DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.


Je vais T'aimer —

XXIX

Telón abajo —


— "No se refleja la realidad en el despertar de mi débil sueño,
ni siquiera la tristeza.
Si me respondes que esta es tu verdadera cara,
no importa si me dañas.

Sin olvidar
que estaba cautivado por ti, que conoces el dolor.

Hasta aquí,
buenas noches.

[...]

En esos sueños que terminarán,
nuestro adiós está floreciendo" —

DISTRESS AND COMA; thE gazettE


—¡Ataca, tigue, ataca!

¡Ñya, ataque sopesa!

Miroku soltó una risita al ver a las gemelas divertirse sentadas en su sala, jugando a una guerra imaginaria con los peluches de tigre que él les había regalado al nacer, juguetes que ya habían demostrado ser sus favoritos, porque no salían de casa sin ellos. Sango se apoyó en su hombro, llamando su atención porque había estado particularmente callada en ese rato, observando a las niñas sin hacer nada más hasta ese momento, en el que soltó un suspiro junto con el movimiento. La abrazó por los hombros y apoyó su cabeza en la de ella antes de romper el silencio.

—¿Qué tanto piensas, preciosa?

La castaña levantó el rostro para mirarlo a los ojos, esbozando una ligera sonrisa antes de responderle, parecía realmente agotada.

—En nada… o, quizá, en todo —volvió a suspirar, mirando otra vez a sus hijas —. Son tan inocentes, ni siquiera imaginan todo lo que está ocurriendo…

—Es cierto, y tampoco lo entenderían —respondió, agachándose para recoger uno de los tigres que había sido arrojado hasta ellos durante el juego, en tanto Mao llegaba corriendo a buscarlo —. Aquí tienes, pequeña.

Gachias, tío Midoku —le dedicó una fugaz sonrisa antes de volver donde su hermana y seguir su batalla, ignorándolos por completo de nuevo.

—Y, de todas formas, se verán afectadas… —Negó con un gesto, cerrando los ojos. —Es lo que más miedo me da, porque ellas no tienen culpa de nada y…

—Sango, no deberías pensar en eso —cortó su idea, tratando de evitar que aumentara la carga y el agotamiento emocional que tenía en esos momentos —. Son niñas, en estos momentos no van a saber qué pasa.

Ella cerró sus ojos, dejando caer un par de lágrimas mientras él la abrazaba más fuerte, sintiéndose incapaz de ayudarla a aliviar ese pesar. Aún en esa situación, Miroku esperaba que todo terminara pronto, porque notaba cómo la castaña cada vez estaba más agotada y no veía forma de ayudarla ahora mismo, el peso que llevaba no se iba a alivianar hasta que dejase de sentirse culpable. Le besó la cabeza, intentando demostrarle que no estaba sola en eso, que la comprendía y también sufría con ella, y que estaba ahí para lo que necesitara.

—Lo siento, es sólo que… Kuranosuke se vuelve cada día más insistente, no deja de insinuar que soy yo la causante de que no tengamos otro hijo y quizá sea cierto… pero ¿cómo voy a querer embarazarme en estas circunstancias? Puede que él tenga razón…

—Puede ser, pero estás demasiado angustiada y no toda la situación es causada por ti. Él tampoco ayuda a que te sientas mejor.

—Es verdad… Aunque… —Se mordió el labio, demostrando su nerviosismo. —Kohaku dijo que podía ser también su culpa, no sólo mía… —Soltó un suspiro, negando casi como si la idea fuese ilógica por sí misma. —Pero eso no tiene sentido, esto debe ser por mí, tal vez inconscientemente, o el estrés, o…

—Sango, basta —la interrumpió, presionándole la mano para demostrarle su apoyo —. Sea cuál sea la razón, no es bueno que te tortures pensando en esto. No vas a lograr nada haciéndolo, sólo angustiarte más, ¿no crees?

Ella inhaló profundo, intentando retener las lágrimas y esbozando una sonrisa leve.

—Supongo que tienes razón… Por lo menos Kohaku ya no le permite a Kuranosuke comportarse como un completo imbécil. Papá y él han estado atentos y me apoyan cuando pueden… —Sonrió de medio lado, contar con su familia era algo que la hacía respirar un poco más tranquila. —Lamentablemente, no pueden hacerlo todo el día.

—Lo importante es que lo hacen. Me alegra que puedan ayudarte en algo.

—Tú también lo haces, mucho más que cualquiera —lo miró a los ojos para sonreírle con sinceridad, acariciándole la mejilla cariñosamente.

—Bueno, esa es la idea, ¿no? —También le sonrió, sin dejar de verla a los ojos.

—Sí, pero de todas formas te lo agradezco —le dio un fugaz beso en la mejilla antes de acomodarse en su lugar y mirar la hora en el reloj de pared que había en la sala, soltando otro suspiro —. Ya es hora de que nos vayamos, dije que llegaríamos a cenar.

—De acuerdo, las voy a dejar entonces —respondió, poniéndose de pie junto a ella para preparar a las gemelas.

—Si quieres, podemos pedir un taxi… Vi que tenías una pila de cosas por revisar y no quiero quitarte más tiempo…

—No me quitarás tiempo, descuida. Aún falta para la entrega —aclaró, mientras se agachaba para quedar a la altura de Mei, quien lo miró con duda por la interrupción de su juego —. Es hora de ir a casa.

—¿Casa? —Ella se llevó el dedo índice a la boca, demostrando confusión. —¡No casa! ¡Ataca tío Midoku!

—¡Ataca tigue!

