-Esta historia esta inspirada en el manga y anime "Inuyasha" de Rumiko Takahashi, así como en mitología griega, persa, americana e indu. Los personajes pertenecen por completo a Masashi Kishimoto, más los personajes de carácter secundario, las modificaciones a las personalidad, los hechos y la trama corren por mi cuenta y entera responsabilidad para darle sentido a la historia. Les sugiero oír "Hero" de Skillet para Itachi, "Bittersweet" de Within Temptation para Izumi, "Control" de Halsey para las escenas entre Itachi e Izumi, y "Enchanted" de Taylor Swift para el contexto del capítulo.
Itachi e Izumi habían cruzado la tarde del día anterior al siglo XXI, y mientras cenaban junto a la familia de la wiccan se enteraron de que habrían de pasar juntos los próximos días, ya que la señora Hazuki habría de viajar a Nueva York por trabajo, un congreso educacional sobre los cambios en las evaluaciones formativas, por lo que la matriarca Uchiwa se alojaría en un hotel en Manhattan y había decidido llevar consigo a su hijo Inabi y a su padre Fudo para dar espacio a su hija y al semidios. Extrayendo ropa del armario y doblándola cuidadosamente antes de meterla en la maleta, Izumi estaba ayudando a su madre a prepararse para el viaje, vistiendo una sencilla camiseta negra de cuello redondo y cortas mangas por sobre los hombros, jeans gris azulado con ligeros cortes a lo largo de las piernas, ceñidos a su figura por un cinturón negro como sus zapatillas deportivas, y con su largo cabello castaño cayendo sobre sus hombros y tras su espalda, con una sonrisa que no desaparecía de su rostro. Armando su equipaje para el viaje y agradeciendo la ayuda de su hija, Hazuki vestía un suéter verde jade oscuro de cuello de tortuga, de largas mangas ceñidas hasta las muñecas, pantalones acampanados color negro, botines de igual color y su cabello castaño se encontraba recogido en un moño tras su nuca para despejar su rostro, salvo por dos ligeros mechones que lo enmarcaban, alzando la mirada de la maleta hacia el rostro de su hija, a quien veía particularmente diferente luego de tantas semanas en el siglo XVI y teniendo la aguja de la curiosidad pinchándole el pecho una y otra vez.
—¿Y cómo fue, Izumi?, ¿Itachi no te presionó?— preguntó Hazuki tras escuchar un ligero resumen de cuanto había progresado la relación de su hija y el semidios
—Para nada, mamá, todo fue justo como debía ser…en cierto modo— contestó Izumi sin dejar de sonreír, aunque Itachi y ella no habían consumado nada aún.
—¿Puedes explicar con un poco más de detalle?, ¿Hubo muchos besos?— inquirió la matriarca Uchiwa intentando hacerse una idea en base a sus palabras.
—Muchísimos besos, infinitos besos— asintió la wiccan sin ser explicita, no le veía sentido.
—Izumi, todo está muy vago, ¿No podrías detallar un poco?— regañó Hazuki, no queriendo ser entrometida, pero deseando saber más. —Quiero que sepas que puedes hablar conmigo, de lo que sea— obvió en caso de que su hija dudara de ello.
—¿Vas a darme la charla ahora?— cuestionó Izumi sin enojarse, mas detestando que la vieran como una mojigata ingenua. —Tengo dieciséis, y aprendí todo por mi cuenta desde los nueve años— aclaró poniendo los hechos sobre la mesa.
—Sabes que en mi generación no se hablaban estas cosas, era mal visto…— intentó justificarse la matriarca Uchiwa, no queriendo comenzar una discusión.
—Lo sé— interrumpió la wiccan, conociendo esa disculpa de memoria. —El punto al que quiero llegar, si me dejaras hablar; es que sé todo lo que hay que saber, en teoría— sosegó inclinándose sobre la maleta y observando a su madre a los ojos. —Y ni Itachi ni yo tenemos prisa por ponerlo en práctica, aún— agregó con una sonrisa.
Quizás otras de sus amigas o chicas de su generación sí que no dudarían en desnudarse e irse a la cama con un hombre como Itachi, pero ella no tenía prisa, solo sabia del amor por los escasos libros de fantasía que tenía en su librero y los relatos históricos que la habían marcado, tenía claro que el amor no era egoísta, era comprensivo, tolerante y escuchaba todo, era incondicional y no era duro o agresivo, puede que solo fuera una adolescente de dieciséis años, mas Izumi tenía valores muy claros y una perspectiva muy sólida de la vida. Si, su sangre hervía con un solo beso de Itachi y deseaba decirle que si a todo lo que él quisiera, pero no quería que las cosas fueran tan lejos entre ambos aún, no sin saber si podrían sobrevivir al enfrentamiento final con Orochimaru que era el enemigo definitivo a enfrentar; y ya tenía claro que al no tener experiencia con el sexo opuesto, Itachi pensaba lo mismo, jamás intentaba llegar más lejos y no sin pedir su consentimiento, por lo que no debían pensar en el sexo explícito aún, todo seguía siendo sobre la ropa o con parte de ella puesta, terreno seguro. Aunque las honestas palabras, pero ligeramente cargadas de reproche, de su hija le tocaran el corazón, y la hicieran reprocharse haberla dejado a su suerte por tanto tiempo, Hazuki nuevamente se sintió orgullosa de la mujer en que su hija se estaba convirtiendo, era mil veces más segura y madura que ella misma a su edad y tenía claro lo que quería del mundo, lo que sí hizo sonreír a Hazuki y quien la alentó a hablar más, queriendo profundizar en el motivo tras su luminosa sonrisa.
—Ay, mamá— suspiró Izumi con una alegre carcajada. —Lo único que te puedo asegurar es que vale la pena esperar una vida entera por sentir una felicidad como la que yo siento ahora— y era solo el inicio, había mucho por delante aún.
—Itachi es todo lo que tu querías, ¿no?— afirmó Hazuki, inmensamente feliz por la alegría que su hija sentía.
—No, mamá, es mucho más de lo que yo podía siquiera soñar— difirió la wiccan, pues nada de lo que hubiera imaginado llegaba a acercarse a lo que sentía. —Me respeta, me ama y me deja ser quien soy en realidad— como nadie lo había hecho.
—Incluso en el siglo XVI— agregó la Uchiwa, haciendo crecer la sonrisa en el rostro de su hija. —No soy tonta, siempre he notado lo diferente que te has sentido en nuestro mundo, siempre fuera de lugar, y me alegra que por fin sientas que no tienes que preocuparte por esas nimiedades— su hija siempre se había sentido sola, pero ahora tenía una plenitud en la mirada que ella nunca le había visto, y la hacía muy feliz.
—Gracias, mamá, gracias por confiar en mí— asintió Izumi atrayendo a su madre en un abrazo, breve pero que disipó como siempre cualquier tensión entre ellas antes de separarse. —Entonces, ¿Cuánto estarás fuera?— preguntó habiendo olvidado eso.
—Serán cuando mucho tres días, y mi trabajo paga todo— contestó Hazuki volviéndose hacia la maleta para terminar de guardar ropa dentro.
—Itachi y yo solo podremos quedarnos dos días, luego debemos volver con los demás— se disculpó la wiccan de antemano, pues no podría esperar su regreso.
—Solo deja el refrigerador bien abastecido y yo me ocuparé del resto— sosegó la Uchiwa, exculpándola de cualquier responsabilidad de inmediato. —Dejo mi casa en tus manos— delegó como siempre, desde la infancia de su hija.
—Todo estará como si no te hubieras ido— correspondió la pelicastaña en respuesta.
