DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.
— Je vais T'aimer —
XXX
— Mentiras abatidas —
— "Quiero ser fuerte."
Es lo que deseo,
porque mi futuro florece a tu lado.
Oye, si hay un final para esto,
entonces la tristeza no durará por siempre,
la fragilidad no se puede ocultar,
espero sea como esta canción.
Este mutuo dolor que se superpone...
Y nuestros corazones lastimados...
Cuento los días que pasan
y espero que cuando recuerde esto,
pueda sonreír de nuevo. —
— Sono koe wa moroku; the GazettE —
Esperaban en silencio, los nervios y la ansiedad alcanzando niveles que ninguno de los dos había experimentado antes, porque ambos eran conscientes de que, pasara lo que pasara a continuación, la mentira que habían estado viviendo casi por un año iba a terminar ese día. Sango fue recorrida por un escalofrío cuando los pasos firmes de su esposo se detuvieron fuera del estudio, reacción que fue respondida por un abrazo cálido de Miroku, justo antes de que el fusuma se abriera, dando paso a Kuranosuke, quien tenía el semblante aún más serio que antes, aunque parecía más decepcionado que molesto, algo que no esperaban, pero se mantuvieron con la vista fija en él, que ingresó al cuarto, cerrando la puerta corrediza y observándolos con atención. No les dio tiempo a decir nada, rompiendo la quietud de inmediato.
—Creo que tenemos que dejar esto claro ahora —indicó, su voz en una extraña mezcla de recriminación con dolor —. No imaginé que pudieras traicionar mi confianza de esta forma…
—Sé que mereces una explicación, y te la daré —Sango presionó con fuerza la mano de Miroku, buscando su apoyo para enfrentarse a su esposo —. Sólo te pido que me escuches…
—No quiero explicaciones, no las necesito. Imagino lo que ocurrió todo este tiempo… ¿Cómo pudiste engañarme así? Después de que te abriera las puertas de mi casa, que te hiciera parte de mi familia…
—Las cosas no ocurrieron como estás pensando, si me permites…
—No me importa cómo pasó. Sólo quiero recuperar a mi familia, nuestro matrimonio… —Buscó los ojos de Sango, intentando transmitirle lo importante que era eso para él. —Puedo perdonarte, Sango. Olvidar tu falta, seguir dándoles mi apellido a las gemelas, y que comencemos de nuevo… pero debes dejar de deshonrarnos. Sólo aléjate de él, no permitas que siga avergonzándote de esta forma…
—No voy a hacerlo —respondió segura, sin apartar la mirada de la de él —. Todo esto es una farsa y ya estoy cansada de mentir. Sólo quiero ser feliz.
—¿Y lo serás destruyendo a nuestra familia? ¿Aún cuando los hemos ayudado de tantas formas? No lo entiendo… No hice nada malo, me esforcé en ser un buen esposo, en que nada les faltara, intenté comprenderte, apoyarte… ¿Por qué, Sango?
—Lo siento, Kuranosuke, pero no te amo. Nunca lo hice, y fue mi error no ser sincera desde el principio, por eso asumo las consecuencias de mis decisiones…
—¿Las asumes? Ni siquiera sabes lo que eso significa, ¿verdad? —Su tono cambió, reflejando esta vez enfado. —Es la última vez que te daré la opción de enmendar tus errores. Piénsalo bien, no sigas aceptando que él te manipule, no creas sus mentiras. No hay un final feliz si sigues ese camino, por el contrario… En cambio, si lo dejas y admites tu error, si vuelves conmigo…
—Él único que está intentando manipularla eres tú —Miroku finalmente habló, molesto con las palabras del castaño, él intentaba intimidar a Sango con amenazas disfrazadas de oportunidades.
—No te atrevas a faltarme aún más el respeto insinuando tal cosa. No soy yo quien engañó y jugó con los sentimientos de los demás.
—¿Acaso las amenazas ocultas como buenas intenciones no son también jugar con sus sentimientos? El intentar controlar cada aspecto de su vida, permitir que toda tu familia opine sobre su comportamiento y su vida, cuestionar y luego, ignorar las decisiones que toma…
—Puede que haya cometido errores, eso no te da el derecho a haberte aprovechado de la situación para convencerla de ser tu amante. Ni siquiera te importó deshonrarla, no tienes dignidad…
—Yo no la convencí de nada, pero tampoco le has permitido explicarse para que, por lo menos, entiendas porqué lo hace.
—¡No necesito entender sus razones, sólo quiero recuperar a mi esposa!
—¿Cómo pretendes hacerlo, si no eres capaz de escucharla?
—¡Este asunto no debería concernirte, tú eres quien causó el problema! ¡Deberías largarte y dejarnos resolver esto solos!
—Kuranosuke, ¿quieres callarte un momento? —Sango interrumpió la discusión, molesta con el hecho de que él culpara a Miroku de lo que ocurría, cuando no conocía las circunstancias. —Si Miroku está aquí, es porque ambos tomamos la decisión. Deja de responsabilizarlo como si yo no pensara por mí misma.
—Lo siento, Sango, pero aún somos un matrimonio, y no voy a permitir que un tercero juzgue mi actuar, menos después de haber tenido un comportamiento tan inmoral…
—Entonces, esta conversación no tiene sentido —concluyó ella, negando con un gesto —. Si no vas a escuchar ni a Miroku ni a mí, no vamos a llegar a ninguna solución. Quizá deberíamos hablar cuando hayas pensado un poco mejor las cosas y no estés tan empecinado en validar sólo tu punto.
—E-Espera, no puedes dar por finalizada la charla por tu cuenta…
—Lo estoy haciendo, porque no me estás escuchando. Cuando decidas hacerlo, me avisas. Por ahora, tengo que ir a ver a las gemelas y a atender a mis amigos. Con permiso.
Sango presionó la mano de Miroku y comenzó a caminar sin soltarla, pidiéndole con el gesto que la acompañara, algo que él hizo sin vacilar, dejando solo a Kuranosuke en el estudio. Recorrieron el pasillo con lentitud, él dejándose guiar sin cuestionar el rumbo, hasta que llegaron a la parte trasera de la construcción, donde no había nadie. Ella le indicó con un gesto que se detuvieran, sentándose en la orilla del pasillo y mirando el patio, lo abrazó antes de comenzar a llorar en silencio. Miroku la rodeó con sus brazos, acogiéndola en su pecho con cariño, acariciándole suavemente el cabello y permitiéndole desahogarse todo lo que quisiera, porque había notado cuánto le afectaron las palabras de su esposo y todo el peso que aún significaba el no haber solucionado del todo esa situación.
