DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.
— Je vais T'aimer —
XXXIV
— Salto fortuito —
— Porque eres el sol que se quema, es por eso que estoy viviendo.
No voy a arrepentirme,
sin importar lo que suceda de ahora en adelante.
No voy a arrepentirme,
sin importar lo que desees, lo que esperamos
en el Planeta Azul.
En cualquier momento, en cualquier lugar, pienso en ti.
En la estrella azul te encontré.—
—Blue Planet; Alice Nine —
Sintió el peso de los pequeños cuerpos sobre su abdomen mientras intentaban atacarlo con sus peluches de tigre, soltando risas contagiosas que él coreó con ganas, mientras intentaba librarse para contraatacar. Las pequeñas buscaron los cojines de su sofá para usarlos como armas, pero no tuvieron tiempo de golpearlo cuando el sonido de su móvil los interrumpió. Se sentó y alcanzó el aparato, apagando la alarma que estaba sonando y sonriéndole a las gemelas, que lo observaban con curiosidad.
—Bueno, niñas, papá tiene una reunión importante ahora.
—¿Reunión? —Mao parecía confundida, Mei sólo lo observó con duda.
—Sí, ehm… ¿recuerdan el juego que les enseñamos con mamá el otro día? Tenían que estar en silencio para que el monstruo no las descubriera…
—¡Mosto de odejas gandes! —Exclamó Mei, haciendo el gesto en su cabeza para que su hermana también recordara el juego.
—¿El que podía escuchar por tu contutador? —Preguntó la mayor, apuntando al equipo que había encima de la mesa, con el que él debía trabajar y que usaba para sus reuniones online.
—Sí, ese mismo. ¿Podemos jugar a eso otra vez?
—¡Shí, hay que hacer silencio!
Entre las dos comenzaron a ponerse un dedo frente a los labios para hacer el gesto de silencio, y luego sentarse frente a la mesita de estar y recibir los libros de colorear y crayones que Miroku les alcanzaba. Él sonrió, unos días atrás le había comentado a Sango que a veces podía llamarlo Shishinki mientras cuidada de las pequeñas y temía que él se molestara si las niñas interrumpían sus charlas. Pensando un poco en la situación, intentaron hacer la prueba enseñándoles a mantenerse tranquilas como un juego, y parecía que habían aprendido rápido, porque ahora no le costó nada que ellas dejaran los juegos y guardaran silencio. Fue hasta el baño para acomodarse un poco el cabello, ya que ambas se lo habían desordenado mientras jugaban, y luego encendió su ordenador, para conectarse a la reunión que Shishinki le había solicitado.
—Buenas tardes, Tsujitani.
—Buenas tardes, Shishinki. ¿Cómo estás?
—Bien, como siempre. Te pedí esta reunión porque necesito que asumas pronto tu puesto en Sapporo.
—Por supuesto, dijiste que a principios de mayo…
—No, hubo un inconveniente y debe ser la próxima semana. ¿Hay algún problema?
—Y-Yo… es un poco precipitado, no tengo nada visto aún y… —Dudó, sus planes no implicaban un viaje tan repentino, además de que aún no habían compartido la decisión de irse a Hokkaidō con sus amigos ni la familia de Sango.
—No te preocupes, le pedí a la secretaria del estudio que se encargara de verte un departamento y proveerlo con las cosas necesarias para que esté todo listo en cuanto llegues. Ya están reservados los pasajes.
—Gracias, pero aún así es muy repentino…
—Tenemos un acuerdo, ¿lo olvidas? Además, también te estoy ayudando con lo del traslado.
—De acuerdo, comprendo. ¿Cuándo…?
—Te enviaré la información a tu correo. Por ahora es todo, si tienes alguna duda, lo vemos mañana.
—Está bien, hasta mañana.
La comunicación se cortó, dejándolo un poco abatido, porque aún tenían mucho que planear con Sango para su mudanza y no estaba dentro de sus planes tener que adelantar tanto las cosas. Negó con un gesto, echándose hacia atrás en la silla y cerrando los ojos, tendría que comentarle la situación a Sango cuanto antes para que vieran los detalles. Tomó su móvil para enviarle un mensaje, pero una llamada entrante interrumpió su acción, causando que las gemelas llegaran a su lado con curiosidad, pero todavía guardando silencio por si el monstruo aún podía escucharlas.
—¿InuYasha?
—¿Qué tal, Miroku? ¿Todo bien?
—¡Tío InuYasha, tío InuYasha! —Las gemelas comenzaron a dar pequeños saltos para poder llamar su atención y hablar con él. —¿Podemos?
—Denme un minuto, pequeñas… —Miroku les hizo un gesto con la mano para que esperaran antes de volver a dirigirse a su amigo. —Lo siento, estoy con las niñas…
—Ya me di cuenta. ¿Cómo están esas enanas?
—Bien, inquietas como siempre, pero ya se van acostumbrando a que las cuide solo…
—Ya era hora que te hicieras cargo —comentó en un tono burlón, sacándole una sonrisa al ojiazul.
—Lo sé, aunque ha sido todo un caos… ¿las vas a saludar?
—Como quieras, pásame a esas mocosas… —A pesar de las palabras, Miroku notó el cariño en el mensaje y activó el vídeo para que sus hijas vieran al oficial, que las saludó con un gesto.
—¡Tío, tío! ¡Ven a jugar!
—¡Hay un nuevo mosto que nos puede escuchar!
—Sí, hay que hacer shhhh —Mao hizo el gesto con exageración, y su hermana la imitó —. Y no nos encuentra…
—Vaya, habrá que hacerse cargo de ese monstruo entonces…
—¡Ven a salvarnos!
