DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.
— Je vais T'aimer —
XXVII
— Preludio —
— ¿Aún no se te ha ocurrido una excusa?
Tomaré las palabras que sea que me des.
Sólo quiero seguir sintiéndote
en la lluvia…
En la lluvia. —
— Anima; Sukekyo —
La luz del día y el frío del exterior le golpearon la cara, aunque no lograron borrar la sonrisa que tenía. Cubrió a las gemelas para que la helada no les llegara de forma directa y comenzó a caminar hacia el interior de la mansión Kuwashima, seguida de su padre y Kohaku, quienes llevaban las maletas y demás pertenencias que debían descargar del vehículo que los había transportado, a cuyo chófer le habían agradecido y pagado el viaje antes de bajarse.
Sango se dedicó un rato a ordenar sus cosas y las de las niñas, en tanto la comida estaba lista, cortesía de su padre que quiso preparar algo. Mientras estaba en eso, aprovechó de enviarle un mensaje a Miroku para informarle que habían llegado bien a casa y que le avisaría cuando podían hablar para llamarlo. Recibió una respuesta cariñosa y comprensiva, aunque se notaba ansioso por la espera.
Luego de comer, Mao y Mei demandaron su momento de siesta, por lo que la castaña las llevó a su cuarto y las hizo dormir, tras lo cual aprovechó el momento a solas para ver si podía hablar con el abogado. Después de recibir una respuesta afirmativa, lo llamó con una sonrisa, evidentemente emocionada.
—Hola, pequeñita, ¿cómo estás? ¿Qué tal fue el viaje? —La voz del otro lado demostró tanta emoción como ella, lo que sólo la hizo sentir cosquillas en el estómago.
—Bien, llegamos sin novedades —respondió, feliz de escucharlo tan animado —. ¿Y tú?
—Bien también, estaba terminando con el último ensayo —la satisfacción de haber concluido sus revisiones fue notoria hasta en su voz —. Así no tengo tanto trabajo estos días.
—Me parece fantástico, puedes disfrutar de un poco de tiempo libre entonces —comentó de forma alegre, pero con un tinte cómplice y coqueto que hizo sonreír a Miroku.
—Sí, y creo que tengo un par de cosas en mente que estoy ansioso por hacer —respondió del mismo modo un poco insinuante, logrando que ella se sonrojara levemente.
—¿Y tienes quién te acompañe en esas actividades? —Preguntó de forma traviesa y algo provocadora, anhelando el encuentro próximo.
—Estaba pensando en una castaña bastante sexy que he visto un par de veces en la estación de policía… —sonrió de forma pícara, el tono sensual más que evidente.
—Oh, creo saber de quién hablas… pero no ha estado en la estación desde hace un tiempo…
—Entonces, tendré que buscarla. ¿Tienes alguna idea de dónde la puedo encontrar?
—Quizá un par… si me invitas a cenar, podría contarte más al respecto —siguió el juego, soltando una risita traviesa.
—No tengo problema, sólo dime cuándo y dónde paso por ti, y lo hago —la seguridad en el tono acentuó la sonrisa de Sango.
—¿Qué te parece hoy? Podría pedirle a mi padre que vea a las niñas por la tarde…
—Me parece fantástico, siempre que no te traiga problemas…
—Por supuesto que no. Le había comentado que era probable que hoy nos juntáramos, y no se veía extrañado ni molesto. De hecho, parecía más comprensivo que otra cosa —Sango analizó el comportamiento de su padre con algo de extrañeza, aunque creía que él estaba en actitud pacífica y quería evitar más problemas con ella.
—En ese caso, ¿te paso a buscar a la casa después del trabajo? Si tengo suerte, la reunión de hoy terminará temprano… —Propuso con entusiasmo, contagiando de ese sentimiento a Sango también.
—Está bien. Nos vemos en la tarde, entonces.
—Por supuesto. Hasta pronto, preciosa.
—Hasta pronto.
La comunicación se cortó, dejándole una sensación cálida en el pecho y cosquilleante en el vientre, algo que le hacía recordar las primeras veces que salía con el ojiazul, ese nerviosismo casi de adolescente que muchas veces causaba algo de torpeza y timidez. Sonrió, pensando que era muy probable que el tiempo que estuvieron sin poder estar juntos, era el responsable de hacerla sentir así, como si fuese la primera vez.
Miró a sus pequeñas dormir no tan tranquilamente, pues ya habían desordenado las mantas que las cubrían y tenían un enredo con sus piernas y brazos, lo que causó que soltara una risita antes de volver a cubrirlas y salir un momento, en busca de su padre para preguntarle si podía cuidar de las niñas durante la tarde. Lo encontró en la sala junto a Kohaku, hablando sobre el caso que había analizado el menor para el ensayo que había sido calificado con la nota más alta por Miroku.
—Pero entonces, si no estás seguro de la inocencia de tu cliente, ¿cómo lo defiendes de una acusación tan grave? La defensa personal no puede explicarlo todo —su padre sostuvo un punto que siempre había defendido, porque su relación con los abogados tenía un historial bastante amargo.
—Ese es el punto, hay mucho que considerar en este caso. Las circunstancias son una atenuante, además la víctima iba armada, por lo que se presume que tenía intenciones ocultas —se sorprendió al ver la determinación en el semblante de su hermano, aunque no sabía si también lo demostraría con otras personas.
—Un asesino es un asesino, Kohaku. No puedes devolverle la vida a alguien, lo sabes.
—No todo es blanco o negro, padre. De eso se trata la vida.
—Yo no creo que… ¡Oh, Sango! —El señor Kuwashima reparó en su presencia, haciéndole un gesto para que se acercara y participara de la conversación. —Tu hermano no comprende que un delito es un delito, no hay atenuantes que puedan borrar eso.
—Bueno, la verdad es que creo que tiene algo de razón —para sorpresa del mayor, ella apoyó al estudiante —. Hay muchas circunstancias que uno debe tomar en cuenta antes de juzgar un crimen. La defensa personal o un historial de violencia y abusos pueden ser factores determinantes para establecer la culpabilidad de alguien.
—Ah, no lo puedo creer… y yo que pensé que tú lo habrías comprendido después de todo…
—He aprendido muchas cosas, padre, y concuerdo con Kohaku: la vida no es blanco o negro.
—Bien, si ustedes lo dicen… quizá me esté haciendo viejo y mis ideas son anticuadas —soltó un suspiro, negando con un gesto antes de mirar fijo a su hija —. Por cierto, ¿saldrás hoy?