Ambas pequeñas se lanzaron sobre él, aprovechando que estaba a su altura, logrando que perdiera el equilibrio y cayera al suelo, momento en el que comenzaron a atacarlo con los peluches, soltando carcajadas contagiosas mientras brincaban a su alrededor entre ataque y ataque. Sango también rio, uniéndose brevemente al juego, hasta que los cuatro necesitaron un respiro y la batalla terminó con Mao, Mei y Miroku acostados en el suelo y Sango sentada junto a ellos.

—Bien, ahora sí es momento de ir a casa, señoritas.

—Buu casa —exclamaron las pequeñas en respuesta a su madre, quien les hacía gestos para que se levantaran.

—El tío Kohaku invitó a su tía Rin a cenar —comentó casual, logrando que ellas se apresuraran en ponerse de pie y acercarse.

—¡Tía Din, tía Din! —Ambas estaban contentas con la visita, solían divertirse mucho con Rin y Kohaku.

Miroku también se levantó y ayudó a Sango a abrigar a las niñas antes de subir al auto, acomodándolas en sus sillas de seguridad y partiendo luego hasta la mansión Kuwashima, donde las despidió para volver a su casa, pensativo y preocupado.

Tras prepararse un café, se sentó en el sofá y negó soltando un suspiro, se sentía abatido. Con el paso de los días, Sango había comenzado a tener altos y bajos que lo alarmaban. Si bien el saber que su padre la apoyaba y haber hablado con él sobre el tema, descubriendo que efectivamente no la juzgaba ni le recriminaba sus acciones, había sido quitarse un peso de encima; la situación con su esposo no había mejorado en nada. Por el contrario, que ella contara tanto con el apoyo de su padre como de Kohaku, parecía haber gatillado una actitud que la hacía sentir aún más culpable. Había dejado de recriminarle directamente los problemas que tenían, aunque su actitud cuando estaban solos demostraba claramente que la seguía responsabilizando por no quedar embarazada aún. Sin embargo, comenzó a mostrarse más atento, enviándole obsequios de vez en cuando, invitándola a salir, incluso evitando criticarla y permitiéndole la libertad que ella necesitaba. Y eso, muy al contrario de lo que esperaba Kuranosuke, había subido los niveles de ansiedad y angustia de Sango a límites estratosféricos. En esos momentos, ella realmente se sentía culpable, responsable de todo lo malo que pasaba y merecedora de cualquier castigo que pudiese venir.

Se echó hacia atrás, cerrando los ojos mientras analizaba toda la situación. Él sabía que era probable que todo el estrés que estaba viviendo Sango podía ser el causante de que no quedara embarazada, porque el factor emocional podía influir mucho en ese proceso. Sin embargo, también era consciente de que el problema podía ser de Kuranosuke, en especial porque Sango ya había tenido hijos y no eran de él. La posibilidad de que tuviese algún problema de infertilidad era bastante viable, y si era así, quizá era cuestión de tiempo para que lo descubriera. ¿Qué ocurriría en ese momento? Porque estaba seguro de que no se lo tomaría con tranquilidad, y probablemente comenzaría buscando culpables y lanzando acusaciones, y sería el inicio del fin.

Inhaló profundo y sonrió algo abatido, él no iba a dar ni siquiera un paso atrás, afrontaría todas las consecuencias de sus acciones y no dejaría sola a Sango en ningún momento, porque ambos habían tomado esa decisión, conscientes de todo lo que ocurriría cuando se supiera la verdad. Pero si Kuranosuke sabía que las gemelas no eran sus hijas, estaba casi seguro de que inmediatamente pensaría en él como opción, y si a eso le sumaba el hecho de que ahora era el amante de su esposa, perfectamente podría pensar que esa situación había comenzado años atrás, lo cual sólo agravaba más el panorama.

¿Quién iba a creerles que no era así? Él había tenido novia un tiempo, había estado viviendo en Hokkaidō, pero con viajes seguidos a Tōkyō hasta que terminó con Shima y aceptó el puesto que tenía ahora, mudándose a Kyōto al mismo tiempo que Sango se había ido a vivir a la mansión Kuwashima. Perfectamente podría haber engañado a su ex mientras estaba en Tōkyō, y luego seguir esa relación en Kyōto. Al pensarlo detenidamente, tenía sentido. Nadie tenía pruebas, pero ellos tampoco, si bien Kagome e InuYasha conocían toda su historia, eran sus amigos y su palabra podía ser inválida sólo por eso. Era un escenario bastante complejo y ante el cual todo parecía una cuesta arriba sin fin.

Volvió a negar con un gesto, decidiendo dejar de pensar en eso por el momento, porque no podía solucionar nada así, sólo terminaba angustiándose más y lo que necesitaba ahora era mantenerse firme para enfrentar lo que ocurriera junto a Sango, porque la peor parte se la llevaría ella y él no iba a permitir que lo afrontara sola.


Se recostó en el futón, respirando profundo ante la calma que había en esos momentos en su habitación. Acababa de tomar un baño, sus hijas ya dormían profundamente, y ahora podía disfrutar de algo de paz. Aunque sus pensamientos y el sentimiento de culpa que no la dejaban tranquila, siempre impedían que lograra su objetivo. Apretó los puños, intentando alejar las ideas que comenzaban a crecer en su cabeza, pero fue interrumpida por la vibración de su móvil, indicándole la llegada de un par de mensajes. Tomó el aparato, haciendo una mueca al ver que uno de ellos era de su esposo, el otro de su amiga. Desbloqueó la pantalla, leyendo en orden para responder.

"No podré viajar mañana, tengo una reunión, así que llegaré el viernes. Intentaré compensarte de alguna forma, cariños."

Suspiró aliviada ante las palabras de Kuranosuke, eso le daba por lo menos un par de noches más de descanso.

"No te preocupes, espero que te vaya bien en la reunión. Nos vemos el viernes."

