DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.
— Je vais T'aimer —
XXV
— Lovebite —
—La continua pulsación en mi pecho canta,
y se funde con el pulso en tu pecho.
Crearemos un mundo, sólo para dos personas.
Me pregunto si podría vivir sólo para ti. —
—Shinkirou; Matenrou Opera—
Sango soltó un pesado suspiro tras cerrar la puerta del automóvil, mirando la entrada de su hogar con algo de ansiedad. Inhaló profundo, agarrando con fuerza la carpeta que llevaba en sus manos e ingresando a la mansión, siendo recibida con una amable sonrisa por parte de una criada y la animada carrera que dieron sus hijas para llegar con ella, con Kohaku y su padre siguiéndoles los pasos. Los saludó con un gesto y le indicó con un movimiento de su mano a su hermano que se acercara un poco más.
—¿Qué ocurre? —Preguntó él con curiosidad, algo confundido.
—Miroku te envió esto. Dijo que podía serte de ayuda con el ensayo que estás escribiendo —respondió, entregándole la carpeta antes de tomar en brazos a Mei.
El menor entrecerró las cejas, echando un vistazo rápido al contenido que acababa de recibir, para luego mostrar asombro y emoción en su rostro, volviendo a mirar a su hermana.
—¿Cómo consiguió estos estudios? Los busqué en todas las bibliotecas de la ciudad…
—Supongo que debe tener sus contactos —sus ojos brillaron, contagiándose con la felicidad de Kohaku —. Aunque dijo que le debías un favor.
—Claro, todos los que quiera. Iré de inmediato a revisar esto, ¡muchas gracias!
No esperó respuesta, apresurándose en entrar a la casa para dar comienzo con su tarea. Ella soltó una risita animada, era reconfortante verlo así de emocionado. Dirigió ahora su atención a sus hijas, quienes hacían muecas para llamar su atención, esperando que a ellas también les diera algún obsequio.
—Oh, pequeñas, también les tengo un pequeño regalo —sacó de su bolso dos libros para colorear junto con unos crayones que les mostró, causando alegría también en los infantiles ojos —. De acuerdo, pero ya es tarde, así que es hora de que vayamos a dentro, vamos.
Con la ayuda de su padre, entró a las gemelas y las instaló en la sala junto a sus nuevos materiales de arte, mientras ella preparaba té.
—¿Quieres? Ayudará con el frío —le ofreció al mayor, a lo que él asintió con una sonrisa.
—Sí, muchas gracias.
Se sentaron a beber el líquido caliente, en silencio por algunos instantes en tanto miraban a las pequeñas llenar de colores las páginas, sin tomar en cuenta las líneas guía y soltando risas contagiosas.
—Veo que lograste hacer las paces con Miroku.
La observación de su padre la tomó por sorpresa, logrando que se ruborizara levemente, algo que intentó ocultar bebiendo de su taza antes de responder.
—S-Sí, supongo que no era la única que lo necesitaba —sonrió, intentando ocultar el nerviosismo.
—Es cierto, y es bueno aprender a perdonar. El rencor puede llegar a consumirte por dentro —el mayor también le devolvió el gesto, sus ojos mostrando cierto alivio.
—Es verdad, me sentía bastante mal con esta situación, pero ya no. Me quité un peso de encima.
—Me alegra escuchar eso —el señor Kuwashima le dedicó una amplia sonrisa, antes de volver a mirar a sus nietas durante algunos instantes, notando como ahora intentaban quitarse los colores la una a la otra, lo que lo hizo soltar una carcajada antes de volver a hablar con calma —. Entonces, supongo que tendré que hacerme cargo de estas traviesas pequeñas de vez en cuando, ¿no?
Sango lo miró algo sorprendida, parpadeando un par de veces antes de abrir los ojos, aún procesando las palabras de su padre, sin saber cuál era la reacción más apropiada ante ese comentario.
—B-Bueno… La verdad, no lo había pensado. Y no quisiera abusar de tu amabilidad…
—No te preocupes por eso, pero en caso de que alguna vez lo necesites, sabes que no me molesta. Si algún día quieres ir al cine o, no sé, ese tipo de cosas a las que no puedes llevar a las niñas…
La castaña volvió a llevarse la taza a los labios para ocultar que el sonrojo había aumentado, el ofrecimiento de su padre era tentador, aunque no mentía: realmente no lo había pensado, ni siquiera habían tocado ese tema con Miroku. De hecho, él parecía bastante emocionado de poder compartir tiempo no sólo con ella, sino con las gemelas también; sin embargo, si era completamente sincera, no podrían disfrutar la mutua compañía con ellas presentes. Volvió a mirar a su padre de frente, él le devolvía una sonrisa tranquila, los ojos alegres no tenían ni siquiera un ápice de reproche. Se preguntó si sospecharía algo, o si estaba actuando tan permisivo con ella como una forma de compensación por el daño que le había hecho años atrás. O podría ser ambas. Negó bruscamente con la cabeza, su padre, ese hombre tan correcto, estricto, recto y apegado a las normas, que solía analizar el "qué dirán" ante cada decisión tomada por su familia y muchas veces, prefería evitar los chismes y malos comentarios; ese hombre que no había aceptado nunca a Miroku como su novio por el vergonzoso pasado que tenía, incluso cuando había demostrado por bastante tiempo no ser esa persona y haber superado las adversidades de su vida… No, ese hombre no actuaría tan amablemente con ella si sospechara lo que ocurría; por el contrario, la detendría, le dificultaría la situación, intentaría por cualquier medio que ella no deshonrara de esa forma a ninguna de las dos familias.
Suspiró, entonces era probable que sólo se tratase de la segunda opción, y él quisiera enmendar en algo el daño que causó con sus acciones tiempo atrás. Sonrió levemente, dejando la taza sobre la mesa antes de hablar.
—Está bien, si alguna vez lo requiero, te pediré ayuda con ellas.
—Por mí no hay problema, feliz las veo todo lo que quieras.
Intercambiaron una mirada llena de cariño antes de ser interrumpidos por las pequeñas, quienes agitaban los libros para colorear en el aire, intentando mostrarles sus creaciones muy animadas. Sango las felicitó con dulzura, en tanto en su pecho comenzaba a crecer la calidez que le brindaba poder disfrutar de esa forma esos momentos.
La nieve había comenzado a caer el día anterior, tiñendo de blanco toda la ciudad y bajando aún más las temperaturas, causando que los padres abrigaran de forma exagerada a sus hijos para que ellos pudieran salir a jugar con la nevada. Sonrió, sacando su móvil para mirar el mensaje que le había llegado hacía un par de horas, proponiendo una improvisada visita a su casa, con el pretexto de que las gemelas podrían jugar en el parque cercano con otros niños. La idea le parecía genial, era una excusa perfecta y no tardaron nada en organizarse, por lo que ahora esperaba fuera de la estación a Sango, quien ya se estaba demorando un poco más de la cuenta, algo que comenzaba a preocuparle, aunque no quería parecer exagerado o entrometido con los asuntos de la oficial.
Tras unos minutos que se le hicieron eternos, vio a la muchacha acercarse a paso rápido, levantándose las solapas del abrigo que llevaba para protegerse del frío en su rostro. Se subió de forma apresurada, sonriéndole como saludo mientras guardaba su móvil en su bolso, lo que llamó la atención de él.
