DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.


Je vais T'aimer —

XXIII

Falsía —


Conozco lo mal, conozco lo vil,
conozco lo horrible que te hice sentir.
Me apena que esté saliendo al revés,
pero sin embargo, me quedo.
Podría decir con toda razón,
que fue demasiado el tiempo que yo tardé para hablarte,
que te traicioné. —

La traición; Miranda—


Volvió a hacer tamborilear los dedos sobre la mesa, entornando los ojos al escuchar cómo su padre halagaba a su futura mujer, estaba harto de la atención "extra" que tenía esos días previos al matrimonio. Carraspeó, acción que funcionó como señal para su novia.

—Muchas gracias por la visita, señor Taishō, pero tenemos cosas que hacer y se nos hará tarde —la disculpa educada de Kagome hizo sonreír a InuYasha y confundió al padre.

—¿En serio? ¡Pero si es domingo! Hubiese ido a servirme uno de tus deliciosos pasteles, pero vi que cerraste la cafetería… —Intentó seguir la plática, notando que la muchacha había respondido al obvio reclamo de su hijo.

—Por supuesto que la cerró, nos vamos a casar en una semana y aún tenemos mucho que hacer —resopló el ojidorado, bastante molesto ya —. No podemos estar perdiendo el tiempo con…

—Lo que quiere decir InuYasha es que tenemos un compromiso hoy con mi familia y no queremos hacer esperar a mi abuelo —se apresuró a interrumpirlo la azabache, lanzándole una mirada asesina a su pareja por mostrarse grosero con el mayor —. Pero si gusta, podría prepararle un pastel la próxima vez, ¿le parece?

—Oh, entiendo… perdón, no quise retrasarlos. Sólo vine a ver cómo estaban y si necesitaban ayuda con algo...

—Ya te dije que no, pero te avisaré si nos hace falta algo —el novio sonrió casi forzadamente en respuesta a la mirada de reproche de Kagome —. Gracias por tu preocupación.

—No es nada, hago lo que puedo —Tōga soltó un suspiro, poniéndose de pie y abrigándose para salir del departamento —. Sé que no fui el mejor padre, InuYasha, pero quiero que sepas que estoy orgulloso de ti y que cuentas con mi apoyo en todo. Espero que algún día entiendas lo difícil que fue para mí lo que pasó con tu madre…

—Oye, ahórrate el discurso, eso ya me lo has dicho. Sólo espero que esto no sea un arrepentimiento momentáneo y realmente pueda contar contigo si lo necesitamos.

—Por supuesto que no es momentáneo, hijo. No seguiré cometiendo errores, ni contigo ni con tu madre —sonrió con algo de melancolía, las palabras le habían afectado, pero sabía que eran justificadas —. Bueno, no los retraso más. Estaré esperando ese pastel, Kagome. Que tengan una gran velada, hasta pronto.

Se despidió con una inclinación de su cabeza antes de marcharse, tras lo cual la azabache le dio un codazo fuerte en las costillas a su compañero, claramente molesta.

—¡Auch! ¿Y ahora qué? —Preguntó él, fingiendo no saber la razón del golpe.

—¿Cómo que "qué"? ¡Esa no es forma de tratar a tu padre! —Lo regañó, con las cejas fruncidas y observándolo de forma acusadora.

—Keh, no fastidies. Sabes que no me llevo muy bien con él, no debería sorprenderte.

—Sé que cometió muchos errores, pero está intentando enmendarlos. ¿No crees que merece otra oportunidad?

—No lo sé. Sólo no voy a emocionarme con él, así dolerá menos si vuelve a fallar —se encogió de hombros, intentando restarle importancia.

—Lo siento, InuYasha, no pensé que tú…

—Ya no importa, no quiero seguir hablando de esto. ¿Podemos enfocarnos en nosotros? Aún tenemos una boda que sacar adelante…

—Claro, lo siento —Kagome sonrió, dejando el tema de lado —. Por cierto, Sango llegó hoy, así que es probable que mañana por la tarde vayamos a ver cómo van los arreglos y las cosas de la decoración.

—Me parece perfecto, Miroku quiere que le echemos un ojo al menú y a lo que habrá disponible en la barra, parecía bastante interesado en que no fuese a faltar nada.

La azabache entrecerró los ojos, perspicaz ante el comentario de su pareja, temiendo que su amigo hiciera alguna estupidez producto de los problemas que había tenido con Sango.

—Espera, ¿acaso quiere embriagarse? Porque si es así, quizá lo mejor sería que cambiáramos los tragos por cócteles sin alcohol…

—Bueno, Miroku ha estado bastante decaído estos días, pero le dije que emborracharse no iba a solucionar nada. De hecho, podría empeorar todo, y bastante —InuYasha chasqueó la lengua, él también había sospechado sobre las intenciones del abogado —. Me dijo que no me preocupara, que era probable que no se quedara tanto rato como para hacerlo.