—Oh, sí… de hecho, venía a conversar contigo sobre eso —le sonrió con algo de nerviosismo, cruzando los dedos y rogando que él no pusiera ningún impedimento para sus planes —. Miroku me invitó a cenar y quería preguntarte si puedes ver a las gemelas mientras estoy fuera… claro, sólo si puedes, sino le diré que lo dejemos para otro día…
—¡Por supuesto que puedo! Además, llevan casi un mes sin verse, supongo que tienen mucho que contarse —el hombre sonrió afablemente, causando que sus hijos fruncieran el ceño con extrañeza ante su actitud.
—Eh… papá, ¿te sientes bien? —Preguntó Kohaku, sin poder ocultar su sorpresa ante esa actitud tan despreocupada del mayor.
—De maravilla, hijo. ¿Por qué lo preguntas? —Lo miró también confundido, sin comprender que él cuestionara su actitud.
—No lo sé, pensé que Miroku no te agradaba… y bueno, que mi hermana…
—No es mi amigo, es el de ella —respondió, encogiéndose de hombros —. Ya cometí el error de querer decidir por ella, y no salió nada bien. Quiero aprender de esa experiencia.
—Bueno, eso tiene sentido —Kohaku sonrió con tranquilidad, feliz de que su padre comprendiera eso por fin.
—Muchas gracias, papá. No te imaginas lo que significa esto para mí —Sango también estaba feliz y tranquila, sabiendo ahora que su padre no sospechaba nada y que su comportamiento se debía al apoyo que quería brindarle junto con la lección aprendida de su actuar anterior.
—Lo puedo imaginar, pero no me agradezcas. Es lo menos que puedo hacer por ti.
—De verdad, es mucho para mí —sus ojos demostraron la gratitud, alegría y tranquilidad que sentía ante el cambio de su padre. Sonrió levemente antes de volver a hablar —. Bien, iré a ver a las gemelas y me quedaré con ellas hasta que despierten, si no les molesta.
—Por supuesto que no, ve con calma —el mayor le sonrió, haciéndole un gesto con su mano que le indicaba que no había problema en que cumpliera su cometido.
Sango salió de la sala para dirigirse donde sus hijas, sintiéndose liviana y mucho menos nerviosa ahora que su padre le había quitado todas las dudas sobre su comportamiento, y sabiendo que contaba con él por el momento, le sacaba un gran peso de encima. Por lo menos así podía enfocar sus energías en otros asuntos, y tener esa certeza era gratificante.
—En conclusión, tendremos que rebajar los costos operacionales, en especial los destinados a insumos de oficina y gastos de transporte, que han aumentado considerablemente este último trimestre —Miroku echó una mirada rápida a sus compañeros, quienes escuchaban atentos —. Se fijará un monto mensual límite por persona, y si alguien lo supera, será descontado de su salario.
—¿Y cuál será ese monto? Me parece una ridiculez —un hombre de mediana edad bufó algo molesto, siendo apoyado por algunos otros miembros.
—Tendré que evaluarlo con contabilidad. Deben considerar que el mes pasado, las ganancias se vieron disminuidas en un 5% a causa de estos gastos, pero todos siguieron cobrando su salario a totalidad. Si a la firma no le es rentable mantener el estudio, no será beneficioso para ustedes. No quisiera tener que llegar a reducir personal o, en última instancia, cerrar este lugar —la voz de Miroku estaba teñida con una severidad que logró hacer callar a quienes quisieran protestar más, porque sus razones eran válidas y ninguno quería verse perjudicado por algo que podía solucionarse fácilmente —. ¿No les parece?
—Bueno, sí… tienes razón —admitió el mismo sujeto de antes, sonriendo de medio lado.
—En ese caso, creo que es todo. ¿Alguna duda? —La interrogante fue respondida con movimientos negativos de los presentes, por lo que decidió terminar la reunión —. Bien, nos vemos mañana, que descansen.
La sala de juntas fue desocupada rápidamente, quedando finalmente sólo él en su interior, masajeándose la sien por algunos segundos, evidentemente cansado y algo fastidiado con la situación, estaba comenzando a hartarse de los cuestionamientos constantes, y esos últimos días el sentimiento era abrumador. Por lo menos hoy tendría el escape que necesitaba, y pensar en eso le sacó una sonrisa, animándolo antes de guardar sus documentos en una carpeta y dirigirse a su oficina, preparar todo para el día siguiente y terminar su jornada por hoy. Se despidió de Saya y Yuriko con una sonrisa, deseándoles un buen retorno a sus hogares, y luego se subió a su automóvil, sacando el móvil para enviarle un mensaje a Sango, indicándole que ya iba de camino a buscarla. Arrancó el motor y pronto estuvo en la mansión Kuwashima, donde la castaña lo estaba esperando con una sonrisa en el rostro, pero evidentemente nerviosa. Se saludaron educadamente mientras ella se acomodaba en el asiento del copiloto, para dirigirse a la casa de Miroku, con una charla casual durante el camino comentando novedades sobre el trabajo o el viaje, hasta que llegaron a su destino.
Una vez dentro de la casa, y ya ocultos de cualquier mirada indiscreta, sólo les bastó una mirada para saber cuánto se habían extrañado y necesitado durante esas semanas. Se besaron de forma cariñosa, apoyando sus frentes, Miroku acariciando con ternura la mejilla de Sango y regalándole una sonrisa, volviendo a sentirse completo otra vez.
—Me hacía tanta falta esto… —Murmuró, acomodándole el cabello en la espalda y pasando sus dedos suavemente por las hebras.
—Lo sé… a mí también —ella cerró los ojos, disfrutando esa caricia de un modo que no podía explicar —. Te extrañaba mucho…
—Yo igual. No es lo mismo verte a través de una pantalla que de forma directa…
—Es cierto, aunque esas pequeñas llamadas me ayudaron mucho a sobrellevar toda la situación allá —aclaró, haciéndole un gesto para que se sentaran en el sofá y se acomodaran ahí para hablar —. Hay que agradecerles a los muchachos que nos hayan permitido ese escape.
—No lo niego. Y no te imaginas cuánto lamento que no la hayas pasado bien en Tōkyō —sus ojos se oscurecieron levemente con la tristeza que le causaba la realidad que había tenido que vivir ella —. Si lo hubiese podido evitar de alguna forma…
—No es tu culpa. Es algo que debo asumir, después de todo, fue mi decisión tomar este camino y sabía que esto pasaría tarde o temprano —le acarició el rostro, tratando de calmar la angustia que crecía dentro de él.
—Sí, pero es distinto cuando lo tienes que vivir —soltó un suspiro, era consciente de lo tormentosas que fueron esas noches junto a Kuranosuke.