—Gracias por aceptar mi propuesta —murmuró Sango mientras se abrochaba el cinturón de seguridad.
—No es nada —respondió en tanto la observaba con curiosidad —. ¿Pasó algo? Te tardaste un poco más de lo habitual…
—Oh… no es gran cosa —respondió, pero Miroku supo que no era cierto porque desvió la mirada de la suya —. Estuve hablando con Kuranosuke y quiere que organicemos con tiempo la celebración de Año Nuevo, pero esta vez planea que sea en Tōkyō. Pretende pedir un par de favores para que yo pueda irme la próxima semana y quedarme allá hasta después de la celebración…
—Espera, ¿qué? —Él no ocultó la sorpresa y disgusto que sentía con esa noticia. —¿No es algo arbitrario? Además, podría perjudicar tu situación laboral…
—Es algo que tengo que considerar, estaba hablando ahora con el señor Takahiro para ver las opciones…
—O sea que lo estás pensando.
Sango frunció todo su gesto, observándolo con algo de molestia, sentía la pincelada de celos que acompañaban las palabras del abogado, así como el desacuerdo con toda la idea.
—El año pasado, Kuranosuke no pudo estar con nosotros por temas laborales, y no quiere que eso vuelva a pasar ahora. ¿Es tan difícil de comprender?
—No, pero no entiendo por qué debes marcharte con tanta anticipación, podrías simplemente ir para la celebración…
—Tengo mucho que preparar para que tanto mis invitados como los de él puedan pasarla con nosotros. No es algo que haré de la noche a la mañana —se justificó, comenzando a irritarse con el reclamo del ojiazul.
—De todas formas, creo que tres semanas es demasiado tiempo, podría ser un poco menos…
Sango apretó los puños, ella también pensaba así, pero no podía debatir contra los argumentos que le daba su esposo para que ella y sus hijas viajaran de forma tan anticipada a su antiguo hogar. Negó bruscamente, la situación en sí era asfixiante.
—Podría ser, es verdad. Sin embargo, considera que Kuranosuke sólo nos ve los fines de semana, y a veces ni eso. Quiere compartir algo de tiempo con su familia.
Miroku soltó un suspiro ante esa realidad, muy a su pesar quien era la pareja oficial, el esposo de Sango, era Kuranosuke y por mucho que a él le doliera ese hecho, no podía cambiarlo. Tampoco podía pedirle a ella que le negara ese tipo de peticiones, no tenía sentido que lo hiciera.
—Lo siento… No quiero incomodarte, es sólo que… te voy a extrañar.
—Lo sé y entiendo que no estés feliz con esto. Pero aún tenemos algunos días que deberíamos aprovechar al máximo… así que, ¿por qué no vamos por las gemelas y disfrutamos de la tarde como habíamos acordado más temprano?
—De acuerdo.
Le dedicó una sonrisa antes de ponerse en marcha hacia la guardería, donde recogieron a las niñas, desacoplando el cochecito doble para usarlo como sillas para el automóvil. Finalmente, se dirigieron al hogar del moreno, en donde guardaron sus cosas y salieron al parque llevando sólo lo necesario para las gemelas.
Disfrutaron de un animado rato de juegos, entre bolas de nieve, muñecos y figuras dibujadas en el colchón blanco bajo ellos, ambos felices al ver la alegría de las pequeñas, quienes estaban fascinadas con la oportunidad de experimentar con esa desconocida y particular cosa que había caído del cielo el día anterior.
Estuvieron fuera un par de horas, hasta que llegó el momento de la merienda, por lo que decidieron ir a la casa de Miroku para prepararla y, de paso, servirse algo ellos también. Tras comer, y gracias a las energías gastadas con los incontables juegos, las menores cayeron rendidas en los brazos de los adultos, durmiendo profundamente. Las dejaron en el cochecito y luego se sentaron en el sofá de la sala, Miroku inmediatamente abrazó a Sango para atraerla a él, buscando su cercanía casi de forma desesperada, para luego besarla de manera fugaz, rozándole la nariz y acariciándole el cabello. Ella sonrió con un leve sonrojo, mirando de reojo el coche y acomodándose mejor en los brazos del ojiazul, devolviéndole otro beso cariñoso.
—Creo que tendré que cobrarle la palabra a papá más de lo que hubiese pensado —murmuró, sintiéndose extrañamente culpable de dejarse mimar por Miroku con sus hijas presentes.
—¿Qué palabra? —Preguntó con extrañeza, Sango no le había comentado nada al respecto.
—Oh, bueno… me ofreció cuidar de las gemelas cuando yo quisiera salir sola. Literalmente, dijo que era para "ese tipo de cosas a las que no puedes llevar a las niñas" —el sonrojo subió de forma rápida a sus mejillas al pensar la razón por la que le pediría ese favor a su padre.
—E-Espera, ¿acaso tu padre…? —Miroku palideció, el señor Kuwashima no era estúpido y estaba seguro de que sabía que él aún estaba enamorado de su hija, por lo que ese ofrecimiento era demasiado extraño.
—No lo creo. Es un hombre correcto, apegado a lo moralmente aceptado. Si sospechara, sería el primero en intentar detener esta situación de todas las formas posibles. ¿No te parece?
—S-Sí, pero… ¿no te parece algo inusual? Es decir, creí que yo seguiría siendo alguien un tanto indeseado…
—Bueno, pienso que, a pesar de todo, papá se dio cuenta de que me siento sola y necesito tener mi espacio y mis amigos. Por lo menos, eso fue lo que creo que intentó demostrarme ese día. Y si puedo contar con su pequeña ayuda para estar contigo…
Se inclinó sobre él con una sonrisa cómplice, sus ojos brillando en tanto volvía a robarle otro beso fugaz, tranquilizando un poco el temor que había comenzado a crecer dentro de Miroku ante la posibilidad de que los descubrieran.
—Creo que tendré que concordar contigo en esto, porque es algo que nos beneficia a ambos. Aunque podríamos aprovecharlo quizá mañana, hoy se está haciendo tarde y lo mejor es que Mao y Mei no se expongan al frío para que no se enfermen.
Sango sonrió ante sus palabras, besándolo con efusividad antes de ponerse de pie, dando por terminada esa pequeña escapada.
—Tienes razón, hablaré hoy con mi padre para ver si no tiene algún inconveniente.
—Está bien. Ahora, las iré a dejar antes de que comience a helar más.
Los dos se acercaron al cochecito para abrigar a las pequeñas antes de sacarlas al auto, para luego dirigirse al hogar de la castaña, con las ansias y el anhelo del próximo encuentro cosquilleándoles el vientre, pese a lo difícil que sería llevar esa relación a escondidas, porque estaban decididos a no seguir mintiéndose a ellos mismos.
Sonrió al recordar la despreocupada amabilidad de su padre cuando ella le había explicado la situación. Él comprendió que, como se iría a Tōkyō por algunas semanas, ella quisiera aprovechar esos días con su amigo, a quien quizá no vería hasta el siguiente año, porque era probable que esta vez no celebrara el Año Nuevo con ellos. Así que el mayor, con una bonachona sonrisa en su rostro, le había dicho que podía pedirle cuidar de las pequeñas todo lo que quisiera.
