Marea de emociones

Kagome

La pelea con Inuyasha había consumido mis energías a un nivel difícil de explicar. Estuve a punto de llamar a Sango y decirle que no iba a ir al trabajo, sin embargo, sabía que aquella no era la solución, por lo que terminé de alistarme y salí.

Al llegar, como siempre, ella se encontraba allí, con sus ojos perdidos en el medio de la nada y su café en la mano.

- Buenos días. - le sonreí. - ¿Cómo estas?.

- Buenos días, Kag. - me devolvió la sonrisa. - Sobreviviendo, ¿y tú?.

- Lo mismo digo. - suspiré, sentándome sobre su escritorio.

- ¿Qué sucede? Parece que no hubieras dormido en toda la noche.

- Bueno, algo así. - sonreí. - Anoche dormí con Inuyasha.

- Eso lo explica todo.

- No, pero... esta mañana tuvimos una discusión. - un nuevo suspiro abandonó mis labios. - Koga llamó para vernos esta noche y... - noté que su mirada se ensombreció en ese instante. - ¿Sucede algo?.

- No, no, sólo te escucho con atención... ¿vas a verte con Koga?.

- Si, y eso desató una terrible discusión con Inuyasha. - masajeé mi frente, recordando aquel momento.

- No me sorprende, su carácter parece ser bastante difícil de sobrellevar a veces.

- Puede ser, pero... creo que hay demasiadas cosas entre nosotros en este momento.

- ¿Sientes que no pueden estar juntos ahora?

Me quedé callada mientras sus palabras me atravesaban como una flecha. ¿Realmente estábamos listos para estar juntos ahora?. Estaba a punto de responder cuando escuchamos que las puertas del ascensor se abrían. Segundos después, Rin ingresó y su rostro no estaba mejor que el mío, por el contrario, se veía un poco triste.

- Buenos días, chicas. - intentó mostrarse natural.

- ¿Todo bien? - pregunté, mirando a Sango, creyendo que quizás las cosas entre ellas aún no estaban bien.

- Si, sólo que tuve una noche de insomnio.

Por alguna razón no le creí, sin embargo, si ella no quería decirlo, no íbamos a presionarla.

- ¿Saben que? - me puse de pie. - Estoy cansada y creo que ustedes también. - ambas me miraron confundidas. - Necesitamos una noche de sólo chicas, una en la que podamos salir a divertirnos y beber hasta que todo parezca un sueño.

- Apoyo la moción. - Sango bebió un sorbo de su café. - ¿Qué les parece el sábado?.

- Bueno, debería hablar con Kohaku...

- ¿Qué cosas dices? - la miró extrañada y, por un segundo creí que volverían a pelear. - Oh no, él no es tu dueño como para que le pidas permiso.

- Sango. - sonreí.

- Yo le diré y si no le gusta, pues deberá quedarse en la casa molesto. - se encogió de hombros.

- Bien, el sábado será. Si me necesitan, ya saben donde encontrarme. - volteé e ingresé a mi oficina.

El resto de la tarde la pasé inmersa en mis proyectos, sin embargo, también me adentré un poco en el proyecto que compartíamos con Inuyasha, quizás buscando la manera de extenderlo para ganar un poco de tiempo.

- Quizás... si accidentalmente hago esto... ¡ups! - sonreí al voltear mi café sobre los bocetos impresos. - Y es una pena que, parte del proyecto digital... - volteé al ordenador. - También se vaya a la basura.

No comprendí muy bien el porqué, pero me agradó bastante desechar esas cosas, después de todo, luego veríamos cuales serían los pretextos para justificar estas acciones.

La noche llegó más rápido de lo que me esperaba y, antes de si quiera darme cuenta, ya estaba en mi casa, esperando a que Koga se hiciera presente. Me miré en el espejo, ultimando detalles para verme de forma presentable y, en el instante en que el timbre sonó, me acerqué.

- Buenas noches, bonita. - me sonrió mientras ingresaba.