—Es una lástima, pero entiendo cómo se siente. De todas formas, habrá que estar pendiente de que no vaya a cometer alguna estupidez, ya ha hecho suficientes.

—Y lo está pagando bastante caro, ¿no crees? Volver a alejarse de todo, renunciando a sus metas personales…

Kagome soltó un suspiro, negando con un gesto. Sabía lo difícil que era toda esa situación, pero ella no podía dejar de pensar que Miroku debía hacerse cargo de sus decisiones. Le había sorprendido que InuYasha lo apoyara incluso con la idea de marcharse, ya que él consideraba que huir no era la salida. No estaba segura de qué era lo que había cambiado esta vez, pero si su novio había decidido respaldar la opción de Miroku, tenía que existir una buena razón.

—Bien, creo que no tiene caso que sigamos discutiendo sobre lo mismo. Sólo espero que, sea como sea, las cosas mejoren y tanto Sango como Miroku logren ser felices.

—No será fácil, pero espero lo mismo —InuYasha también suspiró, ese asunto terminaba agotándolos a ellos —. ¿Sango no te ha comentado nada al respecto?

—No. Ha desviado el tema cada vez que intento preguntarle, argumentando que lo importante ahora es la boda. No sé si seguirá con la idea de volver a Tōkyō o si recapacitó, tampoco me ha dicho cómo han estado las cosas con su padre y Kuranosuke. Lo único que puedo asegurar es que está muy cansada, se le nota.

—Son idiotas. Supongo que no podemos hacer más.

—No, igual tengo la ilusión de que puedan hablar durante la boda, quizá si lo hacen…

—Lo dudo, pero si es así, sería genial. Entonces, ¿mañana será día de preparativos?

—Exacto, y a ver si tenemos suerte con todo.

Se sonrieron, cruzando los dedos para que al día siguiente pudieran no sólo finiquitar los últimos detalles de su boda, sino también orientar y apoyar a sus amigos en esa difícil situación que estaban viviendo.


—Bueno, ha llegado el gran día en el que tu libertad será arrebatada. Lástima que no quisiste una despedida de soltero…

—No fastidies con eso, Miroku. Ni que fuese tan sociable como para compartir una de mis últimas noches de soltero con un grupo de metiches…

—De acuerdo, entendí —el ojiazul levantó las manos en señal de derrota, interrumpiéndolo —. Además, ya no se puede hacer nada, estamos aquí. ¿Nervioso?

—Keh, los nervios son para los inseguros. Sé muy bien lo que estoy haciendo.

El abogado sonrió con sincera alegría, ver que su amigo no dudaba en lo más mínimo era reconfortante. Le palmeó la espalda con confianza y luego lo observó de pies a cabeza, esbozando un gesto algo socarrón.

—Bueno, esa cara confianzuda que tienes debería acompañarse por una impecable presentación personal. ¿Dónde aprendiste a atarte el corbatín? Cielos, este nudo es un desastre…

—Oye, no me fastidies, ¿quieres? Nunca había usado uno, con suerte logro colocarme bien el uniforme…

Miroku soltó una carcajada antes de comenzar a corregir el error de su compañero en su preparación.

—Está bien, déjame ayudarte antes de que termines arruinando tu boda sólo por no saber ponerte un corbatín…

InuYasha negó con un gesto mientras le permitía realizar su cometido, notando las ojeras que eran visibles sólo a la corta distancia a la que estaban ahora. Esperó a que terminara su labor antes de volver a hablar.

—Al parecer, no lo has estado pasando tan bien como me dijiste…

—¿A qué te refieres? Todo ha estado bastante normal este tiempo, te he dicho que no…

—Oh, ¿vas a seguir mintiéndome? Vamos, podía fingir que te creía antes, pero hoy no.

—No sé qué quieres decir, estoy perfectamente bien…

InuYasha entornó los ojos antes de contestarle, logrando que Miroku enmudeciera al verse descubierto.

—Claro que no lo estás. Sabes que la vas a ver hoy y eso debe afectarte de algún modo.

El ojiazul se encogió de hombros, sabiéndose descubierto y sin razones para seguir negándole la verdad a su compañero, después de todo él le había mostrado más apoyo del que creyó que podría tener con todo lo que había pasado.

—Tienes razón, aunque creo que debería… no sé, evitarlo. Sólo seguir como lo he estado haciendo…

—¿Evitar qué? Miroku, ¿de verdad podrías hacerlo? Mírate, hasta estás nervioso…

—¿Puedes dejar de hacer eso? No me ayuda que me digas lo mal que me veo o…

—Perdón, sólo soy sincero, pero quiero ayudarte.

