-Esta historia esta inspirada en el manga y anime "Inuyasha" de Rumiko Takahashi, así como en mitología griega, persa, americana e indu. Los personajes pertenecen por completo a Masashi Kishimoto, más los personajes de carácter secundario, las modificaciones a las personalidad, los hechos y la trama corren por mi cuenta y entera responsabilidad para darle sentido a la historia. Les sugiero oír "Seducción" de Thalia para Izumi, "Love Don't Hate It" de Duncan Laurence para Itachi, "Perfect" de Ed Sheeran & Beyonce para Inabi & Ume, "En El Pozo Te Encontre" de Moyses Macedo & Cecilia Palafox para Itachi & Izumi y "Legendary Lovers" de Katy Perry para el contexto del capitulo.
La familia de Izumi había vuelto el día anterior pero Itachi y ella aún no se decidían a volver al siglo XVI, ello ya habría sucedido por el semidiós pero la wiccan le había rogado un plazo de una semana para poder asistir con normalidad a sus clases y él evidentemente no había podido rehusarse, esperando por ella en la entrada de la preparatoria al final de cada nueva jornada de clases como hoy, vistiendo un suéter gris claro de cuello en V—debajo una camiseta de igual color con el cuello ligeramente más alto—y largas mangas que tenía subidas hasta los codos, jeans azul grisáceo y botines negros, paseándose de brazos cruzados en la entrada y esperando a Izumi, viendo como muchos dejaban el interior, percibiendo finalmente su dulce perfume y volviendo la mirada en su dirección. Nada de ella era a lo que estaba acostumbrado, siempre alta, grácil y esbelta al caminar pero portando un etéreo vestido blanco semejante a una túnica, ligeramente traslucido, de escote en V formando una corta capa y mangas por sobre los codos con horizontales bordados dorados, con un largo lienzo rojizo y dorado pendiendo por sobre su vientre hasta la altura de sus rodillas a juego con el complejo collar alrededor de cuello y los broches dorados que adornaban su largo cabello castaño, formando un corto fleco que solo hacia resaltar unos largos pendientes de oro que combinaban con los brazaletes en sus muñecas. Esbozando una sonrisa al observar a Itachi, Izumi se contuvo de reír ante su reacción.
—¿Qué sucede?, ¿No me reconoces?— cuestionó la wiccan parpadeando coquetamente.
—No es eso, es que...eres una aparición etérea— el semidiós por poco y se quedó sin palabras con solo verla.
—Gracias— sonrió ella bajando la mirada ligeramente sonrosada. —Uy, que frio— se estremeció descolgando su bolso de su hombro en busca de su chaqueta.
—El otoño ya se asentó— él la ayudó sosteniendo su bolso y abriéndolo para permitirle extraer su chaqueta, colgando el bolso sobre su hombro mientras ella se colocaba la chaqueta. —Y dime, ¿Por qué te vestiste así?— preguntó genuinamente interesado mientras ambos alejaban lentamente sus pasos de la preparatoria rumbo al hogar de la familia Uchiwa.
—Tuvimos una exposición en nuestra última clase, debíamos elegir un personaje de la literatura o historia que nos gustara, caracterizarnos de él y declamar un monologo— explicó Izumi divertida y jugando con los adornos dorados que colgaban de su cabello.
—Interesante— asintió Itachi viéndolo como algo perfectamente lógico y dinámico, muchísimo. —¿Y a quién elegiste?, ¿Cleopatra?— inquirió pues su apariencia coincidía con dibujos que había visto de ello.
—No, eso sería un estereotipo— protestó ella habiendo escuchado mucho esa respuesta. —Elegí a Nefertari Merymut, esposa de Ramsés II— aclaró con una sonrisa de satisfacción pues era su reina preferida de Egipto.
—¿El Faraón del Éxodo?— más bien afirmó él habiendo oído y leído ese nombre en múltiples relatos asociados al libro sagrado de los cristianos.
—Conoces la biblia— celebró la wiccan pues no era poco mérito. —No, esa es información errada porque fue Tutmosis III el faraón del que habla la biblia— agregó habiendo investigado mucho al respecto. —Ramsés II fue el rey más poderoso de Egipto, y lo que lo distingue de otros reyes para mi es que amó tanto a su esposa que ordenó construir para ella la tumba más hermosa del mundo antiguo…— relató teniendo la completa atención del semidiós.
Toda dulce palabra que saliera de los labios de Izumi era autentica música para Itachi que se quedó prendado escuchando su melodiosa voz pero también el conocimiento impreso en su lengua y que la convertía en la mayor erudita que el semidiós hubiera conocido, y ello motivo a que al llegar al hogar de la familia Uchiwa el semidiós inmediatamente se volcara a leer un libro del Antiguo Egipto que Izumi tenía en su librero mientras ella se excusaba para dirigirse al baño y poder cambiarse de ropa, y él se sumergió tanto en la lectura que no percibió el paso del tiempo hasta que ella finalmente retornó a la habitación, inspirando su perfume con anticipación. Deteniéndose brevemente en el umbral de la habitación y observando al semidiós, Izumi ingresó con una bandeja repleta de comida, pan, jugo y algunas piezas de fruta que había preparado para que Itachi y ella pudieran estar a solas; su madre no estaba en casa pues estaba asistiendo a una reunión de padres y maestros, su abuelo estaba tomando una siesta e Inabi estaba estudiando en su habitación por lo que podían decirse solos. La wiccan vestía una cómoda blusa lila azulado de escote corazón cerrado por seis botones dejando expuesto su vientre y estrecha cintura, con mangas abullonadas hasta los codos, jeans azul oscuro que resaltaban sus largas piernas y zapatillas deportivas blancas, con su largo cabello castaño cayendo en elegantes hondas sobre sus hombros y tras su espalda, siempre siendo la mujer más hermosa que pudiera existir a ojos de Itachi quien se quedó prendado observándola.
—¿Una moneda por tus pensamientos?— bromeó ella ingresando en la habitación y dejando la bandeja sobre la cama mientras tomaba asiento sobre la alfombra.
—Estaba revisando tus libros del Antiguo Egipto; tenías razón, Ramsés II fue el Faraón más grande de Egipto— contestó él sentándose a su lado, dejando el libro abierto sobre la alfombra y que exponía las grandes construcciones del reinado del Faraón.
—Aun a día de hoy este hombre inspira mucho respeto en esa tierra— asintió la wiccan observando las imágenes al pasar su mirada por sobre la página. —Y amó mucho a su esposa, la tumba que mando construir para ella es la Capilla Sixtina del Antiguo Egipto. También edificó otros monumentos y un templo como ningún otro en su honor, para que el mundo entero la venerase por la eternidad— cualquier mujer se sentiría como una diosa de recibir semejante honor.
—Es tan asombroso que parece irreal— aceptó el semidiós pudiendo verlo. —Solo tengo una duda— manifestó viéndola asentir en caso de que ella pudiera resolver dicha incógnita. —Según leí, Nefertari significa "aquella por la que el sol brilla", pero creí que eso significaba tu nombre— elogió observando intensamente el rostro de ella.
—¿Me comparas con una diosa viviente?— inquirió Izumi sorprendida pero profundamente honrada al mismo tiempo.
—Precisamente— confirmó Itachi no pudiendo verla de otra forma.
Podía sonar como un elogio entre tantos otros y sin embargo eran palabras absolutamente sinceras las que eran pronunciadas por los labios de Itachi quien alzó cuidadosamente una de sus manos para acariciar con delicadeza el rostro de la hermosa wiccan quien cerró los ojos bajo su tacto, incapaz de sentir apetito por la generosa cena que ella había preparado para ambos sino que solo sintiendo apetito y deseo por toda ella que lo observó con sus profundos ojos oscuros cuyas finas pestañas lo seducían tanto como sus labios que se entreabrieron ligeramente antes de articular una sonrisa, toda ella era una tentación demasiado grande y a la cual Itachi no pudo evitar rendirse, inclinando su rostro sobre el de ella para besar sus labios, siempre respetando sus límites y deseos. Habiendo esperado por este beso que Itachi no pedía por temor a faltarle el respeto, sucumbiendo a la ternura y presión de los labios de quien tanto amaba, Izumi envolvió sus brazos alrededor del cuello del semidiós, sintiendo el calor inundar su cuerpo y no pudiendo contener un débil gemido que escapó de sus labios ni su propio hambre por él, mordiéndole ligeramente el labio inferior con intención de profundizar el beso que él había iniciado; siempre respetuoso con ella, Itachi entendió lo que ella estaba sugiriendo pese a no haberlo experimentado antes, rompiendo el beso entonces y desconcertando a Izumi quien si bien recupero el aliento, tuvo que parpadear varias veces para reaccionar, mas temerosa de haber hecho algo para molestarlo y viéndolo bajar la mirada.
—¿Qué pasa?, ¿Hice algo mal?— preguntó la wiccan temiendo haber acelerado demasiado las cosas.
—No, solo...— el semidiós tuvo que esforzarse por hablar, absolutamente embriagado por lo que ella había propuesto en ese último beso, —nunca había hecho algo como esto— confesó temiendo no poder cumplir con sus expectativas.
—¿No?— se sorprendió Izumi alzando una de sus manos para acariciar el contorno del rosto del semidiós. —Pensé que Toka y tú...ya sabes— menciono sin sentir celos por ello pues sabía que era parte del pasado.
—No, solo nos besamos un par de veces pero nada como esto— diferenció Itachi sin poder apartar la mirada de la hermosa wiccan.
—Pero, ¿Lo quieres?— interrogó ella viéndolo apartar ligeramente la mirada. —Porque me gustaría que me demostraras lo mucho que me deseas, como yo a ti— contestó por su parte acunando su rostro entre sus manos y acercándolo al suyo.
