.DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.
— Je vais T'aimer —
XXXV
— Nuevo comienzo —
— Y podemos construir este sueño juntos,
resistiendo con fuerza para siempre.
Nada nos detendrá ahora.
Y si este mundo se queda sin amantes,
aún nos tendremos el uno al otro.
Nada nos detendrá,
nada nos detendrá ahora. —
—Nothing's gonna stop us now; Starship—
La luz del atardecer entraba de forma algo perezosa por la ventana, iluminando tenuemente el interior, indicando que pronto tendrían que recurrir a las luces eléctricas para ver sin problemas. Las gemelas parecían agotadas a juzgar por sus ojos que se cerraban continuamente, y sus intentos por buscar los brazos de su padre de forma insistente, a pesar de que él les pedía un poco de paciencia, ya que estaba preparando la cena en tanto esperaban que Sango llegara del trabajo.
Soltó un suspiro mientras las observaba intentando treparse al sofá para acomodarse ahí, aunque sólo lograron jalar la manta que había encima, la que cayó desordenada al suelo, arrastrando con ella un par de cojines. Observó el horno en el que se cocinaba la cena y luego la hora, para finalmente acercarse a las niñas y sonreírles ante su mirada llena de curiosidad.
—Bien, pequeñas, si quieren dormir…
—No mimir… —Mao hizo un puchero, acompañado de un bostezo que su hermana imitó. —Jugar con tigues…
Ambas señalaron los peluches que él había dejado encima de la mesa cuando llegaron de la guardería, y que no podían alcanzar por la altura. Miroku sonrió levemente, tomándolos para pasárselos.
—Aquí tienen, perdón por dejarlos lejos.
—Tigue shuave… —Mei abrazó su juguete, sentándose sobre la manta y recostándose encima de uno de los cojines, los ojos cerrándose.
—Deberíamos ir al cuarto para que duerman —comentó, agachándose para tomar a la menor de sus hijas y haciéndole un gesto a la mayor para que lo siguiera —. Deben estar cansadas.
—Mei mime, Mao juega —dijo la mayor, caminando de la mano del ojiazul, aunque volvió a bostezar.
—Por supuesto, tú vas a jugar —decidió darle en el gusto para que no comenzara a hacer pucheros, ya se había dado cuenta de que ella solía llevarle la contra y exagerar sus berrinches en comparación a cuando estaba con su madre. Dejó a Mei en la cuna que había en su habitación y luego se agachó para tomar a Mao, quien negó bruscamente con un gesto y lo evitó.
—¡No mimir! ¡Mao juega! —Gritó, haciendo pucheros y despertando a su hermana, quien también comenzó a llorar.
Miroku inhaló profundo, armándose de paciencia nuevamente para tomar a la menor y comenzar a acurrucarla en sus brazos, en tanto se agachaba para hablarle a la mayor.
—Bueno, puedes jugar un momento, pero sin gritar para que Mei pueda dormir. ¿De acuerdo?
La gemela aludida hizo un par de pucheros antes de calmarse, asintiendo con un gesto y apuntándole el pequeño baúl en donde estaban sus juguetes. Él la acompañó para ayudarla a sacar un par de muñecas y sentarse a jugar. Mientras tanto, la más pequeña se había calmado y dormitaba en sus brazos, tranquilizándose con el compás de sus pasos hasta que volvió a ser vencida por el sueño. Se recostó en su cama con la niña en brazos, observando a Mao jugar y sonriendo, él también se sentía cansado, habían sido días agotadores, tanto en el trabajo como en casa, ya que eran muchos cambios y todavía no lograba acostumbrarse del todo. Cerró los ojos un momento, la idea de descansar junto a sus hijas era tentadora y comenzaba a vencerlo cuando sintió el ruido de la puerta previo a la voz de Sango anunciando su llegada. Se sentó para esperarla, ya que escuchó sus pasos acercándose a la habitación.
—Bienvenida a casa, preciosa.
—Gracias —le sonrió con cariño, entrando en el cuarto para ser invadida por Mao, que había comenzado a dar brincos a su alrededor para llamar su atención —. Hola, pequeña traviesa. ¿Aún no estás cansada?
—Mao juega con mamá —exclamó, haciéndole gestos para que la tomara en brazos, algo que ella hizo de inmediato.
—De acuerdo, jugaremos un momento —le sonrió para luego hacerle un gesto a Miroku —. Deberías dejarla en la cuna.
—Tienes razón —él le hizo caso, recostando con cuidado a Mei antes de acercarse a Sango y darle un corto beso en los labios a modo de saludo —. ¿Cómo estás?
—Bien, el entrenamiento de hoy fue agotador, pero según el teniente, lo hice bien —sonrió, aunque de inmediato frunció el gesto, arrugando un poco la nariz —. ¿No huele a quemado?
—¡La cena!
Miroku salió presuroso hasta la cocina al recordar que había dejado la comida en el horno y, probablemente, el olor provenía de ahí. Sango le siguió los pasos, para verlo sacando la bandeja con la preparación ennegrecida y humeando, y la expresión de frustración y culpa tatuada en su rostro. Ella negó con un gesto, restándole importancia al pequeño accidente.
