Yo sé que todas están sorprendidas de que haya regresado con actualización tan prontamente. Mas no se acostumbren… Dejando eso a un lado, espero disfruten del capítulo porque con esfuerzo y mucha voluntad ya estamos poniendo las cartas sobre la mesa y algunas cosas empiezan a ser evidentes.


Iridescent


—¿Estás satisfecha? —preguntó para su espectadora.

—N-no puedo creerlo…—Estaba plenamente segura de que no lo haría.

—Espero que sepas cumplir con tu palabra.

La encaraba y le daba la espalda a Kazuya. Se sentía avergonzada por lo que había hecho. Optaría por no cruzar mirada con él hasta que esa muchacha se fuera.

—Lo haré —pactó de mala gana. No estaba contenta de perder.

—No te vuelvas a meter en nuestro camino —espetó hostil. Le adjudicaba su naciente malhumor por orillarla a hacer semejante barbaridad.

—Hasta luego. —Y se marchó.

—Me debes una grande, Miyuki.

Lo analizaba por encima del hombro con disgusto. Y él veía en otra dirección. ¿Era un ligero sonrojo el que tapizaba sus mejillas? ¿Por qué eso despertaba su curiosidad?

—¿Me estás escuchando?

—Pensaba que lo que querías era que todo terminara.

La encaró con su sonrisa confiada y rostro impecable.

—Podemos sacarle provecho por ahora. —Sí. Ella también se cuestionaba al respecto. Pese a que quería terminar con esa farsa hacía todo lo contrario.

Quizá no sentía la presión de aquel falso noviazgo porque durante años siempre fue emparejada con sus mejores amigos. Para ella era tan normal que le inventaran parejas que no tenía que percibía todo aquel malentendido como otro episodio de su pasado.

Lastimosamente su actual asociación era la única alternativa que tenía para que apareciera la persona que les tendió aquella trampa. Por ello se veía obligaba a continuar con la farsa.

—¿Segura que es solamente eso? —Alguien se estaba burlando de ella abiertamente.

—Por supuesto que sí, tonto. No pienses que es porque siento algún interés por ti —aclaró—. Mejor regresemos o Kuramochi estará inventándose otra cosa.

Después de lo sucedido dejó el tema de lado. Nada bueno sucedía cuando ese acontecimiento salía a flote porque era como ser inundada por un mundo de contrariedades en donde no podía luchar para escapar de allí. Prefería enfocarse en los partidos que se aproximaban y no detenerse en la única opción viable que la había orillado a actuar así.

Y a mediados de octubre, cuando los de segundo año se encontraban disfrutando de su viaje escolar, el alumnado que formaba parte del club de beisbol permanecía dentro de las instalaciones escolares matando el tiempo. Una reta de futbol bastaría para entretenerlos un poco.

—¡Vamos, Kuramochi! —gritaba Sachiko emocionada. Disfrutaba del partido amistoso.

—¡Kijima-kun, defiende!

Yōichi robó el balón, lanzándolo hacia el jugador más cercano y que tenía mayor chance de anotar un gol. Mas Miyuki ni siquiera tocó la pelota. Afortunadamente alguien más se encargó de anotar.

—¡¿Qué hacen saltándose las clases y jugando futbol?! ¿Se volvieron unos delincuentes por jugar tanto al béisbol?

—Oye, baja la voz —advertía Kanemaru para el escandaloso de Sawamura.

—Claro que no —respondió Kuramochi—. Todos los de nuestro año están de excursión. Así que tenemos mucho tiempo libre.

—¡Ya veo! ¡Eso es un alivio! ¡Son tan malos jugando que me dolía verlos!

—¡Cállate!

Desde arriba los de tercero les sonreían burlonamente, contándoles que les esperaba una aburrida película patrocinada por el director acompañado de una plática sobre la amistad entre hombres.

—¿Y qué se supone que haremos con las horas que nos quedan? —preguntaba Kuramochi.

Los de tercero ya habían cerrado la ventana desde la cual Jun les gritó.

—¿Por qué no realizamos una actividad donde las chicas también puedan participar? —opinaba Kenta.

—Juguemos a saltar la cuerda. —Kawakami consideraba que era la mejor elección—. Es sencillo. Y ninguna saldría lastimada.

