DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.
— Je vais T'aimer —
XXXVI
— Acogedora perspectiva —
— Porque con tu mano en mi mano
y un bolsillo lleno de sentimientos,
puedo decirte que no hay lugar al que no podamos ir.
Sólo pon tu mano en el cristal,
estoy tratando de acercarte,
sólo tienes que ser fuerte. —
— Mirrors; Justin Timberlake —
—¡Muy bien! La coordinación fue perfecta, felicitaciones.
Sango sonrió mientras recibía las palabras con una inclinación de su cabeza, al igual que el resto de su equipo, quienes parecían tan complacidos como ella. Esperaron unos minutos antes de que el capitán a cargo de su escuadrón volviera para indicarles que siguieran practicando el siguiente ejercicio, recordándoles que siempre debían estar preparados para lo inesperado. Estaban en medio de la simulación cuando ella vio de reojo al Coronel que estaba a cargo de la estación de policía de la que ella ahora formaba parte, acercándose con el semblante serio mientras le hacía un gesto a su superior para pedirle que se acercara a él. Se mantuvo concentrada en el ejercicio que realizaban, hasta que la enérgica voz del líder los interrumpió.
—Pueden descansar un momento —les indicó el cabecilla de su unidad, para luego dirigirse a ella —. Kuwashima, ven aquí.
La aludida obedeció, mirando con duda a sus superiores debido al gesto intransigente que ambos le dirigían. Llegó a su lado y de inmediato fue increpada por el Coronel, los ojos inflexibles fijos en ella.
—Kuwashima, ¿por qué no has sido sincera con nosotros desde el principio? ¿Puedes explicarme por qué no nos habías dicho nada de esto?
El hombre levantó una carpeta que seguramente tenía documentos con la información que, se suponía, ella había ocultado. Sango sintió un escalofrío recorrerle la espalda, pensando que lo único que había omitido durante ese tiempo, había sido toda la historia con Miroku y Kuranosuke, porque esperaba evitar prejuicios o cualquier inconveniente debido a eso. Sintió un nudo en el estómago y agachó la mirada, consciente de que esa falta siempre sería considerada grave.
—L-Lo siento, Coronel Uchima, sé que mi comportamiento fue vergonzoso y totalmente inapropiado, nunca quise deshonrar de esa forma a nuestra institución y…
—Espera, ¿de qué estás hablando? —Su superior ahora demostró algo de confusión, lo que también causó desconcierto en ella. —¿Acaso crees que me refiero a…? Por supuesto que no, muchacha. Esto es sobre tus antecedentes profesionales.
—¿Antecedentes profesionales…?
—Por supuesto. Te graduaste con honores de la academia y desde entonces, has tenido un desempeño impresionante, y aun así te comportas como una novata. —Le dedicó una sonrisa segura, volviendo a mostrarle la carpeta. —Estuve revisando con detalle todos los informes que enviaron sobre ti… y déjame decirte que esos logros no los tiene cualquiera. Sólo hay algo que debes tener claro: ni a mí ni a nadie aquí nos importa las razones por las que tuviste un trato tan injusto en Kyōto, ni los problemas personales que lo causaron. Voy a ser franco: el General Mayor Iwasaki sólo pidió una cosa cuando ordenó tu traslado al General de División Sakurai, y es que fuese justo con tu asignación. Por eso estás aquí.
—Y-Yo… muchas gracias Coronel, no sabe el alivio que me da escuchar estas palabras —respondió, sintiéndose mucho más tranquila con lo que acababa de escuchar.
—No agradezcas y comienza a demostrar de lo que estás hecha. Lo demás, puede irse junto con la brisa de la montaña.
Sango asintió con una sonrisa, realizando una leve reverencia antes de volver junto al resto de sus compañeros, quienes parecían bastante animados al ver que ella regresaba con una sonrisa en el rostro, brindándole palabras de apoyo y preguntándole por qué se encontraba tan feliz. Desde un principio, había sentido que las cosas serían diferentes, porque nadie había hecho preguntas y nunca escuchó siquiera un comentario sobre el motivo de su traslado o los problemas que había tenido en Kyōto. Sin embargo, no había querido bajar la guardia porque temía que sólo fuese algo de cortesía inicial o, incluso, que los rumores aún no hubiesen llegado hasta ahí y que, cuando finalmente los alcanzaran, volvería a vivir una situación similar a la que tuvo que soportar en el koban con Renkotsu y el resto de los oficiales ahí. Era reconfortante saber ahora que, pese a lo que había ocurrido en su pasado, su unidad la valoraba por sus capacidades y por quien era, sin juzgarla por la falta que había cometido en el pasado. Retomó el entrenamiento con la certeza de que su carrera profesional no se vería obstaculizada por lo ocurrido antes, incluso si la familia de su exesposo quería seguir perjudicándola, porque tal como le había dicho Miroku unos días atrás, en esa isla tan lejana, lo que realmente importaba era buscar su felicidad.
