¡Buenas tardes! Aquí vengo llegando con una bonita actualización. Disfruten tanto la lectura como su fin de semana.


Trigger


La inquietud se había quedado abordo del autobús que los trajo de vuelta a la ciudad. Gracias a ello se sentía mucho más serena, con la seguridad de que podría encarar sus próximas interacciones bajo el nombre de amistad.

Aun cuando la noche empezaba a mitigar la claridad de la tarde no sentía la necesidad de volver a casa. Caminaría por el vecindario, sosteniendo su bolsa de tela rellena con esas exquisitas galletas de mantequilla que tanto le fascinaban.

Entonces se detuvo frente al portón azul rey que se había convertido en su parada favorita desde hace semanas. Allí siempre estaba ese esponjoso animal que la recibía con una sonrisa.

—No veo a Nun por ninguna parte. —Lo buscó en ambos lados del patio y no lo halló—. ¿Le habrá pasado algo?

—No te angusties por Nun. Está dentro de la casa porque hoy le tocó su baño y no queremos que se ensucie con la hojarasca.

Sora ahogó un gritillo de miedo cuando escuchó aquella voz masculina detrás suyo.

—Kadenokoji-san, no me dé esos sustos por favor —pedía.

El hombre de amable sonrisa y lentes redondos se veía arrepentido por asustarla.

—Una disculpa, no era mi intención —habló antes de abrir el portón y ofrecerle pasar—. Puedes pasar a ver a Nun. Y de paso conocer al nuevo miembro de la familia.

Yūki accedió a pasar. La primera vez que entró al domicilio lo hizo gracias a la amable invitación de la esposa de aquel bonachón hombre.

Retiró su calzado y lo siguió hasta la sala. Sobre un enorme cojín redondo que estaba en el centro de la sala descansaba Nun; parecía agotada de jugar con el cachorro que ladraba para llamar su atención.

—Se llama Suk. Tiene casi seis meses —informaba Kadenokoji—. Es juguetón y permite que cualquiera lo acaricie.

Lo cargó en brazos. Su cabeza ancha, en forma de triángulo obtuso, era oscura. Sus orejas erectas se movían con curiosidad y su cola enroscada se agitaba con júbilo. Era bastante pesado y robusto para su edad.

—¡Eres tan adorable!

Sora no podía resistirse a los perros. Mucho menos a los cachorros. Quizá el que jamás haya tenido una mascota de niña la llevó a mostrarse tan mimosa hacia los cánidos.

—Buenas noches.

El cordial saludo los hizo voltear hacia la persona que recién llegaba. Mientras para Kadenokoji era un rostro familiar, para Sora era un completo desconocido.

—Creí que regresarías más tarde, hijo.

No eran esos ojos color miel que compartía con su progenitor lo que robó su interés, sino la periferia de su rostro.

—Su cutis es perfecto —dijo sin medir el peso de sus palabras.

Concibió la magnitud de su espontáneo comentario cuando se transformó en el centro visual de aquel par. Quería desaparecer por la vergüenza que sentía.

—Ah, yo lo siento. Aunque sí es verdad lo del cutis…—Depositó al cachorro sobre el suelo y sacudió sus ropajes—. ¿A alguien se le ofrece una galleta?

El recuerdo de las estruendosas risas y los comentarios burlescos que les dedicaron después de haber sido cazados sin piedad por los peligrosos y certeros lanzamientos de aquella furiosa chica solamente acentuaron el dolor que experimentaban cada vez que sus dedos rozaban las oscurecidas zonas de su piel que habían sido víctima del impacto del albo esférico.

Sus dolencias no se reducirían si a ese ataque se le unía el entrenamiento diario.

—Han pasado tres días y todavía me duelen. —Kuramochi se quejaba cada que tenía la oportunidad.

—Los moretones tampoco se han ido —comentaba Miyuki con resignación—. No esperaba que fuera capaz de lanzar con esa fuerza y puntería.

Se veía cierto arrepentimiento reflejado en el suave fruncimiento de su sien.

—Y hemos sido la burla de todos desde el domingo. —Sus palillos fueron cercenados en dos gracias a que los presionó con más fuerza de la necesaria—. Obtendré mi revancha.

—No creo que eso sea una buena idea.

No es como si Kazuya deseara darle un buen consejo, sino que tenía el presentimiento de que lo que fuera a hacer lo involucraría directa o indirectamente a él; y, por ende, acabaría enredado en una situación puntiaguda.