—Y para motivarlas podríamos entregarle un premio a quien salte más. —Yōichi sonreía—. A la ganadora le compraremos lo que ella quiera por una semana entera. ¿Qué me dicen chicos?

Todos estaban de acuerdo. Umemoto y Natsukawa dudaron, mas accedieron porque estaban aburridas; tampoco podían ignorar la presión social que las asediaba.

—Estoy lista. Que empiece la competencia.

—¡Qué rápida! —Sachiko y Yui no supieron cuándo esa chica se fue y regresó sosteniendo una larga cuerda.

—Es tan competitiva como su hermano.

—¿Todos los Yūki serán de ese modo?

—Indudablemente pedirá mucha comida si llega a ganar —aseguraba Miyuki—. Que por algo es una glotona.

—Obviamente. —Yōichi reía quedamente. Estaba tramando algo perverso—. No pienso dejársela fácil. Si quiere obtener la victoria tendrá que sudar.

«Agradezco no ser su víctima en esta ocasión».

No era palabrería la de Kuramochi. Al ser uno de los que sujetaba la cuerda se encargó de establecer el ritmo que aquellas tres adolescentes debían enfrentar para consumar su camino hacia la victoria.

Lo que inició lento se transformó en una carrera de resistencia y excelentes reflejos. Las chicas saltaban, enfocándose exclusivamente en eso; no prestaban atención al asombro de los chicos por verlas resistir la competencia de saltar la cuerda. Tampoco atendieron a sus clandestinas apuestas de cuál mánager sería la vencedora.

—Kuramochi, ¡te estás excediendo! —Maezono consideraba que esa velocidad podría ser peligrosa.

—Pero míralas, ¡se están divirtiendo! Están seriamente compitiendo entre ellas. —Era la observación de Norifumi.

—Si las detenemos, seguramente se molestarán… Sobre todo, una de ellas. —Kazuya había comprobado aquel día en el comedor que la gula de Sora tenía el suficiente poder en ella como para empujarla a competir tan seriamente.

—Saltar te hace trabajar la mayoría de los músculos. Mejora tu balance y coordinación. Asimismo, aumenta tu resistencia cardiovascular —informaba Kuramochi—. ¿No es maravilloso?

Yui fue la primera en claudicar. Había llegado a su límite. Y ahora observaba la competencia desde afuera, bebiendo agua y secándose el sudor.

—Sacchin, ¡tú puedes!

Umemoto se aferró a su necedad para perseverar. No se trataba del premio en sí, sino de la satisfacción de ganar bajo las espartanas condiciones impuestas por Kuramochi. Era su ego el que la motivaba.

Yūki no luchaba por reconocimiento, sino por lo que obtendría al ser la última en quedar: comida gratis durante una semana.

«¡Si lo consigo podré comer toda la gelatina de café que yo quiera sin gastar ni un yen!».

No sólo las chicas quedaron de rodillas contra el suelo, agotadas, sino también quienes giraron la cuerda durante los casi veinte minutos que duró la contienda.

—Siento que voy a morir…—Umemoto respiraba dificultosamente. Su pecho le dolía. Y sudaba en demasía—. Fue una increíble competencia, Sora.

—Fuiste una fiera competidora hasta el final, Sachiko.

Ambas se levantaron para estrechar sus manos. Habían peleado con todas sus fuerzas. No había arrepentimientos.

—¿Y qué es lo que vas a querer de premio? —preguntaba Yōichi a la ganadora.

—¡Gelatina de café!—contestó sonriente.

Los cuatro mejores equipos estaban decididos. La Academia Seiko, la Preparatoria Seidō, la Preparatoria Yakushi y la Tercera Preparatoria Ichidai habían avanzado a las semifinales. Dos encuentros más y se develaría quién se llevaría a casa el título de vencedor del Torneo de Otoño.

Las semifinales arrancaron. El rugido de Seidō comandado por su capitán crispó en emoción a su hincha y a todo el público que había asistido para presenciar su enfrentamiento contra Seiko.

Cuatro carreras aventajadas por Seidō propiciaron el cambio de pitcher en su contrincante. Tsunematsu Ogawa entró para recuperar las carreras perdidas. Sin embargo, para cuando Miyuki estuvo en la caja de bateo, su lanzamiento impactó contra su espalda.

—¡Base por golpe!

