¡Buenas a todas! Y sí, sé que demoro en actualizar. Pero esto de ser explotada no es nada bonito. Y la ancianidad me está pegando duro que ya ni aguanto estar despierta más allá de las once. En fin, disfruten y nos estamos leyendo.
Russian Roulette
La frustración que sentía consigo misma por no refutar la inesperada respuesta del receptor fue lo suficientemente agraviosa como para perturbar su usual estado de tranquilidad. Y entre más lo pensaba, más doloroso se volvía para su cabeza.
No entendía en qué pensaba aquel embustero chico al ceder. Tampoco concebía la idea de que alguien fuera lo suficientemente despistado para no poner su nombre correctamente en una declaración de amor.
—¡¿Y has aceptado tan tranquilamente?! —Fue la exclamación llena de recelo que emergió de los labios de Hayami.
Un pequeño mutismo envolvió el cómodo interior de la habitación. El único sonido percibido era el de las manecillas del reloj de pared anunciando que pronto serían las diez de la noche.
—No me creyó. O eso fue lo que pretendió —espetó antes de dejar su maletín a un lado de su cama—. Estoy segura de que existe un motivo oculto detrás de todo esto. Algo que estoy pasando por alto.
—Y si le has interesado a ese apuesto cácher, ¿eh?
La sola insinuación de la pelirroja provocó una horda de suspiros en Sora.
—Eso sería lo último en cruzar por mi mente, Miu. —Tomó asiento al margen de su cama retirando con desgano el moño de su blusa escolar—. Seguramente quiere hallar al culpable…
—Si ese es el caso, ¿por qué aceptar? No tiene mucha lógica que digamos, Sora.
—Prácticamente toda la escuela sabe que me le declaré. De modo que queda mejor que se diga que anduve con él y todo terminó precipitadamente a ser la rechazada —mencionó tranquilamente.
—¡¿Ah?! ¡¿'Planeas terminar con él?! —Acarició su mentón y esbozó una sonrisa digna de un comercial de belleza—. Es un excelente plan. Especialmente porque nadie además de mí, cree que de verdad tú no fuiste.
—Odio admitirlo… Kuramochi-kun tenía razón. No hay otra chica que se llame Sora en toda la escuela además de mí.
Amasó su frente, intentando alejar todo ese estrés que la asedió desde que supo de que formaba parte de un buen chisme.
—Existen varias posibilidades…—Jaló la silla del escritorio y se sentó cómodamente. Lucía como una abogada a punto de ofertar un buen trato a la fiscalía—. La que seguramente tienes en mente es la que te dice que alguien hizo esto para fastidiarte la vida. Y justamente eligió de blanco a la clase de chico que más urticaria te saca.
—También podrían haberlo hecho para meterse con él. O tal vez si exista esa admiradora secreta y se haya equivocado al poner su nombre y esas cosas…
—¿Quién sería tan idiota para no poner bien su nombre? Al menos pudo haber dejado la clase de la cual era.
—Podría ser muy tímida.
—Triste, pero cierto…—Tomó aire y alejó el pensamiento de que allá afuera había bastantes chicas incapaces de declararse como era debido—. Irónicamente formas parte del club de béisbol.
—Y el que sea mánager únicamente hace más creíble que yo me haya declarado a Miyuki-kun.
—No estabas aquí cuando esto pasó. No obstante, en el primer año de Miyuki muchas chicas quisieron unirse al club. No necesariamente para ponerse a recoger pelotas de béisbol.
—De primera mano he visto lo popular que es con el género femenino.
—Ahora que eres oficialmente la novia de Miyuki Kazuya serás la envidia de muchas.
—No creo que eso sea muy positivo para mí.
Para muchos el inicio del sábado significaba horas extras de sueño, descanso, salidas con los amigos y olvidarse de que existía algo conocido como deberes escolares. Al menos así era para la gran mayoría que no formaba parte de un club deportivo que no conocía la palabra descanso y que estaban más que centrados en seguir su duro entrenamiento al pie de la letra.
Y mientras los vigorosos chicos continuaban ensayando sus jugadas y se olvidaban del tiempo, las mánager se hallaban ocupadas en el comedor comunitario.
—¿Estás segura de que no quieres intentarlo, Yūki-kun? —interrogaba Yui.
La muchacha se mantenía al margen de las actividades culinarias que esas tres realizaban.
—Como les comenté anteriormente, no soy buena para esa clase de cosas. Prefiero no arruinarlo. Optaré por irlas ordenando conforme vayan terminándolas.
Ella sabía que intentaban animarla para que cocinara. Sin embargo, prefería guardar esa experiencia para un futuro muy lejano.
—Estoy más que segura de que Miyuki-kun se sentiría muy feliz de comer una bola de arroz hecha por ti —habló Sachiko con picardía.
—Chicas, harán que Yūki-senpai se apene. —Las regañó Haruno.
—No hay problema, Yoshikawa-kun —aseguraba—. Mejor terminemos pronto o estaremos en problemas para cuando acaben los chicos la primera parte de su entrenamiento.