Observó las carpetas que tenía sobre la mesa, abriendo una y leyendo el encabezado de uno de los documentos que había en su interior. Separó un par para dejarlos sobre su escritorio y tomó el resto, saliendo de su oficina para dirigirse donde su secretaria, quien revisaba otros papeles.
—Disculpa la interrupción, Shima, pero ¿podrías distribuir estos casos, por favor? Dejé en cada carpeta el nombre correspondiente…
—Por supuesto, señor Tsujitani —la muchacha le devolvió una sonrisa, recibiendo los documentos —. Por cierto, la señorita Minamoto me pidió que le informara sobre la reservación que hizo para la cena de bienvenida que han preparado para usted…
—Oh, cierto… creí que lo habían olvidado —sonrió, recordando el alivio que sintió cuando se dio cuenta de que ninguno de sus compañeros de trabajo lo juzgaba por lo ocurrido en Kyōto —. ¿Y cuándo será?
—El próximo viernes. Espero que la señorita Sango pueda acompañarnos también.
—Espero lo mismo —respondió, antes de volver a su oficina —. Le preguntaré de inmediato. Muchas gracias, Shima.
Miroku se encaminó hasta su despacho, mirando la hora antes de decidir llamar a la castaña, ya que debía tener presente sus horarios de trabajo distintos a los de él. No esperó mucho para que ella respondiera, aunque su voz le dejó en evidencia que las gemelas le estaban pidiendo atención.
—Hola, Miroku —saludó a través del teléfono, y él pudo escuchar en el fondo las alegres voces de las pequeñas hablando atropelladamente —. ¿Cómo estás?
—Bien, ¿qué tal tú? Parece que las niñas están muy animadas —hizo la observación, adivinando la sonrisa de Sango al otro lado.
—Sí, pasamos a jugar un rato al parque antes de venir a casa y creo que les dio más energía —dijo, aunque por el tono tranquilo, se notaba que eso no era algo que le molestara.
—Es bueno que puedan disfrutar del aire libre —también sonrió, escuchar ese ambiente lo hacía sentir extrañamente complacido —. Por cierto, ¿recuerdas la cena que querían organizar como bienvenida en el estudio…?
—Oh, sí… dijiste que aún no tenían fecha pero que todos estaban muy animados al respecto —recordó ella, aunque no pudo ocultar el leve tinte de nerviosismo que le causaba conocer a los compañeros de Miroku.
—Sí, de hecho, ya hicieron la reservación, será el próximo viernes… Y, si no me equivoco, no debes trabajar ese día, ¿verdad?
—No… pero tendremos que buscar a alguien que cuide de las gemelas, no sería apropiado llevarlas…
—Es cierto, tendremos que ver eso. Cuando llegue a casa, lo resolvemos, ¿de acuerdo?
—Me parece bien. Ahora, iré a prepararles la merienda, antes de que reclamen… Nos vemos luego, te amo.
—También te amo, preciosa. Nos vemos.
El ojiazul cortó la comunicación y pensó unos minutos en la situación, porque si bien se sentía emocionado de que sus compañeros de trabajo conocieran a Sango, sabiendo que no les recriminaban ni los juzgarían por sus faltas pasadas; en esos momentos se sentía la falta de una red de apoyo, pues no contaban con nadie que pudiese ayudarlos con los cuidados de Mao y Mei: su familia y amigos estaban lejos y, debido a la distancia, tampoco era sencillo pedirles que viajaran de improviso. Soltó un suspiro, cruzando los dedos por encontrar una solución, porque confiarle el cuidado de sus hijas a un extraño no era algo que lo dejara tranquilo y sabía que Sango compartía esa preocupación. Sin embargo, era algo que debían resolver, ya que ambos sabían lo difícil que iba a ser irse a Hokkaidō, pero habían asumido eso al ser la mejor opción que tenían en esos momentos. Después de todo, la tranquilidad que tenían en ese lugar valía algunos sacrificios.