—Muchas gracias —murmuró después de unos minutos, levantando la mirada para sonreírle suavemente —. Sin ti a mi lado, estoy segura de que no hubiese tenido el mismo valor…
—No me agradezcas… lamento que no hayamos llegado a algo concreto —le limpió las lágrimas con cuidado antes de devolverle la sonrisa —. Y comprendo tu temor, pero creo que quizá mi presencia causó que no lográramos nada…
—No eres tú el problema —hizo una mueca, algo triste —. Kuranosuke tiene que comprender lo que ocurre, y está negándose a verlo. Es él quien debería disculparse por eso.
—Lo sé, de todas formas… estoy preocupado —no disimuló sus sentimientos, buscando sus ojos —. ¿No crees que pueda reaccionar peor después? No me siento tranquilo con la idea de que duerman bajo el mismo techo…
Ella negó con un gesto, intentando calmarlo.
—Comprendo, pero puedes quedarte tranquilo, no voy a renunciar a nosotros, y nada de lo que diga me hará cambiar de opinión. Además, nunca ha sido violento, pero puedo defenderme si eso ocurre. Y, en cualquier caso, no estaré sola.
—De acuerdo —le besó la frente, aunque era evidente que su ansiedad no había desaparecido del todo —. Pero prométeme que me avisarás cualquier cosa…
—Por supuesto… —Sonrió, apoyando su cabeza en su hombro. —Había olvidado lo sobreprotector que puedes ser…
—Sólo quiero lo mejor para ti y las niñas, y trato de cuidarlas…
—Lo sé… muchas gracias —respiró profundo antes de volver a hacerle un gesto para que se pusieran de pie —. Creo que deberíamos volver con los demás, de seguro deben estar preocupados también.
—Es cierto, será mejor tranquilizarlos.
Se pusieron de pie y caminaron hacia la sala, intentando mantener la calma que habían recuperado en esos momentos, porque sabían que la necesitarían después. La situación, lejos de haber terminado, sólo se había vuelto más compleja y ambos eran conscientes de que aún les quedaba mucho por atravesar antes de poder, realmente, respirar tranquilos. Y, mientras eso ocurría, debían aprovechar esos momentos de tregua.
Depositó un beso en la frente de sus pequeñas, sonriendo casi nostálgicamente al verlas dormir tranquilamente en el pequeño futón que habían improvisado en el cuarto donde descansaban sus amigos. Acomodó una última vez su ropa y luego se puso de pie, observando a Kagome, quien la miraba con detenimiento desde el umbral del cuarto.
—Muchas gracias por cuidarlas esta noche —acentuó su sonrisa, gesto que la azabache le devolvió —. ¿Seguros que no quieren que le diga a mi padre o a Kohaku…?
—No, descuida. No tenemos problema en verlas —respondió su amiga, dirigiéndoles una cariñosa mirada a las niñas que seguían durmiendo tranquilamente.
—De acuerdo, gracias.
—De todas formas, nos avisas si nos necesitas —le pidió InuYasha, demostrando algo de ansiedad en su semblante —. Sabes que cuentas con nosotros.
—Lo sé, y también se los agradezco. Ahora iré a mi cuarto, ya es tarde y también deben descansar.
—Es verdad… Ánimo, todo saldrá bien —Kagome la abrazó, Sango respondió del mismo modo.
—Y si no, te puedo ayudar a patearle el trasero a ese imbécil —el oficial sonrió de medio lado con astucia, sacándole otra sonrisa a su amiga.
—Espero que no sea necesario, pero lo tendré presente —dijo con calma, deseando que eso no ocurriera —. Que descansen, hasta mañana.
—Hasta mañana.
Salió de la habitación para dirigirse a la suya, sintiendo la inquietud y pesadumbre crecer en su interior ante lo que podía ocurrir cuando se encontrara sola. A pesar de lo mucho que deseaba quedarse con ella, Miroku había tenido que volver al estudio, porque al irse tan repentinamente, había dejado algunos compromisos sin cumplir y debía hacerse cargo de ellos. Sango lo había entendido, y sabía que no podía quedarse con ella para siempre, pero eso no quitó el hecho de que anhelara tenerlo a su lado para enfrentar a Kuranosuke nuevamente.
Ingresó a su cuarto y se vistió su yukata para dormir, recostándose en el futón y mirando su móvil antes de intentar descansar. Sonrió al ver que tenía un mensaje de Miroku, consciente de que ella no era la única que deseaba que él estuviese allí.
"Espero que todo salga bien. Estaré atento en caso de que necesites que vaya para allá. Te amo, preciosa. Recuerda que no estás sola."
Soltó un suspiro, esbozando una ligera sonrisa ante la preocupación del abogado, era obvio que no iba a estar tranquilo ante las posibilidades.
"Sé que estás conmigo, muchas gracias. Y descuida, aún no pasa nada, pero te avisaré cualquier cosa. Te amo, besos."
Envió el texto y cerró los ojos durante algunos segundos, tras los cuales un par de golpes en el fusuma le advirtieron que el momento había llegado. Se levantó para abrir, encontrándose con el rostro contrariado de Kuranosuke, quien la miró a los ojos antes de hablar.
—¿Puedo entrar? Nuestra conversación quedó inconclusa…
—De acuerdo, sólo espero que esta vez me escuches —respondió, dejándolo pasar y cerrando otra vez.
—Lo siento, supongo que me comporté como un idiota —se disculpó, extrañando a Sango —. Es sólo que realmente me molesta pensar que ese sujeto te ha deshonrado de esta forma, por tanto tiempo…
—No ha sido tanto tiempo —soltó un suspiro, necesitaba que eso le quedara claro —. Además, no es como si él tuviese toda la culpa…
—¿Cómo que no ha sido tanto tiempo? Las gemelas son sus hijas. ¿Acaso crees que soy estúpido?