—Bueno, tienes razón. No es sencillo, y aún así, ahora estoy aquí contigo. No me arrepiento de mi decisión —con su mano movió el rostro para que la mirara de frente, besándolo fugazmente.
—Ni yo —respondió, sonriéndole más tranquilo —. Entonces, ¿cuánto tiempo tendremos antes de que comience a venir más seguido?
—Un mes, si tenemos suerte. Y luego, tendremos que ver qué hacer…
—Ya pensaremos en algo. Ahora, ¿tienes hambre? Puedo preparar la cena y después de comer, podríamos servirnos el postre mientras me das esa información que necesito sobre la castaña sexy de la estación de policía…
El tono insinuante y travieso le sacó una risita, mientras sus ojos destellaban con picardía y complicidad, sus labios volvieron a encontrarse en un roce un poco más intenso que los anteriores.
—De acuerdo, me parece una gran idea, aunque quizá esa mujer esté más cerca de lo que crees…
Volvieron a intercambiar una mirada cómplice, cargada no sólo de pasión y deseo, sino también de anhelo, cariño y amor, sentimientos que se mezclaban, dándoles un cosquilleo que los recorría por completo, pero que demostraba la felicidad que sentían al estar juntos, pese a todos los obstáculos que tenían, porque no se iban a echar atrás ahora.
Observaba el techo frustrada, con ese sentimiento asfixiante apretándole la garganta y el pecho. Se dio vuelta con lentitud y buscó su móvil para mirar la hora, 04:48 am. Soltó un suspiro, acomodándose el yukata y levantándose sigilosamente para evitar despertar a su esposo, o a cualquiera en la mansión. Se dirigió primero al cuarto donde dormían sus hijas, observándolas por algunos minutos, las ropas revueltas y sus cuerpos completamente desordenados en el futón eran evidencia de su acostumbrado sueño inquieto y travieso. Las dejó para dirigirse al onsen, quitándose el yukata para sumergirse de inmediato en el agua, buscando escapar de esa opresión que la ahogaba.
Como cada madrugada que Kuranosuke estaba en casa, hundió por completo su cuerpo, incluyendo su cabeza, y se mantuvo ahí hasta que la falta de oxígeno la hizo salir a la superficie. Tomó una bocanada de aire y cerró los ojos, volviendo a zambullirse, aunque esta vez no espero quedar sin aire para asomar la cabeza, apoyándose en la orilla mientras se abrazaba las piernas y soltaba algunas lágrimas.
Ya llevaba algunos meses viviendo esta tortura. El invierno se había ido, junto con la lejanía de su cónyuge, quien había comenzado sus visitas más largas y seguidas antes de que comenzara la primavera, y ahora ya estaban a mediados de verano. Durante todo este tiempo, él se había mostrado insistente no sólo con el tema de tener otro hijo, sino también con la idea de que ella pensara en dedicarse a su familia a tiempo completo. Incluso habían tenido algunas discusiones porque Sango no abandonaba sus actividades para destinar todo su tiempo a él mientras estuviese en Kyōto. Frunció el gesto al recordar que el día anterior habían vuelto a tocar el tema, porque a Kuranosuke le molestaba que ella hiciera planes que no lo incluyeran, en especial si se trataba de juntarse con su amigo después del trabajo, aunque fuese por poco rato.
Apretó los puños llena de impotencia. Al principio, habían hecho el esfuerzo de no verse los días que su esposo estaba en casa, limitándose a mensajes de texto que no bastaban para menguar lo mal que se sentía ella. Por lo mismo, no tardó en pedirle a Miroku que corrieran el riesgo de seguir encontrándose, no tanto como cuando Kuranosuke no estaba en la ciudad, pero sí lo suficiente como para permitirles tener un respiro antes de que terminaran rindiéndose ante la situación. Sin embargo, esos escapes cada vez se volvían más necesarios y ninguno de los dos dudaba en decir que sí cuando el otro le pedía algo de tiempo a solas, independiente de si su esposo se encontraba en casa o no.
Negó con un gesto brusco, consciente de que eso estaba realmente mal, pero incapaz de poder cambiar las circunstancias, porque en estos instantes el panorama era mucho más complejo que antes. ¿Y si en cualquier momento terminaba embarazándose? Hasta ahora, no había ocurrido y no sabía si tomarlo como una bendición o una tortura, porque estaba segura de que, en cuanto comenzara a crecer un pequeño dentro de ella, Kuranosuke ya no la buscaría más y eso significaba un respiro para ella, a pesar de que se sentiría horriblemente culpable de gestar a un pequeño concebido en esas circunstancias.
Suspiró algo cansada, decidiendo terminar de bañarse para luego volver a la habitación matrimonial, recostándose con cuidado para no despertar a su acompañante y revisando su móvil nuevamente, eran las 05:50 am y ya tenía un par de mensajes de Miroku. Sonrió, abriendo la aplicación para revisarlos.
"Buenos días, pequeñita, que tengas un gran día, disfruta el baño."
"Por cierto, ¿crees que podamos almorzar juntos hoy? Había olvidado que tengo compromisos por la tarde y seguro no terminaré hasta la noche. ByE."
Sintió los nervios y la emoción arremolinarse en su pecho, como también la adrenalina mientras decidía responderle, pendiente de cualquier movimiento que le indicara que Kuranosuke ya no dormía.
"Gracias, el baño estuvo refrescante, como siempre."
"Y no creo que haya problema, estaré patrullando durante la mañana, así que pasaré a tu oficina a la hora de almuerzo. ByE."
Dejó su teléfono a un lado y cerró los ojos con una sonrisa tranquila en el rostro, pensando en lo reconfortante que era la preocupación de Miroku. Él se había dado cuenta al poco tiempo que ella se levantaba de madrugada para bañarse, lo dedujo de algunos comentarios que ella había hecho y cuando lo confirmó, comenzó a despertarse a la misma hora, enviándole mensajes con el objetivo de que sintiera su apoyo y comprensión en esos momentos, porque la razón de que lo hiciera era que se sentía sucia y culpable. Aunque luego aprovecharon ese momento en el que sólo ellos dos estaban despiertos para coordinar sus planes durante el día, evitando así hacerlo cuando alguien pudiese descubrirlos. La vibración del aparato le indicó que un nuevo mensaje había llegado, sacándole otra sonrisa.
"Muy bien, entonces te estaré esperando. Nos vemos."
Decidió que era mejor intentar dormir un poco más, aún le quedaban un par de horas antes de tener que levantarse y debía aprovechar de descansar lo que pudiera, porque no quería estar agotada durante su jornada, aún tenía mucho por hacer durante el día y necesitaba tener todas sus energías para eso.