Observó el desastre que había en la sala y decidió que era momento de ordenar y aprovechar la siesta de las gemelas para limpiar, ya que los últimos días tanto ella como Miroku habían tenido mucho que hacer y las labores domésticas no fueron su prioridad. Se aseguró de que sus hijas aún durmieran su siesta y luego comenzó recogiendo los juguetes que ellas habían dejado tirados en el suelo, para luego seguir con el resto de las tareas. Agradecía en esos momentos que el departamento no fuese tan grande, pues le ahorraba bastante tiempo.
Se mantuvo ocupada en eso por bastante rato hasta que el timbre interrumpió su quehacer. Soltó un suspiro y se acomodó un poco el cabello, que se había desordenado levemente con el trajín, para finalmente abrir, pensando que podía ser algún vendedor puerta a puerta. Sin embargo, quedó sin palabras al ver a su mejor amiga al otro lado, saludándola con una radiante sonrisa.
—¿K-Kagome…?
—¡Sango! ¡Te extrañé mucho! —La azabache la abrazó con efusividad, ignorando la tenida doméstica y el delantal que ella estaba usando para su tarea de limpieza. —¿Cómo has estado? ¿Y las niñas, Miroku…? Ah, tenemos tanto de qué hablar…
La castaña aceptó el gesto cariñoso antes de permitirle entrar, ayudándola con la maleta que llevaba y cerrando la puerta tras de sí, dedicándole una alegre sonrisa.
—Qué sorpresa tenerte aquí, no sabía que vendrías… ¿Dónde está InuYasha? ¿Y cómo supiste la dirección y que estaría aquí…?
—Oh, bueno… A InuYasha no le dieron permiso, así que decidí venir sola. Aunque él mismo me ayudó a averiguar dónde viven y todo lo demás… —Kagome sonrió tranquila, aunque algo en sus ojos le indicó que algo estaba pasando.
—Lamento que InuYasha no pudiera acompañarte… pero ¿segura que no ocurre nada más? Las últimas veces que hablamos, dijiste que estaba muy irritable y que comenzaba a cansarte… —Sango mostró su preocupación, mientras le indicaba con un gesto que tomara asiento.
—Sí, pero en realidad han sido unas semanas difíciles en la estación… además, le dijeron que pronto tendría una nueva asignación. Al parecer, lo pondrán a cargo de una unidad Kidotai…
—Apuesto a que eso no le hace mucha gracia —comentó la dueña de casa, negando con un gesto —. Por cierto, perdón por recibirte así… estaba ocupándome de la limpieza. Si me das unos minutos, me ducho y seguimos hablando…
—Claro, disculpa por llegar así de improviso… ¿Ya terminaste? Si quieres, puedo ayudarte…
—Muchas gracias, pero no es necesario, ya estaba acabando —le sonrió, gesto que su compañera devolvió.
—Bien, si tú lo dices… A todo esto, ¿dónde están Mao y Mei? —Observó con extrañeza la sala, sin ver rastros de las gemelas ahí.
—Durmiendo en su cuarto… aunque deben estar por despertar —respondió ella, señalándole la dirección —. ¿Puedes verlas en caso de que yo aún esté en el baño?
—Por supuesto, encantada. Ve tranquila, yo me haré cargo.
Sango le dedicó un gesto de agradecimiento antes de dirigirse al baño para tomar una ducha, en tanto Kagome esperaba en la sala, aprovechando de avisarle a su esposo que había llegado sin dificultad y que todo estaba bien. Para cuando la castaña volvió a aparecer en la sala, las gemelas ya se habían despertado y jugaban animadas con Kagome, al parecer ellas también se habían extrañado mucho.
—Veo que ya se saludaron —comentó, sonriendo alegre al ver el brillo animado en los ojos de las tres.
—¡Mami! ¡Mira, tía Kagome vino de visita!
—¡Shí, so'pesa!
Ambas adultas rieron brevemente ante la alegría de las niñas, luego la dueña de casa se dirigió a la cocina para preparar la merienda de sus hijas y té más galletas para su visita. Pronto estuvieron sentadas en el sofá de la sala, observando a las menores comer felices sus frutas.
—No puedo creer lo rápido que crecen —comentó Kagome, mostrando algo de nostalgia en su rostro.
—Bueno, han sido algunas semanas desde que nos mudamos… Supongo que es normal que las notes más grandes —Sango compartió el sentimiento, porque se sentía como si fuese mucho más tiempo —. Aunque pareciera que fue hace bastante…
—Sí, creo que la lejanía tiene ese efecto… —La azabache soltó un suspiro, observando a su amiga con cariño. —¿Y qué tal van las cosas? ¿Ya se acostumbran a vivir como familia?