Las bolas de arroz estuvieron listas a la hora acordada. Y los hambrientos muchachos tocaron brevemente el paraíso terrenal con cada mordida que le propinaron a su merienda.
No era extraño que los jugadores comieran sentados en el suelo, formando pequeños círculos con sus compañeros más allegados. No obstante, lo indudablemente raro y sospechoso, era que hubiera sido mandada a entregarle la comida al capitán.
—Gracias. —Fue la escueta respuesta de Kazuya al recibir el plato con tres bolas de arroz.
—Quizá esté sacando conclusiones apresuradas, mas pareciera como si todos estuvieran muy al pendiente de lo que hacemos y hablamos…
—¿Piensas quedarte allí parada? —Su mirada lucía divertida junto a su amplia sonrisa.
—No estoy acostumbrada a esta clase de cosas. —Podía perdonarse sentarse en el suelo y quedar al lado del festivo chico.
—No imaginaba que las cosas terminarían de esta manera —habló tras comer su primera bola de arroz.
—Bienvenido al club. —No le iba a hacer ningún mal comer, así que tomó su primer bocado—. Está muy bueno... ¿Qué estás planeando en realidad, Miyuki-kun? —Desvió su atención hacia el joven y este parecía estárselo pensando.
—¿A qué te refieres? —interrogó inocente—. Yo soy el que se hace esa pregunta contigo, Sora-chan.
No le enfadó que se hiciera el desentendido. Lo que le crispó los nervios fue la manera en que se dirigió a ella. Simplemente no toleraba ese honorífico.
—No me llames así, Miyuki-kun.
—¡Uff! Esto ha estado bastante bien. Aunque creo que aún tengo un poco de hambre —mencionó cantarín.
—No ignores mis quejas —refunfuñó—. Y si tienes hambre, comételas.
Kazuya posiblemente esperaba a que se enfadara por su obvia insinuación de mandarla por más bocadillos. Pero en cambio tenía un plato con dos bolas de arroz sobre sus manos.
—Comí hace poco por lo que estoy más que satisfecha. Sería grosero que esta comida se desperdiciara. Si quieres puedes comértelas. —Ofreció.
—Pues, gracias… —Su plan se había ido a pique con la solución que ella ofreció.
Aunque no se sorprendía por completo. Con lo que había convivido con ella sabía que sus respuestas siempre iban en contra del sentido común de él o el de Kuramochi.
—Nada como renunciar a sus únicos días libres.
—Hay muchos puntos flacos que combatir. Además…
—Sus bateadores son buenos, no obstante…
—Aún no lo suficiente —suspiró y devoró las bolas de arroz restantes. Ahora sus manos descansaban a su costado, contra el suelo—. Aunque tienen el espíritu para afrontar lo que se venga.
—El partido que tuvieron contra los de tercero fue increíble —mencionó—. Disfruté mucho viendo a mi hermano y al resto dejarlo todo en la cancha, sin ningún remordimiento. Incluso hicieron carreras extras para que todos pudieran jugar. Sencillamente emocionante —comentó hilarante—. Y ya superaron el primer obstáculo.
—No sospechaba que fueras tan fanática de tu hermano. —Evidentemente se burlaba de su admiración hacia su ex capitán—. Es algo tierno.
—Si te vas a reír, ¡hazlo bien! —Lo regañó.
Miyuki se giró hacia un costado, carcajeándose quedamente, intentando no ser estruendoso. Fracasó. Todos oían sus risotadas.
«Empiezo a retractarme de lo que le dije ese día», pensaba.
—Bueno. Llegó la hora de continuar. —Pasó olímpicamente de las quejas de Sora y se puso de pie—. ¡Chicos, sigamos! —Levantó su voz tan alto para que todos lo escucharan sin excepción.
Y en un resoplido colectivo todos respondieron a su llamado.
—Mejor continuaré con mis actividades o todos seguirán viéndome como si buscara pretextos para estar al lado de Miyuki-kun.
La práctica concluyó. Y eso conllevaba a recoger un gran número de pelotas de béisbol regadas por toda la cancha para posteriormente limpiarlas.
—Si son esos dos…—Enfocó al par de pícheres. Estaban concentrados en su tarea.
Furuya se mantenía constante, lanzando con su característica fuerza monstruosa. Sin embargo, Eijun, siempre tan oscilante en su tiro a causa de sus emociones, no estaba haciéndolo particularmente bien y eso desencadenó un episodio desagradable.
—¡Cuidado!
¿Golpe de suerte o bendición divina? Lo que pudo haber sucedido hasta hace unos segundos atrás pudo ser catastrófico. Milagrosamente lo único que sentía era un raspón en su mejilla derecha y un brazo sobre su espalda; el mismo que la tumbó contra el suelo.
—Ey, ¿estás bien?
—Solamente estoy un poco empolvada. Nada grave —hablaba poniéndose de pie—. Gracias, Meazono-kun.
—¡Sawamura, ¿cómo se te ocurre haber mandado ese lanzamiento tan malo contra el bullpen sin considerar que podría rebotar! —gritó molesto.