—¡Seidō anota otra carrera!

Nadie dentro de la banca ni en las gradas se había desprendido del espasmo que los envolvió cuando vieron al receptor de Seidō rodar y estrellarse contra el suelo después de recibir la monstruosa embestida del pitcher de primer año que se negaba a perder la oportunidad de anotar a favor de su equipo.

Mas aquella jugada violenta por parte de Ogawa fue obstaculizada por el capitán, con su propio cuerpo.

—¡Miyuki! —No pudo reprimir su grito de preocupación cuando Kazuya fue arremetido tan violentamente. Desde su perspectiva había sido efectuado con la pura intención de quitarlo de en medio—. ¿Realmente no le habrá ocurrido nada? Ese golpe debió de lastimarlo. No obstante, está de pie, como si nada hubiera ocurrido…—Volvió a sentarse, sintiéndose ridícula por sobre reaccionar— ¿Es idiota o qué? Está bien que se preocupe por el equipo y todo eso, pero antes está su propia salud… Ya quiero que este partido termine.

En la baja de la décima, el capitán y cuarto bateador sentenció el juego con su bateo y provocó un oleaje de emoción en todos los que vieron el partido sin desatenderlo ni un solo instante.

¿Su pequeño deseo fue concedido o era cuestión del destino el que las cosas tuvieran un desenlace como ese? Lo que fuera lo estaba celebrando con ese par de chicas que no dejaban de saltar de felicidad por presenciar el triunfo de Seidō.

—Eres un tonto con mucha suerte, ¿no? —Sonrió sin desatender al escandaloso equipo que celebraba el éxito alcanzado en compañía de su capitán—. Todos se merecen esta victoria.

La victoria de Yakushi estableció al contrincante final que Seidō enfrentaría en la final del Torneo de Otoño.

Las dos carreras de ventaja que llevaba Seidō no disminuirían el ímpetu y ferocidad con el que se gobernaba su rival. Serían presionados tanto por la implacable fuerza de Todoroki Raichi como por sus erráticos lanzamientos a la hora de subir al montículo.

El cuadrangular a las gradas del jardín izquierdo marcó la primera anotación para Yakushi. Y aunque ansiaban el empate, el double play comandado por Kominato y Kuramochi frenó su impulso. Lastimosamente, en la baja de la cuarta, Sawamura reemplaza a Kawakami para evitar que el rival continúe anotando.

En la alta de la novena, con dos outs, Seidō le da la vuelta al partido. Maezono logra batear un doblete remolcador. Y pese a las complicaciones que vivieron al sentirse acorralados por Yakushi y la lesión evidenciada de Miyuki, obtuvieron la victoria.

No obstante, la lesión de Miyuki tomaría dos semanas de recuperación. Con eso en consideración el entrenador tomó la mejor decisión tanto para su mejoría como para el equipo.

—¿Qué es lo que haces ahí tirada sobre el pasto tan despreocupadamente?

No era a quien estaba esperando escuchar. Consideraba que a esa hora de la noche ese chico estaría en su cuarto descansando.

—Todavía no es tan tarde. Lo que pasa es que tú no tienes nada en qué ocuparte. —No era tan insensible como para recordarle su lesión—. Deberías estar por allí dándole consejos a la gente.

—Sawamura y los otros lo están haciendo bien. No necesitan de mis ilustres recomendaciones —agregó como si hinchara el pecho al decirlo—. Tal vez tú necesites un poco de esa ayuda.

—Descuida. Sé encargarme muy bien de mí misma. —Se sentó, quitándose toda la basurilla indeseable que se había pegado en su cabello y ropa—. Por cierto, ¿no quieres?

Kazuya recién vio la caja carmesí que estaba al lado de Sora. Era como si la escondiera del mundo.

—Compré demasiado pensando en las chicas. Y al final no han querido porque dicen que están cuidando su figura. —Abrió el paquete mostrando todas esas delicias de la alta repostería—. No tienen veneno ni nada por el estilo. Antes de que digas algo ofensivo.

—Engordarás si sigues comiendo tantos carbohidratos.

—Y tú amanecerás un día golpeado si sigues soltando tan hilarantes comentarios con la gente que amablemente te está regalando algo.

—Kuramochi te ha vuelto a hacer enojar, ¿correcto? —Se sentó a medio metro de ella, sonriéndole con burla.

