¡Buenas noches, gente bonita! Vengo a manifestarme con un capítulo nuevo de esta reciente historia. Agradezco a quienes se han detenido para darle una oportunidad para leerla y espero seguir contando con su apoyo hasta el final. Liadan M, gracias por poner en favoritos mi fanfiction. Me has hecho mucha ilusión. Y bueno, ya no me enrollo más y les dejo leer.
Suddenly
La ceremonia de apertura del torneo de verano reavivó la pasión que dormía en los corazones de cada jugador del equipo de Seidō. Los llenó de ambición. Los hizo reafirmar la promesa que se hicieron a sí mismos, al equipo, al entrenador. Ese año se servirían de la gloria de llegar a las nacionales. Y para ello debían derrotar a su rival más acérrimo: Inashiro.
Quizá esa contagiosa dedicación es la que motivaba al público a venir día con día a observar las prácticas de los miembros del equipo de béisbol.
Si bien estaba acostumbrada a los rostros de los patrocinadores que venían diariamente a ver jugar a los chicos. No estaba familiarizada con las caras femeninas ruborizadas por el calor del verano y la vergüenza que sentían al gritar el nombre del cácher más famoso de todo Japón.
«Últimamente Miyuki-kun se ha vuelto más popular. No recuerdo que anteriormente vinieran tantas chicas a verlo practicar», pensaba Sora al notar la emoción de las féminas.
—¡Miyuki-kun siempre lo hace fabuloso!
—¡Es el más guapo de todo el equipo!
Sora no negaba que el receptor poseía una apariencia física agradable. Mas no consideraba que valiera la pena hacer de ese atributo algo tan remarcable. Mucho menos cuando conmemoraba los momentos que este compartía al lado de Sawamura y Furuya. Era allí cuando se asomaban los matices de su personalidad.
«Supongo que no debería sorprenderme que únicamente les importe el exterior», razonaba Yūki conservando su distancia.
—Por algo es el mejor receptor con el que cuenta Seidō.
—¡Y lo mejor es que está soltero!
El grito chillón que emitieron la obligó a proteger sus oídos y a cuestionarse sobre lo que esas chicas consideraban como una prioridad en sus vidas.
—Usar tapones para tus oídos podría salvarte la próxima vez.
No fue el inesperado consejo la que la tomó por asalto, sino esos ojos cafés que lucían más claros bajo la luz del sol.
—¿Disculpa?
Probablemente había escuchado mal y se había dirigido a otra persona.
—Oh, ¡perdón! Yo hablándote con tanta confianza cuando ni siquiera me he presentado.
No atendió a su inesperada disculpa. Sus ojos encontraron fascinantes los bucles y ondas en forma de ese de su cabello marrón cenizo que caía grácilmente hasta la mitad de su espalda
—Hiji Ayane, mucho gusto.
—Yūki Sora —correspondió su educado gesto.
Ayane no gritaba conmocionada por cada pequeño gesto que Miyuki realizaba. Su foco de atención abarcaba la cancha, los jugadores, el entrenador. Parecía tener la necesidad de analizarlos a detalle para poder plasmarlos en el cuaderno de dibujo que sujetaba en su mano izquierda.
—¿Está retratando al equipo de Seidō? —musitó.
—Y dime, Yūki-kun, ¿eres nueva por aquí?
Sintió esa mirada impregnada con curiosidad.
—¿Cómo lo sabes? —Ahora era ella la que quería indagar.
—Conozco a las mánager del club de béisbol. Tú llevas el uniforme que emplean y nunca te había visto antes hasta hoy.
Su cadena de deducciones era extraña, pero correcta.
—Me transfirieron aquí hace poco.
El ser nueva no era un tabú como para esconderlo.
—Con el tiempo te irás acostumbrando.
—¿Acostumbrarme? ¿A qué?
—A la conmoción que se genera alrededor de Miyuki Kazuya —dijo—. Las chicas enloquecen a su alrededor. Son como polillas siguiendo la luz.
Sí. Era una buena analogía cuando notaba que los ojos de esas chicas seguían los movimientos de Kazuya con gran entusiasmo, como si nunca antes se hubieran encontrado con un chico tan apuesto. Tal vez era la magia de los deportes que hacía de chicos como el receptor, más llamativos de lo que en realidad eran.
—¿Y a qué escuela asistías antes de venir a Seidō?
—Instituto Tsurouka-kita —contestó concisamente.
—No está en Tokio, ¿verdad?