—¿Comida mala? —Preguntó Mao, que seguía en los brazos de la castaña y observaba con curiosidad a su padre.
—Se quemó un poco, así que tendremos que ver otra opción —le respondió su madre, sacando su móvil para abrir alguna aplicación de comida a domicilio —. ¿Qué te parece… pizza?
El ojiazul se encogió de hombros en respuesta, parecía bastante agobiado por el accidente.
—Lo siento, olvidé por completo que había dejado puesta la comida y… arruiné la cena —se disculpó mientras echaba en el tacho de la basura los restos quemados.
—No te aflijas, a cualquiera le podría haber pasado —intentó tranquilizarlo Sango, sonriéndole con calma —. Lo importante es que no ocurrió nada grave.
—Es cierto, pero quería que todo estuviese listo cuando llegaras… debes estar cansada y ahora…
—Oye, no te estoy reclamando nada ni estoy molesta. Puedo esperar a que llegue nuestro pedido, no tengo apuro ni estoy tan agotada como para caer dormida en cualquier momento —le regaló un beso, demostrando que sus palabras eran ciertas.
—¿Estás segura?
—Por supuesto, ya no sigas dándole más vueltas…
—Está bien, es sólo que… Cuando tú me recibes en casa, todo está en orden, en cambio conmigo…
Sango negó con un gesto, tratando de alivianar el pesar de su compañero.
—Debes considerar que yo llevo haciéndome cargo de estas pequeñas traviesas desde hace mucho más tiempo que tú, y estoy acostumbrada a tener que ocuparme de las labores de la casa y de sus cuidados. Además, todavía no te tienen la confianza suficiente e insisten en hacerte las cosas más difíciles. Así que no pienses que estás fallando de alguna forma, porque lo estás haciendo muy bien.
—Gracias, Sanguito —él sonrió levemente ante las palabras de la castaña, encontrándole la razón en lo que estaba diciendo. Le señaló a Mao, que se había quedado dormida al fin en los brazos femeninos y recibió un movimiento afirmativo de su cabeza —. ¿La dejarás en la cuna?
—Sí, y aprovecharé de darme una ducha mientras llega la pizza —anunció, dándose vuelta para comenzar a caminar en dirección al cuarto.
—De acuerdo, yo ordenaré un poco este desastre.
Miroku soltó otro suspiro antes de comenzar su labor, abriendo la ventana de la cocina para ventilarla y después lavar los trastes sucios, en tanto Sango se bañaba. Al poco rato, el timbre le indicó que su comida había llegado, por lo que la recibió para luego preparar todo para que se sentaran a comer en la sala, en la mesita de estar, un lugar que les quedaba más cerca de la habitación y así podían escuchar en caso de que las gemelas se despertaran. Cuando la castaña llegó junto a él, tenía todo listo y ella le agradeció con una sonrisa, sentándose a su lado para servirse la pizza.
—¿Y qué tal tu día? Pareces cansado —preguntó ella antes de darle un mordisco a su trozo.
—Bueno, sí. La reunión con Aoyama fue más larga de lo que pensé. Hay varias cosas que han cambiado, así que tengo que ponerme al día. Al parecer, al estudio le ha ido muy bien este tiempo, por lo que tuvieron que hacer algunos ajustes —comentó, se sentía animado, pero también algo ansioso con ese panorama.
—Vaya, es bueno saberlo. Supongo que sigues contando con toda la confianza de Shishinki, para que te deje a cargo…
—Sí, Aoyama dijo que había seguido el mismo plan que yo dejé y había dado muy buenos resultados. Por eso le pidió a Shishinki que yo siguiera haciéndome cargo, ya que es la misma línea de acción.
—Me alegro mucho por ti. Mereces que tus esfuerzos y habilidades sean reconocidos —le sonrió, demostrando su felicidad.
—Gracias. Yo también me alegro de que todo vaya bien en el Kidotai, espero que pronto puedas demostrar lo buena que eres —le devolvió el gesto, logrando que se sonrojara levemente.
—Creo que sólo es cosa de que se dé la oportunidad —asintió con calma, antes de cambiar el tema —. Por cierto, ¿no te comentaron nada en la guardería sobre la adaptación de las niñas?
—Sí, me dijeron que hoy estuvieron más inquietas y traviesas que el resto de la semana, al parecer entraron un poco más en confianza —informó, haciendo memoria —. De todas formas, aún les cuesta socializar con el resto de los niños, pero creen que van bien.
—Espero que sigan así, han sido muchos cambios en poco tiempo, aún deben sentirse algo inseguras.
—Sí, hoy Mao no quería venirse conmigo, estuve un buen rato esperando a que se le pasara el berrinche. Tampoco quería dormir, a pesar de que se notaba su cansancio. Creo que aún no se acostumbra a mí…
—Dale tiempo, todo esto es nuevo para ambas. Pronto te tendrán más confianza y será todo más sencillo.