Ese día ella había terminado antes en la estación, ya que se había dedicado a hacer más que nada papeleo correspondiente a algunos procedimientos anteriores, por lo que el señor Takahiro, su jefe, la autorizó a retirarse en cuanto acabara con eso. Miró la hora y agradeció al taxista que la había conducido hasta su destino, quería darle una pequeña sorpresa a Miroku por lo que había decidido ir hasta su oficina para visitarlo. Se bajó del automóvil y exhaló pesado, contemplando la entrada al estudio con algo de nervios, era primera vez que iba hasta allí. Ingresó y saludó a la recepcionista educadamente, quien la observó con algo de duda.
—Buenas tardes, señora, ¿en qué puedo ayudarla?
Sango apretó la mandíbula de forma casi refleja al escuchar la forma en la que se dirigía a ella, pero no hizo ningún otro gesto de disgusto, después de todo seguía llevando la argolla de matrimonio en su dedo.
—Buenas tardes, quisiera hablar con el señor Tsujitani, por favor —respondió, sonriendo con amabilidad a la muchacha que ahora le devolvió una mirada llena de curiosidad.
—¿Tiene una cita? Porque no veo nada agendado aquí… —Respondió, hojeando una libreta con anotaciones.
—Oh… no, la verdad…
La chica soltó un suspiro y negó con un gesto, indicándole los asientos de espera que estaban frente a ella.
—Tendrá que aguardar un momento, iré a informarle a su secretaria para que vea si puede atenderla. ¿Su nombre y motivo de consulta?
—Sólo dígale que Takeda Sango necesita hablar con él.
La recepcionista asintió con un gesto y comenzó a caminar hacia una mampara de cristal que separaba ese sector de las oficinas, pero no llegó a atravesarla cuando se abrió la puerta que se encontraba al fondo del pasillo, de donde salió un hombre maduro con el semblante molesto, llevaba unos papeles en sus manos y un maletín. Se volteó hacia la oficina de la que acababa de salir, con la mirada furiosa.
—Eres un completo imbécil, llevar este caso te abriría puertas que ni siquiera te imaginas, lo cual no sólo te beneficiaría a ti, sino a todo el estudio y a la firma. No sé en qué estaba pensando Shishinki cuando te dejó a cargo, con tu complejo moralista sólo nos llevarás a la quiebra.
—Si quieres que el estudio tome el caso, pues hazlo tú mismo. Yo no pienso involucrarme, pero no voy a detenerte. ¿O acaso no eres capaz de ganarlo? —La voz de Miroku precedió a su imagen, apareciendo de pie en la entrada de su oficina, sus ojos reflejando una seriedad que a ella llegó a causarle escalofríos.
—¡N-No es eso! —El rostro del otro abogado enrojeció, ella no supo si fue por ira o vergüenza. —¡Ellos te pidieron a ti, pero ni siquiera vas a prestar asesoría! Sólo espera que se lo diga a Shishinki…
—Él ya lo sabe, y dijo que quedaba en mis manos. Creo que mis decisiones han ayudado más a la firma que tu trayectoria aquí, por algo estoy a cargo, ¿no?
—¡Eres un insolente, oportunista y aparecido! ¡Ya verás cuando…!
—¿Tienes algo más que decir sobre el caso? Porque me parece que terminamos aquí.
Miroku le hizo un gesto a quien ella supuso, era su secretaria, que se apresuró en indicarle al hombre mayor que la acompañara. En ese momento, la recepcionista se acercó a él y le susurró al oído un par de palabras, mirando hacia su dirección y causando que el ojiazul también lo hiciera, asintiendo con un gesto antes de volver a entrar a su oficina. La chica le pidió que se acercara y luego le dijo que podía pasar, señalándole la puerta. Sango agradeció y, después de golpear un par de veces la madera, ingresó para encontrarse con una oficina sencilla, muy parecida a la que él tenía en la Universidad, sólo que con más estantes y archivadores repletos de documentos que de seguro correspondían a todo lo que tenía que ver con estar a cargo de ese estudio. Sintió la puerta cerrarse detrás de ella antes de que los brazos la rodearan desde la espalda, él apoyó su rostro en su hombro y le besó la mejilla, ayudándola a quitarse el abrigo y ponerse más cómoda, sacándole una sonrisa.
—Disculpa que haya venido sin avisar, terminé antes y quise darte una sorpresa… no pensé que estuvieses ocupado, lo siento.
—Oh, no te disculpes. Llegaste justo a tiempo, ya agoté mi cuota de profesionalismo, y creo que perfectamente podría explotar si sigo escuchando más problemas.
—¿Puedo preguntar qué pasó? Ese sujeto fue bastante maleducado e hiriente… —Sango demostró su preocupación, porque había notado que algunas de las palabras dichas afectaron a su compañero.
—Nakahara Yuu, es un abogado parte de la firma… lleva años trabajando con Shishinki, aunque es muy ambicioso y suele cegarse pensando sólo en los beneficios económicos… —Soltó un suspiro, al parecer esa situación no era algo aislado. —Como soy un socio relativamente joven y nuevo, los demás le pidieron a Shishinki no dejarme llevar solo el estudio. Nakahara se ofreció, hace tiempo que busca estar a cargo de un estudio, y yo no le simpatizo porque dice que le quité la oportunidad en Hokkaidō.
—Entonces, busca perjudicarte para quedarse a cargo aquí… ¿verdad?
—Algo así, aunque no lo ha logrado. Ahora quiere que tome un caso de corrupción, el acusado pidió que yo lo lleve, pero a mí no me interesa.
—Por eso estabas tan molesto… —Murmuró, volviendo a sentir el escalofrío recorrerla al recordar la expresión dura que tenía Miroku al hablar con su colega, ella había olvidado lo que era enfrentarse a esa mirada intransigente y fría.
—Sí… pero ya pasó, y ahora estoy contigo… —Volvió a besarle el cuello, haciendo a un lado el cabello para que no le molestara y dejándose atrapar por el dulce aroma de Sango, quien cerró los ojos al sentirlo merodear ahí.
—¿Seguro que podemos…?
—No tengo nada agendado, la puerta está con llave y por cualquier cosa, me llamarán —respondió, mientras comenzaba a desacomodarle el suéter para tocar directamente su piel —. ¿O prefieres que vayamos a mi casa?
Sango se mordió el labio, algo indecisa ante la situación.
—N-No lo sé… —Suspiró, escapando de la mirada azul. —Nunca he… quiero decir, es tu oficina y nosotros… yo no…
Miroku soltó una risita, buscando sus labios para besarla con picardía, juguetón y cómplice, disfrutando los nervios de su amante como ella no podía imaginarse, porque le encantaba ver que aún podía mostrar esa faceta tímida pese a todo lo que estaban viviendo.
—Siempre hay una primera vez y a mí no me molestaría… pero si no te sientes cómoda, podemos irnos. Ya terminé mis labores aquí.
Él se separó de ella para dirigirse tras su escritorio y sentarse, comenzando a ordenar los documentos que estaban encima mientras le permitía a ella unos segundos de calma para que pensara su decisión. Sango lo observó con atención, sonrojándose porque él podía hacerla sentir como una adolescente sin esforzarse, logrando que se diera cuenta de lo inexperta que era a su lado, pero al mismo tiempo, dándole la confianza y certeza de que podía atreverse a conocer todo eso que la ponía nerviosa con él, porque a su lado era su lugar seguro. Se acercó, llamando su atención y causando que la observara con curiosidad; ella le quitó unos documentos de las manos, dejándolos encima del escritorio, y giró un poco la silla para que quedara frente suyo, sentándose en su regazo a horcajadas, mientras comenzaba a jugar con la corbata del abogado, quien le dedicó una sonrisa ladina.