—Ha sido un poco más complejo de lo que pensé en un principio, pero creo que vamos por buen camino. Miroku se ha esforzado bastante para que las niñas se acostumbren a él; de hecho, diría que ya le tienen confianza y han comenzado a decirle papá siempre… Él aún se emociona cuando las escucha —sus ojos brillaron, demostrando que ese sentimiento no era sólo del abogado.
—Eso es muy tierno. Siempre quiso ser padre, después de todo, y con todas las dificultades que tuvieron, debe sentirse afortunado —Kagome sonrió enternecida, sabía que ese era un paso importante para sus amigos —. ¿Y con todo lo demás? ¿Pudieron compatibilizar sus responsabilidades y ajustar los tiempos? La última vez, me habías dicho que eso se les estaba haciendo un poco más difícil…
—Bueno, como te había dicho, Shishinki lo ha presionado bastante, tiene mucha carga encima y en un principio, se había enfocado casi por completo en eso —soltó un suspiro, porque el socio del ojiazul seguía siendo intransigente respecto a los resultados que esperaba —. Pero luego de que hablamos al respecto, comprendió que no podía seguir así, a menos que quisiera que todo el esfuerzo y sacrificio que estábamos haciendo fuese en vano. Ambos tenemos mucha presión, pero no estamos solos en esto; y cuando se lo recordé, se dio cuenta de que descansar un poco del trabajo o compartir ese peso es mucho mejor y hasta más provechoso que dejarse consumir por toda esa carga.
—Es un alivio que lo haya comprendido. Creí que seguiría con esa idea de que debe encargarse de todo por sí solo porque es su responsabilidad… ya sabes cómo es.
—Siendo sincera, no lo habría tolerado. Aunque los dos somos conscientes de que nuestro más grande error antes fue no conversar las cosas ni enfrentar los problemas. Vamos a esforzarnos para que eso no ocurra de nuevo.
Kagome sonrió con alivio, porque sabía que sus amigos aún debían enfrentarse a algunas dificultades, propias de comenzar a convivir y más aún, formar una familia, especialmente del modo en el que todo había ocurrido para ellos. Sin embargo, habían aprendido de sus errores pasados y ambos estaban dando lo mejor de sí, por lo que ella estaba segura de que esta vez todo saldría mejor.
—Ya en casa.
La cansada voz de Miroku anunció su llegada, causando que las gemelas dejaran sus juegos de lado y corrieran a saludarlo, seguidas por Sango y Kagome, que lo recibieron con una alegre sonrisa.
—Bienvenido —la castaña se hizo escuchar sobre el bullicio de las menores, que saltaban alrededor de su padre, pidiéndole atención en tanto él se quitaba los zapatos y dejaba sus cosas en la entrada.
—Papá, ¡llegó tía Kagome!
—¡Shí! Vino de visita so'pesa.
—Ven, ven a ver.
—De acuerdo, voy… —Él sonrió, Sango le había comentado más temprano sobre la llegada de su amiga, pero no imaginó lo emocionadas que estarían sus hijas con su presencia. —Hola, muchachas. ¿Cómo están?
—Bien, poniéndonos al día —respondió Kagome, sonriéndole de vuelta con cariño —. ¿Qué tal tu día?
—Ah, ya sabes… un par de reuniones muy serias y, además, unos casos algo complicados… —Él se encogió de hombros, restándole importancia. —Lo mismo de siempre.
—Oh, sí… parece que tu trabajo no hace más que hacerse más difícil —comentó la azabache, aunque enrojeció levemente al ver la leve expresión de culpa en el rostro de su amigo.
—Veo que Sango ya te puso al corriente… sólo espero no haber quedado tan mal —dijo en tanto tomaba en brazos a Mei, que se había aferrado a sus piernas, y se dirigía a la sala junto a ellas.
—¡Claro que no! Es decir… es entendible que las cosas sean así, Shishinki nunca ha sido un jefe fácil, y ahora debe estar mucho más exigente… Pero Sango no se quejó más de la cuenta, sólo estuvimos hablando de los cambios que han tenido y…
—Tranquila, estoy seguro de que, si Sango tuviese alguna queja sobre cualquier cosa, no dudaría en decírmelo directamente —aclaró Miroku, sonriéndole con calma mientras buscaba con su mirada a la castaña, que se había mantenido en silencio hasta ese momento —. ¿Verdad, cariño?