Se echó hacia atrás en su silla, ese caso le estaba causando más dolores de cabeza de lo que había pensado en un principio, pero por lo menos creía ir por buen camino. Cerró los ojos y negó con un gesto antes de mirar la hora y sonreír de medio lado, seguro de que Sango debía estar por llegar. Comenzó a ordenar un poco los papeles para no perder tiempo luego en eso, y tras haber concluido su tarea, un par de golpes en su puerta y la voz de su secretaría lo interrumpieron.
—¿Puedo, señor Tsujitani?
—Claro, pasa Saya.
—Permiso —la muchacha entró, cerrando la puerta tras de sí y mirándolo algo nerviosa, causándole extrañeza a él.
—¿Qué ocurre?
—Oh, bueno… La señora Takeda acaba de llegar —murmuró, sin dejar de mirarlo de la misma forma.
—Sí, almorzaremos juntos —explicó, aún extrañado por la forma en la que ella lo seguía mirando.
—Sé que esto no es de mi incumbencia, pero debería tener cuidado —el tono demostró la preocupación que sentía, llamando aún más la atención de Miroku —. El clan Takeda sigue siendo poderoso, podría tener problemas.
—Gracias por la preocupación, Saya, pero está todo bien —intentó darle una sonrisa tranquila, aunque no estaba seguro de haberlo logrado.
—Como diga… la haré pasar, entonces —se dio la media vuelta y salió, dejándolo con esa sensación de inquietud en el pecho, porque sabía que sus asistentes podían perfectamente sospechar de su relación con Sango, después de todo solían juntarse en su oficina, ya fuese que se quedaran ahí o salieran a algún lado.
La castaña no tardó en llegar, interrumpiendo su línea de pensamientos con una alegre sonrisa, llevaba su uniforme y un bolso, el que dejó sobre el escritorio luego de cerrar la puerta, para luego mirarlo directo a los ojos y darse cuenta de la expresión algo intranquila en su rostro.
—Miroku, ¿hay algún problema? —Preguntó, reemplazando la sonrisa por un gesto cargado de pesadumbre.
—Yo… no estoy seguro —respondió con sinceridad —. Creo que Saya sospecha sobre nosotros… pero no te aflijas, no nos delataría —intentó calmarla, porque Sango de inmediato había palidecido, mostrándose angustiada ante el miedo de que los descubrieran —. Supongo que está preocupada, seguro no quiere que tenga problemas.
—¿Tú crees? No se ve una mala persona, pero ¿guardaría el secreto…?
—Confío en ella, es mi secretaria. Aunque sospeche, dudo que vaya a decir algo, incluso si le preguntan. De todas formas, si te deja más tranquila, puedo hablar con ella después para ver qué tanto sabe…
—No… si confías en ella, está bien. Yo confío en ti —le sonrió, alejando ese sentimiento de pesar de ella e intentando enfocarse ahora en lo que la había llevado hasta la oficina del abogado —. Por cierto, preparé bentō para los dos, Kagome me estuvo enseñando un par de recetas y quise ver si te gustaban…
El sonrojo en las mejillas de Sango le sacó a Miroku una sonrisa, la ayudó a dejar los recipientes y a ordenar las cosas sobre su escritorio para que comieran, sentándose uno frente al otro para compartir el almuerzo. Él probó la preparación de la castaña, asintiendo con un gesto antes de darle su opinión, si bien la cocina nunca había sido el fuerte de ella, el último tiempo se había esmerado en aprender algunas recetas y cuando decidía preparar algo, lograba sorprenderlo.
—Está muy bueno, de verdad —dijo, sonriendo al ver la emoción en los ojos de su compañera.
—¿En serio? Pensé que podría haberme excedido con algún condimento…
—No, está delicioso —aseguró, calmando las ansias femeninas —. Muchas gracias.
—No es nada… me alegra que te guste —también sonrió, notoriamente feliz con el cumplido.
—Se nota que es con amor —le acarició la mano, gesto que ella recibió gustosa —. Y, ¿cómo estás? Hoy estabas despierta más temprano que de costumbre…
—Bueno, la verdad no dormí mucho —admitió, negando con la cabeza —. Ayer Kuranosuke y yo volvimos a discutir porque quiere que esté todo el día en casa. Que él gana lo suficiente como para que yo deje mi puesto y podamos ya concretar sus planes… y que no le presto la atención suficiente, al ser tu amiga… Que, por lo menos cuando él está en la ciudad, debería quedarme en casa. Dijo que le estaba faltando el respeto de esa forma, que mi vida no debería ser así…
—Lo lamento, Sango, pero debería comprender que tu vida es más que tu matrimonio con él —Miroku se mostró desanimado con la actitud del castaño, el menospreciar e incluso querer eliminar lo que Sango hacía por sí misma no era algo nuevo, pero sí se había vuelto más insistente en eso el último tiempo.
—Claro, mi vida en realidad es la farsa que estoy manteniendo al serle infiel y no poder admitir la verdad de mis sentimientos —el ánimo inicial fue teñido por la culpa que empaparon sus palabras, probablemente se estaba desahogando de un sentimiento que había mantenido oculto por algún tiempo.
—Esa tampoco es toda tu vida —Miroku soltó un suspiro, buscando la mirada castaña para transmitirle lo que sentía y la veracidad de sus palabras —. Son algunos ángulos, pero no es toda la imagen. Tu vida también incluye tu carrera como policía, tus momentos como madre, tu amistad incondicional con los muchachos… tus sentimientos, sueños, metas, anhelos, miedos… Sango, la vida es mucho más, y nadie tiene el derecho de decirte qué hacer con ella.
—¿Y si no sé qué decisiones debo tomar? ¿Y si me equivoco? Kuranosuke está molesto porque aún no me embarazo, dijo que quizá yo no estaba poniendo de mi parte, insinuando que podría estar tratando de evitarlo… Tú sabes perfectamente que no es así, hemos tenido que cuidarnos mucho por lo mismo… pero, si de algún modo, mis miedos o el remordimiento causaran que yo no…
Comenzó a llorar, se sentía agotada con la situación de su matrimonio, porque su esposo parecía esforzarse demasiado y no había resultados. Incluso había comenzado un plan de reconquista, enviándole regalos cuando estaba en Tōkyō, o invitándola a salir cuando se encontraba en casa, intentando ser cariñoso y amable, actitudes que cambiaban cuando ella continuaba sin seguir sus deseos, porque aún se aferraba a las cosas que le daban algo de sentido a su vida, a pesar de lo difícil que era.