—Creo que experimentar algo nuevo no estaría mal…
La mirada azul brilló con picardía, sus manos se acomodaron en la cintura bajo la ropa en tanto sus labios volvieron a encontrarse, besándose con pasión, el anhelo y las ansias escapando de forma entrecortada de sus bocas. Miroku tomó una pausa, haciéndole un gesto a Sango para que esperara, marcando un número en el teléfono que tenía sobre su escritorio, puso el altavoz y esperó tan sólo unos segundos antes de que una voz femenina respondiera del otro lado.
—¿Qué necesita, señor Tsujitani?
—Nada, Saya, sólo quería avisar que me tardaré más de lo previsto hoy.
—Oh, entonces le avisaré a Yuriko que me quedaré…
—No es necesario, de hecho, pueden retirarse si ya han terminado. Yo cerraré el estudio.
—¿Está seguro? No queremos abusar de su amabilidad, es nuestro trabajo y…
—Está bien, no se preocupen. Todavía tengo que revisar un par de casos, me llevará algunas horas aún con la ayuda de una oficial.
—Oh, entonces, ¿la señora Takeda…?
—Sí, es oficial de policía y somos amigos desde hace tiempo, suele ayudarme con algunos casos.
—Comprendo… ¿No va a necesitar nada más?
—No, muchas gracias. Que descansen.
—Igualmente, señor Tsujitani.
La llamada se cortó y Sango soltó una risita, volviendo a jugar con la corbata, pero esta vez había comenzado a desacomodarla para que quedara suelta.
—¿Así que… te estoy ayudando con algunos casos?
—Se me ocurrió que es una excelente excusa… además, no será del todo mentira, necesito tu ayuda —respondió, comenzando a subir el suéter para terminar sacándoselo, dejándolo caer a un lado y jugando con los botones de la blusa que ahora había quedado a la vista —. Tengo un caso grave de déficit de Sango y creo que eres la única que puede ayudarme…
—Bien, si es así, entonces tendremos que examinar los hechos y buscar evidencia…
Ella también comenzó a desabrochar los botones de la camisa de forma traviesa, moviendo la prenda para encontrarse con el torso descubierto, pasando los dedos por la piel juguetonamente y dedicándole una mirada cómplice.
—Es probable que tenga que buscar esa evidencia más meticulosamente, oficial…
Los ojos azules brillaron y Sango sonrió con astucia, acomodándose suavemente sobre la pelvis masculina, causando un roce provocativo en tanto sus manos seguían explorando el torso y sus labios depositaban cálidos besos en los pectorales.
—Tendré que ser minuciosa entonces, y explorar cada milímetro…
Miroku no pudo evitar morderse el labio y sentir la presión en su pantalón, la sangre acumulándose fácilmente ante las provocaciones de su acompañante. La apartó lo suficiente para terminar de desabotonar la blusa y apartarla con apremio, para luego llevar sus manos hasta los senos, masajeándolos antes de presionarlos suavemente, sintiendo cómo el pezón se erguía bajo la tela del brasier, Sango soltando un gemido que apenas pudo reprimir, hincando los dedos en su espalda como respuesta refleja al estímulo.
—Creo, oficial, que debería considerar retirar de la escena cualquier objeto que pudiera contaminarla, como otras prendas… —Murmuró en su oído, aprovechando de morder el lóbulo antes de besarla apasionadamente, sus lenguas encontrándose hasta que se separaron por falta de aire, sus rostros sonrojados y la temperatura evidentemente más alta que antes.
—¿Intenta decirme cómo hacer mi trabajo, señor abogado? —Negó con un gesto, apartándolo suavemente hacia atrás, sus manos bajando hasta el pantalón y comenzando a desabrochar el cinturón. —Pensé que yo era la experta aquí.
Él arqueó una ceja, sonriendo de medio lado ante esa faceta de la castaña. Muchas veces había fantaseado con una escena similar, pero nunca pensó que se haría realidad, mucho menos lo excitante que sería verla en ese rol.
—Bueno, oficial, el tema es que… también sé de lo que hablo, pero si prefiere ignorar mi consejo…
Sango terminó su tarea con el cinturón y lo sacó con un movimiento ágil, para dejarlo caer a un lado, sonriéndole con autosuficiencia.
—Lo que prefiero es hacer mi trabajo, y aún no puedo evaluar los hechos por completo —junto con las palabras, desabotonó el pantalón y bajó la cremallera, sus dedos metiéndose dentro de la prenda para acariciar la erección por sobre la tela del bóxer —. ¿Va a dejar de hablar y colaborará, o tendré que obligarlo?
La expresión en el rostro masculino fue inquietante y provocadora, las ideas que cruzaron su mente en ese instante fueron demasiado candentes y él perfectamente podía aprovecharse del momento, sacando a la luz un lado de Sango que estaba seguro, nadie más podría ver jamás. Tomó sus manos y las apartó, sujetándoselas tras la espalda y volviendo a acercarla a él para besarle el cuello, los hombros y el pecho.
—Me gustaría verla intentarlo, oficial, he escuchado que es muy buena —dijo mientras recorría su piel, la voz ronca evidenciando su excitación. Sango soltó un jadeo antes de soltarse de su agarre y afirmarle el rostro para besarlo de forma intensa, luego lo empujó levemente y se puso de pie, observándolo con deseo y astucia.
—En especial con quienes no cooperan.
Se volvió a acercar, pero esta vez se quedó de pie frente a él, alcanzando la corbata que no le había quitado y atrayéndolo a ella, sonriendo traviesa, su otra mano bajando hasta la zona pélvica, sus dedos metiéndose bajo la tela del bóxer y rozando el glande, provocando que Miroku se estremeciera con el contacto.
—Esto es tortura…
—Tú fuiste quien no quiso cooperar… —Se agachó lo suficiente como para quitarle el pantalón, él se deshizo de los zapatos con un movimiento, así quedó sólo la prenda interior; ella le regaló una sonrisa pícara. —¿Acaso recapacitaste?
—Sospecho que tenemos un caso de abuso de autoridad… y es usted, oficial, quien debería colaborar ahora si no quiere meterse en problemas…
Miroku se puso de pie, acorralando a Sango entre su cuerpo y el escritorio, la mirada cargada de pasión mientras la tomaba de las caderas para acercarla a él, una de sus manos rápidamente fue hasta el botón del jean femenino para soltarlo y comenzar a deslizar la cremallera hacia abajo, la sonrisa ladina más intensa en sus labios.
—No tiene pruebas, abogado, así que le sugiero que reconsidere sus acciones…
—O si no, ¿qué? —La miró desafiante, bajándole el pantalón hasta los muslos para luego apretarle las nalgas, causando que ella se mordiera el labio; luego, siguió deslizando la prenda hacia el suelo, acto al que Sango ayudó con sus propios movimientos, antes de responderle.
—Me temo que tendré que tomar medidas drásticas.