El aludido negó con un gesto, sabía que su amigo no quería lastimarlo, pero su vida en sí era un desastre desde hacía meses, él no hacía más que sobrevivir y aparentar que todo estaba bien, a pesar del doloroso vacío en su interior y la siempre presente soledad que lo embargaban cada día. Soltó un suspiro de abatimiento antes continuar.

—Está bien, lo sé. Es sólo que… supongo que será la última vez que la veré. Y sé que es demasiado ingenuo y egoísta de mi parte, pero aún espero algún mensaje suyo tan sólo deseándome un buen día… Aún tengo la esperanza de que pueda perdonarme y me aferro a la ilusión de que podríamos conservar la amistad… —Sonrió en un gesto de resignación, sabiendo que eso no ocurriría. —Sin embargo, sé que no lo merezco y que lo mejor es mantenerme alejado. Que su odio e indiferencia son justificados y que…

—Sango no te odia —InuYasha bufó, le molestaba que su compañero se torturara con esa idea —. Sólo está molesta y decepcionada.

—No puedes asegurar que no lo haga, y no la culpo, después de todo el daño que le hice…

—Mira, si realmente te odiara, no se preocuparía por ti. Y no voy a decir más, porque me darán ganas de golpearlos otra vez y no voy a amargarme el día de mi matrimonio, ¿de acuerdo?

Miroku enmudeció al escuchar a InuYasha, no sólo por el mensaje entregado –que lo tomaba por sorpresa ya que él realmente pensaba que la castaña lo odiaba– sino por el enfado y reproche en su voz, como si sus suposiciones fuesen ideas tan descabelladas que ni siquiera deberían cruzar por su mente. Soltó una risita desganada, dándole la razón al ojidorado.

—De acuerdo, no voy a discutirte eso. Lo cierto es que lo último que me dijo fue que no quería volver a verme, y lo ha cumplido hasta el día de hoy. Así que puedo tomar esta oportunidad como una especie de despedida antes de marcharme.

—Como quieras, sólo espero que no vuelvas a cometer los mismos errores de antes. Deberías considerar despedirte si realmente te vas a ir.

—No lo sé… Voy a pensarlo, porque aún no sé cuándo me iré. En la semana tengo una reunión con Shishinki para hablar sobre el tema. Quizá cuando sepa una fecha…

—Sí, lo que digas. Ojalá esta vez lo hagas.

El abogado abrió la boca para responder, pero no alcanzó a pronunciar palabra pues un par de golpes en la puerta lo interrumpieron, la voz del padre de su amigo indicándoles que ya había llegado la hora. Ambos sonrieron, dejando el tema hasta ahí y dirigiéndose al altar en donde se llevaría a cabo la ceremonia, InuYasha listo para dar ese importante paso y Miroku feliz de poder acompañarlo.


Observó la radiante imagen de su amiga en su vestido de novia y sonrió, la alegría era contagiosa y ella se sentía feliz de verla dar ese gran paso. La muchacha se miraba en el espejo con los ojos humedecidos por la emoción y los nervios juntos, algo que ella no había podido experimentar en su propio matrimonio, pero que no le era difícil compartir con los novios.

—Bien, creo que es momento de irme, aún debo ver que todo marche bien —la señora Higurashi le dio una palmadita cariñosa a su hija en el hombro mientras la observaba de pies a cabeza, profundamente conmovida por el momento, tras lo cual la abrazó afectuosamente, derramando algunas lágrimas de felicidad —. Lo siento, es sólo que… estoy tan emocionada por ustedes. Serán muy felices, lo sé.

—Gracias, mamá, por todo —Kagome devolvió el abrazo, también con lágrimas en los ojos.

—No es nada, hija. Ahora las dejo, nos vemos abajo.

Sonrió antes de salir de la habitación, dejando atrás a una Kagome conmocionada junto a su amiga, quien experimentaba una mezcla de sentimientos que apenas podía describir. Le hizo un gesto a la azabache para que se acercara a ella, tomando un pétalo de algodón y pasándolo con suavidad por la mejilla que había quedado húmeda, emparejando el tenue maquillaje para que no se notara que había soltado un par de lágrimas.

—Muchas gracias, Sango.

—No es nada, además debemos cuidar hasta el más mínimo detalle, ¿no? —La castaña le sonrió, dejando a un lado el pétalo usado y suspirando con algo de nervios.

—Es cierto, y me alegra mucho que estés conmigo en estos momentos —también le sonrió, tomándole las manos y buscando su mirada, consciente de que su amiga debía tener muchos sentimientos encontrados —. ¿Está todo bien? Te ves algo… ansiosa.

