DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.


Je vais T'aimer —

XVIII

Inesperado cambio —


—"Crucifica mi amor, si mi amor es ciego.
Crucifica mi amor, si esto me libera.
Nunca supe, nunca confié en 'que el amor debería ver un color'.
Crucifica mi amor, si debe ser de esta forma.

Oscila el dolor en mi corazón, lo siento de adentro hacia fuera.
Cuando el viento llora, diré adiós.

Traté de aprender, traté de encontrar, de alcanzar la eternidad.
¿Dónde está la respuesta? ¿Esto es para siempre?"—

Crucify my love; X Japan —


El movimiento en la sala de espera en la que se encontraban parecía serles indiferente, como si estuviesen en una burbuja de incierta vigilia mientras las noticias tardaban en revelarse. Ni siquiera la llegada de la familia de Sango había roto ese hermetismo, sólo procuraron saludar educadamente en tanto el padre exigía su derecho de ver a su hija y Kohaku se sentaba junto a ellos, en silencio y con la mirada perdida en algún pensamiento que no compartió con nadie.

Miroku soltó un suspiro, su mente divagando en preocupaciones que no podía expresar abiertamente pero que no lo abandonaban desde que su amigo le dijera la situación. Sabía que era un momento crítico, por decir lo menos, ya que si los bebés llegaban a tener algún rasgo que reflejara que su progenitor no era Kuranosuke, la castaña comenzaría a vivir un infierno debido a las recriminaciones, culpas y consecuencias. No podía negar que, en algún momento, la ilusión de que los pequeños fuesen suyos y aferrarse a eso para intentar reconstruir su relación con Sango escapando de toda esa asfixiante situación había sido más que una tentación y por un momento, deseó que fuese así. Sin embargo, pronto había comprendido que la realidad no era tan simple y que eso traería más problemas que soluciones. Por lo mismo, no insistió en preguntar sobre la posibilidad y prefirió mantener las cosas como estaban, esperando que el futuro fuera más benévolo con su amiga.

Pero el momento de la verdad había llegado, y la tardanza en tener alguna información sólo le causaba angustia y temía que sus miedos se hicieran realidad. Con impotencia, apretó la mandíbula y los puños casi sin darse cuenta, para canalizar sus sentimientos de alguna manera. Su acto reflejo fue respondido con un suave y cálido apretón en sus manos, sacándolo completamente de sus pensamientos.

— ¿Te encuentras bien? Pareces preocupado.

La voz de Shima fue como una bofetada que lo trajo de vuelta al presente, a la realidad. Levantó la vista para mirarla a los ojos y esbozó una ligera sonrisa, intentando aparentar calma.

— Creo que son los nervios. Nunca había estado en una situación así — admitió algo que no era del todo mentira, porque en su vida había esperado un nacimiento.

— Comprendo. Deberías relajarte, seguro todo sale bien — lo animó, regalándole una sonrisa que estaba llena de buenos deseos.

— Gracias, lo intentaré.

A pesar de sus palabras, él no podía cumplirlas porque, en tanto no tuvieran novedades positivas, el miedo iba in crescendo y no podía ocultarlo, su lenguaje físico era involuntario e inconsciente.

— Miroku, ¿me acompañas? Iré por algo para comer — Kagome fue quien lo interrumpió ahora, logrando que él la mirara a la cara y notara también la preocupación que era evidente en sus ojos.

— Por supuesto. Regreso en seguida — le dirigió una sonrisa a su novia mientras se ponía de pie para acompañar a su amiga.

Caminaron en silencio hasta la cafetería, que quedaba cerca de la salida al estacionamiento, y pidieron algunos bocadillos dulces y café para todos. Esperaron en silencio, y en cuanto las bebidas calientes estuvieron listas, Miroku dirigió su mano hacia los vasos para tomarlos y comenzar el trayecto de regreso a la sala de espera, pero la mano de Kagome detuvo su acción, al posarse sobre la suya.

— ¿No preferirías tomarte ese café aquí? — El destello en los ojos castaños le dijo mucho más que las palabras, tenían un signo de confidencialidad que él conocía muy bien.

— Pero los demás… ¿Y si hay noticias…?