—De acuerdo, pásenme a su papá para ver cuándo puedo ir a salvarlas…
—¡Gashias, tío InuYasha! ¡Adiós!
Las pequeñas se despidieron con un gesto para luego correr a jugar en su rincón, dejando nuevamente a Miroku al habla.
—¿Un nuevo monstruo? —Preguntó el oji dorado, levantando una ceja.
—Bueno, se nos ocurrió con Sango que, si lo convertíamos en un juego, podrían guardar silencio cuando estuviese en reunión con Shishinki, y parece funcionar.
—Fue una buena idea —apoyó eso, aunque cambió de inmediato de tema —. Por cierto, ¿todo está en orden allá?
—Creo que sí, ¿por qué? ¿Pasó algo? Supongo que no llamaste sólo para saludar —comentó, entrecerrando las cejas con duda, su amigo solía comunicarse con él cuando estaba preocupado por alguna situación específica, y hasta lo que sabía, no había ocurrido nada malo en esos días.
—Keh, es que ustedes suelen meterse en problemas —rezongó, parecía algo fastidiado —. ¿Sango no ha tenido ningún contratiempo en el kōban?
—Bueno, aparte de lo imposible que le hace la vida Renkotsu…
—Es un idiota, Sango sólo debería ignorarlo… es mucho mejor que él, y lo sabe —chasqueó la lengua, evidentemente molesto.
—Sí, pero no puede hacer mucho por el momento. ¿Por qué crees que ocurrió algo?
—Takeda nos ordenó a todos los que habíamos trabajado con ella, hacer un informe completo y detallado de su desempeño. Le pregunté la razón, dijo que no le habían dicho nada concreto, pero lo requerían con urgencia. Se me hizo muy extraño.
—Es verdad, ¿quizá Renkotsu…?
—Dudo que tenga la influencia necesaria, pero puede ser una opción. ¿Se llevan muy mal?
—Sango intenta ignorarlo, pero ya sabes cómo es… —Soltó un suspiro, el día anterior la castaña había terminado llorando a causa de la frustración que sentía. —A veces siento que en cualquier minuto va a explotar y terminará golpeándolo y diciéndole sus verdades…
—Espero que pueda contenerse, no es un buen momento para que se vea involucrada en un problema así.
—Lo sé… —Negó con un gesto, la situación era complicada. —Por cierto, ¿crees que puedan venir este fin de semana a visitarnos?
—Miroku, es jueves. No creo que podamos… —Fue interrumpido por la voz de Kagome saludándolo, al parecer acababa de llegar a casa.
—¿Con quién hablas?
—Con Miroku, quiere que vayamos a verlos este fin de semana.
—Hola, Miroku, ¿cómo estás?
—Bien, ¿y tú?
—Bien también. —Le sonrió a través de la pantalla antes de volver a dirigirse a su esposo. —¿Y puedes pedir permiso? Yo sólo tengo que cerrar el local…
—Keh, cómo fastidian. Tendré que preguntar, pero no prometo nada.
—Cruzaré los dedos, entonces. ¿Pasó algo…?
—Tenemos una noticia que darles con Sango —sonrió al tiempo que el ruido en la entrada indicándole la llegada de alguien llamó la atención de todos, pero especialmente de las niñas que corrieron a recibir a su madre.
—¡Mama llegó, mama llegó!
—Hola, pequeñas. ¿Y su papá…?
—Habla con tío InuYasha y tía Kagme —respondió la mayor, señalándole la dirección mientras ella las seguía, aunque Miroku se había levantado para acercarse a recibirla.
—Bienvenida, ¿cómo estás? Llegaste temprano hoy…
—Sí, no sé qué le pasó a Renkotsu, estaba de bastante mal humor, aunque no me pidió que me quedara haciendo ningún estúpido informe —explicó antes de mirar a la pantalla y sonreírles a sus amigos —. Hola muchachos, ¿cómo están?
—Bien, aunque Miroku dice que tienen una noticia que darnos… así que esperamos poder ir a verlos el fin de semana —respondió Kagome, mostrando curiosidad.
—Oh, sería maravilloso. Espero puedan, los extrañamos mucho —Sango reflejó la ilusión que eso le causaba, haciendo que su amiga sonriera.
—Si no hubiesen avisado a última hora, sería más sencillo —InuYasha volvió a quejarse, rodando los ojos —. Espero que me den permiso. Por cierto, Sango, ¿todo bien en el kōban?
Ella entrecerró las cejas, algo confundida con la pregunta del otro oficial.
—Además de los fastidioso que es Renkotsu, todo va normal. ¿Por qué lo preguntas?
—¡Mama, juega con nosotras!
—Sí, mama. Juguemos al castillo del tigue…
—Bien, deberían ver a esas enanas —InuYasha sonrió de medio lado, haciéndoles un gesto de despedida —. Miroku puede explicarte luego. Nos vemos.
—Cuídense y esperamos poder viajar el fin de semana. ¡Adiós! —Kagome secundó a su esposo, haciéndoles gestos con su mano.
—Ustedes igual cuídense, y gracias —Sango también se despidió con una sonrisa.
—Hasta pronto, muchachos.
Miroku cortó la comunicación mientras Sango era secuestrada por las gemelas, quienes demandaron toda la atención que no habían tenido de ella en el día. El abogado aprovechó de preparar la cena mientras la castaña jugaba con sus hijas, y luego se sentaron a comer en calma, hablando sobre su día, hasta que el sueño les ganó a las pequeñas y las hicieron dormir, dejándolas un momento en el cuarto de Miroku, en tanto ellos se sentaban en la sala.