Aquel era casi un lema, uno que Izumi repetía desde los seis años, desde que su madre había vuelto a trabajar tras la muerte de su padre, desde que ella había tenido que cuidar de Inabi siendo un bebé y que se había repetido a lo largo de los días hasta que Izumi cumpliera doce años y adquiriera nuevas responsabilidades dentro del hogar al comenzar a ser vista como una adulta por su madre hasta llegar a la actualidad, algunas de estas obligaciones quizás eran interiormente resentidas por Izumi, pero se había acostumbrado a ellas y habían formado quien era a día de hoy. Madre sobreprotectora y que había intentado ocultarle muchas veces los problemas del mundo a su hija durante los años de su infancia—hasta que, a eso de los once o doce años, Izumi los había descubierto y explorado voluntariamente, queriendo conocer la realidad de que formaba parte—, Hazuki realmente desearía poder sostener una conversación profunda con su hija sobre lo que estaba viviendo en ese punto de su adolescencia, pero no tendría mucho caso en ese punto y su hija no quería que lo hiciera, por lo que como siempre y viendo a una hija que había crecido y se había formado sin ella, Hazuki solo podía admirarla y confiar en sus decisiones, mucho más sensatas que las propias. Tras terminar de armar su equipaje, y convocando en la entrada de la casa tanto a su padre como a su hijo, Hazuki bajo la escalera en compañía de Izumi quien cargó voluntariamente su maleta y los despidió a los tres con una sonrisa, deseándoles un buen viaje, así como una llegada y retorno seguros…
Su madre, su abuelo y su hermano habían salido a las cinco de la mañana camino al aeropuerto, se esperaba que llegaran a Nueva York a más tardar a las ocho en punto, siempre con tiempo de sobra en caso de cualquier contratiempo, y aunque se quedó sola por las próximas horas—salvo por la presencia de Itachi por supuesto—, Izumi aprovecho el tiempo revisando sus apuntes de estudio y aquellos que su madre e Inabi habían recolectado para ella, permitiéndole ponerse al día sobre el estado de las clases que tendría y exámenes que debería rendir, con Itachi sentado a su lado y observándola en silencio, siempre con ese temple tan fascinado y que la hacía sonrojar; y luego la wiccan había preparado el desayuno tanto para sí misma como para el semidios. Tenía dos exámenes que rendir, el primero de matemáticas y el segundo de historia, por lo que repitiendo en su mente los aspectos más difíciles de ambas materias y tratando de no confundirse, la wiccan se encamino hacia la puerta terminando de colocarse una chaqueta sobre la ropa—debido al frío clima otoñal, blanca y felpuda, con capucha de piel, y los lados del cuerpo de color negro—, observada por Itachi quien se hallaba viendo al exterior a través de una de las ventanas, pero que se olvidó de todo perfectamente con solo verla; quedarse solo en esa casa no era el mejor prospecto para Itachi, pero Izumi tenía sus propias obligaciones en su tiempo, y sería un desperdicio toda su inteligencia, ingenio y valor si no tuviera donde destacar como merecía, porque él la admiraba profundamente.
—Te vas— comentó Itachi de pie junto a la puerta y observándola atentamente.
—Volveré a media tarde, ¿sí?— aseguró Izumi terminando de colocarse la chaqueta. —Puedes salir a pasear, sé que ya puedes desenvolverte perfectamente en este tiempo— aclaró, no queriendo que se quedara esperándola todo el día y esperándola.
—La verdad, necesito distraerme un poco ahora que lo mencionas— asintió el semidios teniendo en cuenta todo lo que había ocurrido en las semanas anteriores.
—¿Ves?— afirmó la wiccan, no necesitando oírlo pero sabiendo que tenía la razón. —Hasta pronto, y no te alejes demasiado— se despidió acercándose para acunar su rostro entre sus manos y besarlo amorosamente.
Cerrando los ojos y disfrutando de aquel beso lo más posible, deseando de inmediato envolver sus brazos alrededor de la wiccan, Itachi esbozó un puchero frustrado cuando Izumi se separó y abandonó la casa dirigiéndole una sonrisa, y ante lo que Itachi únicamente suspiró profundamente antes de alejarse de la puerta y dirigirse hacia el piso de arriba, si iba a salir de la casa hasta la hora en que Izumi regresara, no podía hacerlo con su atuendo del siglo XVI, después de todo debía pasar desapercibo…Paseando por las calles una hora después y con las manos en los bolsillos, el semidios vestía una camiseta color vino de cuello redondo, encima un ligero suéter gris de mangas largas, cuello en V y cerrado por cuatro botones negros, pantalones de mezclilla azul oscuro—casi negro—, zapatillas de igual color con cordones violeta oscuro, y su largo cabello azabache se encontraba recogido en una coleta, deambulando sin rumbo fijo. Este mundo es perfectamente tranquilo, me alegra saber que Izumi está a salvo cuando se encuentra aquí, meditó Itachi disfrutando de la calma que existía en ese tiempo y la ausencia de peligris en relación con su propio tiempo, alzando distraídamente la mirada hacia uno de los edificios a su paso y que llamó su atención, leyendo las letras en la entrada y viendo a la gente que entraba y salía por montón del lugar; los bancos no existían en su tiempo, según Izumi, comenzarían a surgir formalmente en los próximos años del siglo XVI, aunque sus orígenes se derivaban a los días antes de Cristo, y le provocó algo de curiosidad entrar y explorar por sí mismo, pero se contuvo y siguió sencillamente con su camino.
—¡Regréseme mi bolso!
—¡Aun lado!
El robo, la violencia y el contrabando eran los crímenes más comunes desde los albores de la humanidad, e Itachi estaba familiarizado con ellos, así como con los rumores de brujería—a ello se asociaba tanto la práctica de la wicca como de la magia negra, siendo cosas opuestas—y de piratería, y en el siglo XVI esos crímenes se castigaban con la horca, la decapitación, la mutilación e incluso la quema en la hoguera dependiendo del grado de culpabilidad o la acción realizada, especialmente teniendo en cuenta la falta de un sistema legal efectivo en comparación con el siglo XXI, según había discutido con Izumi. Pero, Itachi hubo de admitir que lo tomó por sorpresa escuchar aquellos gritos, provenientes del interior del banco y que sin embargo él pudo escuchar perfectamente con sus agudos sentidos, deteniéndose en línea directa con la entrada del banco y volviendo la mirada para ver a un corpulento hombre de alrededor de 1,90 de altura emerger de la entrada corriendo a gran velocidad y sosteniendo bajo el brazo un bolso a todas luces femenino y con alrededor de un metro de retraso lo seguía una joven mujer de unos veinte años, que en vano intentó alcanzarlo; claramente ese hombre le había robado. Aunque solo estuviera en ese tiempo y en ese lugar como espectador, no estaba en el ánimo de Itachi permitir injusticias de ninguna clase desde que había conocido a Izumi, por lo que se mantuvo inmóvil en su lugar y bloqueando el paso al vulgar ladrón que se detuvo forzosamente frente a al semidios, que le obstaculizaba el camino y le sostuvo la mirada.
—Devuelve eso— espetó Itachi con voz seria y observando duramente al ladrón.
—¿Vas a obligarme?— cuestionó el hombre para nada impresionado o intimidado.
—No creo que sirva, pero esto sí— difirió el semidios antes de propinar un seco golpe en la cara al ladrón y que se desplomó inconsciente, permitiéndole quitarle el bolso que había sostenido bajo el brazo. —Aquí tiene— se acercó a la mujer había observado todo impresionada, tendiéndole su bolso.
—Muchísimas gracias— sonrió la mujer, obnubilada, revisando el contenido de su bolso y que se encontraba intacto, —es un héroe, no sabría cómo pagarle— elogió acomodándose nerviosamente el cabello, sonrojada ante lo guapo y caballeroso que era.
—No es nada— negó Itachi, sin creer merecer reconocimiento. —Adiós, y tenga más cuidado— se despidió inclinando respetuosamente la cabeza al pasar junto a la dama.
Siendo alguien que detestaba ser el centro de atención, Itachi siguió con su camino como si no hubiera hecho nada heroico—y para él no lo era—, ajeno a la sonrisa embelesada en el rostro de la mujer a quien había ayudado y que lo siguió con la mirada hasta perderlo de vista, mas Itachi sí que sintió la mirada de otras personas en su camino y susurrando lo que interpretó como elogios por el tono—familiarizado con la voz de Izumi, pero percibiendo un tono muy parecido, mas cargado de una admiración muy diferente—, pero él insistía no creer haber hecho nada para detonar aquellas reacciones, siguiendo despreocupadamente con su paseo en su lugar y regresado sus manos a los bolsillos del pantalón, teniendo un pensamiento aún más importante en mente. Creo que me anticipe antes de ver este mundo por mi cuenta, reflexionó Itachi, comenzando a ver que había creído que el mundo de Izumi era perfectamente tranquilo por la modernidad y todos aquellos progresos que la wiccan le había mencionado, mas ahora comenzaba a notar que problemas como la delincuencia y agresión eran algo perfectamente común incluso en ese tiempo, y ni decir la misoginia o acoso a las mujeres y que recordó Izumi si le había comentado; no quería ponerse paranoico ni nada, pero decidió continuar con su paseo y expandir su ruta para explorar y percibir personalmente los problemas del siglo XXI, o de otro modo no tranquilizaría sus inquietudes sobre si Izumi estaba a salvo cuando él no la veía y le permitiría hacerse una idea con lo que ella había tenido que crecer.