— Aún así, no puedes hacer mucho. ¿Nos sentamos? — Lo llevó suavemente hasta una de las mesas que estaban desocupadas y se acomodaron, Miroku aún un poco confundido con la actitud de su amiga, quien no esperó para explicarse porque no quería que él llevara esa carga solo. — Lo sé, Miroku. Sango me lo contó hoy. Oh, han sido tan fuertes todo este tiempo…

— E-Espera… — Él dirigió su mirada directo hacia la de ella, tan sorprendido como aturdido con la revelación. — ¿Ella…? ¿Qué es lo que te contó? Porque no sé qué…

— No es necesario que lo ocultes — interrumpió su excusa, con una triste sonrisa —. Me dijo lo que había pasado después de su despedida de soltera. No es algo que no sospechara en un principio, pero pensé que el miedo a lo que podía ocurrir después la había detenido. Y ahora sé que no fue así, y después de tantos meses, el riesgo que hay…

— ¿Riesgo? No entiendo a qué te refieres, sólo fue una noche y nosotros…

— Ustedes no tomaron precauciones, Miroku. Y sé que debes tener las mismas sospechas que ella, sólo que no lo han compartido con nadie — Kagome soltó un suspiro, presionando con cariño la mano de su amigo, quien ahora había bajado la mirada, admitiendo la situación.

— Ni siquiera entre nosotros… Cuando me dijo que no había posibilidad, no le creí, pero tampoco seguí insistiendo porque, ¿qué podía hacer? Nada de lo que dijera iba a cambiar la situación, porque su matrimonio es más que una decisión sentimental y debía seguir adelante. Pero la sospecha siempre ha estado ahí, y ahora…

— Lo sé. Después de todo, tienes unos rasgos no tan comunes y podría ser algo demasiado notorio…

Miroku cerró los ojos, negando con un gesto abatido y un millón de sentimientos ahogándolo en un intento desesperado por salir. Presionó un poco más fuerte la mano de su amiga, llamando su atención.

— No sé qué hacer, Kagome. Cuando llegué a Tōkyō hace unos días, encontré a Sango en mi departamento. Había ido escapando de Kuranosuke y su familia, porque no hacen más que imponerle normas, responsabilidades y estaba cansada de discutir. No voy a mentirte, si en cualquier momento me pidiera que dejara todo a un lado y volviéramos, que comenzáramos de nuevo, aún si eso implicara irnos… no me importaría lo que deje atrás, lo haría. Sigo amándola y ver toda esa presión en ella, que su sonrisa no es del todo sincera, que sus ojos no pueden mostrar una genuina calma… E, incluso con todo eso, no puedo hacer nada. Ella ha tomado sus decisiones muy consciente de todas las consecuencias y está dispuesta a enfrentar lo que sea que venga.

— Es cierto. Ahora lo comprendo mucho mejor. Al principio, me sentía molesta con ustedes porque sentí que se rindieron sin siquiera intentarlo. Pero con el tiempo, al conocer mucho mejor la situación comencé a entender sus decisiones y dejé de juzgarlos. No es fácil el camino que cada uno de ustedes eligió, y admiro la fortaleza que tienen para seguir adelante. Admiro que Sango se mantenga firme en su matrimonio, a pesar de que no esté del todo cómoda y tenga tantos problemas, porque está actuando según su crianza y demuestra lo íntegra que es a pesar de todo. Y admiro que tú hayas seguido adelante, conservando la amistad, aunque haya tantos sentimientos y tentaciones, que decidieras intentarlo con alguien más incluso con todo el peso que debes tener ahora sobre tus hombros… — La azabache sonrió levemente, revolviendo con suavidad su café. — Son personas muy fuertes, Miroku, y considerando todo lo que hay detrás, deberías sentirte orgulloso de poder estar hoy aquí, dispuesto a asumir las consecuencias si algo sale mal, pero sin intención de dañar a nadie. Por favor, no te angusties por lo que pueda pasar. Sólo sigue adelante y espera lo mejor.

— Kagome… — Él esbozó una ligera sonrisa, sintiendo la calidez del apoyo y el alivio al compartir sus preocupaciones y ser comprendido. — Muchas gracias, no sabes cuánta falta me hacía esto.

— Créeme, lo sé. Por lo mismo te saqué de ahí dentro — le devolvió la sonrisa, un poco más tranquila al haberlo ayudado, aunque fuese un poco.