—Bien, ¿por qué InuYasha estaba preocupado? —Preguntó Sango finalmente, parecía algo ansiosa por saberlo.
—Kuranosuke les pidió a todos los oficiales que habían trabajado contigo, que hicieran un informe detallado de tu desempeño. Al parecer, se lo pidieron de forma urgente, aunque dijo InuYasha que no sabía la razón —respondió Miroku, también preocupado por eso —. ¿Sabes algo al respecto?
Ella lo pensó un segundo, pero luego negó con un gesto.
—No se me ocurre nada. Quizá Renkotsu…
—También lo pensé, pero dice InuYasha que no tiene tanta influencia.
—Vaya, es bastante extraño entonces. ¿Debería preguntarle a Kuranosuke? Parece algo serio —se mordió el labio inferior demostrando su angustia.
—Creo que él te hubiese dicho si supiera de qué se trata. Supongo que lo único que podemos hacer es esperar —se encogió de hombros, aunque sabía que ella seguiría pensando en eso hasta conocer la razón.
—Sí, tienes razón. De seguro pronto sabré de qué se trata.
—Pienso lo mismo —le sonrió levemente y luego le tomó la mano, llamando su atención —. Cambiando de tema, hoy tuve una reunión con Shishinki y bueno… no tengo buenas noticias.
La castaña abrió los ojos como platos, nerviosa con las palabras de su compañero. Presionó el agarre en su mano, sin dejar de mirarlo a los ojos.
—¿Qué ocurre, hay algún problema con la firma…?
—No en realidad, pero necesita adelantar mi traslado a Sapporo para la próxima semana.
—¿La próxima semana? Pero es demasiado pronto. No hemos visto departamento, además yo aún tengo que seguir en el kōban, por no decir que ni siquiera le hemos dicho nada a nadie… Tendrías que irte solo mientras vemos los demás detalles…
—Lo sé, es lo que estaba pensando. Shishinki dijo que le había pedido a la secretaria de allá que se hiciera cargo de ver un lugar y todo lo que necesite, supongo que debe tratarse de Shima… pensaba llamarla mañana para comprobar si es ella y ver que todo esté en orden…
Sango soltó un suspiro, apoyándose en el hombro de él con algo de aprehensión, por alguna razón se sentía nerviosa con el repentino cambio de planes.
—Si es ella, confío en que no debemos preocuparnos porque hará un gran trabajo, pero de todas formas… —Volvió a suspirar, sintiéndose algo agobiada. —Me hubiese gustado que nos fuéramos juntos y tener algo más de tiempo para prepararnos.
—También a mí, pero sabes cómo es Shishinki y la verdad, no quisiera perder su simpatía…
—Es cierto, creo que no hay nada que podamos hacer más que esperar —sonrió levemente antes de levantar el rostro para regalarle un cálido beso en los labios a Miroku —. Ojalá los muchachos puedan venir el fin de semana para que les demos la noticia, me gustaría decirles junto con mi padre y Kohaku…
—Sí, también debemos preguntarle a tu padre si puede hacerse cargo de la mansión mientras estamos lejos —recordó él, acariciándole el rostro a ella.
—Es verdad, aunque no creo que tenga problemas. De todas formas, quisiera organizar un almuerzo en caso de que InuYasha y Kagome puedan venir.
—Me parece una maravillosa idea. Espero no tengan problemas para visitarnos —la apoyó antes de volver a besarla y luego mirar la hora —. Creo que es momento de ir a dejarlas a casa, antes de que sea más tarde.
—Tienes razón. Iré por las niñas.
—Te ayudo.
Ambos se dirigieron al cuarto para llevar a las pequeñas hasta el vehículo y acomodarlas en sus sillitas de seguridad antes de partir rumbo a la mansión Kuwashima, porque a pesar de que de a poco iban conviviendo más como una familia y las gemelas parecían acostumbrarse rápido a la presencia del ojiazul, sentían que aún era demasiado pronto para vivir juntos, pese a que tendrían que dar ese paso casi de forma forzosa dentro de poco. De todas formas, no era algo que no quisieran hacer, pero no por eso dejaban de sentirse ansiosos ante ese panorama, aunque sólo les quedaba esperar con paciencia y seguir esforzándose.
—Pero el señor Nanao no puede bajar solo del árbol.
Sango sonrió amablemente, volviendo a mostrar el formulario que debía llenar la mujer que se encontraba frente a ella, quien no entendía por qué era necesario el papeleo para que fuesen a ayudarla con su gato.
—Lo sabemos, señora Sakamoto, pero primero debe darme algunos datos…
—¿No puede ser después? El señor Nanao debe estar asustado en este momento, ¿y si le pasa algo?
La mujer mostró preocupación, algo que la castaña comprendió a pesar de que no podía saltarse el protocolo e ir a ayudarla sin autorización de su superior. Inhaló profundo para volver a explicarle la situación a la anciana, pero fue interrumpida por Renkotsu.
—Kuwashima, puedes ir por el señor Nanao, luego llenamos esos papeles —le ordenó, quitándole el formulario de la mano y haciéndole un gesto antes de sonreírle a la tutora del felino —. No se preocupe, señora Sakamoto, su pequeño será bajado sano y a salvo de ese árbol.
—Muchas gracias, sargento —la aludida le dedicó una breve reverencia antes de pedirle a Sango que la acompañara a donde se encontraba el minino.