—Bueno, es sólo que recuerdo mi boda y… ya sabes, es todo tan distinto…

—Es verdad… y lamento que haya sido así. Si hubiese podido hacer algo en ese momento… —La azabache se mostró tan decepcionada como su amiga, algo que la conmovió.

—No te preocupes, fue mi decisión después de todo y no hay mucho que pueda hacer al respecto —intentó sonreírle con tranquilidad, aunque la resignación fue evidente en el gesto.

—Si tú lo dices… —Kagome suspiró, sabía que la castaña seguía siendo bastante obstinada sobre ese tema. —Por cierto, ¿cómo van las cosas con Kuranosuke y tu padre?

Sango no pudo evitar entornar los ojos en señal de fastidio, al parecer todo seguía igual o peor que cuando se había enterado de esa traición.

—Igual, supongo. Ambos han intentado volver a ganarse mi confianza y evitan hacer cosas que puedan enfadarme, pero eso no va a cambiar lo que hicieron. Aunque creo que Kuranosuke ya está aburriéndose de mi actitud, ayer me dijo que estaba comportándome como una niña malcriada e inmadura y que debía aceptar lo que había ocurrido y seguir adelante. Le dije que eso era precisamente lo que estaba haciendo, pero que no esperara que las cosas volvieran a ser como antes porque eso era imposible.

—No puedo creer que no entienda lo grave y delicado que es lo que te hicieron. ¿Cómo puede siquiera pensar en que todo podría seguir igual?

—No lo sé. Aunque me agota esta situación, la forma en la que sus padres me miran, con el reproche y la decepción tan obvios… Espero que eso cambie cuando vuelva a Tōkyō, después de todo es algo que siempre han querido…

La novia abrió la boca incrédula ante las palabras de su amiga, la decisión de volver a vivir con su esposo le resultaba completamente ilógica después de lo que había escuchado.

—E-Espera… ¿Volverás…? ¡No tiene sentido, Sango! ¿Qué va a pasar con tu carrera? Además, Kuranosuke no es la mejor compañía que puedes tener en estos momentos y…

—Kagome, ya tomé la decisión. Estoy cansada y me siento sola, en Kyōto sólo tengo a Kohaku y si bien ha sido un gran apoyo para mí estos meses, ya no quiero que siga cargando con mis problemas —hizo un gesto de resignación, la desolación reflejándose con fuerza en su mirada —. Así también dejo de posponer los planes que teníamos desde un principio como matrimonio y…

—Y vuelves a resignarte, a dejar que los demás te digan qué hacer…

—No, Kagome, yo estoy tomando la decisión. Nadie lo sabe aún, ni siquiera Kohaku… sólo tú. Por favor, entiéndelo… por lo menos aquí, puedo contar con el apoyo de ustedes.

Kagome negó con un gesto, no podía entender que su amiga tomara esa decisión, pero tampoco podía forzarla a hacer lo que ella creía correcto, porque era consciente de que la situación era mucho más compleja de lo que ella podía pensar. Presionó con cariño las manos de su amiga y le dedicó una sonrisa, sabiendo que eso tampoco era fácil para ella.

—Está bien, tienes mi apoyo y deseo de todo corazón que esto sea lo mejor para ti.

—Gracias, Kagome. No te imaginas lo importante que son ustedes para mí.

—Créeme, lo sé —Kagome la abrazó, demostrándole así que podía contar con ella pasara lo que pasara. Se separó un poco para observar a su amiga, con algo de preocupación —. Espero que también sea lo mejor para Miroku… ¿se lo dirás?

—Yo… —Inhaló profundo, había pensado en eso tanto como le había dado vueltas a las opciones que tenía para seguir adelante, tomando una decisión incluso con lo doloroso que sería. —Sí, es lo correcto. Quiero que lo sepa por mí, que conozca las razones y entienda que quizá sea lo mejor para los dos.

—Es bueno saberlo, creo que a ambos les hará bien hablar antes…

—Eso espero, pero creo que deberíamos dejar de hablar de esto y enfocarnos, ahora tenemos una boda que celebrar, y eso es lo que importa. ¿No te hace falta nada…?

—No, Sango, estoy lista. ¿Tú lo estás? Es decir, Miroku es nuestro padrino de bodas y…

—Lo sé, y me alegra que decidiera seguir siéndolo… pensé que podría, ya sabes, alejarse de ustedes sólo para evitar que nos viéramos…

—No sé si se le habrá pasado por la cabeza, por lo menos no lo hizo. ¿Segura que no tienes problemas con verlo…?

—Claro que no. No es como que no me sienta algo ansiosa, lo admito, pero dudo que compartamos más de lo que estemos junto a ustedes en el altar. Además, tampoco me quedaré mucho rato, ya sabes lo estricto que es Kuranosuke respecto a los hábitos de las niñas…

—Lamento que sea así, aunque ya lo sospechaba. De todas formas, agradezco que ambos hayan decidido acompañarnos hoy.

