DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.


Je vais T'aimer —

XXVIII

Descubriendo sospechas —


Llorando en silencio, temblando en tu ausencia,
rogándole al cielo, y fingiendo estar muy bien.

Mi amor clandestino, en el silencio, el dolor.
Se nos cae el cielo de tanto esperar.
Inevitable, casi como respirar,
se nos cae todo el cielo, de tanto esperar.
Clandestino…

No te engañes más, ya no te mientas.
Ese aire ya pasó, ya pasó.
Y de verdad, ya no tengas miedo.
Sólo tú mantienes mi respiración. —

Amor clandestino; Maná


Soltó un suspiro, mirando la imponente mansión antes de bajarse del automóvil, intentando calmar los nervios que se arremolinaban como un molesto nudo en su estómago. Tocó el timbre y fue atendido por Kohaku, quien lo saludó alegremente, haciéndolo pasar con un gesto, entablando una conversación casual durante el trayecto hacia el salón, en donde los demás esperaban.

Miroku inspiró profundo antes de ingresar al cuarto, quería disimular la ansiedad que le causaba la situación, pese a que, junto con Sango, habían llegado a la conclusión de que lo mejor era que aceptara la invitación de Kuranosuke, para que él no pensara que lo había despreciado de alguna forma. Sin embargo, era inevitable que se sintiera así, porque no sabía si en algún momento, cualquier gesto o acción involuntaria podría delatarlos, considerando que la castaña no estaba a gusto con su esposo y la infidelidad que cometía no era más que su desesperada búsqueda de felicidad.

Observó a quienes se encontraban reunidos en el salón, que interrumpieron la conversación que tenían para saludarlo, el devolvió el gesto con una inclinación de su cabeza y una sonrisa educada, ubicándose junto a Kohaku para unirse a la charla, que en esos momentos trataba sobre las anécdotas del día de cada uno. Intercambió una fugaz mirada con Sango, que fue gesto suficiente para ambos para saber que estaban bien.

Tras un rato de compartir alegremente, la dueña de casa se disculpó para dirigirse a la cocina, dado que había preparado ella misma la cena y era momento de ver los últimos detalles para servirla, dejándolos solos durante algunos momentos.

—Últimamente, Sango ha mejorado mucho en la cocina —comentó de forma casual el padre de la muchacha, sonriendo con calma.

—Es verdad, nunca pensé que mi hermana llegara a preparar algo que se pudiera comer —Kohaku hizo memoria de las experiencias pasadas, con un gesto de desagrado en el rostro que fue casi involuntario —. ¿Verdad, Miroku?

—Bueno… no recuerdo que haya sido tan mala, pero sí ha mejorado bastante… —Contestó con una sonrisa, si bien la comida de Sango no era una maravilla, por lo menos en su caso siempre se esforzaba para preparar algo de su agrado.

—Debo discrepar contigo, Tsujitani —Kuranosuke negó con un gesto, obviamente en desacuerdo —. No recuerdo que antes de Año Nuevo, haya cocinado algo que realmente fuese comestible. Por eso en casa, mi madre se encargaba de la cocina antes, o la cocinera…

Miroku se tragó la respuesta que quería salir ante esas palabras, recordándose que estaba ahí porque quería hacer las paces con el castaño, aunque su comentario estaba cargado de una crítica que de seguro se aferraba a la idea de esposa ejemplar que debía ser ella.

—Oh, vamos, no era para tanto… Sólo no era su fuerte —la defendió el señor Kuwashima, soltando una corta risita —. Además, si realmente hubiese importado tanto su destreza culinaria, creo que aún estaría soltera.

—Yo no quise insinuar que fuese una mala esposa —Kuranosuke parecía algo avergonzado ante la interpretación que había hecho su suegro, aunque él le restó importancia con un movimiento de su mano.

—No dije eso, tampoco. Sólo fue un comentario… —El mayor volvió a sonreír afablemente, luego miró a su hijo y, con otro movimiento de su mano, le indicó que se pusiera de pie. —Kohaku, ¿por qué no vas a ver si Sango necesita ayuda con algo? Quizá…

Pero su petición fue interrumpida por la figura de la castaña, que llevaba una bandeja con un par de platillos, que despedían un agradable aroma, y fueron dejados en el lugar de su esposo y su padre, respectivamente. El menor se apresuró en acompañarla de regreso a la cocina para traer el resto de los platos, y luego de servirlos, volvieron a sentarse, agradeciendo por los alimentos para comenzar a comer, los nervios y la ansiedad de Sango fueron evidentes mientras esperaba los comentarios, que no tardaron en llegar.

—¡Esto está delicioso, hermana! —Kohaku fue el primero en dar su opinión, sus ojos brillando como reflejo de la veracidad de sus palabras.

—Es cierto, hija, hoy de verdad te luciste —su padre también le sonrió, gesto que ella devolvió con algo de timidez.

—¿De verdad lo creen? —Preguntó con cierta duda, el miedo evidente de sus ojos.

—Por supuesto que sí, está exquisito, ¿o no, muchachos?

El señor Kuwashima miró con detenimiento a los otros dos varones presentes, que aún no habían dado su opinión –aunque Miroku le había dirigido una sonrisa alegre como muestra de su aprobación a Sango–, esperando sus apreciaciones. Kuranosuke se aclaró la garganta, sonriendo de medio lado mientras se limpiaba la boca con una servilleta para poder hablar.