Se despojó del jean junto con los zapatos y empujó a Miroku de nuevo a la silla para volver a sentarse en su regazo, a horcajadas, rozando la erección con su vulva y provocándolo, sus manos afirmándose de sus brazos para realizar el movimiento que comenzaba a volverlo loco. Él apartó el brasier hacia arriba, dejando al descubierto los senos y aprovechando la posición, llevó su boca hasta uno de ellos, succionando el pezón y causando que Sango gimiera, aferrándose aún más a sus brazos y pegando más sus sexos. En ese punto, el ojiazul gruñó de forma ronca, separándose del pecho para besar de forma desesperada los labios de la castaña, mientras la alejaba un poco, indicándole con un gesto que se levantara para apartar la ropa interior que aún les estorbaba y colocarse un preservativo que sacó de uno de sus cajones. Ella lo hizo, luego se ubicó de la misma forma sobre él, sintiendo el miembro erecto en su entrepierna y la humedad extenderse con una hábil caricia de su compañero antes de que buscara su aprobación con su mirada, ante lo cual ella misma terminó uniéndolos, sintiendo la penetración más profunda. Echó la cabeza para atrás, arqueando la espalda y moviendo lentamente las caderas, hasta que Miroku decidió llevar el ritmo un poco más rápido, guiando la velocidad y profundidad con sus propias manos, en tanto Sango le regalaba besos cortos y cálidos, quizá en un intento por controlar los gemidos que se escapaban de sus labios.
—Vas a terminar matándome… —Murmuró, ocultándose en su cuello y besándola con pasión ahí, mientras se aferraba aún más a sus caderas.
—Espero que no, limpiar esta escena del crimen sería desastroso —respondió ella antes de soltar otro gemido, causando que Miroku sonriera de medio lado.
—Y eso que es mi oficina.
Sango hizo el intento de responder, pero no lo logró porque las penetraciones comenzaron a ser más rápidas y profundas, causando que cualquier sonido que quisiera salir de sus labios, se convirtiera en un gemido, sus músculos tensándose para sentirlo mejor, el ritmo vigoroso logrando que cada uno de sus nervios fuera recorrido por esa maravillosa y sutil corriente que la dejaba sin aliento. El movimiento aceleró de pronto, por algunos segundos, hasta que terminó eyaculando, tras lo cual el vaivén se hizo más lento para detenerse por completo, Miroku volvió a refugiarse en el cuello femenino mientras se separaba de ella, las respiraciones agitadas luchando por volver a la normalidad. Le hizo un gesto para indicarle que se sacaría el condón, pidiéndole permiso para levantarse e ir hasta el baño que había en el interior de su oficina. Sango asintió y se lo permitió, mientras ella recuperaba el aliento, con una sonrisa en el rostro que se borró luego de unos instantes, al preguntarse por qué él tenía protección guardada en ese lugar. Para cuando Miroku volvió, fue recibido con una mirada interrogante que él conocía bastante bien, adelantándole que algo malo había pasado.
—¿Qué ocurre?
—¿Por qué tienes preservativos en tu oficina?
El ojiazul inhaló profundo, luego exhaló pesado y negó con un gesto, intentando demostrar que no era algo por lo que ella debería preocuparse.
—Porque pensé que, en algún momento, algo así podía ocurrir y prefiero estar preparado. Además, es el mejor lugar para tenerlos, así no se dañan por el calor o alguna otra cosa —se encogió de hombros, no era algo tan complicado —. ¿Acaso vas a desconfiar de mí?
—No, sólo me pareció algo… extraño, pero tienes razón… supongo que has analizado todos los escenarios posibles y has dispuesto de todas las precauciones…
—Exacto —él sonrió, acercándose a ella para acariciarle el rostro y terminar apretando suavemente la mejilla —. No deberías ser tan celosita.
—Voy a intentarlo… aunque no es como si tú no te comportaras mal…
—Digamos que tengo ciertas provocaciones… que tendré que ignorar ahora, no quiero abusar de la amabilidad de tu padre.
—Tienes razón, será mejor que vuelva a casa.
Miroku asintió con un gesto, ayudándola a recoger su ropa para que se vistieran, mientras ella se acomodaba el brasier y la blusa antes de terminar de alistarse junto al moreno.
Al poco rato finalizaron su tarea, por lo que no tardaron en salir de la oficina para dirigirse a la casa de la castaña, quien debía esforzarse en recordar que no podía relajarse sólo porque su padre le había ofrecido cuidar de las niñas, sino que debía tener cuidado con sus pasos, especialmente evitando pasar todo el día con Miroku, por mucho que lo deseara, ya que eso levantaría demasiadas sospechas y era lo que menos deseaba en esos momentos.
El sol había comenzado a ocultarse cuando llegaron a la mansión, Miroku estacionó afuera y observó a Sango con una sonrisa, mientras ella se alistaba para bajar del auto, hasta que, con un movimiento de su cabeza, notó una marca rojiza en el cuello, en el lugar que él había estado besando. Tragó duro, llamando la atención de su compañera.
—¿Qué ocurre?
—Bueno… tenemos un problema —respondió, señalándole la zona afectada por su efusiva muestra de cariño.
—¿Qué…? —Sango se acomodó para mirarse en el espejo retrovisor, palideciendo al ver la marca que apenas se ocultaba con su ropa. —¿Cómo…?
—Tú sabes cómo, Sango…
—¡Esto es tu culpa! Maldición, ¿y ahora qué hacemos? ¿Sabes cómo quitarlo?
—No, pero quizá podamos buscar en internet… siempre hay solución para todo —intentó sonreír con optimismo, mostrándole su móvil, aunque no logró suavizar el gesto de reproche que ella le dirigía, así que optó por seguir con su tarea y averiguar alguna solución —. Veamos, cómo borrar un lovebite…
—¡Hola, muchachos! —La alegre voz de Kagome sumado a un par de golpes a la ventana del conductor hicieron que ambos se sobresaltaran, causando que Miroku soltara su móvil por la sorpresa.
—¿Kagome? —Preguntaron los dos al unísono, sin ocultar su asombro y bajando la ventana para hablar con ella.
—Los vimos llegar desde el jardín, pero se estaban tardando demasiado. ¿Está todo bien?
—S-Sí… Sólo estaba viendo que nada se me quedara… —Respondió Sango, acomodándose el cabello para ocultar la prueba de su falta. —¿Y tú? ¿Qué estás haciendo aquí? ¿InuYasha también…?
—Quisimos darte una sorpresa. Llamé a Kohaku hace unos días para planear qué podíamos hacer, y me comentó que tus suegros ya no viven contigo y que tu padre y él se mudaron, así que finalmente decidimos venir. ¿Acaso no debimos…?
—No, claro que no. Es sólo que no esperaba verlos hasta dentro de una semana… pero me alegra que hayan venido —le sonrió, gesto que su amiga le devolvió con cariño y alivio.
—Bueno, te extrañaba. Además, hay tanto por contarnos…
—Es cierto… pero creo que es mejor si hablamos dentro, ¿no te parece?
—Por supuesto, está comenzando a helar.
—Bien… Miroku, ¿te quedas a cenar?
El aludido levantó la vista de su móvil, ya que hasta ese momento había intentado encontrar una solución al dilema que tenían entre manos, aunque no sabía si algo de lo que había leído funcionaría. Asintió con un gesto, aunque aún demostraba algo de confusión.
—S-Sí, supongo que puedo.
—Entonces, vámonos.