—No me habría perdido este día por nada del mundo, Kagome.

Ambas sonrieron, en tanto un par de golpes en la puerta y la voz de la señora Higurashi les anunciaban que el momento había llegado, por lo que se apresuraron en dirigirse al lugar de la ceremonia, con los nervios y la alegría palpándose en el aire, seguras de que ese día marcaría el inicio de un hermoso matrimonio.


Volvió a sonreír al ver a sus amigos, hacían una hermosa pareja y la felicidad se reflejaba sin dudas en sus miradas. La boda había sido perfecta, incluso en el momento en el que se había encontrado con Sango en el altar, porque ambos evitaron cualquier reacción que pudiese incomodar a sus amigos, sólo el intercambio de una mirada con una sonrisa educada como saludo, y luego de abandonar sus lugares junto a la pareja de recién casados, ninguno de los dos había vuelto a cruzar ni siquiera una mirada. Él no había podido evitar sentirse aliviado al ver que la castaña no había cambiado el vestido que él había ayudado a escoger, porque sentía el gesto como una demostración de que no deseaba alejarse de todo en lo que él alguna vez participó.

Suspiró, bebiendo un sorbo de champagne y buscando nuevamente con su mirada a la muchacha, quien no se había separado de su esposo desde que la ceremonia terminó. La encontró junto a él, no tan animada como hubiese esperado, se notaba algo fastidiada en tanto su acompañante se reía de algo con otros oficiales de policía que también habían sido invitados a la boda. Un nudo se formó en su garganta, en otras circunstancias se habría atrevido a sacar a Sango de ahí para que se despejara un poco, pero ahora se tenía que resignar a mantener la distancia y fingir que no le importaba lo que ocurría con ella.

—¡Miren a quién tenemos aquí!

Giró su cabeza hacia el origen de la animada voz de Kagome, quien llevaba a una de las gemelas en brazos y era seguida de InuYasha, que llevaba a la otra. Sonrió a las pequeñas, que lo miraban con algo de duda y curiosidad, seguramente no lo recordaban pues hacía meses que no lo veían. Su segundo cumpleaños había sido hacía no mucho y él se había conformado con enviarles un pequeño presente con Kohaku, quien guardó el secreto diciendo que había querido mimar extra a sus sobrinas y luego había cumplido la petición de mostrarle un video de las pequeñas en su celebración, razón por la cual sabía lo grandes que estaban. Sin embargo, no pudo evitar emocionarse al verlas en persona, aunque reprimió el impulso de abrazarlas o tomarlas, alzando sólo su mano para que ellas agarraran sus dedos a modo de saludo mientras reían.

—No deberían haberlas traído…

—¿En serio? Kuranosuke ni siquiera estaba ayudando a Sango a verlas, y ellas ya estaban aburridas en medio de tanto adulto ignorándolas —InuYasha se encogió de hombros, claramente en desacuerdo con la actitud de su jefe.

—Además, debemos aprovechar de compartir con ellas antes de irnos de luna de miel —agregó Kagome, sumando su mano a la del ojiazul para que las pequeñas jugaran —. No queremos que nos olviden…

—No me refiero a eso —Miroku volvió a mirar de reojo el lugar en donde estaba Sango, notando que ella los estaba observando ahora —. No creo que Sango quiera que yo…

—Pues, no parece estar molesta —InuYasha también miró a su amiga, sonriéndole antes de seguir la plática —. Y sabes perfectamente que sabríamos si no está de acuerdo con esto.

—Además, me pidió que te agradeciera por los presentes que les enviaste a las niñas en su cumpleaños —Kagome le dedicó una mirada cómplice.

—¿D-De qué hablas? Yo no…

—Sango no es idiota, Miroku. Deberías aprovechar este momento en lugar de cuestionarte tanto.

El aludido sonrió, aceptando tomar en brazos a Mei, quien le hacía gestos para alcanzar su corbatín, ya que ya había terminado de desordenar el del recién casado, en tanto Mao se entretenía con uno de los mechones del peinado de Kagome.

—Supongo que tienes razón. Además, las extrañaba —la nostalgia en la mirada azul fue evidente, logrando que sus amigos se conmovieran.

—Lo sabemos y lamentamos que las cosas sean así. ¿De verdad no hay forma de arreglar todo entre ustedes…? —Kagome parecía esperanzada, algo que a juicio del moreno era ingenuo.