La oficial siguió sus pasos, algo confundida ya que la actitud de su jefe estaba totalmente fuera de lugar, especialmente porque nunca la dejaba salir del kōban, ni para la más mínima tarea. Llegaron pronto junto al árbol en donde estaba atrapado el gato blanco, que se encontraba escondido y asustado. Sango no tardó en treparse hasta la rama más cercana y tomarlo, logrando bajarlo a costa de algunos rasguños, y entregándoselo a su dueña, quien estaba agradecida y, luego de acoger al señor Nanao en sus brazos y calmarlo, realizó un par de reverencias a ella en agradecimiento.
—Muchas gracias, oficial, no sé qué hubiera hecho si algo le pasaba al señor Nanao…
—No agradezca, sólo cumplí con mi deber —le respondió, también inclinando la cabeza con educación —. Ahora, si es tan amable de acompañarme al kōban para que terminemos el papeleo…
—Por supuesto, jovencita, y le diré al sargento el maravilloso trabajo que hizo, se necesitan más oficiales como usted —le sonrió mientras caminaban hacia su destino, en donde Renkotsu las recibió con un gesto amable, pidiéndole a la mujer que lo acompañara para llenar el formulario correspondiente e indicándole a Sango que esperara en su escritorio.
La castaña obedeció en silencio, mirando la hora y soltando un suspiro, esperaba alcanzar a llegar a casa para almorzar junto a su familia y amigos. Era sábado y la noche anterior había recibido una llamada de su superior indicándole que debía presentarse a primera hora para cubrir el turno durante medio día, echando por el suelo sus planes para el fin de semana. InuYasha y Kagome finalmente habían podido ir de visita y llegaron esa mañana. Miroku, Kohaku y su padre le habían dicho que no se preocupara por nada pues ellos se harían cargo de todo lo que hiciera falta. Aún así, le frustraba no haber podido llevar a cabo lo que había planeado a causa de la desconsideración de Renkotsu, y sumado a que la última semana prácticamente la había limitado a realizar los mandados de todo el kōban, sin asignarle un trabajo propio de un policía hasta ese momento, sentía que terminaría colapsando en cualquier instante.
"12:08, debería terminar pronto aquí." Pensó, mientras ordenaba algunos papeles, ansiosa por marcharse lo antes posible.
—Kuwashima, ven aquí un momento.
Rodó los ojos, inhaló profundo y se puso de pie para acercarse al mesón en el que se encontraba el sargento, reconociendo la molestia y el desprecio en el tono de voz. Se despidió con una sonrisa de la señora Sakamoto, que en esos momentos abandonaba la unidad, y luego observó a su superior y a un par de oficiales que estaban con él, intentando mantener un semblante indiferente.
—¿Qué necesita, sargento?
Él la observó con el gesto soberbio, despectivo como siempre y le extendió un sobre sellado, donde ella pudo distinguir el sello de la Agencia Nacional de Policía, algo que la confundió.
—Retírate inmediatamente y no vuelvas a poner un pie en mi kōban, tus funciones aquí han finalizado.
Sango palideció, ¿acaso la estaba despidiendo? No era como si quisiera quedarse mucho tiempo más trabajando en ese lugar, pero si perdía su puesto le sería casi imposible volver a entrar a la policía incluso en otra isla. Ignoró los comentarios de los otros oficiales diciendo que ya era momento de que la pusieran en su lugar, y tomó el sobre con el pecho apretado.
—N-No entiendo, sargento, yo…
—Tú ya no trabajas aquí, así que vete. ¿O acaso tengo que llevarte de la mano hasta la salida? —Su respuesta sarcástica y desdeñosa fue seguida de risitas burlescas de sus compañeros.
—No señor, iré por mis cosas y me marcharé.
Fue hasta el escritorio que había ocupado todo ese tiempo y antes de comenzar a guardar sus cosas, le envió un mensaje rápido a Miroku pidiéndole que fuera por ella. Luego se dedicó a desocupar el mueble, mordiéndose la lengua para no responder las palabras jocosas de los otros oficiales y aguantando las ganas de llorar que sentía por lo injusto de toda la situación.
Cuando terminó su labor, miró con detenimiento el sobre y frunció el ceño con extrañeza, porque le parecía sumamente inusual que la despidieran de esa forma. Rasgó uno de los bordes para sacar el papel que había en su interior, leyéndolo rápidamente y sintiendo un alivio inexplicable al encontrarse con el documento que ordenaba su traslado a Sapporo, específicamente al Kidotai de dicha prefectura, por razones "administrativas de fuerza mayor". Sonrió justo cuando recibía un mensaje de Miroku indicándole que estaba esperándola fuera. Tomó la caja con sus cosas y caminó hasta la salida, deteniéndose un momento frente al mesón en donde aún estaban Renkotsu y el par de oficiales que se encontraban de turno en ese momento, quienes la miraron con curiosidad.
—¿Y ahora qué quieres, Kuwashima? Ya te dije que no trabajas más aquí.
—Lo sé, porque me han trasladado al Kidotai de Sapporo —respondió, dirigiéndoles por primera vez una sonrisa segura y algo presumida, los dos policías que acompañaban a Renkotsu mostraron sorpresa por sus palabras, el sargento en cambió soltó una especie de bufido molesto —. Sólo quería desearles lo mejor y agradecerles el cálido ambiente. Adiós.
No esperó respuesta, saliendo del kōban y caminando con rapidez hasta donde la esperaba el abogado, quien la ayudó de inmediato con la caja que llevaba, sin mostrar sorpresa ni duda, sólo sonriéndole con calma al ver su expresión. Subieron al vehículo y de inmediato iniciaron el trayecto, Sango sintiéndose mucho más ligera en esos momentos.
—Entonces… ¿ya no debes volver a este kōban? —Preguntó él, demostrando la alegría que le causaba verla así de tranquila.
