¡Alto! ¿Ya leíste el capítulo anterior? Por Navidad hemos decidido subir dos capítulos hoy, así que revisa primero el anterior.
El Ascenso de un Científico Loco
¡Descubriré cómo funcona el mundo!
Epílogo 3
En lo más alto del Jardín. Ferd
"¡Y aquí estamos!" dije sin un ápice de entusiasmo, observando las miradas cargadas de asombro de mis hermanos y mis cuñadas, luego la enorme sonrisa y la mirada emocionada de Rozemyne.
Estábamos en lo alto de la verdadera escalera. Nos llevó una eternidad subirla… o eso me pareció. Geduldh y Ewigeliebe fueron los dioses encargados de darnos la bienvenida, ya que nuestro deceso fue durante el invierno. Después explicaron a nuestros acompañantes cómo funcionaría para nosotros, que estábamos atados unos a otros por el nombre.
Mis hermanos y cuñadas podían ir y venir a placer siempre que algún dios menor o un dios de los que solíamos nombrar en la ceremonia de obtención de bendiciones los escoltara para evitar que incurrieran en actos inadecuados. A Rozemyne y a mí, sin embargo, no nos dejarían salir de la biblioteca de Mestionora debido al castigo que la diosa de los caprichos y berrinches me impuso la última vez que estuvimos aquí.
"¿A qué tipo de castigo se refieren?" preguntó Margareth.
Ella podía negarlo todo lo que quisiera, pero su nivel de curiosidad era equiparable a la de Justus. Quizás por eso ambos eran excelentes espías y se llevaban tan bien cómo pareja.
"Ferd" me llamó la diosa de la tierra con su voz maternal "quizás debiste explicarles sobre el compromiso que hiciste con mi hija, el mismo que los tendrá atados aquí, sin la posibilidad de que sus hilos sean trasladados a otras tierras para renacer."
"Bueno" dije tratando de no suspirar muy fuerte "la última vez que Rozemyne y yo estuvimos aquí…"
"Ferdinand y yo jodimos las memorias de cuando Rozemyne era Urano, mi mejor amiga en nuestra vida anterior y prometida de Ferdinand que en aquel entonces se llamaba Tetsuo. Ahora sé las tiene que arreglar para arreglar esas memorias porque, según parece, las memorias se convierten en libros cuando vienes aquí. Imagino que es para garantizar que empieces tu vida de cero, ¿o me equivoco?"
Justus tuvo dificultades para ocultar su risa. Alerah miraba de su esposo a Rozemyne y a mí con curiosidad. Rozemyne solo mostró una sonrisa noble, ladeando su cara y sosteniendo su mejilla. Y Margareth se lanzó de inmediato a golpearnos a Laurenz y a mí… Golpe que, de hecho, nos dolió de un modo curioso, cómo si se tratara de modo n golpe de maná.
"Niños del jardín, aun cuando sus interacciones son divertidas para mí, les pido que se abstengan de ejercer violencia y muestren algo de respeto. Si quieren luchar entre ustedes, busquen a Leidenshaft y sus subordinados o les mostraré mi prisión y tendrán que ocupar mi lugar ahí hasta que el invierno termine."
Una vez pasada la extraña llamada de atención, nos dirigimos a la biblioteca. Para mí sorpresa, nadie abandonó el enorme edificio.
Una diosa rubia que no conocía apareció entonces con un libro que reconocí al instante. Las memorias de Urano Motosu.
La misma diosa nos guió a Rozemyne y a mí a una zona muy parecida a un taller abierto con diversos materiales como tinta, hojas, cuero, pegamento y objetos que solo conocía porque las había visto cuando Rozemyne me llevaba a la biblioteca de la Academia Real para apreciar las nuevas herramientas de conservación y reparación.
Me senté. Pasé algunas hojas para valorar el nivel del daño y luego escuché un par de murmullos por encima de mis hombros.
"¿Esas son mis memorias? Está escrito en japonés."
"¡Pero que desmadre hicimos, Tetsuo!"
"Así que eso es lo que pasa si intentas medio matar a alguien que ha suprimido memorias para que surjan, ¿eh?"
"¡Qué le hicieron a mi señora, par de bastardos!"
"Margareth, recuerda lo que ha dicho Lord Ewigeliebe. ¡Además es solo un libro! Laurenz y Zent lo pueden reparar, ¿verdad?"
"¡Cállate, Alerah! ¡Más les vale a tu marido y a nuestro Zent idiota que arreglen esto o me encargaré de que renazcan castrados!"
"¡Oye, no! Maldita ninja loca. ¡Alerah, defiéndeme! ¿Cómo se supone que te complazco si renazco castrado!"
"¡Jajajajajajajaja! Maggie ¡Jajajajaja! No los amenaces así ¡Jajajajajajaja!"