—Por supuesto —ella asintió, sintiéndose tranquila al saber que habían logrado esa confianza después de muchos contratiempos —. Aunque creo que mejor prepararé la cena, antes de que se haga más tarde para las niñas.
—Cierto, iré a ducharme por mientras…
Miroku se disculpó con un gesto antes de encaminarse al baño, en tanto Kagome y Sango se dirigían a la cocina, seguidas de Mao y Mei, quienes observaban con atención cada cosa que hacían ellas. Su madre sonrió, tomándolas para acomodarlas en sus sillas de comer y pasándoles algunos crayones y uno de sus libros de pintar a cada una, para que se mantuvieran ocupadas un rato.
—Si quieres, puedo cocinar yo… debes estar cansada, las niñas te piden mucha atención —se ofreció Kagome, sus ojos brillando con astucia.
—¿En serio harías eso? No quero abusar de tu amabilidad, igual tendría que cocinar si no estuvieses aquí…
—Claro. Además, sabes que me encanta cocinar —ella demostró su emoción, ampliando su sonrisa —. Y no perdería oportunidad de mimarlos un poco.
—De acuerdo, muchas gracias.
Kagome comenzó de inmediato con su tarea, aunque Sango se mantuvo atenta para poder ayudarla en caso de ser necesario, a pesar de que las gemelas pedían su atención cada pocos minutos, por lo que en esos momentos realmente se sintió agradecida de la ayuda de su amiga. Pronto Miroku se unió a ellas, siendo él ahora a quien las niñas se dirigían, mostrándole sus libros de colorear y hablándole animadamente de lo que se les viniera a la mente.
Tras un rato, en el que la azabache no pudo evitar sentirse enternecida al ver cómo ese tiempo de convivencia había fortalecido no sólo la relación de sus amigos, sino también sus lazos como familia con sus hijas; finalmente la cena estuvo lista y todos se sentaron a comer, disfrutando y agradeciendo la preparación de su amiga.
—Está delicioso —Sango le sonrió con sinceridad luego de probar la comida —. Muchas gracias.
—No es nada, sabes que disfruto cocinando para mis seres queridos…
—De todas formas, apreciamos mucho tu dedicación —Miroku también le dirigió una sonrisa tranquila, causando que la aludida se sonrojara levemente.
—Bueno, es con cariño. Además, no se imaginan cuánto extrañaba estos momentos… —Terminó soltando un suspiro, con lo que la pareja intercambió una mirada preocupada. —No es lo mismo con ustedes lejos.
—Lo sabemos, tampoco ha sido fácil para nosotros —su amiga alcanzó su mano, presionándola con seguridad para llamar su atención —. Lamentamos haber tenido que mudarnos, si hubiésemos contado con otra opción…
—Está bien, entiendo que es lo mejor. Y creo que no sólo los ayudó en el ámbito laboral… Me alegra ver que han avanzado como familia también —sonrió con nostalgia, negando con un gesto algo apenado —. Lo siento, no quiero hacerlos sentir mal o preocuparlos…
—No ha sido fácil para nadie, eso era algo que sabíamos —Miroku la observó con detenimiento, sin ocultar su inquietud —. Pero sigues siendo nuestra amiga, Kagome. Eres parte de nuestra familia y seguimos aquí para lo que necesites.
—Oh… lo sé, y se los agradezco. Es sólo que… quizá esté exagerando, o puede que simplemente sea por todos los cambios…
—Bien, supongo que tendremos que hablarlo para poder ayudarte —Sango le dedicó una sonrisa antes de mirar a sus hijas, que habían comenzado a bostezar después de comer —. Primero me encargaré de las niñas, no tardaré.
—Claro, yo me ocuparé aquí… —Ambos se pusieron de pie y, en tanto la castaña llevaba a las niñas a su habitación, él miró a su amiga mientras retiraba los platos de la mesa. —¿Quieres un té?
Kagome aceptó el ofrecimiento y Miroku se dispuso a preparar las infusiones en tanto esperaban a la castaña, que no tardó en volver para sentarse junto a ellos, agradeciendo con un gesto la taza que le había servido el ojiazul a ella y observando a su amiga con atención.
—Entonces, ¿qué es lo que te está afligiendo?
La azabache sonrió de medio lado, buscando las palabras adecuadas para explicar lo que pasaba, porque la mayor parte del tiempo sentía que sólo era una exageración.