Envió la respuesta para luego revisar el texto de Kagome, quien le preguntaba si la podía llamar. Sonrió, marcándole a la azabache de inmediato, obteniendo una rápida respuesta.

Hola, ¿cómo estás? —Preguntó, parecía preocupada a pesar de que intentaba disimularlo, Sango pudo darse cuenta sin dificultad.

—Bien, dentro de todo… —Respondió, intentando no alarmar a Kagome, aunque su voz no la acompañó mucho, demostrando el agotamiento y lo decaída que estaba.

Keh, patrañas, es obvio que no —la voz de InuYasha le sacó una sonrisa, su amigo siempre era demasiado directo.

—Bueno, no es como si la situación fuese la mejor aquí —comentó, sintiéndose también algo fastidiada —. Pero ustedes ya lo saben y no necesito que me sermoneen, tampoco quiero preocuparlos…

No te vamos a sermonear —la interrumpió Kagome, demostrando su inquietud —. Estamos aquí para apoyarte. Sé que no has estado bien, y si necesitas algo…

—¿Acaso Miroku les dijo algo? —Preguntó con curiosidad, ya que se había estado mensajeando con su amiga seguido y, por lo que ella creía, aparentaba estar bien.

No directamente, pero se notaba preocupado —admitió la azabache, parecía algo nerviosa.

Asustado, querrás decir —nuevamente interrumpió su esposo, chasqueando la lengua —. No quería decirlo, porque "tampoco quería un discurso, o que nos preocupáramos". Par de imbéciles…

InuYasha, ¿podrías ser un poco más amable? Creí que habíamos quedado en que no ibas a regañarlos…

¡Si no negaran lo que les pasa…!

¡Es complicado! Más contigo, con tu carácter y lo que piensas de la situación…

¡Ya dije que no los juzgo y que los apoyaba! Pero si se guardan todo lo que les pasa…

—¿Seguirán discutiendo? Quizá deba llamarlos en otro momento… —Sango hizo una mueca, esa llamada no la estaba ayudando en nada.

Lo sentimos… Sólo queremos saber cómo están, sinceramente —Kagome soltó un suspiro, demostrando ahora toda su angustia —. Sé que es una situación difícil, pero siento que hay cosas que la han ido complicando y que no nos has dicho…

—Perdón, pero no quisiera incomodarlos. Sólo me siento muy presionada, Kuranosuke no ha desistido de su idea de tener otro hijo y me agota toda la situación… Además, se está comportando como un esposo atento y cariñoso, lo que me hace sentir aún peor…

Keh, si fuese realmente así, habría notado que no eres feliz.

—Es lo mismo que dice Miroku…

Porque tiene razón, tu esposo es un imbécil.

Gracias por tu aporte, InuYasha —Kagome se quejó, Sango estuvo segura de que le dio algún golpe a su compañero antes de volver a hablar —. Lamento que te sientas así. Debe ser horrible…

—Sí, pero no hay mucho que pueda hacer por ahora… Sólo esperar y mantenerme firme.

Es cierto… Ay, no sabes las ganas que tengo de estar allá y abrazarte…

—Eso sería genial, pero mientras tanto, tu voz es bastante reconfortante.

Sí, pero siento que no es suficiente… Si tan sólo pudiera ir pronto… —La azabache soltó un suspiro, pero casi de inmediato pareció recordar algo. —Oh, pero se acerca el cumpleaños de las gemelas y nuestro primer aniversario. Podríamos ir y aprovechar de celebrar ambas cosas, ¿no crees?

—Es una gran idea, aunque pueden venir cuando lo deseen, siempre serán bienvenidos aquí —Sango se mostró feliz con la idea, algo que animó aún más a su amiga.

Perfecto, entonces creo que podríamos viajar después de este fin de semana…

¡Oye, habla por ti! Yo tengo que ver si puedo tomarme esos días…

Deberías hacerlo mañana, para que podamos organizarnos con tiempo…

Keh, lo haré…

Bien, entonces, mientras tanto… ¿necesitas hablar de algo más?

—Oh, yo… No, en realidad. No quiero agobiarlos, es suficiente con hacerlo con Miroku… —La pesadumbre en su voz fue evidente, no pudo ocultar el sentimiento a sus amigos.

No nos agobias, y a él tampoco —aclaró Kagome, intentando calmarla —. ¿Por qué crees eso?

—Bueno, sé que está preocupado por mí, se le nota. Y sigue diciendo que la más afectada seré yo, minimiza lo que puede causarle todo esto a él… sólo piensa en las consecuencias que sufriré yo, olvida que la familia de Kuranosuke tiene muchas influencias y podrían perjudicar toda su carrera, que perdería todo lo que ha logrado hasta ahora, con todo lo que eso le ha costado…

Miroku no es idiota, lo sabe —InuYasha volvió a bufar, pero esta vez fue más en una señal de abatimiento —. Pero piensa que son cosas que puede recuperar, o que no valen tanto como su felicidad y bienestar. Por eso se preocupa más por ti.

Es cierto, porque perder su empleo o su carrera, no es lo mismo que perder a las gemelas —Kagome secundó a su esposo —. Además, sabe que eres tú quien sufre con esta doble vida…

—Lo sé… pero eso también le afecta. Se preocupa demasiado, sé que debe sentirse agobiado con todo lo que ocurre, y yo no puedo mentirle, entonces se siente peor cuando sabe que yo estoy mal o…

¿Y qué debería hacer? —La pregunta de InuYasha la tomó por sorpresa. —¿Las relaciones no se tratan de eso?

—Sí, pero él sólo se aflige más y…

¿Acaso tú no estás haciendo lo mismo? Vamos, Sango… ambos se preocupan y tratan de dar lo mejor por el otro. ¿O pensabas que iba a ignorar lo que te pasara?