Miroku se acercó a ella y la abrazó, refugiándola en su pecho y permitiéndole llorar ahí por unos minutos, consciente de que realmente estaba llegando a un punto de colapso y necesitaba que la sacaran de ahí para no derrumbarse por completo. Acarició su cabello y besó su frente, esperando que ella se desahogara lo suficiente como para que lo escuchara con atención.
—Todos cometemos errores, Sango, y lamentablemente nunca sabremos si las decisiones que tomamos son correctas o no, porque eso también va a depender de a quien le preguntes y todas las opiniones van a diferir de una u otra forma —suspiró, porque también cargaba con el peso de esa decisión sobre sus hombros —. Sin embargo, lo importante es que seas consecuente con tus actos y sepas afrontar las repercusiones de tus decisiones. Creo que ambos tenemos eso claro y seguimos adelante dispuestos a darle cara a las consecuencias.
—Supongo que tienes razón… Pero eso no quita que Kuranosuke es una buena persona, un gran marido, es atento, considerado, trabajador… no se merece que yo…
—Sango, si él fuese considerado o estuviese atento a ti, se daría cuenta de que sus planes no te hacen feliz y de lo mucho que te afecta todo lo que está haciendo para lograrlos.
—Pero, Miroku, es mi esposo, yo no puedo…
—Creo que hemos tenido esta conversación antes, no porque sea tu esposo puede pasar por sobre tus deseos. Él te está menospreciando en muchas formas, y ninguna infidelidad justifica que lo haga. No eres la esposa de Kuranosuke, eres Sango. Deja de defenderlo o de cargar más remordimiento por su causa, no es una inocente paloma que no hizo nada mal.
Ella sonrió levemente, Miroku solía molestarse cuando justificaba de alguna forma las acciones de su esposo o su sentimiento de culpa crecía al pensar que él no merecía que lo engañara. El abogado pensaba muy distinto y se lo dejaba claro cada vez que tocaban el tema, porque ella acostumbraba a abatirse ante el panorama de que tenía un esposo de envidia y, aún así, le estaba siendo infiel. Se acurrucó un poco más entre los brazos del ojiazul, buscando escuchar su corazón por unos instantes antes de responderle.
—Lo sé, aunque se sigue sintiendo como si hiciera algo indebido, y seguirán juzgándome como la mala mujer cuando esto se sepa…
—Bueno, no somos precisamente unos santos… pero tampoco somos malos. Sabes mejor que nadie todas las circunstancias que nos trajeron hasta aquí.
—Es verdad… y, cada vez que lo pienso, no cambiaría mi decisión. Está siendo más difícil de lo que pude llegar a imaginar en un principio, y duele más de lo que creí, pero aún así… —Levantó el rostro para mirar a Miroku, sonriéndole antes de besarlo con ternura, disfrutando ese gesto cargado de sentimientos reconfortantes por algunos segundos, tras los que siguió con su idea. —Quiero estar contigo y decirte cuánto te amo, aunque sea en secreto.
—Y yo quiero seguir a tu lado, incluso si todo llega a derrumbarse, porque también te amo, Sango, y no podría volver a ignorarlo ahora que sé que sientes lo mismo.
Se dedicaron un gesto cargado de amor, la calidez y sinceridad de sus palabras haciendo crecer el sentimiento confortante y sobrecogedor que los embargaba cada vez que ratificaban su amor.
—Bien, creo que ahora será mejor que comamos, no quiero retrasarte para tus reuniones, y yo tampoco debería atrasarme para la jornada de la tarde —Sango le sonrió, ya más tranquila, mientras tomaba algo de comida con sus hashi para acercarla a la boca de Miroku, causando que él sonriera.
—De acuerdo, aunque podría acostumbrarme a que me mimes de esta forma… —Respondió antes de recibir la comida, sonriendo gustoso ante las acciones de ella.
La oficial le sonrió más notoriamente, acariciándole el rostro antes de seguir comiendo, intentando alejar las emociones negativas y de aflicción, porque en el fondo sabía que cada disgusto o mal rato, valía completamente la pena por esos momentos de paz que vivía con el ojiazul. Por su parte, Miroku tenía claro que, pasara lo que pasara, él estaba dispuesto a seguir apoyándola, porque la felicidad que ambos sentían al estar juntos era algo a lo que no iba a renunciar, a pesar de todo lo que tenían por perder. Esa había sido su decisión, después de todo, y se mantendrían firmes hasta el final.
Cerró los ojos unos segundos, intentando dejar a un lado el dolor de cabeza que sentía después de la reunión que había terminado hacía algunos minutos atrás, los problemas que tenía el estudio iban creciendo y el incorporar gente nueva no estaba siendo de ayuda, por lo que los reclamos llegaron sin miramientos. Tuvo que hacer uso de toda su paciencia y capacidad de autocontrol para no marcharse del lugar y dejar a sus compañeros discutiendo solos en la sala.
Soltó un suspiro, mirando la hora en su móvil, apenas eran pasadas las cuatro de la tarde, pero ya se sentía agotado y tenía deseos de irse a casa. Por lo menos le quedaba algo de tiempo antes de que tuviese su siguiente compromiso, la entrevista con uno de sus clientes no comenzaba hasta las cinco.
—Señor Tsujitani, el señor Takeda Kuranosuke desea hablar con usted —la voz de Saya interrumpió su pequeño descanso, saliendo por el altavoz del teléfono ubicado en su escritorio.
—¿Takeda Kuranosuke? —Preguntó extrañado, no se le ocurría ninguna razón para que él estuviese allí, excepto que sospechara o, peor aún, hubiese descubierto lo que pasaba. —¿No dijo para qué?
—Dice que es un asunto personal —respondió, y él pudo sentir los nervios que también tenía su secretaria por su presencia ahí —. Intenté explicarle que está ocupado, pero insiste en que es importante y no puede esperar…
—De acuerdo, hazlo pasar —le indicó, con el corazón acelerado y sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda, pero mantuvo su semblante frío y serio sin dificultad, porque en realidad sentía que Kuranosuke se había buscado esa situación.
La puerta se abrió a continuación, dando paso al hombre que tanto estaba haciendo sufrir a Sango, y tuvo que esforzarse para no mirarlo con rencor, fingiendo una expresión llena de duda y curiosidad.
—Buenas tardes, Tsujitani. Disculpa que te moleste de esta forma, pero es algo importante —tal como Miroku recordaba, el castaño fue educado y frío con sus palabras, sin demostrar más que formalidad mientras cerraba la puerta tras de sí.
—Buenas tardes, supongo que debe serlo si insististe, aunque te dijeron que estaba ocupado…
—No creas que vendría aquí por gusto —musitó, manteniendo el semblante frío —. ¿Puedo sentarme?