Kagome se dio media vuelta para comenzar a caminar, momento en el que Sango le dio un codazo a su compañero, lanzándole una mirada de advertencia antes de bajarse y alcanzar a la azabache, dejando a Miroku rezagado mientras guardaba su teléfono y colocaba el seguro al automóvil, para luego seguir sus pasos. Una vez dentro, conversaron animadamente, poniéndose al día en todo lo que se podían contar hasta ese momento, incluyendo lo mucho que disfrutaron los recién casados su luna de miel y la decisión de Sango y Miroku de quedarse en Kyōto, algo que no dejó de llamar la atención de sus amigos, aunque ninguno de los dos preguntó en ese momento, aceptando las explicaciones dadas por ellos.
Después de cenar, Miroku se disculpó, pero debía irse a su casa, al día siguiente tenía que entregar calificaciones y aún le faltaba corregir algunos exámenes. Luego de eso, Kagome se ofreció para ayudar a Sango a bañar y hacer dormir a las gemelas, la excusa perfecta para poder tener un momento a solas con ella para ponerse al corriente de lo que había pasado durante ese tiempo que no se habían visto.
Sango escuchó a Kagome con atención, a pesar de que sus pensamientos no estaban por completo con ella debido al asunto que necesitaba resolver en su cuello. Miroku le había enviado algunos mensajes con opciones, pero no quiso revisarlos de inmediato para no ser maleducada con su amiga, a pesar de que la azabache se había dado cuenta de que algo la inquietaba, por lo que pronto dejó de lado su relato para averiguar qué estaba incomodando a la castaña.
—De acuerdo, Sango, ¿qué ocurre?
—¿A-A qué te refieres? Todo está bien…
—Te conozco y sé que algo te pasa. ¿Vas a contarme?
Sango soltó un suspiro, mirando a su amiga a los ojos y rindiéndose, ya había cometido el error de ocultarle cosas a Kagome, y eso sólo había terminado colapsándola, porque no tenía con quien desahogarse sobre sus dilemas existenciales. Además, sabía que podía confiar en ella y era muy probable que terminara ayudándola en todo lo que pudiera, aunque no estuviese de acuerdo. Y, por si fuera poco, ahora necesitaba solucionar su problema lo más pronto posible. Soltó un suspiro e hizo su cabello hacia atrás, mostrándole la marca rojiza en su cuello y sonriendo resignada, preparándose para la avalancha de preguntas que vendrían luego. Kagome observó perpleja la zona afectada, abriendo y cerrando la boca un par de veces antes de encontrar palabras para dirigirle a su amiga.
—E-Espera, ¿eso es un…? Pero, ¿cómo…? Acaso tú… ¿Miroku?
—Es una larga historia, pero sí. ¿Puedes ayudarme con esto? Prometo contarte todo…
—De acuerdo… ¿hace cuánto fue? —Kagome aceptó la oferta, sabiendo que su amiga debía estar desesperada, pero sin poder ocultar la curiosidad y emoción que eso causaba en ella.
—Algunas horas, fue durante la tarde. ¿Se puede borrar? —Preguntó con temor, mordiéndose el labio e intentando ignorar, por el momento, la mirada inquieta de su amiga.
—No se borrará por completo, pero podemos atenuarlo lo bastante como para cubrirlo con maquillaje y que no se note —sonrió levemente antes de ponerse de pie —. Iré por mis cosas para ayudarte, vuelvo enseguida.
Kagome abandonó la habitación por algunos minutos para regresar con un pequeño bolso de mano, de donde comenzó a sacar cosas para ayudar a su amiga. Vertió alcohol en un pétalo de algodón y lo aplicó, masajeando la zona con sus dedos para luego esperar un rato el efecto.
—Entonces, Miroku y tú… —Comenzó el interrogatorio, sin poder aguantar las ansias por saber en qué circunstancias había ocurrido eso.
—Bien, unos días después de su boda, decidí ir a verlo para decirle que me iría a Tōkyō… terminamos discutiendo sobre quién debía marcharse y por qué, hasta que finalmente me di cuenta de que no podía seguir negando lo que sentía, no quería seguir fingiendo, así que se lo dije, ambos fuimos sinceros…
—A veces son tan tontitos, intentan alejarse cuando en realidad no pueden negar que se aman…
—No es como si las circunstancias fuesen sencillas o favorables para nosotros —bajó la mirada, sabía que lo que estaba por confesarle a su amiga no era algo por lo que podía estar orgullosa —. Y sé que en gran parte es por las decisiones impulsivas y arbitrarias que tomamos en su momento. Así que esta vez, preferimos ser más claros y honestos. Nos dimos unos días para analizar la situación y tomar una decisión en conjunto…
—Entonces… ¿estarán juntos…?
—No de la forma que crees, supongo… —Soltó un suspiro, apretando los puños con algo de culpa. —Pensé mucho en todo lo que implicaban las distintas opciones que teníamos, pero sigo siendo demasiado cobarde, me temo… porque no quiero arriesgarme a afrontar las consecuencias de divorciarme de Kuranosuke, eso implicaría perder mis herencias familiares e incluso, podría quitarme la custodia de las niñas… además de todo lo que conlleva un divorcio.
—Bueno, es algo complejo, más aún con la familia de Kuranosuke… Si no vas a separarte, ¿por qué hoy…?
—Oh, es sólo que… decidimos ser amantes —desvió nuevamente la mirada, enrojeciendo al admitir esa realidad tan sobrecogedora —. No vimos otra salida… y sé que soy una horrible persona y que no merezco tu comprensión, pero de verdad lo necesitamos…
La azabache negó sutilmente, abrazando a su amiga, quien había comenzado a derramar lágrimas cargadas de culpa y remordimiento, consciente de que ella era la principal causante de que las cosas fuesen de esa forma.
—No eres una horrible persona, Sango. Simplemente, las circunstancias te empujaron a esto —le dedicó una sonrisa tranquila, intentando calmarla un poco —. Además, si te soy sincera, siempre supe que, tarde o temprano, terminaría pasando algo así.
Sango se quedó perpleja ante la reacción de su amiga, realmente pensaba que ella no comprendería la situación y que terminaría regañándola por incurrir en una falta tan grande. Encontrarse con el apoyo inmediato de Kagome la dejaba sin palabras. Parpadeó un par de veces, mientras su compañera volvía a evaluar la zona afectada en su cuello y sonreía con calma.
—Bien, ha disminuido un poco el color, ahora aplicaremos un poco de aceite de menta… creo que lo tenía por aquí —comenzó a buscarlo entre sus cosas hasta dar con la pequeña botella que necesitaba, sacando el cuentagotas para aplicar un par de gotas en el lugar y masajearlo con cuidado —. Esto deberías aplicarlo todos los días hasta que desaparezca.
—D-De acuerdo… —La observó por unos segundos, aún sin terminar de asimilar su reacción. —Eh… ¿Kagome?
—¿Sí, Sango?
—¿No crees que es estamos mal? Es decir, una infidelidad es una falta grave y nosotros…
—Lo necesitan —volvió a sonreírle, intentando disminuir la ansiedad que era palpable en la castaña —. Y yo no necesito más explicaciones ni ninguna excusa, ustedes se aman y, si bien creo que podrían haber hecho las cosas de otra forma, ahora me alegra que puedan ser sinceros por lo menos entre ustedes.
—¿Lo dices en serio? ¿No vas a sermonearme o…?
