocuparse ahora —. ¿Miroku lo sabe?
— Bueno, me preguntó aquella vez en el hospital, cuando le conté sobre el embarazo. Le dije que no, pero creo que no fue suficiente. De seguro debe tener la duda, aunque no ha vuelto a tocar el tema. De cualquier forma, decidimos seguir caminos separados y ahora él tiene novia… no quiero darle más problemas.
— Es verdad. En ese caso, sólo me queda desearte que las pequeñas sean idénticas a ti.
— Cruzo los dedos para que así sea.
Ambas sonrieron levemente, más en un signo de resignación que otra cosa, porque el panorama era más complicado con cada día que pasaba y lo único que podían hacer era esperar que la situación no se hiciera más difícil a futuro. Un punto favorable era que Kagome jamás iba a dejar a Sango enfrentarse sola a ese momento tan crucial y eso era una luz en medio de la penumbra para la castaña.
Siguieron platicando por un rato, principalmente cosas que Sango prefería no comentar con otras personas porque no sentía la confianza de hacerlo, como sus temores ante el inminente cambio que significaría el nacimiento de las pequeñas y las dudas mezcladas con nerviosismo respecto a su futura mudanza a Kyōto. Kagome la escuchó y apoyó lo más que pudo, sabiendo que eso le brindaba algo de tranquilidad a su amiga, aunque fue capaz de notar pequeños cambios en las facciones y actitud de su amiga que llamaron su atención, ya que cada vez iban siendo más notorios y seguidos. Arrugó el semblante cuando la castaña se encorvó un poco hacia adelante, llevando ambas manos a su vientre y contrayendo levemente el gesto, inhalando profundo, pero sin quejarse.
— ¿Qué ocurre, te sientes mal?
— No te preocupes, estoy bien. Son contracciones, comenzaron ayer por la tarde, pero ahora están siendo más seguidas y fuertes — a pesar del intento por aparentar que no debía alarmarse, el rostro de Sango la traicionó, demostrando claramente la situación.
— Creo que sí debería preocuparme. Será mejor que vayamos al hospital — mencionó la azabache, poniéndose de pie para buscar sus cosas —. Pediré un taxi, tú deberías llamar a Kuranosuke.
— No quiero molestarlo sin necesidad…
— De acuerdo, pero no vas a evitar que te lleve con el médico. Vamos, el taxi no tardará en llegar.
A regañadientes, Sango se puso de pie y siguió a su amiga, consciente de que ella no iba a desistir hasta lograr su cometido y sabiendo que probablemente, tenía razón y era momento de que consultara con un profesional.
El ruido del ajetreo callejero típico de un lunes por la tarde, cuando todos regresaban a sus hogares después de un largo día de trabajo, le sacó una sonrisa, Tōkyō seguía siendo una ciudad con mucha actividad y de cierta forma, eso se impregnaba en él cada vez que la visitaba. Observó a su acompañante terminar de pedir su cena y acentuó su gesto, su compañía era grata y reconfortante, incluso en un lugar tan caótico como ese, algo que no se esperaba.
— Tu amiga Kagome es muy simpática — murmuró la muchacha, sacando al joven de sus pensamientos —. Además de atenta y alegre. Me cae muy bien.
— Bueno, a veces puede ser muy impulsiva, pero tiene un gran corazón. Aunque no vi que compartieran tanto aquel día — se extrañó al escucharla hablar con más propiedad de lo que él hubiera esperado después de haberla conocido hacía tan poco.
— Oh, es que hemos estado intercambiando algunos mensajes de texto — Shima se sonrojó levemente al admitirlo —. Lo siento, olvidé comentártelo…
— No te disculpes, no has hecho nada malo. De todas formas, Kagome siempre ha sido así, no me extraña que quiera conocerte mejor. Me alegra que ella te caiga bien.
— Sí, es muy amable, me hace sentir incluida — murmuró, demostrando con sus ojos que ese sentimiento no era igual con los otros dos integrantes del grupo.
