Capítulo 3: Venganza y tentaciones indebidas

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Era intolerable. Siquiera sabía la razón de aquella repentina tensión y pesadez en el ambiente. Hasta podía oír los latidos de su corazón resonando en sus oídos entre ese silencio incomodo que resultó luego de que entrasen todos en el auto. Sí, Kyoko y ese bastardo estaban atrás, sentados, alejados del acecho de sus ojos. Solo podía dar la vuelta la cabeza para poder verlos, pero si lo hacía estallaría de cólera y sabía que Shoko posiblemente les pediría a ambos que se marchasen del auto antes de que le dé un buen golpe a ese imbécil. No lo haría. No le pegaría una paliza por más que quisiera, se contendría hasta en el último momento, para tener a Kyoko por lo menos unos minutos, en el que intentaría descubrir qué clase de mosquito le habría picado como para perder la cabeza.

Pero… ¿Qué hacían? ¿Por qué demonios estaban tan callados y quietos? Sabía que Shoko propuso que platicasen en un lugar más privado pensando en el cotilleo que habría si los descubriesen ¡¿Pero por qué tenía que ser en el auto y por qué tenía que estar ese Beagle atrás junto a Kyoko?!

El gruñido que salió de sus labios cerrados podría coincidir con la de un perro rabioso.

Shoko no tuvo suficiente con mandarlos atrás, sino que también le había avergonzado, exigiéndole que pusiese los cojines de plumas de ganso en el asiento del copiloto para que se sentase. ¡Se parecía cada vez más a su madre!

Nada de eso podría soportarlo más.

Giró la cabeza hacia su manager para mostrarle su disconformidad con la mirada, pero entonces la descubrió sonrojada, husmeando hacia el espejo retrovisor.

¿Qué demonios está mirando?

No pudiendo disimular su curiosidad, se volvió rápido y miró lo que andaba sucediendo atrás.

El Beagle estaba observando a Kyoko, con ojos llenos de deseo. Tenía la mano reposada en el asiento, pero ésta rozaba la parte lateral de su muslo. Y Kyoko, ¡esa maldita Kyoko!, estaba con las mejillas sonrojadas y con la mirada perdida hacia la ventana. La manera en que entreabría sus rojos labios, y se mordía el labio inferior, le hizo sentir una tensión en la entrepierna. Ese simple acto, lo llevó a que recorriese con más detención su cuerpo. El escote de su vestido dejaba entrever una leve curva de sus senos, su pecho subía y bajaba al ritmo irregular de su respiración; y pudo percibir que detrás de esa tela no había algún sujetador que resguardasen sus senos. Sus manos las tenía reposada sobre su regazo, mientras que sus dedos arañaban su falda y se cerraban formando un puño. Su falda poco cubría sus muslos, y sus largas piernas desnudas lo dejaron embobado por largos segundos.

Todo su aspecto era tan sensual que tragó en seco.

Distinguió de repente un movimiento, y ladeó la cabeza a otro lado. El Beagle había apartado la mano de su pierna y ahora lo miraba a él detenidamente, con una ceja enarcada de forma inquisitiva.

Cuando lo vio abrir la boca para delatarlo o decir algo, se lo impuso hablando el primero.

—¿No vas a decir nada, Kyoko? —No supo lo que decía y hasta casi tartamudeó, aún alelado por la sensualidad que desprendía esa mujer que ya no reconocía, pero mirando seguidamente a Reino, recordó el motivo que lo llevó a girar la mirada hacia atrás. Ahora lo reconocía, desde el principio todo fue tensión sexual.

Arrugó excesivamente el entrecejo y se balanceó un poco más hacia el hueco que formaban los dos asientos delanteros.

—¡¿Qué diablos creen que están haciendo?! ¡Aquí no es el motel para que hagan sus cochinadas! ¡¿Acaso no tienes ni un poco de pudor?! —le gritó a Kyoko, quien volviéndose a él, recién se percató de su presencia al oírlo gritar.

—¿De qué cochinadas estás hablando, Sho? —gruñó entre dientes enfadada—. ¿Es que tus ojos te están engañando? —rugió inclinando su torso, acercándose a él en modo desafiante—. Lo único que estamos haciendo aquí es esperar a que digas algo para que así podamos irnos de una maldita vez.