—Ya son adultos y saben lo que hacen… además, imagino lo difícil que será todo de ahora en adelante para ustedes, así que sólo puedo darte mi apoyo y ofrecerte ayuda en lo que pueda.
—Muchas gracias, pero no quiero meterte en problemas y si alguien sabe que tú…
—No deberías preocuparte por mí, en realidad. Con lo que debes tener cuidado es con ustedes y sus muestras de cariño, tienen que ser menos intensos, para que no vuelvas a tener un problema similar…
—Lo sé… tendré que controlar los impulsos de Miroku.
—No creo que eso sea una tarea fácil, así que te deseo suerte —soltó una risita antes de volver a mirar la piel que ya no estaba tan enrojecida, asintiendo con un gesto —. Bien, ahora podemos cubrirla con maquillaje… ¿tienes alguna base que sea de tu tono? Creo que la mía es un poco más oscura…
—Sí, tengo una por aquí… —Sango sacó su cosmetiquero y buscó lo solicitado por su amiga, entregándoselo.
—Fantástico, ahora, déjame ver…
La azabache comenzó a maquillar la marca con sutileza, dejando una capa tan tenue que no se notaba, ocultándola perfectamente. Sonrió satisfecha con el resultado, indicándole a Sango que se mirara en el espejo de su habitación para que ella misma lo evaluara.
—Muchas gracias, eres la mejor —dijo con sinceridad, regalándole una sonrisa cálida y cariñosa.
—No es nada, ¿para qué están las amigas?
—Es cierto… —Volvió a sonreír antes de agregar el último detalle de su confesión. —Kagome, ¿puedes no decirle a InuYasha? No creo que lo entienda, además, como su padre…
—Por supuesto, Sango, no le diré nada, lo prometo.
La castaña agradeció que su amiga comprendiera tan bien las circunstancias, apoyándola tal como ella deseaba que lo hiciera, pese a que era consciente de que esta situación también podía terminar afectándola y que perfectamente podría haberle recalcado que ella se lo había advertido. En su lugar, era reconfortante tener la certeza de que no la juzgaba de ninguna forma y comprendía sus razones, aún después de todo lo que eso implicaba a futuro.
El cielo nublado pronosticaba que el frío aumentaría dentro de las siguientes horas, y probablemente llovería por la noche, si es que no nevaba en su lugar. Soltó un bufido, acomodándose el abrigo que su esposa le había obligado usar para evitar que se resfriara, porque él hubiese preferido salir no tan cubierto. Miró alrededor algo fastidiado al escuchar el alboroto de los universitarios saliendo de clases, aunque no pudo ignorar todas las conversaciones cuando escuchó el nombre de su amigo en una de ellas.
—Sí, el señor Tsujitani es muy simpático, me pregunto si será así siempre…
—Eso no es lo importante, ¿no has visto sus ojos?
—¡Haru, no te fijes! ¡Es nuestro profesor!
Las risitas del trío de chicas que se habían detenido cerca de donde él estaba sentado llegaron agudas a sus oídos, aunque intentó ignorarlas.
—¿No has notado que está de mejor humor últimamente? ¿Crees que la señorita Himura y él…?
—Oh, yo sé que a ella sí le gusta, se le nota a kilómetros. Quizá cuando se quedan revisando esos proyectos…
Él entornó los ojos, seguro de que el cambio de ánimo en su amigo no era precisamente por lo que sospechaban esas jóvenes. Se puso de pie y comenzó a caminar hacia el edificio donde se encontraba la oficina académica del abogado, saludando cortésmente al encargado antes de preguntarle la dirección en la que se encontraba su destino y siguiendo las indicaciones, encontrándose con la puerta abierta y la imagen de un concentrado Miroku inserto en su móvil. Arqueó una ceja al notar el gesto algo astuto con el que el ojiazul miraba la pantalla mientras tecleaba, sacando sus conclusiones.
—Me encanta la forma en la que trabajas.
El aludido dio un respingo, casi soltando el aparato y mirándolo algo sorprendido, para luego guardarlo y hacerle un gesto para que entrara en su oficina.
—Sólo tomo un respiro antes de revisar estos ensayos —respondió, intentando parecer relajado, aunque la mirada de su amigo no lo ayudó.
—Ya veo… ¿Y es algo indecoroso? Porque esa mirada yo la conozco.
—N-No… ¿De qué hablas, InuYasha? Yo no… —Pero fue interrumpido por la vibración y el sonido de un nuevo mensaje entrante, que llamó de inmediato su atención.
—No te estoy reprochando nada, después de todo estás soltero y puedes hacer lo que quieras —hizo especial énfasis en su supuesto estado sentimental, mirando con detenimiento su reacción. Miroku intentó mantenerse tranquilo, aunque pasó algo de saliva y miró de reojo su móvil —. ¿No deberías contestar?
—Quizá después, no creo que sea… —Otra notificación más que aumentó su nerviosismo, sacándole una sonrisa soberbia a su amigo. —Importante. ¿Qué se te ofrece? Creí que tenían planes con Kagome…
—Resulta que Sango le pidió que le enseñara a preparar algo, no recuerdo qué. ¿Te molesta que haya venido? Pensé que podíamos charlar un rato, ya sabes… ponernos al día.
El abogado entrecerró las cejas ahora, considerando el comportamiento de su amigo completamente inusual y fuera de lugar. Se acomodó en su silla y lo invitó a sentarse, aunque sus sospechas aumentaron cuando él, antes de hacerlo, cerró la puerta de su oficina.
—Bien, entonces, cuéntame… ¿cómo la pasaron en su luna de miel? ¿La vida de casados es como te la imaginabas?
InuYasha entornó los ojos, cruzándose de brazos con un gesto algo socarrón en sus labios.
—Mejor de lo que esperaba, de hecho. Poder hacer con Kagome todo lo que quiera sin que nadie nos diga que ya no podemos, es maravilloso.
El brillo sagaz en sus ojos logró que Miroku le sonriera de forma cómplice, le alegraba saber que ellos eran felices y disfrutaban la decisión que habían tomado.
—Me da mucho gusto escuchar eso. No pensé que durarías más de una semana —bromeó, sonriéndole con sorna.
—Keh, como si no supiera lo que hago —le espetó, sosteniéndole la mirada —. ¿Y qué hay de ti? ¿Con quién te estás mensajeando? Escuché por ahí a una tal señorita Himura…
—¿Q-Qué? ¡Por supuesto que no! —Miroku se mostró realmente molesto y en desacuerdo con esa idea. —Jin sólo es una colega, nada más. ¿De dónde sacas semejante idea?
—Bueno, tus alumnas piensan que le gustas.
—A veces pueden tener mucha imaginación…
—También comentan que andas de mejor humor.
—Hice las paces con Sango, y sabes que era eso lo que me tenía decaído.
—Está bien. Entonces, ¿con quién te mensajeas? Y no me digas que no es algo pervertido, porque vi tu mirada.
Miroku abrió la boca al verse un poco atrapado, luego la cerró y negó con un gesto, iba a responderle cuando nuevamente su móvil volvió a interrumpirlo, haciendo notorias sus ansias. InuYasha sonrió arrogante, mirándolo con una pizca de diversión.
—Deberías responder, parece urgente.