—No, me han trasladado a Sapporo —informó, mostrándole el sobre con una sonrisa —. Comienzo el jueves en el Kidotai.
—¿Kidotai? Vaya, eso es maravilloso. Supongo que Shishinki tiene bastantes influencias.
—Eso parece, así que tendremos que retribuirle el favor —asintió con un gesto, visiblemente animada —. ¿Puedes creer que Renkotsu no fue capaz de decirme del traslado? Actuó como si me estuviese despidiendo.
—No me extraña, de seguro no le causó gracia recibir la orden —hizo una mueca, imaginando la situación —. Y no iba a perder la oportunidad de fastidiarte.
—Sí, al principio creí que realmente era así, pero me pareció bastante extraño. Por eso decidí revisar el documento que me entregó y bueno… me despedí dejándoles claro que era un traslado. No iba a permitir que siguieran despreciándome de esa forma.
—Me alegra que lo hayas hecho, creo que es lo menos que se merecían.
—Sí, me siento tan aliviada… —Miroku pudo notar la tranquilidad que esa situación le causaba a Sango y sonrió, en tanto ella lo miraba con curiosidad. —Aunque no te ves sorprendido por la noticia…
—Bueno, hoy Shishinki me envió el correo con todos los datos del cambio a Sapporo, incluyendo los pasajes, y venían cuatro boletos. No sólo para mí, también para las gemelas y para ti —explicó, animado —. Hablé con Shima, ella se hizo cargo de todo y Shishinki le indicó que no me iría solo, así que asumió que ustedes me acompañarían. Me aseguró que todo estaba listo para recibir a nuestra familia.
—Me alegra escuchar eso, me deja mucho más tranquila también —suspiró con calma, eso realmente significaba un respiro para ambos.
—A mí también —la apoyó mientras estacionaba su vehículo —. Y con los detalles ya listos, creo que es momento de darle la noticia a los demás.
Sango asintió antes de que se bajaran del vehículo y llevaran la caja con las pertenencias de Sango al interior de la mansión Kuwashima, donde los esperaban sus amigos y familia, quienes no pudieron evitar mirarlos con preocupación al verlos, presintiendo que eso no significaban buenas noticias. Pese a sus ansias, esperaron a que ellos quisieran hablar, porque la castaña les había indicado con un gesto que les dirían todo en su momento. Se prepararon para almorzar y cuando ya estuvieron comiendo, decidieron contarles las novedades a los demás.
—Bueno, creo que se habrán dado cuenta que traje todas mis cosas del kōban, y es porque no volveré a trabajar ahí —informó Sango, demostrando una calma que a todos les pareció fuera de lugar.
—Eso quiere decir que… ¿te despidieron? —Preguntó Kagome, entrecerrando las cejas con extrañeza.
—No precisamente, me trasladaron —aclaró con una sonrisa, aunque sólo causó más confusión en los presentes.
—Pero creí que no sería posible hasta dentro de un año, si teníamos suerte —el padre de la muchacha la observó con duda —. A menos que te hayan movido a otro kōban para que no lograrás tener antigüedad…
—No, no me iré a otro kōban, me voy a un Kidotai. Específicamente, al de Sapporo. Comienzo el jueves.
La sorpresa ante la revelación fue evidente en todos. InuYasha quedó con la comida a medio camino, Kagome dejó caer los hashi, el señor Kuwashima frunció el gesto y Kohaku abrió los ojos, mirándolos estupefacto.
—¿Sapporo? ¡Eso queda al otro lado del país!
—¿No es algo repentino? No te da tiempo de nada…
—Además, interrumpirás el vínculo que estaba logrando Miroku con las gemelas…
—¿Y cómo lograste que te trasladaran a un Kidotai?
El bombardeo comenzó con Kohaku, seguido inmediatamente de su padre, Kagome y, finalmente, InuYasha. Sango inhaló profundo e intercambió una mirada con Miroku, quien sonrió y tomó la palabra para explicar la situación, sabía que era normal la preocupación y confusión que mostraban.
—Nos vamos juntos. Hace un tiempo, me comprometí con Shishinki a hacerme cargo del estudio de Hokkaidō cuando lo necesitara, y llegó el momento. Así que nos mudaremos con las gemelas, también.
—Pero ¿no es algo pronto para que Sango sea trasladada? No creo que te haya avisado con tan poco tiempo de anticipación sobre el estudio… además, supongo que aún no han visto dónde vivirán, ni la guardería de las niñas, no es muy conveniente que lleguen sin estar preparados…
La preocupación de Kagome sobrecogió a la pareja, que le sonrió agradecida con el gesto.
—La verdad, se suponía que yo comenzaría en mayo, pero hubo un cambio de planes y necesita que esté allá la próxima semana —aclaró él, causando que los demás comprendieran mejor la situación.
—Eso es demasiado pronto, también. ¿En qué momento podrán ver todo lo necesario para ustedes y las gemelas?
—Bueno, contamos con la ayuda de alguien muy bondadosa —Sango sonrió, aunque sus palabras no lograron calmar las inquietudes de los demás.
—Así es, Shima se hizo cargo de todos los detalles… Shishinki se lo ordenó, pero dijo que estaba feliz de poder ayudarnos —agregó Miroku, y sus compañeros comprendieron mucho mejor la situación.
—Me alegra que cuenten con su ayuda, seguro eso les facilita mucho las cosas —la azabache sonrió, aunque sus ojos mostraron algo de melancolía —. Sé que es lo mejor para ustedes, pero de todas formas vamos a extrañarlos mucho…
—Lo sabemos, nosotros también a ustedes… pero estaremos en contacto y vendremos seguido de visita —Sango intentó animarla, porque ella también los extrañaría.