— Desearía no seguir pensando en el asunto, pero es difícil hacerlo. Se supone que ahora tengo novia y Shima es una buena chica, no merece sufrir. Y, pese a eso, si los hijos de Sango llegasen a tener rasgos míos, será un golpe duro para ella. Incluso si eso no implica que volvamos a ser novios, es una situación bastante atípica e incómoda. Me siento mal al darme cuenta de que le terminaría rompiendo el corazón sin dudarlo ante una sola oportunidad con Sango. Debería simplemente olvidarme de esa posibilidad e irme, ¿no? Si sólo me alejo de ella y refuerzo mi relación con Shima…

— Miroku, lo que deberías hacer es dejar de pensar tanto y esperar un poco. Si tomas decisiones apresuradas basadas sólo en lo que estás sintiendo ahora, es muy probable que luego te arrepientas. Y no me digas que no, porque eso es exactamente lo que pasó hace algunos años — agregó al ver que él hizo un gesto de ofendido —. Lo mejor sería que volviéramos y cuando tengamos más noticias, decidas los pasos a seguir. ¿No crees?

El abogado asintió con un gesto, aceptando que ella tenía razón y su propuesta era lo más recomendable en esos momentos. Y también sabiendo que era cierto que no tomaba buenas decisiones cuando se dejaba dominar por sus sentimientos y confusión.

— Tienes razón. De verdad, muchas gracias por esto.

— No es nada. Sólo no vayas a cometer alguna estupidez. ¿De acuerdo?

— De acuerdo.

Ambos se pusieron de pie y comenzaron el trayecto de regreso, porque era momento de enfrentar esa realidad y todo lo que podía cambiar desde ese día.


Cerró los ojos, disfrutando del silencio que por fin tenía después del nacimiento de sus pequeñas. Miró a su lado con una sonrisa, sus bebés resultaron ser dos hermosas niñas que, según su padre, eran idénticas a ella cuando nació. Se acomodó con cuidado de no despertarlas, sintiendo una reconfortante alegría en su pecho, una tranquilidad que llegaba a embargarla, tan opuesta a los nervios y la angustia que sentía días atrás.

— Serán unas niñas muy felices, lo prometo.

Acarició su rostro, la calidez y suavidad de su piel le cosquilleaba los dedos, siendo una de las cosas más delicadas que había tocado. Suspiró, se veían tan frágiles y, sin embargo, habían nacido sin ningún problema. Simplemente, eran perfectas a sus ojos.

— Permiso, ¿puedo pasar?

La voz de Miroku interrumpió su contemplación, ella asintió con un gesto, permitiéndole acercarse y sentarse a su lado. Él miró primero con cariño a las bebés y luego a Sango, sonriéndole antes de entregarle un par de paquetes de regalo.

— Disculpa, no me dio tiempo de verles algo mejor — dijo, un poco apenado —. Fue algo sorpresivo.

— No te preocupes por eso, muchas gracias. Y sí, lo fue. Y más rápido de lo que pensé. Cuando llegamos al hospital, me ingresaron de inmediato al pabellón — negó suavemente al recordarlo —. Al parecer, el trabajo de parto había avanzado más de lo que yo creí.

— Vaya, quizá sea por tu tolerancia al dolor. Siempre fue alta, ¿no?

— Sí, es una opción. De no ser por la insistencia de Kagome, es probable que no hubiese alcanzado a llegar.

— Bueno, pero lo importante es que todo salió bien y ustedes se encuentran en perfecto estado — él le sonrió, animándola ante la culpa que comenzaba a asomar en sus ojos.

— Tienes razón. ¿Y los muchachos? — Preguntó con curiosidad, más temprano habían estado con ella y le habían prometido ir en cuanto Kuranosuke y su familia no estuviese rondando, para que pudieran hablar más tranquilos.

— Fueron a comer algo, InuYasha estaba de malas porque sólo había probado bocadillos dulces, dijo que quería comida de verdad — respondió, encogiéndose de hombros.

— Oh, ya veo… ¿y tú no fuiste?

— No tengo apetito, la verdad — admitió, soltando un suspiro —. Fui a dejar a Shima al departamento para que descansara y volví. No te molesta, ¿verdad?

— No… de hecho, quería hablar contigo a solas — Sango se mordió el labio, un tanto nerviosa por la situación, pero segura de lo que haría —. Hace unos meses te dije que no había posibilidad de que tú… bueno, de que fuesen tuyas, pero la verdad es que…

— Sango, está bien — Miroku la interrumpió, tomándole suavemente la mano y con una sonrisa tranquila en el rostro, algo que extrañó a la muchacha —. Lo sé. Siempre lo supe, pero es tu decisión. Incluso ahora.

Ella presionó la mano de su compañero al escucharlo, adivinando cuánto había luchado él antes de llegar a esa respuesta. Seguro era tanto como lo que había peleado ella con el miedo y la incertidumbre del futuro, incluso desde el principio, cuando su ginecobstetra había calculado la fecha de concepción. Sabía la respuesta desde el primer momento, pero no podía admitirla, no en la situación en la que se encontraba, mucho menos ahora que sus hijas no habían heredado rasgos paternos evidentes.