Ella guardó silencio un momento, consciente de que su amigo tenía razón, porque era imposible que ella dejara de afligirse pensando en el bienestar de Miroku y todo lo que podía pasarle.

—Bueno… tienes razón. Él no va a decirme todo lo que le ocurre, porque no quiere angustiarme, pero puedo darme cuenta y, de todas formas, intento hacer algo…

Entonces, no entiendo por qué simplemente no se dejan de payasadas y aceptan nuestra ayuda —él parecía algo irritado, seguramente había tenido una conversación similar con el abogado.

Lo que quiere decir InuYasha, es que deberían hablar con nosotros, si no quieren agobiarse entre ustedes. No es sano que se guarden todo lo que lo les pasa, estamos aquí para lo que necesiten… ¿O no, InuYasha?

Sí, como sea.

—Muchas gracias, muchachos. No saben cuánto me ayudan sus palabras, me alivia contar con ustedes.

No agradezcas, sólo cuídate y ya sabes, puedes hablarnos cuando quieras.

—De acuerdo, Kagome.

Bien, entonces no estamos viendo pronto. Cualquier cosa, aquí estamos. Espero descanses, adiós.

—Ustedes también, buenas noches.

La comunicación se cortó, dejándole una sensación cálida y amena en el pecho, había evitado hablar sobre sus aflicciones con sus amigos porque sentía que ellos no tenían que cargar con el peso de sus errores y decisiones, pero sabía que en cualquier momento podía terminar colapsando y una forma de evitarlo, era acudiendo a su amistad. Agradecía en esos momentos tener a los mejores amigos que podía imaginar. Decidió que era mejor descansar, aprovechando ese momento de paz que había logrado gracias a la pareja.


—Tienen un mes para realizar el trabajo, recibiré los datos de los proyectos hasta el viernes próximo. Que tengan un bien fin de semana.

Terminó la clase, escuchando los murmullos de sus alumnos mientras hacían comentarios sobre la cátedra y la tarea que les acababa de dejar. Guardó sus cosas y miró la hora con una sonrisa, saliendo del edificio para encontrarse con su amigo en la salida, quien lo esperaba para ir a almorzar juntos, apoyado en el umbral de la facultad, con los brazos cruzados y los ojos cerrados.

—Hola, InuYasha —lo saludó, él abrió los ojos y sonrió, comenzando a caminar con él —. ¿Qué tal?

—Keh, nada nuevo —murmuró, haciendo un gesto de aburrimiento —. ¿Y tú?

—Bueno, ya sabes, las clases, el estudio… bastante trabajo en estas fechas —respondió, encogiéndose de hombros.

—Me lo imagino, parece que no tienen tanto tiempo para ustedes estos días —mencionó, notando la sonrisa resignada que dibujó Miroku en su rostro ante esas palabras —. Con Kagome queríamos invitarlos a que nos acompañaran hoy, a cenar. El señor Kuwashima dijo que podía ver a las niñas. ¿Puedes?

El abogado acentuó su gesto, sus amigos habían llegado hacía unos 4 días y habían notado que la semana anterior y ésa, él había tenido más trabajo del habitual, causando que no pudiese verse con Sango como de costumbre. A pesar de que ella había dicho que no importaba, porque así aprovechaba de compartir con Kagome y ponerse al día, el matrimonio había notado que a ambos les afectaba la distancia, por lo que, al parecer, habían armado un plan de contingencia que pondrían en marcha ese mismo día.

—Creo que no se les escapa nada, ¿verdad?

—No es como si los conociéramos de ayer —InuYasha chasqueó la lengua, su amistad había comenzado en la primaria con Miroku, secundaria con Sango y Kagome, por lo tanto, ya había tenido bastantes años para leerlos a la perfección —. ¿Entonces?

—De hecho, sí puedo.

—Perfecto. Nos juntamos en tu casa, y luego… ya sabes.

Miroku asintió, era reconfortante contar con el apoyo y la complicidad de sus amigos, a pesar de todo lo que eso significaba para ellos. Realmente apreciaba lo que ellos hacían para ayudarlos.

—Muchas gracias, esto significa mucho para nosotros.

—Lo sabemos —el ojidorado sonrió, dándole una palmada en el hombro antes de subirse al vehículo del abogado —. Por cierto, las chicas están preparando una pequeña celebración para las gemelas, supongo que irás…

—Sango me lo había comentado, pero no sé si sea bueno que vaya —hizo una mueca, cuando había compartido con Kuranosuke y Sango en la misma habitación, se había sentido incómodo e impotente ante toda la situación, aunque ella le había dicho que el problema no era él —. Ella no se siente a gusto con su esposo y eso me afecta demasiado…

—Pero esta vez estaremos nosotros. Seguramente Sango compartirá más con Kagome y las niñas, que con él. Deberías pensarlo, tienes más derecho a estar ahí que ese tipo.

Miroku negó con un ademán, llamando la atención de su amigo porque notó el gesto abatido que recorrió su semblante en ese momento. Lo observó con detenimiento, esperando que él le dijera cuál era la causa de esa reacción.

—Es cierto, pero ese hecho también es peligroso.

—Mientras nadie lo sepa…

Miroku soltó un suspiro, demostrando la aflicción que le causaron las palabras de su amigo. Él lo observó con atención, notando de inmediato su gesto y frunciendo el ceño.

—Espero que eso siga así…

—¿Qué pasa? Esas enanas son iguales a Sango, nadie tendría que sospechar nada… ¿o sí?

El ojiazul inhaló profundo, decidiendo compartir ese miedo que llevaba ya varios días dando vueltas en su cabeza, y que no había querido sacar con nadie porque no era su intención atormentar a alguien más con ese pensamiento. Sin embargo, InuYasha ya lo había regañado por guardarse las cosas, diciéndole que podía confiar en él, así que podría aprovechar la oportunidad que le estaba dando.