—No. Este es mi humor habitual. —No conocía de sutilizas. Ya se había encargado de darle la caja—. Cómelos.

—Son demasiados hasta para alguien como yo —criticó. Ella lo pellizcó—. Me los comeré… —Los postres no eran su fuerte, mas lo dejaría pasar por esta ocasión—. Este sabe bastante bien. ¿Los compraste donde siempre?

—No. Esta vez son de una pastelería diferente —comentaba—. Miyuki…

—¿Ah? ¿Qué sucede?

Sora alzó su mirada hacia la luna que los cuidaba desde arriba. En esa posición podía ignorar los ojos del cácher.

—¿Te encuentras bien? ¿Has estado haciendo tus ejercicios de rehabilitación? ¿Quieres hablar sobre el tema? —preguntó con una voz cada vez más débil.

Kazuya enmudeció y la observó con notorio pasmo. De todas las personas que podían preguntarle por su condición, no esperaba que Sora fuera una de ellas.

Si bien no la consideraba como alguien indiferente, sabía que él no era de su completo agrado; que a lo sumo lo categorizaba como un compañero de clases y nada más. ¿Acaso lo hacía por mera cordialidad o es que genuinamente estaba preocupada por él?

—¿Acaso estás inquieta por lo que me ocurrió? —siseó sin desatender a los gestos faciales que poseía tan ecuánime rostro.

—Esa embestida no fue poca cosa. Tuviste mucha suerte de que solamente fuera un desgarre muscular —habló secamente—. También estoy consciente de que estás luchando contra ti mismo cuando ves a todos practicar y te observas con las limitantes que ahora posees… Sé que eres un orgulloso, embustero y cínico, por lo que finges que nada te afecta.

Repentinamente había pasado de ser comprensiva con él a agredirlo.

—Ey, ¿estás intentando darme ánimos u ofenderme? ¿Cuál de las dos?

—Ambas —sentenció. Kazuya se echó a reír—. ¡Deja de burlarte! ¡Esto es lo que me gano por intentar ser una buena persona!

Podrían haberle prohibido rotundamente ejercitarse con el resto del equipo, mas no dejaría de asistir a las prácticas. Incluso si ahora había alguien más que interpretaba el papel de capitán.

Arribó hasta donde se reunía su escandaloso equipo, tan energético y ansioso de que llegara su siguiente partido clasificatorio.

—¿Desde cuándo espías al equipo desde las sombras?

Gracias a lo concentrado que se encontraba no fue capaz de percatarse de que alguien más estaba allí, haciendo lo mismo que él.

—No lo hago. —Fue su simplona respuesta antes de abandonar el área, dejando el ruido de sus compañeros atrás.

—¿No deberías estar descansando? —No es que quisiera seguirlo, sino que él estaba transitando la misma ruta que ella empleaba para reunirse con Haruno y las demás.

—¿Puedes vaguear de este modo?

Ella notó inmediatamente su tenue irritación. Algo esperable considerando que debía estar lejos del equipo por tres semanas enteras.

—No es como si hubiera mucho por hacer. —Se limitó a suspirar cuando el chico se adelantó lo suficiente como para cortar su plática—. Igual no estaba esperando a que se comportara como es usual. Con lo devotos que son todos, el mantenerse en la banca a causa de una lesión es el peor castigo posible. Y como es un cabezota, seguramente no se da cuenta de cómo son las cosas…

—Ey, tengo algo que contarte, Sora.

A ella ya no le sorprendía que ese descarado chico llegara desde atrás y le echara el hombro encima como si fueran mejores amigos de toda la vida.

—Capitán, debería comportarse como es correcto. No debería estar perdiendo el tiempo con trivialidades.

—No hay nada más tierno que una chica dándole ánimos a su testarudo e insensible novio. —Su sonrisa podría venderse maravillosamente para un comercial de pasta dental.

—Como capitán ese debería ser tu papel —estipuló—. Ve y dale unas palmaditas llenas de apoyo moral.

—Espero que tengas ahorros.

Entre más se llevaban, más cínico se comportaba con ella. También había aprendido a ignorar sus mordaces comentarios.

—Los tengo, mas no pienso usarlos para comprarte ningún videojuego, Yōichi.