—Por supuesto —lo observó realizar la acción y luego cruzó sus manos sobre el escritorio, sin quitarle la mirada de encima —. Y bien, ¿qué te trae hasta mi oficina?
—Quiero que dejes de juntarte con Sango —fue directo al punto, sorprendiendo a Miroku —. O, por lo menos, mientras yo esté en la ciudad, mantente alejado de ella. Por favor.
El tono utilizado en las últimas dos palabras demostraba que no era realmente una petición, sino más bien una exigencia. El ojiazul frunció el ceño, confundido.
—Perdóname, pero no entiendo cuál es tu objetivo al decirme esto. No voy a alejarme de Sango sólo porque tú me lo pidas —respondió, encogiéndose de hombros.
—Sango es mi esposa, y debería asumir sus responsabilidades como tal. Entiendo que mantuvieran su amistad cuando yo no podía venir tanto a casa, pero ahora que eso cambió, puede prescindir de tu compañía.
Miroku apretó la mandíbula, molesto con cada palabra que había salido de la boca de Kuranosuke. Respiró profundo antes de responderle, intentando controlarse para evitar armar un escándalo.
—Sango no se limita a sólo ser tu esposa —aclaró, sosteniéndole la mirada con seguridad —. Y nuestra amistad no depende de tu presencia ni, mucho menos, de tus deseos. Si ella quiere ser mi amiga, yo no le diré que no.
—Pues, deberías. Le estás faltando el respeto a ella y a nuestro matrimonio. En estos momentos, Sango debería enfocarse en los planes que tengo para nuestro futuro, en lugar de distraerse contigo.
—De partida, no sabía que ser su amigo y apoyarla incondicionalmente, era faltarle el respeto. Tampoco pensé que nuestra amistad pudiera distraerla de alguna forma, pero si es así, quizá deberías evaluar las bases de tu matrimonio, y porqué ella se aferra a esto —sus ojos brillaron con algo de ira, hacía tiempo que tenía deseos de cantarle sus verdades a la cara a Kuranosuke y si ahora él mismo había buscado la oportunidad, prefería aprovecharla.
—¿Cómo te atreves a cuestionar nuestro matrimonio…?
—No soy yo quien está pidiéndole al mejor amigo de su esposa, que se aleje de ella porque la distrae.
—¡Sango tiene que aprender que su lugar está en casa, junto a mí y su familia! Y tú, como un hombre decente, deberías ayudarla a entenderlo.
El abogado soltó una risita, confundiendo a Kuranosuke por su repentina reacción.
—Pensé que no me considerabas un hombre decente. De todas formas, Sango puede y debe tomar sus propias decisiones, sin verse obligada a hacer algo que no quiere simplemente para cumplir deseos caprichosos o mantener una imagen que nunca ha ido con ella. Y si tú no eres capaz de entender eso y ver la luz con la que brilla Sango cuando es libre de seguir el camino que elija, entonces creo que quien debe alejarse no soy yo.
Kuranosuke apretó los puños, su semblante educado y frío ahora mostraba claramente la molestia que sentía por las palabras de Miroku, incluso sus ojos despedían algo de ira, inconforme y furioso con la respuesta recibida.
—Nos estás faltando el respeto, a Sango y a mí. ¿Cómo te atreves a insinuar que ella se ve obligada a cumplir deseos caprichosos o a mantener esa imagen? ¡Es la responsabilidad que asumió cuando se casó conmigo! Y, te guste o no, es mi esposa, así que puedo pedirle que haga lo que es mejor para nuestra familia…
—Es tu esposa, no tu marioneta —Miroku volvió a tensar la mandíbula, intentando controlarse, porque sentía que en cualquier momento terminaría golpeándolo —. Y mientras eso no entre en tu cabecita, seguirás intentando controlar cada aspecto de su vida, y ella seguirá aferrándose a todo lo que la hace feliz. Quítate de una vez ese complejo de superioridad y date cuenta de que Sango tiene voluntad propia. Ustedes deberían caminar uno al lado del otro, y no tú delante de ella. Y ahora te voy a pedir que te vayas, tengo una cita en diez minutos y creo que no tengo nada más que agregar a esta conversación.
Se dirigió a la puerta para abrirla, haciéndole un gesto para que saliera, el semblante molesto cargado de tanta irritación y rabia, que quitaban cualquier deseo de querer responderle. Kuranosuke se puso de pie, caminando con los puños apretados, visiblemente contrariado con la situación.
—Esto no se va a quedar así.
—Te sugiero que la próxima vez que quieras venir a mi oficina para pedirme tamaña estupidez, lo hagas acompañado de Sango, porque es ella la que debe decidir, no nosotros. Hasta luego.
Cerró la puerta después de que el castaño cruzara el umbral, vislumbrando el semblante cargado de ira contra él, un sentimiento que era recíproco y que no iba a hacerlo sentir culpable, porque el esposo de su amiga merecía que alguien le dijera las cosas como eran, intentando abrirle los ojos para que viera cuánto estaba dañando a Sango con su comportamiento egoísta. Se sentó, el cuerpo temblando aún por toda la situación, pero se controló lo suficiente como para tomar su móvil y enviarle un mensaje a la castaña, seguro de que Kuranosuke le contaría una versión completamente distinta de lo ocurrido, buscando perjudicarlo de alguna forma.
"Preciosa, lamento esto, pero Kuranosuke vino hoy a mi oficina, quería que me alejara de ti. No me dio la impresión de que sospechara algo, pero de todos modos terminamos discutiendo. Intenté ser lo más educado posible, aunque no ayudó mucho porque terminé diciéndole un par de verdades que no le gustaron mucho. No te preocupes, no fue nada comprometedor, sólo le dije que tú no eres su marioneta y que debe respetar tus decisiones, que se supone que deberían caminar uno al lado del otro y no él delante de ti. Y bueno… algunas otras cosas que, si quieres, luego te cuento. Sólo te lo comento para que sepas. Cuídate y nos vemos pronto. ByE."
Releyó el mensaje antes de enviarlo, esperando que Sango comprendiera la situación y no fuese a molestarse con él, aunque sabía que era probable que terminara regañándolo de alguna forma. Soltó un suspiro antes de comenzar a ordenar los documentos que necesitaba para la entrevista que tendría pronto, y antes de que finalizara su labor, la vibración de su móvil le indicó que tenía un nuevo mensaje.
"Espero que no te haya incomodado demasiado ni que te diera problemas en la oficina, me disculpo por él. Gracias por comentármelo, luego hablamos con más calma sobre esto. Que te vaya bien con tu cliente ahora, ByE."