—Izumi...— suspiró él no queriendo ofenderla al darle al entender que sentía deseo por ella, algo que sabía estaba reservado solo a la intimidad de un matrimonio.
—En el siglo XVI se hace un misterio de estas cosas como si fuera un crimen, las mujeres se rodean por un halo de ingenuidad hasta desposarse y no saben nada de la intimidad sexual, pero aquí no es así— aclaró la wiccan con una radiante sonrisa. —No me faltaras el respeto, y no hay nadie cerca, estamos solos— sosegó rozando su nariz contra la suya. —Déjame guiarte— finalizó casi rozando sus labios con los suyos.
La propuesta por si sola fue demasiado como que alguien pudiera resistirse e Itachi no pudo seguir haciéndolo, presionando sus labios con los de Izumi para reanudar el beso que nunca habría tenido que interrumpir con la diferencia de que esta vez entreabrió los labios cuando Izumi hizo amague de profundizar el beso, dejando que ella envolviera su lengua a la suya adormeciendo su mente de miedos, dudas o inseguridades por un momento. El beso que había sido lento y tierno rápidamente se volvió febril mientras ambos se perdían el uno en el otro, en su olor, su sabor, los suaves gemidos que ambos liberaban en medio del beso ante las caricias de la lengua del otro; puede que Itachi elogiara la incomparable belleza de Izumi comparándola con una diosa pero las palabras no eran lo suyo, mas este beso podía suplir todo ello pues podía decirle sin palabras cuánto significaba para él, cuánto la amaba y deseaba por encima de todas las cosas que existían en el mundo, puede que temiera faltarle el respeto pero ella misma había dicho que ello no la ofendía ni hacía sentir mal y a él no le disgustaba expresarse de esa manera, porque sus besos lo embriagaban con su dulzura, ahogándolo en una ola de nuevas sensaciones. Aunque ambos estaban tan sumergidos en medio del beso, nada impidió a Izumi posar una de sus manos al costado del cuello de Itachi y empujándolo suavemente para alejarlo de si y romper el beso, necesitando recuperar el aliento luego del que era el mejor beso de su vida, viendo la preocupación cruzar el rostro de Itachi antes de sonreír ladinamente.
Comprendía que Izumi se viera superada por este beso del que ambos estaban aprendiendo, como semidiós que era él tenía mucha más resistencia si de contener el aliento se trataba y solo se regañaba mentalmente por no poder advertirlo, mas prendándose de los ojos de Izumi, entrecerrados y vidriosos de pasión mientras encontraba su mirada con la suya, tan absolutamente hermosa que Itachi tuvo que esforzarse para no reclamar sus labios de inmediato, apoyando en su lugar su frente contra la de ella y percibiendo el acompasado latir de su corazón. A diferencia de en todas las ocasiones anteriores en que sus besos habían estado motivados principalmente por la veneración y sentimientos el uno por el otro, en esta ocasión todo solo se trataba de la pasión y atracción física que ambos no podían negar que sentían el uno por el otro pero a un nivel diferente del que hubieran sentido antes. Viendo en los ojos de Itachi, Izumi no dudo en reanudar el beso encontrando sus labios con los suyos, convirtiendo un beso en dos y luego en tres, hasta que una vez más ambos se perdieron en su pequeño mundo por el roce de los labios del otro contra los suyos, porque cada beso era diferente; suaves que demostraban cuanto se amaban, largos y llenos de adoración que avivaban todavía más el deseo que ambos sentían el uno por el otro, lentos y lánguidos que aceleraban sus corazones. Ella había iniciado todo esto para comprender si es que Itachi realmente sentía lo mismo que ella y sí que lo hacía, pero ahora estaba dentro de un huracán del que no quería salir.
Mentiría si dijera que interiormente no sentía algo de nervios, pero no es como si—solo por el hecho de que los besos estuvieran subiendo de tono—ambos tuvieran que llegar al final de todo con estos besos que solo despertaban más hambre el uno por el otro y por lo que Izumi permitió que el mundo que los rodeaba se derrumbara mientras dejaba que el beso fuera aún más profundo de ser posible, que Itachi la acercara hacia sí y haciendo que por primera vez desde que el beso había iniciado la wiccan sintiera el borde de la cama a su espalda, preocupándose por volcar la bandeja…solo para darse cuenta que Itachi había dejado está intacta sobre la alfombra y haciendo que ella fuera consciente del movimiento de su tacto sobre su silueta. Sin afán de ofender ni faltar el respeto a Izumi en lo absoluto, Itachi trazó con su tacto cada curva de la hermosa wiccan entre sus brazos, no teniendo suficiente con sus labios sino que deseando cada parte de ella, recorriendo con su tacto su estrecha cintura cuya piel expuesta se erizó a su paso, sus caderas que por inercia se acercaron a las suyas, su espalda que se arqueo hacia él o la piel de sus brazos que se envolvía a sus hombros. Rompiendo el beso cuando sintió que la respiración de Izumi se agitaba, anticipando su falta de aire, Itachi pego su frente a la suya y se inclinó para besar su mejilla, descendiendo sus labios para trazar con ellos el contorno de su mentón, e inhalando su dulce perfume mientras recorría los lados de su cuello, dejando un rastro de fuego ardiente a su paso y sintiendo los labios de Izumi hacer lo mismo con él…
El cómo habían subido de tono las cosas era confuso en la mente de Izumi quien lo próximo que supo en medio de los besos fue que se hallaba recostada sobre la cama con Itachi encima de ella recargando su peso en sus brazos para no aplastarla, inclinándose sobre ella para besar sus labios suavemente y con respeto, sin buscar abrumar sus sentidos para saber si estaba yendo demasiado rápido pero pronto fue Izumi quien acunó el rostro del semidiós en repuesta y profundizó el beso. Cuando Itachi escuchó a Izumi gemir en medio del beso, presionó ligeramente su cuerpo contra el suyo, separando sus labios pero no para frenar aquel beso aplastante, con un hilo de saliva manteniéndolos conectados; toda ella era sublime para Itachi que podía verlo aún más que nunca, deslizando sus labios por el cuello de la hermosa wiccan, bajando delicadamente una de las mangas de su blusa y devorando su hombro con sus labios, arrastrando su lengua desde su clavícula hasta la base de su mandíbula, mordisqueando su piel. Aunque Izumi tenía ojos en la cara y podía encontrar atractivo a alguien del sexo opuesto, eso no se comparaba con lo que sentía en ese momento, envolviendo sus piernas alrededor de las caderas de Itachi para aumentar el contacto el uno con el otro y no sintiendo que esto pudiera ser suficiente mientras los labios de él en su piel robaban todo pensamientos coherente, era la primera vez que hacia algo como esto pero Itachi también había sido el primer hombre que había besado y se sentía infinitamente bien entre sus brazos, no podría confiar en nadie más.
Los labios de Itachi dejaron indefinidamente los de ella en favor de la piel de su cuello, inhalando su dulce perfume que solo contribuía a embriagarlo todavía más y aumentar su deseo por ella que entonces comprendiendo lo sensible que era su piel a su tacto y el roce de sus labios, jadeando cuando lo sintió lamer su piel haciéndola estremecer de nueva cuenta y perderse en aquella nueva sensación. Era natural que en esas circunstancias la mente de Itachi se nublara por completo, y aunque el semidiós no pensó en ningún momento en cruzar los límites de la bella wiccan que se sometía tan devotamente a él, no pudo contenerse y descendió sus labios hasta llegar al escote de su blusa, enardeciendo al sentir el inicio de las curvas de sus pechos que amasó a través de la tela; probablemente Izumi debería pensar en detenerlo, ¿Qué imagen le estaba dando a él que provenía del siglo XVI? Probablemente muchas cortesanas se comportarían como ella lo estaba haciendo o puede que con más dignidad, gimiendo bajo su cuerpo y por sus atenciones, encantada por la libertad con la que él se estaba manejando, apasionada y casi posesivamente. Izumi no tenía experiencia previa, nada con que comparar lo que estaba experimentando y no importaba mientras lo sentía presionar todo su peso contra el de ella sobre la cama, con sus labios ásperos y dominantes mordiendo la piel de su escote y ascendiendo para besar los suyos, envolviendo su lengua contra la suya, demostrándole su hambre y haciéndola perder el aliento, reclamándola como suya y dejándola deseosa por más de él.
El semidiós gruñó mientras envolvía sus brazos alrededor de la wiccan acercándola más a él, descendiendo sus labios por la curva de su cuello y enterrando su rostro en el valle entre sus pechos, inhalando su dulce perfume de rosas. No es que el resto del tiempo Itachi no sintiera lo que ahora estaba demostrando por Izumi, todo lo contrario, pero usualmente siempre elegía ser gentil, respetuoso y dulce con ella porque eso era lo que había aprendido de su progenitora, así se debía tratar a una mujer, pero ciertamente la veía como una mujer a la que desear y venerar desde el primer momento en que la había conocido y llevaba mucho tiempo conteniendo esos sentimientos, pero ahora podía permitirse el dejarse llevar y ser apasionado sin temor a ofenderla porque ella sentía lo mismo por él. La respiración quedó atrapada en la garganta de Itachi que si bien admitía el deseo que sentía por la wiccan por primera vez, no deseaba consumarlo de esa forma aunque todo fuera básicamente perfecto, lo que realmente deseaba era tener la oportunidad de demostrarle lo mucho que la amaba y hacerla suya cuando menos con la promesa de convertirla en su esposa pero no antes, no quería degradarla de esa forma y por lo que con la mente más lucida solo aguardó a que ella lo frenara para detenerse definitivamente. Las cosas estaban subiendo demasiado de tono en opinión de Izumi quien podía sentir el miembro del semidiós tenso y presionando entre sus piernas lo que la hizo sonrojar, la halagaba saberse deseada por él pero ese no era el mejor momento para concretar aquello.