—No, por supuesto que no —inhaló profundo, intentando mantener la calma —. Pero las niñas fueron producto de sólo un fin de semana, antes de que nos casáramos… cuando fue mi despedida de soltera.
—Oh, entonces… ¿simplemente se acostó contigo y luego, nada hasta ahora? ¿Quieres que crea eso? —Él parecía irritado, su expresión lo delataba. —¿Y se enteró de su paternidad hace poco?
—N-No, eso no fue lo que pasó —presionó con fuerza sus puños, Kuranosuke no le hacía fácil explicarse —. Luego de ese fin de semana, acordamos seguir siendo amigos. Cuando supe que estaba embarazada, no se lo dije a nadie, ¿recuerdas? Ni siquiera a él, y le aseguré que no eran suyas a pesar de que, según los cálculos de mi ginecobstetra, él era el padre. Pero terminé admitiéndoselo cuando nacieron. Sin embargo, él respetó mi decisión de mantener eso en secreto y seguir con nuestro matrimonio…
—¿De verdad esperas que te crea, como si él fuese la víctima de esta historia? Es obvio que no insistió en hacerse cargo porque no le importaba. Seguramente quería seguir disfrutando de su libertad, ¿no? Después de todo, tener una amante no requiere un compromiso verdadero…
Sango tensó la mandíbula, tenía deseos de golpearlo, cada palabra lograba aumentar su molestia, como si la situación hubiese sido sencilla para ellos, un simple juego. Negó bruscamente, intentando no dejarse vencer por ese instinto asesino.
—¿Vas a escucharme? No tienes ni idea de cómo ocurrió todo —dijo, apretando los puños para canalizar la ira.
—Está bien, cuéntame cómo fue que llegó a agraviarnos de esta forma.
Ella inhaló profundo, ordenando las ideas y buscando las palabras adecuadas para explicarse, porque era consciente de que Kuranosuke no iba a aceptar los hechos tan fácilmente, como su padre. Además, sabía que él se empeñaría en mantener el matrimonio pese a lo roto que estaba.
—Después del nacimiento de las gemelas, nosotros seguimos siendo amigos… intentamos alejarnos, pensando que así podríamos dejar de lado lo que sentíamos, pero nos dimos cuenta de que no íbamos a lograrlo de esa forma. Tuvimos una relación complicada, porque ambos conocíamos nuestros sentimientos, pero nos negábamos a aceptarlos, asumiendo la realidad que habíamos escogido. Él trató de seguir, tuvo novia, se fue de Tōkyō… y no fue suficiente. Sin embargo, cuando supe la verdad sobre su engaño de hace años, me sentí devastada. Todo a lo que me había aferrado, se derrumbó frente a mis pies, porque tanto mi padre, como Miroku y tú, me habían traicionado…
—Yo no fui quien te fue infiel —la interrumpió, evidentemente irritado con las palabras de ella —. Fue Tsujitani quien no tuvo las agallas ni la determinación para perseverar con su relación…
—Tú lo sabías, también fuiste parte de la mentira —su mirada fue dura, él no podía negar que había sido cómplice —. Y sí, quizá Miroku fue un cobarde y se rindió en ese momento, pero sé que lo intentó lo mejor que pudo. Además, es consciente del error que cometió y no hay momento en el que no se arrepienta de la decisión que tomó.
—Debería haberse mantenido lejos, así hubiese evitado causarte más problemas.
—Intentó hacerlo, en más de una oportunidad. De hecho, cuando descubrí lo que realmente había pasado, él nuevamente quiso irse, alejarse para siempre porque sintió que sólo me dañaba. Yo también había decidido rendirme, resignarme a la vida que ustedes querían imponerme… fue cuando pensé en volver a Tōkyō. Sin embargo, quise decírselo en persona, porque sabía que él era capaz de renunciar a su vida sólo por cumplir mi petición de no volver a verlo. Y en ese momento, cuando ambos íbamos a renunciar a todo para distanciarnos… no fuimos capaces de seguir mintiendo.
—Entonces, ¿te quedaste en Kyōto para engañarme…?
—Y-Yo… lo lamento, pero ya no pude cerrarme de nuevo a lo que sentíamos.
—Es decir que, no sólo nos humilló, sino que también es culpable de que no cumplieras tu deber de esposa, afectando completamente a nuestra familia…
—Miroku no es culpable de eso.
—¿Cómo que no? Decidiste quedarte por él, postergando todos nuestros planes como familia… ¡Sabías que quería tener un hijo pronto!
—¡Como si eso te hubiese detenido! —Demostró su frustración, harta de la negación de Kuranosuke. —De todas formas, encontraste el modo de intentarlo, ¿no? Y, aún así, él no es culpable de que no puedas tener hijos. Con o sin Miroku, tus planes no se habrían cumplido igual.
—¿Es que acaso no puedes verlo, Sango? No importa cómo fueron las cosas, tú eres mi esposa. Eres una Takeda y tienes deberes y responsabilidades que cumplir. No quiero perderte, ni pasar por la vergüenza que todo esto conlleva. Por favor, olvidemos lo que pasó y sigamos juntos. Prometo no volver a recriminarte nada, y permitirte las libertades que necesites, apoyar tu carrera como oficial de policía… Las cosas van a mejorar, sólo tienes que pedirle que desaparezca de nuestras vidas, y él lo hará…
Ella negó con un gesto, se sentía agotada y decepcionada, sólo quería terminar con esa conversación pronto.
—No, Kuranosuke, no voy a hacerlo. Hemos cometido el error de resignarnos bastantes veces ya…
—¿Por qué le permites hacernos esto?
—¡Miroku no es el único responsable de lo que ocurre! —Junto con la exclamación, terminó soltando las lágrimas, la frustración de que su esposo se negara a ver la realidad era abrumadora. —¡Soy yo la que está tomando esta decisión! ¡Siempre he sido yo la principal responsable! Antes de nuestra boda, fui yo la que le pidió que hiciéramos el amor, y cuando todo este engaño comenzó, también fui yo la que le pidió que fuese mi amante. Miroku estaba resignado a perderme, a conformarse sólo con mi amistad, fui yo quien ya no pudo hacerlo y decidió engañarte.