—Sí, señor Kuwashima, está muy bueno —dijo, mirando a su esposa con una sonrisa satisfecha y tomándole la mano como signo de agradecimiento, para luego dirigirse al invitado, que aún no había dicho nada al respecto —. ¿No lo crees, Tsujitani?

—Sí, está delicioso, de verdad. Muchas gracias, Sango.

—No es nada, me alegra que les guste.

El sonrojo en las mejillas femeninas fue apenas notorio, pero el abogado pudo verlo sin dificultad, sonriéndole aún más en respuesta antes de seguir comiendo. La velada prosiguió de forma tranquila, el siguiente tema tocado fue el desempeño de Kohaku en la Universidad y lo difícil que era para su padre y cuñado comprender algunos casos en los que estaba participando como colaborador.

—Sigo sin entender cómo puedes aportar en un caso sin haber terminado la carrera —el mayor negó con un gesto, mostrando su confusión.

—Es cierto, aún no tienes todos los conocimientos para ser abogado —Kuranosuke apoyó el punto de su suegro, mirando con atención a Kohaku.

—Ayudo a analizar la defensa… básicamente, reviso las leyes para sustentar nuestro punto —intentó explicarse, aunque su rostro demostraba que el tema lo agotaba.

—¿Y puedes hacer eso? —Su padre parecía aún más confundido con la explicación. —¿Está permitido, Miroku?

—Bueno, no a todos los estudiantes se les da esa oportunidad —respondió, sonriéndole al más joven —, sólo a quienes tengan un excelente rendimiento y muestren las aptitudes necesarias. Pero sí, está permitido, y usted debería sentirse orgulloso de eso, habla muy bien de Kohaku.

—Oh, me quedo mucho más tranquilo entonces… y claro que estoy orgulloso de él, he visto lo bien que le va y me alegro mucho… aunque al principio dudé, pensando que podía ser sólo algo de favoritismo de tu parte…

—Y no era para menos, si eres amigo de su hermana… —Agregó Kuranosuke, sonriendo de medio lado con algo de soberbia.

—Eso no tiene nada que ver. Lo he ayudado a conseguir información, sí, pero sus calificaciones y desempeño en las distintas asignaturas son su propio mérito. Kohaku será un excelente abogado.

—Gracias —murmuró el muchacho, sonriendo de forma tímida mientras sus mejillas se sonrojaban levemente.

—Sólo digo la verdad —también le sonrió de forma segura, porque quería dejar en claro que los logros de Kohaku no eran una especie de favor o trato preferencial por ser su cercano.

La jornada siguió su curso y, luego de hacer un rato de sobremesa conversando de distintos temas, finalmente Miroku se marchó a su hogar, despidiéndose educadamente de todos y agradeciendo la invitación, la cena y la charla amena, y recibiendo como respuesta un agradecimiento de vuelta por haber compartido con ellos esa velada. De camino a su casa, sin embargo, no pudo evitar repasar en su mente la cena y todo el ambiente, sintiéndose extrañamente impotente al recordar que Sango se había mostrado menos participativa de lo que él sabía que era, hablando nada más que lo necesario, como si realmente no estuviese presente. Soltó un suspiro, pensando que quizá ella estaba siendo precavida, intentando disimular y evitar realizar cualquier gesto, por mínimo que fuera, que pudiese ponerlos en evidencia de alguna forma. Y, aún así, le era imposible disminuir el sentimiento frustrante y de pesar que eso le producía, porque se sentía como si Sango no fuese ella misma. Negó con un gesto antes de bajarse del vehículo para entrar a su casa, consciente de que tendría que encontrar una forma de lidiar con esa situación, porque si se dejaba llevar por algún impulso podía empeorar todo, y lo que menos quería era que Sango sufriera más de lo que ya estaba haciendo por causa de alguna imprudencia suya. Aún debía resignarse, le gustara o no, por el bien de ella.


La paz que había en esos momentos en su hogar era bastante inusual a esa hora, pero sabía que se debía a que se encontraba solo. Kohaku aún no llegaba de la Universidad y Sango había ido por las gemelas a la guardería después del trabajo, aunque de seguro no tardaría mucho en llegar. Sonrió de medio lado, pensando en su hija mayor y los cambios que había notado desde hacía tiempo. La muchacha había sido de carácter fuerte desde siempre, dispuesta a demostrar de lo que era capaz al mundo incluso si le decían que eso no era propio de una chica, evidenciando que podía ser independiente y decidida como pocas. Esa había sido la razón por la que, él suponía, su historial amoroso no era muy amplio, y nunca pensó en ese hecho hasta ahora. Soltó un suspiro, bebiendo un poco del té que tenía en sus manos mientras seguía con su análisis.