—¡L-lo siento mucho, Sora-senpai! —Se disculpó sonoramente, inclinando su cabeza una y otra vez hacia quien pudo convertirse en la víctima de sus malos lanzamientos.
—Debí de haber esperado a que terminaran de lanzar. —Porque estaba consciente de que la culpa era compartida—. Descuida, Eijun-kun. Todo está bien.
—Procura ser más cuidadosa la próxima vez.
—Lo seré.
Y aquel pequeño altercado captó la atención del causante de que su falsa relación fuera conocida por todos.
—Me pregunto cómo habrá reaccionado Tetsu-san a esto —meditaba Kenta como si en realidad fuera una preocupación en su vida.
—Estoy seguro de que todavía no lo sabe —testificaba Kuramochi.
—Si lo ha elegido como capitán, no creo que no lo acepte como pareja de su hermana.
«En verdad siento mucha pena por ti, Miyuki-kun», cavilaba Sora.
Compadecerse del receptor se convertiría en arrepentimiento. Pues desde que se paró frente a su taquilla para guardar su calzado y portar el reglamentario por la escuela, sintió los escrutinios furtivos de las chicas circundantes. Era obvio el motivo por el que ahora era visible para el género femenino.
Las ignoró y prosiguió. Era demasiado temprano para darle importancia a una tontería como esa.
—Te ves cansada.
Esa risilla era inconfundible para ella.
—Oh, eres tú, Miyuki-kun. —Ni se había percatado de que iban lado a lado.
—Sé más efusiva. Estás hablando con el hombre al que te le declaraste —Se señaló con el pulgar, reforzando su mensaje.
Podía ser tan ególatra por momentos.
—El cansancio del fin de semana me impide ser amorosa contigo —añadió con malicia. Él se limitó a sonreír burlón.
—No es divertido si tienes esa clase de personalidad —farfulló, haciendo un suave puchero infantil.
—Me adelantaré que tengo que ir al salón de profesores a dejar un par de libros. —Se despidió la joven casi de inmediato.
—Error mío el creer que sería tan ingenua como su hermano. —Se alzó de hombros y continuó con su andar hacia su salón de clases—. ¿Y ahora qué está sucediendo?
No podía culpar al resto de sus compañeros por ser incapaz de ignorar el enorme canasto repleto de coloridos y apetecibles macarons que descansaba sobre su pupitre.
—Otra vez le han dejado algo a Miyuki-kun.
—Por lo visto Yūki-kun no se ha dado por vencida.
El silencio adquirió la forma de numerosos murmullos que empezaban a ser irritantes.
—No otra vez…—suspiró. Se calmó y sonrió con autosuficiencia—. No soy afecto a los dulces. Sin embargo, se ven apetecibles. —Incluso alguien como él poseía su ego y gustaba de esas atenciones.
La suerte de Sora no podía ser ni remotamente parecida a la que experimentaba Miyuki. Sentada tranquilamente, sacó los libros de la primera clase, siendo interrumpida por una mano con manicure perfecta.
—¿Sucede algo? —cuestionó a las cuatro chicas paradas alrededor de su pupitre.
—No te hagas la inocente con nosotras, Yūki-kun —habló la jefa de todas.
—Sabemos muy bien que no paras de mandarle obsequios a Miyuki-kun.
—¿Qué nadie te enseñó las reglas que hay por aquí?
—¿De qué hablan?
No fingía demencia. Verdaderamente no entendía a qué se referían.
—Ninguna chica tiene derecho de salir con Miyuki-kun. Él es de todas, ¿entiendes?
—Limítate a admirarlo como al resto y no tendrás ningún problema.
—¿Esto se lo dicen a toda chica que se le declara? Pregunto por curiosidad.
Ninguna de esas jóvenes contestó. La persona menos oportuna se giró hacia ella con una sonrisa digna de comercial acompañada de la particular confianza que le permitía decir cualquier cosa sin importar lo arrogante que sonara.
—¡Sora-chan, muchas gracias por el obsequio!
Yūki palideció. Él cargaba entre sus manos esas delicias francesas que obviamente no le dio. No podía creer que él fuera tan cínico y perverso.
—Miyuki-kun, ¿qué significa esto? ¿Acaso no está molestándote?
«Aquí la única a la que fastidian es a mí, ¡no al insoportable que tienen allí jactándose de lo popular que es!», pensaba Yūki molesta.
—Para nada. —Sus labios se entreabrieron, mostrando sus blancos e inmaculados dientes—. Tenemos un lazo especial.
—¡¿Especial?!
Vaya golpe más duro vivían esas fieles admiradoras del lanzador.
—¿Por qué me están mirando todos? —Estaban observándola, ansiosos por sus reacciones—. Formamos algo así como, ¿una batería? —Tanteó no muy convencida.
—¡En jerga local! —pidieron todos.
—Estamos saliendo.
Él tenía que ser el que rematara todo. Ella se limitó a ignorar a todos.
«Lucen como si hubiera conquistado al chico más guapo de todo el colegio», discurría fastidiada.