—No por ellas, en realidad. He estado pensando… ¿y si Sango no se ha embarazado porque Takeda no puede tener hijos? Sé que el estado emocional de ella también influye, pero no es el único factor. Al tener a las gemelas, es claro que sí puede tener hijos, aunque no son de él. Y si es así, supongo que sólo es cuestión de tiempo que se dé cuenta… después de todo, pronto van a cumplir un año intentándolo.

El oficial guardó silencio un momento, procesando el problema. Su amigo tenía razón, solía analizar de forma minuciosa cada situación que se le presentaba, y era obvio que esto no iba a ser la excepción. El tema era que, de ser así, las cosas se complicarían mucho más, y estaba seguro de que él lo sabía.

—Si eso ocurre, Takeda pensará de inmediato en ti, ¿no? Y si después se entera de la infidelidad…

—Nadie va a creer que no estuvimos juntos desde el principio. Incluso cuando retomé los casos de la Fiscalía de Tōkyō, o acepté este puesto acá en Kyōto… todo es sospechoso. Y ustedes son los únicos que saben la verdad, pero son nuestros amigos.

—No será fácil creernos, es cierto —hizo una mueca, preocupado —. Entonces, ¿qué vas a hacer? Porque supongo que no le has dicho nada de esto a Sango, ¿verdad?

—No, ella ya tiene bastante de lo que preocuparse… así que, por favor, no se lo vayas a mencionar.

—Keh, de acuerdo —bufó, comprendiendo la situación —. ¿Y?

—Y-Yo… no estoy seguro. Supongo que esperar, no puedo hacer nada más por ahora.

—Es verdad… De cualquier forma, sabes que cuentas con nosotros —le recordó, sonriéndole con seguridad —. Y gracias por confiar en mí.

—Gracias a ti por el apoyo.

—No es nada. Ahora, vamos a comer, me muero de hambre y tú después tienes cosas que hacer.

—Bien, vamos.

Se dirigieron a algún restaurante cercano para almorzar, dando por finalizada la charla y hablando sobre otros temas, como las celebraciones que se acercaban o lo fastidioso que era para el ambarino tener que soportar a algunos compañeros de trabajo, algo de cotidianeidad que le daba un pequeño respiro a Miroku dentro de toda su abrumadora realidad.


Apretó los puños, mirando la fecha en la pantalla de su móvil con enfado. Ese fin de semana se celebrarían los 3 años de Mao y Mei, pero él no podía sentirse feliz por eso. Negó con brusquedad, observando ahora la entrada del estudio con indignación mientras recordaba las explicaciones de su médico, frunciendo el rostro con un gesto lleno de impotencia.

Cuando su cuñado le había dicho descaradamente que el problema podía ser él, lo había considerado una falta de respeto, no una posibilidad real. Sin embargo, luego lo pensó mejor y decidió consultarle a su urólogo, quien primero le comentó que aún no era momento de alarmarse, porque no cumplían el año intentando tener un hijo. Pero él insistió, considerando que faltaban un par de meses para que ese momento llegara y no le veía sentido a esperar. Se había hecho los exámenes básicos y, efectivamente, su recuento de espermatozoides era muy bajo, demasiado en palabras del especialista. Comenzaron a buscar una causa y, tras haberse hecho otros exámenes que arrojaron resultados normales, el último estudio hecho había revelado una atrofia testicular bilateral, y al hacer una revisión minuciosa de su historial médico, el urólogo había llegado a la conclusión de que la causa era una infección parotiroiditis viral o paperas, que había tenido a los 20 años. Una complicación rara, dijo, pero que lamentablemente lo había afectado a él.

Tensó su mandíbula, pensando ahora en lo que significaba esa información: él era estéril. Había tratamiento y, si no funcionaba, tenía la opción de todas las alternativas de fertilización asistida que existían, pero ese no era el único punto que le importaba. Si no podía tener hijos, entonces las gemelas no eran suyas.

Volvió a mirar la entrada del estudio, presionando con más fuerzas los puños al pensar en los hechos. ¿Quién más podría ser el padre de las pequeñas? Sólo un nombre cruzó su cabeza, y eso desencadenó una serie de hechos que no hacían más que aumentar sus sospechas hasta llegar a una conclusión que era dolorosa de admitir. Sin embargo, no iba a permitir que la imagen de su familia fuese manchada de esa forma.

Miró la hora y decidió bajarse del vehículo, caminó hasta el lugar y se dirigió directo donde la recepcionista, quien lo observó con extrañeza.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarlo? —Preguntó de manera amable, aunque supuso que lo reconocía, porque su mirada sólo mostró confusión.

—Buenas tardes, necesito hablar con el señor Tsujitani —pidió, intentando aparentar calma —. Es algo urgente y personal. Dígale que Takeda Kuranosuke está aquí…

—Yuriko, el señor Tsujitani dijo que… Oh, buenas tardes, señor Takeda —la muchacha que había interrumpido su petición lo saludó igual de sorprendida que su compañera, pero no fingió no recordar quién era —. Si desea hablar con el señor Tsujitani, en estos momentos está ocupado y no sé si pueda atenderlo hoy, su agenda está bastante copada…

—Por favor, necesito hablar con él. Es urgente —insistió, su tono de voz reflejando que era más que una petición —. Es por su bien, créame.

Quien era la secretaria del abogado soltó un suspiro antes asentir con un gesto.

—De acuerdo, veré si puede atenderlo cuando terminé la reunión que tiene ahora. Deme unos minutos.