—Supongo que tienes razón —sonrió levemente, inhalando profundo antes de mirar la caja de pizza con lo que quedaba de ella —. ¿Vas a servirte más?
—No, estoy satisfecha, ¿tú?
—Tampoco, iré a guardar lo que queda.
—De acuerdo, te espero en la habitación.
Ambos se pusieron de pie para ir a sus destinos, pronto Miroku había vuelto al cuarto, encontrándose con Sango vistiendo su pijama y observando a sus pequeñas dormir tranquilamente en la cuna. La abrazó por la espalda, besándole el hombro con cariño y mirando también a las niñas por unos instantes.
—¿No deberíamos seguir su ejemplo y descansar también? No sé tú, pero para mí, ha sido una larga semana… —Dijo, estrechando el abrazo con cariño.
—Es verdad… es hora de dormir.
Miroku se separó de ella para vestirse también su pijama y luego ambos se recostaron en la cama, abrazándose con cariño y dándose un cálido beso de buenas noches antes de apagar las luces y entregarse a los brazos de Morfeo, ya que necesitaban descansar después de todo el movimiento que habían tenido el último tiempo.
—¿Estás seguro de que eso va a funcionar? El señor Shishinki dejó bastante claro que no quería otro error más sobre ese conflicto.
La preocupación en la voz de su compañera de trabajo era justificada, pero él había analizado bastante la situación con su predecesor, el señor Aoyama, y ambos concordaban con esa solución, a pesar del poco apoyo que tenía.
—No podemos seguir acaparando tantos casos, si no vamos a darles la atención y el manejo que requieren. Eso sólo nos puede traer más fracasos, y es eso exactamente lo que estoy tratando de evitar —respondió, intentando no sonar tan fastidiado con el cuestionamiento como se sentía.
—Pero dentro de los casos que quieres derivar, hay algunos de clientes importantes que no deberíamos perder…
—Hablé con ellos, y no vamos a abandonarlos, pero el esfuerzo del personal se enfocará en el resto de los casos. Ya me contacté con un par de abogados que nos brindarán una asesoría para no perder a estos clientes.
—Sigo pensando que lo mejor sería que los tomara alguien del estudio —volvió a quejarse la mujer, frunciendo el ceño tras sus anteojos —. Yo misma…
—Lo siento, pero te asigné ya un par de casos. Necesito tu talento ahí, por favor, Minamoto.
—Está bien, pero creo que podría hacerme cargo de-
—Perdón la interrupción, pero tiene una llamada urgente, señor Tsujitani —Shima había dejado a la mujer que aún se quejaba de su decisión, con las palabras en la boca y una mirada de reproche dedicada a ella, que había asomado la cabeza por la puerta de la sala de reuniones con el rostro algo afligido y alarmando a Miroku.
—Si me disculpan un momento, debo atender esto.
Haciendo una leve inclinación con su cabeza, abandonó el lugar para dirigirse a su oficina, Shima caminaba a su lado, también mostrando preocupación.
—Es de la guardería, no quisieron decirme qué había pasado, pidieron hablar con el tutor… Lo siento, intenté resolverlo, pero…
—Está bien, gracias por avisarme. Yo me haré cargo, descuida —le dedicó una sonrisa de agradecimiento antes de entrar a su oficina y atender la llamada, intentando controlar los nervios que le causaba la incertidumbre —. ¿Sí? Habla Tsujitani Miroku, ¿qué ocurre?
—Buenos días, usted habla con Satō Nanami, la hobo de Mao y Mei. ¿Me comunico con su padre?
—Sí, ¿qué ocurre? ¿Le pasó algo a las niñas?
—B-Bueno, no exactamente. Ellas… pelearon con algunos de sus compañeros.
—¿Pelearon? —Miroku se sintió aún más confundido, las gemelas hasta ahora habían socializado muy bien con los demás niños. —¿Están bien?
—Oh, sí. Ninguna de las dos salió lastimada, aunque Ikki recibió un par de rasguños y creo que Toshio puede quedar con alguna magulladura…
El abogado inhaló profundo, al parecer habían sido sus hijas las agresoras y no al revés. Negó con un gesto, eso no estaba contemplado en ninguno de sus escenarios posibles.
—Me disculpo, no sé por qué pudieron comportarse de esa forma. Iré a recogerlas para que hablemos del problema con calma, ¿le parece?
—Perfecto, lo estaré esperando. Hasta pronto.
—Hasta pronto.
Colgó el teléfono y, después de soltar un pesado suspiro, volvió a la oficina de reuniones para dar por finalizada la junta que estaban teniendo, pidiéndoles cooperación y comprensión a sus compañeros y disculpándose por tener que retirarse antes de tiempo. Le pidió a Shima que cancelara sus compromisos del resto de la mañana y se dirigió a la guardería, en donde lo recibieron con una seriedad que no había visto los días anteriores, cuando iba a recoger a las niñas en el horario que correspondía. Lo guiaron hasta una oficina en donde una muchacha cuidaba de Mao y Mei, quienes estaban escondidas en un rincón, de inmediato se dio cuenta de que habían llorado, además de que su cabello estaba desordenado. Ellas levantaron la vista para mirarlo un segundo, al parecer dudando sobre si levantarse para ir con él o permanecer en su lugar, hasta que finalmente no se movieron, pero tampoco dejaron de mirarlo fijamente.