- Buenas noches. - le devolví la sonrisa. - ¿Cómo estas?.

- Bien, por suerte, ¿y tú?. - noté que no se acercó en ningún momento y estaba segura de que eso estaba directamente relacionado con las palabras que había cruzado con Inuyasha.

- Si... también. - aclaré mi garganta. - ¿Quieres que pidamos algo? También puedo cocinar si lo deseas.

- No, Kag, no tienes que molestarte, sólo estaré aquí unos minutos.

- ¿He? - aquello verdaderamente me confundió.

- Bueno... - desvió su mirada, visiblemente incómodo. - A juzgar por lo que pasó esta mañana, creo que has tomado una decisión y... no es a mi a quien elegiste.

- ¿Elegir? - no salía de mi asombro.

- Hace un tiempo, Inuyasha y yo tuvimos una charla sobre esto. Ambos sabíamos la relación que el otro tenía contigo y recuerdo que le dije que tú debías ser quien escogiera. - sonrió, mostrando un dejo de tristeza en sus ojos. - Cuando dijiste que querías compartir más tiempo conmigo, me sentí más que feliz, ya que pensé que verdaderamente querías estar a mi lado.

- Koga. - intervine. - Yo... lo siento mucho.

¿Qué más podía decir?.

- No tienes que disculparte Kag, te entiendo, pero eso no lo hace menos doloroso.

- Voy a serte sincera. - suspiré. - Mis sentimientos por Inuyasha son difíciles de explicar y eso ha interferido en lo que pensaba para los dos.

- ¿Alguna vez te imaginaste un futuro conmigo?.

- Si. - no mentí. - Cuando nos conocimos y empezamos a salir, siempre creí que quizás llegaríamos a algo más.

- Entonces maldigo a Taisho por aparecer. - rio levemente. - Al menos me alegra saber que no fui sólo un rato.

- No, por supuesto que no lo fuiste Koga. Te quiero, créeme que te aprecio mucho...

- Lo amas, ¿verdad? - me quedé en silencio, dubitativa de si responder o no. - Ya me diste la respuesta. - elevó su mano, acariciando mi mejilla. - Sólo espero que él sepa cuidarte como te mereces.

No supe que decir, sentía que cualquier palabra iba a ser insuficiente o peor, estaría fuera de lugar.

- ¿Seguro que no quieres quedarte? Podemos comer algo o...

- No es necesario, Kagome. - me sonrió y, por primera vez, pronunció mi nombre completo, algo que si se sintió extraño. - Puedes hablarme cuando lo desees, no por esto deberemos hacer como si nunca nos hubiésemos conocido, pero prefiero mantener mi distancia.

- No te preocupes, lo entiendo y lo siento mucho, de verdad.

- ¿Puedes dejar de disculparte? - se acercó, abrazándome y mentiría si dijera que no me sentí aliviada ante aquel gesto, el cual correspondí de inmediato.

Cerré mis ojos, dejando que aquel exquisito perfume inundara mis fosas nasales mientras la calidez de sus manos se aferraban a mi espalda.

- Gracias. - susurré.

- Nada que agradecer, bonita. - se apartó, acariciando por última vez mi mejilla, al mismo tiempo en qu me dedicaba una triste sonrisa. - Puedes hablarme cuando lo desees, ¿si? - asentí. - Me voy. Estaremos en contacto.

- De acuerdo. - me hice a un lado mientras él pasaba.

- Nos vemos, Kag.

- No vemos.

Cerré la puerta y apoyé mi espalda en ella, tratando de procesar no sólo lo que acababa de suceder, si no también todas las extrañas emociones que me invadían.

Inuyasha

Llegué a la empresa y fui directo a mi oficina. Ni siquiera me había dado una ducha y pretendía estar lejos de cualquier persona que se encontrara en aquel lugar. La pelea con Kagome me había dejado perdido, inmerso en mis pensamientos y confundido sobre muchos aspectos, algo que quería cubrir con trabajo. Sin embargo, como siempre, cuando estaba a unos pasos de aquella puerta en la que encontraría tranquilidad, mi hermano se atravesó.