Sintió el ardor en su mejilla repentinamente, dejándola perpleja. Nunca había pensado que Kuranosuke pudiese ser violento de ninguna forma con ella, no más allá de las fuertes discusiones que tenían, y ahora la había abofeteado con fuerza.
—¡No voy a permitir que sigas faltándome el respeto de esta manera, sigo siendo tu esposo! —La ira en sus ojos fue innegable, causando que a ella se le oprimiera el pecho. —Y si quieres elegirlo a él, hazlo. Así como me están quitando mi matrimonio y avergonzándome tan descaradamente, yo también puedo quitarles lo que ustedes anhelan.
—Kuranosuke, tú… —Se llevó la mano hacia la mejilla afectada, que seguía ardiéndole, para mirarlo consternada. —No serías capaz…
—Lo único que quiero es recuperar nuestra vida, y si no lo haré, entonces ustedes tampoco —sus palabras causaron que el pecho de Sango se apretara un poco más, las lágrimas arremolinándose en sus ojos —. Te quitaré a las gemelas, esta casa, incluso sus carreras… nunca más podrán ejercer…
Sango cayó de rodillas en su futón, las lágrimas abandonando sus ojos sin impedimento, el miedo y la angustia creciendo en su interior tan rápido, que se sentía asfixiada.
—No a las niñas… por favor, Mao y Mei… —Sollozó, se sentía devastada. —Ni siquiera son tus hijas…
—Llevan mi apellido, tengo el derecho después de tus faltas. Pero puedes evitar que todo eso ocurra, sabes cómo.
Se dio media vuelta para evitar verla llorar, sintiendo en su interior que ella merecía derramar esas lágrimas y más, por todo lo que estaba causando con sus decisiones egoístas. Sin embargo, al hacerlo se encontró con su reflejo en el espejo de cuerpo completo que Sango tenía en su cuarto, la mirada severa cargada de rencor y deseos de venganza que le devolvía su imagen lo golpeó duro, más cuando su propósito de evitar ver la angustia de la castaña no se cumplió, porque la superficie también la reflejaba a ella, sollozando de manera entrecortada en su futón, indudablemente rota a causa de sus palabras. Su pecho también se apretó en ese momento, ¿cuándo se había convertido en alguien tan lleno de rencor, a quien no le importaba ver sufrir a un ser querido? ¿Era ese el legado que transmitía su familia, el que quería preservar? ¡Incluso la había golpeado con ira contenida! Negó con un gesto, no era capaz de reconocer al hombre que le devolvía la mirada en la superficie, lleno de ira y rencor. Apretó los puños, cerrando los ojos con impotencia. ¿Por qué se encaprichó tanto con Sango y ese matrimonio que evidentemente era una farsa? Él había sido cautivado por ella cuando eran jóvenes, por el espíritu tenaz, seguro e inquieto de la muchacha. Porque no era como nadie que hubiese conocido, seguía sus sueños sin vacilar, incluso cuando la juzgaban porque no era lo que se esperaba de ella; pero, lo que más lo había flechado, habían sido sus sentimientos: era bondadosa a pesar del carácter que demostraba, comprensiva y apasionada. Sango era una de las personas más admirables que conocía, y ahora estaba destrozada, llorando desconsoladamente a causa de sus acciones. ¿Por qué se aferraba a eso? Por mucho que lograra que ella aceptara seguir con esa farsa, nunca volvería a encontrarse con esa muchacha que lo había enamorado, porque la había perdido hacía mucho tiempo. ¿Qué iba a ganar si ella aceptaba seguir a su lado? Sólo más sufrimiento y mentiras, cuando mirara a los ojos a su esposa, no vería más que dolor y rencor, probablemente odio. Presionó con más fuerza los puños, una lágrima también cayó por su mejilla, él no quería ser eso.
Se acercó a Sango y se arrodilló a su lado, tomándole las manos para llamar su atención, causando que ella lo mirara aún con los ojos llorosos y llenos de temor. Negó nuevamente, llevando una de sus manos hasta la mejilla femenina para limpiarle el rastro de las lágrimas, sonriendo de forma triste y arrepentida.
—Lo siento, Sango —murmuró, bajando la mirada —. Yo… creo que hace tiempo, estoy perdido. Me aferré a muchas cosas, pensando que estaban bien, que era lo que debía hacer. Creí que sólo había una forma de lograr ser feliz en esta vida y, tratando de seguir ese camino, me desvié demasiado… —Levantó el rostro para mirarla a los ojos, que aún derramaban algunas lágrimas. —Y te hice daño. Olvidé por completo lo que te hacía especial, quise que cumplieras expectativas que no debías y no me di cuenta de lo infeliz que eras. Quiero aprisionarte en esta mentira que es nuestro matrimonio, pensando que quizá así puedo recuperar a la chica que me cautivó cuando era un adolescente, y no soy capaz de admitir que esa no es la forma. Sólo lograría que me odiaras, y te perdería para siempre… —Soltó un suspiro, consciente ahora de lo que debía hacer. —Acabo de comprender que, si quiero volver a ver a la Sango de la que me enamoré, tengo que dejarte ir. No eres feliz conmigo y nunca lo serás… y no puedo seguir dañándote más.
La muchacha lo observaba incrédula, el temor no abandonaba sus ojos, las lágrimas aún atravesando su rostro, sin saber qué decir o cómo reaccionar a ese cambio de actitud tan repentino. Estuvieron en silencio unos instantes, hasta que ella no lo soportó más y decidió hablar.
—¿Puedo confiar en tus palabras? Nunca quise que esto terminara así y sé que soy culpable de no haber sido sincera desde un principio, pero no quiero cometer ese error de nuevo… Sin embargo, tampoco quiero que, por mis decisiones, las personas que amo se vean perjudicadas…
—No lo serán. Perdóname, sé que es difícil creerme, después de todo, llevo mucho tiempo comportándome como un imbécil —admitió, ella pudo ver el sincero remordimiento en su mirada —. Pero ya alcancé mi límite. Toqué un punto al que jamás quise llegar, te golpeé y amenacé de una forma realmente cruel… —Volvió a huir de su mirada, sintiéndose avergonzado de sus acciones. —Esa no es la persona que quiero ser. No es lo que quiero proyectar. No quiero que me sigas teniendo miedo.