—Itachi— llamó ella escuchándolo gruñir en respuesta, —esto se está poniendo un poco incómodo— mencionó sintiendo su corazón latir rápidamente.
—La verdad sí— secundó él apoyando su peso en sus brazos para marcar un deje de distancia entre ambos. —¿Te ofendí?— preguntó preocupado y observando su rostro.
—No, todo lo contrario— negó Izumi con una sonrisa entre nerviosa y avergonzada. —Es bueno saber que sientes lo mismo que yo— era extrañamente fortalecedor saber que tenía tal efecto en él.
—Solo lamento no habértelo dejado claro antes— se disculpó sinceramente Itachi acariciando una de las mejillas de la hermosa mujer a quien veneraba todavía más.
—Mejor tarde que nunca— perdonó la wiccan alzando una de sus manos en respuesta y acariciando los rasgos de su rostro. —No es que tenga miedo del acto en sí, sí que sería mi primera vez, pero solo no quiero ir tan deprisa— explicó queriendo que él lo tuviera presente.
—Puedo esperar el tiempo que haga falta— sosegó el semidiós acercando su rostro al de ella y pegando su frente contra la suya. —Sera dulce la espera, mi diosa— suspiró rememorando sus anteriores elogios en que la había aludido como tal.
Incluso si no fuese así e Izumi hubiera tenido esa intimidad con alguien más, ello no le seria mayormente importante a Itachi quien aún se encontraba recostado encima de ella y con sus piernas a cada lado de su cuerpo, envueltas a sus caderas, y presionando una última vez sus labios con los de ella que acunó su rostro con sus manos mientras ambos profundizaban el beso envolviendo sus lenguas una contra la otra, con un hambre que ahora sabían no podría extinguirse entre ambos…pequeña cena que Izumi había preparado para ambos había sido descartada y olvidada durante su casi acto amatorio, pero ambos no dudaron en consumirla tras recobrar la calma en una escena no muy apta de contemplar por su familia, degustando las piezas de fruta o jugo de los labios del otro en besos que no podían evitar compartir, fundiéndose en besos llenos de hambre y lujuria muy subida de tono pero que ambos supieron controlar viendo en los ojos del otro. Regresando a la realidad y teniendo una normalidad que aparentar, la wiccan y el semidiós se acomodaron lo mejor posible la ropa y el cabello antes de proponerse a abandonar finalmente la habitación, Izumi revisando su teléfono y enterándose por un mensaje—que no había visto, demasiado embelesada en Itachi y él en ella—que su madre no regresaría a casa esa noche ya que se había encontrado con una amiga al salir del trabajo y esta la había invitado a cenar y quedarse a alojar si así lo quería, y su madre no era buena diciendo que no a ese tipo de invitaciones, por lo que ahora Itachi y ella bajaron las escaleras hacia la planta baja.
—¿Tu madre no llegara a cenar?— preguntó Itachi al llegar al final de la escalera y aunque ella no le hubiera dicho nada.
—No, dijo que se quedaría en casa de una amiga, la verdad necesitaba desestresarse— suspiró Izumi prefiriendo no emitir una opinión al respecto. —Inabi debe estar viendo la televisión y mi abuelo bajara en unos minutos— meditó en voz pues no había recibido respuesta al llamar a la habitación de su hermano y su abuelo siempre despertada de su siesta a esa hora.
—¿Quieres que te ayude a cocinar?— consultó el semidiós queriendo asistirla en todo lo que le fuera posible.
—No, puedo sola y será algo sencillo— negó la wiccan al cruzar el umbral de la cocina. —Pon la mesa mientras tanto— delegó siendo algo en lo que si necesitaría ayuda.
No es como si Izumi se considerase a sí misma una gran cocinera ni nada, de hecho consideraba conocer las recetas suficientes para sobrevivir y no morir de hambre, por ello normalmente le legaba el cocinar a su madre para evitarse dolores de cabeza y no es que quisiera impresionar a Itachi por alguna costumbre machista del siglo XVI—de hecho en sus viajes todos cocinaban, no solo las mujeres—sino que quería encargarse de ello por el buen humor que tenía y del que él era responsable. Arqueando una ceja ante la tarea que Izumi le había legado y viéndola abrir el refrigerador para tomar dos tomates del cajón de las verduras, el semidiós no pudo evitar envolverla en un abrazo por la espalda, escuchándola reír mientras le besaba el costado del cuello, esa acción sintiéndose tan natural y perfecta porque estaban solos y sin terceros que entorpecieran sus interacciones, separándose a regañadientes y el semidiós besándola en la mejilla antes de aproximarse a una de las gavetas de donde tomó los platos, intercambiando una mirada con ella en el umbral de la cocina antes de dirigirse a la sala. Fue un tira y afloja muy divertido y asombrosamente cotidiano mientras Itachi preparaba la mesa, yendo y viniendo entre la sala y la cocina en busca de los cubiertos, robándole uno que otro beso a Izumi que intentó no distraerse mientras rompía los huevos y los añadía a los tomates ya picados, viendo por el rabillo del ojo al semidiós llevar la canasta de pan y servilletas a la mesa haciéndola esbozar una nueva sonrisa, el propio Itachi intentó disimular su sonrisa mientras terminaba de poner la mesa.
—Itachi— llamó una infantil y conocida voz haciendo que el semidiós a alzar la vista.
—Hola, Inabi— saludó el semidiós al hermano de wiccan antes de reparar en su semblante. —¿Qué pasa?— preguntó dejando la canasta de pan sobre la mesa y arrodillándose a la altura del chico que se veía angustiado.
—Quería pedir tu ayuda con algo— inició el niño encontrando su mirada con la del semidiós quien lo alentó a hablar. —Hay una chica de mi secundaria que me gusta y quisiera decirle lo que siento. Como tu sales con mi hermana, supongo que podrías decirme que hacer— se expresó sin notar el deje de vergüenza que cruzó el rostro del semidiós al decir eso último.
—Pues no tengo mucha experiencia en el tema, pero creo que algo puedo hacer— suspiró Itachi mentalizándose en ser serio y ayudar al chico. —Háblame de ella— pidió en caso de que él estuviera demasiado confundido y no enamorado.
—Su nombre es Ume, tiene doce años y es muy linda— resumió Inabi con una inevitable sonrisa al pensar en ella. —Tiene ojos miel y cabello rubio, su color favorito es el lila y adora los gatos— era la chica más linda que había visto y evidentemente estaba embelesado, pero eso no le impidió notar a su hermana de pie en el umbral de la cocina. —Hermana, ¿Escuchaste todo?— preguntó sorprendido y haciendo que el semidiós también volviera la mirada por sobre su hombro con una sonrisa ladina.
—¿Tú qué crees?— contestó Izumi arqueando una ceja e internándose en la sala tras haber apagado la estufa. —Ume Hideyoshi es dos años mayor que tú, casanova— recordó conociendo a esa bella chica pero aun viendo a su hermanito como un niño.
—Es muy linda y nos llevamos bien— defendió Inabi con una inocente sonrisa, logrando convencer a su hermana. —Por favor, quiero que me ayuden, no sé qué hacer en una situación así, y no sé qué piensa o siente por mí— pidió intercalando su mirada entre su hermana y el semidiós, solo pudiendo pedírselos a ellos.
En la aun infantil e inocente mente de Inabi todo era demasiado complicado, no porque no tuviera claro lo que sentía sino todo lo contrario, lo tenía demasiado claro y sentía no poder callarlo más, ¿Pero Ume sentiría lo mismo? Ella era dos años mayor, seguramente muchos chicos de su salón también intentarían llamar su atención y encima de todo Inabi tenía sobre si el precedente del gran amor de sus padres y la presente relación de Izumi e Itachi a quienes por cierto estaba recurriendo en busca de ayuda, viendo como el fin del mundo si ellos no podían ayudarlo a hacer de sus sentimientos por Ume una realidad, de ser posible. Aunque provenía de una época en que el matrimonio juvenil era visto como algo perfectamente aceptable—la edad mínima era de doce años aunque en casos extremos—, Itachi no podía evitar sentir que Inabi era demasiado precipitado o precoz, era muy bueno que estuviera encontrando el amor siendo tan joven pero no creía bueno que se involucrara en una relación a su edad, mas no era quien para decir lo contrario y por lo que únicamente volvió la mirada hacia Izumi quien hizo lo mismo en respuesta, esbozando una sonrisa llena de ternura pero que él sabía no tenía que ver con su persona o relación sino con su hermano en quien enfocó toda su atención, inclinándose para besarle la frente y susurrarle un "luego" antes de dirigir sus pasos hacia la cocina para traer la cena a la mesa, y por lo que tanto el pequeño Uchiwa como el semidiós no dudaron en tomar asiento unos momentos antes de que señor Fudo bajara las escaleras.
Izumi estaba feliz de poder ayudar a su hermanito.
Estos días separada de lord Sasuke habían probado ser una inmensa tortura para Sakura, luego de haberlo perdido todo siendo un niña ahora sentía que recuperaba algo de estabilidad, se sentía infinitamente segura al lado del que debía ser el individuo más poderoso sobre la faz de la Tierra, un dios en toda regla y que era tan tierno como severo inspirando su veneración, mas afortunadamente no estaba sola ni debía permanecer en silencio pues eso era lo peor en su mente inocente. Estaba acompañada de Aoda que era el mejor amigo que podría haber perdido, recostado sobre la hierba alta a su lado y permitiéndole recostarse sobre parte de su lomó mientras movía los trozos de leña de la fogata ahora que él sol se había desvanecido y caía la noche. La joven pelirosa portaba un bello vestido de seda aguamarina de escote corazón decorado por encaje en el contorno, falda ribeteada en encaje y encima una chaqueta superior de gasa traslucida con bordados florales, de mangas holgadas que se ceñían en las muñecas, de escote en V que se cerraba bajo el busto y con falda abierta bajo el vientre, con sus largos rizos rosados cayendo sobre sus hombros y tras su espalda, adornados por una diadema de hilos de oro decorada por diamantes que brillaban contra la luz de la fogata, envuelta en una manta de terciopelo y oro para protegerse el frio clima. Aoda era una gran compañía, él había encendido la fogata al soplar fuego sobre las ramas que ella había preparado y siempre la escuchaba atentamente, pero la Haruno no podía dejar de extrañar al poderoso dios perro.