—Keh, en cualquier momento van a caer de sorpresa, podría apostarlo —InuYasha sonrió con seguridad, arqueando una ceja antes de volver a dirigirse a su amiga —. Aunque sigo sin entender cómo lograste que te trasladaran…
—Digamos que Miroku y yo le debemos un gran favor a Shishinki.
—¿Shishinki…? Oh, ahora recuerdo que es un Tokugawa, ¿no? —InuYasha hizo memoria, en tanto volvía a echarse algo de comida a la boca. —Bueno, debe tener muchos contactos, entonces.
—Así es.
Un silencio momentáneo cayó sobre ellos, roto sólo por el ojidorado mientras comía. Sango y Miroku sonrieron, seguros de que esa etapa de su vida que estaba por comenzar sería mucho más satisfactoria que la que estaban dejando atrás. De pronto, notaron que el señor Kuwashima y Kohaku los observaban con atención, los ojos reflejando un remolino de emociones que no pudieron descifrar del todo. Fue el menor quien primero terminó sonriendo para por fin hablar.
—Será raro que no estén siempre aquí, pero tendremos que acostumbrarnos. Después de todo, ya estás grande, hermana, y supongo que es hora de que dejes el nido.
—Creí que eso ya lo había hecho hace tiempo —reclamó Sango, frunciendo el ceño al fingir algo de molestia.
—No se vale si después volvimos a vivir juntos —le dedicó una sonrisa algo socarrona antes de continuar con su idea —. De todas formas, sé que serán felices y que van a estar bien, así que les deseo lo mejor.
—Muchas gracias, eso significa mucho para nosotros —Sango fue sincera, sonriéndole con ternura.
—Es de corazón —Kohaku le devolvió el gesto antes de mirar con algo de seriedad a su cuñado —. Y usted, recuerde que prometió cuidarla. Espero que cumpla esa promesa, y que las haga felices, a las tres. Lo respeto mucho, pero no voy a permitir que mi hermana sea infeliz de nuevo. ¿Me escuchó?
—¡Kohaku, no seas maleducado!
Miroku soltó una risita, haciéndole un gesto con la mano a Sango para indicarle que no le molestaban las palabras del menor y sonriéndole a él con confianza.
—Por supuesto que cumpliré mi promesa y me esmeraré para que sean felices, tanto Sango como Mao y Mei. Y me alegra saber que seguirás preocupándote por ellas.
—Más le vale.
La castaña le dio un suave codazo a su hermano, por lo que él dejó el tema, no sin antes intercambiar una mirada de advertencia con el ojiazul. Ella negó con un gesto, consciente de lo sobreprotector que podía ser Kohaku. Luego, levantó la mirada para encontrarse con la de su padre, que estaba pensativo en su lugar. El mayor terminó mostrándoles una sonrisa tranquila antes de romper el silencio.
—Bueno, Sapporo queda algo lejos, pero si pueden comenzar un nuevo capítulo ahí y eso los hace felices, entonces tienen mi bendición —sus palabras estaban cargadas de calidez y cariño, algo que ambos agradecieron con una sonrisa —. Voy a extrañarlas, sin embargo me quedo tranquilo si es lo que deseas, hija.
—Gracias, papá, por todo —le dijo, tomándole la mano con aprehensión —. Si no fuese por tu apoyo, supongo que esto sería mucho más difícil.
—No es nada, pequeña. Sólo quiero que sean felices.
—Para nosotros es mucho —le regaló una sonrisa agradecida —. Aunque creo que podría terminar abusando de tu bondad…
—¿Por qué lo dices? —Él mostró extrañeza ante las palabras, no sabía cómo podía ocurrir eso.
—Bueno, no quisiera dejar la mansión sola, así que quería pedirte que te hicieras cargo de ella el tiempo que estemos en Sapporo… Claro, sólo si puedes y no es una molestia, si no es así tendremos que ver otra opción, no quiero que te sientas obligado o…
—Sango, para mí es un honor que me confíes una tarea tan importante —la interrumpió, sonriendo —. Por supuesto que lo haré, y agradezco la confianza.
—Nosotros te agradecemos a ti.
—No es nada… oh, y por cierto… —Miró esta vez al abogado, quien levantó ambas cejas con extrañeza. —Supongo que no debo repetir las palabras de Kohaku, pero estás advertido. Así que ya lo sabes.
—Por supuesto, señor Kuwashima. No romperé mi palabra.
—Me alegra escuchar eso —Le sonrió con calma, dándole una suave palmadita en la espalda —. Sé que serán felices.
La pareja asintió, sintiéndose en calma, porque estaban seguros de que ese sería el comienzo de un capítulo mucho más alegre y ameno para ellos, pese a los nervios que les causaba dar ese paso, sabían que esa experiencia sólo podría terminar acercándolos más y fortaleciendo su relación y su familia, por no decir que agradecían el enorme apoyo que les brindaban sus amigos y familia, porque sabían que sin ellos, nada sería igual.
—Bienvenidos a su hogar.
El amable saludo de Shima acompañó su acción de abrirles la puerta de la casa que habitarían durante su estadía en Sapporo, dejándolos entrar con una sonrisa tranquila para que ellos pudieran apreciar el interior. Miroku y Sango ingresaron, llevando cada uno a una de las gemelas en brazos y el cochecito desocupado, y mirando el lugar con emoción contenida.
—Muchas gracias, Shima —el ojiazul le sonrió en agradecimiento antes de dejar a Mei junto a su madre —. Iré por nuestro equipaje, ya vuelvo.