No contestó inmediatamente. En su lugar, la observó disimuladamente, desde el rabillo del ojo. No se sentía acosada por sus interrogantes, mas sí extrañada. Las personas no llegaban repentinamente a querer conocer aspectos de su vida después de darles su nombre e intercambiar unas cuantas palabras.
—¿Sucede algo?
—No. Nada —recalcó—. Y es correcto. Mi antigua escuela no se encuentra en Tokio.
—Ay, por distraída voy tarde. —Miró su reloj de pulsera y después a Sora—. Qué estés muy bien, Yūki-kun. ¡Suerte para ti y el equipo de Seidō!
El partido contra Maimon fue el escenario perfecto para probar las habilidades del lanzador de primer año cuyos lanzamientos monstruosos causaban fascinación entre el público y temor entre quienes debían enfrentarlos. Mas él no fue la única sorpresa que el equipo rival afrontó. Sawamura Eijun, ante el anonadamiento de muchos, fue llamado al diamante, obteniendo resultados positivos. Y para la quinta entrada Seidō obtuvo la victoria de la mano de Kawakami.
Habían dado su primer paso hacia el Koshien. Y eso significaba aún más dedicación y esfuerzo por parte de los miembros del equipo.
—¿Están peleando de nuevo?
—Siempre son esos dos.
—¿No tienen amigos...?
Un par de minutos transcurrieron desde que salió del salón de clases y consideraba increíble que ese tiempo fue más que suficiente para que Kuramochi hallara un motivo para asir el cuello de la camisa de Miyuki.
—¿Cuántas veces van en este día?
Yūki no esperaba que su pregunta fuera resuelta, pero sintió la necesidad de expresarla porque se estaba volviendo un hábito.
—¡Maldito engreído!
—¡Pues gracias!
La risa burlona de Miyuki acentuaba aún más el enfado de Kuramochi.
—Dos de mis mejores amigos empezaron llevándose como ustedes dos. Ahora son inseparables —señaló Sora tras tomar asiento y observarlos.
—¿Yo amigo de este idiota? —Yōichi bufó, soltó al receptor y tomó su puesto.
—¿Y ahora por qué desea dejar a Seidō sin su receptor principal? —preguntaba Yūki a quien ya podía respirar con normalidad.
—Está celoso de mi popularidad.
Sus palabras y la entonación que empleó para jactarse de su condición llevaron a Yōichi a rechinar los dientes de enojo.
—Chicas, ¿cierto?
La risilla de Kazuya comprobó su hipótesis.
—Descuida. Algún día hallarás a una persona que esté interesada en ti, Kuramochi-kun —aseguraba—. Aunque primero tendrías que interactuar con alguna chica que no sean las del club.
Cierto era que ninguna muchacha del salón de clases establecía conversaciones casuales con ellos. Todo se limitaba a algunas oraciones con tintes escolares.
—Quizás se sientan intimidadas porque son miembros del equipo de béisbol —comentó antes de sacar de su mochila un jugo de manzana—. Pasa seguido.
—Eso es porque Kuramochi tiene aura de delincuente.
—¡Maldito!
Yōichi iba a atentar nuevamente contra la integridad física del cácher, mas se detuvo. Algo en el análisis de esa chica lo hizo pensar en otra cosa igualmente interesante.
—Sin embargo, tú eres una chica y mantienes conversaciones con nosotros. De hecho, únicamente hablas con nosotros dos en el salón. Eso es raro.
Miyuki no se entrometía en la vida ajena. Pero hasta él había notado que más allá de las mánager ella no cruzaba palabra con ninguna otra chica. Hasta se veía más sociable con los miembros del equipo.
—No veo en dónde está lo extraño. —Se alzó de hombros, demostrando su nulo interés por el tema—. Es mejor que no...
—¡Sora!
Todos escucharon el apasionado grito que navegó desde el umbral hasta sus pupitres.
Mientras Sora suspiraba, Kuramochi empezaba a cuestionarse por qué alguien que irradiaba tanto entusiasmo y positivismo se llevaba con una persona tan apática. Lo segundo que atrapó su atención fue la apariencia de la desconocida.
Ojos verdes, vibrantes. Una cabellera pelirroja y rizada hasta los hombros. Y una piel rosácea. Atributos que combinaban con su menuda figura. ¿De verdad era japonesa?
—¡Debiste de haberme avisado cuando regresaste a Tokio! —reclamó—. Y que estarías en Seidō.
—Te dije que estaba aquí. Pero tú andabas enferma y no habías regresado. Luego debiste entretenerte con otra cosa.