El abogado tomó el aparato mientras le lanzaba una mirada cargada de fastidio a su compañero. Desbloqueó la pantalla y revisó los mensajes, intentando mantener el semblante sereno, aunque fuese difícil en esas circunstancias. Su último mensaje había sido una sugerencia a Sango para ayudar a que la marca en su cuello desapareciera más rápido, que consistía en más tardes cálidas juntos, enviando también la captura de pantalla del sitio respaldando su propuesta, donde salía la información de que "sesiones de sexo posteriores disminuían la marca, porque ayudaban a aumentar la circulación sanguínea". Y las respuestas de su amante demostraban claramente sus intenciones.
"No sé si te merezcas un premio por esto, así que tendré que pensarlo. Quizá debería castigarte."
"Aunque, pensándolo mejor, solucionar este problema me beneficia más a mí que a ti, así que acepto la oferta. Después de todo, tienes que hacerte cargo de alguna forma."
Inhaló profundo, notando como el gesto soberbio de InuYasha se acentuaba al notar que él no estaba logrando mantenerse inexpresivo con lo que leía. Volvió a concentrarse en la pantalla para leer el último mensaje y darle una respuesta, seguro de que su amigo no iba a creer ninguna de las excusas que inventarle después.
"¿Qué te parece esta tarde? Podría ir a la Universidad cuando me desocupe aquí y vemos qué hacer…"
Pasó saliva, tecleando la respuesta de forma rápida antes de volver a prestarle toda su atención a InuYasha.
"Justo en estos momentos, no es una buena idea. Te aviso, tengo una visita inesperada. ByE"
—Al parecer, sí era importante.
—Pero puede esperar. ¿En qué estábamos?
—Aún no me dices con quién te escribes. ¿O mejor adivino? Porque creo que tengo un presentimiento…
—No es nadie, de verdad…
—Sango.
Miroku lo miró a los ojos atónito, aún más cuando vio que él le devolvía un gesto socarrón, soberbio y hasta altanero, mientras esperaba que le confirmara sus sospechas. Intentó negar con un movimiento de su cabeza, no estaba seguro de cómo podía tomar eso InuYasha, porque su historia familiar arrastraba muchas consecuencias producto de una infidelidad y él sabía cuánto le había afectado eso toda su vida, por lo mismo había decidido no decírselo, no era su intención involucrarlo en algo con lo que no estaría de acuerdo.
—¿De dónde sacas esa idea? Nosotros no…
—¡Oh, vamos, Miroku! No soy idiota, pero parece que ustedes sí. ¿Qué demonios están haciendo? ¿No crees que ser su amante es demasiado arriesgado?
—¿Por qué crees que…? —Desistió de su idea de ocultarle lo que pasaba a su amigo cuando vio el gesto escéptico en su rostro, así que terminó admitiéndolo. —Lo sé, pero no vimos otra opción. Es difícil de comprender, hay muchas cosas detrás y lo único que deseamos ahora es dejar de mentirnos y ocultar nuestros sentimientos. Sólo queremos ser sinceros con nosotros mismos.
—¿Y después, qué? ¿Qué quieren lograr con esto? —InuYasha lo miró ahora con seriedad, se notaba su preocupación. — ¿Han pensado en lo que va a pasar cuando se descubra la verdad? Porque puede que ahora sean sinceros entre ustedes, pero le siguen mintiendo al mundo.
El ojiazul soltó un pesado suspiro, consciente de que su amigo tenía razón. Él mismo lo había pensado, y seguía cuestionándoselo constantemente, pero habían analizado la situación con Sango y sabían las consecuencias.
—No es fácil y no sé si puedas entenderlo. Ella está atrapada, hay mucho que puede perder, incluso a las gemelas. Lo pensamos bien, InuYasha, y decidimos esto conscientes de todos los riesgos, porque ya no podíamos seguir fingiendo que sólo somos amigos.
—¿Y cuándo los descubran? Porque eso va a pasar, tarde o temprano. Y las consecuencias pueden ser peores, tú sabes muy bien cómo son las cosas cuando hay infidelidad, en especial con las mujeres.
La severidad en el rostro de su amigo era lógica y él sabía que tenía razón, incluso si era optimista considerando que Kuranosuke no vivía con Sango y que no era inusual que ellos pasaran mucho tiempo juntos porque eran viejos amigos, eventualmente todo terminaría saliendo a la luz y quien resultaría más afectado no sería él. Agachó la mirada sintiéndose aún más culpable que antes.
—Tienes razón. Ambos lo sabemos, lo consideramos cuando tomamos la decisión… De hecho, lo hago por ella —sonrió de medio lado, volviendo a mirar a la cara a su amigo —. Sango finge cada minuto ser alguien que no es, se esfuerza en mantener una imagen que sea digna de lo que todos esperan que sea, y es infeliz. ¿Nunca has pensado lo horrible que debe ser tener esa vida? Y sé que fueron nuestras decisiones las que causaron esta situación, pero no podemos volver atrás y cambiar nuestra realidad. Por eso, si puedo hacerla feliz de esta forma, devolviéndole, aunque sea, un poco de control en su vida… ella tomó la decisión y yo la apoyo, con todo lo que pueda venir de ahora en adelante.
El oficial sintió la profundidad de las palabras del abogado y sonrió resignado, consciente de que no podía cambiar la realidad y que, si sus amigos tomaban ese camino tan pedregoso, lo único que él podía hacer era apoyarlos, porque sabía que iban a necesitarlo más que nunca.
—Bien, aunque no esté de acuerdo, entiendo y no voy a juzgarlos. Sé que no es fácil, así que… —Se encogió de hombros antes de ponerse de pie y sonreírle con complicidad a Miroku. —Creo que mejor me voy, al parecer tienes planes y no quiero retrasarlos. Sólo cuídense.
—Lo haremos, no te preocupes —también le sonrió, acompañándolo hasta la puerta para despedirse —. Gracias, InuYasha.
—Keh, no agradezcas, sólo espero que todo salga bien.
Le hizo un gesto con su mano antes de salir y dejarlo solo para volver a casa de su amiga, seguro de que pronto iba a tener que comenzar a ser su apoyo y quizá, en más de alguna ocasión, también ayudarlo a inventar excusas o incluso, acomodarle algunas ideas cuando la situación escalara a niveles que podían ser insostenibles para personas como sus amigos. Después de todo, era su decisión y no podía hacer mucho más que seguir ahí, hasta el final.
Buenas~! Aquí estamos con la vigesímoquinta entrega de este tortuoso fic, esta vez ya con un amorío consolidándose y la confesión de sus delitos a sus amigos -junto con algo de acción, porque ambos necesitan amor del bueno. Y las cosas ya no daban más, ninguno de los dos iba a seguir soportando ser sólo un amigo o alejarse. Estamos preparando una bomba, porque cuando esto se sepa... De seguro InuYasha sabe de lo que habla.
En fin, quiero agradecer a AvrilGarcia y a Maryam por sus hermosos reviews, ustedes saben que viene dolor, tragedia y drama, pero aún no está todo dicho, y debemos esperar hasta que las cosas vayan resolviéndose, aunque eso va a ser bastante tormentoso.
También agradezco infinitamente a Nuez por su apoyo incondicional y sus partiduras de cabeza ayudándome a sacar todas estas ideas. Todas son un sol (L)
Nos leemos, espero que pronto, pero no prometo nada por el tema de mi observación de artritis en estudio.
Un abrazo~
Yumi~