- A mi oficina, de inmediato.

- ¿Qué te sucedió? - pregunté al ver la palidez en su rostro, una que sobresaltaba más de la normal. - Te ves terrible.

- Y tú hueles como el demonio. - arqueó su ceja. - Y no me ves preguntándote por eso. - comenzó a caminar hacía la oficina y, antes de ingresar, volteó a verme. - ¿De verdad no lo percibes?.

- ¿Qué cosa?

Sin decir más, entró y yo me quedé perplejo frente a lo que mis ojos veían.

- ¿Qué sucede? - volteó, sonriendo ampliamente. - ¿Viste un fantasma acaso?.

- Padre. - susurré.

- Bien, ahora si confirmo que ambos están bien y ya con eso puedo estar tranquilo. - cerró sus ojos, sin perder la sonrisa.

- Inuyasha. - sin salir de mi incredulidad, miré a mi hermano. - ¿No te percataste de su aroma?.

La sonrisa de mi padre se desvaneció en ese instante. Era verdad, no había sido capaz de percibir su olor y no comprendía el porqué.

- Bueno, no lo sé... yo me siento bien. - miré mis manos, en un acto reflejo por buscar algo que no se encontrara bien en mi cuerpo y por supuesto que no encontré nada.

- Inuyasha. - mis ojos se encontraron con los de él. - ¿Has notado algunos cambios en ti durante estos días?.

- No, no en realidad.

- Deberías hacerte un chuequeo médico.

- Feh, pero si te estoy diciendo que estoy bien.

- Es por seguridad. No puedo confiarme, mucho menos en la situación en la que nos encontramos.

- ¡Keh! - me crucé de brazos. - Ya te dije que no es necesario, ¿por qué mejor no me dices qué estás haciendo aquí? ¿Dónde te fuiste y por qué tardaste tanto?.

- Bueno... Sesshomaru ya está al tanto de todo, pero creo que lo mejor será hablar sobre este tema durante la cena, ¿Qué les parece? Algo me dice que aún tenemos tiempo.

- ¿Cómo puedes tomarte las cosas con tanta tranquilidad? - pregunté con sinceridad, ya que aquello era algo que siempre me sorprendía de él.

- Porque sé más cosas. - se encogió de hombros. - Pueden regresar a sus puestos, de ahora en adelante, me encargaré yo.

Sesshomaru salió sin emitir palabra y, aunque deseaba sacarme demasiadas dudas, lo seguí.

- Oye. - se detuvo, mirándome. - Ya, hablando enserio, ¿Por qué tienes esa cara? Parece que no hubieras dormido en toda la noche.

- ¿Por qué tienes olor a que estuviste follando toda la noche?.

Touché.

Y, sin más, cada cual se retiró a su oficina, en donde nos mantuvimos inmersos en nuestros propios mundos.

Horas más tarde.

La noche se hizo presente, encontrándome con una taza de café en el medio de la sala de mi casa, mirando la nada mientras esperaba a que las horas pasaran y debiera salir a la casa de mi padre.

Kagome.

Pensé, tomando mi móvil y observando la pantalla encendida. No me había escrito en todo el día y yo tampoco había tenido el deseo de hacerlo.

Probablemente porque sabía que terminaríamos peleando por teléfono.

Lo dejé sobre la mesa frente a mi y, antes de que terminara de recostar mi espalda en el sofá, la pantalla se encendió. Lo tomé rápidamente, quizás guardando la esperanza de que era ella, sin embargo, esta se desvaneció al no reconocer el número.

- ¿Quién habla? - respondí de mala gana.

- Inuyasha, debes venir a la casa de Urasue de inmediato.

- Midoriko. - susurré. - ¿Sucedió algo malo? - pregunté, observando la hora en el reloj de la pared.