La mirada de Sho se desvió de su rostro a la redondez de sus senos, que se exhibían repentinamente dada su posición.

Sintió que se le secaba garganta, y enseguida apartó la mirada hacia un lado. De nuevo se encontró con la mirada de Reino, que lo observaba en silencio, con una sonrisita de diversión en sus labios, una sonrisa que manifestaba su siguiente movimiento.

Él se acercó a la oreja de Kyoko, murmurándole algo que se forzó en escuchar.

—Se te verán los senos, caperucita —fue lo que murmuró, casi pegado a su oreja.

Y en un nanosegundo, el rostro de Kyoko se puso rojo. Se enderezó y la insinuante curva de sus senos desapareció tras el escote.

Shotaro hirvió de ira al ver la expresión petulante de Reino, quien se pavoneaba de la intimidad que compartía con Kyoko. Miró a Kyoko, y la halló aun sonrojada. ¡Ja! ¡Cómo si el gran Fuwa Sho pudiera deleitarse viendo sus senos! Había mujeres con más pechos que ella haciendo fila por él.

Se irguió, engreído, y confiado de que esa mujer plana y aburrida no alcanzaba ni un ápice de sus ya definidos estándares.

La repasó, y la negó mentalmente. Sus mejillas aún seguían sonrojadas de la vergüenza… ¿eh?

Agrandó los ojos al notar que la expresión en sus ojos no era de pudor. Era una mirada sensual que reflejaba la excitación y el deseo sexual. Ese Beagle había acercado demasiado sus labios a su oreja, ¿la pudorosa de Kyoko se había excitado sexualmente por ello? ¿Ellos de verdad ya han tenido sexo? ¿Kyoko con ese Beagle había perdido su…?

Las venas comenzaron a palpitar en sus sienes.

—¡¿Por qué éste imbécil está aquí?! —gritó en cólera—. ¡Yo solo quería hablar contigo, maldita seas!

Viendo que Sho al final explotó en cólera, Shoko intentó disuadirlo a que calmase su conducta, pero ya era tarde. Un aura lóbrega emanó del cuerpo de Kyoko, y pequeños espíritus vengativos comenzaron a salir al combate. Reino se maravilló al ver a tantas y atrapó a una, quien aleteó en un intento de escapar e ir junto a las otras.

—¿Maldita seas? —murmuró Kyoko con el rostro ensombrecido, mientras sus ojos refulgieron un brillo siniestro—. Dime, SHO-TA-RO —pronunció cada sílaba de su nombre, sabiendo lo molesto que le resultaría—, ¿Beagle te está impidiendo hablar? —Sho y Reino la miraron en un acto de contrariedad a cómo les llamaba—. Dime que mierda es lo que me quieres decir… ¡¿Acaso te estoy impidiendo hablar?!

Shotaro sintiendo que el aire se hacía cada vez más denso e irrespirable, dio un manotazo, espantando sin saberlo a algunos pequeños demonios que lo acorralaban, volando a su alrededor en forma de espiral.

—Entonces dime, ¿qué carajo te ocurre para estar… —apretó los puños e hizo una mueca de repulsión—… para estar con ésta escoria? —gruñó conteniéndose.

—¿Escoria? —dijo con un deje pensativo, mirando a Reino. Su rostro parecía indiferente, pero advirtió que bajo su chaqueta estaba tenso—. Él es menos escoria de lo que parece, incluso puede llegar a ser mucho menos escoria que tú.

—¿Q-Qué demonios? —susurró Sho con incredulidad— ¡¿Intentas defenderlo?!

—Solo estoy diciendo lo que es —acentuó entornando la mirada.

Sho la miró shockeado. Soltó una risa sardónica y nerviosa.

—Estabas llorando porque te acosaba, ¿y ahora te revuelcas con esta sabandija? Mira cuán bajo has caído.

Kyoko bajó la mirada, y quedó en silencio, hasta que de repente soltó una pequeña risa que fue transformándose en incesantes carcajadas malévolas.

—Ésta sabandija como tú ahora lo llamas —repuso, limpiándose las lágrimas que se le salieron después de tanto reír—, al menos se preocupa por mí como tú no —pasó una mano por su cabello, mostrando el apósito pegado en su frente—. ¿Qué es lo que me ocurre para estar con ésta escoria? Esa escoria me cuidó toda la noche en el hospital. ¿Acabaste ya? —manifestó con ojos fríos.