—Te ayudo —Sango se apresuró en bajar también a Mao para seguirlo, pero él la detuvo con un gesto.
—No te preocupes, ve a las niñas. No tardaré nada.
Las dejó solas, mientras las niñas miraban con curiosidad y algo de temor la sala, sin decidirse a soltarse de las manos de su madre, quien les dedicó una sonrisa tranquila antes de agacharse a su altura para hablarles.
—¿Qué ocurre, pequeñas? ¿Tienen miedo?
—N-No… pero ¿y si hay mostro escondido…?
—¿O adaña gigante?
—¡Un fantasma! ¡Buuu!
—¡Nooo, susto!
Ambas gemelas se aferraron a ella, escondiendo el rostro en sus brazos en un intento por escapar de las amenazas que acababan de describir. Sango negó suavemente con un gesto, dándoles palmaditas suaves en la espalda a cada una, tratando de reconfortarlas.
—Es verdad, mejor esperamos a su papá para explorar juntos la casa, ¿qué dicen?
—¿Papá Miroku es valiente como mamá?
—Sí, lo es, y las vamos a cuidar entre los dos. ¿De acuerdo?
—Bueno, mami —Mao sonrió antes de bostezar, buscando los brazos de su madre —. ¿Podemos mimir…?
—Shí, mimir…
Sango las acogió en sus brazos, en donde casi al instante las pequeñas cayeron rendidas, por lo que decidió acomodarlas en el cochecito, observándolas con una sonrisa. Sin embargo, de inmediato recordó que no estaba sola y que probablemente Shima no sabía nada acerca de la paternidad de las gemelas, porque cuando ellas nacieron, Miroku era su novio. Levantó la mirada rápidamente, palideciendo y dándose vuelta para observar a los ojos a la muchacha, que mantenía una sonrisa educada en su rostro.
—S-Shima, lo siento, yo… —Sus mejillas enrojecieron levemente por la vergüenza, esa situación era muy difícil de explicar. —No creas que Miroku y yo… es decir, que cuando ustedes…
—Oh, no te disculpes —su expresión no cambió, manteniéndose tranquila —. Él me contó cómo fueron las cosas. No es necesario que me den más explicaciones, entiendo la situación.
—¿Él…? De acuerdo, gracias por entender…
—No es nada.
En ese momento, apareció nuevamente el abogado en la entrada, con un par de maletas de gran tamaño y un bolso colgado al hombro; Sango se apresuró en ayudarlo a entrar las cosas y dejarlas a un lado, luego se harían cargo de ordenar el equipaje.
—Bien, se ve muy acogedor —sonrió el moreno mientras echaba un vistazo rápido a la sala —. Muchas gracias por tu esfuerzo, Shima.
—Me alegra que sea de su agrado —ella inclinó levemente la cabeza ante sus palabras —. Cuando el señor Shishinki me pidió hacerme cargo de la tarea, la verdad me sentí algo nerviosa, no sabía si podría cumplir con lo necesario…
—Hiciste un gran trabajo, de verdad.
—Es cierto, no sé qué habríamos hecho sin tu ayuda —lo secundó Sango, causando que la aludida se sonrojara levemente.
—B-Bueno… era lo menos que podía hacer —murmuró, esbozando una sonrisa tímida —. Después de lo injustos que fueron casi todos en la firma con la situación…
—¿Injustos? ¿A qué te refieres con eso?
La pregunta de Miroku causó que ella enrojeciera un poco más, desviando la mirada como si no debiese hablar del tema, pero decidida a no dejar con la duda a los presentes.
—Y-Yo… quizá no debería decirles esto, pero creo que es mejor que lo sepan —comenzó, demostrando sus nervios —. El resto de los socios de la firma tuvieron una reunión urgente previo a Año Nuevo. Fue solicitada por un par de abogados de Kyōto y Tōkyō que querían que se tomaran medidas por su comportamiento… El señor Aoyama también asistió a esa junta y estuve presente como su secretaria —aclaró su participación, soltando un suspiro antes de continuar —. Varios miembros pidieron que se desvinculara tu nombre de la firma, porque tus acciones eran vergonzosas y poco éticas. El señor Shishinki parecía bastante molesto con la idea, incluso dijo que estaban siendo hipócritas y demostrando una doble moral al juzgarte de esa forma, porque varios tenían aventuras y sólo contaban con la suerte de no haber sido expuestos… Estuvieron discutiendo bastante rato, al final parecía que habían convencido al señor Shishinki porque, aunque siguieras formando parte de la firma, no encontraba una labor que asignarte sin que los demás se quejaran de ello. Hasta que el señor Aoyama intervino —sonrió en ese punto, al parecer eso había mejorado bastante la situación —. Se había mantenido al margen, pero finalmente dijo que estaban haciendo un escándalo de nada. Preguntó si alguno de los que reclamaba había trabajado con Miroku, y si tenían algún reclamo contra su desempeño laboral, y nadie pudo decir nada en contra. Entonces, dijo que él ya estaba viejo y por retirarse, por lo que habría una vacante para su cargo y, si podía pedir algo después de tantos años trabajando para la firma y junto a la familia Tokugawa, era que el señor Shishinki considerara dejar el puesto en manos de Miroku.
El abogado sonrió de medio lado, había sospechado que la decisión no había sido fácil por algunos comentarios de Shishinki, dándole a entender que tenía que cumplir expectativas más altas que antes, algo que él había aceptado asumiéndolo como parte del precio a pagar por esa posibilidad.
—Entonces, ¿es a Aoyama a quien le debo esta oportunidad…?