- Sólo ven. Te estaremos esperando. - y cortó.

Estaremos... ¿se refiere a ella y Urasue o...?

Entonces lo comprendí y me puse de pie de inmediato, tomando las llaves de mi auto y saliendo hacía aquella dirección. Al llegar, descendí y, antes de que pudiese tocar la puerta, ella la abrió. Ninguno de los dos pronunció una sola palabra, simplemente ella se hizo a un lado y yo ingresé.

- Inuyasha. - inmediatamente me encontré con sus ojos grises, los cuales estaba repletos de sorpresa.

- Himari. - por fortuna recordé su pseudónimo.

- ¿Qué está sucediendo? - miró a Urasue, quién se notaba que no estaba de acuerdo con la situación. - ¿Por qué él está aquí?.

- Porque es hora de que recuerdes todo, Kahori.

- No es necesario que... - traté de intervenir.

- ¿Kahori? - la confusión en su rostro me desarmaba. - ¿De que están hablando? - volvió a mirar a Urasue buscando respuestas, sin embargo, ella desvió su mirada.

- Créeme que entiendo tu confusión. - la manera en la que Midoriko se acercaba a ella, me generaba ganas de tomar a Kahori y apartarla lo más lejos posible de su agarre. - Pero también se que entenderás todo cuando por fin seas completamente consciente.

- Tía Midoriko. - susurró. - Por favor, ¿Qué sucede?

- Tranquila, mi niña. - la abrazó, algo que me tensó por completo. - Tranquila. - murmuró.

En ese momento, un intenso brillo comenzó a envolverlas a ambas y supe que verdaderamente estaba sucediendo. Miré a Urasue y noté que sus ojos estaban llenos de lágrimas, al mismo tiempo en que sus brazos estaban cruzados. Aquella iluminación sólo duró unos instantes. Segundos después, Midoriko se apartó, colocándose al lado de la otra mujer. Yo sólo pude quedarme ahí, inmóvil, observándola fijamente. Sus ojos permanecieron cerrados durante unos segundos, hasta que finalmente los abrió y, lo primero que hizo, fue mirarme.

- Inuyasha. - susurró, con su mirada completamente nublada por las lágrimas.

Mi pecho se apretó al escuchar el tono de su voz, el cuál me confirmaba que sus recuerdos habían regresado.

- ¿Kahori? - pregunté, aún dubitativo.

Se acercó lentamente hasta quedar a sólo unos centímetros de distancia. Sus manos se elevaron, tomando mi rostro entre ellas, observándome como si no pudiese creer que estaba frente a ella.

- Eres tú. - susurró. - De verdad... eres tú.

- Regresaste. - sonreí levemente.

Mi querida Kahori.

- Mi amor. - sus palabras se oyeron como un suspiro.

Envolvió mi cuello con sus brazos y me besó, tomándome por sorpresa, la cual se vio reflejada en la expresión de mi rostro.

Extra

Sesshomaru

Ingresé a mi departamento, luego de aquel encuentro con mi padre. Dejé mis cosas y me senté en el sillón, no sin antes emitir un pequeño suspiro.

Zero se encuentra en la época feudal, más precisamente en el límite entre este mundo y el siguiente, pero... ¿Quién es la mujer que está allá?.

- Magatsuhi, ¿A que demonios estás jugando?. - murmuré, recostando mi espalda en el respaldar y fijando mis ojos en el techo. La imagen de esa joven se dibujó al instante sobre aquella superficie, como si quisiera sacarme de los problemas.

Maldición, ¿por qué tengo que pensar en ella justo en este momento?

- Rin. - susurré. - ¿Por qué demonios deseo tanto poseerte?.

Metí la mano en el bolsillo de mi pantalón, tomando mi móvil y busqué su contacto. Me quedé observándolo durante unos momento, pero finalmente marqué.

Un toque, dos toques, tres toques...

- ¿Señor Sesshomaru?.

- ¿Qué estas haciendo?.