—Fue ella quien tomó la decisión de no verme más, creo que ya no puedo volver a ignorar sus deseos o sólo pensar en mí. Y, aunque suene triste o pareciera que me estoy rindiendo, siento que lo mejor es alejarme. Sé que las gemelas estarán muy bien cuidadas y serán amadas, y es el consuelo que me queda al pensar en que es posible que no vuelva a verlas. Es parte del precio que debo pagar por todo el daño que causé.

—Haré como que no escuché eso y sólo iré por un par de bocadillos, antes de que decida reacomodarte los pensamientos de un golpe —InuYasha entornó los ojos, alejándose mientras le hacía un gesto a su esposa, quien negó levemente.

—Sigue creyendo que no deberías pensar así. Y, sinceramente, creo lo mismo. Cometiste errores, pero todos lo hemos hecho, incluso Sango. No deberías torturarte de esa forma.

—Quizá algún día deje de hacerlo, pero por ahora no soy capaz de perdonarme. De cualquier modo, no deberían preocuparse tanto por mí, seguiré adelante y buscaré ser feliz, de alguna forma.

—De acuerdo, sólo espero que lo logres, de todo corazón —Kagome le sonrió, presionándole con cariño el hombro.

—Muchas gracias, por todo. Si no fuera por ustedes, seguramente no podría disfrutar de esto —volvió a sonreírle a la pequeña que ya había desacomodado lo suficiente su corbatín y ahora tironeaba la solapa de su chaqueta y le hacía gestos a su hermana, quien también intentaba agarrar la prenda. Soltó una risita, el verlas jugar tan despreocupadamente le llenaba el corazón de una agradable calidez que hacía tiempo no sentía.

—No es nada, Miroku. Me alegra poder verte feliz, aunque sea por algunos minutos.

Ambos sonrieron en tanto las niñas seguían jugando e InuYasha llegaba a su lado con algunos bocadillos para compartir con ellos, aprovechando ese pequeño respiro antes de que todo volviera a derrumbarse nuevamente.


El día lluvioso no la había acompañado, pero difícilmente seguiría postergando eso. Después de la boda de sus amigos y su regreso a Kyōto para finalizar con todo lo que significaba volver a Tōkyō, era momento de enfrentar su decisión. Sostuvo con fuerza el paraguas mientras seguía caminando hacia el edificio donde estaba la oficina que era su destino, intentando controlar los nervios que la recorrían mientras observaba a los estudiantes ir en dirección contraria a la suya, pues el horario de clases había terminado. Atravesó la entrada y cerró el accesorio que la había protegido del agua, sacudiéndolo y dejándolo en un recipiente que uno de los encargados del lugar le indicó que tenía esa finalidad. Saludó con una reverencia educada al hombre que la había recibido y le preguntó por la ubicación que estaba buscando, agradeciendo las indicaciones antes de seguirlas, los nervios aumentando con cada paso que daba.

La puerta de la oficina estaba abierta, por lo que pudo escuchar sin dificultad la conversación que tenían las personas dentro y ver la escena, algo que sólo causó que se le formara un nudo en el estómago.

—No tenías que molestarte, Jin, de verdad.

—No es ninguna molestia, por el contrario —la voz femenina demostró algo de preocupación, en tanto acariciaba la mano masculina —. Últimamente, te ves algo cansado…

—Bueno, he tenido mucho de lo que ocuparme —el agotamiento fue evidente, no sólo en la voz —. Por eso, muchas gracias por el gesto —le sonrió a su acompañante, momento en el que notó la presencia de ella en la entrada, sorprendiéndolo —. S-Sango…

—Oh, lo siento… Mejor vengo en otro momento, no quise interrumpir —se disculpó apresuradamente, haciendo una reverencia y dándose la vuelta —. Debería haber avisado que vendría, perdón.

Comenzó a caminar, alejándose lo más rápido que podía mientras intentaba que esa escena no le afectara, después de todo no tenía razones para que fuese así. Ignoró la voz llamándola insistentemente, llegando a la entrada y buscando entre los paraguas del contenedor el suyo, aunque no fue lo bastante veloz y antes de lograrlo, el peso de la mano en su hombro le indicó que le habían dado alcance. No quiso voltearse a verlo, sólo soltó un suspiro y negó con un gesto, encontrando lo que buscaba al fin.

—Por favor, Sango… —La súplica en la voz la conmovió, pero intentó no demostrarlo. —Si viniste hasta acá, supongo que debe ser por algo importante.

—No tanto, en realidad… mejor hago una cita —se encogió de hombros, tratando de alejar la mano en su hombro —. Kohaku me había dicho que hoy te quedabas en la universidad para atender dudas, creí que podía venir para hablar algo contigo, pero supongo que debí avisarte primero. De verdad lamento la interrupción, Miroku.