—Ay, Aoda, lord Sasuke y el señor Suigetsu ya se tardaron demasiado, los extraño— suspiró Sakura apesadumbrada, pero estar al pendiente de Aoda le permitió percibir el movimiento de sus orejas ante el ruido y volver la mirada en su dirección para ver a dos figuras emerger de entre las penumbras, a lo lejos. —¡Lord Sasuke!— chilló de la emoción, levantándose de su lugar, descartando su manta y corriendo a su encuentro.
—Sakura, no te muevas— detuvo Sasuke con voz firme y advirtiendo la presencia de alguien más.
No es como si algún peligro en el mundo pudiera compararse con sus poderes, era un dios después de todo, pero Sasuke sonrió ladinamente y agradeció en el momento en que Sakura literalmente se congeló en su lugar en medio de su veloz carrera hacia él y Suigetsu, el Uchiha, pasando junto a ella a gran velocidad antes de cortar el aire con un solo movimiento de su mano y arrancando en el proceso varios árboles rebelando la silueta de alguien que se había apersonado sorpresivamente en lo que él consideraba su territorio y amenazando a su protegida. Se trataba de un hombre que debía aparentar un par de años más que Sasuke, de vistoso y rebelde cabello naranja peinado por un cintillo de tela que cubría su frente y envolvía su cabeza, de ojos lilas con iris en forma de onda lo que resultaba muy llamativo, vistiendo un elegante traje blanco que formaba un largo faldón hasta los tobillos con dobladillo dorado como su camisa, de cuello alto y mangas ceñidas, encima una corta capa blanca hasta la mitad del pecho, de cuello alto y a juego con unos guantes con tono verdoso como sus botines, y sobre su pecho reposaba un collar de oro del que pendía un orbe lila como sus ojos. Suigetsu observó todo desde su lugar, deteniéndose junto a Sakura a quien tenía la labor de proteger con su vida de ser preciso, reconociendo al hombre como el herrero Pein quien había recibido la solicitud de lord Sasuke de forjarle una espada empleando el colmillo del dios dragón, pero el leal Primer Ministro del Lord del Oeste estaba sorprendido con la velocidad y eficiencia del herrero.
—Perdone mi apresurada aparición, señor, pero debía encontrarlo— se excusó Pein descolgando una funda de su hombro derecho. —Le presento la espada Savas, creada con el colmillo del dios dragón— ofreció reverenciando al Lord de las Tierras del Oeste.
—Excelente trabajo, bien hecho— felicitó Sasuke tomando la espada de manos del herrero y desenfundándola para apreciar mejor el excelente filo de la misma. —Suigetsu— nombró ante lo que el Hozuki se alejó brevemente de Sakura para entregar una generosa bolsa de oro en manos del herrero.
—Gracias, señor— reverenció el pelinaranja inclinando la cabeza ante el lord del Oeste. —Pero, con su permiso, quisiera hacerle una observación— inició viendo al Uchiha asentir permitiéndole hablar. —Sondeé su energía en nuestro primer encuentro y puedo asegurarle que si sigue por este camino, sus fuerzas serán tales que superaran a su padre lord Fugaku, porque ya supera al dios dragón— auguró admirando sobradamente las habilidades del gran dios perro. —Un día sus propios colmillos serán dignos de convertirse en la espada más fuerte del mundo, téngalo en cuenta— y él se sentiría honrado de poder forjar tan gloriosa espada.
—Lo tendré, y volveré a recurrir a tus servicios— aseguró el Uchiha observando con su característica superioridad al herrero. —Pein— despidió agradecido con sus servicios.
—Gracias, lord Sasuke, con su permiso— correspondió el herrero inclinando su cabeza ante el lord de las Tierras del Oeste.
Pein era un herrero calificado como pocos, aprendiz de Jiraiya precisamente y motivo por el que Sasuke lo había elegido para dar forma y surgimiento a la espada que tanto necesitaba, pero había sido desterrado por su antiguo mentor por ser bastante menos prudente, ortodoxo y por su desprecio hacia los seres humanos, motivo por el que Sasuke se había adelantado para proteger a Sakura, aunque el herrero no la veía como una amenaza o alguien que mereciera morir, especialmente si el lord del Oeste la tenía bajo su protección. Lejos de resultar desafiante para él, un dios que estaba por encima de la mayoría de los seres sobre la Tierra y que buscaba la suprema conquista del mundo—sembrando su influencia pero permaneciendo en su propia esfera de influencia—a través de su poder, Sasuke se encontró sonriendo ladinamente mientras Pein se desvanecía en un ligero remolino…así que con un poco de tiempo y mayor adquisición de poder por su parte podría superar a su padre que era el motivo por el cual vivía desde su fallecimiento hace poco más de medio siglo; bien, eso era justo lo que él quería oír. No dejando de ser consciente de la realidad por su línea de pensamientos y ambiciones de obtener más poder por sí mismo, Sasuke finalmente volvió la mirada hacia Sakura por sobre su hombro, disimulando lo mejor posible la sonrisa ladina que trató de adueñarse de sus labios al ver a la pelirosa literalmente congelada en su lugar tal y como él le había ordenado que permaneciera, de pie junto a Suigetsu quien observaba todo entre juicioso, crítico e indiferente.
—Sakura, ya puedes moverte— consintió Sasuke ahora que el peligro había pasado.
—¡Sí!— la Haruno chilló de emoción, estirándose apenas le fue posible y de tal manera que se arrojó al suelo cubierto de hierva alta y por el que rodó entre risas.
—Estás bien loquita— observó Suigetsu no sabiendo si reír o si reprocharla.
Puede que fuera una locura y algo más propio de una niña pequeña el rodar de ese modo por el suelo, pero Sakura no se arrepintió de ello entre risas y presa de una inmensa alegría por el regreso de su señor y de Suigetsu, escuchando a Aoda relinchar mientras la observaba y sin protestar ante sus acciones sino que consintiéndolas. Por supuesto que Suigetsu no iba a admitir el hecho de que—al igual que su señor y amigo, quien tampoco lo admitiría seguramente—había extrañado a Sakura, puede que fuera la protegida de lord Sasuke pero el Hozuki aún no estaba del todo seguro de si podía confiar en ella, sí que la joven parecía tener buenas intenciones, ¿Pero cuánto duraría eso? Los humanos eran una raza incierta, mas Suigetsu debía admitir que la compañía de la joven tan alegre y efusiva resultaba amena y contagiosa, mas no lo demostró cruzando ambas manos por sobre su vientre y al interior de sus mangas mientras la observaba, negando en silencio para sí. Manteniendo la sonrisa ladina de satisfacción en su rostro mientras veía a Sakura rodar por el suelo entre risas, Sasuke no tardó en regresar su atención a Savas, su nueva espada que examinó su nueva espada con profunda satisfacción, sonriendo ladinamente mientras sostenía firmemente la empuñadura y contemplaba el reflejo de la luz en el filo, con la funda bajo su restante brazo izquierdo; si, con una arma como esa podría ser un conquistador aun mayor de lo que ya había sido y en su mente no existía límite alguno, solo un único camino a seguir, ese era el poder y todo lo que hubiera delante…
Tras la cena familiar en que todos hablaron de lo que habían hecho en su día, como siempre—Itachi e Izumi omitiendo toda posible insinuación sobre el intimo momento ocurrido entre ambos en la habitación de la wiccan—, la familia Uchiwa y el semidiós vieron televisión por un rato en la sala y una vez que el abuelo Fudo se retiró a su habitación alegando sentir sueño, Izumi pudo hablar con Inabi y aconsejarlo sobre lo que ella creía que sería una bella declaración romántica, instruyéndolo de que al día siguiente comprara a Ume sus flores predilectas, la invitara al parque o un lugar privado y finalmente le dijera lo que sentía. Todo era o más bien parecía fácil en su mayoría, y confiando en que su hermano menor conseguiría su propósito, Izumi dedico este nuevo día—sábado—a prepararse para regresar al siglo XVI junto a Itachi quien no la dejaba sola un momento, ambos recorriendo el supermercado y recolectando todo lo que ella había escrito en su lista de mano y que se encontró repasando en voz alta tras cada nuevo producto que agregaban al carro en su camino. Con el clima variando entre cálido y frio, la wiccan portaba un vestido morado oscuro de escote corazón calzado a su esbelta figura, sin mangas sino que delgados tirantes bajo una chaqueta marfil de mangas subidas hasta los codos y que permanecía abierta, con larga falda hasta los tobillos y debajo una ballerinas beige muy pálido, casi blancas, con sus largos rizos castaños cayendo sobres su hombros y tras su espalda, pero ello no minimizo unos pendientes de plata en forma de lagrima que brillaban entre sus rizos.
—¿Carne?— nombró Izumi en voz alta para asegurarse de no olvidar nada.
—Aquí esta— confirmó Itachi removiendo las distintas piezas dentro del carro.
—¿Agua embotellada?— preguntó la wiccan tachando de su lista lo que ya llevaban.