—Buenos días, señor Tsujitani supongo, ¿no? Yo soy Satō Nanami, un gusto —la muchacha que estaba con sus hijas lo saludó amablemente, él no había tenido oportunidad de hablar con ella antes, aunque recordaba haberla visto ayudando a cuidar a todos los pequeños mientras sus padres pasaban por ellos al final de la jornada.
—Buenos días, así es, soy el padre de Mao y Mei —sonrió en respuesta al saludo, aceptando la invitación de sentarse en la silla que había frente a su interlocutora.
—Lamento haberlo importunado, pero sus hijas no quisieron volver al salón después del pleito. Hicieron un berrinche escandaloso, incluso nos llegaron algunos manotazos y patadas mientras intentábamos calmarlas. Al parecer, son de carácter difícil —explicó, sonriendo con algo de angustia —. No habíamos tenido oportunidad de verlas actuar así…
—De verdad lo lamento, pero quisiera saber qué ocurrió para que reaccionaran de ese modo —pidió más detalles, porque le parecía muy extraño que después de un poco más de un mes de una buena adaptación, de pronto comenzaran a tener problemas de comportamiento.
—Oh, al parecer a Mao no le gustó que Ikki quisiera jugar con el tigre de peluche de su hermana —contó, soltando un suspiro —. Mei se negó a prestar su juguete, entonces recibió un grito como respuesta y Toshio decidió ayudar a su amigo Ikki, ambos le quitaron el peluche a Mei. Ella se puso a llorar, y Mao quiso recuperar el tigre, por lo que forcejeó un poco con ellos. Antes de que pudiésemos terminar el conflicto, ella ya estaba sobre ambos niños.
—Ya veo… —Negó con un gesto, sabía que esa reacción no había sido la correcta, pero no podía esperar menos si recordaba quién era su madre. —Me disculpo por su comportamiento, le aseguro que hablaremos con ellas sobre esto para que no vuelva a pasar. Sin embargo, tampoco creo que sea correcto que las obliguen a compartir algo si no quieren.
—Lo sabemos, también debemos hablar con los padres de Ikki y Toshio para que les enseñen a sus hijos a no quitarles los juguetes a otros niños —Nanami sonrió de forma sincera, algo que él agradeció.
—De acuerdo, muchas gracias. Si alguno de los padres quisiera hablar personalmente conmigo, no dude en llamarme. No quisiera que hubiesen malentendidos por este pleito.
—Es muy considerado de su parte, se lo agradecemos.
—Es mi responsabilidad —respondió, sintiéndose un poco más tranquilo —. Supongo que debo llevarme a mis hijas, no creo que quieran volver con los demás niños.
—Sí, creo que será lo mejor. De verdad, lamentamos las molestias que esto pueda causarle…
—No se preocupe, comprendo. ¿Hay algo más que deba decirme?
—Eso es todo, nuevamente gracias por presentarse tan rápido.
—Gracias a ustedes por avisarme del problema —hizo una leve reverencia con su cabeza antes de volver a mirar a las gemelas, que seguían con su vista fija en él, los labios y las cejas fruncidas, evidentemente estaban aún molestas. Sólo le bastó un segundo darse cuenta de qué era lo que les pasaba a sus hijas —. Por cierto, ¿dónde están sus tigres?
—Quedaron en el salón, deben estar junto a los otros juguetes. ¿Los necesita?
—Sí, por favor. Son sus juguetes favoritos, han estado con ellas desde que nacieron.
La muchacha sonrió tiernamente antes de salir por los peluches, volviendo pronto con ellos y entregándoselos a él, que los acomodó y luego se los mostró a Mao y Mei. Ambas parpadearon un par de veces antes de levantarse y caminar hasta él, estirando las manos para tomar sus queridos juguetes y luego dedicarle a él una mirada que le decía a gritos que querían romper a llorar de nuevo. Se agachó a su lado y las abrazó para calmarlas antes de cargarlas con algo de dificultad, cada una en un brazo, y dirigirse a la salida.
—Bien, niñas, es hora de disculparse y despedirnos. Perdón, señorita Nanami, gracias por todo y adiós.
—Pe'dón, 'ita Nanami, nunca más.
—De acuerdo pequeñas, nos vemos el lunes —respondió ella con una sonrisa.
—Shí, ¡adiós! —Ambas movieron sus manos para acompañar sus palabras y luego fueron llevadas por su padre hasta el automóvil, donde se ubicaron tranquilas en sus sillas en espera de que él las asegurara antes de partir.
—Bien, tendrán que acompañarme al trabajo un momento antes de que vayamos a casa —informó, inhalando profundo y luego ponerse en marcha.
—¿Tabajo papá igual que mamá? —Preguntó Mao, llena de curiosidad.