- ¿Por qué me llama a estas horas?.

- Quiero verte. - aquella frase abandonó mis labios casi de manera involuntaria y recibí un pequeño silencio del otro lado.

- Por favor, no vuelva a llamarme, recuerde que tengo novio.

- Hm. - sonreí, cerrando mis ojos y corté.

¿Acaso es el hecho de que me siga rechazando lo que hace que vuelva a buscarla?.

El timbre sonó, sacándome de mis pensamientos y sólo en ese instante me percaté de su aroma. Me puse de pie y abrí la puerta.

- Buenas noches. - me sonrió coquetamente, como siempre lo hacía.

- ¿Por qué tardaste tanto en regresar?. - me hice a un lado, dejándola pasar.

- ¿Tanto me extrañaste? - volteó, mirándome sobre su hombro. - No creo que hayas estado pensando en mi cuando hablabas con esa joven.

- ¿Estabas escuchando? - me crucé de brazos, sin perder la expresión que me caracterizaba.

- ¿Qué comes que adivinas? R I N. - acentuó su nombre.

- Hay cosas que no son de tu incumbencia. - me acerqué, tomándola fuertemente por la cintura. - Y también se que no viniste para saber sobre mi.

- Touché. - sonrió, pasando sus manos por mi pecho, encendiendo mi deseo en una simple caricia.

Rin

Coloqué el móvil sobre mi pecho, luego de que él cortara la llamada. Mi corazón latía en un frenesí intenso y estaba segura de que mis mejillas ardían.

Quiero verte.

Aquellas palabras no dejaban de resonar en mi mente, provocando el deseo de salir de la cama e ir a buscarlo y, al mismo tiempo, la culpa de saber que estaba pensando en alguien más que no era mi pareja.

- Kohaku. - susurré.

Lo intentaba, juro que lo intentaba, pero cada vez que nos veíamos sólo corroboraba que no había química entre los dos. Si, él era muy atento y cariñoso conmigo, amaba sus abrazos, incluso sus besos me agradaban pero... no podía ir más allá.

Ni siquiera lograba pensar en aquella posibilidad.

Mordí mis labios y miré la pantalla del celular. Sabía que estaba mal el volver a llamarlo, pero simplemente no podía resistir la tentación.

Ya no más.

Marqué su número y cerré mis ojos mientras lo colocaba en mi oreja.

Un toque, dos toques, tres toques...

Mi boca se abrió ligeramente al escuchar aquel sonido al otro lado de la línea. Los gemidos de aquella mujer me incomodaron al instante, dejándome en shock.

- Kagura... - el gruñido de Sesshomaru me regresó a al realidad y corté de inmediato.

Me quedé en aquella posición durante unos segundos, hasta que dejé caer el móvil y volteé, terminando de taparme con las sábanas. Mis ojos se humedecieron al instante y no comprendí muy bien el porqué.

¿Acaso era porque se estaba follando a otra mujer?.

- No... me duele saber que sólo me llamaba para eso. - cerré mis ojos, dejando que aquella lágrima se escapara. - Sólo sexo.

Mientras yo pensaba en la posibilidad de que, quizás, las cosas con Kohaku no iban a funcionar, él estaba tranquilo con otra persona.

- Que tonta me siento.

Deje que el llanto saliera, eliminando aquella mezcla de emociones negativas que invadían mi pecho y que luego darían paso al sueño absoluto.

Kagura

- Entonces, ¿mañana por fin hablaremos de las condiciones para ser socios? - pregunté mientras llegaba al edificio de Sesshomaru.

- Por supuesto, bonita, pero hay algo que tienes que saber desde ya. - el tono de Miroku no era de los que más me agradaban, pero debía mantener la compostura si quería que todo saliera como debía. - Y eso es que a las reglas las pongo yo.

- De eso no tengo dudas, querido. - traté se sonar lo más coqueta posible, aún en contra de mi voluntad. - Sólo espero que pueda tener un poco de autoridad con mis chicas al menos.