—Bueno, ya he dicho que InuYasha ha estado bastante insoportable este último tiempo, pero a veces creo que el problema soy yo —soltó un suspiro, demostrando algo de angustia —. Siempre ha sido igual de cascarrabias, no tan cariñoso y hasta despistado en muchos aspectos… Lo conozco y sé que, aunque se esfuerce, hay cosas que no podrá cambiar. Nunca había sido un problema, pero últimamente me gustaría, no sé… que fuese más atento. Lo siento, es probable que esté exagerando, quizá sea la nostalgia… me siento algo sola…
Kagome terminó derramando un par de lágrimas, ante lo cual Sango se acercó para abrazarla y Miroku tomó su mano, ambos comprendiendo los sentimientos de su amiga porque ellos también los extrañaban. A pesar de que todos sabían que la oportunidad que les había dado Shishinki era la mejor opción que tenían y que el cambio iba a ser difícil, era muy diferente estar viviendo todo el proceso.
—Lo sentimos mucho… no es algo sencillo, pero no será para siempre —dijo el moreno, intentando animar un poco a su amiga —. Volveremos en cuanto podamos.
—Sí, además seguimos estando aquí. Sé que las videollamadas no son lo mismo, pero ayudan bastante —agregó Sango, sonriendo levemente —. Y puedes venir a vernos cuando quieras.
—Claro, y nosotros también podemos ir de vez en cuando…
—Muchas gracias… no saben cuánto los extraño… —La azabache sonrió, sus ojos aún cristalinos por la emoción.
—Nosotros también te extrañamos… y a InuYasha —dijo la castaña, sin separarse de su amiga —. Supongo que no debe ser fácil para él tampoco… Han sido muchos cambios y, aunque no lo admita, seguro le han afectado en algo.
—Es cierto, y como no es de muchas palabras… —El abogado apoyó a su pareja, haciendo una mueca. —Quizá estar unos días por su cuenta puede ayudarles a ambos.
—Eso espero, porque realmente me dan ganas de golpearlo a veces… —Sonrió más notoriamente, demostrando que estaba mucho más tranquila ahora. —Muchas gracias, necesitaba tanto esto.
—Sabes que puedes contar con nosotros cuando lo necesites —imitó su gesto la oficial, palmeándole la espalda con cariño.
—Así es, aquí estaremos para ti siempre.
Los tres sonrieron con calma antes de terminarse sus tés e irse a dormir, había sido un día largo y, si bien el reencuentro con su amiga había llenado sus corazones; necesitaban reponer las energías, ya que todos los cambios que estaban viviendo eran agotadores, en especial con las exigencias que debían cumplir para que todo resultara bien y así, regresar pronto más cerca de sus seres queridos.
Las conversaciones animadas y tranquilas que a veces eran interrumpidas por algunas risas alegres, empapaban el ambiente con una serenidad que era reconfortante. Ninguno de los dos había imaginado que podrían disfrutar de eso en tan poco tiempo, y si bien llevaban poco más de dos meses viviendo en Sapporo, ambos habían pensado que no podrían vivir algo así sino hasta bastante tiempo después.
—Entonces, si no hubo problemas en que comenzara de inmediato en este Kidotai, deber ser porque es muy buena.
—Es cierto, conozco al Coronel Uchima desde hace tiempo y es muy exigente —la observación de uno de los colegas de Miroku fue apoyada por otro abogado, ambos parecían seguros de sus palabras —. Por mucho que se lo pidieran, no habría accedido tan fácilmente.
—Sí, le gusta tener sólo lo mejor…
Sango se sonrojó levemente ante los cumplidos, porque si bien ella era consciente de que era una excelente oficial, nunca había leído ninguno de los informes sobre su desempeño. Sin embargo, sabía que había sido trasladada con una muy buena referencia, el mismo Coronel Uchima se lo dijo unos días atrás, recalcándole incluso que debía dejar la actitud humilde y de novata que tenía. Ella intentó mantener un perfil bajo porque temía que, al saberse lo ocurrido en Kyōto, volvieran a despreciarla como había ocurrido en el koban en el que estuvo antes de llegar ahí.
—Bueno, yo sólo cumplo con mi deber y hago mi mejor esfuerzo…
—Igual que Tsujitani, al parecer —una de las compañeras de Miroku, que parecía bastante severa, sonrió con seguridad —. Quizá sus métodos no nos parezcan apropiados al principio, pero sus decisiones siempre han tenido excelentes resultados.
—Muchas gracias por tus palabras, Minamoto, pero sólo hago mi trabajo y ustedes también son un gran equipo… —Miroku aceptó el cumplido con una sonrisa, gesto que imitaron sus compañeros.