— Gracias — murmuró, sonriéndole levemente —. Muchas gracias, Miroku.

— No tienes nada que agradecer — él le devolvió el gesto, para luego mirar a las pequeñas que seguían durmiendo junto a Sango, tranquilamente —. ¿Y cómo se llamarán?

— Bueno… Kuranosuke había pensado nombres sólo en caso de que fuesen varones, aún después de que las últimas ecografías mostraron claramente que serían niñas. Y yo no he pensado en nada, la verdad — admitió, sintiéndose un tanto irresponsable por eso.

— Oh, entiendo… — Él siguió mirando a las pequeñas y luego sonrió, con un extraño brillo en sus ojos. — ¿Puedo hacer una sugerencia?

— ¿Tienes algo en mente? — Sango estaba confundida, la seguridad en la mirada de Miroku era extraña en esa situación.

— Algo así… ¿Te molesta o es demasiado raro?

— No me molesta, es sólo que… no es algo que hubiese esperado. Pero puedes hacerla, estaré encantada de escucharla — terminó sonriendo, porque si le iba a negar la certeza de la paternidad, podría por lo menos permitirle ese privilegio.

— Está bien, gracias — Miroku inhaló profundo antes de soltar ambos nombres, porque sabía que eso sería algo que acompañaría a las pequeñas de por vida —. Había pensado en Mao y Mei.

Sango lo escuchó atenta y asintió con una amplia sonrisa justo en el momento en el que ambas niñas comenzaban a despertar y llorar. Ella tomó a una, mientras respondía con un gesto la petición de Miroku para cargar a la otra, calmándolas con cariño.

— Me gustan ambos nombres, tienen un significado muy especial también — miró a los ojos a la pequeña que estaba en sus brazos y le tocó la nariz con un dedo, logrando que se riera —. Veamos… ¿Qué te parece Mao para ti, eh? ¿Te gusta?

Miroku observó a la castaña hablándole animadamente a la bebé, que reía y hacía muecas con sus palabras, sonriendo antes de mirar a quien descansaba en sus brazos, los ojos abiertos fijos en él. Le acarició una mejilla, con el pecho apretado y un sentimiento desbordante que no sabía describir, creciendo en su interior.

— Entonces, tú serías Mei, ¿no? ¿Estás de acuerdo, pequeña?

La lactante siguió con la vista fija en él, ahora haciéndole muecas y sonriendo, algo que sólo logró emocionarlo más. Ayudó a Sango a cambiarlas, ya que ambas habían despertado porque tenían el pañal sucio, y luego las dejó junto a ella, nuevamente tranquilas pero despiertas, atentas a las palabras de su madre, quien les hablaba con ternura. Aprovechó de abrir el presente de Miroku, sacando un par de tigres blancos de peluche, un poco más grandes que las bebés.

— Son muy lindos, muchas gracias — Sango le agradeció para luego mostrárselos a las bebés y jugar brevemente con ellas.

— No es nada, espero que les gusten.

— Estoy segura de que así será.

Vieron a las niñas tocar los peluches con curiosidad un par de minutos, momento que él aprovechó para sacar una pequeña caja envuelta con un listón y se la entregó a Sango.

— También traje algo para ti.

Ella abrió la caja, sacando del interior un nenju de color azul tipo pulsera. Se lo puso en la muñeca y le sonrió a Miroku, una sonrisa llena de sincero cariño.

— Muchas gracias, lo llevaré siempre conmigo.

Él asintió a la idea, porque quería que siempre la protegiera, era una forma de acompañarla espiritualmente. El silencio repentino fue interrumpido por las gemelas, que demandaron la atención de su madre porque tenían hambre. Ella colocó a una al pecho para alimentarla, mientras el ojiazul entretenía a la otra para que no siguiera llorando. A los pocos minutos llegaron Kagome e InuYasha, y fue el turno de la azabache de cargar a la pequeña y mimarla, en tanto InuYasha comentaba lo odiosos que eran los familiares de Kuranosuke, que parecía más una reunión formal que el nacimiento de dos criaturas. A pesar de que Kagome lo regañó por el poco tacto, todos sabían que tenía razón y que, al parecer, la emoción era más por el lado materno. Aunque eso no significaba que les faltaría cariño y amor a las pequeñas, porque lo tendrían de sobra con la familia no sanguínea a la que acababan de llegar.