Su familia tenía una larga tradición y él mismo había sido criado considerando esas enseñanzas algo inalterable, costumbres que debían seguirse al pie de la letra para mantener el honor y la dignidad de los Kuwashima. Y eso les había transmitido a sus hijos, a pesar de que ambos poco a poco fuesen dando señales de que no seguirían esas herencias al pie de la letra, en especial Sango, quien solía negarse a ser la señorita educada y femenina que debía ser según su crianza. Sin embargo, pese a lo contrario que era para su crianza, él había tratado de apoyarla lo mejor que podía en sus sueños. Pero no fue tan sencillo cuando comenzó a vivir sola en Tōkyō, en especial a causa del noviazgo que tuvo y con el que él no estaba de acuerdo. La relación más duradera e importante que su hija había tenido era con Miroku, un hombre que le agradaba como su amigo, mas no como su novio. En esos momentos, su superficialidad lo cegó, considerando que él no era merecedor de ella por muchas razones que, si ahora las pensaba bien, realmente no tenían tanta importancia; sin embargo, se esmeró en alejarlos, diciéndose que era lo mejor para Sango.

Por lo mismo, cuando ella comenzó su relación con Kuranosuke, su alivio y apoyo fueron evidentes, porque el clan Takeda era una familia respetable y podría mantener las tradiciones y Sango se transformaría en la chica que él anhelaba bajo el amparo de ellos. La ilusión duró su noviazgo, el tiempo que el ojiazul estuvo ausente en su vida, cuando la muchacha parecía haber aceptado que tenía expectativas que cumplir y asumía lo que todos consideraban que era mejor para ella. Pero luego volvió a tener contacto con Miroku y retomaron la amistad, con lo que la castaña recuperó algo de la determinación que había perdido durante esos años y volvió a mostrarse decidida y menos dócil, aunque terminó aceptando casarse con Kuranosuke.

Cerró los ojos y negó con un gesto, él había apoyado esa decisión y, cuando comenzaron los conflictos entre Sango y la familia Takeda, se había puesto muchas veces de lado de ellos, aún aferrándose a que su hija debía seguir esas tan veneradas tradiciones. Pero el tiempo había pasado, y poco a poco vio que la castaña no era feliz. Intentó mostrarle más apoyo, creyendo que, si mejoraba la relación entre los Takeda y ella, la situación prosperaría. Incluso les explicó la naturaleza independiente y fuerte de la muchacha, compartiendo con ellos una experiencia muy personal. Creyó que eso bastaría, pero terminó dándose cuenta de que no era suficiente.

No obstante, a pesar de sus esfuerzos, finalmente sus errores pasados salieron a la luz y había perdido la confianza de Sango, hiriéndola con una traición que la había marcado para siempre. No había vuelto a ser la misma desde ese día, al principio molesta y decepcionada con todo lo que era su vida en esos momentos, porque era muy probable que, de no ser por sus acciones, ella no hubiese tomado las mismas decisiones que la habían llevado a ese punto. Y él pensó que jamás volvería a ver a su hija feliz, sonreír con sinceridad y aferrarse a sus metas con la determinación que la caracterizaba, y sufrió por eso, porque eran las consecuencias de su actuar egoísta y discriminador.

Pero entonces, Sango había vuelto a sonreír. Había dejado el rencor de lado y había hecho las paces con él y su esposo, pero también con su viejo amigo, Miroku. Y había vuelto a aferrarse a sus metas, a tener sueños y anhelos, y esa mirada que brillaba llena de alegría. No quiso ser un obstáculo más para ella y decidió apoyarla en todo lo que pudiera, y así había comenzado a cuidar de sus nietas cuando tenía algún compromiso, para que eso fuese una preocupación menos. Él era consciente de que eso se debía al abogado y, al principio, consideró que sólo era el resultado de haber recuperado esa valiosa amistad.

Luego, los planes de Kuranosuke cambiaron, quería tener un hijo pronto, y para lograrlo, había arreglado todo para pasar más tiempo en casa con su esposa. Fue testigo del doloroso cambio que eso causó en Sango, lo triste que se veía cuando estaba en casa y lo agotada que terminaba durante cada visita de su yerno. Parecía dolorosamente resignada, y sólo volvía a sonreír cuando el castaño volvía a Tōkyō, con una paz y tranquilidad que parecían aumentar después de que se reencontraba con su amigo.

Él no era estúpido, vivía con su hija, notaba los cambios, era consciente de la desesperación con la que ella buscaba la compañía del abogado, fuese a solas o llevando a las niñas de visita. Sango amaba a Miroku, y el sentimiento era recíproco, no tenía dudas de ello. Y, considerando todo el panorama, asumía que ambos se habían cansado de estar ocultándose sus sentimientos y habían decidido comenzar una relación a escondidas del mundo.

Sango estaba engañando a Kuranosuke con Miroku.

Ante eso, ¿qué debía hacer? Ya había intervenido lo suficiente como para causarle desgracia y sufrimiento a su hija, y sabía que esos escapes que tenía con el ojiazul le daban paz y felicidad, algo que en esos momentos él anhelaba para ella. Sin embargo, también era consciente de que, tarde o temprano, todo saldría a la luz y, cuando eso ocurriera, ellos tendrían que enfrentar una tormenta que terminaría siendo un desastre. Y, aún así, habían decidido hacerlo, porque estaba seguro de que ambos habían analizado la situación a profundidad y conocían todos los riesgos y consecuencias de sus actos.

Sonrió de medio lado, entonces su única opción era apoyar a su hija, sin importar lo que ocurriera en el futuro.

—Ya en casa.