—Tres botellas— volvió a confirmar el semidiós señalando las tres botellas que se alzaban al interior del carro.
—¿Mariscos?— indagó ella con una sonrisa de culpa pues sentía depender de ello.
—Tres latas; salmón, almejas y atún— enumeró él sonriendo ladinamente y sin culparla.
—Perfecto, sigamos— alentó Izumi con ánimo renovado. —Ensaladas, sopas instantáneas; cereales, arroz y pasta— nombró mientras repisa a repisa agregaba dichos alimentos al carro que Itachi movía.
Familiarizándose con todo lo que encontraba a su paso y que iba desde olores nunca antes percibidos o no de esa forma—mezclados con elementos que nunca hubiera esperado y que por su olfato se le tornaban por demás apetitosos—a nombres familiares o desconocidos para en el siglo XVI, Itachi siguió diligentemente a Izumi por los pasillos del supermercado y aunque ella no lo pidió, el semidiós decidió cargar con las bolsas de compras mientras ella pagaba, sintiendo que era lo mínimo que podía hacer y porque no le era pesado en lo absoluto. Aparentando formar parte del siglo XXI como la propia Izumi hacía en su tiempo al adaptarse al siglo XVI, Itachi vestía una camiseta negra de cuello redondo y mangas por sobre los codos bajo un ligero suéter naranja rojizo de cuello en V abotonado hasta la altura del abdomen y de mangas subidas por encima de los codos, jeans negros y botines de igual color. Sin poder dejar de pensar en lo ocurrido entre Izumi y él el día anterior, Itachi se encontró contemplando a la hermosa wiccan a través de una nueva mirada y una luz diferente, las cosas no se sentían tensas entre ellos sino que aún más cómodas de ser posible…pero nada de ello impidió que el semidiós notase, mientras circulaban amenamente por las calles en su camino a su hogar—cruzando una plaza y con la sombra de la copa de los arboles haciendo más fresco y ameno su trayecto—, que si bien Izumi estaba feliz también se encontraba pensando en algo, su mente estaba ocupada y él podía verlo fácilmente, esperando que no fuese por algo malo.
—¿En qué piensas?— preguntó el semidiós directamente, preocupado por ella.
—En lo cotidiano que es todo esto; tú y yo caminando por las calles, haciendo las compras— contestó la wiccan volviendo el rostro hacia él con una sonrisa. —Sin un solo problema a la vista— ojala todo siempre fuera así.
—Sí, es perfecto— asintió Itachi sintiendo una calma como ninguna otra junto a ella.
—Pero aún hay problemas— suspiró Izumi no pudiendo desligarse de esa realidad.
—Los seguirá habiendo por un tiempo— obvió él acercándose a la wiccan para marcar presencia y hacerla sentir segura. —Más confió en que todo terminara bien al final de todo— todo sería mucho peor si no intentaran aferrarse a ello.
—¿Y qué sucederá entonces?— interrogó ella pues no habían hablado de eso hasta hoy.
—Se me ocurren un par de cosas— el semidiós no pudo evitar sonreír ladinamente al afirmarlo, pues el tiempo estaba haciendo que todo entre ellos fuera aún mejor.
Nunca podría remediar lo ocurrido con anterioridad, lo mal que había hecho sentir a Izumi y como seguramente había oprimido su corazón por haberse encontrado a solas con Toka, ni siquiera porque fueran particularmente íntimos el uno al otro sino por provocarle inseguridad, pero si podía dedicarse a ella cada vez que estaban juntos, porque ella era única para él y absolutamente irremplazable. Lejos de sentirse avergonzada ante el tono en la voz de Itachi quien se mostraba más cómodo y seguro con ella en el último tiempo, Izumi arqueó una ceja en respuesta mientras detenía su andar haciendo que él hiciera lo mismo, aprovechando el hecho de que él cargaba—voluntariamente—con las bolsas de compras para apoyar una de sus manos en su pecho y lo atrajo hacia si con la otra tras su nuca, presionando sus labios con los suyos en un beso que si bien lo sorprendió—pues le tomó un par de segundos en corresponder—no dudo en mover sus labios contra las de ella en respuesta, deseando atraerla hacia si al envolver sus brazos alrededor de su cintura pero no pudiendo hacerlo al tener las manos ocupadas, mas disfrutó de este contacto y por un momento se olvidó de que estaban en la calle y que cualquiera podría verlos, ni siquiera le importo, pero sí que la voz de la cordura y seriedad en su mente deseó formular mil y un preguntas; Izumi pertenecía al siglo XXI donde todo era más laxo y flexible, ¿Realmente tenía una posibilidad de tener una relación seria con ella? Porque en verdad deseaba poder conquistar su corazón, pero respetaría sus tiempos y límites.
—Izumi…— el semidiós rompió el beso, pegando su frente a la de la hermosa wiccan.
—No te incomodes tanto, aquí todo el mundo actúa así— sosegó ella en caso de que tuviera temor de ser intimo en presencia de otras personas.
—No es eso— negó él con una ligera sonrisa. —Si en algún momento alguien te planteara tener una relación seria, ¿Qué dirías?— mencionó no pudiendo ser más sutil y anhelando una respuesta para saber qué hacer si ella decía sí.
—Que me cuesta imaginarme casada, por lo que el cortejo debería ser largo, y que me guste o no mi corazón tiene dueño— contestó la wiccan con absoluta sinceridad, viendo un deje de duda en la mirada del semidiós. —Claro que tú, tontuelo— aclaró de inmediato, viendo la expresión de Itachi convertirse en una sonrisa.
Ni siquiera pensaba que haría cuando volvieran el siglo XVI y si volvía a encontrarse con Shisui quien sabia estaba interesada en ella…pero no le importaba, ya pensaría en ello después, todo en lo que quería pensar ahora era en Itachi y lo feliz que era con él, acercando su rostro al de él en busca de un nuevo beso pero siendo sorprendida por un efusivo abrazo por parte del semidiós que pese a cargar con las bolsas de compras en ambas manos no dudo en envolver sus brazos alrededor de la cintura de ella y elevándola del suelo haciendo reír a Izumi que apenas y tuvo tiempo suficiente para abrazarse a su cuello por inercia, mas sabiendo que él no iba a soltarla. Girando con Izumi entre sus brazos y disfrutando de su risa, viéndola demasiado seria todo el tiempo y solo deseando poder contemplar su sonrisa y escuchar su risa, Itachi sonrió ladinamente pegando su frente a la de ella que se abrazó a su cuello en respuesta y sonriendo muy cerca de su rostro, con su cabello oscilando ante el movimiento pero también ante la ligera brisa permitiéndole sentir e inspirar profundamente su dulce perfume, y percibir igualmente como sus ojos brillaban aún más ante la luz, toda ella era lo más hermoso que había visto en su vida y adoraba estas circunstancias en que podía verlo más que nunca. Dejando lenta y cuidadosamente a Izumi en el suelo pero sin soltar su agarre alrededor de su estrecha cintura que acercó más hacia sí, Itachi leyó sus pensamientos y reclamó sus labios sintiéndola corresponder de inmediato.
Ojala todo siempre pudiera ser tan perfecto.
Como haría toda adolescente responsable, esa mañana y luego de que su madre regresara a casa Izumi le había dado un reporte de todo lo acontecido el día anterior, lo que incluía los sentimientos que su hermanito tenia por Ume Hideyoshi y que inequívocamente había emocionado a su madre así como a su abuelo que se enteró a la par que ella, aunque eso no quería decir que Izumi no pudiera tener secretos sino todo lo contrario ya que compartiendo una discreta pero intensa mirada con Itachi censuró completamente su tiempo juntos, queriendo que este fuera suyo en tanto fuese posible y el semidiós debía admitir que sentía lo mismo pese a que interiormente se reprochara por hacer algo a espaldas de la familia de la mujer que amaba y por lo que se esforzó por no delatar sus pensamientos cuando Izumi y él cerraron la puerta principal a su espalda, dirigiendo sus pasos a la cocina donde la señora Hazuki estaba preparándose una taza de té de naranja. Tanto la wiccan como el semidiós dejaron las bolsas con las compras sobre la encimera de la cocina, ya que Izumi había insistido en no poder dejar que Itachi cargara con todos, encargándose ella de cuando menos una para equilibrar las cosas, aunque ello no supusiera un problema para el semidiós que siguiéndola no tardo en abrir las bolsas y empezar a desempacar en silencio mientras Izumi abría la puerta del refrigerador para guardar las cosas, el semidiós inclinando respetuosamente la mirada ante la señora Hazuki quien observó sorprendida la gran cantidad de compras antes de recordar que Itachi y su hija no viajaban solos.
—Esto parece suficiente para un ejército, confió en que alcanzara para ustedes y sus amigos por largo tiempo— celebró la matriarca Uchiwa con una entusiasta sonrisa.
—Eso esperamos— asintió Izumi con su atención dividida en guardar las compras en el refrigerador y en la declaración romántica de su hermanito.
—¿Pasa algo, hija? Te notó preocupada— inquirió Hazuki pudiendo ver que algo rondaba por su mente.
—Pensaba en mi hermano, siempre lo veré como mi pequeño hermanito pero ahora se enamoró de una chica— contestó la wiccan pudiendo sincerarse al estar con su madre y con Itachi. —Me asombra ver cómo crece, y temó perdérmelo; o me concentró en mis estudios o viajo al siglo XVI, así nunca tendré tiempo para él— no era culpa de terceros sino suya por no poder dedicarle tiempo a su familia.
—Pero eso no es algo que puedas controlar, Izumi, ni aunque le respirases en la nuca— intentó consolar el semidiós observándola intensa y serenamente.