La muchacha se alejó mientras que la otra chica le indicaba con un movimiento de su mano que tomara asiento en las bancas de espera, ofreciéndole algo para beber. Rechazó la oferta, impaciente por la espera y, tras algunos minutos que le parecieron eternos, finalmente la secretaria le hizo un gesto para que la acompañara, haciéndolo entrar en la oficina del abogado para luego dejarlos solos y cerrar la puerta. Observó a quien lo esperaba dentro, Miroku le devolvió una mirada dura, sin disimular que no era una visita que fuese de su agrado, después de todo, la última vez que había ido hasta ahí, discutieron fuertemente.

—Buenas tardes, ¿qué necesitas? Espero que sea rápido, tengo cosas que hacer.

Sonrió de medio lado al escuchar la voz segura y algo despectiva de Miroku, tan hipócrita como para hablarle de ese modo. Le sostuvo la mirada, sin dejarse intimidar por esa actitud.

—Aléjate de mi familia.

El aludido levantó una ceja, contrariado con la petición. Sonrió astutamente, como si sus palabras no tuviesen sentido.

—Creo que ya te había dicho que eso no era decisión ni tuya ni mía. Si quieres, podemos llamar a Sango y…

—Son tus hijas, ¿verdad?

Esta vez, la sorpresa en los ojos del abogado ante su declaración fue evidente, logrando que guardara silencio y lo observara con los ojos abiertos de par en par, como si realmente no supiera de lo que él estaba hablando y esperara una explicación. Cínico, pensó, pero decidió dársela.

—No puedo tener hijos, así que no son mías. Y quiero pensar que Sango no es tan desvergonzada como para haber estado con alguien más aparte de ti. Así que… ¿son tuyas?

Miroku cerró los ojos y soltó un pesado suspiro antes de asentir, admitiendo la verdad sin más rodeos, seguramente no le veía sentido a seguir mintiendo.

—Sí, lo son. Pero la situación no es cómo lo imaginas…

—No me interesan tus explicaciones. Sólo quiero que te alejes y dejes de deshonrar a mi familia y a mi mujer. No le diré nada a Sango, no importa si sólo fue una noche o si siguen siendo amantes hasta ahora. Podrá seguir siendo mi esposa, le evitaré toda la vergüenza y no le recriminaré nada, lo prometo. Pero no vuelvas a acercarte ni a ella ni a las gemelas.

El ojiazul apretó los puños al escucharlo, sabía que la oferta era tentadora, pero esa no era una decisión que él debiese tomar. Ya había cometido demasiados errores como para volver a ignorar el hecho de que él no era el único involucrado. Negó con un gesto, llamando la atención del castaño, que lo miró con el semblante contrariado al ver su negativa.

—No lo haré. Ya te lo dije, esta decisión no es nuestra.

—Las circunstancias son distintas. Es lo mejor que podría pasarle a Sango en esta situación.

—¿Lo es? —Sonrió con abatimiento, mirándolo a los ojos con profundidad. —¿Piensas que evitarle la vergüenza y actuar como si no hubiese ocurrido nada, es lo mejor para ella? Creo que eso debe decidirlo ella misma. Si Sango me pide alejarme para siempre de ella y de las niñas, lo haré sin ninguna objeción. Pero es una decisión que no me corresponde a mí.

—Ya veo… —Kuranosuke negó suavemente, parecía decepcionado. —Pensé que eras más inteligente y sabrías lo que les conviene a ambos. Siguen siendo amantes, ¿verdad? —La expresión en el rostro ajeno fue suficiente para que supiera la respuesta, por lo que no lo dejó hablar de nuevo. — Podrían tener un poco más de decencia y honor, ¿sabes? ¿Cuánto tiempo llevan riéndose de nuestras familias, casi cuatro años? ¿No sientes remordimiento, agraviando de esta forma nuestro matrimonio, aún conociendo nuestros planes?

—Discúlpame, pero no tienes idea de lo que estás hablando. Además, son tus planes, no los de ella. Si realmente pensarás un poco en Sango y en lo que es mejor para ella, la incluirías en esta conversación en lugar de querer que sufra otra vez una traición que la heriría profundamente.

—Eres tú el que no sabe de lo que habla. Sango es mi esposa, es una Takeda y desde el momento en el que decidió serlo, debió asumir todo lo que eso significa. Pero ha deshonrado constantemente a mi familia con su comportamiento, nos ha despreciado con su actitud altanera y obstinada, incluso ha sido irrespetuosa con mis padres y nuestras tradiciones. Y, sin bastarle eso, nos ha humillado todo este tiempo mintiéndonos sobre las gemelas y siéndome infiel. ¿Y soy yo quien no piensa en ella, cuando ofrezco perdonarle todos sus errores y olvidar sus faltas, si te alejas?

—¡Sango no es feliz a tu lado! ¡Si dejaras de preocuparte sólo de tu familia y de ti, te habrías dado cuenta de eso! ¡Pero eres demasiado egoísta y narcisista como para notarlo!

—Tú… Tan hipócrita hablando de egoísmo, cuando estás destruyendo un matrimonio, una familia…

—Tu matrimonio se rompió hace tiempo, y no fue mi culpa. Además, ustedes nunca han sido una familia de verdad.

—Bien, veo que tu insolencia no va a permitirme llegar a ningún lado con esta conversación. Sólo quería evitar más problemas, pero supongo que no será posible. Mejor me voy.

No esperó respuesta, saliendo de la oficina rápidamente, sin importarle despedirse o mirar atrás, fue directo hasta la salida para abandonar el edificio y subirse a su vehículo, decidido a solucionar ese problema de la manera menos deshonrosa para su familia. Después de todo, debía mantener intacta la imagen de los Takeda.