— Lamento si InuYasha y Sango se muestran un tanto distantes, creo que en estos momentos tienen muchas cosas de las que ocuparse y por eso…
— No me des explicaciones, Miroku. Disculpa si di a entender que no me sentía cómoda con ellos, eso no es así. Es sólo que… supongo que no todos podemos llevarnos tan bien. Pero tus amigos fueron muy corteses conmigo, fue grato conocerlos por fin en persona.
— Me alivia escucharte, porque las cosas no salieron precisamente como lo esperaba…
— Bueno, no puedes estar siempre reprochándote por cosas que ya pasaron. Hay que seguir adelante, ¿no?
El abogado asintió levemente, comprendiendo que su novia tenía razón. Además, considerando su situación con Sango y que InuYasha insistiera en que ambos eran idiotas, la reunión de aquel día salió mejor de lo que podría haber pronosticado. En ese momento, el mesero llegó con la comida que habían pedido, dejándola frente a ellos con cuidado antes de retirarse. Aprovechó de tomar su mano antes de que ella comenzara a comer, llamando la atención de la castaña, que entrecerró los ojos para mirarlo confundida.
— Shima, quería decirte que… bueno, venir a Tōkyō contigo ha hecho que me dé cuenta de la calma que logras transmitirme. Muchas gracias.
— M-Miroku… No deberías agradecer por eso, no es nada… — Sus mejillas rojas denotaron el nerviosismo ante sus palabras, la mirada de Miroku estaba cargada de sinceridad y gratitud.
— Es mucho para mí. De verdad.
La muchacha sólo sonrió, para ella era gratificante poder complacer así a su novio porque significaba que podía ser parte de su vida también en esa ciudad tan alejada de su hogar.
— No es nada, me alegra que sea así.
Él le devolvió la sonrisa, pero antes de que pudiese responderle algo, su móvil comenzó a sonar con una llamada entrante. Miró la pantalla, extrañándose al ver que la luz parpadeante indicaba el nombre de su mejor amigo. Le hizo un gesto de disculpa a Shima y contestó el aparato.
— ¿InuYasha?
— Miroku, ¿dónde estás? Voy camino al hospital por Kagome, tú también deberías ir, ella insistió en eso. ¡Maldición, llevo prisa, imbécil! — Interrumpió su explicación para gritarle a alguien fuera de su vehículo, quizá otro conductor.
— ¿Al hospital? Más despacio, no te estoy entendiendo. ¿Kagome está bien?
— ¡Claro que sí! Keh, debería encender la baliza, no tengo tiempo que perder respetando el tránsito…
— ¿Qué ocurrió? Podrías explicarte, sigo sin entender.
— Sango entró a pabellón. Las gemelas deben estar naciendo.
El abogado abrió levemente la boca al escucharlo, procesando la noticia mientras su novia lo miraba confundida. Tardó un par de segundos en poder responder, durante los cuales InuYasha siguió lanzando reclamos e insultos hacia otros vehículos.
— ¿S-Sango…? ¿Pero no es demasiado pronto? Creí que el próximo mes…
— Pues no, decidieron adelantarse. ¡Estoy señalizando, idiota! Carajo, estos tipos no saben conducir…
— ¿Estás seguro de que ella…?
— ¡Mierda, Miroku, no bromearía con esto! Voy a cortarte, nos vemos allá.
La llamada finalizó, dejando a Miroku con el rostro pálido y mostrando claramente su confusión e incredulidad ante la situación. Shima lo observó unos segundos antes de atreverse a preguntarle lo ocurrido, porque no estaba segura de cómo reaccionar.
— ¿Qué ocurrió, algo malo?
— N-No… es sólo que Sango está dando a luz.
Y así, hago mi reaparición por estos lados. Lamento la desaparición, pero estoy en época de sequía cerebral. Esperemos que con esto pueda hacer algo y seguir avanzando, porque la verdad me estresa no poder escribir al ritmo que estoy acostumbrada.
Agradecimientos miles a todos los que se pasan a leer, en especial a quienes dejan sus reviews~ y a quienes -espero- son mis fieles compañeros de drama: Avril Garcia, Loops, lana diamonds y Caroan185. Las quiero con todo mi corazoncito agrio de limón :3 y bueno, como siempre, a Nuez por apoyarme en cada loco proyecto.
Nos leemos pronto, espero~
Yumi~