No podía creer que estuviera teniendo un dolor de cabeza estando muerto. Mis dedos encontraron el puente de mi nariz casi de inmediato. La discusión siguió a mis espaldas hasta que Rozemyne notó algo que nos descolocó a todos.
"¿Dónde está Mestionora?"
Mi familia guardó silencio de inmediato y mi dolor de cabeza dimitió bastante.
Al igual que todos, miré en derredor, cayendo de pronto en la cuenta de que, a pesar de que había diversas diosas menores llevando y trayendo libros para acomodarlos en los estantes con calma parsimonia, Mestionora no estaba en ningún lado.
"¡Justus, Margareth, busquen a la diosa Schutzaria a ver si pueden averiguar dónde está esa diosa mimada! ¡Laurenz, Alerah, revisen la biblioteca y hablen con las diosas que están acomodando los libros!"
Quizás por llevar toda una vida siguiendo órdenes mías y de Rozemyne o porque a nadie más se le ocurrió que hacer, los cuatro se alejaron de inmediato para averiguar. Mi esposa, por otro lado, se sentó junto a mí, tomó su libro con delicadeza y siguió revisando las páginas quemadas, arrugadas o rotas, deteniéndose en algunas partes, tocando mi hombro para llamar mi atención al final y mostrarme algo.
"Ferdi, éstos son… son las cosas que inventé estando viva en Yurgensmith, ¿cierto?"
Miré el texto que me señalaba y sonreí, pasando los dedos por encima del texto claro e impoluto.
"Creo que te aferraste a los conocimientos que adquiriste siendo Urano para justificar tu existencia cuando eras pequeña. Recuerdo que al inicio, cuando tenías fiebre, me leías estos textos."
Los dedos de Rozemyne alcanzaron los míos y yo no tarde en tomarlos para besarla de inmediato.
"Fui un estúpido. Te debo más disculpas por ello."
"Ferdie, no es…"
"Claro que es necesario. Una de las primeras veces que atendí una de esas fiebres en las que hablabas en japonés me dijiste que tu nombre era Urano… cuándo Laurenz confesó que solía ser Shuu y trató de recordarme sobre sus intentos por presentarte conmigo, bueno… debí hacer la conexión en lugar de asumir que hablaba de otra persona. ¡Debí notar que suprimiste todo rastro de Urano para dejar solo los conocimientos! Quizás yo no habría…"
"¡Ferdinand, por favor! Está bien. Yo los preocupé demasiado… pero todo salió bien al final, ¿o no?"
Decidí no decir nada más, sonriendo, besándola y pidiéndole que se divirtiera cómo planeaba hacerlo en aquel lugar. Ella aceptó y no mucho después la tuve en un espacio entre los libros que podía ver sin dificultad alguna. Al parecer las diosas menores instalaron una salita que pudiera ver sin dificultad, cómo si se hubiera abierto un claro en el medio de ese bosque plagado de memorias y conocimientos, haciéndome sentir feliz al verla sonriendo conforme sus ojos perseguían las letras.
La calma, sin embargo, no duro demasiado. Justo cuando terminé de revisar todas las páginas, el resto de mi familia apareció frente a mi. Cuatro indagaciones diferentes. Una misma respuesta.
Mestionora fue enviada a un mundo mortal cómo castigo por parte de sus padres… claro que no la enviaron a cualquier mundo.
"¿Nigeria? ¿La enviaron a la Tierra?"
"Al parecer, el castigo va a durar 200 años humanos… aunque Maggie y yo no entendimos muy bien las implicaciones."
"La obligaron a nacer en una familia de muy bajos recursos. Un equivalente a tu situación cuando naciste aquí… pero enfermiza cómo suponían que era tu esposa."
Los miré a todos sin poder creérmelo, pasando del asombro a la carcajada más larga de mis dos vidas a causa de lo bizarro que parecía aquello.
Cuando terminé de reír, ignoré las miradas extrañadas que me dirigieron todos y me puse en pie, tomando a Laurenz de la muñeca con una enorme sonrisa perversa ante la divertida perspectiva de la situación.
"Shuu, tú y yo vamos a reparar éste libro antes de que Mestionora regrese. ¿Cuánto tiempo ha vivido en la Tierra hasta ahora?"
"Según las diosas menores" respondió Alerah "Mestionora pronto cumplirá dieciséis años en esa tierra."
"¡Perfecto! Gracias, Alerah. Tú, Justus y Margareth hagan lo que deseen mientras estemos aquí. Nos iremos a nuestras nuevas vidas antes de que los doscientos años hayan llegado a su final."
Todos asintieron, sin embargo, solo Laurenz me sonrió.