Su voz le anunció su llegada, acompañada de animadas risitas de las gemelas, a quienes él cuidaría aquella tarde para que Sango pudiera salir sin preocupaciones. Se puso de pie para ayudarla a sacarlas del cochecito doble y dejarlas sentadas a su lado, pasándoles un par de juguetes para entretenerlas un rato, mientras observaba a su hija con detenimiento por un instante.

—¿Qué tal tu día? ¿Estuvo muy movido? —Preguntó, su sonrisa cálida fue respondida con otra igual.

—No tanto hoy, fue más tranquilo —comentó algo aliviada —. ¿Y el tuyo?

—Menos interesante, de seguro —acentuó su gesto antes de mirar a las niñas jugar desinteresadas a su lado —. Por cierto, ¿a qué hora saldrás hoy?

—Dentro de un rato Miroku pasará a buscarme. Iremos a una exposición de arte —su emoción fue evidente, logrando que su padre se enterneciera con el gesto.

—Deberías ir a prepararte, entonces.

—Sí, muchas gracias.

La muchacha salió de la habitación durante algunos minutos, en tanto él jugaba con las pequeñas para entretenerlas. Cuando regresó, estaba lista para marcharse, sólo debía esperar a su compañero. El señor Kuwashima se puso de pie y se acercó a ella, llamando su atención pues tomó sus manos y la miró a los ojos, sonriéndole con calma.

—¿Estás segura de lo que estás haciendo? —Preguntó de forma tranquila, a pesar de la confusión que fue evidente en el gesto de Sango.

—¿A qué te refieres? Hace poco llovió, así que sacar a las niñas con esta humedad…

—Sabes que no hablo de eso —negó suavemente, presionando las manos con cariño.

—Y-Yo… no sé de qué hablas —murmuró, los nervios fueron evidentes a pesar de su esfuerzo para disimularlos —. ¿Qué…?

—Está bien, no tienes que admitirlo —no borró la sonrisa ni le soltó las manos, demostrándole con ese gesto su comprensión —. Sólo quiero que sepas que, pase lo que pase, esta vez sí voy a apoyarte. Quiero que seas feliz.

—A-Ah… Y-Yo… —Sango abrió la boca, pero no salieron palabras, no sabía qué decir y antes de encontrar una respuesta adecuada, fue interrumpida por el sonido de su móvil indicándole la llegada de un mensaje, algo que la puso aún más nerviosa.

—Debe ser Miroku, ¿no? Deberías apresurarte, no querrás hacerlo esperar, ¿verdad?

—Y-Yo… no, pero…

—Sólo ve, luego hablamos, si así lo deseas. Disfruta.

La muchacha asintió levemente para luego despedirse de sus hijas e irse, echando una mirada a su padre antes de salir, él le dedicó una sonrisa cariñosa, haciéndole un gesto con sus manos para que se apresurara, para finalmente quedarse a solas con las pequeñas, a quienes también les sonrió alegre, porque necesitaba que Sango supiera que contaba con él para lo que viniera, el conflicto era ineludible y esta vez quería estar del lado que de verdad hiciera feliz a su hija.


En cuanto se subió al vehículo, Miroku supo que algo le había ocurrido a Sango. El semblante cargado de preocupación y la mirada reflejando confusión, sumados al silencio poco habitual cuando estaba con él, lo alertaron de inmediato. Tomó su mano, presionándola suavemente para llamar su atención, logrando que lo mirara de frente y esbozara una sonrisa desganada.

—¿Qué ocurre?

—¿Podemos ir a tu casa? Yo… tenemos que hablar —respondió, su voz trémula anticipándole que el tema era serio.

Miroku asintió con un gesto y comenzó a conducir, la ansiedad y el miedo creciendo en su interior ante la incertidumbre de lo ocurrido. Si tuviese que adivinar lo que pasaba, hubiese apostado que tenía que ver con la relación de infidelidad que estaban teniendo, probablemente que alguien supiera o sospechara algo, pero creía que, si eso fuese así, ella no habría salido con él de esa forma, y quizá la confrontación en su caso sería con quien lo hubiese descubierto, su padre o Kuranosuke, tal vez. El trayecto fue en silencio y cuando llegaron a su destino, la muchacha tardó un instante en darse cuenta de dónde estaban, parecía perdida en sus pensamientos.

Ingresaron al hogar del moreno y él, sin poder soportar más la situación, decidió averiguar de inmediato qué era lo que había causado esa actitud en la muchacha.

—Entonces, ¿qué pasa?

Sango lo observó un segundo a los ojos, mordiéndose el labio con nerviosismo, tomó aire y, sin perder su mirada, soltó un suspiro antes de explicarle lo ocurrido.

—Mi padre lo sabe —declaró, la ansiedad del hecho evidente en su voz —. Sabe sobre nosotros.

—¿Qué…? ¿Cómo…? ¿Estás segura? —Él también se mostró intranquilo con la noticia, comprendiendo lo delicado que era que alguien los descubriera, aún más si esa persona era el señor Kuwashima.