—Te perdonaré si me acompañas de compras.
—Eso no va a ser posible. Tengo mis tardes ocupadas entre el club y el restaurante de mis padres.
—¿Como qué club? —Miró a quienes escuchaban en silencio—. No me digas que estás en el club de béisbol.
—Me alegra que seas tan aguda de mente, Miu.
—No sé ni por qué me sorprende...—Se recuperó de su rechazo y analizó a ambos jugadores—. Soy Hayami Miu, un gusto. —Se presentó con una sonrisa amistosa—. Cuiden de mi querida amiga.
—No tienes nada de qué preocuparte. Ella está en buenas manos con nosotros. No permitiremos que nadie le falte al respecto.
Sora y Kazuya no sabían qué resultaba más irrisorio: si su rostro con gestos suaves y amigables o sus falsas promesas.
—¿Siempre se comporta de esta manera?
—No. A veces es peor —añadía Miyuki.
El ambiente festivo por haber derrotado a Murata del este, y avanzar a la cuarta fase, quedó opacado cuando se decidió la escuela a la que se enfrentarían en los siguientes tres días. La academia Akikawa mostró su mejor as: un lanzador cuyo increíble control se convertió en la pesadilla de quienes dudaban ante sus lanzamientos.
Mas en ese punto, ni aquel intimidante pícher, ni el abrasador sol de verano, se interpondrían. Continuarían preparándose, probándose a sí mismos que todavía podían escalar más allá de sus límites.
—Hermano, debes descansar. Mañana será su encuentro contra Akikawa.
—Solamente practicaré un poco más antes de…—Halló la estricta mirada de su hermana menor y prefirió no continuar—. Entendido.
—Quién viera a nuestro intimidante capitán siendo manejado tan fácilmente por su hermanita menor. —Isashiki poseía la suficiente confianza para hablarle tan descaradamente.
—Y ustedes tampoco deberían excederse. El descanso es importante para rendir al máximo —expresó para ese grupito.
—Nunca debes subestimar a tus hermanos menores —mencionaba Ryōsuke.
—Comer esto en verano es ideal. —Abrió la bolsa plástica y expuso su fresco contenido—. Tomen la que más les guste.
No esperaban una atención de su parte. Pero no podían decirle que no a una paleta helada gratuita.
—No olvides usar siempre tu gorra. Tampoco pases más tiempo del necesario bajo el sol.
El problema no eran sus consejos y oculta preocupación, sino que estuviera acariciando su cabeza como si fuera un mullido cachorrito.
—¡Tetsu…! Ya no soy una niña. No es necesario que hagas esto. —A sus pálidas mejillas las decoró un endeble rubor. Y por ahora prefería mirar al causante de su momento bochornoso—. Nos están viendo todos.
Los que presenciaron aquella escena de hermandad rieron. Les parecía hilarante ver a su capitán comportándose tan tiernamente. Ella tuvo que soportar sus burlas antes de abandonar a esos jóvenes que se divirtieron a costa suya.
«¿Algún día dejará de tratarme como niña pequeña? Sobre todo, en frente de sus compañeros de equipo», pensó tras alejarse y movilizarse con dirección al campo A de entrenamiento.
Miró su bolsa. Todavía quedaban varios polos helados y no sabía a quién podría ofrecérselos. Les había entregado uno a cada mánager; incluso al entrenador y a la profesora de inglés.
—Si me los como todos terminaré con dolor de estómago…
Aquella estruendosa carcajada agitó sus cavilaciones. Y movida por la curiosidad buscó al propietario de tan característica voz. Igualmente halló a quien permanecía a su lado, recibiendo sus lanzamientos.
Se aproximó. Únicamente el enmallado la separaba de aquellos dos chicos que se habían olvidado del tiempo y del resto.
—Él en verdad…—musitaba.
—¡Oh! ¡Yūki-senpai! ¡¿Qué hace ahí en completo silencio?!
Debió haberse ido después de que el entrenador apareció. Sin embargo, se quedó hasta el final. Su interés sobre la dinámica que compartía aquella batería la hicieron obviar su situación.
Mordió el interior de su labio cuando creyó haber escuchado su nombre de los labios de Takigawa.
—Maestro, ¿la conoce?
La honesta curiosidad de Sawamura apareció en el instante menos apropiado.
—Bueno, es la hermana menor de nuestro capitán —aclaró, limpiando el exceso de sudor de su frente—. Sawamura, debes enfriar tu hombro.