Será un largo día, suspiró el semidios para sí.
A imagen del momento en que había abandonado el hogar de la wiccan, Itachi se encontró con solo calma y silencio por las calles—relativamente, pues en relación con el siglo XVI, básicamente todos los medios de transporte emitían un sonido y a ello debía sumarse el de todos los demás, mas él ya estaba sobradamente acostumbrado—, caminando con las manos en los bolsillos y una expresión despreocupada hasta que un sonido a lo lejos llamó su atención, haciéndolo detenerse por una fracción de segundo. Conocía el sonido, lo había escuchado antes en el siglo XXI e Izumi le había explicado de que se trataba; era una sirena de bomberos, básicamente el anunció sin palabras de que había un problema, accidente o derechamente un incendió, lo que le dio un lugar al que dirigirse mientras seguía el rastro del penetrante olor a humo por las calles. El semidios había visto incendios antes, no abundaban precisamente en el siglo XVI, pero conocía personalmente la experiencia de primera mano, lo que solo contribuyó a hacerlo estremecer, deteniendo su veloz carrera al doblar por la calle, alzando la mirada hacia el enorme edificio de apartamentos que ardía vorazmente mientras los bomberos—que reconoció por descripción de Izumi y sus uniformes—intentaban apagar el fuego con el agua de sus mangueras conectadas al grifo más cercano, pero no parecían dar abasto y menos cuando—con sus agudos sentidos—Itachi escuchó de los evacuados que había una niña atrapada en el edificio y que se había vuelto demasiado caliente para que los bomberos intentaran entrar.
Valiéndose de que todos quienes observaban o participaban del incendió tenían la mente en otra parte y por ende no habrían de concentrarse en él, Itachi cruzó lo más velozmente que le fue posible el umbral del edificio de apartamentos, subiendo presuroso las escaleras y sin inmutarse por el calor del fuego a su alrededor, sacudiéndose ligeramente las chispas que intentaron pegarse a su ropa ante cada paso, agudizando sus sentidos y tratando de dar con el paradero de la niña con su olfato, mas los olores estaban demasiado mezclados, impidiéndole seguir esa vía y por lo que cerró los ojos un momento para percibir cualquier sonido fuera del crepitante fuego. Cerrar los ojos fue lo mejor que Itachi pudo hacer, moviendo la cabeza en la dirección de un sonido semejante a un grito, pero amortiguado por las paredes, subiendo otra escalera hacia el segundo piso y por cuyas habitaciones buscó orientarse hasta llegar a una puerta cerrada y que pateó secamente, consiguiendo que se abriera y revelando las igualmente furiosas llamas al interior, con el humo escapando afortunadamente por una de las ventanas y permitiéndole ingresar; cubriéndose la boca con el ante brazo, Itachi ingresó localizando de inmediato a la niña, una pequeña de no más de seis años y que no podía moverse del suelo por una de las vigas superiores y que se había desplomado ante el destructor fuego, cayendo sobre sus dos piernas, mas en especial sobre la derecha y ella era demasiado pequeña como para moverla, concentrando en ese momento sus ojos en el desconocido héroe.
—¡Ayuda, por favor!— sollozó la niña intentando liberarse en vano y ante lo que el semidios no dudo en acercarse a ella.
—Tranquila, voy a sacarte— dicho esto, Itachi se arrodilló frente a la niña e hizo a un lado el pesado madero como si no fuese nada, observando su pierna amoratada por el impacto de este. —¿Puedes caminar?— consultó encontrado su mirada con la suya.
—Creo que sí— contestó la pequeña con voz asustada, intentando mover la pierna y quejándose de dolor en el acto.
—Sujétate fuerte, ¿sí?— instruyó el semidios antes de envolver sus brazos a su alrededor.
La pequeña podría haber esperado ser rescatada o recibir ayuda de los bomberos que estaban fuera intentando apagar el fuego, pero en ese momento confió ciegamente y sin dudar en este desconocido, aferrando sus pequeñas manos tanto a su camiseta como a su suéter mientras este la cargaba en sus brazos, alzando la mirada hacia el camino por el que tuvo cuidado de transitar, no porque el suelo fuese inestable, que ya lo era, sino porque la suela de sus zapatos se pegaba ligeramente a cada paso debido al calor, y por lo que no dudo en—siendo muy arriesgado y lo sabía—usar su velocidad sobrehumana para llegar hasta el umbral del edificio y ante el cual ralentizó lo suficiente sus pasos para no llamar demasiado la atención, alcanzando a cruzar bajo la sorprendida mirada de los vecinos, así como de los bomberos, un instante antes de que una explosión detonara al interior, elevando una nube de humo y que el semidios evadió bajando velozmente los escalones y a cuyo encuentro salió una mujer con lágrimas en los ojos y que él supuso era la madre de la niña, y grupo de paramédicos que lo guiaron hacia la ambulancia para atender a la niña. Dejando sana y salva a la niña sobre la camilla, Itachi no tardó en hacerse a un lado para que los paramédicos pudieran atender su lesión y heridas, como ya habían hecho con los demás evacuados del edificio y que no parecían tener heridas graves, esperando sinceramente no haber llamado la atención al recurrir brevemente a sus poderes y en los que gran parte del tiempo elegia no depender pese a que fueran una parte de él.
—Muchas gracias, le debo la vida de mi hija— apreció la conmovida mujer, sorprendiéndolo con un efusivo abrazo.
—No es nada, cualquiera hubiera hecho lo mismo— negó Itachi rompiendo lentamente con el abrazo y no necesitando reconocimiento. —¿Está bien?— preguntó a los paramédicos, volviendo la mirada hacia la ambulancia y como también hizo la mujer.
—Es una esquince, pero nada serio— contestó la enfermera que atendía a la niña y que no pudo evitar ruborizarse al observar al desconocido héroe.
—Eres muy valiente, pequeña— elogió Itachi acercándose para acariciar el cabello de la niña. —Ten más cuidado la próxima vez— pidió sonriéndole cómplice.
—Lo tendré, lo prometo— asintió la pequeña con una sonrisa, profundamente agradecida y quien el semidios sonrió antes de proceder a retirarse.
Los humanos lo habían ofendido muchísimo, aunque una parte de él—la mitad—también fuera humana, por lo que Itachi siempre se había mostrado reacio a interactuar con estos, pero todo el tiempo que pasaba con Izumi lo había ablandado, le había devuelvo la esperanza y creencia en que había bondad en el corazón humano, pero cuando más amabilidad mostraba el semidios era con los niños, a quienes—como a Izumi—veía inocentes y limpios de cualquier prejuicio o sesgo y no podía evitar tener demostraciones de afecto espontaneo con ellos, porque ellos no tenían la culpa que si tenían los adultos y que lo hacían sentir incomodo. Hay más problemas aquí de lo que pensé, suspiró Itachi con una nueva perspectiva y revolviéndose el cabello, del que cayeron finos hilos de polvo por la ceniza del incendió y lo que inevitablemente lo hizo sonreír mientras procedía a sacudirse la ropa en el camino, por lo que sin más dirigió sus pasos esta vez en dirección al hogar de Izumi para tomar un baño y estar presentable, así como pretendiendo fingir que no había ocurrido absolutamente nada de aquello en lo que había participado, así como pretendía que no sentía la mirada de las personas sobre si, pero con admiración, no como en su propio tiempo; ni frustrar el intento de robo ni auxiliar a la niña en el incendio, ¿Para qué? No había hecho nada especial ni que mereciera algún reconocimiento y por lo que era mejor que Izumi no supiera nada. Todo lo que quería era estar en casa y recibirla con un beso y un abrazo para compensar todas las horas separados, eso era el cielo para él...