—Hoy… me preguntó si estaba segura de lo que estaba haciendo —se explicó, presionando los puños con fuerza y agachando la mirada, Miroku notó el gesto y tomó sus manos para demostrarle que estaba a su lado —. Pensé que podía referirse a no traer a las gemelas hoy, le dije que como había llovido hacía poco, prefería dejarlas en casa, pero él… él me dijo que no se refería a eso, que yo sabía de lo que estaba hablando. Y que no era necesario que lo admitiera —levantó la mirada para encontrarse con los ojos azules, el temor innegable en los suyos —, que esta vez iba a apoyarme pasara lo que pasara. Que quiere que sea feliz…

El abogado soltó un pesado suspiro de alivio, sonriendo levemente antes de acercar a Sango a él y abrazarla, brindándole un cálido refugio en su pecho antes de decir algo, consciente de todo lo que eso estaba causando en ella. Besó su frente, intentando transmitirle algo de paz.

—Supongo que era cuestión de tiempo para que lo dedujera —murmuró, llamando la atención de su compañera.

—Entonces, no hemos estado tomando las precauciones suficientes, yo no he comentado nada en casa como para que él lo sepa…

—No creo que sea por algún descuido nuestro, Sango. Simplemente, tu padre vive contigo y no es estúpido. Hay cambios en ti que debe haber notado, tanto cuando te encuentras conmigo, como cuando Kuranosuke está en la ciudad…

—¿Y si él también lo notó? Intento esforzarme para que no descubran lo mucho que me afecta su presencia, pero si mi padre lo hizo…

—Te conoce mejor. Sinceramente, dudo que Kuranosuke pueda ver algo más allá de sus propios pensamientos, porque si así fuera, sabría ya lo mucho que te daña todo lo que hace y hubiese tomado una actitud distinta…

—Quizá… pero eso no borra el hecho de que mi padre lo sabe. ¿Qué haremos? ¿Y si decide decirle algo a Kuranosuke? ¿O, peor, comienza a molestarte a ti y te perjudica de alguna forma…?

Él negó con un gesto, intentando calmar la ansiedad y desesperación que ella demostraba, porque el miedo era esperable ante ese panorama.

—No creo que lo haga. ¿No dijo que esta vez te apoyaría?

—Pero todas las cosas que ha hecho siempre han sido por mi bien. ¿Por qué esta vez sería distinto?

—Porque tu padre te ama —lo dijo con tanta seguridad, que a Sango se le oprimió el pecho al escucharlo —. Preciosa, sé que hizo muchas cosas que terminaron dañándote, pero al igual que yo que cometí errores pensando que era lo mejor para ti, estoy seguro de que debe arrepentirse, en especial porque ve que no eres feliz.

—¿De verdad crees que él no va a intentar separarnos o…?

—Si quisiera eso, hubiese venido a hablar conmigo, en lugar de decirte que te apoya.

—Bueno… sí, eso suena más a su estilo…

—Pequeñita, deberías relajarte y agradecer que esta vez tienes su apoyo. Imagino que esto debe quitarte un peso de encima, ¿no?

Sango sonrió, asintiendo levemente con un gesto, porque Miroku tenía razón y eso de verdad significaba un alivio porque sería un enfrentamiento menos cuando llegara el momento en que todo se derrumbara. Se acomodó mejor en el pecho masculino, buscando su calidez mientras enlazaba sus manos y sonreía mucho más tranquila.

—Tienes razón. Me tomó por sorpresa, nunca pensé que mi papá podría apoyar esto… pero es mucho mejor saber que cuento con él. Creo que sería bueno que lo habláramos con más calma, tampoco quisiera menospreciar su apoyo y confianza. ¿No crees?

—Es una buena idea, así dejan las cosas más claras —le sonrió, acariciándole la cabeza de forma suave y llevando su rostro hasta su cuello, apoyando el mentón en su hombro —. Por cierto, ese día de la cena, lamento si la situación fue incómoda o te sentiste mal de alguna forma…

—¿Eh? ¿Por qué lo dices? —Ella se extrañó, no recordaba que él hubiera hecho algo por lo que debiese disculparse.

—Sé que no estabas a gusto. Apenas hablaste… y entiendo que haya sido así —murmuró, acurrucando un poco más su cabeza entre su hombro y cuello —. Pero eso no significa que voy a ignorarlo o que no me haya afectado que tú te sintieras así…

—Ambos decidimos que era mejor si aceptabas la invitación, así que no podía hacer mucho en realidad —sonrió de medio lado, intentando restarle importancia al hecho —. Pero no fue tu presencia ni tu actitud las que causaron ese ambiente.

—¿Ah, no? Entonces, ¿por qué tú…?

—En general, no me siento bien estando con Kuranosuke —admitió casi de golpe, sus mejillas rojas —. Sólo intento ignorarlo, aunque a veces realmente desearía salir corriendo —apretó nuevamente los puños, Miroku pudo darse cuenta de que ella había estado guardando esos sentimientos por bastante tiempo —. Al principio, era más soportable porque no se comportaba como un idiota. Por lo menos trataba de ser más amable y comprensivo, de darme algo de espacio. Pero con el tiempo, ha comenzado a ser muy insistente, quiere que sólo esté con él… dijo que era porque tiene miedo de perderme, y que no sabía que haría sin mí. Se aferra a nuestro matrimonio como si realmente fuese algo estable y real… Quizá la culpa sea la que causa eso, porque a pesar de todo, él sigue siendo un excelente esposo…

—¿Lo es? —Miroku sabía que Sango cargaba con mucho remordimiento, porque ella creía que Kuranosuke estaba haciendo todo bien, a pesar de que para él eso no era así. Y también sabía que esa sería una conversación que ya habían tenido, y que probablemente volverían a tener. Negó con un gesto, también apretando los puños. —Sé que hemos hablado muchas veces de esto Sango, pero esta vez quiero que tú respondas esa pregunta. ¿Es un excelente esposo?