—No, diría que es menos emocionante —soltó una risita, para los niños ser policía era algo genial, él en cambio sólo debía enfrentarse a un montón de papeles antes de tener largos y tediosos debates en una corte para determinar qué ocurría con las personas que rompían la ley de alguna forma —. Hay muchos papeles, libros y conversaciones aburridas.
—Los papeles son divetidos —Mei se rio también, animándose a jugar con su tigre ahora que estaba lejos de la guardería —. Puedes pintad, codtad, doblad…
—¡Dibujos gandes!
—¡Nieve de mentida!
Ambas siguieron diciendo animadas todo lo que podían hacer con el papel durante el camino, Miroku sólo reía ante sus ideas, haciendo nota mental de quitar de su alcance cualquier documento importante y pasarles hojas recicladas o en blanco para que jugaran. Llegaron al poco rato, el ojiazul condujo a las pequeñas al interior del edificio con calma, en tanto ellas observaban a su alrededor con curiosidad y asombro, murmurando palabras descriptivas mientras se dirigían hasta el escritorio de Shima. No fue ajeno a las miradas de todos los que lo veían pasar, pero ignoró las interrogantes implícitas, no quería dar explicaciones de más en esos momentos.
—Volví, pero creo que tendré que cancelar todo lo de la tarde también —informó a su secretaria, haciéndole un gesto hacia sus hijas, quienes ahora miraban el escritorio con los ojos grandes, seguro estaban pensando en cómo escalarlo —. Tuvimos un pequeño incidente en la guardería y tuve que traerlas.
—Oh, ¿trajo a sus hijas? —Shima no pudo evitar emocionarse, sólo había visto a las gemelas el día que los recibió cuando se mudaron, Miroku era reacio a compartir su vida privada. Ella lo comprendía, pero eso no le quitaba las ganas que tenía de conocer mejor a la familia del ojiazul. —Hola, pequeñas. Soy Shima, ¿cuál es su nombre?
Las niñas parpadearon al verla, Mei se escondió detrás de la pierna de Miroku, Mao en cambio saludó con su mano y le dijo su nombre para después ignorarla, interesándose en el portalápices que estaba sobre el escritorio.
—Sólo vengo por algunos documentos y mis cosas, no quiero incomodar a nadie…
—Vaya, hasta que por fin muestras algo de tu familia aquí —la explicación de Miroku fue interrumpida por Minamoto, la mujer que le llevó la contra durante la reunión de más temprano.
—Lamento las molestias, nos iremos pronto —se volteó para disculparse, pero se sorprendió de ver que ella le devolvía una sonrisa tranquila.
—¿Molestias? No entiendo cómo podrían serlo —se agachó para saludarlas, ahora ambas se escondieron tras las piernas de su padre, al parecer asustadas de la repentina atención, pues se sumaron a las miradas otros pares de ojos —. Creí que sólo eran rumores.
—Ah… yo…
—Niñas, ¿quieren dibujar? Tengo por aquí algunos lápices de colores y unas hojas… —Shima reaccionó de inmediato al tono nervioso de Miroku, llamando con un gesto a las gemelas antes de sonreírle a él. —Las llevaré a su oficina mientras termina aquí. No se preocupe, las cuidaré bien.
Él asintió con una mirada agradecida antes de verla desaparecer tras la puerta de su oficina junto a las menores y luego volvió a mirar a sus compañeros, quienes le devolvían gestos cargados de curiosidad.
—Entonces, sí tienes hijas… —Otro abogado levantó una ceja, sin quitarle la vista de encima. —En ese caso, debemos suponer que lo que se dice es verdad.
—¿Hablas de lo que ocurrió en Kyōto? ¿Ese problema que tuvo con los Takeda? —El más joven de sus compañeros pareció sorprendido, aunque no tanto como él, realmente no esperaba que el problema lo alcanzara ahí.
—Lo lamento, no pensé que ese conflicto pudiera interferir con mi trabajo aquí, pero si tienen alguna queja o…
La carcajada con la que sus palabras fueron recibidas lo dejó sin habla, no comprendía esa reacción. Abrió y cerró los ojos un par de veces, mirando a los demás con incredulidad y algo de confusión, no sabía cómo debía tomarse esa situación.
—Perdón, eso fue inapropiado —se disculpó quien había soltado la risa, calmándose un poco —. Es sólo que… El orgullo de los clanes y sus tradiciones se congelan antes de llegar aquí.
—Lo que quiere decir Okada es que no tienes que disculparte por nada —Minamoto le sonrió mucho más ampliamente, golpeándole de forma suave el hombro —. En Hokkaidō, lo único que importa es que busques tu felicidad.
—Así es. Y no te preocupes, el clan Takeda puede tener mucho poder en la isla de Honshū, pero aquí no es más que una brisa tragada por la montaña.
—E-Esperen, ¿ustedes están…? Pero yo… Quiero decir, Sango y yo…
—Oh, ¿Sango es su nombre? Debe ser una gran mujer, o no hubieses arriesgado todo por ella, ¿no? —Minamoto sonrió nuevamente, volviendo a confundirlo.