Sho se volvió a Reino, mirándolo con incredulidad. Maldijo en lo bajo, al reparar en el error de olvidar que se habían encontrado en un hospital.

—¿Qué te ha pasado? —interrogó algo tardío, retorciéndose los dedos en un gesto de nerviosismo.

—Nada de lo que te importe. Si ya terminaste, entonces nos vamos —cogió la manija de la puerta, pero antes de siquiera abrir, una mano agarró de su brazo.

—Espera un maldito minuto —rechistó Shotaro, atajándola.

Los ojos de Kyoko se detuvieron en su mano y luego en el rostro del rubio.

—¿Qué más quieres saber? —concedió con frialdad— ¿Si me he revolcado con él?

Shotaro la miró pasmado por unos instantes.

—¿Lo has hecho? —preguntó con los dientes apretados.

—No… —sugirió dubitativa— O tal vez sí

Sin soportarlo más, Kyoko cogió su mano y lo arrojó a un lado. Tomó del brazo a Reino, y abrió la puerta.

—Dime qué demonios es lo que quieres decir con eso, ¿acaso no ves que solo te está utilizando para molestarme?

No le hizo caso y, mientras salía, arrastró a Reino hacia su lado.

—¿De verdad te entregaste a ésta escoria con tanta facilidad?... Nunca pensé que fueras...ese tipo de mujer.

Su corazón se le saltó un latido y luego se aceleró. Se detuvo, impidiendo que Reino pudiese salir del auto. Esas últimas palabras también las había oído de la boca de Tsuruga Ren.

Creí conocerte, pero no sabía que fueras...ese tipo de mujer

El recuerdo cayó como un balde de agua fría, calando todo su cuerpo.

Se dio la vuelta, apoyó una mano en el hombro de Reino, y se inclinó para mirar a Sho. La mirada de ambos hombres fueron directo a su escote, pero Kyoko apartó esa información de su mente, y curvó la comisura de sus labios en una sonrisa fría.

—Entonces ¿dices que él me desechará cuando ya no necesite de una sirvienta? —arrugó el ceño y negó con la cabeza— Ah, espera, me he equivocado de persona.

Todas las miradas quedaron fijas e hipnotizadas en ella, y Sho hizo una mueca y se calló.

—Una mujer aburrida, plana y sin atractivo sexual...—citó, deslizando la mano tras el cuello de Reino. Meneó la cabeza y cambió sus palabras—. Una mujer deseable, poderosa y muy sensual, cuando me deseche, serán esas las palabras con las que me desechará.

Dejó de mirar a Sho, y se inclinó hacia Reino a la vez que lo atraía directo a su boca. Atrapó sus labios en un beso ardiente, deslizando su lengua dentro de su boca apenas él lo abría. Reino respondía con rapidez a sus peticiones, y lo hacía de un modo que la dejaba sin respiración. Él la devoraba tanto como ella lo hacía, dejándola mareada, jadeante y muy acalorada.

Antes de que siguiesen con más, apartó la mano que había acabado en su cabello, agarró la mano de él y lo instó a que se levante y marchasen.

No quiso mirar atrás, sabía que ahí estarían Shotaro y su manager mirando boquiabiertos; él estaría encolerizado, a pocos instantes de estallar e ir a recriminar con altavoces la clase de mujer que era. Y sí, lo escuchó llamarla, enfurecido, pero nunca volteó y le ignoró por completo. Que no la haya seguido, debía ser porque su manager le había retenido, y lo agradecía.

Cogiendo por primera vez la mano del Beagle, fue con él a su lado, mientras éste se mantenía en silencio, sin mirarla. Había de nuevo esa maldita tensión, que sucedió cuando él no dejaba de mirarla como un sofisticado buffet, ofrecido a un hombre que sufría de hambruna. No solo fue su mirada sino que, ocasionalmente, él rozaba con los dedos su pierna, yendo sigilosamente hacia su muslo. Fue una tortura que, sin saber la razón, no supo detenerla. Aunque quisiese mostrarse renuente a afirmar ese hecho, ya no pudo rehuirse en negaciones sin sentido. No se había delatado frente a Shotaro, y le había mentido diciendo que no habían hecho nada. ¿Debería avergonzarse por no detener al Beagle y sentir un deseable y creciente placer al tener sus dedos subir entre roces en la piel desnuda de su pierna?