Itachi no quería pensar en lo que había sucedido ese día; si, había ayudado a varias personas y lo volvería a hacer, pero no podía evitar sentirse preocupado por Izumi ahora que comenzaba a ser consciente de los peligros de su tiempo, mas su investigación personal no le impidió regresar al hogar de la familia Uchiwa con tiempo de sobra antes de que ella llegara, esperándola pacientemente y siendo abordado por un inmediato beso de su parte, y que él no dudo siquiera un momento en profundizar, envolviendo sus brazos alrededor de su estrecha cintura mientras le quitaba la chaqueta y la dejaba sobre uno de los sofás de la sala, ambos subiendo cuidadosamente la escalera hacia la planta alta, a la habitación de la wiccan y cuya puerta cerraron antes de dejarse caer sobre la cama, puede que estuvieran solos y por ende tuvieran esa casa para ellos dos únicamente, pero en ese momento solo querían alejarse del resto del mundo, concentrándose en ellos mismos y en lo que sentían. La wiccan terminó de desabrochar el suéter que vestía el semidios, arrojándolo al suelo y como no tardó en hacer también con la camiseta y que ella le quitó por encima de la cabeza, ambos sentándose frente a frente sobre la cama, ella desanudando la coleta del Uchiha y jugando con su cabello; sintiendo los labios de Itachi deslizarse por el contornó de su mandíbula hacia su cuello, haciéndola suspirar, Izumi no pudo evitar rememorar cuan generoso había sido él en su último encuentro, preocupado solo por su disfrute y placer, y todo en lo que ella pensaba era en retribuirle eso.
—Estás temblando— notó Itachi separándose ligeramente de ella. —¿Te lastime?— preguntó, ya reprochándose mentalmente por ello.
—No, solo estoy nerviosa— negó Izumi con una inevitable sonrisa. —Itachi, ¿Confías en mí?— preguntó directamente, queriendo estar segura.
—Por supuesto que sí— asintió el semidios, siendo algo más que obvio a esas alturas. —¿Por qué lo preguntas?— inquirió extrañado por la pregunta en ese momento.
—Quiero probar algo, si me dejas— planteó la wiccan sin apartar su mirada de la de él.
—Si quieres algo, solo dilo— consintió pelinegro sin dudarlo, mas no teniendo idea en que podía estar pensando.
Usando lentamente su peso para hacer que Itachi se recostase sobre la cama y estando ella encima suyo esta vez, Izumi se mordió nerviosamente el labio inferior antes de deslizar lentamente sus manos por el abdomen del semidios hacia el cierre de los pantalones y ante lo que percibió un silencioso jadeo por parte del azabache quien no le quitó los ojos de encima, pero que no protestó en absoluto bajo su tacto; técnicamente nunca habían llegado tan lejos, sí que se habían desnudado casi por completo o por completo, pero sin masturbarse directamente o hasta la última vez y la acción había sido iniciada por Itachi, en base a inexperiencia, pasión y deseo propio, y ello ya de por si les había dado una inmensa plenitud. Mas, en esta ocasión Izumi quería tomar la iniciativa, esperando que los comentarios o relatos que había escuchado de parte de sus amigas o chicas de su generación la hubieran preparado lo suficiente, inclinándose para besar al semidios mientras su mano derecha se internaba en sus pantalones para envolver su miembro, sonriendo entre nerviosa y emocionada en medio del beso ya que él no llevaba ropa interior debajo, y ello solo contribuyó a envalentonarla, envolviendo más firmemente su mano alrededor del miembro del semidios que gruñó en medio del beso que ambos profundizaron por inercia, envolviendo sus lenguas una contra la otra. Sí que Itachi sentía el deseo y necesidad de venerar y admirar a Izumi todo el tiempo, no podía tener suficiente de ella, pero no creía haber hecho nada para detonar que ella le devolviera las mismas atenciones.
Rompiendo el beso cuando Izumi sintió que la respiración le quemaba en el pecho, la wiccan gateó lentamente para retroceder hasta que su rostro estuviera a la altura del regazó del semidios, infundiéndose todo el valor que tenía en situaciones de peligro y bajando lo suficiente los pantalones del semidios, quien se dejó hacer mientras la observaba atentamente, esperando que ella se retractase en cualquier momento, mas nada de eso sucedió. La primera acción de Izumi fue presionar sus labios y su lengua sobre el miembro del semidios, que ahogó un gemido bastante alto contra la palma de su mano, cerrando los ojos antes de volver a enfocar su atención en la wiccan, necesitaba tocarla como nunca antes, cada acción o gesto de la parte de la hermosa pelicastaña solo hacía que la deseara aún más, deslizando sus manos hacia sus sedosos rizos castaños y que acarició mientras ella recorría aquella parte de su anatomía lentamente, con sus labios, su lengua y sus manos, brindándole un placer que Itachi ni siquiera tenía idea de que existía, queriendo decirle algo, tan siquiera una palabra, pero la siguiente acción que ella realizó le impidió articular otro sonido que un profundo gemido de placer. Todo era experimental, en base a las reacciones de Itachi, repitiendo aquello que a su parecer le generase más placer, y no perdiendo detalle del semidios, Izumi decidió ser valiente esta vez y—apartándose cuidadosamente el cabello— lentamente se inclinó para envolverlo dentro de su boca, lentamente y probando sus propios límites, gimiendo ella misma en el proceso.
Por supuesto que no pudo meter completamente el miembro del semidios en su boca, menos al primer intento, pero fue más que suficiente, abarcando con su mano aquello que su boca no podía, retirándose lentamente para volver a meterlo en su boca, gimiendo al sentir las caderas de Itachi moverse en su dirección y más al escuchar sus jadeos entrelazados con su nombre y que elevó su libido a niveles que nunca habría creído posible; Itachi podía sentir el maravilloso aroma de la excitación de la wiccan aumentar y casi se sintió indignado por estar disfrutando tanto de aquel placer egoísta y no proporcionarle el mismo, intentó en vano abrir la boca y decir algo, mas siendo interrumpido nuevamente por un gemido al sentir los labios y lengua de Izumi alrededor de su miembro, haciendo que sus pensamientos fueran casi incoherentes, solo pudiendo aferrarse a ella para mantenerse anclado a la realidad. ¿Era intención de ella ser tan deseable? Itachi no tenía como saberlo, solo sabía que cuando ella alzó sus penetrantes e intensos ojos oscuros en su dirección, él sintió como si fuera a tener un orgasmo en ese preciso momento, teniendo el reprochable deseo de hacerla suya inmediatamente, como nunca antes, porque ningún mortal sobre la tierra podría no desear a semejante diosa con forma humana que era ella, envolviendo nuevamente su boca alrededor de su miembro y moviendo su lengua para recorrerlo por completo, haciéndolo apretar fuertemente las sábanas debajo suyo; en su cama…jamás habría creído experimentar tanto y todo se lo debía a ella, toda su alegría era por ella.
Incursionar en el sexo oral no había sido lo único que había hecho que Izumi se sintiera nerviosa al momento de proponerle a Itachi brindarle placer, sí que la había puesto nerviosa, pero la había asustado mucho más la opinión que él pudiera albergar de ella con respecto a la situación, en el siglo XXI el sexo oral era perfectamente normal entre dos personas, ya fueran pareja o tuvieran interés sexual en el otro, pero en el siglo XVI las felaciones no eran tan común dentro de una relación entre dos personas—matrimonio—; los hombres tenían una vida respetable con sus esposas, y desahogaban sus deseos con las prostitutas en los burdeles. Le asustaba que Itachi creyera que ella podía ser como esas mujeres, cuando lo que ella buscaba era hacerle entender que ella no quería ser solo una dama respetable, sino que quería hacer de todo con él, quería ser su compañera, amiga y respaldo, pero también la fuente de sus deseos y quien cumpliera sus fantasías, por muy ingenuo que pareciera; nunca, ni en un millón de años—, y habiendo escuchado conversaciones de Naruto sobre su experiencia con las féminas—, especialmente teniendo nula experiencia con las mujeres, Itachi no habría creído que estaría recibiendo semejante placer por parte de una mujer ni mucho menos siendo esta Izumi, lo que lo hizo sonreír mientras se revolvía ligeramente el cabello, siempre sorprendiéndose gratamente por lo diferente y única que era esta hermosa diosa con forma humana y a quien él no se cansaba de admirar y venerar, y estaba ansioso por descubrir aun más de ella.