Sango volvió a llorar, pero esta vez con algo de alivio. Conocía a su esposo y sabía que el muchacho amable y risueño que alguna vez la hizo sonreír seguía ahí, escondido detrás de todas las responsabilidades y la imagen que también lo habían empujado a dar.
—Lamento que las cosas sean así… sé que no soy la única que se vio obligada a aparentar ser alguien que no era para cumplir expectativas absurdas y espero que encuentres tu propio camino para ser feliz —sonrió, sintiéndose algo más tranquila —. De todas formas, no quiero confiarme demasiado. Sabes que no voy a dejar a Miroku y que este matrimonio terminó, ¿verdad?
Kuranosuke soltó un suspiro, asintiendo levemente antes de responderle.
—Lo sé, y aunque me hubiese gustado construir algo más duradero contigo, lo mejor es no seguir hiriéndonos. No quiero volver a verte llorar de esa forma.
—Gracias, Kuranosuke… y perdóname por no ser la esposa que esperabas…
—Yo tampoco lo fui, así que estamos a mano —le sonrió levemente antes de volver a hablar —. Será mejor que te deje descansar, supongo que ha sido un día agotador y aún tenemos mucho por delante.
—Es cierto… tú también debes descansar. Hasta mañana.
—Hasta mañana.
El castaño abandonó la habitación, dejando a Sango sola y con un remolino de emociones encontradas en su interior, pero con la paz de que, por lo menos, Kuranosuke había comprendido todo lo que había tras sus decisiones y, después de batallar incluso consigo mismo, había aceptado que lo mejor para todos, era que su matrimonio llegara a su fin.
Se frotó la frente con movimientos circulares lentos, intentando espantar el dolor de cabeza causado por las pocas horas de sueño que había tenido. Negó con un gesto, a pesar de que Sango le había dicho que las cosas habían terminado bien con su esposo, él no pudo dormir tranquilo, la preocupación no lo había abandonado desde el día anterior y sabía que no iba a irse hasta que todo se solucionara de forma definitiva. Soltó un suspiro, mirando la entrada del estudio desde su automóvil y extrañándose al ver al causante de su inquietud de pie junto a la entrada, parecía estar esperando algo. No pudo sentirse tranquilo, no quería bajar la guardia, temía que en cualquier momento Kuranosuke o cualquiera de los Takeda, pudiese hacer algo en contra de Sango o suya, quizá sólo como forma de castigo por la ofensa cometida.
Inhaló profundo y se bajó del vehículo, dirigiéndose hasta el edificio con las llaves en una mano, su maletín en la otra. Notó que, al verlo aproximarse, quien lo esperaba se acercó, llevaba una carpeta en las manos y parecía genuinamente apenado. Se tragó las ganas de pedirle amablemente que se fuera lo más lejos posible y, en su lugar, lo observó hasta que llegó a su lado.
—Buenos días, perdona que haya venido tan temprano y sin cita previa —se disculpó, Miroku no notó ningún dejo de enfado o recriminación en su voz, algo que le extrañó.
—Buenos días, no hay problema, tengo algo de tiempo —respondió, mientras abría las puertas del estudio y le indicaba con un gesto que ingresara —. Sólo dame un par de minutos para dejar todo funcionando…
Para sorpresa de Kuranosuke, Miroku se encargó de dar la energía eléctrica y arrancar los computadores ubicados en distintas áreas del lugar, además de checar el funcionamiento de la línea telefónica y el aire acondicionado, tareas que normalmente realizaban los asistentes u otros empleados de una empresa que debían llegar más temprano, no el jefe. Sonrió, recordando que una vez Sango le había comentado que a él no le gustaba comportarse siempre como un superior en sus lugares de trabajo. Después de que terminó con su pequeña inspección, le hizo un gesto para que lo acompañara a su oficina, cerrando la puerta y ofreciéndole algo para beber, Kuranosuke aceptó un café y, después de recibirlo, esperó a que se ubicara en su puesto para comenzar a hablar, dejando la carpeta frente suyo con una media sonrisa.
—Sé que de seguro no te esperabas mi visita, pero sólo quiero aclarar las cosas y disculparme —anunció, el tono sereno demostrándole sus intenciones —. Me he comportado como un imbécil todo este tiempo, fui descortés, grosero e hiriente, y te responsabilicé de cosas que no debía… de verdad, lo siento mucho.
Miroku negó con un gesto, a pesar de que no quería confiarse demasiado, no podía negar que el arrepentimiento en las palabras parecía sincero, y debía aceptarlo. Sonrió levemente, esperaba que eso no fuese otro engaño más.
—Está bien, entiendo que la situación ha sido bastante compleja y tu molestia era normal —respondió, sin ningún resentimiento —. Sólo espero que realmente hayas comprendido nuestras razones y dejes de presionar a Sango…
—Lo haré. Yo… no quiero volver a ver a un ser querido sufriendo de esa forma —sus ojos se ensombrecieron levemente, el ojiazul supo que algo debió afectarlo profundamente para causar ese cambio —. Tampoco quiero que se sienta obligada a algo… por eso, me gustaría pedirte que me ayudes con los temas legales que hay que ver ahora…
El abogado abrió levemente la boca, demostrando así la sorpresa que le causaban las palabras de su acompañante. Lo observó detenidamente, algo confundido.
—No sé qué tan recomendable es que yo me involucre en los trámites legales de su divorcio, considerando las circunstancias…
—El divorcio no es lo único que debe resolverse —aclaró, volviendo a sonreír —. Y comprendo tu punto, supongo que para eso tendré que buscar a alguien más… Pero hay otros asuntos que podemos ver desde ya, para no postergarlos…
Le señaló la carpeta, causándole mayor curiosidad. La abrió para observar el contenido, aún más sorprendido al leer los papeles que había en su interior, encontrándose con el título de propiedad y algunos otros documentos de la mansión Kuwashima, además de los certificados y actas de nacimiento, inscripción y reconocimiento de las gemelas. Levantó la vista para mirar a Kuranosuke directo a los ojos, el asombro y la consternación eran evidentes en su mirada, él no se esperaba eso.
—De todas las razones por las que imaginé que vendrías nuevamente a mi oficina, nunca creí… —Se pasó la mano por la frente, dándose cuenta de que ya no le dolía la cabeza. —¿Estás seguro?