—¿No me digas que le tienes miedo a tu propia novia?

¿Le estaba haciendo una pregunta o se estaba burlando de él?

—Jamás pensé que te volverías tan cobarde cuando de una simple mujer se tratara.

—La hermana de Tetsu-san no es precisamente como el resto de las chicas que hay en esta escuela. —Le refrescó la memoria por si su sed de venganza lo había cegado—. Lo siento. Yo aún valoro mi vida. Paso.

—Miyuki cobarde.

E iba a seguir maldiciendo a su capitán, pero cierto rubio tomó asiento a la izquierda de donde estaba el de lentes.

—Ey, Tatsuhisa.

—Les sugerí que corrieran —indicó, degustando su pescado—. Vengarte no será la solución.

—¡¿Cómo demonios lo has sabido?!

—Prácticamente se te nota en la cara. —Kazuya parecía estarse riendo de su torpeza.

—Si la dejo estar después estará insoportable. Debo ponerle un alto antes de que llegue ese día.

Ambos jóvenes guardaron silencio, sin dejar de mirarlo.

—¡Malditos, ¿qué demonios me están viendo?!

—Lo único que lograrás es que te dé una buena paliza. —Ansiaba que sus palabras se hicieran realidad. Y entre más pronto, mejor.

—Todo se solucionaría si le dijeras que te gusta —pronunció Souh, concentrando sus celestes y tranquilas pupilas en él.

Ambos adolescentes colapsaron.

—¡¿Qué demonios estás diciendo?!

Se levantó repentinamente ante lo que Tatsuhisa insinuó tan deliberadamente. Como si no fuera una verdadera locura, como si una incongruencia como esa fuera posible.

—¡No! —refutó, luciendo aterrador—. ¡No hay manera de que me sienta ni remotamente atraído por una salvaje como ella! —Y antes de que alguno pudiera soltar algún comentario, llevó su dedo índice hacia el capitán de Seidō—. Aquí el único con esos gustos tan excéntricos es este idiota. Que por algo es su novia.

—¿Eh? ¿Por qué me están mirando tan fijamente? Empieza a ser incómodo. —Kazuya se cruzó de brazos y permaneció en silencio. Algo le gritaba que debía quedarse así.

—Y no vas a creerlo. Fue la misma Sora quien se le declaró a nuestro queridísimo capitán, poniendo todo su esfuerzo para conquistarlo. Y ahora son una feliz y estable pareja. ¿No es así, capitán?

—Vaya. Eso sí que ha resultado revelador. —Souh aguardaba a que su capitán se pronunciara.

—Si bien no podemos esperar a que Sora tenga buenos gustos con los hombres, tampoco creo que sea para tanto. —Yōichi habló—. Además, ¿qué quieres decir con «revelador»?

—¡Ey! —Reaccionó ante las injurias de Kuramochi.

—Nuestro capitán no es del tipo de chicos que llaman la atención de Sora. —Articuló una burlesca sonrisa—. Supongo que debe de haber más de ti de lo que le has mostrado a los demás.

Sus ojos se encontraron. Uno buscaba respuestas, el otro escapar.

¿Es que esos dos chicos de primero hablaron de más o Tatsuhisa era mucho más analítico que el resto?

—Creía que eras mucho más extrovertido. Pero veo que puedes ser un poco reservado.

—No soy el único que está lleno de sorpresas —espetó, obsequiándole un gesto guasón tan propio de él—. Te recomiendo que no te juntes mucho con Kuramochi o esos dos de primero o terminarás lamentándolo.

—¡No me metas en el mismo saco que esos!

—Con un padre tan estricto como el tuyo, sería realmente malo que recibieras la mal influencia de un yanqui como lo es Kuramochi.

—¡La única mala influencia en este equipo eres tú, idiota!

—Se ve que son muy buenos amigos —comentó tras acabar su tazón de arroz—. Justo como me contó Eijun. Son tal para cual.

—¡Que no lo somos! —clamaron en armonía, logrando que Souh sonriera divertido.

—Con que aquí estaban ustedes tres.

Los aludidos se giraron hacia la entrada del comedor, encontrándose con Sachiko; y por alguna razón sintieron eso llamado como desconfianza.

—Pasen. Ellos son los únicos que les faltan, ¿verdad?

No hablaba sola. Un grupo de chicos entró al comedor.

—Sí. Justamente ellos.