—Itachi tiene razón, es maravilloso que estés aquí ahora para verlo y ayudarlo, piensa en ello— respaldó la matriarca Uchiwa tendiéndole una de las botellas de agua a su hija antes de escuchar el tono de llamada de su teléfono. —Ya vuelvo— se excusó, necesitando contestar en caso de que fuera importante.
—Tu madre habla con cordura; estás aquí, eso es lo que importa— volvió a enfatizar Itachi cargando sin esfuerzo las dos otras botellas de agua y que guardó en el refrigerador.
—Ojala que todo salga bien— asintió Izumi aferrándose a intentar creer en ello un instante antes de oír que la puerta principal se abría.
—Parece por fin llegó— confirmó el semidiós pudiendo reconocer el aroma del chico.
Ni siquiera hizo falta que Itachi lo dijera para que—sujetándose la falda del vestido para no tropezar de las ansias o nervios—Izumi casi corriera hacia la sala rogando interiormente encontrar a su hermano menor con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro, seguida muy de cerca por Itachi que estaba tan involucrado en esto como ella…pero el escenario que ambos encontraron de pie ante la puerta principal que acababa de cerrarse con un ligero chirrido fue un panorama muy distinto, no el de la alegría y el triunfo sino el de la aparente decepción en el rostro de Inabi quien sostenía un ramo de jazmines A lo largo de los años Izumi había visto muchas emociones cruzar los ojos de su hermano y siempre había intentado que estas pasaran de negativas a apositivas, no quería que Inabi experimentara ninguno de los grandes dolores o tristezas con las que ella había crecido por la ausencia de su padre o por tener que asumir muchas responsabilidades siendo tan joven, pero en ese momento se sintió impotente mientras acercaba sus pasos hasta situarse frente a su hermano mayor y arrodillándose estar a su altura, angustiada. Puede que fuera un dicho machista del siglo XVI pero Itachi se vio tentado a decirle a Inabi que las mujeres abundaban, que no se decepcionara por haber sido rechazado por esta chica llamada Ume y que la indicada llegaría…pero ni el mismo se creía ese dicho, puede que en su caso su primera decepción intentando encontrar el amor con Toka en el pasado hubiera desembocado en conocer y amar a Izumi, eso no sucedía en el caso del resto del mundo.
—Inabi, ¿Qué paso?— preguntó la wiccan viendo a su hermano permanecer cabizbajo. —¿Ella te rechazo?— inquirió conteniendo el aliento en el proceso.
—No, no es eso— negó el pequeño Uchiha sin atreverse a alzar la mirada. —No pude decirle lo que sentía, la tuve frente a mí y no pude decir una sola palabra— confesó en un suspiro afligido. —Nunca me casare— declaró apesadumbrado.
—Ay, hermanito— empatizó Izumi atrayéndolo en un afectuoso abrazo.
—Aun no te da una respuesta, ¿Por qué te deprimes?— cuestionó Itachi comprendiendo que seguirle la corriente no serviría de nada.
—Porque es como si me hubiera dicho un no; no soy fuerte, soy débil y no tengo el valor para decir las cosas— contestó Inabi separándose de su hermana y volviendo la mirada hacia Itachi que lo observó de brazos cruzados.
—Pues no veo que hagas algo para cambiarlo, ¿o sí?— desestimó el semidiós manteniendo una expresión indiferente. —Ven conmigo— ordenó sujetándolo de la parte trasera de la sudadera como un gato y abriendo la puerta.
—Itachi…— llamó la wiccan nerviosa al no saber lo que iba a hacer.
—Confía en mí— sosegó él encontrando su mirada con la suya y viéndola asentir. —Escúchame, no te dejare entrar en la casa a menos que te le hayas declarado a esa niña— impuso a Inabi dejándolo fuera de la casa e imponiéndose en la entrada para impedirle intentar pasar.
—Pero es mi casa— intentó protestar el chico entre sorprendido y asustado por la amenaza.
—Oblígame— instó Itachi inamovible en su postura y sosteniéndole la mirada. —Dijiste que esa niña te gustaba, ¿no?, ¿Qué paso?— inquirió logrando por fin que el chico reaccionara por la mirada que vio en sus ojos. —Dile lo que sientes o la perderás, y entonces sí que no habrá nada que hacer— si realmente sentía algo por ella, debía hacer algo al respecto.
—Lo voy a intentar otra vez— asintió Inabi, mentalizándose a ser valiente ante sus palabras.
—Mucha suerte— deseó Izumi en voz alta, viendo sonreír ligeramente a su hermanito y que no tardó en salir corriendo para cumplir con su cometido. —Itachi, hay que seguirlo, no puedo perderme esto— pidió con vehemencia al semidiós, volviéndose y abrazándolo de costado.
Inicialmente había albergado sus dudas porque Itachi fuera tan severo con Inabi, era solo un niño de diez años después de todo pero a medida que todo se desarrollaba y entendía el sentido de las palabras del semidiós, Izumi entendió que lo peor que podía hacerle a su hermano era darle por su lado cuando lo que debería hacer seria alentarlo a superarse y, e ir más allá de sus límites, debía alentarlo a ser valiente pero no podía verlo desde su posición de hermana, mas Itachi si desde el exterior y al ser ajeno a su familia. Pero eso no era suficiente para ella, no le bastaba con saber que su hermanito menor tenia ánimos renovados para intentar declarar sus sentimientos a Ume, había tanto que se perdía por estudiar o viajar al siglo XVI que sin siquiera considerarlo le pidió Itachi que siguieran a Inabi para ser testigos de lo que iba a ocurrir, algo que al semidiós le resultó inicialmente invasivo pues nadie debería contemplar algo tan íntimo y privado…pero tras considerarlo mentalmente mientras contemplaba los orbes ónix de ella, Itachi tuvo que aceptar que así como sus amigos los espiaban a Izumi y él cuando estaban solos, esto era solo una muestra de preocupación y por lo que el semidiós cerró la puerta tras la espalda de ambos, sosteniendo firmemente una de las manos de ella entre las suyas y siguiendo el rastro que había dejado el aroma de Inabi para saber a dónde se dirigiría, conduciéndose con andar lento y sosteniendo la mano de Izumi a quien sentía temblar de emoción y que lo hizo sonreír ladinamente. No había esperado formar parte de esto, pero tampoco es que no tuviera curiosidad…
No es como si Ume viviera particularmente lejos de Inabi sino que todo lo contrario, a unas dos o tres calles de distancia y que el cruzó nuevamente flores en mano, en su primer encuentro de ese día se había encontrado a Ume por la calle y había intentado declarársele sin éxito, pero ahora el Uchiwa le pidió a ella que lo siguiera internándose en la costa para poder estar lejos de todo y sin sospechar en ningún momento que entre los arbustos y rocas cercanos se ocultaban o camuflaban su hermana e Itachi para ser testigos de tan ansiada declaración romántica y que esperaban fuera exitosa, cobijándose en el ruido del oleaje para no ser detectados al caminar. Inabi trató de no ponerse nervioso mientras caminaba uno o dos pasos por delante de Ume quien lo seguía en silencio y volviendo de vez en vez la mirada ante las olas que desembocaban contra las rocas y arena de la costa, feliz de que el Uchiwa la hubiera traído a este lugar pero sin tener claro del todo porque, habiendo advertido desde el primer momento el ramo de jazmines que Inabi sostenía en su mano derecha pero no queriendo afirmar si eran para ella. Sosteniendo firmemente en su mano derecha el ramo de flores que había comprado con una parte de sus ahorros pensando en Ume, Inabi lentamente detuvo su andar mientras articulaba las palabras en su mente intentando tener claro que debía decir, se lamentó interiormente por no haberlas ensayado cuando menos en su habitación ese mismo día, pero ya estaba ahí y no podía echarse atrás o sus sentimientos—junto con los consejos de Itachi y su hermana—se desperdiciarían.
—Inabi, ¿Por qué volviste a pedirme que nos viéramos?— preguntó la Hideyoshi deteniendo sus pasos en respuesta a él.
—Ume, quiero decirte algo muy importante— contestó el Uchiwa volteando a verla lentamente y esforzándose por no titubear.
—Te escucho— asintió ella permitiéndole decir lo que sea que sintiese importante.
—Esta mañana quería decírtelo, pero me acobarde— inició Inabi lamentando no haber tenido la fuerza suficiente entonces y esperando tenerlo ahora. —Me sentía inseguro y temía decirte esto por temor a que me rechazaras, pero ahora entiendo que sería peor si no te lo dijera— probablemente se estaba extendiendo pero necesitaba decirlo. —Me gustas mucho Ume— confesó por fin, conteniendo el aliento antes de formular la pregunta decisiva. —¿Serias mi novia, por favor?— preguntó casi con un hilo de voz.
—Claro, tú también me gustas, Inabi— sonrió Ume nada más escucharlo, considerándolo el chico más tierno y dulce que había conocido. —¿Puedo darte un beso?— preguntó con el corazón latiéndole vertiginosamente dentro del pecho.
Pese a que Ume fuera dos años mayor que Inabi, eso apenas y se notaba fuera del hecho de ciertos centímetros de altura que los separaban, además Ume estaba acostumbrada a que los chicos de su edad fueran unos tontos que pensaban en arriesgarse y correr peligros sin mirar atrás, mientras que desde que lo conocía y si bien era un soñador, Inabi también era muy serio, maduro y valiente, no dudaba en arrojarse y proteger a quienes sentía estuvieran padeciendo injusticias y ello necesitaba mucho valor, lo que ella apreciaba enormemente, además era muy lindo con lo tierno que era y por lo que rechazarlo no fue ni por un momento una opción. Boquiabierto ante la propuesta de Ume y que superaba todo panorama que hubiera previsto, Inabi tragó saliva sonoramente antes de cerrar los ojos y fruncir los labios, sin saber que hacer antes de sentir brevemente los labios de ella sobre los suyos y que se alejó de golpe chillando de emoción como la niña que era, en contrapunto con el Uchiwa que sintió auténticas mariposas en el estómago, extendiendo su mano derecha en que sostenía el ramo de jazmines y que ofreció a la Hideyoshi que lo recibió encantada, abrazándolo contra su pecho mientras sonreía. Pese a lo nervioso que estaba pero sintiéndose en cierto modo más aletargado o tranquilo luego de este primer beso que lo había aturdido y relajado bastante, Inabi se acercó a Ume eliminando los pasos que los separaban, envolviéndola en un abrazo al que la Hideyoshi no dudo en corresponder, sonriendo emocionada a más no poder.