Cuando llegaron hacia el auto, ella soltó con rapidez su mano. Él fue hacia la puerta del conductor, y Kyoko había quedado tres metros atrás, intentando estabilizar los latidos descontrolados de su corazón.

Demonios…

No sabía que el cosquilleante roce de unos dedos podría ocasionar tanto revuelto. Sin embargo, aunque no fuera la intención, el beso fue el motivo culminante de lo que le sucedía.

Estaba muy enfurecida y acalorada por la discusión con Shotaro, pero también ¿estaba frustrada y muy cachonda por el Beagle? Temía que cuando estuviesen dentro de su auto, no le importase dejar que su boca probase un poco más de los de ella. Estaba enloqueciendo, justo como cuando habían estado en la habitación del hotel del amor, con él llevando su pierna alrededor de su cadera, haciéndola sentir su…

—Kyoko

Sobresaltada, sus ojos fueron directos a él.

Él le hizo un ademan para que subiese. Odio verlo así, sosegado, como si el beso y aquella tensión lo hubiese sentido solamente ella.

Se acercó, abrió la puerta del copiloto y entró, con el ceño muy fruncido del enojo.

¿Qué había hecho? Había devorado la boca de ese hombre frente a Shotaro. Y eso que minutos atrás, después de despertar, le había pedido que no se tomase la libertad de besarla; minutos atrás estaba sufriendo del pánico y de la perturbación por lo que ese hombre podría ocasionar a su cuerpo, y minuto atrás, después de besarlo, no le importaría que él siguiese haciendo maravillas con su boca, pero esta vez en su cuerpo.

Se cruzó de brazos y se tensó cuando él cerró su puerta. El aire parecía haberse reducido, y le costaba respirar. Comenzó a mover un pie nerviosamente, con la mirada clavada en sus rodillas desnudas.

Él arrancó el motor, y el enfurecimiento llegó a sus límites.

—¿No me dirás nada? —exclamó temblando de pies a cabeza.

—¿Qué quieres que diga, Kyoko? —preguntó él algo tardío.

Ella se volvió y lo miró a los ojos hecha una fiera. Estaba por lanzar fuego de su boca de lo cabreada que estaba. Siquiera sabía lo que quería que dijese, pero sí lo que quería que hiciese. ¿Acaso no estaba él caliente desde que ella despertó del sueño erótico?

Oh, no… Recién se daba cuenta de algo. Desde el principio, fue ella quien lo provocó gimiendo "Beagle" entre sueños.

—Nada —murmuró con los dientes apretados, volviendo la mirada a sus rodillas.

Tardó unos segundos antes de que comience a conducir el auto.

¿Qué? ¿No le haría nada? Después de todo lo que hizo para tenerla como estaba ahora, ¿no le haría nada?

Gruñó, y retornó el repiqueteo nervioso de su pie contra la alfombra.

¿Por qué tuvo él que seguirle el juego y comerle prácticamente la boca? ¿Qué es lo que estaba pensando? ¿Por qué estaba tan callado y pensativo?

Estaba tan enojada y frustrada que ya no se reconocía. ¿Quería que el Beagle le hiciese algo? Después de tantas veces que se enojó y se negó a que la tocase, ¿ahora quería que lo haga? ¿Pero qué si lo hiciera? ¿Se arrepentiría, entraría por fin en razón, le detendría a él y a toda clase de pensamientos pecaminosos e impuros?

¿Él se sentía así de frustrado cuando no se complacía?

Sus mejillas ardieron, no de vergüenza, sino de irritación y furia consigo misma. ¿Es que acaso se había convertido en un animal en celo? ¿Por qué la voz de la razón estaba haciendo cada vez menos acto de presencia? ¿Es que de verdad era una mujer tan fácil?

De repente él detuvo el auto, estacionó a un lado y salió sin decirle nada. Kyoko ya no lo soportó y alzó el rostro para buscar en dónde se había metido. Repiqueteó con más fuerza el pie al no encontrarlo, y volvió la mirada hacia el frente.