—La mansión Kuwashima nunca ha sido mía, yo sólo ayudé a que no la perdieran. La idea siempre fue que quedara a nombre de Sango, es lo que deseaban sus abuelos —sonrió con algo de melancolía, cuando evitó que eso ocurriera, tanto el padre de Sango como su familia y él mismo, lo habían visto como una especie de pago para asegurar su compromiso con ella, y ahora se sentía realmente culpable de haberlo hecho por esa razón. Negó suavemente antes de volver a hablar —. Y las gemelas no son mis hijas, ustedes son su familia. Es justo que lo sean legalmente también.
Miroku sonrió, ese era un gesto que decía mucho de lo arrepentido que se sentía el castaño y cuánto quería enmendar el daño causado. Asintió con un movimiento de su cabeza para mostrar que estaba de acuerdo con eso.
—Muchas gracias, no sabes cuánto significa esto para nosotros… en especial para Sango.
—Créeme, lo sé… después de todo, son cosas con las que la amenacé… y me arrepiento profundamente de haberlo hecho.
Pudo ver el dolor en los ojos del oficial y comprendió que había pasado por un proceso difícil para llegar a ese punto, seguramente también había lidiado con conflictos internos personales y el cambio debió remecerlo fuertemente.
—¿Ella lo sabe?
—No… no estaba en pie cuando salí de la mansión, seguramente aún dormía… de todas formas, me gustaría mantenerlo en secreto… —Buscó nuevamente los ojos de Miroku, quien volvía a expresar extrañeza. —Si mis padres se llegan a enterar, bueno… no será una situación agradable, y no quiero que intervengan.
—De acuerdo, comprendo —asintió, sabía que los padres de Kuranosuke podían ser bastante desagradables y, con las influencias que tenían, impedirían el proceso sin mayores problemas —. Llevará algo de tiempo, pero intentaré que sea lo más rápido posible.
—Muchas gracias. Y sobre tus honorarios…
—No te preocupes por eso. Considéralo como una ofrenda de paz. Además, esto nos beneficia más a nosotros que a ti.
—Bueno, entonces también tómalo como mi ofrenda de paz. No quiero causarles más problemas.
—Muchas gracias, de verdad.
—Es lo menos que puedo hacer —intercambió otra sonrisa con el abogado antes de mirar la hora y soltar un suspiro —. Bien, será mejor que me vaya. Aún debo buscar a alguien más que nos asesore con el tema del divorcio, y hablar con mis padres para explicarles la situación.
—Te deseo éxito en ambas cosas —Miroku lo acompañó hasta la salida, despidiéndolo con amabilidad —. Nos vemos.
—Hasta pronto.
Kuranosuke abandonó el lugar, dejando a Miroku más tranquilo, porque pudo ver en todas sus acciones y en su voz, las palabras que expresó y los sentimientos reflejados en sus ojos, que era sincero. Era probable que él también se hubiese quitado por fin una máscara que, estaba casi seguro, lo habían obligado a llevar gran parte de su vida. Por lo menos ese desastre no estaba siendo tan malo, después de todo.
—Era de suponer que estuvieses aún aquí.
Sango abrió los ojos con dificultad, aún se sentía cansada y le ardía la vista debido al llanto del día anterior, pero no necesitaba ver a quien había interrumpido su sueño para reconocerla, la voz severa era inconfundible. Se incorporó en su futón, frunciendo el ceño ante la inesperada visita, sin comprender la razón por la que la señora Takeda estaba en su casa, en su cuarto, tan temprano por la mañana.
—Eh… Buenos días, ¿qué…?
—Oh, no pierdas tiempo en formalidades —masculló, acercándose a ella después de cerrar el fusuma, mirándola con detenimiento —. Kuranosuke nos contó ayer todo lo que pasaba. Debo admitir que me sorprendió, pensé que tenías un poco más de integridad y decencia…
—Creo que este tema sólo nos concierne a nosotros dos —respondió irritada, sabía que la mujer quería regañarla y recriminarle sus faltas.
—Por supuesto que no —chasqueó la lengua en signo de desaprobación —. Estás deshonrando el nombre de todo nuestro clan, por lo tanto es un asunto familiar. ¿Así que no quieres aceptar la generosa oferta de mi hijo y dejar a ese sujeto? Deberías considerarlo mejor, no les conviene tenernos de enemigos.
—Por favor, ya hablé de esto con Kuranosuke, tomamos una decisión y me gustaría que la respetara.
—Claro, él a veces puede ablandarse bastante, en especial con el carácter que tienes —negó con evidente reproche, sin dejar de mirarla molesta —. Seguramente lo convenciste de algún modo para continuar con tu comportamiento indecoroso…
—Decidimos divorciarnos, no hay nada que rescatar en nuestro matrimonio. Es lo mejor para todos.
—Ya veo, lograste romperlo, debiste aprovecharte de su fragilidad, supongo —soltó un suspiro, cruzándose de brazos, la mirada aún fija en ella —. Pero no servirá de nada. Si dejas a mi hijo, también estás traicionando a nuestra familia. La decisión más sabia que pudiste tomar era haber aceptado la propuesta que él te hizo, demasiado generosa para mi gusto, pero nos evitaba un escándalo.
—Discúlpeme, pero no voy a discutir con usted, Kuranosuke y yo ya-
—Kuranosuke no tiene la última palabra —la cortó en seco, sus ojos intransigentes —. Es demasiado blando para hacerse cargo de este tipo de cosas, se deja manipular muy fácilmente.
—No sabe qué fue lo que pasó, ni cómo llegamos a esa decisión, no puede-
—Puedo, y lo haré. Ahora, me vas a escuchar con atención, porque no voy a repetirlo —dio un paso hacia ella, agachándose para quedar a la altura de su rostro —. Vas a dejar al abogado ese, te alejarás para siempre de él y comenzarás a comportarte como la esposa que eres. Volverás a Tōkyō y te convertirás en la señora Takeda que siempre debiste ser. Si lo haces, incluso tus bastardas se verán beneficiadas, llevando nuestro apellido…
—¿Cómo se atreve a tratar así a mis hijas? Las conoce desde que nacieron, las ha cuidado…
—Eso no cambia su origen. Pero puedes darles una vida mejor que la que tendrán con el oportunista que tienen como padre.