—Esto no se va a quedar así, ¿entendiste? —Fueron las suaves palabras de despedida susurradas a su oído por la líder de ese séquito de seguidoras.
—¿Qué sucede con esas chicas? —Iba a quejarse con Miyuki, mas él ya había escapado.
—¿Tan temprano y ya están armando un alboroto entero? Ustedes sí que gustan de llamar la atención.
Su mañana no podía ser perfecta si no venía Kuramochi a darle unas cuantas palabras de aliento.
—Ey, no me mires de ese modo. Es tu novio el que lo ha provocado todo. —Tomó asiento, ladeándose hacia ella, descansando su antebrazo en su pupitre.
—Sé que Miyuki-kun es popular. Pero ¿qué tanto?
—Es inusual que preguntes por él. Tal vez ya estás interesada —canturreó feliz.
—Sé lo buen observador que eres Kuramochi-kun y claramente si estás molestando es únicamente por tu disfrute personal y porque deseas vengarte de Miyuki-kun. —Se cruzó de brazos, sonriéndole con satisfacción—. ¿O me equivoco?
—Lo suficiente para tener un club de fans —añadió molesto—. Y justamente son las que vinieron a saludarte.
—Suponía que se trataba de algo como eso.
—Ten cuidado, son bastante maliciosas —expresó serio—. A la última chica que intentó hacer un movimiento con Miyuki terminó con un nuevo corte de pelo.
—Qué fastidio…—Se dejó caer contra el pupitre, deseando que todo fuera una pesadilla de la que despertaría prontamente—. Siendo tan popular debería tener un par de novias por allí escondidas.
—Es bastante reservado con esas cosas —comunicaba—. Para cuando nos enterábamos ya habían terminado.
—Me sorprende que haya tenido tiempo si no hace más que pensar en béisbol…—Nada como la frialdad de sus libretas para acariciarle el rostro.
—Posiblemente por eso lo terminaban. —Se burlaría de Miyuki cada que la ocasión se lo permitiera.
—Siendo tan adorable y guapo suena casi fantasioso que algo como eso pueda suceder.
—Eres un poco malvada. —Rio—. Tú y yo podríamos llevarnos muy bien de ahora en adelante.
—Estabas cansado de tu séquito de acosadoras y quisiste echarme la bola a mí, pequeño granuja. Voy a felicitarte por tener los pantalones para arrastrarme a tus asuntos. Mas no dejaré que la corriente vaya a tu ritmo. De ninguna manera. Esto está poniéndome de mal humor. Sin embargo, puedo hacer algo al respecto…
Al diablo que se viera encantadora con esa sonrisa y mirada de ensueño. Kuramochi olía el peligro y prefería mantenerse alejado.
—Estaba preocupado por lo mal que pudieras estarla pasando con Miyuki. No obstante, seguramente el que deba temer sea él…—susurró con precaución.
Esos lindos ojos poseían un fulgor encantador que denotaban con claridad que se le había ocurrido una idea maquiavélica.
—Las mujeres dan mucho miedo. Sobre todo, la hermanita de Tetsu-san.
Los estudiantes se detenían a observar escrupulosamente los casilleros que existían al fondo del salón, como si fueran una novedad. Murmuraban a medias, preguntándose qué era lo que escurría tan lentamente desde la taquilla, estropeando completamente el contenido que se conservaba en su interior.
Ese fuerte olor era inconfundible. Debía conseguir un par de libros nuevos porque los que guardó en su casillero no eran más que un bonche de hojas remojados en salsa de tomate.
No tenía caso intentar rescatar sus útiles escolares. Solamente le quedaba la resignación y pensar en lo que les diría a los profesores.
—Un paquete de patatas y podríamos disfrutar de toda esa salsa de tomate. —Kuramochi pasó entre los chismosos y los corrió gentilmente con la mirada.
—Siempre tan oportuno con tus comentarios. —Se giró sobre su centro, dispuesta a tomar asiento.
—Te lo estás tomando con mucha calma. Te elogiaré por ello.
Pronto se encontró sentada frente a ella, como todas las mañanas antes de que las clases comenzaran.
—No necesito de tus halagos, Kuramochi-kun. Aunque bien podría necesitar de tus...—Había llevado su mano hacia el cajón de su pupitre, percatándose de que su taquilla no fue lo único invadido—. Esto es asqueroso…
No pudo reprimir sus deseos de levantarse y mirar con asco la tonalidad café y viscosa que envolvía toda su mano.
—¡Eso huele espantosamente mal! —Taparse la nariz evitaba que ese penetrante olor acampara en sus fosas nasales—. ¿Qué demonios pusieron allí?
—Iré al baño a limpiarme esto.
Estaban empezando a enfadarla poco a poco con sus pequeñas bromitas mañaneras. Mas debía mantener la compostura, no podía simplemente salirse de sus cabales y actuar.
—Debo tranquilizarme o terminaré yendo a buscarlas a su salón de clases para frenar su tonto jueguito de intimidación.