Sonrió, respirando un poco más tranquilo, guardó el móvil y luego apretó uno de los botones del teléfono en su escritorio, comunicándose con su secretaria.
—Saya, si llega el señor Utawa, lo haces pasar, por favor —le indicó, intentando concentrarse para seguir con su trabajo.
—Por supuesto, señor Tsujitani.
—Y disculpa el mal rato. Espero que no vuelva a ocurrir algo así —agregó, notando la ansiedad disimulada en la voz de la muchacha.
—No fue su culpa, supongo. ¿Está todo bien? —Se animó a preguntar, angustiada por la visita.
—Sí, tranquila. Gracias por tu preocupación.
—No es nada, me avisa si necesita algo.
La comunicación se cortó, Miroku soltó un suspiro y negó con un gesto, deseando que esa escena montada por el castaño no fuese un adelanto de una pelea más fuerte con Sango, porque sabía que era probable que no desistiera de su idea. Sólo esperaba que no la hiciera sentirse nuevamente culpable o incómoda, porque la situación actual de su matrimonio no se debía sólo a las decisiones de Sango y esa era una realidad que Kuranosuke debía asumir, tarde o temprano, y él esperaba que fuese pronto, por el bienestar de la oficial.
Llegó a casa agotada, la jornada de la tarde había estado más ajetreada que de costumbre, además debía sumar la ansiedad provocada por la inminente charla que de seguro su esposo tendría con ella sobre su amistad con Miroku, algo que no hacía más que angustiarla en sobremanera. Saludó a su familia con una sonrisa cansina, gesto que los demás respondieron mucho más animados que ella. De inmediato Kuranosuke le pidió que lo acompañara al estudio, y ella lo siguió, no quería postergar esa conversación demasiado, necesitaba dejar las cosas claras lo antes posible.
Una vez dentro de la habitación, el castaño cerró el shōji y la observó con detenimiento, la duda evidente en su mirada. Ella le sostuvo el gesto, esperando sus palabras, aunque estaba comenzando a hartarse de que todos los días tuviesen una discusión por temas distintos. Finalmente, él soltó un suspiro antes de hablar.
—Bueno, es probable que ya lo sepas, pero hoy fui a hablar con Tsujitani a su oficina —reveló, viendo que eso no era una sorpresa para ella.
—Lo sé, me comentó que habían discutido —admitió, la mirada severa aún fija en la de Kuranosuke —. ¿Qué fue lo que pasó ahora?
—Yo sólo quiero solucionar nuestros problemas, nada más —Murmuró, parecía genuinamente apenado por lo ocurrido. —. Pero supongo que aún tengo mucho por aprender —le hizo un gesto indicándole que le permitiera seguir, por lo que Sango guardó silencio —. Fui a pedirle que se alejara de ti, por lo menos cuando yo estuviese en la ciudad. Creí que podría lograrlo si recalcaba las razones por las que considero que eso es lo mejor, pero no fue así. En su lugar, él se molestó más de lo que esperaba, diciéndome que yo debía comprender que tu vida no es sólo nuestro matrimonio, y que no puedo controlar todo lo que haces. Que eres tú quien toma sus decisiones. Me dijo que tenía que entender que tú caminabas a mi lado, y no detrás de mí.
—¿Y lo hiciste? Porque creo que también he intentado decirte algo similar varias veces —a pesar de las palabras de su compañero, ella se mostraba reacia a confiar en sus palabras así como así.
—Tsujitani tiene razón, Sango. Me disculpo por no ser capaz de verlo por mí mismo, pero es verdad. Es sólo que… tengo miedo —se acercó para tomar sus manos, buscando sus ojos antes de continuar —. La distancia, la forma tan atípica de nuestro matrimonio, y todas las diferencias que hay entre tú y mi familia… siento que puedo perderte en cualquier momento. Por lo mismo, intento mantenerte a mi lado, aunque ahora sé que no es la mejor forma… Discúlpame, me da tanto terror que te alejes, porque no sé qué haría sin ti…
A Sango se le encogió el estómago al escucharlo, ella ya había tomado una decisión que no iba a cambiar, y ver la angustia y el miedo en los ojos castaños ahora aumentaba el sentimiento de culpa que tenía. Kuranosuke sólo intentaba aferrarse a su matrimonio, se esforzaba por no perderla, ¿y ella qué estaba haciendo? Ni siquiera podía ser sincera con él o evitar amar a otro. Soltó un suspiro, agachando la mirada antes de responderle.
—Comprendo… pero no deberías dudar, llego a casa todos los días, ¿no? —Murmuró, intentando reprimir el impulso que repentinamente había nacido de admitir todas sus faltas en esos momentos.
—Es cierto. Por favor, perdóname por desconfiar y ponerte en esta incómoda situación —presionó con suavidad sus manos, buscando de nuevo su mirada —. Quizá no sería así si tú demostraras más interés y aprovecháramos el tiempo que estoy aquí, como matrimonio y familia…
—¿Quieres que deje todo de lado para estar contigo? —Hizo una mueca, sabía que Kuranosuke buscaba constantemente que ella se dedicara por completo a la vida de señora Takeda que, según él y su familia, era su deber cumplir.
—No todo… Pero por lo menos, cuando yo esté en casa, me gustaría contar más contigo. Te extraño, Sango. Sé que no ha sido fácil y que tenemos problemas, pero es momento de que los dejemos de lado. Hay cosas que ambos tenemos que asumir, y tú deberías comenzar por aceptar que un matrimonio conlleva responsabilidades que cumplir. No recuerdo que fueses tan obstinada cuando éramos novios…
Ella apretó la mandíbula, el pecho apretado a causa de la angustia y un nudo en su garganta que tuvo que esforzarse en controlar para que no se convirtiera en un sollozo. Agachó la mirada, recordando que durante su noviazgo con Kuranosuke, su actitud hacia la vida había sido más conformista que otra cosa, resignándose a satisfacer expectativas y deseos ajenos para evitar más conflictos; sin embargo, no era feliz de esa forma y cuando recuperó su fortaleza y el anhelo por seguir su propio camino, ese ánimo dócil había cambiado por completo, sorprendiendo a quienes creyeron que siempre sería la chica de conducta pasiva que conocieron en un principio.
No quería volver a reprimirse, actuando en base a los deseos de terceros que buscaban mantener apariencias y cumplir caprichos que a ella no la hacían feliz. No iba a resignarse otra vez, porque ya estaba pasándola bastante mal como para aumentar sus frustraciones. Negó con un gesto, intentando dar una explicación que no levantara sospechas, aunque no estaba segura de poder lograrlo.