- Eso deberemos negociarlo... te espero mañana.

- Nos vemos.

Corté y suspiré ligeramente. Si bien la idea de formar parte de SexPlay y tener encuentros casuales, no me desagradaba para nada, lo cierto era que estaba allí sólo porque Naraku me lo había pedido.

Y obvio que iba a recibir algo a cambio.

- Mañana será la reunión. - envié el mensaje y me detuve frente a la puerta del departamento de Sesshomaru. Justo cuando estaba por tocar, su voz me detuvo.

- Rin. - susurró.

¿Rin?

Era en momentos como este en los que agradecía mi naturaleza yokai, ya que no importaba que tan bajo hablara, iba a escucharlo. Apoyé mi oído en su puerta y me percaté de que todo estaba en silencio.

- ¿Qué estás haciendo?.

¿Acaso estaba hablando con una mujer? ¿Esa tal Rin quizás?

- Quiero verte.

Mis ojos se abrieron ampliamente al oír esas palabras. Nunca, en los cientos de años que conocía a Sesshomaru Taisho, había escuchado que le dijera eso a alguien que no fuera yo.

Y eso no me agradaba mucho que digamos. No porque estuviera enamorada, sólo porque no me gusta compartir.

Se quedó en silencio y decidí hacer mi entrada. Toqué, esperé a que abriera y por supuesto que lo hizo. Ingresé y obviamente no pensaba dejar pasar aquel detalle de esa jovencita y, al juzgar por su expresión y la manera en la que tensó su cuerpo, lo tomé desprevenido.

- Hay cosas que no son de tu incumbencia. - se acercó, tomándome posesivamente como siempre lo hacía. - Y también se que no viniste para saber de mi.

- Touché. - comencé a acariciar su pecho de la forma en la que sabía que le gustaba. - Tampoco es necesario que perdamos más el tiempo, ¿no crees?. - sus manos comenzaron a descender hacía mis muslos y elevó suavemente mi vestido. - Vayamos al grano. - hice lo mismo, tomando su erección entre mis manos.

Aquello fue lo que detonó la situación, ya que en cuestión de segundos, mi espalda se encontraban contra él sofá mientras el se perdía en mi interior tan intensa y posesivamente, que me era imposible no emitir ningún sonido.

Como si el destino me estuviera poniendo a prueba, giré mis ojos en dirección a la pequeña mesa que estaba al lado del sofá y noté que la pantalla de su móvil estaba encendida. Disimuladamente, en el segundo en que el hundió su rostro en mi escote, lo tomé, respondiendo la llamada de Rincita y dejándolo caer.

Mis gemidos fueron en aumento, en parte por el placer que verdaderamente estaba sintiendo y en parte por el hecho de hacerle saber a esa joven, que no era la única en la vida de este Taisho.

- Kagura. - gruñó cuando arañe su espalda, soltando un grito al notar que mi liberación se aproximaba.

Él también lo notó, por lo que me tomó por la cintura y se sentó sin salir de mi interior. Era mi turno, y comencé a moverme más suave y delicadamente.

- Maldición, si sabes como hacerme perder la cabeza.

Sonreí, completamente satisfecha con sus palabras y su expresión, por lo que me acerqué, susurrando en sus labios:

- Nunca te olvides de lo que sientes cuando estas conmigo. - comencé a aumentar el ritmo de mis movimientos. - Tu cuerpo nunca se sentirá de la misma manera con nadie.

Tomó mi cabello, desenrollando mi peinado y llevando mi cabeza hacía atrás, al mismo tiempo en que volvía a tomar mis pechos con sus labios, provocando que más gritos salieran de mi.

- Eres mía. - gruñó contra mi piel.

- Eso si que no, Sesshomaru.

Sus garras se clavaron en mi trasero, provocando mi sonrisa, ya que sabía que aquello no era de su agrado.