Arribó al baño y no demoró en dedicarse a lavar su mano con enorme fervor empleando todo el jabón líquido que le era posible. Probablemente el olor ya se había ido, pero ella continuaba olfateándolo, revolviéndole el estómago.
—¿Sora? ¿Por qué estás lavando tus manos como una obsesa de la limpieza?
—Ah, Miu…—Vio por el rabillo del ojo a su recién llegada amiga. Iba bien acompañada por lo que otras miradas confusas se unieron al elenco—. Dificultades técnicas con el séquito de fans de Miyuki-kun.
—Cierto, olvidé mencionarlo. —Se disculpó Hayami.
—Otras ya han pasado por tus zapados, Yūki-kun —alegaba una.
—Aunque ya hiciste un home run —decía muy jovial la tercera chica del grupo.
—Yo diría que apenas pasó a primera base, con dos strikes.
—Gracias por tu buena fe, Miu. No sabría qué hacer si no te tuviera cerca.
Esas tres mujeres se quedaron calladas ante la ojeada tan helada que les dedicó. Podían sentir cómo una ventisca las embestía sin compasión.
—B-bueno. Has tenido éxito. Ahora son pareja —habló una con nerviosismo.
—Y eres la envidia de muchas.
—Él tiene un par de seguidoras locas. —Jaló un par de toallas de papel y secó con persistencia sus manos—. Sin embargo, el hecho de que no quieran que nadie se le acerque se me hace de lo más ridículo.
—No vayas a hacer una locura, Sora. Te conozco desde primaria y sé lo que eres capaz de hacer. —Sus esmeraldas pasaron del área de lavado hacia la puerta de entrada. Su amiga ya se había marchado—. Te dije que nada bueno traería inmiscuirte con Miyuki. Mas nunca me escuchas.
Después de aquel pequeño altercado con sustancias de origen cuestionable y olor fétido, el resto de las clases siguieron con enorme normalidad. Fue de esa forma hasta que llegó la hora del almuerzo.
No era la algarabía de sus compañeros lo que perturbaba sus sagrados alimentos comprados previamente en la cafetería, sino la presencia de varios chicos de otros grados asomándose hacia el interior del salón. Era extrañamente perturbador sentir que esos pares de ojos recaían sobre ella.
—No sé qué me enfada más, si el hecho de que ni en el descanso me des unos segundos de paz, o que esos chicos estén mirando hacia acá.
Kuramochi sonrió y siguió comiendo antes de ofertarle una buena idea:
—Seguramente se han dado cuenta de que tienes buenas cualidades y han quedado encantados.
—Mírame a los ojos cuando me hables, Kuramochi-kun —pidió amablemente después de haberle arrojado su caja de leche en la cara—. ¿Se les ofrece algo?
No es que tuviera humor para tratar amablemente a los que se habían acercado hasta ella, sino más bien estaba curiosa sobre sus intenciones.
—Eres Yūki Sora, ¿verdad? —El chico más alto se armó de valor para hablar. Ella asintió—. Queremos decirte que te admiramos y creemos que eres una chica muy linda. Por favor, ¡déjanos seguirte!
Tanto Yōichi como ella ladearon sus ojos ante semejante revelación. ¿De qué estaban hablando?
—Sí. Es que con estas fotos de verdad sentimos que llegarás lejos.
—¡Te ves muy bien en tu uniforme escolar! Aunque el deportivo nos ha fascinado a todos.
Y una vez que empezaron a hablar no hubo poder humano que los callara.
—¡¿De qué fotos hablan…?! —gritó, asustándolos. Mas ahora tenía en sus manos lo que tanto baboseaban ese trío de pervertidos—. Esto es…
—Oh, es cierto. En esos bloomers te ves bastante bien, Sora-chan. —Le guiñó un ojo de manera pervertida y ella por su lado pellizcó con mucha fuerza sus mejillas.
—Mantente callado, Kuramochi-kun. —No existía placer más sublime que destruir lo que tanta felicidad les daba a esos chicos de primero—. ¿Cómo rayos consiguieron estas fotografías? ¿Será acaso que hay alguien aquí que haya estado en el mismo colegio que yo el año pasado? Son bastante mañosas… ¿Tanto escándalo por un cácher narcisista y bromista?
Cuando la vieron llegar al área de práctica puso en manifiesto que su día no había sido bueno. Las ropas que portaba no eran más que una advertencia de que no estaría de buen ánimo, y, por ende, lo mejor era no comentar nada al respecto. Lo que resultaba un poco complicado si se consideraba que había varios chicos con debilidad evidente hacia la vestimenta deportiva femenina.
Sus compañeras no concebían que en su estado actual hubiera ido al club. Sin embargo, aún de pie frente a un grupo de hormonales beisbolistas se mantenía inmutable.
—¡Yūki-kun! —Haruno se limitaba a mover sus brazos de arriba hacia abajo de manera frenética.
Parecía ser ella la avergonzada y no quien iba con uniforme deportivo.
—Nice. —Felicitó Kuramochi, analizando con ojo de detalle la vestimenta—. No hay duda, entre más corto y ajustado es mucho mejor. —Sora le arrojó en la cara su mochila escolar—. ¡¿Qué tiene, piedras?!