Él se arrepintió de haber sacado el tema a flote sin considerar que podría recordar cuando usó los ahorros de la chica sin su permiso para comprarse el último videojuego de una de sus sagas favoritas.

—Este caso es diferente —mencionó, tragando saliva pesadamente. Podría ser muy valiente, pero sabía que esa mujer podía llegar a darle una paliza digna de un trauma.

—No creo que valga la pena escucharte. Me iré a hacer mis cosas.

—¿Qué clase de novia eres si ni siquiera conoces el cumpleaños de tu queridísimo enamorado?

Las grisáceas pupilas de la muchacha ni se inmutaron. Incluso su rostro había perdido la habilidad de romperse en algún gesto facial.

—¿Qué? Los novios se regalan cosas entre ellos en esas fechas, ¿no?

—Para no haber tenido novia nunca, sabes mucho al respecto —expresó con aspereza—. Te recuerdo que no somos novios de verdad y que fuiste tú quien se encargó de propagar ese chisme. Por ende, deberías ser tú quien le obsequiara algo. Eso hacen los buenos amigos, ¿cierto?

Esa dulce sonrisa podría persuadir a todo aquel que no conociera un poco a la querida hermana de Tetsuya Yūki.

—¡Claro que las he tenido!

Ella había hecho bien en darle directo a su ego.

—Si quieres que te acompañe para elegir un buen regalo para tu amigo, sólo dímelo —contraatacó alegremente.

Éls se limitó a jalar de sus mejillas.

—¡Que no le voy a comprar nada a ese idiota egocentrista! —vociferó sin liberarla.

—Duele. —Frunció su sien.

—¿No te escucho? —canturreó divertido. A los pocos segundos habría de arrepentirse.

Al menos el suelo lo acogió con enorme aprecio tras ese suave rodillazo en su estómago.

—Necesitaremos otro capitán —expresó seriamente.

—¡Pequeña…!

El resto de su tarde prosiguió tranquila. Incluso concluyó a buena hora como para irse a casa a descansar. Sin embargo, tenía que entregar la libreta de apuntes que amablemente Yui le pidió ese día. Para su fortuna la localizó rápidamente.

—¿Qué están haciendo? —preguntaba tomando asiento al lado de Watanabe—. Incluso Miyuki se encuentra aquí. Seguramente estén hablando del marcador.

—Es fácil saber el curso de un lanzamiento con esto. Es un sistema realmente genial —felicitaba honestamente Hisashi.

Aunque alguien no parecía estar totalmente de acuerdo con él.

—Sigue siendo complicado de leer en comparación con los de Takako-senpai —exteriorizaba Miyuki.

«¿Por qué no me sorprende que no le parezca?», pensaba Sora. Aguardaría para hablar de la razón que la trajo hasta allí.

—Y-ya veo. Eso es lo que piensas… —indicó Sachiko, nerviosa y a la vez, un poco frustrada.

—Sí.

«No era necesario que afirmaras algo que ya estableciste, Miyuki».

Sora suspiró, lamentándose que Umemoto tuviera que tener esas charlas con semejante desconsiderado.

—¿Qué hay de ti, con tu primera vez observando el partido desde las gradas? —cuestionó desafiante la de coletas. Parece que quería llegar a un determinado punto.

—Bueno. Fue diferente de lo usual, por lo que fue divertido.

—Aunque supongo que no fue suficiente —sentenciaba Watanabe—. Lo traías escrito en toda la cara.

—Ni siquiera dejaste salir tu voz.

—¿Eh? ¿Lo dices en serio? —Umemoto miraba al receloso cácher que deseaba cambiar de tema—. ¿Te apena hacerlo? Primeramente, debes desechar eso. Y esforzarte más en animar.

«No lo escuché gritar ni una sola vez. Y el cono solamente lo llevaba de adorno pegado a su boca».

Por mera inercia miró en dirección a Kazuya. Estaba absorto en el rumbo que había adquirido la plática porque se habían metido con él por no tener experiencia en animar desde las gradas.

«Tal vez no esté acostumbrado a expresarse. Lo cual es raro para alguien que habla sin medir las consecuencias de sus palabras».

—Conozco a la persona adecuada para ayudar a Miyuki-kun con este problema.

Tres pares de ojos se postraron en Yūki. Ella comenzó a temer.