—Me di cuenta de que no soy feliz si renuncio a mis sueños, por eso decidí seguir esforzándome en alcanzarlos —aclaró, levantando la vista para mirar directo a los ojos a su esposo —. Y no es problema mío si te molesta que lo haga, creí que me conocías. Además, ¿pretendes que esté todo el día en casa? Dudo que eso sea bueno para nuestra relación, ni para nuestra sanidad mental.
—Pero Sango, como la señora Takeda, tienes que honrar a nuestra familia y mantener una imagen…
—Kuranosuke, por favor, no quiero volver a discutir sobre lo mismo. Pensé que ya había quedado claro que no voy a fingir ser alguien que no soy sólo para hacer feliz al resto. Puedo intentar pasar más tiempo en casa, pero no me pidas que deje todas mis actividades de lado, porque no lo haré.
El castaño soltó un suspiro de resignación con cansancio, consciente de que no podría hacer cambiar de parecer a su esposa por mucho que lo intentara, pero por lo menos ahora ella había cedido un poco y trataría de estar más con él. Se encogió de hombros, rindiéndose.
—De acuerdo, pero sólo recuerda que todo lo que te he dicho es porque me importas y no quiero perderte, ni que tengamos más problemas. Sólo deseo lo mejor para ti y nuestra familia.
—Lo sé… por eso, voy a esforzarme para mejorar la situación.
—Gracias… —Sonrió, sus ojos brillando antes de que siguiera hablando. —Siento lo ocurrido hoy con Tsujitani. Fue descortés y desconsiderado de mi parte. Le debo una disculpa, podríamos invitarlo a cenar mañana, ¿no crees?
Un escalofrío recorrió la espalda de Sango al pensar en tener que compartir con ambos, pero sería demasiado extraño que ella no estuviese de acuerdo, si siempre había querido que su familia se llevara mejor con Miroku. Asintió con un gesto, esbozando una sonrisa.
—Es una buena idea, habría que ver si no tiene algún compromiso…
—Es cierto, ¿sigue teniendo el mismo número? Lo llamaré para disculparme e invitarlo.
—S-Sí, no ha cambiado de número —respondió, sintiéndose algo nerviosa ante todo lo que conllevaba esa situación.
Sango observó a su compañero sacar su móvil y buscar el número un rato, hasta dar con él y marcarlo. Imaginó la extrañeza en el rostro de Miroku al recibir una llamada de Kuranosuke y aguantó la respiración cuando el timbre dejó de sonar y dio paso a la voz del abogado, quien respondió reflejando confusión y algo de fastidio, ella pudo escuchar sus palabras sin dificultad.
—Buenas noches, ¿qué ocurre? —Pese a todo, ella supo que se estaba esforzando en no ser maleducado con Kuranosuke, y lo agradeció.
—Buenas noches, perdona la hora, sé que es un poco tarde… —El castaño comprendió que él no lo atendiera de la mejor forma, pero también trató de ser cortés.
—¿Qué necesitas? Estoy algo ocupado revisando un caso —a pesar de sus esfuerzos, Miroku tampoco iba a fingir que tenía deseos de hablar con Kuranosuke, por lo que intentó que él fuera al grano pronto.
—Lo siento, quería disculparme por mi comportamiento durante la tarde, no fue correcto y causé una situación incómoda para los dos. Lo lamento —ante las palabras, Sango pudo imaginar perfectamente la incredulidad en el rostro del ojiazul, seguramente no se esperaba eso.
—Bueno… disculpas aceptadas, sólo espero que hayas comprendido algo de lo que dije —no disimuló el sentimiento de preocupación ante la situación, la oficial sabía que era profundo y genuino.
—Sé que tienes razón en algunas cosas, pero mi llamado no es para hablar de eso —aunque intentó disimular, era notorio el fastidio que recorrió al castaño ante las palabras de su interlocutor —. Quería invitarte a cenar mañana, a modo de compensación por el malentendido.
La muchacha supo lo que pasó por la mente de Miroku al escuchar esa propuesta, seguramente él tenía las mismas inquietudes que ella y una situación que los hiciera compartir a los tres podría terminar en desastre, o incluso ser hasta dolorosa para ellos. Presionó sus puños en espera de la respuesta de su amigo, quien parecía estar considerando los distintos escenarios que podían darse según su respuesta.
—¿Puedo confirmarte mañana? Creo que tengo un par de compromisos, tengo que revisar mi agenda…
—De acuerdo, gracias por tenerlo en cuenta. Buenas noches —el castaño sonrió con educación mientras se despedía.
—Gracias a ti por la invitación, buenas noches.
La comunicación se cortó, logrando que la ansiedad de ella se mantuviera en niveles demasiado altos, mientras Kuranosuke la observaba con atención, la sonrisa sin desaparecer de sus labios.
—Bien, me confirmará si puede venir. Supongo que estar a cargo de un estudio y ser docente en la Universidad debe quitarle mucho tiempo —se encogió de hombros al explicar la situación, casi restándole importancia.
—Sí, es cierto…
—Creo que es hora de cenar, ¿vamos?
Sango aceptó la idea gustosa, porque sentía que en cualquier momento la angustia por todo lo que estaba pasando iba a consumirla y terminaría rompiéndose de alguna forma, por lo que acompañó de inmediato a su esposo hasta el comedor para que pudiesen cenar, enfocando sus energías y pensamientos en que todo saldría bien.
¡Feliz Navidad atrasada y un próspero Año nuevo para todos! Que sus deseos se cumplan y sean un gran 2021 (L)
Ahora sí, desaparecida en acción reportándose, primero dando las disculpas correspondientes, porque he estado a full con muchas cosas, ya sea personales o laborales y la verdad, el tiempo no me da. Espero poder compensar eso de ahora en adelante. ¡Pronto tendrán más noticias mías juejue :P
Y sobre el fic... dolor. Releo la angustia de Sango y sólo sufro, y más con Miroku que no puede ayudarla a desaparecer ese sentimiento, pero ambos son conscientes de todo lo que puede pasar y pronto tendrán muchos más problemas a los que darles cara. Sólo esperemos que sigan teniendo las energías y fuerzas para mantenerse firmes y seguir adelante.
Agradecimientos a DAIKRA que comenzó a pasarse por la historia, tus reviews me hacen el día, muchas gracias! Y a AmiGianela, no sabes cuánto amé tu review, y ya pronto tendremos más drama y dolor, a ver si logramos un final feliz. Y obvio a Nuez por ser la mejor beta y amiga de la vida~
Por ahora, es todo. Nos estamos leyendo pronto, un abrazo enorme y nuevamente, mis mejores deseos para ustedes!
Yumi~