—¡Entendido!
—Sawamura-kun, antes de que te marches. ¿Te importaría compartir esto con Furuya-kun y Kominato-kun? —pidió, mostrándole la bolsa plástica—. Son paletas heladas. Les sentarán bien antes de ducharse.
—¡Por supuesto!
Eijun se fue contento con el inesperado presente. Balbuceaba sobre el partido de mañana.
—La tienes difícil. Justo como cuando estabas con Rei-chan.
—Agradezco que Sawamura no tenga tanta energía como Reiji.
—Sino sería una pesadilla tanto para ti como para Miyuki-kun —indicaba con una sonrisa divertida—. Por ahora tienen suficiente con ese chico. Por cierto…
Había conservado una paleta helada y la extendió hacia él. Era de chocolate.
—Gracias. Justo mi sabor favorito.
—Lo sé. Disfrútala.
Avanzaron. Y al ritmo de sus pasos las frases cortas con las que se saludaron adquirieron familiaridad y ligereza. Mientras él le contaba sobre su encuentro con Sawamura y lo mucho que él lo ayudó a reencontrarse consigo mismo, ella no podía sentir alivio al encontrar su reflejo en esas intensas y resplandecientes pupilas doradas.
—Me disculpo —expresó apenado Chris—. Ya anocheció y tú todavía sigues aquí, escuchando mis aburridas anécdotas.
—Despreocúpate. De cualquier forma, pensaba esperar a mi hermano... Solamente has hecho más amena la espera.
—Igual siento un poco de responsabilidad al respecto.
—Si tanta culpa te aqueja anda a cenar y bañarte para que puedas descansar —aconsejó—. Debes tener tus sentidos bien despiertos para que estudies con detenimiento a nuestro adversario.
Yū sonrió con espontaneidad. Y la mirada de agradecimiento que le dedicó fue atrapada por ella en el acto.
—Lo haré. Aunque antes te acompañaré a casa.
—En serio no es necesario…—No insistió. Sabía que en aquel juego de terquedades jamás le sería concedida la victoria—. Está bien. Tú ganas.
—Andando.
La letalidad de los lanzamientos precisos de Shun calaron abruptamente en cada bateador que se postraba frente a aquella máquina de precisión. Cada que se mostraba una oportunidad para anotar, se frenaba el avance del siguiente jugador. Y aquel estado de presión fue poco a poco mermando el aguante físico y mental del lanzador Satoru Furuya.
Con Seidō sin ninguna anotación y otro jugador robando base, el equipo actuó antes de que la diferencia se acrecentara. Y ante el anonadamiento de la hincha de Seidō, el zurdo de primer año fue convocado.
«El entrenador debió decidirse después de presenciar su lanzamiento la noche de ayer. Y estoy segura de que él no es el único que confía en que hará un gran trabajo contra Akikawa», pensaba Sora, atenta al escandaloso chico que se reunía con Kazuya y en resto de los chicos.
—Parece que pasa algo con Furuya —comentaba Yui.
—Debe estar conmocionado por ser cambiado justo cuando ese chico pasó a primera base —decía Takako.
—Manejar la frustración bajo estas circunstancias no es sencillo —murmuraba Yūki. Sus ojos estaban puestos en la interacción entre Satoru y Kazuya—. Estoy casi segura de que Miyuki-kun no ha tenido tacto alguno con Furuya-kun...
La pesada atmósfera que se creó cuando Sawamura se apoderó del montículo desapareció tras obtener un out sin ceder ninguna carrera.
—Número cuatro. Primera base, Yūki-kun.
—Es el turno de mi hermano —habló con la emoción reflejada en sus pupilas—. Pese a que fue un foul su batazo fue muy rápido.
Tetsuya avanzó a segunda base y Masuko quedó fuera.
Llegó el turno de quien tenía en sus manos el poder de cambiar el rumbo del juego.
—Número seis, cácher, Miyuki-kun.
«La entrada de Miyuki-kun ha creado una gran conmoción. Y luce confiado ante aquel lanzador que empezó a flaquear un poco tras haber dejado pasar a mi hermano», razonaba.
Desde su perspectiva aquel burlesco receptor lucía muy confiable.
El golpe asertivo por parte de Kazuya permitió la anotación de dos carreras que ajustaron un empate contra Akikawa.
—Eso fue increíble —confesó Sora, atendiendo a los gritos de emoción que emergieron desde las gradas.