Miró la hora un tanto nerviosa, pronto llegarían sus amigos y ella debía darles la noticia por la que decidió invitarlos ese día, algo con lo que sabía, ellos no iban a estar de acuerdo. Suspiró, el peso de sus decisiones a veces era más del que imaginó en un principio, pero no podía hacer nada excepto sacar fuerzas para llevarlo. Cargó a una de las niñas que estaba haciendo pucheros, sabiendo que era porque tenía hambre. La colocó al pecho, sonriendo al ver la mirada tranquila de la mayor de sus gemelas, Mao.

— ¿Segura que las quieres aquí cuando lleguen tus invitados? No es muy decoroso que…

— Estoy segura — interrumpió a su suegra, quien insistía en llevarse a las pequeñas para que no la molestaran y no mostrara lados de la maternidad que podrían ensuciar la imagen que querían que diera como parte de la familia Takeda —. Los muchachos son parte de mi familia, además adoran a las gemelas. No hay nada de malo en que estén aquí mientras cuido de ellas.

— Lo que digas — la mujer siguió mostrando ese semblante severo que muchas veces podía irritarla, sin lograrlo ahora —. Estaré en mi habitación, en caso de que cambies de opinión.

— De acuerdo, muchas gracias — le sonrió, causando que sus ojos calculadores mostraran algo de irritación antes de abandonar la sala en donde ella se encontraba —. Ah, ¿acaso ustedes no quieren ver a sus tíos?

La menor, Mei, la miraba atenta mientras hablaba, en tanto su hermana se alimentaba tranquilamente, ambas siendo completamente ajenas al problema que acababa de presentarse frente a ellas. No pasaron mucho rato antes de que Kagome e InuYasha llegaran algunos minutos antes de la hora indicada, más por ansias de la azabache que por otra cosa, y poco después lo hizo Miroku. Charlaron animadamente, comentando las cosas que habían ocurrido en esos días que no se habían visto, porque Sango había estado cumpliendo con las obligaciones sociales de convertirse en madre. El abogado estaba alegre porque el caso que llevaba iba muy bien y convencido de que en su siguiente visita a la ciudad darían la sentencia, que estaba casi seguro sería favorable para su cliente.

— Podríamos juntarnos para celebrarlo, si así ocurre — propuso, emocionado de tener un motivo por el cual juntarse con los demás desde ya, en especial con Sango, quien pronto tendría muchas más dificultades para socializar como solía hacerlo.

— A mí me parece una fantástica idea. Ofrezco mi departamento, siempre que Sango pueda llevar a las gemelas — Kagome apoyó a su amigo, con tanto entusiasmo como él.

— Oh, la verdad no creo que pueda — se disculpó Sango, todos pudieron notar la forma en la que apretaba los puños antes de seguir —. De hecho, por eso les pedí que vinieran hoy. Me marcharé a Kyōto dentro de poco.

Miroku y Kagome la miraron con incredulidad de inmediato, en tanto InuYasha sólo soltaba un pequeño bufido, echándose un bocadillo más a la boca y esperando las preguntas y explicaciones.

— ¡Pero va a comenzar el invierno! Creí que esperarían a que el tiempo mejorara. ¿No es demasiado pronto? Las niñas tienen apenas unos días, podrían enfermar… — La azabache comenzó a enumerar las miles de razones por las que eso le parecía una locura, siendo apoyada de inmediato por el moreno.

— Es verdad, Sango. ¿No sería mejor esperar a que mejore el clima? Para evitar cualquier riesgo…

— Lo siento, pero no es algo que esté en discusión — aclaró la castaña, negando con un gesto —. Queremos partir antes de que el tiempo empeore, para poder pasar Año Nuevo allá.

— ¿Tan así? Vaya, creí que serían menos egoístas — la pastelera suspiró, decaída —. Y yo que quería hacer algo especial para las niñas.

— De verdad lo lamento, pero no pude negarme. Nuestras familias creen que es lo mejor — volvió a disculparse, sintiéndose culpable de negarles su compañía en esa fecha que siempre había sido celebrada en conjunto.

— Está bien, de todas formas, no es tu culpa — a pesar de las palabras, Kagome se veía molesta con la situación —. Son ellos los desconsiderados. Además, ni siquiera entiendo el fin de que te vayas, si Kuranosuke va a quedarse acá por el puesto… Pareciera que sólo quieren alejarte.

En ese momento, InuYasha chasqueó la lengua, llamando la atención de todos. Negó con un gesto, mientras terminaba de comer el aperitivo que tenía en la boca.

— Creo que no es tan sencillo — dijo al fin, sorprendiéndolos —. Kuranosuke también se preocupa por Sango.