—Sí, y tú eres un gran líder. Si no se cumplen ambas cosas, no se logra mucho —el mayor de los abogados ahí presente dio su apreciación, la que los demás apoyaron con un movimiento afirmativo de sus cabezas —. Así que hay que reconocer el trabajo de todos.
El grupo volvió a respaldar las palabras de su compañero con alegres afirmaciones y luego siguieron charlando animadamente de otros temas, aunque a ratos volvían a preguntar algunas cosas a la pareja, demostrando la curiosidad que sentían, que al parecer venía creciendo desde que supieron sobre el regreso de Miroku como el encargado del estudio. Después de que terminaran de comer y cuando ya había terminado el interrogatorio, el ojiazul aprovechó que ya no eran el centro de atención para acercarse a su compañera y hablarle al oído.
—¿Me concederías el placer de bailar conmigo? —Le preguntó, extendiéndole la mano mientras la observaba con cariño.
—Por supuesto, aunque debo advertirte que hace bastante que no practico… —Respondió ella, con un leve sonrojo y una sonrisa tranquila.
—No tengo problema con eso… incluso es mejor, así tengo la excusa perfecta para que bailemos mucho más.
Mientras hablaba, guio a Sango hasta la pista de baile, un lugar despejado en medio del salón del restaurante en donde estaban cenando y que en ese momento, no tenía más que un par de parejas. Sin embargo, a ellos no les incomodó para nada, ya que disfrutaban el momento y en ese punto, no les importaba si eran los únicos ahí, porque ahora sabían que una de las ventajas de haberse mudado tan lejos, era que no tenían que guardar apariencias.
El tiempo pasó más rápido de lo que querían, ambos disfrutando de ese momento más de lo que habían imaginado. Finalmente, llegó la hora en la debían marcharse y, tras despedirse de quienes aún no abandonaban el lugar, Miroku y Sango se dirigieron hasta el estacionamiento para subirse al vehículo del ojiazul e irse.
—Ha sido una noche maravillosa —comentó ella, los ojos brillando como prueba de sus palabras —. Le debemos un gran favor a Kagome por haberse quedado con las niñas, pero creo que ya tenemos que regresar a casa…
—¿Estás segura de eso? —Él la observó con atención, esbozando una sonrisa ladina. —Yo recuerdo que Kagome dijo que no tenía problema en quedarse toda la noche con las gemelas…
—S-Sí, es verdad, pero no quiero abusar de su bondad y quizá necesite ayuda… —Sango se mordió el labio, sintiéndose un tanto culpable de dejar a sus hijas al cuidado de alguien más hasta el día siguiente.
—Nos prometió que nos avisaría en caso de cualquier problema, e insistió en que disfrutáramos esta noche —el ojiazul mencionó lo que su amiga les había dicho antes de que ellos salieran de casa.
—Cierto, supongo que nos habría llamado si algo hubiese ocurrido… De todas formas, tal vez deberíamos asegurarnos de que todo esté bien…
Miroku soltó un suspiro, comprendía que Sango se sintiera algo culpable porque sabía que nunca había dejado a las niñas al cuidado de alguien más durante toda una noche. Sin embargo, desde que su relación había salido a la luz, con todos los problemas que comenzaron a enfrentar, las miradas críticas puestas directamente en ellos al principio, y luego con los cambios que tuvieron en todos los aspectos de su vida hasta llegar a mudarse y comenzar a vivir como una familia sólo ellos con Mao y Mei; su vida amorosa se había reducido al mínimo y el poco tiempo que compartían solos como pareja, eran los minutos previos a dormirse. Él no se quejaba y sabía que las cosas tardarían un poco en estabilizarse para que ellos pudiesen tener nuevamente momentos más románticos; aún así, no podía negar que los extrañaba.
—Deben estar durmiendo, si llegamos a esta hora podemos despertarlas y luego será difícil hacer dormir a las gemelas… —Argumentó, aunque notó que eso parecía no ser suficiente para su compañera. —Preciosa, si quieres volver a casa, lo haremos; pero me gustaría poder aprovechar la oportunidad que nos está regalando Kagome, sólo por esta noche… No sé si ella habrá pensado en esto por sí sola, o si algún comentario en una de sus conversaciones le dio la idea, o incluso si de alguna forma percibió que necesitamos tiempo a solas… pero creo que deberíamos disfrutar del regalo que nos está haciendo.