—Sora es muy buena apoyando al equipo y considerando la relación que tienen estoy segura de que sus consejos y apoyo serán mucho más efectivos que si alguno de nosotros lo hace.

—Hay mucha razón en tus palabras —apoyaba Yui.

—Me parece una grandiosa idea. —Hasta Watanabe estaba de acuerdo con el brillante plan.

«¡¿Qué?!¡Buena idea, ¿de dónde?! Lo único que noto es que quieren hacer mi vida un tormento. Como si no tuviera suficiente con Kuramochi. ¿Y cómo se supone que le enseñe algo como eso a este incordio?».

Observó al causante de todos sus males y después a esas chicas.

—Yo no creo ser una buena opción para ayudarlo a superar su problema de timidez…—Quería zafarse de la tarea. Sobre todo, porque al día siguiente tenían un partido.

—¿No me digas que tú también eres cohibida, Sora? —Umemoto no daba fe de ello.

—Solamente venía a entregar unos apuntes y miren en lo que ha terminado…—Empezaba a creer que lo suyo era algo peor que mala suerte—. A todo esto, vine a dejarte la libreta de apuntes que me pediste, Yui. Espero y te sirva.

Tras la salida de Watanabe y Miyuki ya podía hablar del tema que le precisaba.

—Se nota que eres tremendamente ordenada, Sora. —Lo supo con darle un vistazo a esa libreta. Todo estaba impecable, con una caligrafía envidiable y colores para remarcar lo importante.

—Y cambiando de tema.

Debió escapar tras completar su entrega. Ahora lamentaría haberse quedado; especialmente porque esas dos estaban sentadas a su lado, tramando algo.

—¿Ah? ¿Qué sucede, chicas? —Sonrió con nerviosidad. Su instinto le dictaba que era peligroso continuar en esa habitación.

—¿Y qué tienes planeado para el cumpleaños de Miyuki-kun? —Sachiko fue la primera en disparar.

—Su cumpleaños es el diecisiete de noviembre—alegaba Yui—. ¿Has pensado qué regalarle?

—No creo que sea buena idea —replicaba—. Con una simple felicitación bastará, ¿no creen?

Ninguna estuvo de acuerdo con su decisión.

—Mañana después del partido te acompañaremos para elegir el mejor presente para Miyuki-kun. —Yui guiñó el ojo en son de complicidad. Estaba muy emocionada.

—Y quizás una tarta no esté de más —sugería Umemoto sonriente—. Debes pensar si será una celebración pública o privada.

Mientras esas dos continuaban hablando sobre los planes futuros que tenían en mente, Sora se quedó taciturna, como una hoja de otoño esperando a ser arrojada por el viento.

«¿Cómo escapo de esto?».

En la semifinal del torneo, ambos equipos atacaron para acrecentar su número de carreras. Conservaron el empate de 3-3 hasta la octava entrada. Sin embargo, el error cometido por la batería de Furuya y Ono le costó la victoria al equipo de Seidō. Su participación había concluido. No tendrían ningún torneo hasta marzo del siguiente año.

Con las pruebas en puerta y un entrenamiento cada vez más duro, los chicos se mentalizaban para el torneo de primavera que sustentaría las bases para el verano.

—¿Qué sucedió tan repentinamente? —interrogaba Rei.

Kazuya permanecía sentado a su lado. Ambos iban en taxi hacia el centro de rehabilitación al que asistía puntualmente cada tarde.

—Bueno… Estoy limitado en mis acciones. Así que considera esto como un cambio de ambiente.

—Todos esperan por tu completa recuperación. Aquí es cuando no debes apresurarte —dijo tratando de animarlo.

—Me lo pregunto… Ya estás diciendo eso otra vez.

—¿Por qué no tratas de expresarte más como en aquel entonces? —sugería con una afable sonrisa—. En vez de cargar con todo tú solo.

Miyuki aguardó para responder. Recordar aquel momento de vulnerabilidad lo avergonzaba hasta dotar de un suave carmesí sus mejillas.

—¿Rei-chan, acaso tienes a alguien así? ¿Alguien a quien puedas confiarle todo? —espetó. Mas se arrepintió de su audacia cuando encontró el silencio y una mirada que gritaba que no tocara aquel tema tan sensible para ella—. ¡¿Ah?! Lo siento… Como dije…lo siento.