— ¿Ah? Pero si tú siempre has dicho que no es así. ¿Por qué ese cambio tan brusco? — Su novia no comprendía las palabras del oficial.

— Digamos que me lo aclaró. Fui a reclamarle que sólo me asignara compañeros novatos incompetentes, y mencioné lo innecesario de que te fueses — comentó, mirando fijamente a su amiga —. Después de escucharme, me explicó que no sólo era por un tema familiar. Él quiere que puedas crecer profesionalmente.

Sango abrió la boca al escucharlo, su esposo nunca le había mencionado nada parecido y ella tampoco había pensado en eso. Miroku sonrió levemente, descubriendo la razón por la que Kuranosuke insistía en que se fuera de Tōkyō, que tenía más que ver con ella. Kagome, sin embargo, no terminaba de entender la idea, y lo expresó de inmediato.

— ¿Y qué tiene que ver eso con que se vaya a Kyōto? Acá también puede hacerlo, además tiene su antigüedad, ¿no?

— No es tan simple. Aquí, soy la esposa del Jefe — aclaró Sango, ese era un hecho que había evitado por bastante tiempo —. Cualquier logro reconocido podría considerarse como favoritismo.

— Ya hubo bastantes rumores cuando comenzaron a salir, ahora sería peor — agregó InuYasha —. Odio admitirlo, pero si se queda, jamás avanzaría. No mientras Kuranosuke sea Jefe.

Kagome comprendió el punto, lamentando que la situación fuese de ese modo, pero un poco más tranquila al saber que por lo menos, el esposo de su amiga se preocupaba por ella y seguía queriendo lo mejor.

— Bueno, entonces supongo que no podemos hacer nada ahora, pero quizá podamos organizarnos para ir de visita — propuso, intentando animar a sus amigos.

— Oh, me parece fantástico — el rostro de Sango se iluminó con la idea —. Incluso podrían quedarse en casa, hay muchas habitaciones disponibles. Me encantaría tenerlos de invitados.

— ¿Estás segura de que no molestaremos a nadie? — Preguntó con suavidad Miroku, sabía que por lo menos su presencia podía no ser tan bienvenida por la familia de Sango.

— Claro que no, yo soy la dueña de casa en Kyōto — aclaró, dejando que ese brillo tenaz y decidido, fuerte, se apoderara de sus ojos —. Después de todo, es la propiedad que mis abuelos querían dejarme.

— Es verdad — el ojiazul sonrió, dándole la razón —. Es territorio Kuwashima, ¿no?

— Por supuesto.

No hizo falta que dieran más motivos, pronto estuvieron planeando un futuro viaje al lugar en el que viviría la castaña, y así se llevaron un buen rato hasta que fue momento de la despedida. Kagome e InuYasha se retiraron primero, con la excusa de que ella debía llegar a hornear pasteles para el día siguiente. Finalmente, Miroku le sonrió con cariño a Sango mientras jugaba con las gemelas, quienes se reían de cada movimiento que él hacía.

— Supongo que también será mejor que me vaya — dijo, mirando la hora en su móvil.

— Espera… — Sango tomó una de sus manos, llamando su atención. — Quería disculparme… bueno, por todo. Debería haberte dicho la verdad desde un principio, pero tenía tanto miedo…

— No estoy recriminándote nada — le sonrió tranquilamente, presionando con suavidad el agarre en su mano —. Comprendo tus razones, y respeto tus decisiones. Entiendo que no debo entrometerme y lo acepto.

— Gracias — suspiró un tanto aliviada, porque el haber ocultado sus sospechas a Miroku seguía siendo una decisión de la que se arrepentía —. Con todo esto, quizá lo mejor sea que me vaya. Un poco de distancia podría ayudarnos a seguir adelante…

— Puede que tengas razón, aunque tenerte lejos tampoco es algo que me tranquilice del todo — respondió, los ojos llenos de preocupación —. Supongo que seguiremos en contacto, ¿no?

— Por supuesto que sí, siempre vas a ser mi mejor amigo — recalcó, acariciándole la mejilla —. Y no quiero perderte, hice una promesa. ¿Lo olvidas?

— No podría olvidarlo — disfrutó del suave contacto en su rostro, un gesto que hacía tiempo no experimentaba —. Por cierto, gracias por aceptar mi sugerencia.

— Gracias a ti por darla. Son perfectos — miró a las pequeñas y luego se encogió de hombros —. Creo que ahora sí deberías irte.

— Tienes razón. Entonces… ¿estamos hablando?

— Por supuesto. Cuídate.