La castaña bajó la mirada, segura de cuál era el objetivo del abogado al hacerle esa pregunta. Intentó hacer una lista mental de lo que hacía a Kuranosuke un compañero ejemplar, pero al pensarlo parecían nimiedades al lado de lo que a ella la hacía feliz.

—No nos hace falta nada, es un hombre trabajador, que quiere lograr que su familia esté unida. Busca la forma en la que estar más tiempo con nosotros… Incluso está intentando reconquistarme, está pendiente de mí, me hace regalos, me llama o envía mensajes seguido…

—¿Y eso lo convierte automáticamente en un buen esposo?

—É-Él… —Ella dudó, porque ninguna de las acciones de Kuranosuke lograba que ella se sintiera bien con su matrimonio, por el contrario. Inhaló profundo antes de responder. —No lo sé. Sólo estoy segura de que no lo hace malo. No ha hecho nada que me perjudique…

—Sango, ¿estás completamente segura de lo que me estás diciendo?

—Yo… no, Miroku. No estoy segura, porque a veces creo que ignora que yo no soy feliz a su lado, que salgo de casa para alejarme, que es un alivio para mí cuando se va, que me daña cada noche que él…

Rompió en llanto, desgarrando a Miroku por dentro porque él sabía la tortura que significaba para ella vivir esa farsa, siendo forzada a algo que ella no quería, con cada una de sus decisiones siendo juzgadas y hasta cambiadas por el bien de su familia, dejando de lado todos sus anhelos. La abrazó con cariño, también derramando lágrimas de frustración, impotencia y dolor, porque a pesar de todo eso, la situación era mucho más compleja y no podían simplemente dejar todo atrás para buscar su felicidad. Le besó la frente y luego tomó su rostro entre sus manos para mirarla directamente, limpiando el rastro de lágrimas de sus mejillas con suavidad.

—Lo sé, Sango, y no te imaginas cuánto desearía poder sacarte de ese infierno para que pudieses ser feliz…

—Lo haces, Miroku… cada minuto que estoy contigo, soy feliz. Pero sé lo que quieres decir y también me gustaría poder hacerlo, y evitarte todo este sufrimiento y lo que de seguro vendrá cuando nos descubran…

—No me importa lo que pueda ocurrir conmigo, Sango. No hay mucho que pueda perder y, de cualquier forma, puedo empezar de cero en cualquier lugar lejos de aquí. En cambio, tú…

—En este momento, sólo me preocupan las niñas. No podría soportar perderlas… No le tengo miedo a nada más.

—Si llegases a correr ese riesgo, te juro que haré hasta lo imposible para que no ocurra. Nadie te va a separar de Mao y Mei.

—Muchas gracias, Miroku…

—No agradezcas, pequeña… es lo menos que puedo hacer, después de todo.

Ella le sonrió, limpiando también sus lágrimas antes de besarlo en los labios, de forma cariñosa y sincera, sintiendo de nuevo como lo único que importaba en esos momentos era su compañía y el compromiso de que seguirían juntos, apoyándose pasara lo que pasara.


Podrías venir por el fin de semana, pareces agotado —la voz femenina causó que soltara un suspiro, sabía que su estado anímico era evidente, pero no podía alejarse en esos momentos.

—Gracias, pero prefiero quedarme. Creo que la situación se está volviendo insostenible —aclaró, negando con un gesto.

¿Volvieron a discutir? —La preocupación de su novia le sacó una sonrisa, era un gesto que él agradecía mucho.

—Sí… Kuranosuke llegó hoy, con una actitud que hace tiempo no le veía. Estaba molesto y ya sabes que suele culpar a mi hermana de sus problemas…

¿Sigue con eso? Siempre has dicho que es bastante egocéntrico y que piensa que hace todo bien, pero está siendo muy desconsiderado.

—Ah… no entiendo cómo Sango realmente lo soporta —se sentó en su futón, cerrando los ojos y masajeándose la frente.

Una vez me contaste que ella intentó explicarte porqué debía hacerlo, aún así no tendría que ser de esta forma…

—Si, aunque lo que ha tenido que hacer ella para complacerlo es demasiado. Todo tiene su límite.

Deberías dejar de mantenerte al margen. Si ella no lo está pasando bien…

—No quiero incomodarla más… pero supongo que tienes razón. Ese niño bonito está haciéndole daño —apretó el puño que tenía libre, recordando que años atrás, antes de que la castaña se convirtiera en la señora Takeda, él había dicho que intervendría.

Así se habla. Tienes que ayudarla en lo que puedas.

—Muchas gracias, Rin —su semblante se suavizó un poco, pero volvió a contraerse casi de inmediato cuando escuchó a lo lejos las voces llenas de molestia de su hermana y su cuñado. Volvió a soltar un suspiro, esa situación ya estaba llegando a su límite —. Tengo que irme, al parecer están discutiendo otra vez.

Te mando toda la suerte del mundo. Nos vemos luego, besos.

—Hasta luego, besos.