Elevó su mirada hacia arriba. Había tantas plantas disponibles que un día no bastaría para recorrer cada una de ellas. Y sin estar sorprendida por el afluente de gente que se movía entre cada piso, se desplazó en compañía de aquellas tres jóvenes que habían cumplido con su promesa de acompañarla para elegir el mejor regalo para el embustero cácher.

—Empecemos de una vez para que nos dé tiempo. —Sachiko tenía un mapa con tiendas encerradas en un círculo.

—Seguramente encontraremos algo bonito que sea perfecto para Miyuki-kun. —Yui se mostraba muy positiva.

«Tengo el presentimiento de que no nos iremos de aquí hasta que no compremos algo. Trágame tierra».

Fueron de una tienda departamental a otra. El apartado de deportes seguramente les ofrecería opciones para alguien que tenía el béisbol tatuado en la cabeza.

—¿Qué tal si ahora vamos a la zona de chicos? Alguna camisa podría servir —apuntaba Natsukawa para todas.

Las únicas que tenían energía para continuar eran ellas. Sora ya quería arrojar la toalla.

—Compremos lo primero que hallemos y punto…—Mas su estado de indiferencia se esfumo al entrar al área de ropa para caballero. Había alguien conocido mezclado entre la clientela—. No puede ser.

—¿Qué andas haciendo por aquí?

La desconocida en realidad era la mujer que le había dado la vida. Y quien se aproximó hasta ella.

—¿Sora? —Haruno contempló a la pasmada joven.

—Eso mismo pregunto yo... Deberías estar en casa haciendo la cena como todas las demás madres.

—Vine a comprarle un par de camisetas a tu padre. Ya sabes que siempre le gusta vestirse bien en el trabajo —relató para el grupito—. ¿Y ellas? ¿Tus amigas acaso?

Ella era otra que se emocionaba por las pequeñeces de la vida.

«Si llegan a decirle la razón por la que estoy aquí, entonces esto se volverá una pesadilla completa…».

Debido a su ausentismo fue incapaz de notar el momento clave en que ellas le contaron toda la verdad a su amada madre, firmando su sentencia.

—En el fondo eres alguien sumamente detallista, Sora. —Una sonrisa enternecedora se dibujó en los labios de su progenitora—. Te ayudaré a buscar algo bonito para Miyuki-kun.

—¡Entonces pongamos manos a la obra! —Sachiko estaba muy motivada.

—Hija, ¿qué te parece esto?

—¿De dónde lo has sacado?

Lo que su madre sostenía no era una prenda cualquiera. Era una camiseta de uno de los catorce equipos que conformaban la MLB.

—La encontré en la sección deportiva. Creo que es buena idea llevarle una a tus hermanos.

—No creo que a él le interese algo como esto. Además, no sé si le guste un equipo de béisbol en específico.

Pilló la camisa entre sus manos, apreciando su estampado azul. Pertenecía a uno de los equipos de la división este: los New York Yankees.

—¿Y qué tal esta? —interrogaba Yui—. Supongo que cualquiera estaría bien.

Una playera azul rey con una vistosa letra B en rojo captaba ahora la atención de Sora.

—Son bastante caras para tener un estampado tan simplón…—Ese precio era doloroso para su cartera.

—El blanco le quedará mejor. Llévatela —recomendaba Umemoto.

—Ni yo me he comprado algo tan caro.

—No es como si no tuvieras dinero —señaló su madre—. Ganas bien al mes por ese negocio que tienes. Sin mencionar el dinero que tu abuela te envía o el que consigues vendiendo la ropa que ya no usas.

—Se la arrojaré a la cara si no le gusta —dictó.

Sachiko y compañía rieron ante su pequeña declaración.

—Eres muy orgullosa para aceptar lo que es obvio, Sora-chan. —Su mamá solamente agregaba ese honorifico cuando quería burlarse de ella.

Llegó a su casa tras la maratónica sesión de compras. Y darse una buena ducha la confortó pese al cansado día que tuvo; sobre todo cuando recordaba la bolsa plástica en la esquina de su cama.