—No voy a seguir cumpliendo sus caprichos, no quiero convertirme en una mujer infeliz como usted —apretó los puños molesta, controlando los deseos de golpearla que estaban naciendo ante sus palabras llenas de veneno.
—Tan insolente como siempre… No sé qué más se podía esperar de ti. Traicionaste nuestra confianza y nos avergonzaste con tu comportamiento inapropiado desde un principio, siempre rehusándote a cumplir con tus responsabilidades de esposa, y sin ser eso suficiente, has manchado el honor de Kuranosuke de una forma tan infame…
—No conoce todas las circunstancias, no puede juzgar mis acciones…
—Claro que puedo. Eres una aprovechada, siempre estuviste usándonos, ¿no? Deberías admitirlo y dejar el drama. ¿Qué es lo que quieres, llamar la atención, algún privilegio adicional? Vamos, sólo dilo. Será más sencillo, así también evitas que tu galán salga perjudicado. ¿O no te importa lo que pueda pasarle? Después de todo lo que se esforzó para llegar a tener ese puesto…
—Deje en paz a Miroku, no tiene derecho a arruinarlo…
—Lo tengo, y también los medios. Y será tu culpa si ocurre, porque no has aprendido aún a comportarte como la mujer que eres. Estás encaprichada con ese tipo, crees que es amor, y que si todo esto acaba, serán felices para siempre, ¿no? La vida real no es un cuento de hadas, querida, y es momento de que madures y enfrentes tu realidad. Tus errores pueden costarte muy caro, ¿eso es lo que quieres?
—Madre, ya basta —Kuranosuke interrumpió el discurso de la señora Takeda, abriendo el fusuma de golpe e ingresando al cuarto, acercándose a su esposa, quien había comenzado a llorar con impotencia ante las palabras de la mujer —. Como estoy seguro de que Sango ya te dijo, este asunto sólo nos compete a nosotros dos, y ya tomamos una decisión.
—Pero, Kuranosuke, ¿estás seguro de que es lo mejor? Es decir, nuestra reputación…
—Ni la reputación, ni una buena imagen, son suficientes para encontrar la felicidad. Quizá no lo entiendas, supongo que, al igual que hiciste conmigo desde pequeño, a ti también te impusieron esa carga toda tu vida. Pero hay cosas que son más importantes, quería conversarlo contigo y mi padre antes de que se tomaran atribuciones que no deben.
—Hijo, no sabes de lo que estás hablando. Tenemos tradiciones que debemos respetar, has sido consciente de eso toda tu vida, no vamos a permitir que las pasen a llevar. No puedes ignorarlas ahora, no dejes que esta mujer te manipule…
—Sango no me manipuló de ninguna forma, sólo hizo que abriera los ojos —le sonrió fugazmente antes de volver a mirar a su madre —. Siempre me he preguntado si alguna vez amaste a mi padre, o si sólo están juntos para mantener la imagen de los Takeda… Aunque creo que he sabido la respuesta desde hace tiempo, pero preferí ignorarla, porque significaba que mi vida también había sido nada más que apariencias…
—No lo entiendes, es más complicado de lo que crees.
—En realidad, no. Y no quiero seguir repitiendo un ciclo que sólo trae amargura e infelicidad. Sango y yo hemos tomado una decisión y la van a respetar, porque es nuestro futuro, no el suyo. Espero que eso te quede claro, madre, para que no intentes perjudicar de ninguna forma ni a ella, ni a Tsujitani o sus hijas. ¿De acuerdo?
—Como gustes —la mujer entornó los ojos antes de darse la vuelta y comenzar a caminar hacia la puerta —. Pero no vengas llorando después arrepentido. Intenté hacer lo mejor para ti.
Salió de la habitación sin despedirse, dejando una sensación agria en el ambiente. Kuranosuke soltó un suspiro, negando con un gesto mientras Sango inhalaba profundo, calmándose después de haber sido perturbada de tantas formas por su suegra.
—Muchas gracias, Kuranosuke.
—Soy yo quien debería agradecerte. No me había dado cuenta de la mentira que vivía hasta anoche.
—Bueno, espero que eso sea algo bueno. De todas formas, gracias por enfrentar a tu madre, sé que no debe ser fácil.
—Hay cosas que tendré que asumir de ahora en adelante, y el conflicto con mis padres por esta decisión es una de ellas. Así que no te preocupes —volvió a sonreír con tranquilidad —. Ahora, creo que te están esperando para desayunar, será mejor que te deje sola para que te levantes.
—Sí, gracias.
Kuranosuke se marchó, dejando a Sango mucho más en calma, porque a pesar de lo mucho que seguramente sus padres iban a estar en desacuerdo con el divorcio, él parecía estar decidido a no dar marcha atrás, porque había llegado a la conclusión de que eso era lo mejor para todos. Sólo esperaba que no tuviera más problemas y todo terminara de la mejor manera.
—¡Pastel, pastel! Por favor, mama, quedemos pastel.
—¡Shí, pastel de tía Kagme, dico!
Las gemelas saltaban alrededor de ella, llamando su atención en un intento de cumplir con su deseo, Sango soltó una risita y se agachó para quedar a su altura, pidiéndoles con un gesto que se quedaran quietas un momento.
—De acuerdo, vamos a preparar las velitas para que puedan comer pastel —les respondió alegre, tomándoles las manos para que la acompañaran hasta el salón, en donde la creación de Kagome esperaba en la mesa.
La siguieron los demás, un tanto emocionados por el momento de la celebración del tercer cumpleaños de las niñas, en especial porque ahora ellas comprendían que eran las festejadas y habían estado pidiendo mimos extra por parte de todos los presentes, incluyendo a Kuranosuke, aunque en menor medida.
Sango soltó un suspiro de alivio mientras observaba a sus hijas apagar las velas y pedir su porción de pastel. Los días anteriores habían sido un torbellino de emociones, causadas por el descubrimiento de la mentira que vivía día a día, llevando consigo discusiones, recriminaciones y amenazas, pero también momentos de comprensión y conexión, logrando por fin una conversación efectiva con su esposo, quien pudo darse cuenta de la realidad y, de una forma que ella no se esperaba, tuvo el cambio necesario para que las cosas tuvieran un giro para bien, aún después del desprecio y reproche de la madre de Kuranosuke, quien seguramente seguiría herida y furiosa con ella por todo lo ocurrido.