—No interrumpiste nada, sólo charlábamos. Si de verdad hubiese querido privacidad, hubiese cerrado la puerta, ¿no te parece? —La observación lógica hizo que ella asintiera, admitiendo la validez de su punto. —Vamos, no quiero que hayas venido en vano. Te serviré un té.

Ella se resignó, dejándose guiar nuevamente hacia la oficina del abogado, que esta vez se encontraba vacía. Él le permitió entrar primero y luego le hizo un gesto para saber si prefería la puerta cerrada, a lo que ella asintió. Miroku lo hizo para luego dirigirse a una mesa ubicada en uno de los extremos de su oficina en donde tenía todo lo necesario para preparar bebidas calientes y comenzó a hacerle un té a la castaña, quien ahora se sentía mucho más nerviosa que en un principio. Observó por mientras el lugar, sonriendo levemente al notar la mano organizada y el estilo sencillo que eran característicos de él, junto con la enorme cantidad de textos relacionados a su carrera y una pila amontonada de hojas, probablemente trabajos o exámenes que debiese corregir. Agradeció con una sonrisa cuando Miroku le entregó la taza con el contenido caliente, bebiendo un poco en un intento de calmar los nervios antes de cumplir el objetivo que la había llevado a ese lugar.

—Muchas gracias, el té está delicioso —murmuró de forma sincera.

—No es nada, me alegra que te guste —él sonrió, sentándose frente a ella con una taza con café en la mano —. Y… ¿cómo has estado?

Sango agachó la mirada al escuchar su pregunta, descubriendo la intención de Miroku. Negó con un gesto, dejando su té a un lado y decidiendo no alargar esa reunión más de lo necesario, no quería despertar esperanzas que serían falsas, ya se sentía bastante mal con todo lo que había ocurrido. Inhaló profundo antes de hablar, armándose de valor para hacerlo.

—He estado bien, y espero que tú también, pero esta no es una visita social —frunció los labios al notar el efecto de sus palabras en el moreno, la angustia demasiado evidente en sus ojos.

—Me lo imaginé, pero de todas formas necesitaba preguntar —sonrió amargamente, también dejando su taza a un lado y bajando la mirada —. Entonces, ¿qué te trae por acá?

—Yo… —Dudó un instante, el pecho apretado y la angustia subiendo rápidamente por su garganta, sin embargo, sabía que debía hacerlo, era lo correcto. —Venía a decirte que volveré a vivir a Tōkyō. No quería que lo supieras por alguien más…

—¿Volverás a Tōkyō? Pero ¿por qué? Creí que estabas en Kyōto para poder seguir avanzando en tu carrera, porque en Tōkyō no podrás… Si estás haciendo esto para alejarte de mí, no lo hagas. Yo… soy yo quién debe irse. De hecho, lo haré cuando termine este ciclo académico, ya tengo todo visto, no tienes que sacrificar tus sueños por mi culpa…

—No puedo aceptar que lo hagas, ya renunciaste a tu vida una vez para alejarte. Además, aquí tienes muchas oportunidades como abogado, no es justo que las abandones…

—Por supuesto que es justo, recuerda que soy yo quien causó todo este desastre, renunciar a lo que tengo aquí para empezar de nuevo y dejar de dañarte, me parece un precio bastante justo. No importa cuánto tenga que dejar atrás, si tú eres feliz con eso, para mí está bien.

Sango apretó con fuerza sus puños, el pecho doliéndole al escuchar a Miroku. Cerró los ojos tratando de retener las lágrimas, odiaba que él siguiera sintiendo que debía pagar de alguna forma los errores que había cometido, como si ella no supiera lo doloroso que era para él haber perdido su amistad. Los volvió a abrir para mirarlo de frente, una extraña mezcla de furia con tristeza reflejándose con fuerza en ellos.

—No está bien, para nada. Soy yo la que no quiere volver a verte, por lo tanto soy yo quien tiene que alejarse. Deja de buscar una forma de castigarte por lo que pasó, nada de lo que hagas va a remediar esos errores y no quiero que seas infeliz o renuncies de nuevo a tu vida porque crees que así enmendarás en algo el daño que me hiciste. No quiero que sigas sufriendo por mi culpa, ¿entiendes? Si me voy, es porque quiero que seas feliz.

—¿Y quieres que lo sea, sabiendo que renunciaste a tus sueños por eso? Pensé que lo tendrías claro en este punto, si tú no eres feliz, yo tampoco lo seré. Deja de pensar en mí y sólo sigue tu vida.

—Podría decirte exactamente lo mismo. ¿Por qué eres tan idiota? Tampoco podría ser feliz si sé que nuevamente renunciaste a todo por mi culpa.