Maldito Beagle, no es como si estuviese tan desesperada como para dejar que me toques. Solo fue un pensamiento, no te habría dejado llegar a tanto. Aunque me estés ayudando, tú aún sigues siendo el bastardo número dos, ¡el enemigo!

A pocos minutos él entró, ella se puso tensa y quedó con la mirada fija en algún punto del vacío. Una sensación de frialdad llegó a su cachete. Dio un respingo y soltó un gritito, a la vez que se giraba hacia Reino, enfadada.

—Ten —le dijo él pasándole una botella de agua fría—. Necesitarás esto para enfriar la cabeza.

—¡No estoy… —"caliente", dijo su mente. Sus ojos se agrandaron, espantada de que le haya hecho pensar eso.

—¿Por qué estás tan enojada conmigo, Kyoko? —le preguntó, soltando un suspiro.

—¡No estoy enojada! —le dijo con rabia, regresando la mirada hacia el parabrisas.

—¿Entonces por qué hay tantos demonios revoloteando en el auto? No me dejan ver la carretera…—cogió algo en el aire, no lo consiguió ya que lo miró intentando volver a coger algo— Y además… —agarró la cadena de cuentas, y le mostró al pequeño demonio, que tenía la misma expresión de enojo que llevaba entonces—. Nunca las vi escapar de mí mano con tanto esfuerzo y enojo, solo mírala.

Fue la tercera vez que la vio y no dejó de sorprenderla. Tenía razón. Su pequeña demonio retrataba lo frustrada y enfurecida que estaba. Ella se sacudía violentamente intentando huir de su mano.

—Suéltala —reclamó en tono seco.

No fue necesario que la soltase, y la vio escabullirse de su mano.

Lo miró reposar la espalda en el asiento y volver la mirada hacia la carretera.

—Estuve en silencio y me besaste frente a Fuwa como querías, ¿no deberías estar feliz? —la expresión sosegada no parecía coincidir con la elección de palabras y el tono recriminatorio.

—¿Qué demonios estás diciendo?...¡Tú también me besaste!

—No se puede evitar cuando me seduces de esa manera. Sin embargo, no quiero que me beses para tomar venganza de Fuwa o Tsuruga Ren. Quiero que me beses con los sentimientos que tienes hacia mí.

—¿C-Cuando te seduje? ¿Y por qué mencionas a…Tsuruga-san? —replicó pasmada.

—Has acercado tus senos a mi rostro y me has estado acariciando el cuello antes de besarme —le dijo impávido, pero desenroscó la tapa de la botella y le dio un trago—. Toma, te dolerá la cabeza si sigues así.

Con titubeo, Kyoko alcanzó la botella que le pasaba, miró que volvía a conducir y a quedar en silencio. Ella ya no podía refutar más sus reclamos.

No sabía que sus senos podrían seducirlo… Aunque, en realidad, recordaba sus labios rojos y entreabiertos, mientras miraba sus senos desnudos como si fuesen algo apetitosos. Y por otro lado, también recordaba que le dijo que no le importaba que lo utilizase mientras pueda tener su boca. Pero el beso de hace minutos era diferente que la del aprendizaje. Lo había besado pensando en vengarse de otro hombre, cuando antes le había pedido un beso con los sentimientos que tenía exclusivamente hacia él. ¿Se habría enojado por eso?

Miró el pico de la botella, y lo recordó posado sobre sus labios.

Sacudió su cabeza y lo llevó a su boca para beber un buen trago de agua fría.

El Beagle tenía toda la razón por más que odiase admitirlo. ¿Pero cómo sabía que el enojo y la venganza provinieron de lo que dijo alguna vez Tsuruga Ren?

—¿Sigues enamorada de Tsuruga Ren? —preguntó él repentinamente.

Kyoko se atragantó con el agua, y empezó a toser.

—¿Qué?

Los pequeños demonios que habían desaparecido volvieron a emerger al exterior.

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N/A: Agradezco un montón a aquellas personas que han dejado un comentario, los amo! Me han dejado una gran razón para seguir escribiendo :D

Espero que este capítulo les haya gustado, y también espero las opiniones de ustedes mis queridos lectores.

¡Felices Fiestas! ¡Les envío besos y abrazos imaginarios!