—Efectivamente. —Ni se dignó a ver al fisgón que ahora se encontraba tumbado sobre el suelo.
—¡Dejen de estar de mirones y vayan a entrenar ahora mismo! —Takashima impuso orden y mandó a esos adolescentes a hacer lo que deberían.
Estos movidos por el miedo accedieron en un parpadeo.
—Diablos, hacen quedar mal al resto del equipo por un comportamiento como este.
—Es una enorme ventaja que tu cabello sea así de largo, Yūki-kun —hablaba Yui mirando el pelo azabache que descansaba por debajo de su cintura.
—¿Por qué estás con el uniforme deportivo? —curioseaba Umemoto.
—Después de la clase de gimnasia fui a los vestidores para cambiarme, pero no hallé por ningún lado mi uniforme. Por ello no tuve más elección que quedarme de esta manera —relató resignada.
—Lo mejor sería que te fueras a casa. No es nada cómodo para una mujer andar así. Aunque lo de tu uniforme también es un problema. —Rei no sabía qué necesidad atender primero—. Hay un par de uniformes extras que podrías usar para evitar miradillas.
—Muchas gracias, Takashima-san. —Se alegró de saber que al menos algo le estaba saliendo bien.
Unos minutos más tuvo que esperar antes de sentirse totalmente cubierta y protegida de miradas fisgonas. Aunque se sentía extraña en ese uniforme de béisbol porque le quedaba un poco holgado. Recogió su cabello y empezó con sus usuales actividades. Eso la distraería de todo lo que acaeció en su movida mañana.
—Estas son las anotaciones del juego de práctica que hubo ayer, Kataoka-san. —Sora entregó el largo cuadernillo al serio hombre y este irremediablemente la miró patidifuso—. Ah, tuve problemas con mi uniforme escolar y terminaron prestándome este momentáneamente.
—Gracias por tu buen trabajo. —Volvió a encauzar su analítica mirada en sus jugadores.
Estaban practicando fildeo.
—Me esforzaré para hacerlo lo mejor posible.
—Yūki-kun, por fin te encuentro. Necesito que vayas a comprar algunas cosas para las bebidas de hoy. —Yoshikawa apenas y había podido llegar hasta allí sin tropezarse.
—Claro. Yo me encargo.
Las mesas del comedor de los dormitorios de Seidō se volvieron momentáneamente en el apoyo principal para que esas chicas colocaran numerosas jarras, trastes con azúcar y una hielera que recién empezaba a ser llenada con hielo. Estaban a punto de preparar una buena ronda de agua natural.
—Disculpen la demora, pero la gente me preguntaba cada tanto si me encontraba haciéndole propaganda al equipo.
Tales palabras se fueron colando conforme la puerta del comedor iba siendo empujada y Sora se adentraba.
—Déjanos echarte una mano. —Yui se ofreció a arrastrar en conjunto aquel costal de naranjas hacia el interior.
—¿Prepararemos zumo de naranja? —agregó antes de que lograran subir aquella gran cantidad de cítricos a la mesa—. En esto sí puedo echarles una mano.
Los chicos no eran los únicos que disfrutaban de la deliciosa y fresca bebida que se les fue entregada. Las jóvenes que se esmeraron tanto en preparar el zumo también se deleitaban con su sabor, conservando cierta distancia de donde descansaban los jugadores.
—Nunca imaginé que alguien como tú terminaría siendo atacada —expresó Yoshikawa con pesar.
—Eso ya es pasarse de la línea.
—Son unas verdaderas exageradas —sentenciaba Yui.
—Posiblemente haya algo más que eso…—dijo por mero impulso, desconcertándolas—. No me hagan caso, solamente estoy pensándolo de más —corrigió inmediatamente—. Ha sido una buena idea, Natsukawa-kun. Los jugos antioxidantes al ser tomados después de un esfuerzo físico reportan beneficios al contrarrestar los efectos dañinos de los radicales libres que se liberan durante el ejercicio.
—Estás bastante informada al respecto —elogiaba Sachiko.
—Mis dos hermanos son jugadores. Y tengo amigos deportistas. Por eso conozco un par de cosas.
—Oh, es cierto que tu hermano menor entrará el siguiente año a nuestra escuela —afirmaba Umemoto—. Lo vimos un par de veces por los alrededores. Se ve serio e intimidante, sin ofender.
—Es un poco reservado, mas es una buena persona —defendía Sora—. Muchos piensan que es el mayor de los tres.
—No me sorprende —mencionaba Natsukawa tranquilamente—. ¿Podemos llamarte Sora-chan? —pidió amablemente.
Ya llevaban un tiempo de conocerse por lo que podrían tutearse.
—Con Sora a secas es más que suficiente. No me gusta mucho ese honorífico.
La verdad es que solamente a tres personas les permitía dirigirse así hacia su ella.
—¿Qué les parece si pedimos la opinión de Sora para ver qué otras cosas podemos preparar para ayudar a los chicos? —propuso Sachiko con firmeza e iniciativa.