—Dijiste que no querías volver a verme, pensé que lo mejor era alejarme. Esta vez es diferente, Sango, porque traicioné tu confianza de una forma horrible, es algo que no podré perdonarme nunca. Y tú tampoco lo harás, porque no hay justificación para lo que hice…

—¡Lo hiciste porque me amabas! —Sango soltó las lágrimas, sin poder contener más el dolor que le causaba saber lo mal que estaba Miroku. —Lo hiciste porque no viste otra salida. Porque estabas desesperado y se aprovecharon de eso para hacerte creer que era lo mejor. Lo hiciste porque de verdad creíste que era lo mejor para mí y que yo sería feliz.

—Sango… Aún así, no debí…

—No, deberías haber pensado un poco mejor las cosas. Deberías haber recordado lo importante que eres para mí. Deberías haber sabido que no eres un simple recuerdo que voy a desechar, o que no voy a ser feliz lejos de ti. Pero lo olvidaste, y en estos momentos prefiero que siga siendo así. Déjame renunciar a mis sueños teniendo el consuelo de que tú no lo harás. Déjame ser yo la idiota que cometa ese error, y si quieres ódiame por eso, pero por favor… no sigas castigándote. Por favor, sólo déjame asumir la verdad y resignarme a la vida que elegí el día que no tuve el valor de tomar la decisión correcta y renuncié a ti. Por favor, Miroku…

La castaña había comenzado a llorar, incapaz de seguir ocultando la tristeza que sentía, o el dolor que arrastraba desde el momento en el que había hecho a un lado sus sentimientos y comenzado esa vida llena de mentiras. El abogado se acercó a ella, arrodillándose a su lado y tomándole las manos, logrando que ella lo mirara directo a los ojos, aún con lágrimas cayendo de los suyos.

—Lo lamento, Sango, pero no puedo. Seas tú o yo quien se vaya, la verdad es que no voy a ser feliz y, al parecer, tú tampoco. Sin embargo, si intento pensarlo fríamente, lo mejor es que yo empiece de nuevo y quizá así, podamos encontrar algún consuelo. Tú, en tu trabajo, y yo… pensando que serás la mejor policía que haya existido. No es el mejor panorama, ni siquiera suena muy alentador, pero es lo único que podemos tener por ahora. Y quizá con el tiempo, podamos superar esto y lo recordemos como un triste capítulo, nada más. Es todo lo que puedo ofrecer, y es a lo que me aferraré.

Sango sonrió desganada, mientras sentía la calidez de las manos de Miroku sobre las suyas y las lágrimas caer no sólo de sus ojos, sino de los azules también. Acarició con ternura la mejilla masculina, limpiando el rastro húmedo y observando el agónico lamento en su mirada, la resignación de ambos palpable al igual que el dolor. Tomar esa decisión era seguir el mismo camino que había elegido años atrás, y en ese sendero no había encontrado más que sufrimiento. No le parecía razonable volver a tomar esa opción, ya no quería seguir renunciando, menos si eso no le aseguraba nada. Volvió a limpiar las lágrimas de Miroku, esta vez con ambas manos, mirándolo directo a los ojos y sonriendo con algo de nostalgia.

—Lo siento, Miroku, pero ya no puedo seguir haciendo esto.

Acercó sus rostros lo suficiente y lo besó, cerrando los ojos y tomando por sorpresa al abogado, quien definitivamente no se esperaba eso. ¿En qué estaba pensando la muchacha?


Hola, hola... ¿cómo han estado? Yo he tenido bastante trabajo, he estado estresada y la verdad, es que me a costado bastante poder escribir, pero siempre he dicho que no abandonaré mis historias, así que aquí estamos. ¿Qué les parece? Finalmente, Sango terminó de explotar porque realmente no es feliz y ahora sabe que Miroku tampoco podrá serlo. Entonces, ¿qué les queda? ¿Y cómo va a reaccionar Miroku a esto? El escenario no deja de ser complejo, así que sigue existiendo el problema de que los sentimientos no bastan. ¿Qué hacer? Aún es un misterio.

Quisiera agradecer a todos los que se pasen por acá, en especial a AvrilGarcia, quien siempre deja sus hermosos reviews y es amor (L), pero también a todas las personitas que en algún momento se han dado una vuelta y dejado su pequeño aliento para que siga con la historia. Estos tiempos no están siendo fáciles para mí y el contar con ese apoyo me es muy importante. Así que gracias, de todo corazón, por darse el tiempo de hacerlo, es muy importante para mí.

Y también agradecer a mi hermosa beta, Nuez, quien siempre me da ánimos y me ayuda a no rendirme con la historia. Eres un sol~

Sin mucho más por ahora, espero poder leernos pronto. Un abrazo enorme a la distancia, cuídense mucho y espero esta contingencia no les esté afectando tan mal como a muchos.

Con amor~

Yumi~