- Tú no eres mío, y yo jamás seré tuya. - susurré, a sabiendas de que aquello traería un castigo mayor, pero que disfrutaría con creces.

Naraku

- Mañana será la reunión.

Sonreí ante el mensaje de Kagura y volví mis ojos a Kikyo, quien descansaba amena y placenteramente en mi cama. Una vez más, aquella noche de sexo intenso había logrado sofocar sus energías y ya no sería una molestia hasta la mañana siguiente.

Salí de la habitación en dirección al living y tomé el sobre que Bankotsu me había enviado. Sin prisa y tranquilo, encendí la computadora y me senté frente a ella, colocando aquella memoria en su interior. Rápidamente aquella carpeta se hizo presente con un único archivo, un video al que, sin dudas, abrí.

Inmediatamente la imagen de Midoriko apareció frente a mis ojos, provocando mi sonrisa.

- Estoy segura de que no eres Magatsuhi, de lo contrario, jamás hubieras enviado a alguien tan descuidado, como él, a seguirme.

- Oye, recuerda que soy yo quien te está filmando. - la voz de Bankotsu pudo oírse.

- ¿He mentido acaso? - arqueó una ceja. - Y déjame decirte que, si aún está con vida, es porque me interesa saber los motivos por los cuales creíste necesario que debías mantenerme vigilada. - sonrió. - ¿Tienes miedo de dar la cara?.

- Sacerdotisa Midoriko... tan frontal como te recuerdo.

- Como buen yokai, que seguro eres, puedes seguir mi rastro y encontrarme cuando lo desees. Con gusto hablaremos sobre lo que te inquieta. Tal vez... podamos ser de mutua ayuda.

Y sin más, el video finalizó.

¿Aliarme con Midoriko? ¿Qué tantos beneficios podría traerme esa unión? Pero, sobre todo, ¿Qué tan sencillo sería deshacerme de ella una vez que haya obtenido La Perla de Shikon?.

Koga

El perro sarnoso cortó la llamada, dejándome con mil cosas que decirle.

- Maldito seas. - murmuré, lanzando el móvil sobre el escritorio de mi trabajo.

Luego de la negativa de Kagome a mi cena, la cual ya sabía que había postergado sólo para pasar la noche con Inuyasha, decidí que lo mejor era cambiar el turno con Hojo, después de todo, necesitaba despejar mi mente.

- Kagome. - murmuré, pensando en lo hermoso de su rostro. - Entonces lo has elegido a él, ¿no es así?

No podía mentirme a mi mismo, verdaderamente estaba ilusionado frente a la posibilidad de que lo nuestro avanzara hacía algo más serio, pero me había topado con la irrefutable realidad: ella no sentía lo mismo que yo.

¿Estaba enamorado? No podía afirmarlo con certeza, pero si mis sentimientos por ella no eran normales, eran mucho más profundos que los que había tenido por cualquier mujer en el pasado. Quizás me encontraba en la primera fase, esa a la que llaman enamoramiento.

- Supongo que ya no será necesario el decirle sobre mi naturaleza o mi trabajo. - tomé un pequeño bolígrafo, jugando con el sobre la madera. - Ni siquiera deberíamos cenar... lo mejor será que las cosas queden claras desde ahora.

Ella no está interesada en mi, frente a eso, no tengo más nada que hacer a su lado.

- Buenos días. - Hojo me sacó de mis pensamientos. - Te agradezco mucho por haber hecho este cambio, al fin pude dormir un poco.

- Si, como digas. - tomé mi mochila y me puse de pie, saliendo de la pequeña casilla de seguridad. - Que te sea leve.

- Gracias, supongo.

Regresé a mi casa, sorprendiéndome con creces al verla allí, parada frente a la puerta del edificio.

- ¿Qué estás haciendo aquí?.

- Koga. - Ayame sonrió de inmediato al verme. - Lo siento, pero hoy no tenía que ir al hospital y quise ver si podríamos comenzar con el entrenamiento.