Itachi cerró los ojos y en vano continuó intentando de articular siquiera una palabra coherente que dedicar a la hermosa wiccan, mas solo podía concentrarse en disfrutar de la sensación de los labios y la lengua de la pelicastaña deslizándose por su miembro en tanto él aprendía a disfrutar de aquella maravillosa sensación, mejor que cualquier otra que hubiera sentido antes y que solo se comparaba a escuchar los melodiosos gemidos de placer de la wiccan, y lo que lo hacía desearla aún más de lo que ya había hecho antes. El placer era inmenso, pero lentamente comenzó a acumularse, haciendo que Itachi sintiera una tensión que nunca había experimentado y que comenzaba a concentrarse en su miembro mientras disfrutaba del toque húmedo de la lengua y los labios de Izumi, inseguro de poder controlar aquella tensión por más tiempo, concentrándose en Izumi, quien movió más velozmente su lengua sobre su miembro, volviendo a envolverlo con su boca, tratando de tomarlo por completo y que lo hizo estremecer ante la idea que surgió en su mente con esa acción, ¿Acaso ella quería que terminara en su boca? No era correcto, y sin embargo la sola idea hizo crecer el deseo de Itachi, quien no pudo contener el fuerte gemido que salió de su boca, derramándose en la boca de la wiccan que retuvo sus caderas con sus para impedirle alejarse. Gimiendo placenteramente ante la sensación y habiendo previsto que el semidios no resistiría más tiempo, Izumi se retiró lentamente para sentarse contra las piernas del pelinegro, limpiándose los labios con el dorso de la mano.
Esbozando una sonrisa y observando a Itachi atentamente, feliz de haber retribuido el placer que él le había dado el día anterior a su regreso, Izumi se permitió un deje de orgullo, puede que fuera una virgen sin experiencia con el sexo opuesto, pero sabía lo suficiente de teoría para hacer que alguien como Itachi—que nunca había sentido algo así en su vida—gimiera su nombre y la deseara solo a ella; eso haría que cualquier mujer sobre la Tierra se sintiera como una diosa. Con la particular resistencia que tenía el semidios, Izumi sabía que debería haber previsto que este no tardaría en recuperarse, mas no pudo evitar sorprenderse cuando Itachi la hizo quedar repentinamente bajo su cuerpo, terminando de quitarse los pantalones y apoyándose en sus brazos para no aplastarla, volviendo a besarla pero esta vez con un hambre y deseó que le hicieron difícil corresponder a su ritmo del beso, solo para que este se rompiera un instante después, cuando el semidios le quito la camiseta por encima de la cabeza y luego el brasier que arrojó al suelo, deslizando sus labios por el valle entre sus pechos que amasó con sus manos, haciendo que la wiccan sintiera su piel arder, temblando de deseo y mostrándose dócil bajo su tacto cuando él procedía a bajarle los pantalones y la ropa interior con ello. Era la primera vez que ambos estaban desnudos en el mismo espacio, ello debería hacerlos sentir nerviosos y sin embargo todo lo que Izumi pudo pensar fue en Itachi que volvió a recostarse encima suyo.
Apoyando su peso en uno de sus brazos para poder observar sin obstáculo a la hermosa diosa debajo suyo, Itachi se sintió enamorado de nueva cuenta de ella, que se veía tan radiante en ese momento, con su satinada piel—tan deliciosa para todos sus sentidos—brillando ante la luz del sol que entraba por las ventanas, Itachi esta vez recargó a propósito su peso contra el cuerpo de la wiccan, no con intención de aplastarla sino de retribuir sus generosas atenciones, mas igual que ella guiándose en base a la inexperiencia y el deseo puro. Inicialmente Izumi no entendió exactamente qué pasaba hasta que sintió el miembro del semidios, nuevamente erecto, entre sus piernas y que comenzó a mecerse contra aquel espacio tan íntimo, haciéndola gemir sonoramente y arquearse contra él que repitió la acción una y otra vez, relegándola a gemir debajo suyo mientras la tensión crecía paulatinamente, echando la cabeza hacía atrás, arañándole la espalda mientras él trazaba con su lengua el valle entre sus pechos, acercándola al orgasmo con el simple roce de su miembro contra su feminidad. Puede que su deseo más urgente no se hubiera saciado, y ninguno de los dos tenía prisa por hacerlo, era obvio, pero Itachi no dejaba de fascinarse al descubrir que solo bastaba con que las pieles de ambos se tocaran para despertar una nueva hambre, sin precedentes, alimentando en el semidios el deseo de darle el mayor placer posible, meciendo sus caderas contra las suyas y reteniendo sus piernas a cada lado de su cuerpo, sintiendo su piel arder mientras escuchaba sus gemidos subir de tono…
Ella era una diosa, su diosa.
Lugo de su actividad, el semidios y la wiccan no habían podido moverse por las próximas horas, permaneciendo recostados sobre la cama y sin nada apremiante que los hiciera levantarse mientras el sol se ocultaba, y francamente ni siquiera tenían apetito, no estando en brazos del otro, abrazados y desnudos debajo de las sábanas, compartiendo una intimidad como ninguna otra que hubieran sentido antes y que les brindaba una plenitud insuperable; con los brazos apoyados sobre el torso del semidios y con las sábanas así como la colcha cubriéndola desde la cintura hacia abajo, Izumi era incapaz de dormir por mucho que el orgasmo que hubiera tenido hubiera sido el más placentero en su vida hasta ese momento, ¿Cómo se suponía que cerrara los ojos? Todo parecía perfecto, demasiado perfecto como para ser real y eso la asustaba, aunque contuvo dicha emoción lo más posible, parpadeando lentamente y observando hasta el más mínimo detalle en el semblante del semidios, agradeciendo poder verlo tan calmado, tan recuperado y en confianza consigo mismo desde que el problema con su sangre divina se había solucionado hace solo dos días. Era la primera vez que Itachi era capaz de tomar una pequeña siesta y solo lo había hecho por estar en confianza, en la habitación de Izumi, en sus brazos y sabiendo que nada ni nadie los interrumpiría, abriendo finalmente los ojos y observando a Izumi quien se encontraba estudiándolo con suma atención y esbozando una sonrisa que hizo que el semidios alzara una de sus manos para acariciar sus sedosos rizos castaños, embelesado.
—¿No puedes dormir?— adivinó Itachi acercándose para besarla en la frente.
—Tengo miedo de que, de hacerlo, al despertar todo esto habrá sido un sueño muy bello— admitió Izumi, sabiendo que podía ser totalmente honesta con él.
—Puedo asegurarte de que esta es la realidad— prometió el pelinegro haciendo crecer la sonrisa en el rostro de ella.
—Debes pensar que soy una tonta deslumbrada— murmuró la pelicastaña bajando la mirada.
—No, eres maravillosa, Izumi— discutió el semidios tomándola del mentón y haciéndola alzar la mirada. —Estoy completamente cautivado por ti; por su dulzura, por tu intelecto, tu belleza…me traes paz, una paz que nunca creí que sentiría— elogió cada vez más maravillado y enamorado por ella. —¿Qué pasa?— inquirió ante el brillo que notó en sus ojos y viendo crecer su sonrisa.
—Es curioso, no nos conocemos desde hace tanto tiempo, y contigo me siento mejor que en mi propio mundo— admitió la wiccan, lo que solo hizo crecer su alegría.
—¿No eres feliz, aquí?— preguntó Itachi, extrañado ante lo que oía de ella.
—Más o menos— contestó Izumi encogiéndose de hombros y sin saber cómo explicarlo, —siempre me he sentido como una extraña, diferente de todos— tenía amigos, pero siempre había sentido que no encajaba en su propio mundo.
—Eso es lo que más me gusta de ti— apreció el pelinegro, porque necesitaba decirlo y sorprendiéndola en el proceso, —que eres singular y absolutamente distinta de todos los seres humanos que he conocido, y eso me hace amarte más— no dejaba de fascinarse por ella a cada momento y cuanto más aprendía de ella.
Desde la muerte de su padre, Izumi había sentido que no encajaba en su propio mundo, su padre siempre le había hecho sentir que había magia en todo, y al momento de perderlo se había sentido completamente perdida…hasta cruzar al siglo XVI, y desde el primer momento había sentido que encajaba más en aquel mundo que en el propio, le era fácil entender y ayudar a la gente, y todo había mejorado gracias a Itachi, sí que al principio las cosas habían sido tensas entre ambos con las decepciones pasadas que el semidios tenía con respecto a la raza humana, pero Izumi estaba feliz de que él le hubiera dado una segunda oportunidad al mundo, ninguno de los dos—el siglo XVI y el siglo XXI—era perfecto, pero uno no podía rendirse, siempre había que buscar lo mejor del mundo, sin importar las circunstancias. Inclinando lentamente su rostro sobre el de la hermosa pelicastaña, Itachi la besó lentamente, cerrando los ojos y disfrutando del beso, no con hambre y deseó como antes, aunque ello sí que persistía, pero era inmensamente más importante para él venerar y entregar su vida por esta hermosa mujer, sintiéndola sonreír en medio del beso, lo que también lo hizo sonreír a él, rompiendo lentamente la unión de sus labios y rozando su nariz contra la suya, abriendo los ojos y disfrutando del brillo en sus hermosos ojos oscuros. Estando más de la orilla de la cama, la wiccan rompió la unión de miradas con el semidios, quien no le quitó los ojos de encima mientras ella se volvía hacia su mesa de noche y de cuyo cajón extrajo un control remoto idéntico al que había en la sala.