— Ustedes también. Adiós.

Abandonó la residencia y Sango quedó sólo con las gemelas, sonriendo mucho más tranquila de lo que estaba antes de la visita. Por un lado, saber que Kuranosuke tenía un motivo más que familiar para que ella se fuera, considerando sus deseos como oficial de policía y velando por que se cumplieran; y, por otro, que Miroku realmente no le recriminara las decisiones tomadas incluso con todo lo que implicaban, eran dos cosas que le permitían seguir adelante sin sentirse tan agobiada. Además, siempre contaría con el apoyo de sus amigos, algo que realmente la hacía feliz.


Se dejó caer en su futón soltando un suspiro y cerrando los ojos, estaba agotada. La mudanza había sido más ajetreada de lo que había pensado, porque debía no sólo acomodar las habitaciones que usarían ella y sus suegros, sino habilitar una para sus pequeñas, que estaría conectada a la suya retirando uno de los fusuma laterales que tenían entre ellas. Si bien la familia de su esposo le había insistido en que lo mejor era que las pequeñas se acostumbraran desde ya a dormir solas en su propio cuarto, Sango no se sentía segura de esa forma, porque si algo les ocurría durante la noche, podría no sentirlas. Por lo mismo, tenía un par de cunas tipo moisés junto a su futón, aunque prefería dormir con las bebés a su lado, por lo que sólo las usaba durante el día.

Abrió los ojos para mirar el techo, por lo menos ya había terminado esa parte de su cambio de residencia. Llevaba poco más de una semana en Kyōto, y pese al esfuerzo y a los recuerdos que le traía la casa de sus abuelos, aún no podía considerarlo su hogar. Se sentía sola, especialmente en ese momento del día en el que ya no tenía más responsabilidades que cumplir e incluso sus pequeñas dormían. Tomó su móvil para ver la hora y se dio cuenta que su amiga había estado enviándole mensajes mientras ella tomaba su baño. Abrió la aplicación correspondiente y leyó los textos, sonriendo al notar la genuina preocupación en las palabras.

"¿Va bien la mudanza? Ya llevas días allá y se notaba que tenías mucho que organizar, por lo menos la última vez que hablamos. ¿Podrías llamarme cuando estés desocupada? Extraño nuestras conversaciones. Estamos al habla, te quiero~"

Tecleó un mensaje para saber si Kagome estaba despierta y, al tener la confirmación, la llamó por teléfono.

¡Sango! ¿Cómo has estado? ¿Aún te quedan cosas por hacer o ya está lista la mudanza? ¿Has podido descansar? ¿Las niñas no se han enfermado, has podido verlas bien?

— Hola, Kagome… — Rió levemente al escuchar la efusividad de su amiga al otro lado de la línea. — Estoy bien, sólo un poco cansada. Las gemelas también se encuentran bien, aunque han estado bastante demandantes estos días. Supongo que debe ser por todo el movimiento que hay acá — respondió, sintiéndose tranquila de poder compartir eso con la azabache.

Bueno, en todo caso eres a la única persona que conocen desde siempre. Tu voz debe calmarlas mucho, más en medio del caos que me imagino debe haber allá… — Kagome aún no podía dejar de demostrar el desacuerdo que sentía con la decisión, a pesar de que no lo dijera abiertamente. — ¿Todavía no está todo en orden?

— Oh, creo que ya terminé de organizar la sala, y era lo último. Así que podría decirse que la mudanza ha finalizado.

Vaya, eso es maravilloso. Fue un largo proceso, me imagino. Por lo menos ahora podrás descansar un poco y dedicarte a tus pequeñas…

— Sí, supongo que sí… Kohaku se ofreció a venir a ayudarme luego de clases, aunque papá le dijo que no podía hacerlo todos los días porque debe estudiar. Así que serán sólo dos días a la semana, pero eso ya me alivia bastante — murmuró, demostrando algo de tristeza en su voz.

Sango, si pudiera ir a diario a verte… — Soltó un suspiro, conocía demasiado bien a su amiga. — Te sientes sola, ¿verdad? Estás tan lejos…

— No te preocupes por eso… en realidad, debo acostumbrarme, si voy a vivir aquí de ahora en adelante…

Eso suena a resignación, pero creo que estás algo molesta también — notó la pizca de enfado oculto en el desánimo de la castaña, causando que ella negara con un gesto, la conocía demasiado bien.

— Bueno, digamos que tenemos muchas diferencias de pensamiento con mi suegra, pero es algo que no puedo cambiar. Sólo voy a intentar ignorarla, para evitar más problemas… — Trató de restarle importancia, pero no logró que su amiga perdiera el interés.