—He escuchado que igualmente viene de una familia tradicional… Espero no tengan problemas con ellos también —Okada expresó su preocupación con sinceridad, sorprendiendo a Miroku.
—N-No, en realidad su familia nos apoya…
—¡Eso es maravilloso! Debe ser un alivio —sonrió, demostrando que era honesto en sus palabras.
—Creo que esto amerita una cena —uno de los abogados un poco mayor que ellos, que se había mantenido al margen de la conversación, pero atento a sus palabras, propuso la idea con un aire despreocupado —. Aún no le hemos dado la bienvenida de manera oficial a nuestro jefe, y ya que hay tantos rumores sobre su familia, lo mejor es terminar con ellos de una vez.
—¡Eso me parece una excelente idea! Veré las reservaciones para que vayamos acomodando nuestras agendas… —Minamoto comenzó a caminar hacia su oficina. —No pueden negarse, es una instancia perfecta para reforzar nuestro vínculo laboral.
—Me gusta esa idea —Okada sonrió, también caminando hacia su oficina, al parecer habían dado el tema por finalizado —. Oh, por cierto… Eres nuestro jefe, ¿lo olvidas? Si quieres y mientras no interfieran en el trabajo de los demás, supongo que puedes traer a tus hijas las veces que quieras sin que nadie te diga nada.
—Muchas gracias, por todo. No se imaginan lo aliviado que me siento por sus palabras —sonrió a sus compañeros, recibiendo gestos de apoyo sincero de vuelta, antes de caminar directo a su oficina y encontrarse con sus hijas recostadas en el suelo mientras dibujaban felices, Shima las observaba sentada junto a ellas con una sonrisa en el rostro —. Veo que se comportaron contigo, me alegro de que no te hayan dado problemas.
—Sólo les dije que debían tenerte un lindo dibujo cuando volvieras para animarte —respondió, encogiéndose de hombros.
—¡Papá, papá! Mida, mida, ¡dibujo!
Mao y Mei comenzaron a dar vueltas alrededor suyo, mostrándole sus dibujos con saltos y sonrisas alegres. Él tomó ambas hojas y asintió, feliz al ver las obras de sus pequeñas.
—Están hermosos, los voy a colgar en la pared para verlos siempre. Ahora, ¿por qué no le hacen un dibujo a Shima por haberlas cuidado? —Las niñas emocionadas tomaron más hojas y volvieron a recostarse para seguir dibujando, mientras él se sentaba en su silla soltando un suspiro.
—¿Y qué tal te fue?
—Bien. Mucho mejor de lo que podría haber imaginado, la verdad —respondió, sonriendo para demostrar el evidente alivio que sentía —. Nadie nos juzga por lo ocurrido. De hecho, dijeron que aquí lo único importante era que buscara mi felicidad.
—Me alegro mucho por ustedes.
—Gracias… Incluso organizarán una cena de bienvenida, quieren conocer a Sango —comentó, bastante animado.
—Eso es maravilloso. Después de todo, ya son una familia.
—Así es. Muchas gracias por todo, Shima.
—Oh, no es nada —le devolvió la sonrisa antes de mirar a las gemelas y la hora —. Entonces, iré a cancelar tus compromisos de la tarde… ¿Aún te vas a ir o todavía no…?
—Creo que me quedaré un poco más para terminar de revisar unos documentos. Además, las niñas todavía no terminan tus dibujos.
—Es cierto… —Les dedicó una sonrisa antes de acercarse a la puerta para salir. —Entonces, me avisas si necesitas algo.
—De acuerdo.
Shima abandonó la oficina y Miroku soltó un suspiro, sonriendo. Había mantenido su vida personal lo más privada que podía por temor a que sus actos fuesen juzgados de mala forma y su familia se viera perjudicada por lo ocurrido en Kyōto, porque la idea de irse a Sapporo había sido justamente alejarse de esos conflictos para intentar tener algo de paz. Nunca imaginó que sus compañeros de trabajo le brindaran esa clase de apoyo, pero ahora se sentía aliviado y feliz. Después de todo, estaba comprobando que realmente ya no tenía nada que ocultar.
—Entonces, ¿todo va bien por allá?
La pregunta de su amiga le sacó una sonrisa, porque el ambiente tanto en sus trabajos como en su hogar era reconfortante y les daba una tranquilidad que ellos creyeron que no podrían tener después de haber hecho enfadar tanto a la familia Takeda, a pesar de lo que había significado la mudanza y todo lo que conllevaba.
—Sí, mucho mejor de lo que pude imaginar en un principio. Hasta las gemelas ya se acostumbraron a los cambios y se comportan mejor con Miroku —respondió, mirando de reojo a sus hijas que jugaban a unos pocos metros de donde ella estaba sentada teniendo su videollamada con Kagome.