Trabajamos bastante en restaurar todo el libro. Fue una suerte contar con Shuu porque él pasó tanto tiempo siendo amigo de Urano y de su madre, que la conocía lo suficiente para que pudiéramos reestructurar el libro casi sin contratiempos. Solo nos deteníamos para pasar tiempo con nuestra familia cada tanto y conversar un poco sobre nuestro avance y las actividades de ellos.
Ninguno salió de la biblioteca.
Para cuándo terminamos el libro, a Mestionora le quedaban todavía cuarenta años en la Tierra.
Fue divertido conocer a quien una vez fuera mi prometida. Ver todos los libros que leyó durante sus veintidós años de existencia. Las anécdotas sobre los talleres que tomaba con su madre, varios de los cuales tomó Shuu también. Su paso por la escuela. Su sueño de ser bibliotecaria. Su nulo interés en el romance o la interacción social en general. La forma en que solía sumergirse en sus libros. La colección de libros que su padre le dejó junto con una pensión cuando ella era todavía muy pequeña. Su interés en enseñar cosas relacionadas con los libros a los niños más pequeños cuando ella estaba en preparatoria y luego en la universidad.
Antes de irnos, Rozemyne leyó su libro ya restaurado. Yo me dediqué a deambular para poder reírme de todos los libros eróticos y los explícitos que llegaron a la biblioteca y que, según las diosas menores, no solo horrorizaron a Mestionora cuando comenzaron a aparecer, sino que además eran los que más estaban llegando a la biblioteca.
Cuando mi esposa terminó de leer el libro de Urano, lo primero que hizo fue abrazar a Laurenz cómo si fuera una niña muy pequeña gritando un fuerte "¡Shuu, lo siento!" antes de soltarse a llorar, disculpándose una y otra y otra vez por todas las molestias que debió causarles a él y a su madre con su actitud despreocupada, por lastimar los con su muerte prematura y por todas las veces que se quejó de que lo la dejaran leer.
"¡Era una tonta inmadura enamorada de los libros! ¡Lo lamento tanto, Shuu!"
"Esta bien, está bien. ¡Me rindo, Urano! ¡Suéltame antes de que ese loco que tienes por marido dañe mi alma por celos!"
Rozemyne soltó a Laurenz haciendo una reverencia en exceso profunda y luego se abrazó a mí, pidiéndome disculpas por no escuchar a Shuu. Por perder la oportunidad de conocerme en Japón.
"Eso no importa ahora. Yo morí de forma estúpida por no escucharlo, ¿sabes? Tu muerte no fue tu culpa, la mía, por otro lado, fue resultado de mi propia negligencia. Además, yo tampoco le hice mucho caso a Shuu cuando insistía en presentarnos."
Poco después nos permitieron sentarnos a charlar un poco entre nosotros. Alerah y Margareth, que nunca escucharon supieron sobre nuestras vidas pasadas tenían muchas preguntas. Justus solo asentía y reía un poco ante nuestras anécdotas, cómo si estuviera viendo su programa favorito por tercera o cuarta vez.
Entonces, en algún momento, cuando no hubo más anécdotas que contar, los dioses rey y Reyna se presentaron ante nosotros.
"Niños del jardín" inició la diosa de la luz "su tiempo de descanso ha concluido. Ahora que Ferd ha cumplido su promesa para con nuestra nieta y Myne ha leído todos los libros que ha deseado, es hora de enviarlos a su nueva vida."
"Debido a la fuerte atadura de nombres, los seis renacerán cómo familia." Comentó ahora el Dios de la oscuridad "Podrán volver a enamorarse entre ustedes, solo que todos se conocerán desde una edad temprana."
"Myne, tus subordinadas nacerán en la misma familia que tú cómo tus hermanas o cómo tus primas, en tanto los subordinados de Ferd nacerán en la familia de él."
"Está vez nacerán en uno de los mundos sin maná. Ninguno tendrá recuerdo alguno de su estadía en esta biblioteca o en el Jardín."
"Ahora vayan, crezcan, disfruten y vivan vidas dignas de ser leídas."
Rozemyne y yo nos abrazamos en ese momento, dándonos un último beso antes de que la luz de la diosa nos cegara y su esposo nos envolviera en su oscuridad.
Fuimos tragados por la nada.
Fuimos estirados y privados de nuestros sentidos, de nuestros recuerdos.
Y entonces…
"… es un varón! ¡Un varón sano y fuerte!"
"¿Y ya saben cómo van a llamarlo?"
"¡Por supuesto!" dijo una voz familiar, cálida que me hacía sentir un poco mejor, similar al retumbar rítmico que sonaba ahora debajo de mí.
"¿Puedo decirles?" preguntó esa voz cargada de calma y paz que antes parecía venir de todos lados y que ahora era clara y que no quería dejar de escuchar.
"Su nombre es…"