—En parte, sí. Dijo que había trabajado contigo lo suficiente antes de que te trasladaras a Kyōto como para poder evaluar tu trabajo como excelente. Que eras un gran elemento y que serían unos idiotas si te perdieran sólo por este pequeño inconveniente. Y que, si querían juzgarte de inmoral y poco ético, tendrían que conocerte mejor y también evaluar las circunstancias, algo que como abogados sabían bien, pero pocos lo aplicaban. Y además, si ese era el caso, el número de socios se reduciría considerablemente. El señor Shishinki estuvo de acuerdo con sus palabras y, al final, terminó diciendo que entendía que no podías quedarte a cargo en Kyōto, pero que era su decisión deshacerse o no de ti, y si a alguno no le gustaba, podía irse.
—Eso suena mucho a Shishinki, la verdad —Miroku sonrió, porque pudo escucharlo en su mente diciendo esas palabras.
—Así es. Luego, dio por terminada la junta y habló sólo con el señor Aoyama, ambos acordaron los detalles para que te hicieses cargo de este estudio una vez fuese necesario y, bueno… supongo que el resto, ya lo sabes.
—Sí, Shishinki me ofreció esta oportunidad, dejándome claro que no le importaba tanto lo ocurrido… Y ahora estamos aquí.
—Parece que tuvimos suerte de tener gente que valora tu trabajo —comentó Sango, parecía algo contrariada por el relato, pero aliviada por la forma en la que había terminado la situación —. Aunque no entiendo por qué dices que fueron injustos si finalmente nosotros cometimos una falta grave y debemos asumir las consecuencias…
—Esos sujetos tienen sus propios secretos oscuros —comentó, su mirada volviéndose seria de pronto —. Comencé en este trabajo muy joven, y conocí a la mayoría. Como su secretaria, se asumía como parte de mis labores ocultar sus dobles vidas, encubrir sus mentiras. Eso cambió cuando comencé a trabajar con Miroku, ha sido el único que nunca me ha pedido mentir ni ocultar nada —le dedicó una sonrisa agradecida antes de continuar—. Cuando me di cuenta de que ustedes todavía se amaban, entendí que las circunstancias eran muy complejas. Y cuando supe lo que estaba ocurriendo, supuse que no habían encontrado otra forma de ser sinceros con sus sentimientos, pero eso no los convierte en malas personas, mucho menos en inmorales.
—Entonces, ¿no nos juzgas ni criticas por la infidelidad…?
—Claro que no —le respondió con una sonrisa a Sango, intentando calmarla —. De hecho, viniendo de una familia algo conservadora, sé lo difícil que puede ser una situación así. Por lo que, cuando el señor Shishinki me dijo que Miroku no se mudaría solo y que preparara todo para una pequeña familia, me alegré mucho de que pudiesen tomar la oportunidad de comenzar una nueva etapa juntos.
—Muchas gracias, no te imaginas lo importante y reconfortante que es esto para nosotros —Sango le devolvió la sonrisa, evidentemente aliviada con sus palabras y sinceridad.
—Sí, Shima, estamos agradecidos tanto por tu comprensión y apoyo, como por toda la ayuda que nos has dado —Miroku también sonrió, demostrando su gratitud.
—No es nada, espero que sean felices y que este cambio sea lo mejor para su familia —la honestidad de sus palabras fue cálida, algo que ambos sintieron —. Y quiero que sepan que cuentan conmigo para lo que necesiten. No duden en pedirme ayuda, ¿de acuerdo? —Agregó, mirando con algo de reproche al abogado.
—De acuerdo —Miroku soltó una risita, sabía que ella lo estaba regañando indirectamente por siempre tratar de hacerse cargo de todo por sí solo —. Lo haremos, no te preocupes.
—Me alegra escuchar eso. Ahora, será mejor que me vaya, supongo que aún tienen mucho que ver y no quisiera retrasarlos más.
—Muchas gracias por todo, Shima. Te iría a dejar, pero mi vehículo llega mañana… —Él se rascó la nuca, un poco apenado por eso.
—No te preocupes, pediré un taxi. Nos vemos.
—Nos vemos, adiós.
Se despidieron con un gesto de sus manos, la muchacha se marchó y ellos intercambiaron una mirada cargada de alivio y tranquilidad, porque las acciones y palabras de Shima les daban un respiro dentro de toda la tormenta que significaban los cambios en su vida que apenas estaban comenzando. Ahora sí, era momento de cerrar un capítulo para iniciar uno nuevo, completamente diferente al anterior, pero esta vez esperaban que fuese mucho más grato.
Y hasta que me digné a actualizar este fic. He tenido un largo periodo de sequía en este proyecto, porque me ha costado mucho ordenar las ideas y desarollarlas como corresponde. Lamento la espera, hago lo mejor que puedo para traerles capítulos decentes y que merezcan toda su infinita paciencia.
En fin, ahora algo forzosamente, pero ya tienen que comenzar a vivir como la familia que son y eso por muy esperado que haya sido, también les puede traer algunos conflictos, en especial a Miroku quien ha vivido gran parte de su vida solo y ahora, de golpe, debe hacerse cargo de toda una familia. A ver cómo les va luego.
Quiero agradecer enormemente a quienes aún siguen esta historia, pero en especial a Azussa y a DAIKRA, a quienes les dedico este capítulo con todo mi corazón. Sus reviews han sido maravillosos y no saben cuánto les agradezco y aprecio todo lo que me han dicho. Estaré atenta a sus comentarios y espero poder traerles los siguientes sin tanta tardanza.
También a Nuez, quien siempre me apoya con mis dolores de cabeza y es la mejor amiga y beta del mundo. Un abrazo a todas, las amodoro~
Nos leemos, espero que pronto!
Yumi~