—Me alegra mucho escuchar eso —la azabache demostró su felicidad muy animada —. Estaba pensando en ir a verlos pronto. Necesito un respiro y los extraño mucho…
—¿Qué ocurre? —Sango notó la pizca de abatimiento que se coló en su última frase, por lo que se preocupó de inmediato. —Pareciera que hay algo que te molesta…
—No es nada importante, pero me agota —fue su respuesta, soltando un suspiro —. Como InuYasha ahora es Teniente, tiene más responsabilidades en la estación y eso lo pone de malhumor. El problema es que llega tan fastidiado que no hace nada en casa más que quejarse.
—Oh, sí… Kuranosuke me comentó que no dejaba de lamentarse por sus asignaciones y lo incompetentes que eran todos los compañeros que ha tenido —hizo una mueca, ella sabía que su amigo no era fácil de tratar.
—¿Hablaste con él?
—Sí, llama cada cierto tiempo para saber de las niñas y cómo va todo. También para asegurarse de que sus padres no sigan molestándonos. Aunque supongo que además necesita con quien hablar de ese tipo de cosas…
—Sí, supongo que no es fácil ser el jefe de InuYasha con ese carácter que se trae casi siempre —Kagome negó con un gesto, se veía cansada —. Es maravilloso que ustedes puedan llevar una buena relación.
—Lo sé, me alivia mucho que todo haya quedado claro entre nosotros. Y lamento que InuYasha esté siendo tan idiota…
—Bueno, lo que más le molesta es que no encuentra un compañero que realmente pueda satisfacer sus estándares —volvió a hacer una mueca, demostrando algo de fastidio.
—Es cierto, Kuranosuke también lo mencionó. Dijo que era una lástima que no pudiera volver a la estación, porque soy la única que ha durado tanto tiempo siendo compañera de InuYasha sin quejas por ninguna parte.
—Ahora que lo pienso, no entiendo cómo lo soportabas. Ya no sé qué hacer, el otro día arruinó uno de mis pedidos, tuve que quedarme haciendo un nuevo pastel toda la noche. Tampoco ayuda en casa, debo estarle diciendo lo que debería hacer y es tan agotador…
—¿Y lo has conversado con él? Creo que este tipo de problemas se solucionan hablándolos…
—Cuando intento hacerlo, sólo se queja de lo cansado que está y que no lo fastidie. Creo que ambos necesitamos un respiro… —Admitió, volviendo a soltar un suspiro.
—Entonces, les vendría bien a ambos que tú te tomes unos días de descanso y viajes a vernos —la castaña apoyó la idea de su amiga, cruzando los dedos para que eso ayudara al matrimonio.
—Sí, creo que es lo mejor. No sabes lo afortunada que eres al no tener estos problemas con Miroku —Kagome le sonrió de forma sincera, gesto que Sango devolvió.
—Bueno, él está acostumbrado a tener mucho trabajo, así que sabe manejar esa presión —se encogió de hombros, Shishinki siempre le exigía mucho al ojiazul, por lo estaba un poco más preparado para trabajar de esa forma —. Aunque eso no significa que no sea difícil o agotador. Ambos estamos aprendiendo en el camino… Oh, y hablando de Miroku… debería llamarlo, se supone que estaría de regreso hace 15 minutos, tengo entrenamiento durante la tarde y si no se apresura, llegaré atrasada.
—Entonces, te dejo. Dale mis saludos y luego nos ponemos de acuerdo para ir a verlos.
—Claro, ánimo con InuYasha. Te quiero.
—Gracias, también te quiero. Adiós.
—Adiós.
La comunicación se cortó y Sango de inmediato buscó el número de Miroku para marcarle, el tono de llamada sonó apenas dos veces antes de que la voz masculina le respondiera del otro lado, al parecer con sincera confusión.
—¿Sanguito, está todo bien?
—Sí, aunque tú ya deberías haber vuelto a casa —intentó que su tono no fuese demasiado recriminador, aunque él la conocía lo suficiente para notar su fastidio.
—Espera, ¿qué hora…? Lo siento, preciosa, no me di cuenta del tiempo que había pasado y…
—Está bien, entiendo. Pero tengo entrenamiento por la tarde…
—Cierto, en seguida voy para allá, no tardo. Nos vemos, te amo.
—También te amo, maneja con cuidado.
—Por supuesto.
La llamada finalizó y la castaña soltó un suspiro, observando la sala algo pensativa. Si bien todo iba marchando mejor de lo que ella imaginó en un principio, había cosas que seguían causándole algo de incertidumbre o malestar; no suficiente como para sentirse desanimada o arrepentirse de su decisión, pero sabía que debía enfrentar esas situaciones antes de que fuesen sumándose y terminaran colapsándola. Y una de ellas, era lo fácil que Miroku podía desconectarse del resto del mundo cuando estaba en la oficina, como si no importara nada más. Era consciente de que Shishinki se había empeñado en exigirle más de lo normal al ojiazul, al punto de que solía llevarse trabajo a la casa y parecía más agotado a medida que pasaban los días. Sin embargo, él no era el único que debía rendirles resultados a sus superiores, y ella también se agotaba con sus labores en el kidotai, pero eso no implicaba que olvidara sus responsabilidades en su hogar ni que se ensimismara tanto como para no darse cuenta del paso del tiempo.