—Siempre y cuando se trate de jugos cuenten conmigo.
—Veo que se están divirtiendo bastante, chicas.
Los buenos momentos de Sora fueron fugaces. Así los sintió después de cruzar mirada con Kazuya.
—Miyuki-kun, ¿ocurre algo?
—Bueno, necesito que una de ustedes me haga el favor de acompañar a Sawamura a la enfermería. Comió algo que no le cayó muy bien. Y cuando se puso a dar de vueltas con todos nosotros…
Recordar al lanzador vomitando encima de alguien le daba cierto asco. Mas el regocijo que la escena le provocaba en sí hacía que esa sonrisa de gato burlón volviera a sus labios.
—Yo lo llevo. —Se ofreció de inmediato Yūki—. Solamente dime dónde está.
—Botado sobre la segunda base. —Apuntó con su dedo índice la localización del caído chico.
Nadie se había tomado las molestias de quitarlo del sol.
—Siguen siendo unos groseros con el pobre de Eijun-kun.
Fortuna fue localizar a la enfermera a tales horas de la tarde.
—El día pronto terminará.
Mientras Sawamura permanecía tumbado sobre la cama, ella se encontraba sentada en un banquillo admirando la caída de la tarde.
—No ha sido nuestro día, ¿eh?
—¡Furuya, es mi turno para lanzar! —gritó al abrir los ojos. Ya estaba parado sobre la cama.
—Estás en la enfermería. —Le faltó poco para saltar del banquillo ante el susto que experimentó gracias a él—. Comiste algo malo y vomitaste.
—Sabía que no debía confiar en ese emparedado que Miyuki me dio. Pero se veía bien y tenía hambre, así que…—Sonrió con nerviosismo.
Pobre ingenuo.
—Si ya te sientes mejor, vayámonos.
—¿A dónde?
—Iremos a cenar. Muero de hambre y seguramente tú te dejaste todo en el piso. Y como no quiero limpiar, mejor hagamos una retirada inteligente —propuso. Eijun se lo pensó unos rápidos segundos y aceptó—. Vámonos.
No fue demasiado difícil escapar del campus. Menos si se tenía el permiso del entrenador para faltar al resto de la práctica por los problemas médicos del lanzador. Lo que sí era cómico y digno de ser grabado para la posteridad, era la emoción que el chico poseía mientras se alejaban de la escuela y contemplaba la urbanización en su máximo esplendor.
No sabía con exactitud dónde se encontraba, de lo único que estaba totalmente seguro era que se trataba de un restaurante tradicional que desprendía un olor seductor. Era como el canto de las sirenas que llevan a los marineros a encontrar su perdición.
—¡¿De verdad vamos a comer en un sitio tan lujoso como este?!
—Por supuesto. —Sonrió ladinamente.
—No sé si traigo suficiente dinero, también…—Era un manojo de nervios. Ni la cartera encontraba.
—Descuida, yo invito en esta ocasión.
Sawamura pasó de la extrañeza al pavor absoluto para terminar como un cachorrito agradecido por haber sido adoptado.
—No sales mucho que digamos, ¿verdad?
—Mi vida se resume en práctica-escuela-práctica-dormir. —Y estaba muy feliz por su itinerario.
—Debes disfrutar tu juventud —aconsejó seriamente.
Entraron, inundándose con las pláticas de toda la clientela. Se la pasaban bien tanto por la comida como por el ambiente tan hogareño que se respiraba.
—¡Sean bienvenidos a Hyotan! —exclamó muy elocuente quien probablemente era el dueño y cocinero principal del restaurante—. Oh, pero si es….
—Buenas noches, papá. ¿Crees que podríamos tomar una mesa? —preguntó casual al alto y fornido hombre cuya presencia podría intimidar a cualquiera de espíritu débil.
—¡Buenas noches, Yūki-san! —Allí estaba Sawamura y sus mil inclinaciones.
—¡Mi pequeña ha traído a casa a su novio! —Sonrió con esos ojos reluciendo como un par de diamantes—. ¡Chicos, vengan! ¡Mi dulce florecilla ha traído a su novio y quiero que lo conozcan! —llamó inmediatamente a los cocineros que permanecían en la parte trasera del restaurante.
—¡¿Su novio?! ¡No! ¡Claro que no! —Nada más dejaba el terreno de Seidō y era víctima de malentendidos.
—No otra vez…—Intentó calmarse—. No somos pareja. Es un compañero y hemos venido a cenar. Solamente eso.
—No emociones a tu amado padre, Sora —regañó fingidamente—. Tomen la mesa que está al fondo y en un momento mandaré a alguien para que tome su orden.
—Gracias —decía, tirando del pobre chico que continuaba abstraído—. No debes ser tan formal con mi padre, Eijun-kun.
Admitía que esa parte de su persona era entrañable. Ante sus ojos era como un niño pequeño.
—Este lugar tiene muchos platillos que no he probado nunca.