Con una gran habilidad para adaptarse a cualquier lanzamiento y robos de base agresivos hechos en equipo, Seidō se coronó con la victoria. Y el público los ovacionó, ansiando verlos en el escenario de las nacionales.
«El esfuerzo y el ímpetu que Akikawa entregó hasta ese último out cautivó hasta los corazones de quienes estuvieron apoyando a Seidō desde el comienzo. Por esto y más el béisbol es un deporte increíble», discurría Sora, aguardando con impaciencia por el siguiente partido.
Miró adelante y a sus costados. Había muchas pelotas desbordándose de las cubetas de metal en las que fueron depositadas. Era tanto que limpiar que cualquiera preferiría renunciar a aquel trabajo o buscar un par de manos extras para terminar antes de que se hiciera más noche. No obstante, se enfocó en preparar nuevamente una solución de lejía diluida con detergente para platos.
Había elegido la soledad del área techada para concentrarse en su tarea. Allí no sería molestada.
—Qué tonta. Estuve a punto de escribirle como siempre lo hacía solamente para decirle que hoy Seidō venció a Yakushi…Ya ni siquiera debería pensar en ello. No obstante, aun cuando eliminé su contacto recuerdo a la perfección su número de celular.
Su frente se contrajo. Estaba molesta consigo misma por permitirse un momento de debilidad.
—Contacto cero…—Se repitió. Debía hacerlo cada vez que sucumbía al sentimentalismo.
—¿Contacto cero? ¿De qué estás hablando?
Sora apretó con fuerza la pelota que cuidadosamente limpiaba. Así liberaba la tensión de haber sido escuchada.
—¿Kuramochi-kun? —Giró el rostro hacia él. Para su desgracia no estaba solo—. ¿No deberían estar cenando?
—Terminamos —respondió Miyuki.
—Tú eres la que ya debería estar en casa.
—Me iré cuando termine de limpiar estas pelotas. —Tomó otro esférico y prosiguió con la misma normalidad con la que trabajaba antes de ser interrumpida—. Si van a entrenar, háganlo. Yo no los molestaré.
—Para cuando hayas acabado serán más de las diez de la noche —expuso Yōichi—. Las otras mánager ya se fueron a casa.
—Lo sé.
—Si ella quiere hacerlo, déjala —habló Kazuya restándole importancia a toda esa situación.
—¡Idiota! —Lo pateó en el trasero con más fuerza de la usual—. Andando.
—¿Eh? ¿Qué es lo…! ¡Oye!
Las quejas del receptor no servían. Esa noche se haría lo que Kuramochi deseaba: sentarse en el suelo y tomar un balde lleno de pelotas sucias.
—¿Qué están haciendo? No pedí su ayuda.
—Deja de ser tan orgullosa. —Yōichi le sonrió burlón—. Además, ¿qué le diremos al capitán si ve que su hermanita está siendo explotada por el equipo de béisbol?
—Que estoy haciendo mi trabajo.
—Vamos, si sigues siendo así de seria te arrugarás antes de tiempo.
«¡Miyuki imbécil! ¡¿Cómo se te ocurre hablarle así a la hermana de nuestro capitán?!», pensó Yōichi.
Una voz en su interior le pedía que ignorara su comentario y continuara con su deber. Mas la segunda la empujaba a responder.
—Tus bromas deben ser otro de tus atributos positivos, Miyuki-kun.
No fueron sus palabras las que lo dejaron momentáneamente sin argumentos, sino esos imperturbables ojos grises. No había hostilidad ni molestia en ellos y sin embargo lo obligaban a mantenerse en alerta.
«Mierda. Está chica puede llegar a ser un tanto intimidante…», recapacitaba Kazuya con un gesto nervioso en sus labios.
—Si ellas escucharan lo que sale de su boca ninguna estaría babeando el suelo por él.
Kuramochi jamás desaprovechaba las veces que podía burlarse del receptor.
—Quedar bien con la amiga de tu interés suena bastante malicioso. ¿Seguro que soy yo el de la torcida personalidad?
—¡Idiota!, yo sólo le estoy diciendo la verdad.
—Pueden hablar y limpiar simultáneamente.
—¿No que no querías ayuda? —interrogaba Kuramochi,
—Si alguien se muestra tan insistente sería una falta de respeto el rechazar su buena voluntad.
—¡Si serás…! —gritó. Ella lo ignoró y Miyuki se rio sin discreción—. ¡Par de cínicos!