Kohaku cortó la llamada y se puso de pie para salir de su habitación, buscando el origen de las voces, aunque sospechaba que era el estudio, que quedaba cerca de donde él estaba; y no se equivocó, cuando llegó al fusuma que lo separaba del lugar, fue indudable que la pareja se encontraba en el interior.

—¡Algo debes estar haciendo mal! —Kuranosuke volvió a culpar a la muchacha, lo que aumentó el enfado del menor.

—¡¿Algo como qué?! —Su hermana parecía tan enojada como él, cosa que no le extrañaba. —¡¿Acaso insinúas que yo causo de alguna forma, no embarazarme?!

—¡Pues, no se me ocurre nada más! De las gemelas, no tardaste nada en tenerlas… ¿qué quieres que piense?

—¿Y por qué haría eso? ¿Crees que es muy agradable que me estés recriminando todas las semanas esto, como si fuese un fracaso?

—Creo que tienes buenas razones, como no querer dejar tu puesto. Ambos sabemos que te rehúsas a dejar la policía.

—¿En serio crees que yo…?

—Con lo obstinada que eres, no me extrañaría. Es la única explicación que encuentro… Y, si es así, simplemente estás faltándonos el respeto a mi familia y a mí, además de lo vergonzoso que es…

—Creo que ya fue suficiente, no voy a permitir que siga tratando así a mi hermana.

Finalmente, Kohaku había abierto el fusuma e ingresado al estudio, observando la escena con el semblante demostrando toda su molestia y acercándose a Sango, quien parecía tan sorprendida de su presencia ahí como su esposo.

—No deberías interrumpirnos, esta conversación no te concierne —Kuranosuke no suavizó el tono de su voz, algo que irritó más al menor.

—Kohaku, él tiene razón, yo puedo encargarme de esto —Sango apoyó en ese punto a su esposo, aunque se notaba en sus ojos que realmente eso la estaba superando.

—Lo sé, pero ya le dijiste la verdad y aún así no entiende —se mantuvo en su lugar, sin intención de dejar sola a la muchacha ahí —. Además, ya te lo había dicho hace años, ¿no lo recuerdas?

—Yo… S-Sí, es verdad, pero…

—Por favor, hermana… No estás haciendo nada mal y aún así, te está culpando por algo que no es sólo tu responsabilidad…

—Disculpa, insisto en que este tema no es asunto tuyo —repitió Kuranosuke, mirándolo con seriedad —. Además, es obvio que es ella la que no está cumpliendo…

—¿Y no ha pensado que quizá el problema no sea de ella? —Esta vez, lo miró de frente, su disgusto creciendo. —Hasta donde yo sé, un embarazo es responsabilidad tanto del hombre como de la mujer.

—¿Qué estás tratando de insinuar…?

—Sólo digo lo que sé. Ahora, por favor, deje de culpar a mi hermana sin justificación —le sostuvo la mirada sin dudar, para luego mirar a Sango y sonreírle levemente —. ¿Me acompañas?

—Ah… sí, claro —le sonrió también a su hermano, pero antes de seguirlo se volteó hacia su esposo —. Por cierto, voy a salir por la tarde, espero que no hagas un escándalo por eso.

—E-Espera, no hemos terminado… además, creí que te quedarías en casa cuando yo viniera… —La indignación en la voz de Kuranosuke fue obvia, pero no afectó a su mujer como él esperaba.

—Yo ya dije todo lo que tenía que decir. Y si esta va a ser tu actitud cuando estés en casa, prefiero mantenerme lejos.

Sango salió del estudio junto con Kohaku y, tras cerrar el fusuma y alejarse unos pasos del lugar, soltó un suspiro de alivio, tomando del brazo a su hermano y apoyando su cabeza ahí, llamando su atención.

—Muchas gracias, Kohaku —le sonrió, respirando con calma —. Creo que, si no hubieses llegado, habría terminado golpeando a Kuranosuke por idiota.

—Bueno, en realidad se lo merece, pero hubiera sido peor.

—Sí… por eso te agradezco. Eres el mejor hermano del mundo.

—No es nada… no quiero seguir viendo que sufres por su culpa, y estaba siendo realmente injusto ahora.

—Es cierto… —Soltó otro suspiro al tiempo que llegaban a la sala, en donde estaban las gemelas jugando con su abuelo, los tres ajenos a la situación que había ocurrido.

—Hola, muchachos. Justo Mao estaba preguntando por ustedes… —Los saludó el mayor, con una sonrisa alegre.

—Bueno, aquí estamos, pequeña curiosa —Sango se sentó junto a sus hijas para comenzar a jugar con ellas.

—Sí, aunque yo ya debo irme —murmuró Kohaku, mirando la hora en su móvil —. Tengo una reunión y no quiero llegar tarde.

—Bien, entonces debes apresurarte —Sango volvió a sonreírle, sin dejar de jugar con las pequeñas —. Y muchas gracias por todo.

—No agradezcas… ahora me voy, nos vemos en la noche.