Sango sonrió, recordando que, aunque ella no le había dicho nada a su amiga, la azabache había sido capaz de ver entrelíneas y notar que su vida estaba siendo demasiado caótica y no tenían tiempo para ellos. Sabía que Kagome no se molestaría si ellos tomaban la oportunidad que les estaba dando, y era probable que si no lo hacían sin un buen motivo, ella misma la regañara. Después de todo, también extrañaba los momentos románticos y más apasionados que compartía antes con Miroku.
—Está bien, tienes razón… Lo siento, es sólo que aún temo que nos juzguen por nuestras acciones… —Soltó un suspiro, intentando apartar esa idea de su cabeza. —Supongo que los años siendo cuestionada y criticada dejaron una marca que aún no se borra.
—Comprendo y si no te sientes cómoda con esto, podemos volver a casa —Miroku le tomó la mano con cariño, entendiendo la situación mejor de lo que ella creía —. Después de todo, tenemos toda la vida por delante.
Ella negó con un gesto, acariciándole el rostro y mirándolo a los ojos, reflejando seguridad en su mirada.
—Es cierto que tenemos todo el resto de nuestras vidas, pero si soy sincera, me hace falta mi dosis personal de Mirokuísmo…
El abogado sonrió, dedicándole una mirada cómplice y traviesa que ella respondió de forma coqueta, para luego poner en marcha el motor, ambos decididos a disfrutar de esa noche como no lo habían hecho en meses, porque no iban a desperdiciar la oportunidad que tenían, menos sabiendo que sería muy difícil poder volver a contar con esa suerte.
Momento cultural.
Vida en Hokkaido: Esta isla es la segunda más grande de Japón y se encuentra separada del resto del archipiélago por el estrecho de Tsugaru, por lo que cuentan con el túnel ferroviario submarino Seikan, que une Hokkaido con la isla Honshū. La isla es el hogar del pueblo ainu desde tiempos inmemoriales y mucha de su cultura tiene fuerte influencia de ellos. Debido a su aislamiento y a la presencia de los ainus, las costumbres en Hokkaido son algo diferentes al resto de Japón, especialmente en el sentido de lo rígidas y conservadoras, aunque sí pueden ser muy apegados a sus propias tradiciones. En general, Hokkaido tiene una mayor conexión y respeto con la naturaleza. Es por esto por lo que el ambiente y la reacción respecto a la relación de Miroky y Sango no es juzgada de la misma forma como lo fue y sería en otros lados. Por otra parte, también quiero aclarar que en general, los japoneses no son mucho de bailar, pero dado que nuestra querida pareja no se siente reprimida por los demás, estoy segura de que Miroku disfrutaría de bailar con Sango y ella no le negaría la oportunidad.
¡Hola! Lo sé, han sido unos meses desde el capítulo anterior, pero ordenar los eventos de la recta final me ha costado más de lo que podría imaginar, además de que este año ha venido con todo. Pero bueno, mis disculpas, espero no tardar tanto en la siguiente actualización, aunque ya saben, con la vida tan caótica, no se puede asegurar nada.
Echémosle un vistazo ahora a nuestros protagonistas. ¿No es un alivio que también Sango cuente con el respaldo de sus compañeros de trabajo? El ambiente es mucho más grato y eso nos permite respirar más tranquilos y ellos pueden enfocarse en aprender cómo vivir como familia y no morir en el intento. Un paso a la vez, ya vamos avanzando poco a poco. Hagamos ahora un paréntesis para mencionar lo difícil que debe ser para todos que ellos estén tan lejos, seguro Kagome no es la única que se siente así, pero todos sabían que el camino no sería fácil. A cruzar los dedos para que todo vaya mejorando en ese aspecto también.
Quiero dar mis más sinero y profundo agradecimiento a quienes aún no pierden la paciencia con esta historia y la siguen leyendo a pesar del tiempo. Mis queridisimas DAIKRA, AmyGianela y Azussa, ustedes son un sol y no creo que imaginen cuánto me alegran y llenan de vida sus reviews. Un abrazo enorme para ustedes, espero que este año sea maravilloso y mis mejores deseos (L). También quiero agradecer desde mi corazón a mi querida BFF y beta Nuez, quien a pesar de sus dificultades técnicas y personales, aún me sigue apoyando en mis locas ideas, es la mejor c:
Bueno, hasta aquí mi reporte del día. Vayan a mi IG para que vean el fanart que hice y que en mi imaginación, representa a la perfección el baile de la última escena.
Espero leernos pronto!
Yumi~