Observó a Mao perseguir a InuYasha, mientras Mei buscaba a Miroku para pedirle que ayudaran a su hermana, la escena era tan gratificante que lograba hacerla sentir una paz que hacía mucho tiempo no experimentaba. Pese a todos los problemas que habían tenido y luego de conversarlo con el ojiazul, su familia y amigos, ella decidió invitar a la celebración de las niñas tanto a Kuranosuke como a sus padres, porque ellos seguían siendo parte de sus vidas. Sin embargo, la señora Takeda la había rechazado, argumentando que "esas criaturas no tienen relación con nosotros". En cambio, su hijo había aceptado ir, comentando que en realidad, le gustaría compartir con ellas y no perder el contacto, si eso no les incomodaba a Miroku y a ella, algo que ambos aceptaron sin mayor problema. Si bien el castaño nunca había sido un padre muy presente, quería a las pequeñas y estaba segura de que la causa de que fuese tan distante y poco demostrativo con ellas era su crianza y la imagen que, se suponía, debía proyectar. Después de todo, él también había estado aparentando ser alguien que no era por mucho tiempo.
—Estás muy pensativa —la voz masculina le sacó una sonrisa, como si lo hubiese invocado con el pensamiento —. ¿Puedo preguntar por qué?
—No es nada, sólo estaba pensando en las niñas y… bueno, en tu familia —admitió, notando que Kuranosuke soltaba un suspiro al escucharla.
—Disculpa lo grosera que fue mi madre, aún está molesta y cree que esto es una deshonra sin igual. Insiste en que debería reconsiderar mi decisión.
—No me sorprende que siga pensando eso. Lo importante es que tú estés claro, para que tomes tu propio camino.
—Es verdad, muchas gracias —le sonrió sinceramente, era evidente que también se había sacado un peso de encima —. Por todo, Sango.
—No es nada, me alegra saber que todavía puedo hablar con el chico de la nariz sucia —comentó riendo suavemente, también sacándole una carcajada a su acompañante.
—Aunque ya no tengo la nariz sucia —rio por un instante, hasta que las gemelas llegaron corriendo a su lado, escondiéndose tras sus piernas un par de veces antes de comenzar a jalarle el pantalón para que las siguiera.
—¡Hay un mostro bajo la mesa!
—Shí, mostro con gadas y dientes filosos!
—Ven, ven.
—De acuerdo… voy. Lo siento, Sango —le hizo un gesto con una mano a manera de disculpa rápida mientras era arrastrado por Mao y Mei hasta el lugar donde habían visto al monstruo, con una alegre y relajada sonrisa en el rostro.
—No hay problema, ¡diviértete! —Le respondió, feliz de que él también disfrutara de los juegos de las niñas, trayéndole a la memoria al niño con el que ella jugaba cuando era pequeña.
No pasó mucho rato sola, pronto llegó Miroku a su lado, tomándole la mano y apoyando su cabeza en la de ella, sacándole otra sonrisa mientras ambos veían ahora cómo las gemelas acababan de emboscar a Kuranosuke con sus tigres de peluche y un par de muñecas que acababan de recibir de regalo.
—Fue una gran idea invitarlo —comentó, sonriéndole —. Y dice mucho de ti, también.
—Sólo me pareció que era injusto dejarlo fuera —comentó, sonrojándose levemente —. Ha sido parte de su vida desde antes de su nacimiento, y si a ti no te molesta…
—Por supuesto que no. Las niñas están felices con su presencia —hizo la observación, sus ojos brillando con calma —. Y tal parece que no son las únicas. Supongo que a Kuranosuke le hacen falta más momentos como éste.
—Sí, y espero de todo corazón que pueda tenerlos —sonrió, demostrando la honestidad de sus palabras.
—Yo igual.
Miroku la abrazó para acercarla un poco más a él, causando que ella se sonrojara de nuevo, demostrando de esa forma el nerviosismo que sentía con esa acción, causándole curiosidad al abogado.
—L-Lo siento, es sólo que… —Soltó un suspiro, intentando alejar los nervios. —Es tan extraño no tener que ocultarnos…
—Si te incomoda… —Hizo ademán de alejarse, acción que ella detuvo de inmediato.
—No, claro que no. Sólo… había perdido la costumbre. Pero supongo que debemos recuperarla.
Él le sonrió en respuesta, dándole un fugaz beso en los labios antes de que Kagome los interrumpiera de golpe, llamando a todos y pidiéndoles que se acercaran para tomar una foto grupal de la celebración. Se agruparon donde la azabache les indicaba, demostrando que el ambiente era alegre y liviano, muy distinto a lo que se hubiese respirado si las mentiras no hubiesen sido reveladas, llegando a un acuerdo que favorecía a los involucrados. A pesar de lo doloroso que había sido el proceso, por lo menos ahora eran capaces de tener esos momentos de tranquilidad y genuina alegría, algo que todos necesitaban.
¡Hola~! Estoy con insomnio (la verdad, debería intentar regular el sueño porque pronto vuelvo a trabajar xd) y decidí publicar ya que lo tenía listo y no quise esperar a mañana. Perdón por la espera, aún sigo trabajando en el arco final, pero pronto (espero) tendrán más noticias mías.
Respecto al capítulo, quiero aclarar que Kuranosuke ha estado lidiando con la imagen que su familia le ha impuesto toda su vida y darse cuenta de pronto que ha vivido una mentira, debe haberlo afectado bastante. Además, debo decir que es probable que se prendara así de Sango quizá por lo mismo, ella representaba todo lo que él no podía ser por su crianza. Ahora, a esperar que siga firme en su decisión y no le permita a sus padres seguir dañando a nuestros bebés.
Hasta aquí el reporte de hoy. Muchas gracias a AmyGianela por su apoyo incondicional, tu review me hizo el día, de verdad lo aprecio mucho. Y a Nuez, mi maravillosa beta y mejor amiga, no sé qué haría sin ella.
Nos leemos pronto~
Yumi~