Eran novios.
Ocultos a varios metros de distancia para pasar desapercibidos y no incomodar en la declaración de amor de Inabi de la cual habían sido testigos, Itachi e Izumi disimularon discretas sonrisas por su parte mientras observaban el tierno abrazo de los dos infantes, de rodillas sobre el suelo y observando el tierno escenario entre las ramas, a una distancia prudente para poder ver y escuchar todo pero no incomodar ni sacar a relucir su presencia. Desestimando completamente la brisa de la tarde combinada con el frio del otoño que se sentía con más fuerza ante el paso de los días, Izumi suspiró soñadoramente y sin poder evitarlo ante lo que acababa de contemplar, inmensamente feliz por su hermanito y por lo que había logrado con esfuerzo y determinación, algo admirable en alguien de su edad, ¿En qué momento Inabi había cambiado o crecido tanto más bien? Verdaderamente estaba dejando de ser un niño y se estaba convirtiendo en hombre, lo que la enorgullecía profundamente. Por su parte Itachi no pensaba muy diferente, había conocido a Inabi el tiempo suficiente para entender o tener claro que el chico era muy valiente, puede que algo inseguro lo que había dificultado inicialmente su declaración romántica pero ello era parte de la naturaleza humana, él mismo tenía ese defecto al ser en parte humano y era precisamente su corazón humano el que latía vertiginosamente dentro de su pecho por solo enfocar sus pensamientos en la sublime belleza de rizos castaños que se encontraba a su lado y que le resultaba lo más fascinante que podía existir.
—Y pensar él casi tiene once años y ella doce— consideró Izumi en voz alta y sin poder evitar emocionarse.
—Izumi, para el amor no hay edad— contestó Itachi por inercia y sin mediar en las palabras que salían de su boca.
No lo decía de dientes para afuera sino porque en este punto de su vida—con veinte años y luego de haber estado sellado cincuenta—y perteneciendo al siglo XVI, estaba completamente enamorado de la mujer más hermosa del siglo XVI, y se encontraba enamorándose aún más cada vez que contemplaba el rostro de Izumi quien volvió la mirada en su dirección con un brillo en la mirada que la hizo aún más hermosa a ojos del semidiós que embelesado como estaba alzó una de sus manos para apartar uno de los largos rizos de ella y lo acomodó detrás de su oreja para despejar su rostro, viéndola cerrar los ojos ante el contacto de su mano contra su mejilla. La mayor parte del tiempo Izumi no se quedaba prendada observando lo guapo que era Itachi pero en momentos como ese no pudo contenerse y prestó suma atención a la intensidad de sus ojos, la forma de sus labios y deseo besarlo de todo corazón; teniendo toda la práctica de varios besos previos no dudo en acercar su rostro al suyo tomando la iniciativa y presionando sus labios, puede que anteriormente se hubiera dejado besar por Shisui y lo hubiera disfrutado, incluso que se había dejado cortejar por Keith brevemente, pero desde hace ya tiempo tenía claro que Itachi era su primer amor, no podía sentir por ni con nadie más lo que sentía con y por él en medio del beso que fue lento, apasionado y dulce permitiéndoles a ambos disfrutar simplemente de los labios del otro, pero que se rompió cuando Itachi sostuvo una de las manos de Izumi entre las suyas, desconcertándola mientras encontraba su mirada con la suya.
—La única, la amada sin igual, la más bella de todas. Es como la primera estrella resplandeciente al comienzo de un año feliz; ella está completa de perfección, radiante su piel y encantadores sus ojos cuando miran— recitó el enamorado semidiós haciendo que Izumi sonriera en respuesta. —Dulce es el habla de sus labios, sin decir palabra inútil; largo es su cuello, con un cabello como autentico lapislázuli. Sus brazos superan el esplendor del oro y sus dedos son como flores de loto; lánguidos son sus muslos y estrecha su cintura. Sus piernas pasean su belleza, con elegante paso va caminando y con sus movimientos captura mi corazón; oh mi sabroso vino, mi dulce miel tu boca— había tanto de ella que elogiar y tan pocas palabras para expresarse. —Tus palabras me deleitan y tus besos me enloquecen, mi diosa sonriente— eso era ella para él, una autentica diosa viviente.
—Te aprendiste el poema de Ramsés II a Nefertari— comprendió Izumi aumentando su sonrisa al caer en cuenta de ello.
—Solo porque pensé en ti en el momento en que lo leí— confirmó Itachi no pudiendo mentirle, y porque había encontrado el contenido en su libro de historia egipcia.
Todo el tiempo Itachi quería creer que esta hermosa mujer de alma pura y corazón inmenso era real pero le costaba asimilarlo, la amaba tanto, ella era tan sublime en todo desde que la conocía y fascinándolo más a cada momento pero desde el día anterior comenzaba a creerlo más pues no era solo una mujer de gran belleza, intelecto y presencia etérea, era la fuente de sus deseos y veneración, era el ser más perfecto que hubiera conocido y quería dedicar locamente su vida a ella con tal de ver siempre esa deslumbrante sonrisa que creció en sus labios y que lo motivó a acunar su rostro con ambas manos y halarla hacia si para besarla con la misma pasión y vehemencia de antes, con la diferencia de que aprovechó la sorpresa de la wiccan para recorrer su boca con su lengua, recibiendo un gemido a cambio porque ella era real y eso lo hizo amarla aún más. La vehemencia e intensidad del beso sorprendió inicialmente a Izumi a quien le costó corresponder, sintiendo que iba a desmayarse mientras torpemente envolvía su lengua a la del semidiós, pero a medida que pasaba el tiempo logró obtener la cordura suficiente para envolver sus brazos alrededor del cuello y los hombros de Itachi, manteniéndolo lo más cerca posible de si, rompiendo brevemente el beso para recuperar el aliento y viendo los ojos del otro oscurecidos de deseo mientras volvían a fundirse en otro beso igual de hambriento, Izumi sujetándose de los hombros del semidiós e Itachi acercándola a ella por la cintura a su cuerpo, demostrándole cuanto la amaba y deseaba hasta perder el sentido…
El primero en emerger del pozo tras abandonar el siglo XXI fue Itachi quien apoyó su brazo izquierdo en el borde de este mientras cargaba en su brazo derecho las bolsas con las compras y que dejo sobre la hierba; volvía a vestir su característico atuendo del siglo XVI compuesto por una chaqueta abierta color celeste de cuello alto y largas mangas semi ceñidas hasta las muñecas decoradas con hebillas de cuero en los bordes, con las manos cubiertas por guantes negros sin dedos y bajo la chaqueta una camiseta negra sin mangas, con el resto de la tela formando un cinturón que formaba un largo faldón trasero y delantero hasta la altura de las rodillas, llevando debajo unos pantalones negros y largas botas marrón oscuro. Pasando una de sus piernas por el borde del pozo para tener cuando menos un pie en el siglo XVI, Itachi se volvió hacia Izumi quien subía desde el interior trepando por las enredaderas y a quien el semidiós sujeto de uno de una de sus manos para permitirle subir sin mayor esfuerzo, recibiendo una sonrisa a cambio y que la hacía ver más hermosa, vistiendo un suéter azul pastel de cuello alto y mangas holgadas que se ceñían en las muñecas, ligeramente corto ya que dejaba expuesto parte de su vientre, con jeans azul oscuro resaltando sus largas piernas y con cortos botines negros de ligero tacón, y sus largos rizos castaños caían sobre sus hombros y tras su espalda, cargando su bolso lleno de libros y útiles en su hombro derecho pero que descolgó para dejarlo sobre la hierba junto a las bolsas que Itachi había dejado, recargándose en el borde del pozo.
—¿No se nos olvidó nada?— preguntó el semidiós en voz alta pues aún estaban a tiempo de volver al siglo XXI de ser preciso.
—Creo que no— negó la wiccan volviendo la mirada hacia él y con una idea en la mente. —Miento, falta algo— consideró con fingida sorpresa.
—¿Qué?— inquirió él de inmediato, preocupado de que fuese algo muy importante.
—Antes de que volvamos a sumergirnos en la búsqueda de los fragmentos, enfrentarnos a Orochimaru o lo que sea…— inició ella entre nerviosa y ansiosa por la solicitud que iba a manifestar, —quiero un beso, justo aquí y ahora— exigió sosteniéndole valientemente la mirada al semidiós.
—¿Ahora?, ¿Aquí?— si bien estaba sorprendido, Itachi no pudo evitar sonreír ladinamente.
—No hay nadie cerca— justificó Izumi y no viendo nada de malo en ello.