—Tendrán la mejor celebración de 3 años, su tía Kagome les preparará un delicioso pastel —escuchó a la azabache hacerles mimos a sus hijas mientras reían juntas.

—¡Sí, pastel! ¡Tía Kagme, tía Kagme! —Exclamaron las gemelas, festejándole la idea.

—No las animes tanto, luego no podrás detenerlas —el señor Kuwashima soltó una risita, advirtiendo a la repostera lo que podía causar.

—Bueno, no me molesta, tengo que aprovechar estos días. ¿O no, pequeñas?

¡Povechar, sí! Mama, ¿podemos jugar con tigue? —Mao la miró interrogante, Mei acompañó a su hermana en el gesto, sacándole una sonrisa.

—Claro, sólo díganles que no muerdan muy fuerte —respondió, entregándoles los peluches que estaban a su lado.

—No modida fuete, eso malo —ambas les hablaron a sus juguetes antes de comenzar a usarlos contra Kagome, saltando a su alrededor para evitar que ella las atrapara.

Sango observó la escena con ternura, hasta que la vibración de su móvil llamó su atención. Miro la pantalla, encontrándose un mensaje de Miroku que le heló la sangre. Lo abrió de inmediato, aguantando la respiración.

"Kuranosuke lo sabe, debe ir hacia allá. Yo voy en camino, no tardo. Te amo."

Dejó caer el aparato, las manos temblando y el rostro pálido, causando que todos se quedaran mirándola con preocupación, presintiendo lo que ese gesto significaba.

—¿Sango?

Miró a su amiga, su rostro reflejando el miedo y la ansiedad crecientes en su interior, pero incapaz de hablar de inmediato, se sentía ahogada. Tardó algunos instantes en poder sacar la voz, abriendo y cerrando la boca, tartamudeando un poco antes de lograr expresar lo que ocurría.

—L-Lo… L-Lo sabe… Kuranosuke lo sabe… —Murmuró antes de llevarse las manos a la cara y ocultarla tras ellas, sintiéndose devastada.

—Espera, ¿qué? Pero ¿cómo…?

—N-No sé… pero Miroku…

La indagación de InuYasha y la explicación de Sango fueron interrumpida por el sonido de pasos firmes acercándose, y pronto la figura del esposo de su amiga los miraba con seriedad desde el umbral de la sala, reflejando en su rostro lo grave de la situación. Incluso las gemelas detuvieron sus juegos al notar su presencia, abrazando cada una a Kagome por un brazo y aferrándose a sus tigres. Él observó el interior antes de romper el silencio que había seguido a su llegada.

—Si me disculpan, tengo que hablar con Sango.

Ella presionó sus puños, incapaz de verlo a la cara o hacer cualquier otra cosa, completamente desolada. De pronto, sintió la calidez de alguien tomando su mano, levantó la vista para darse cuenta de que su padre estaba a su lado con el semblante imperturbable.

—Muchachos, ¿podrían llevarse a las niñas un momento?

—P-Por supuesto —Kagome se puso de pie, haciéndole un gesto a InuYasha para que hiciera lo mismo —. ¿Seguro que van a estar bien?

—No se preocupen, sólo vayan.

La pareja obedeció, no sin antes dedicarle una mirada de apoyo a su amiga, dejándolos solos. Sango tragó duro, nerviosa y angustiada, su corazón golpeándole el pecho con fuerza y sus manos temblando por la inquietud. Sintió la penetrante e intensa mirada de Kuranosuke sobre ella y quiso desaparecer, no se sentía preparada para enfrentar eso.

—Señor Kuwashima, necesito estar a solas con Sango. Es un tema personal muy delicado —pidió el castaño, el tono seguía demostrando su molestia.

—No me iré a menos que ella me lo pida —respondió él, mirando a su hija y encontrando en sus ojos la respuesta —. Y no lo está haciendo, así que me quedo.

—No lo entiende, esto es algo que nos concierne sólo a los dos…

—Soy su padre, y si me quiere a su lado, no voy a moverme. Creo que será mejor que hables pronto, parece que es algo grave.

—De acuerdo, como quieran —Kuranosuke soltó un suspiro antes de explicar qué ocurría —. Su hija me ha estado engañando descaradamente. Las gemelas no son mías, así que presumo que ha sido bastante tiempo.

Sango presionó aún más sus puños, levantando la mirada hasta la de su esposo con incredulidad, sin comprender del todo de dónde venían sus palabras.

—E-Espera, yo no… Eso no es verdad, ¿cómo…?

—Soy estéril, Sango. Y el padre de las gemelas es Tsujitani, con quien aún me engañas, ¿verdad?

—Y-Yo… las cosas no ocurrieron así, nosotros no… —Intentó explicarse, pero no lograba encontrar las palabras, se sentía agobiada.

—No me mientas, él lo admitió. No sé cómo no me di cuenta antes…

—Un momento… Sango, ¿es verdad? —El mayor la miró a los ojos, quería que ella fuera sincera. —¿Mao y Mei son hijas de Miroku?

—S-Sí… lo siento padre…

El hombre soltó un pesado suspiro antes de ponerse de pie y pedirle a su hija que hiciera lo mismo, causándole extrañeza con el gesto, pero obedeciendo de inmediato. Caminó hacia la salida, ante la mirada de desconcierto de Kuranosuke, que no entendía lo que ocurría.

—Espere, ¿qué está haciendo? Sango ha deshonrado a mi familia y debe hacerse cargo de…

—Y lo hará, pero necesito hablar un momento a solas con ella. Además, creo que la conversación que deben tener aún no puede darse, falta alguien importante.

Sin esperar respuesta, salió de la sala junto con Sango para dirigirse hasta el estudio, ambos en silencio hasta llegar al lugar y refugiarse en su interior, cerrando el fusuma para tener la privacidad que necesitaban. Ella huyó de la mirada masculina, nerviosa.