- Bueno... recién salgo de mi trabajo. - llevé mi mano detrás de mi nuca.

- Oh, lo siento, no tenía ni idea... no quise molest...

- No lo haces, no me molestas, sólo quisiera que me dejes tomarme una siesta.

- Bien, puedo volver en un rato.

- ¿Para que? - la miré, abriendo la puerta. - Ya estas aquí. - ingresé y me quedé observándola. - ¿Qué esperas? Entra.

Ayame

Estaba incrédula frente a lo que sucedía: él estaba allí, invitándome a ingresar a su casa a sabiendas de que iba a dormir.

- Pero... ¿Qué se supone que haré mientras duermes?

- Lo que quieras. - se encogió de hombros. - Sólo dormiré una hora y después nos iremos a un lugar alejado para que practiques, ¿de acuerdo?

- ¿Seguro?

- No tengo todo el día, ¿puedes entrar?

Y lo hice. Ingresé y caminamos hacía el ascensor. El pequeño trayecto lo realizamos en silencio, sin embargo, mi mente estaba repleta de pensamientos.

¿Por qué sentía de esa manera? ¿Por qué mi corazón latía con tanta fuerza? ¿Por qué estaba tan nerviosa?

Ingresamos a su departamento y él procedió a dejar su mochila al lado de la puerta y a quitarse la playera.

- ¡¿Qué estas haciendo?! - grité, cubriendo mis ojos y sintiendo mis mejillas arder.

- ¿Nunca viste a un yokai así?

- Si... ¡por supuesto que lo he visto! Sólo... sólo que no me parece correcto, tú y Kagome...

- Ayame. - su tono serio causó que lo mirara. - Entre Kagome y yo no hay nada.

- ¿Qué? - murmuré. - Pero si... le dijiste a Sango...

- Olvídate de todo lo que dije. - se veía molesto. - Kagome y yo sólo seremos amigos. Además, tú y yo no estamos haciendo nada malo, solo te estoy ayudando.

Es verdad, sólo es eso.

- Bien. - crucé mis brazos, desviando mi mirada.

- Y ya no hagas eso, o terminaré creyendo que te gusto y por eso no puedes verme de esta manera.

- ¡¿Oye, qué te crees?!

- Sólo estoy bromeando. - se recostó en el sofá, cubriendo sus ojos con su antebrazo.

- Pero... ¿Qué estás...?

- Sólo dije que dormiría una hora, ¿no? No es necesario ir hasta la habitación.

Preferí mantenerme en silencio y sentarme en una de las sillas de la sala, tomando rápidamente mi móvil para concentrarme en algo más que no fuese Koga y su atractivo físico. Me perdí en mis redes sociales el suficiente tiempo como para que, cuando volviera a fijar mi vista en él, este se encontrara completamente dormido.

Me puse de pie y me acerqué, tratando de comprender el porqué de la marea de emociones que me invadían. Pase mi mirada por todo su cuerpo, mordiendo mis labios al notar lo tonificado de su torso, además de...

¿Qué estoy haciendo?

Desvié mis ojos, completamente avergonzada de mis pensamientos, sobre todo al tratarse de alguien cercano a mi amiga. Sin embargo, no podía negar que verdaderamente era atractivo

Había un ligero espacio en el sofá, uno en el que yo entraría sin dudas. Por un instante lo dudé, quizás por miedo a que, si se despertaba antes que yo, todo se volviera incómodo, pero... por alguna razón, necesitaba sentirlo cerca.

Me senté, esperando a ver si se despertaba y no lo hizo. Me acurruqué a su lado, cerrando mis ojos al sentir aquel preciado aroma. Se removió un poco y apreté mi mirada, esperando a que se despertara, sin embargo, no se como, me abrazó, pegándome un poco más a él.

- ¿Koga? - murmuré, buscando una respuesta, una que no obtuve.

Pero que bien se sentía.

Nuevamente cerré mis ojos, sintiendo su calidez y, poco a poco, me quedé dormida.