—Voy a encender la televisión, no he visto las noticias últimamente y quiero ponerme al corriente— comentó Izumi al oprimir el botón que encendía el televisor. —Oh, Dios mío...— la wiccan tuvo que cubrirse los labios para ahogar un jadeo de sorpresa.
Puede que Izumi no fuera en particular una gran aficionada a la televisión, de hecho prefería informarse mediante lecturas o derechamente libros sobre el tema, pero las escasas oportunidades en que elegia encender la televisión, tenía está programada en el canal de noticias con el fin de poder hacer un breve recorrido por los canales y luego apagarla tras sondear superficialmente la información, lo que hizo que se enterara de lo ocurrido a lo largo de ese día en su ciudad y que involucraba directamente al semidios. El día de hoy, un desconocido hombre de unos veinte años fue protagonista de dos hazañas heroicas; primero frustró un robo a una mujer en banco, permitiendo que el delincuente fuese atrapado; y luego entró a un edificio en llamas, salvando a una pequeña de cinco años, relató la reportera con evidente admiración, dejando anonadada a Izumi, quien se sentó de golpe sobre el colchón y olvidándose de su desnudez, sin apartar la mirada de la televisión; las cámaras de vigilancia registraron su rostro, pero sigue sin conocerse su identidad, agregó la reportera mientras unas imágenes del héroe del día aparecían en la pantalla, y a diferencia de todos los espectadores—que posiblemente veían el noticiero—, ella tenía muy claro que quien aparecía en las imágenes era Itachi a quien volteó a ver sin desvanecer su expresión sorprendida. Itachi sintió culpa, deseó esconderse en el lugar más desconocido sobre la Tierra y hacer algo para que se olvidaran sus acciones durante ese día, porque llamar la atención era lo último que había deseado y que podía ser contraproducente.
—¿Es tarde para disculparme?— preguntó Itachi únicamente, también sentado sobre el colchón y no sabiendo que decir para disculparse por haber montado un espectáculo en lugar de pasar desapercibido. —Lo siento, prometí que no me alejaría ni metería en problemas...— intentó disculparse, mas no sabiendo bien por dónde empezar.
—¡Estoy orgullosa de ti!— interrumpió Izumi envolviendo al semidios en un efusivo abrazo. —Y aún más enamorada de ser posible— rompiendo el abrazo, Izumi subió al regazo del semidios, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello. —Eres un héroe; ni todas las personas que conozco logran en un mes lo que tú lograste en un día. Eres un héroe, mi héroe— declaró admirándolo aún más que antes.
—No soy un héroe, no sé porque todos me dijeron hoy— negó el semidios con una ligera sonrisa por lo mismo, envolviendo sus brazos alrededor de la cintura de la wiccan. —Pero si quieres, seré lo que tú quieras— por ella seria lo que ella quisiera.
No es que el deseo de convertirse en un dios se hubiera desvanecido de su mente, porque no era así...pero tras todos los problemas que su sangre divina le había traído en el último tiempo, Itachi estaba comenzando a pensar cada vez menos en usar los fragmentos de la Joya del Paraíso para volver posible aquella idea, ya que lo único en que podía pensar era en estar día y noche junto a Izumi, a todas horas y contemplando su deslumbrante sonrisa, deseando hacer todo lo posible para que ella siempre estuviera feliz, y comenzaba a darse cuenta cada vez más que ser feliz con ella le era mucho más importante que encontrar su lugar en el mundo convirtiéndose en un dios, ¿Para qué desear algo así, si todo cuanto podía pedir era estar junto a ella el mayor tiempo posible? Sintiendo como se aceleraban los latidos de su corazón con tan sencillas pero tiernas palabras, y que no tenían comparación con nada que hubiera escuchado o leído antes, Izumi acercó su rostro al del semidios, rozando su nariz contra la suya y observando sus orbes ónix con sus pozos oscuros, usando su peso para lentamente instar al semidios a volver a recostarse sobre el colchón y esbozando una sonrisa al sentirlo dócil bajo sus órdenes, estando ella encima suyo, fundiéndose en un beso lento y cargado de los sentimientos que lo embargaban en ese momento: ternura, devoción, admiración, pasión, respeto y fascinación, todo ello confluyendo en el amor que sentían el uno por el otro, disfrutando estar abrazados y en la intimidad que la habitación de ella les brindaba, a solas en su propio mundo...
El semidios y la wiccan se habían dormido muy temprano, básicamente al mismo tiempo que la luz del sol se había ocultado y luego de apagar la televisión, abrazados bajo las sábanas y experimentando el sueño más dulce y reparador que se pudiera imaginar, bajando la guardia por primera vez en mucho en el caso de Itachi, quien abrió los ojos tan pronto como el sol emergió en el horizonte, bajando la mirada hacia Izumi que dormía abrazada a él y con su rostro enterrado en su pecho, la imagen más perfecta que él hubiera contemplado, sin embargo y cuidadosamente se separó de su lado y se levantó de la cama, tomando del suelo la ropa que había llevado el día anterior y vistiéndose en el camino mientras abandonaba la habitación. Media hora después, Izumi dio vuelta sobre el colchón en busca del calor de Itachi, abriendo los ojos al darse cuenta de que él no estaba y envolviéndose en las sábanas mientras se volvía para tomar su teléfono de su mesa de noche, eran apenas las 6:30 am, pero no dudo en levantarse en busca del semidios. Minutos después, la wiccan bajo la escalera vistiendo una holgada camiseta gris oscuro de cuello redondo bajo una sudadera azul pastel de mangas ceñidas y que permanecía abierta, holgados pantalones blancos con puntos azul suave y sus largos rizos castaños caían desordenadamente sobre sus hombros y tras su espalda, por lo que ella se peinó con las manos en el camino a la cocina, cruzando el umbral y sonriendo deslumbrante al encontrar al semidios esperándola, y con el desayunó servido solo para ella, que jadeó de la sorpresa.
—Sorpresa— pronunció Itachi nada más ver su expresión, más reluciente que el mejor diamante. —Quería hacer algo por ti antes de nuestro regreso, y cocinar no se me da mal— explicó haciendo a un lado la silla e invitándola a sentarse.
—¿Tu cocinaste todo?— preguntó Izumi obnubilada, tomando asiento y tras lo que él le acomodó la silla.
—Puede que tu madre me haya enseñado unas cosas, lo suficiente para cocinar algo más que decente— aclaró el semidios, pues había diferencias en los combustibles y métodos de cocina entre épocas, pero no le había costado mucho aprender a usarlos.
—Entonces déjame probarlo, no puede desperdiciarse— sonrió la wiccan halándolo de la camiseta para estampar sus labios mientras este tomaba asiento junto a ella. —Desayuno con besos, la mejor forma de empezar el día— susurró al romper el beso, viendo la sonrisa ladina de él crecer al encontrar sus miradas. —Confieso que, cuando no te vi a mi lado, me asusté un poco— admitió, aunque sonase tonto.
—¿Creíste que me iría? Eso jamás— sosegó el pelinegro sin dejar de observarla. —No pasa un día que no piense en ti. No pasa una hora que no recuerde tu voz, tus labios, tus besos. No pasa un minuto sin tener ganas de tenerte otra vez. Pasa la vida, pero no pasas tú de mi corazón— pronunció, citando un poema qué había leído hace mucho tiempo.
—Es lo más hermoso que había escuchado— suspiró la wiccan más que maravillada, —eso y que tú me amas— aclaró sonriendo emocionada de nueva cuenta.