¿Pasó algo? Pareciera que es más que una diferencia de pensamiento.

— Ella no está de acuerdo con que vuelva a trabajar, dice que debería retirarme y dedicarme por completo a ser esposa y madre… ya sabes cómo es respecto a eso…

Pero no puede obligarte a hacerlo. Además, estarías sola en casa todo el tiempo, como Kuranosuke está acá… no me parece justo, tienes el derecho de poder seguir tus metas.

— Lo sé, Kagome. Aunque ella cree que, si yo me retiro, Kuranosuke podrá pedir un traslado y vivir también acá. Incluso insinuó que podría estarme aferrando a la idea de seguir trabajando sólo para alejarme de él.

¿Ella insinuó eso? Está loca, fueron ellos quienes insistieron en que debías marcharte. Estoy segura de que tú te habrías quedado en Tōkyō junto a Kuranosuke por mucho más tiempo, ¿no? — La muchacha se notaba irritada, al parecer la idea de que la familia del esposo de su amiga fuese tan controladora y quisiera imponer sus costumbres sobre Sango le molestaba demasiado.

— En realidad, fue una decisión que tomamos hace mucho tiempo, nunca pensé que tendría hijos tan pronto… pero es verdad, podría haberme quedado en Tōkyō por mucho más si ellos no hubieran insistido tanto. Pero lo hecho, hecho está…

No me digas que vas a escuchar a esa mujer…

— Claro que no, sabes que amo mi profesión. No voy a dejar mi trabajo sólo porque ella cree que es lo que debería hacer. Aunque supongo que será un problema que tendré que enfrentar mucho más en el futuro, cuando deba volver… por ahora, sólo quiero aprovechar de disfrutar junto a mis pequeñas.

Es cierto… ¿han estado bien? Pensaba en ir con los muchachos después de las fiestas, quizá la segunda semana de enero… ¿te parece buena fecha?

— Oh, me encantaría. Creo que es un muy buen momento, así tampoco estoy tan ocupada con la celebración de Año Nuevo y podemos compartir mucho más. Y sí, las gemelas están bien, cada día más inquietas y despiertas en realidad.

Muero por ver lo grandes que estarán y jugar con ellas — el entusiasmo en su voz causó que Sango se emocionara tanto como su amiga.

— También ansío que puedas verlas. Te extrañamos — murmuró, demostrando el sentimiento en su tono de voz.

También te extrañamos, Sango. Pero pronto nos veremos, además ahora podremos charlar mucho más tranquilamente, como ya terminaste con la mudanza…

— Es cierto. Muchas gracias por la paciencia.

No es nada. Sabes que para eso estamos — Sango pudo imaginar la sonrisa amistosa que Kagome le dedicó incluso a la distancia —. Bueno, es tarde y mañana debo trabajar… ¿Hablamos luego con más tiempo? Quisiera contarte algunas cosas…

— Por supuesto, cuando tengas tiempo sólo hazlo. Y descansa, mañana será un gran día.

Sí, lo será. Igual tú, dulces sueños.

La comunicación se cortó, dejando a Sango con ese sentimiento cálido nacido de la amistad con Kagome embargándola casi nostálgicamente. La extrañaba, al igual que a todos, pero se las arreglarían para seguir siendo amigos, aún a pesar de la distancia. Porque eran casi una familia, y ese cariño nada se los iba a arrebatar.


¡Tada~! ¿Me creían desaparecida? En realidad, sólo un poco/muy atareada, pero bueno... lo prometido es deuda, dicen por ahí. ¿Qué les parece? Por lo menos Miroku ya sabe las posibilidades sobre las gemelas (o la verdad, muajajajaja), aunque no podrá estar tan presente como quiere. La vida, el destino -o la familia Takeda- quieren alejar a nuestros personajes porque, bueno, Sango debería responder de cierta forma y a algunos integrantes de su nueva familia les gusta tener control sobre ciertas situaciones. Sin embargo, conociéndola, sé que no va a hacerles nada fácil la tarea y de seguro no lo lograrán del todo.

Hasta aquí llego con mi reporte del día (?), ahora solo me queda agradecerles infinitamente por su paciencia, son un sol. Muchas gracias por sus hermosos reviews AvrilGarcia, Sango Nube87 y Loops, son lo mejor de lo mejor. Espero estarnos leyendo pronto porque el siguiente capítulo está bastante avanzado ya :)

Saludos y abrazos desde Chilito :P

Yumi~