—Sango, ¿lo que dice Kuranosuke es verdad?

La pregunta la hizo apretar los puños, no sabía cómo explicar lo que había pasado, porque temía que no le creyeran. Después de todo lo que estaba pasando, era difícil que alguien realmente confiara en sus palabras. Sin embargo, debía intentarlo, era lo único que podía hacer en esos momentos.

—Sí, las niñas no son sus hijas, pero las cosas no son como él piensa.

—¿Y cómo son? —Su padre parecía contrariado, aunque su tono siguió demostrando ser severo. —Confié en ti, hija, y dije que te apoyaba, pero no imaginé que tu relación con Miroku llevase tanto tiempo… ¿por qué no me lo dijiste?

—Porque no es así. Es… complicado —soltó un suspiro, buscando la mirada del mayor ahora —. Antes de casarme, me sentí demasiado agobiada con todo lo que estaba ocurriendo y terminé pidiéndole a Miroku que hiciéramos el amor —se mordió el labio, no era tan sencillo admitir eso, pero era la verdad —. Fue sólo ese fin de semana, después de la boda, fingimos ser amigos. Fue difícil, porque cuando supe que estaba embarazada de las gemelas, las posibilidades me golpearon duro, las fechas no mentían y tuve miedo… no quise admitirlo, no se lo dije a él hasta que ellas nacieron, pero aún así, intenté seguir con el matrimonio, traté de ser la esposa que debía ser y Miroku respetó eso… Me esforcé, y durante 3 años, mi relación con él tuvo altos y bajos, intentamos alejarnos, luego decidimos seguir siendo amigos, y cuando supe la razón por la que me había traicionado, me sentí tan decepcionada, papá, que había decidido resignarme a todo. Iba a dejar la policía y me dedicaría a la casa, sería la esposa que los Takeda siempre han querido… —Soltó un suspiro, un par de lágrimas abandonaron sus ojos al recordar todos los sentimientos que había experimentado durante ese tiempo, lo asfixiante que había sido vivir fingiendo constantemente. —Pero cuando quise decírselo a Miroku, no pude. Él también había decidido alejarse para no seguir dañándome, iba a volver a renunciar a su vida pensando que era lo mejor para mí… Fue en ese momento en el que me di cuenta de que no podía seguir así, negando mis sentimientos… —Volvió a presionar los puños, ahora sentía que había perdido demasiado tiempo dándole importancia a la imagen que debía proyectar, ignorando su felicidad. —¿Recuerdas cuando hice las paces con Miroku? En ese momento, fue cuando nosotros comenzamos a…

El señor Kuwashima negó suavemente, esbozando una triste sonrisa y abrazando a su hija, permitiéndole seguir llorando en su pecho, sintiéndose culpable por haber sido cómplice y empujado a Sango a esa situación.

—Está bien, hija… perdóname, fui tan tonto y ciego todo este tiempo… —También soltó algunas lágrimas, arrepentido de los errores que había cometido con su hija. —Y, ahora que lo pienso, debí darme cuenta antes… Miroku siempre ha sido muy atento con las niñas…

—Es verdad… también perdóname, papá, debí ser sincera desde un principio…

—No es tu culpa, hija. Entiendo lo difícil que ha sido todo…

Se quedaron así un momento, abrazados con cariño y comprensión, hasta que un par de golpes en el fusuma los interrumpieron, indicándoles que ya no estaban solos, la voz preocupada de Miroku desde el otro lado les anunció que había llegado. El mayor abrió para dejarlo entrar, saludando al abogado con una sonrisa abatida.

—Los dejaré solos un momento —comentó antes de salir del estudio —. ¿Le digo a Kuranosuke que venga?

Sango inhaló profundo, Miroku tomó su mano e intercambiaron una mirada comprensiva y cargada de confianza antes de asentir con seguridad, ambos sabían que el momento había llegado y no podían postergarlo más. El padre de la muchacha abandonó el lugar y ella presionó con fuerza la mano de su compañero, buscando su mirada nuevamente.

—Lo siento, no pensé que esto pasaría tan pronto ni de esta forma. Nunca imaginé que sabría lo de las niñas…

—No te preocupes por eso. Lo importante es que estamos juntos en esto.

La muchacha sonrió levemente, porque con Miroku a su lado el temor ya no la recorrió de forma tan abrumadora. Eso ya no se trataba sólo de ella y su matrimonio, esta vez buscaría la felicidad de ambos y el bienestar de su familia, eso era lo único importante.


¡Hola! He estado activa estos días porque debo hacer algo con mi tiempo de licencia médica, así que he podido retomar el dibujo y la escritura. Por eso, no se sorprendan si hay actualizaciones seguidas~

Sobre el capítulo... ay, dolor en mi alma. Lo leí de nuevo para editarlo y aún siento la angustia en mi pecho. Toda la incertidumbre de vivir esa mentira, el miedo constante a ser descubierto, y a las consecuencias, debe ser algo sumamente abrumador. El apoyo de sus amigos y familia es algo que les quita un peso de encima, pero... Oh, no, el engaño salió a la luz y ahora se vienen los problemas. Admitir sus responsabilidades es el gran paso, pero ¿podrán lograr que la familia Takeda comprenda toda la situación? Se viene un escenario bastante difícil. A cruzar los dedos para que todo resulte lo mejor posible.

En fin, muchas gracias a quienes leen, son un sol. ¿Les molestaría dejarme un review? Estoy atenta a sus comentarios.

Infinitos abrazos y agradecimientos a mi amaba beta Nuez, sin ella no sé qué sería de mi dispersa cabeza y locas ideas. Te amo (L)

Nos leemos en la próxima!

Yumi~