—Pide lo que quieras. Te aseguro que sea lo que sea, estará delicioso. Mi padre tiene uno de los mejores restaurantes de todo Tokio —mencionó orgullosa.
—Sukiyaki suena bastante bien. También…—Alguien era muy indeciso.
—Tenemos tiempo. No te presiones.
—¡Sean bienvenidos a Hyotan! Mesa para cuatro, ¿verdad? Me temo que tendrán que aguardar a que se desocupe alguna.
—Descuide, acabamos de ver a unos conocidos. Estaremos bien.
Aquella carcajada era inconfundible y lo suficientemente escandalosa para poner en alerta a los dos jovencitos que huyeron de la escuela para irse a cenar.
—¡¿Kuramochi-senpai, Haruicchi, Furuya, Miyuki?! —Sawamura estaba estupefacto.
Kazuya y Yōichi sonreían con cinismo puro. Furuya seguía en su bola y Konimato parecía haber sido arrastrado por todos ellos.
—No me digas que nos vinieron siguiendo todo el trayecto…
Al parecer tampoco iba a poder cenar en paz. Algo tenía el karma con ella ese día.
—Mi pequeña se ha hecho de nuevas amistades. Y yo que pensaba que la estaría pasando duro después de que la cambié de colegio —habló el padre para los recién llegados.
—Un gusto conocerlo, Yūki-san. —Haruichi tenía modales y no dudó en presentarse. El resto hizo lo mismo.
—Por favor, tomen asiento. En breve tomarán su orden. —Invitaba el buen hombre.
—¿Pensaron que escaparían tan fácilmente de nosotros? —dialogaba Kuramochi aproximándose hasta su posición.
—Seguramente mañana caerá un diluvio porque ustedes decidieron abandonar los dormitorios de Seidō para salir a pasear un poco —comentó Sora con humor.
—Creo que estamos demasiado justos. No fue una buena idea venir…—Kominato estaba en medio de Sawamura y Furuya.
Pese a que la mesa era redonda, no estaba adaptada para más de cuatro personas. El espacio era limitado.
—Por habernos abandonado sin despedirse deberán invitarnos la cena —agregaba muy campantemente Yōichi—. Tiene muy buena pinta lo que hay en el menú.
—Espero traigan dinero para pagar. Yo únicamente invité a cenar a Eijun-kun.
—Evidentemente traemos dinero. —Miyuki por su lado hojeaba el menú buscando algo que le apeteciera—. Una terrina helada no suena mal.
—¿Viniste a cenar o solamente por el postre? —Yūki era el relleno del sándwich entre Kuramochi y Kazuya.
—Se me ha antojado, así que… —Sonrió como un chiquillo malcriado.
—¿Te importan mucho tus admiradoras, Miyuki? —No tenía tacto para cambiar de tema.
—No mucho en realidad. —Sus manos estaban entretenidas doblando una servilleta para crear un pequeño barco.
—Bueno saberlo.
—Parece que te la han hecho grande —comentó.
Todos parecían estar metidos en sus propias pláticas que ignoraban la suya por sonar un tanto «aburrida».
—No imaginaba que actuarían tan rápido. Además, hacen demasiado escándalo por un simplón.
Tenía una gran frustración por su culpa. Lo mínimo que podía hacer era echarle en cara que no era la gran cosa.
—Ah, ¿un simplón? —Podría estar sonriéndole, pero ese gesto denotaba que ese adjetivo no le gustó.
—Siendo sinceros, eres bien parecido. Posees calificaciones aceptables en la escuela. Eres un genio para el béisbol. Sin embargo, tienes una personalidad horrenda… Eres engreído y disfrutas de meterte con los demás y jugar con sus mentecitas. Tu cara bonita no solucionará todos tus defectos —recitó con su sonrisa encantadora.
—Parece que me conoces bien. —Rio. Ni su ego ni moralidad se vendrían abajo ante sus hostiles acusaciones—. Creo que sí te gusto después de todo. —Cada palabra fue arrastrada con alevosía.
El cabrón quería hacerla enfadar.
—No le veo nada interesante en fijarme en un simple cascarón. —También podía sostenerle la mirada si así lo deseaba.
Se lo veía confiado, como cuando ocurrían esos momentos llenos de decisión dentro de un juego importante. Mas no se dejaría envolver por sus palabras.
—Eres de lo más rara.
Un segundo fue suficiente para que se percataran de lo que ocurría a su alrededor. Mas sus reflejos los traicionaron, imposibilitándolos para reaccionar y escabullirse de la trampa del destino.
Esa sensación no era desconocida para ninguno de los dos. No obstante, no buscaban experimentarla abruptamente con la persona que tenían a un lado. Tampoco prolongaron aquel contacto. La ofuscación que los sacudió los orilló a separarse y ponerse de pie.
El besarse contra su voluntad fue el menor de sus males hasta que escucharon un sonido aterradoramente familiar.
—¡Ahora sí lucen como una verdadera pareja!
Kuramochi empujó a esos dos mientras se hundían en su riña. Y Sawamura se encargó de fotografiar su primer feliz beso como pareja.