Se despidió de todos y fue por sus cosas para luego salir rumbo a la Universidad, donde se encontró con un grupo de compañeros y un par de docentes, con quienes trabajaban distintos planes de defensa para luego exponerlos en clases, analizándolos con los demás estudiantes y sacando conclusiones sobre cuál era la mejor opción. Trabajaron durante un par de horas y luego, él se ofreció a llevarle los documentos al profesor que estaba a cargo de esa actividad, que era Miroku. Caminó directo a su oficina, mirando la hora antes de tocar a la puerta, para asegurarse de que aún estaba en su horario de atención de dudas. La voz ahogada del otro lado de la madera le indicó que entrara, a lo que él obedeció de inmediato, encontrándose con la imagen del amigo de su hermana con el semblante serio mientras observaba la pantalla de su móvil, concentrado.

—Deme un segundo, en seguida lo atiendo… —Dijo, sin despegar su vista del aparato, luego escribió un mensaje y negó con un gesto, y al fin levantó la vista para verlo. —Oh, Kohaku, disculpa… ¿Cómo estás? ¿En qué puedo ayudarte?

—Traje estos documentos para que los revise, son para la clase de la próxima semana —explicó, dejando la carpeta con papeles sobre el escritorio.

—Muchas gracias, les enviaré mis comentarios en cuanto los tenga —le sonrió, aunque Kohaku pudo ver que el gesto no era del todo sincero porque se notaba la preocupación en sus ojos.

—De acuerdo, le diré a los demás.

—Excelente, te lo agradezco —lo observó unos segundos, esta vez con algo de duda —. ¿Necesitas algo más?

—Y-Yo… —Kohaku titubeó un segundo, echando una mirada a la puerta, que había cerrado cuando entró, pero queriendo asegurarse de que no había nadie ahí. Volvió a mirar a los ojos a Miroku y finalmente se decidió, dando un paso hacia adelante sin separarse de su mirada. —Prométame que va a cuidar a mi hermana.

El abogado frunció el ceño, confundido con las palabras del más joven. Le sostuvo la mirada, intentando descifrar lo que transmitían los ojos de Kohaku, pero no lo logró del todo.

—Siempre trato de cuidarla, es mi amiga. ¿Por qué…?

—No… No quiero decir de esa forma —sus mejillas enrojecieron, pero siguió sin apartar la mirada —. Usted sabe a lo que me refiero. Ella no lo está pasando bien, pero cuando todo esto se derrumbe… lo va a necesitar más que nunca. Entonces, prométame que…

—Por supuesto, Kohaku —Miroku lo interrumpió, sus ojos reflejando la seguridad de su respuesta —. No voy a dejarla sola, estaré a su lado hasta el final, pase lo que pase.

—Sabe todo lo que va a ocurrir, ¿verdad? Lo difícil que va a ser, lo que implica y…

—Soy consciente de todas las consecuencias de nuestros actos, pero no me haré a un lado ni daré marcha atrás. Nos haremos cargo de nuestras decisiones.

El joven sonrió al fin, mostrando tranquilidad al escuchar las palabras del ojiazul, porque todo lo que pedía era que su hermana buscara su propia felicidad.

—Muchas gracias, era todo lo que necesitaba escuchar. Por favor, no le diga nada a ella, no quiero que se preocupe porque lo sé…

—Descuida, no le diré nada. Y no me agradezcas, soy yo quien está agradecido por tu comprensión y apoyo.

—Bueno… nunca estuve de acuerdo con su matrimonio, y supongo que era cuestión de tiempo que algo así pasara… de todas formas, sólo espero que sean felices.

—Gracias.

—Creo que es mejor que me vaya… imagino que tiene un compromiso al que no va a faltar —volvió a sonreír, y el abogado le devolvió el gesto.

—Así es. Nos vemos, ve con cuidado.

—Claro, hasta pronto.

El castaño abandonó la oficina sintiéndose mucho más en paz de lo que estaba cuando salió de casa, porque haber comprobado que Sango tenía ese escape y que no iba a enfrentar las consecuencias sola, sino que de la mano de quien, estaba seguro, amaba, era un respiro para él. La muchacha merecía esa clase de compañero y le alegraba que se hubiera dado la oportunidad de tenerlo, a pesar de las circunstancias. Ya el tiempo diría lo demás.


¡Hola~! Lo sé, ha pasado un tiempo, pero he estado bastante ocupada. además de que hace más o menos 3 semanas, recibí el diagnóstico definitivo del causante de mis dolores articulares, y finalmente tengo Lupus Eritematoso Sistémico (LES), algo que aún estoy procesando y con lo que he de aprender a vivir. No quisiera dejarme deprimir por eso, así que aquí estoy, cuidándome pero con ganas y energías para seguir adelante (L)

Ahora, con respecto al fic, las cosas van poniendo más complejas. Por lo menos saben que cuentan con el apoyo de la familia de Sango, pero eso no va a evitar que haya represalias en cuanto todo se descubra, además de que la situación es cada día más difícil para ellos y pronto todo puede colapsar. Supongo que ya es suficiente de mentiras y va siendo hora de que la verdad termine de salir a la luz, el tema será cómo va a pasar y qué consecuencias traerá consigo.

Agradecimientos miles a todos los que se pasan a leer, espero disfruten la historia tanto como yo disfruto escribirla y me haría muy feliz si se animaran a dejarme un comentario para saber qué les parece. También mil gracias a mi amada Nuez, quien como siempre, es mi beta y compañera fiel en este tortuoso camino, eres un sol preciosa~

Hasta ahora el reporte de hoy. Nos estamos leyendo, espero que pronto.

Abrazos~

Yumi~