Vivía en el siglo XXI, el siglo menos romántico del mundo debido a los avances tecnológicos y la forma en que la caballería de los siglos pasados era hecha a un lado para un cortejo mucho más abierto y directo, los hombres ya no buscaban poemas con que comparar a la mujer que decían amar, nadie se tomaba el tiempo de escribir cartas...y aunque Itachi no le había escrito ninguna carta por no ser necesario debido al contexto en que ambos se encontraban, no eran pocas las circunstancias en que elogiaba su belleza y la veneraba de mil y un formas, usando poesía de su tiempo o de tiempos pasados, observándola como si fuera una diosa y no una mortal como cualquier otra, lo que a nada estuvo de hacerla llorar de la emoción, mas la wiccan se esforzó por disimularlo al enfocar su atención en el desayuno que procedió a probar. El desayuno no era nada particularmente complejo; una ensalada de frutas, pan caliente, queso, y jugo recién hecho al interior de la jarra y que ella procedió a servir, partiendo un trozo de pan y sobre el que colocó queso, cerrando los ojos al saborear la primera mordida; su madre Hazuki era una excelente cocinera, pero Izumi no recordaba haber probado nunca un desayuno tan delicioso a la par que simple y hecho con amor, admiración o evaluación que no pasó desapercibida para Itachi y quien sonrió; su madre la princesa Eshima había provenido de la nobleza, pero había sido una mujer que nunca le había temido al trabajo, por lo que le había enseñado varias recetas sencillas y que el semidios había perfeccionado con el paso de los años.
—¿Te gusto?— preguntó el semidios con una disimulada sonrisa, feliz de poder hacer algo por ella.
—Esta delicioso— contestó la wiccan, cubriéndose los labios con una mano al tragar, —perdón, por no poder hablar, pero no quiero desperdiciar nada mientras pueda— se disculpó, tomando un poco de fruta que procedió a servir sobre su plato.
—Tranquila— asintió él, pleno por saberla complacida. —Poco a poco iré descubriendo todo lo que te gusta— declaró, ansioso por aprender y conocer más y más de ella.
—Yo también quiero saber todo sobre ti— correspondió ella sirviendo un poco de jugo en los vasos de ambos.
—Soy bastante aburrido— desestimó Itachi, viéndola sonreír y entornar los ojos. —Mejor háblame de ti en este mundo; como es tu día, saber de tus amigas, las materias que más te gustan, las que no, todo— había tanto que desconocía de ella y que deseaba aprender, como ella de su vida en el siglo XVI.
—Bueno, mis mejores amigas en este mundo sin duda son Aiko, Chinami y Emiko, hemos sido amigas desde el jardín de infantes…— comenzó a relatar Izumi, no teniendo problema en responder a sus dudas o incógnitas.
Lo que siguió durante toda la hora del desayuno, habiendo despertado con tiempo de sobra para prepararse y dirigirse a la secundaria, fue un relató muy completo por parte de Izumi sobre sus primeros años de infancia y las relaciones que mantenía hasta el día de hoy como era el vínculo con sus amigas, con algunos de sus compañeros de salón, saltándose la parte del fallecimiento de su padre, pues ello ya se lo había explicado al semidios anteriormente y relatando hasta el inicio de su preadolescencia antes de que llegase la hora de levantarse de la mesa—ayudando a recoger y lavar los platos—y dirigirse a su habitación para vestirse, bajando por la escalera unos minutos después y despidiéndose con un amoroso beso que los dejó a ambos deseando por más, pero forzados a separarse. Suspirando mientras seguía con la mirada a la wiccan, observándola a través del cristal de la ventana, Itachi esbozó una sonrisa ante la nueva información que había escuchado de parte de Izumi, aún había mucho que desconocía de ella y que le resultaba maravillosamente fascinante cuanto más aprendía de ella, a la par que lo hacía sentir que realmente tenían más en común de lo que pensaba; ella se sentía diferente de quienes la rodeaban, él era diferente para empezar, ¿Es que era una especie de juego del destino el cómo sus vidas se habían entrelazado para conocerse pese a ser de tiempos distintos? Sonriendo ladinamente ante ese pensamiento y teniendo una idea en mente, Itachi se alejó de la ventana y dirigió sus pasos hacia el segundo piso para cambiarse de ropa y dar una sorpresa a Izumi.
Ya había sido suficiente de ocultarse.
El día había sido provechoso y las clases más amenas; historia, filosofía, idiomas y luego biología, en que estaban repasando la composición del ADN, pero y si bien Izumi podía hacer que su mente estuviera en piloto automático y cumpliera con todo lo que se esperaba de ella, en ese momento sus pensamientos estaban muy lejos, con Itachi y rememorando una y otra vez su noche y desayuno juntos, deseando estar permanentemente abrazada a él, decirle lo mucho que lo amaba y hacer todo lo posible por permanecer de esa manera…mas la realidad no era idílica, en el siglo XXI todo parecía más simple, pero su enemigo estaba en el siglo XVI y debían prepararse para partir cuanto antes. Cruzando el umbral de la secundaria hacia el exterior junto a sus amigas Aiko, Chinami y Emiko, Izumi sonrió ante los "últimos chismes" que ellas tenían para contarle y que sin embargo no le interesaban; la wiccan vestía una camiseta negra de escote redondo y mangas ceñidas hasta las muñecas, encima una chaqueta de mezclilla gris oscuro que permanecía abierta, con un dobladillo en forma de alas enmarcando su escote y a juego con el dobladillo de las muñecas, jeans negros desgarrados ligeramente a la altura de las rodillas y cortos botines negros, con sus largos rizos castaños cayendo sobre sus hombros y tras su espalda, enmarcando el medallón alrededor de su cuello y en que reposaban los fragmentos de la Joya del Paraíso en todo momento, mas nadie de su entorno salvo su familia—y ellos estaban en Nueva York—estaba al tanto de ello ni de lo que hacía al ausentarse.
—Adiós, Izumi— se despidieron sus amigas casi al unisonó, haciéndola sonreír.
—Adiós, nos vemos— asintió la wiccan antes de seguir con su camino, queriendo regresar a casa y ocuparse de sus propios quehaceres.
—Izumi siempre está ocupada últimamente— suspiró Chinami ya que últimamente pasaban muy poco tiempo juntas.
—Si, que pena— secundó Aiko, preguntándose si podrían hacer algo para remediarlo.
—Olviden eso— acalló Emiko, frotándose los ojos ante lo que veía. —¿Quién es ese chico tan guapo?— señaló observando al hombre junto a la verja de la entrada.
—Nunca lo había visto— contestó Aiko con un hilo de voz ante la sorpresa, no habiendo visto nunca a un chico tan guapo.
—Debe ser el chico del que Izumi habla siempre— sonrió Chinami, casi brincando de la emoción y muy feliz por su amiga.
—¿Cuál de ellos?— cuestionó Emiko, pues había dos hombres disputando el corazón de su amiga, fuera de Keith. —Estoy celosa, pero buena celosa— admitió pues aquel hombre era un regalo para los ojos.
—Y nosotras— respaldaron Aiko y Chinami igualmente fascinadas y felices, sin dejar de sonreír en el proceso.
Al separarse de sus amigas y dirigirse hacia la verja que separaba definitivamente la secundaria de las calles exteriores, Izumi no pudo evitar ralentizar su paso al ver a alguien esperándola y que la hizo ruborizar tanto por lo endemoniadamente guapo que se veía—aunque ella siempre pensaba eso—así como sintiéndose enormemente importante por todo el tiempo que estaban pasando juntos en las últimas casi cuarenta y dos horas; el semidios vestía una camiseta gris oscuro de cuello redondo y que pasaba casi desapercibida bajo un suéter color hueso que asemejaba a una chaqueta de mangas largas, con cuatro botones en el dobladillo—mas está permanecía abierta—y uno extra en el lado del cuello que se doblaba a la altura de los hombros, pantalones de mezclilla gris oscuro y cortos botines negros, con su cabello ébano recogido en su característica coleta y las manos despreocupadamente en los bolsillos, sonriendo ladinamente y sin apartar la mirada de ella que acomodó el bolso sobre su hombro mientras se detenía frente a él. Aunque observando todo desde el lugar en que se habían despedido de Izumi, muy cerca del umbral de la secundaria, Aiko, Chinami y Emiko observaron boquiabiertas a quien debía ser el chico más guapo que hubieran visto en su vida, literalmente ni los modelos de las revistas se veían como él y que—como unos Eros y Psique de la vida moderna—naturalmente tenía ojos solo para Izumi, quien ajena o consciente de la atención que ambos tenían encima, sintió que se le aceleraba la respiración por estar juntos en público, pero buen nerviosa.
—No puedo creer que vinieras por mí— sonrió la wiccan, radiante de alegría como nunca.
—Quería hacer algo lindo, y no podía estar sin verte más tiempo— contestó el semidios como si fuese obvió, descolgándole el bolso y cargándolo personalmente. —Las compras están hechas, por lo que solo debemos prepararnos para partir— informó sin dejar de observarla, habiendo hecho eso por su cuenta.
—Perfecto— asintió Izumi, mas deteniéndose tras dar sus primeros pasos.