El sonido de la puerta la sacó de sus pensamientos, las niñas se apresuraron en darle la bienvenida a su padre con alegres saltos en tanto él las saludaba al tiempo que se quitaba los zapatos y la chaqueta para luego dirigirse a Sango con una sonrisa cargada de pesar.
—Lo siento, preciosa, estaba elaborando el informe que Shishinki necesita para la próxima semana y…
—De acuerdo, lo entiendo —aceptó su disculpa, sonriendo con algo de resignación —. Sé que se ha puesto más exigente, pero no puedes sólo enfocarte en eso. Yo también debo cumplir en mi trabajo…
—Lo sé, no creas que lo he olvidado. Perdón, es sólo que… Siento que no puedo decepcionarlo, no después de todo lo que hizo por nosotros…
Sango soltó un suspiro cansado, sentía que el socio de su compañero estaba aprovechándose de esa situación y eso podía terminar siendo todo un problema. Miró la hora, dándose cuenta de que ya debía marcharse, pero consciente de que ese tema no podía quedar sin tratar. Se puso de pie, acercándose a su familia para despedirse.
—Tendremos que hablar de esto después, no puedo llegar tarde al entrenamiento de hoy —le dijo a Miroku, en tanto respondía a los gestos de Mao con una sonrisa —. Debo irme, pequeñas. ¿Se comportarán con papá, verdad?
—Shí, mamá, muy bien con papá Midoku —corearon las dos antes de soltar risitas animadas y comenzar a jalarle la ropa a él para llamar su atención.
—De acuerdo, las amo —las miró con cariño antes de volver su atención al ojiazul, que parecía algo apenado con la situación —. Volveré para la cena, podemos seguir esto después de que las niñas vayan a dormir…
—Sí, supongo que tienes razón… no quiero retrasarte más —respondió, haciendo una mueca —. Ve con cuidado y ánimo con el entrenamiento.
—Gracias —ella notó el desánimo y también se sintió mal, porque esa no era su intención. Presionó su mano, llamando su atención para que la mirara directo a los ojos —. Oye, te amo. Eso no ha cambiado, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —sonrió de vuelta, mostrando alivio en sus ojos —. También te amo, pequeñita. No vemos por la noche.
Se despidieron con un corto beso en los labios antes de que ella abandonara el departamento para dirigirse a su sesión de entrenamiento. Si bien ambos no dudaban de sus sentimientos, sabían que las cosas no iban a ser fáciles y debían comenzar a hacerse cargo de los problemas que fuesen presentándose, porque no habían atravesado todas esas dificultades para que, al final, un conflicto cotidiano o la falta de comunicación terminara arruinándolo todo. Si una conversación podía aclarar la situación y solucionar el problema, era mucho mejor que ignorarlo para que finalmente, terminara siendo una situación insostenible.
Pensando en eso, Miroku decidió que lo mejor era enfocarse ahora en cuidar de sus hijas en tanto esperaba por el regreso de Sango, porque sobre pensar el asunto no iba a lograr nada más que angustiarlo y no podría solucionar nada por sí solo. Sonrió, agradeciendo tener ahora esa oportunidad, después de todo el camino había sido bastante difícil y tan sólo poder enfrentar ahora ese problema junto a Sango, era un reflejo de la vida que podrían llevar de ahora en adelante. Una vida que él soñaba con disfrutar y ahora se estaba haciendo realidad poco a poco.
Momento cultural.
Hobo: Persona que se dedica a cuidar a los niños en una guardería. No se considera una profesora como tal, ya que la educación se brinda en casa y en las guarderías sólo se cuida a los niños cuyos ambos padres trabajan y no hay nadie en casa para cuidarlos.
¡Sorpresa! Sé que la cosa ha estado lentísima, pero en especial con este fic, estoy ordenando los eventos de la recta final, porque a pesar de que sé qué es lo que quiero que ocurra, aún me da algo de ansiedad hacerlo y llegar al fin. Son años y me costará decirle adiós, pero bueno... en algún momento debe ocurrir.
En fin, aquí estamos dando un vistazo a la nueva vida que están teniendo, cómo los trata y la manera en la que ellos van aprendiendo y enfrentando las distintas situaciones que se presentan. Para Miroku no ha sido fácil tener que convertirse en padre, pero al ser uno de sus sueños, se esfuerza al máximo. Y para Sango debe ser difícil estar lejos de sus amigos y familia, ya que siempre contó con su compañía incluso cuando todo era un desastre. Pero poco a poco deberán ir superando los nuevos desafío.
En fin, quiero agradecer infinitamente a quienes aún me tienen paciencia y siguen esperando esta historia, en especial a mis queridas DAIKRA y Assuza, son un sol, de verdad que sus palabras me animan mucho, no se imaginan lo valiosas que son para mí. Y especialmente a Nuez, quien me tiene una comprensión infinita y me ayuda cuando necesito ordenar mis ideas o destrabar a la musa, la mejor beta ever.
Bien, hasta aquí el reporte de ahora. Espero poder leernos pronto, les mando un abrazo~
Yumi~