Teniendo el tiempo a su favor, siendo día domingo y temprano por lo que todos los habitantes de la aldea debían hallarse asistiendo a la cotidiana misa, nadie acudiría a buscarlos o interrumpirlos pues ni siquiera sabían cuando volverían, e Izumi apremió esa idea envolviendo velozmente sus brazos alrededor del cuello del semidiós que de inmediato asió sus manos a su cintura para acercarla a su cuerpo, aprovechando la cercanía para rozar su nariz contra la suya un segundo antes de que la wiccan acercara sus labios a los del semidiós y que presionó en un beso que no tardó en profundizarse, moviendo sus labios uno contra el otro. Intentando no perder el sentido por el sabor dulce de los labios de Izumi quien se rendía entre sus brazos, Itachi afianzó su agarre alrededor de la estrecha cintura de la wiccan y cuidadosamente la levantó del suelo para cargarla e instarla a sentarse sobre la hierba con lentitud mientras ambos devoraban los labios del otro en busca de algo que no conseguían encontrar hasta que el semidiós tomó la decisión de morder el labio inferior de Izumi quien jadeó y abrió su boca permitiéndole recorrer su interior a voluntad, tomando lo que quisiera de ella y que solo hacía que el semidiós desease más. El beso era torpe por lo intenso que era, ambos moviendo sus labios contra los del otro en busca de ese algo que buscaban con desesperación, rozando sus narices hasta perder el aliento en el caso de Izumi que tuvo que romper el contacto entre ambos, sujetándose de los hombros del semidiós para alejarse y aferrarse al mismo tiempo, respirando agitadamente.
—Otra vez— pidió la wiccan en un veloz jadeo en que trató de recuperar el aliento.
Exigente, codiciosa o lo que fuera, simplemente no podía tener suficiente de los labios de Itachi, pegando su frente a la suya y arqueando su cuello para ofrecerle sus labios como haría un corderito que pedía entrar en las fauces de un lobo que deseaba la devorase por completo, ¿Cómo no desearlo? Estaba aprendiendo de todo de lo que solo había oído, en brazos de Itachi, por sus labios y por primera vez deseaba todo aquello que siempre había despreciado o que le había sido indiferente, sujetándolo del borde de la camiseta y halándolo hacia si para volver a estampar sus labios, entreabriendo los labios de él con su lengua y encontrando aceptación absoluta, sintiendo la lengua del semidiós envolverse alrededor de la suya de inmediato. Por un momento Itachi sintió un deje de culpa en medio del beso tras escuchar las palabras de la wiccan, ¿Es que Izumi sentía que tenía que pedirle algo? Ella podía exigir y desear lo que quisiera y él daría todo de si por intentar complacerla lo mejor posible y satisfacer todos sus deseos; usando el agarre alrededor de la cintura de ella y cerniendo su peso sobre el de la wiccan, Itachi hizo que Izumi lentamente se recostase sobre la hierba con él encima de suyo, recibiendo un dulce gemido mientras la sentía arquearse contra él, ¿Cómo no desear a una mujer tan hermosa, embriagante y perfecta? Estaba tomando todo de si el contenerse para no sucumbir a sus propios deseos, rompiendo el beso cuando sintió que Izumi necesitaba recuperar el aliento, pegando su frente a la suya y deseando inmediatamente más de ella.
—Eres insaciable— suspiró Itachi entre sorprendido y extasiado, apoyándose en sus brazos para no aplastarla con su peso.
—Tú tienes la culpa— adjudicó Izumi jadeando para recuperar el aliento y viéndolo arquear una ceja en respuesta. —Y no finjas que no lo disfrutas— regañó ahogando una risa en el proceso.
—Eso nunca— negó el semidiós acercando su rostro al de ella y casi rozando sus labios. —Quedémonos así un poco antes de ir a la villa— pidió sintiendo la respiración de la wiccan agitarse mientras besaba sus labios y los deslizaba por su mejilla.
Asintiendo ante las palabras del semidiós que se le antojaban absolutamente refrescantes en relación al torrente que sentía dentro de sí, Izumi palpó con sus manos el dobladillo de la chaqueta del semidiós, deslizándola por sus hombros hasta quitársela, asiéndose a sus hombros y conteniendo un jadeo de sorpresa cuando el tacto de Itachi se tornó más hambriento de ser posible, deslizando sus labios por el costado de su cuello tanto como era posible por el dobladillo de su suéter pero alzándolo con sus manos para exponer la piel de su vientre y el brasier beige de encaje que usaba debajo, haciéndola estremecer por lo osado que era pero sonriendo porque no quería que se detuviera en tanto tuvieran tiempo para ellos mismos. En medio de todo Itachi acercó su rostro al de Izumi compartiendo una mirada muy seria con ella para estar seguro de que no la estaba presionando o si estaba siendo demasiado brusco o invasivo, y la wiccan se lo confirmó separándose lo suficiente para quitarse el suéter por encima de la cabeza, volviendo recostarse sobre la hierba y arrastrando consigo al semidiós que inclinó su rostro contra el costado de su cuello, lamiendo la piel a su paso y bajando con besos hasta el valle entre sus pechos, mordiendo ligeramente la piel que se tornaba curva y que sobresalía en su escote, inhalando profundamente su perfume y deseando más de ella, pero no estando dispuesto a llegar hasta el final aun. Era una completa locura, ambos ahí solos y tratando de desnudarse el uno al otro como dos animales a campo abierto, a plena luz del día, pero no es como si Izumi tuviera en mente que su primera vez fuera en ese lugar.
Tampoco era intención de Itachi pedirle algo semejante a la wiccan, sugerirlo siquiera era una ofensa a todo lo que sentía por ella y el inmenso respeto que le profesaba, pero ambos sabían que al llegar a la villa tiempo el uno para el otro seria lo último que tendrían y más durante su viaje, por lo que sin decir una palabra ambos estaban volcados a intentar conservar un recuerdo sublime y placentero el uno del otro tanto como les fuera posible, pero él supo recordarle a Izumi que esto no iba guiado por la lujuria sino por el amor que sentía por ella, acariciando cuidadosamente sus rostro con una de sus manos. Con toda esa hambre desmedida que ambos sentían el uno por el otro y aun estando aprendiendo a desahogarla, Itachi se recostó sobre Izumi apoyando su peso en sus brazos, sonriendo ladinamente mientras inclinaba su rostro sobre el suyo para tomar posesión de sus labios que entreabrió con su lengua, la wiccan acunando los lados de su rostro para profundizar el beso que él la dejo guiar, descendiendo su tacto para sujetar sus caderas y acercarlas a la suyas. Si, era una completa locura pero Itachi no pensó en detenerse tras haber llegado a ese punto, amasando los pechos de Izumi a través del brasier y a quien sintió arquearse contra él en respuesta, deslizando sus labios por el costado de su cuello y el camino de su escote, moviendo sus caderas contra las de ella al sentir los jadeos y gemidos que salían de sus labios subir de tono mientras ella envolvía sus piernas alrededor de sus caderas, junto a un aroma muy particular que solo lo hizo desear más de ella...
Así debía sentirse el cielo, no podía ser de otra forma.
PD: Saludos mis amores, prometí que actualizaría esta semana y lo cumplo, agradeciendo como siempre su apoyo, deseando siempre que mi trabajo sea de su agrado:3 las próximas actualizaciones serán "Avatar: Guerra de Bandos" cerrando el especial por el Mes del Amor, luego pretendo actualizar "Más Que Nada En El Mundo" y finalmente "Dragon Ball: Guerreros Saiyajin" :3 Esta historia esta dedicada a mi queridísima amiga Ali-chan 1966 (agradeciendo su asesoría y aprobación, dedicándole particularmente esta historia como buena española), a mi querida amiga y lectora DULCECITO311 (a quien dedico y dedicare todas mis historias por seguirme tan devotamente y apoyarme en todo), a ktdestiny (agradeciendo que me brinde su opinión en esta nueva historia, y dedicándole los capítulos por lo mismo), a Gab (prometiendo que todo mejorara a partir de ahora, y que le dedicare todos los capítulos como agradecimiento por tomarse el tiempo de leer esta historia), a Yenmy (agradeciendo profundamente sus palabras y dedicándole este capitulo y todos lo que vendrán como prueba, esperando no incumplir sus expectativas), y a todos quienes siguen, leen o comentan todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos y hasta la próxima.
Inspiración, Mes del Amor & Futuras Historias: este capitulo cuenta con múltiples focos de inspiración, siendo el primero el capitulo 90 de Inuyasha en que Sota se enamora y le confiesa sus sentimientos a una compañera de escuela llamada Hitomi, lo que yo modifique haciendo que Inabi se enamorada de una chica de su escuela pero dos años mayor, apoyándose en Itachi y su hermana Izumi para hacer su declaración romántica que resulta ser exitosa. También me inspire en el capitulo 45 en que el hermano mayor de nuestro protagonista obtiene una nueva espada, haciendo un par de tenues modificaciones pero manteniendo la esencia del capitulo en las interacciones de Sasuke, Sakura y Suigetsu. Fuera de todo ello, hice un especial por el Mes del Amor representando muchos momentos románticos entre Itachi e Izumi con su relación profundizándose o subiendo de tono a algo tan natural como es la atracción sexual y la experimentación de dos personas que no tienen experiencia en el sexo, teniendo además y como contexto histórico de fondo la historia de amor de Ramsés II y su esposa Nefertari Merymut sobre los que pretendo hacer una adaptación más adelante y de la historia real del Éxodo de la Biblia como he investigado que pudo suceder, si les interesa. Como siempre, algunas de las modificaciones de este capitulo están inspiradas en "The Through Time: The Adventures of Inuyasha and Kagome" de XFangHeartX, agradeciendo su permiso para inspirarme en su maravilloso trabajo, del cual disfruto siempre y que recomiendo ampliamente.
También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer), "El Siglo Magnifico; Indra & El Imperio Uchiha" (narrando la formación del Imperio a manos de Indra Otsutsuki en una adaptación de la serie "Diriliş Ertuğrul") :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia. También iniciare una nueva saga llamada "El Imperio de Cristal"-por muy infantil que suene-basada en los personajes de la Princesa Cadence y Shining Armor, como adaptación :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3