—¿Qué pasa?— inquirió Itachi, esperando no haber hecho algo mal o que la ofendiera.
—Demos algo para que todos hablen— sugirió la pelicastaña con una pícara sonrisa y hablando en voz baja.
No estaban en el siglo XVI donde debían preguntarse todo el tiempo si estaban siendo demasiado íntimos entre sí a ojos de terceros, y aún entonces tenían su propio código ya sea en presencia de otros o en privado, pero en este caso y queriendo gritar al mundo que amaba al semidios conocido como Itachi, Izumi lo haló del cuello de la camiseta y acercó su rostro al suyo, besando sus labios y tomando evidentemente por sorpresa al semidios, pero este no tardo en corresponder al beso, sonriendo contra los labios de la wiccan mientras movía los suyos en respuesta a su beso, con sus bocas bailando juntas una contra la otra, alzando él una de sus manos y situándola en su nuca para mantenerla cerca suyo hasta sentir que se le aceleraba la respiración, señal que él tomó para romper el beso y permitirle respirar. Relamiéndose los labios y sin desvanecer su sonrisa mientras observaba a Izumi, quien reanudó su andar, Itachi envolvió uno de sus brazos alrededor de su cintura, muy cerca de su espalda baja y ante lo que ella se acercó todavía más a él, ¿Ella sabía lo que provocaba en él y lo hacía apropósito? Lo desequilibraba y enardecía lo valiente que era, pero también dulce, temeraria, fascinante y feroz…a su mente vino la vez en que Konohamaru había pedido ayuda a Tsunade, aludiendo la historia de un perrito enamorado de una conejita; la hermosa mujer a su lado, y a quien tenía el honor de envolver con uno de sus brazos, no era ninguna conejita sino una loba que podía pasar por una cachorra tierna, y como al menos una parte de él era dios perro, esa mezcla era irresistible para él…
El panorama de ambos en el siglo XXI durante aquellos dos días había sido simplemente perfecto, podrían haber seguido así para siempre y solo disfrutando de su tiempo juntos, pero tenían responsabilidades en el siglo XVI y que no podían esperar, por lo que tras regresar a casa de la Uchiwa y preparar todo lo que necesitarían—separando el contenido de las bolsas y dejando en el refrigerador todo para que la madre de Izumi, su abuelo y hermano tuvieran recursos suficientes a su regreso al día siguiente—, el semidios y la wiccan saltaron al interior del pozo para retornar al siglo XVI. El primero en emerger y cargado de bolsas con compras fue Itachi, y quien ni se inmutó por el peso, volviendo a vestir su típico atuendo del siglo XVI y tendiendo la mano a Izumi quien fue la siguiente en emerger y cargando únicamente con su bolso y útiles de estudio con que repasar mientras permaneciera ahí; la wiccan vestía una camiseta lila ligeramente felpuda, de escote redondo y sin mangas sino que dos finos tirantes, encima un ligero suéter de igual color y abrochado por tres escasos botones formando un escote en V y resbalando para exponer su hombro izquierdo, jeans azul claro, cómodas zapatillas violeta y su largo cabello castaño se encontraba recogido en una trenza mariposa, dejando sus rizos caer sobre sus hombros y enmarcar el medallón con los fragmentos de la Joya del Paraíso alrededor de su cuello. Esperando por ellos se encontraban el pequeño Konohamaru junto a Hina en forma de gata, así como Hinata del brazo de Naruto.
—Que bien, al fin regresaron— el pequeño Garuda brincó de emoción nada más verlos.
—Parecen muy descansados— apreció el fraile, arqueando una ceja y ante lo que la sicaria le golpeó el costado con el codo.
—Lo estamos, gracias— sonrió Izumi, absteniéndose de entornar los ojos al percibir el doble sentido tras la pregunta del Uzumaki.
—No perdamos tiempo y pongámonos en camino, cuanto más pronto nos vayamos, más pronto regresaremos— animó Itachi mientras cargaba con las bolsas y dirigiendo sus pasos hacia la villa.
Por supuesto que no emprenderían su viaje nada más regresar al siglo XVI y ya, y fue con esa intención que Itachi dirigió sus pasos de regreso a la villa o más directamente al hogar de Tsunade para dejar parte de las compras que Izumi y él habían traído, con la wiccan siguiéndolo muy de cerca, y también debían ir por los caballos para poder moverse más rápidamente, porque ni siquiera tenían claro a donde se dirigían y tiempo era lo último que tenían que perder. Caminando del brazo de Naruto, su prometido, Hinata observó todo con ojos admirados y felices, dichosa de ver que las cosas realmente se habían solucionado ahora que el problema con la sangre divina de Itachi había desaparecido; en honor al clima cada vez más frio, la sicaria vestía un vestido compuesto por una blusa blanca de escote redondo con holanes en el contorno, mangas abullonadas y encima un ceñido corse verde anudado en el frente, continuando en una falda rojo apagado con opacos bordados verde oliva, y su largo cabello azul estaba recogido en una trenza que caía tras su espalda, despejando su rostro. Por supuesto que los problemas no habían desaparecido, aún tenían que enfrentar al temido dios dragón—de hecho, Naruto y ella se había encargado de investigar cualquier información relacionada durante el tiempo que Itachi e Izumi habían estado lejos, para saber así a donde dirigirse—, pero irían un paso a la vez, calculando todo y tratando de no precipitarse, pues aún debían guardar fuerzas y resistir para enfrentarse a Orochimaru cuando llegase el momento.
Así comenzaba otro viaje.
PD: Saludos mis amores, prometí que actualizaría esta semana y lo cumplo, esperando como siempre poder cumplir con lo que ustedes esperan de mi, agradeciendo su apoyo y deseando siempre que mi trabajo sea de su agrado :3 Las próximas actualizaciones serán "Más Que Nada En El Mundo", luego "El Sentir de Un Uchiha" y finalmente "El Rey de Konoha" :3 Esta historia esta dedicada a mi queridísima amiga Ali-chan 1966 (agradeciendo su asesoría y aprobación, dedicándole particularmente esta historia como buena española), a mi querida amiga y lectora DULCECITO311 (a quien dedico y dedicare todas mis historias por seguirme tan devotamente y apoyarme en todo), a ktdestiny (agradeciendo que me brinde su opinión en esta nueva historia, y dedicándole los capítulos por lo mismo), a Gab (prometiendo que todo mejorara a partir de ahora, y que le dedicare todos los capítulos como agradecimiento por tomarse el tiempo de leer esta historia), a Yenmy (agradeciendo profundamente sus palabras y dedicándole este capitulo y todos lo que vendrán como prueba, esperando no incumplir sus expectativas), y a todos quienes siguen, leen o comentan todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos y hasta la próxima.
Referencias & Especial Romántico: Los eventos de este capítulo están basados en la trama del capítulo 82 de Inuyasha, que parece ser un especial retratando los actos heroicos de Inuyasha cuando se encuentra en el Tokio moderno y en camino a ver a Kagome; quise replicar eso desde el principio, pero no estaba muy segura de cómo y por lo que fui posponiendo la idea mientras buscaba inspiración y que finalmente llego a mí, permitiendo transformar este especial en algo más romántico entre la pareja predominante de esta historia, Itachi e Izumi. El viaje de la madre de Izumi a otra ciudad y todo su dialogo con su hija es una adaptación de varias experiencias y/o conversaciones con mi madre. Durante todo el capítulo intercaló el punto de vista de Izumi a la par que el de Itachi, pues la historia gira alrededor de ambos y el especial se centra en ellos, ambos teniendo una visión muy parecida del mundo y experiencias que los acercan, que es precisamente lo que permite que su relación se vuelva tan profunda, de ahí que sea tan fácil para ambos hablan, desenvolverse y experimentar una relación que va profundizando en lo sexual, mas paulatinamente y sin ir directo al sexo, pues ambos son inexpertos y lo emocional es mil veces más importante, sumado al hecho de que no saben si sobrevivirán a la batalla final con Orochimaru y por lo que no quieren llegar a proyectar tanto su relación de cara al futuro.
También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer), "El Siglo Magnifico; Indra & El Imperio Uchiha" (narrando la formación del Imperio a manos de Indra Otsutsuki en una adaptación de la serie "Diriliş Ertuğrul") :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia. También iniciare una nueva saga llamada "El Imperio de Cristal"-por muy infantil que suene-basada en los personajes de la Princesa Cadence y Shining Armor, como adaptación :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3