—Decir que la peor parte ya pasó sería un error. —Exhaló, sentándose en su cómodo colchón. Observó la bolsa y después su armario. Si su memoria no le fallaba había dejado unas cuantas cosas con las que podía forrar el regalo que compró—. Lo más complicado será entregárselo. Si lo hago directamente no terminará de burlarse de mí. Si los demás lo ven, entonces todo será mucho peor. Debo dárselo sin que sepa que fui yo… Piensa Sora, piensa qué puedes hacer.

—¿Interrumpo? —La llamó su padre desde la puerta.

—No, en lo más mínimo —mencionó—. ¿Pasa algo?

—¿Qué te parece alguno de estos modelos, Sora? Podrían funcionar para la ocasión.

Ella no comprendía a lo que se refería hasta que observó la revista de postres que sostenía. Trataba específicamente sobre pasteles y sus diversos diseños decorativos.

—No pensé que existieran modelos como estos. —Su curiosidad la impulsó a sostener la gruesa revista para hojearla—. Oh, este es gracioso.

—Tú dime cuál quieres y lo tendré listo para el cumpleaños de Miyuki-kun.

Dedujo que su madre le fue con el chisme a él también.

—Este me gusta. Queda perfecto —señaló con su dedo índice su elección—. ¿Ah? ¿Sucede algo? —cuestionó ante el silencio de su padre.

—Es que pensé que rechazarías la idea y no verías la revista.

Sora parpadeó un par de veces, entendiendo el punto. Él estaba en todo lo cierto. Se supone que así debía responder.

—Independientemente de lo que Miyuki sea para mí, no hay nada de malo en celebrar su cumpleaños, ¿no? A todos nos gusta que nos festejen el día en que nacimos.

—Ciertamente. —Sonrió sin querer ante las palabras de su hija. Lo había conmovido.

—¡¿Qué?!¿Por qué me miras de esa forma? —Arrugó la revista entre sus dos manos. Su padre se había ido con una sonrisa de oreja a oreja—. Igualmente tengo que darle ese regalo… No creo que importe que también haya pastel.

Era la primera vez que sometía a su cuerpo a un proceso de rehabilitación. No obstante, no podía objetar; había sido una orden directa del entrenador. Simultáneamente le permitiría a su cuerpo recuperarse poco a poco de su lesión.

Terminó asistiendo al mismo lugar que Takigawa Chris. Y posiblemente eso fuera lo mejor que pudiera sucederle porque interactuar con alguien tan sabio y paciente le ayudaría a despejar su mente de todo lo que estaba sintiendo al estar fuera del equipo.

Concluida su sesión de rehabilitación llegó a las instalaciones de Seidō. Era anómalo que no se encontraran con ningún miembro del equipo. Ni siquiera al ruidoso de Sawamura figuraba por las cercanías. Sin embargo, no le dieron mayor importancia y prosiguieron.

—¿Pues dónde se habrán metido todos?

Incluso cuando llegaron hasta la zona de los dormitorios no había señales de nadie. Todas las luces estaban apagadas.

—Rei-chan, seguramente andan haciendo el vago —señaló divertido.

—¿No es tu celular el que está sonando, Miyuki-kun?

Lo raro no radicaba en haber recibido un mensaje de texto, sino el remitente del mismo.

—Me pregunto qué es lo que pondrá. —Antes de que pudiera siquiera abrirlo, uno de sus pequeños y adorables compañeros de equipo casi le destrozó los tímpanos de un grito.

—Ese chiquillo nuevamente quiere que lo vuelva a educar. —Takashima estaba preparada para trasmitirle sus sabias enseñanzas. No por nada el abuelo de Sawamura se había encargado de mostrarle cómo aplacar a su idiota nieto.

—¿Quiere que lo sigamos? —concluyó al percatarse de los extraños gestos que Eijun le hacía desde su posición—. O quizá ya enloqueció. —Sonrió astuto.

Movidos por la curiosidad alcanzaron a Eijun. Llegaron al comedor y se encontraron todavía más confundidos. ¿Para qué quería llevarlos hasta allí? ¿Por qué se giró hacia ellos y les sonrió como si estuvieran confabulando los tres?

Ingresaron, intercambiando el sentimiento de extrañeza. Lo que fuera que motivara a aquel joven se encontraba dentro.

Se abrieron paso simultáneamente, hallando oscuridad. Sus ojos se cerraron instintivamente cuando las luces se encendieron una a una de golpe. Mas la sorpresa que los saludó los dejó perplejos.