Con la finalización de los exámenes un enorme listado fue colocado en el pasillo. Allí todo aquel que deseara saber qué posición académica ocupaba con respecto al resto de sus compañeros podría averiguarlo con echar un rápido vistazo.
Ellos no tenían interés por conocer el lugar qué ocupaban en la larga lucha intelectual que se desataba con cada periodo de pruebas porque conocían muy bien su posición. Sin embargo, la persona que venía detrás de ellos, sí sentía curiosidad por el desempeño final de quienes fueron sus alumnos temporales.
—Quedaron dentro de la primera mitad —habló. Ellos permanecieron en silencio por seguridad—. Deberían sentirse orgullosos. Después de todo, somos más de 170 estudiantes de segundo año.
—Al fin estás dentro de los primeros cien. Todo un logro.
Kazuya vio una oportunidad para molestarlo y la tomó.
—¡Idiota! ¡Tú siempre salías en los últimos puestos también!
Kuramochi no sentía vergüenza de agredir al receptor y Yūki ya había aceptado que esa era la forma natural en que ambos demostraban su amistad.
—Me adelantaré —dijo Sora—. Les apartaré un puesto.
—Esperen, ¿Shinohara-san está en segundo lugar? Y Murase-kun está en tercero.
—Ella siempre ha salido primera.
—¿Alguien conoce a la chica que está en el primer puesto?
No es que ellos fueron chismosos. Pero escuchar los asombros de esos estudiantes era muy sencillo.
—Eh... ¡Mira! —Su dedo índice señaló el puesto uno, causando sorpresa en Miyuki—. ¡Esa adicta al picante es la más alta de nuestro grado!
—¿De verdad te sorprende?
Si tuvieran la oportunidad de elegir sus materias escolares, definitivamente eliminarían Arte. No solamente no les interesaba, sino que también les aburría. Era una hora que podían emplear para otra cosa.
—Podría estar practicando en vez de dibujar este ridículo frutero.
—Kuramochi-kun, esa fue la indicación de la clase pasada. Ahora debes hacer un retrato del compañero que tengas delante.
—Eso significa que... ¡Maldita suerte!
Kazuya no estaba más feliz que él de estar emparejados.
—Y quedan quince minutos para entregarlo —añadió con falsa dulzura el de gafas.
—¿Qué se supone que es esa cosa amorfa? —criticó Yōichi el arte de Yūki.
—Un retrato. La esencia misma de Togashi-kun.
—Diría que es más un insulto al arte.
—Tienes una gran visión, Yūki-kun.
El halago provino de una sonriente chica con gafas que Sora ya había conocido en días anteriores.
—La maestra dijo que podíamos usar formas geométricas para los rostros. Y eso hice...
Aceptaba que no era la mejor dibujante, pero al menos tenía la forma y esencia de su compañero.
—No tienes que sentirte mal, Yūki-kun. No todos son afectos del cubismo.
—¿Cubismo? Estoy segura de que todavía no hemos visto ese tema.
—¡Oh! ¡Se me está haciendo tarde!
Se despidió de los tres chicos, dejándolos muy desconcertados.
—Nunca se le acaba la energía a esa chica —comentaba Kuramochi. Lucía cansado ante la hiperactividad de la muchacha.
—Vaya. Es cierto lo que dicen sobre ti, Kuramochi-kun. —Lo miró. Él tragó saliva con lentitud—. Que conoces a todas las chicas de la escuela.
—¡¿Quién demonios te dijo eso?!
La risa de Kazuya lo delató. Y aunque intentó atestarle un golpe la profesora lo vio y le llamó la atención.
—¿Entonces no es verdad?
—¡Por supuesto que no! ¡No vuelvas a escuchar a este idiota!
«La hermanita del capitán puede ser tan inocente para algunas cosas», pensó Miyuki ahogando una carcajada.
—Casi todos los chicos del equipo de béisbol la conocemos porque suele ir a tomar fotos.
—Entonces es del club de fotografía, eh.
—No. Ella está en el club de arte. Las fotos al parecer son algo así como sus referencias para sus dibujos —explicaba el corredor—. Es incluso más rara que tú.
—Pues tiene buen gusto para el dibujo. Es una buena persona.
—Únicamente dices eso porque alabó tu aberración.
—¿Y ya están listos para enfrentar mañana a la Academia Sensen? —preguntó.
—¡No cambies el tema! ¡Tampoco finjas demencia como lo hace Furuya!
Kazuya no pudo soportarlo. Debía reírse o le dolería el estómago.
—¡Ustedes dos son tan divertidos!