El que respondió era un chico de gafas redondas y uniforme impecable. Y el que le seguía era un sujeto de estatura mediana que sostenía una cámara de vídeo.

—Estamos haciendo un artículo especial sobre los miembros del equipo de béisbol de nuestra escuela y esperábamos contar con su colaboración —expresó sonriente. Ya estaba sentado frente al actual capitán—. Empezaremos contigo, Miyuki-kun.

—Ah…

Una de las cosas que más molestia le producían a Kazuya era dar entrevistas.

—Ya he terminado. Iré a calentar antes de iniciar la práctica. —Souh se puso de pie con su charola, dispuesto a irse.

Una pena que Kazuya lo volviera a sentar.

—Tatsuhisa, tú también eres un miembro valioso del equipo. Quédate y atiende a la entrevista. —No iba a ser el único en pasar por aquello.

Kuramochi intentó escapar, mas resbaló misteriosamente con un pequeño objeto no identificado que apareció justamente cuando iba a dar su segundo paso en un fútil intento de alcanzar la libertad.

—Deberías tener más cuidado, Kuramochi.

El corredor supo quién fue el causante de su caída cuando recibió la ayuda de Tatsuhisa para ponerse de pie.

—Deberías sentarte y reposar un poco.

—¡¿Fuiste tú, pequeño traidor?! —Ya no sólo no podía escapar, sino que ahora se encontraba en medio de ambos fastidiosos chicos.

—Y ya que estamos listos, prosigamos. —El entrevistador llevó su grabadora hacia el capitán de Seidō—. Miyuki-kun, ¿por qué no nos hablas acerca de cómo fue que te interesaste en el béisbol?

—Ey, dejen de estar de vagos y muevan su humanidad antes de que el entrenador llegue y los castigue por impuntuales. Ustedes son los únicos que faltan.

Su salvación estuvo en las manos de la persona menos inesperada.

—¿Por esto han estado perdiendo el tiempo?

—Lo sentimos. Tenemos que retirarnos. —Kazuya se puso de pie con una discreta sonrisa.

—Nuestro entrenador espera por nosotros. —Kuramochi fue el siguiente en alzarse—. Gracias al nuevo nuestros entrenamientos son más estrictos y demandantes. No podemos perder más tiempo.

—Ya me disculpé por ello. —Se enderezó el atacado.

—No. Todavía no se vayan. Aún no hemos iniciado siquiera —pedía el de lentes.

—Ellos deben practicar y no estar perdiendo el tiempo en nimiedades. —Sora se movilizó a un costado de esos insistentes chicos—. Les recomiendo que se marchen y regresen cuando ellos tengan un espacio.

—¡El mundo quiere saber más cosas sobre nuestros brillantes jugadores de béisbol! No puedes privarnos de ello —refutaba. Se le notaba la vena de periodista.

—Ellos no quieren saber nada de ustedes —convino, cruzándose de brazos—. Vayan y hagan esos artículos superficiales que todos aman leer cada lunes.

—Respeta nuestra libertad periodística —exigió.

—Y tú la privacidad de la gente —contraatacó—. Dejen de incordiar de una buena vez o tendré que tomar medidas poco ortodoxas.

El joven le sonreía desafiante. No parecía de los que se dejaban intimidar.

—Y este es otro motivo por el que los hombres mueren primero que las mujeres.

Yūki abrió un empaque de pan que sacó de la bolsa de su sudadera. Y lo introdujo en la boca de tan insistente chico, obligándolo a que lo masticara y tragara.

—No entiendo cómo es que esto...—Su rostro ardía. Podía escupir fuego del picor que violentaba a su lengua y garganta. Tenía que correr en busca de agua.

—Bien. Será mejor que vayamos a la práctica —expresó para esos tres después de ver al camarógrafo huir también.

—¿Qué demonios le diste a ese pobre diablo? —Yōichi deseaba saber para estar prevenido en el futuro.

—Un pan relleno de curry picante y salsa tabasco.

Esos tres la observaron, tan aparentemente frágil e incapaz de hacerle daño a alguien; luego entendieron que eso era un engaño patrocinado por ella para su propio beneficio.

—Váyanse de una vez o les daré uno a cada uno.

Con el entrenamiento terminado restaba ducharse para cenar y poder distraerse antes de irse a la cama. No obstante, ese día el baño estaba lleno y demoraría un rato en vaciarse Y sin más remedio se desplazó por las instalaciones hasta llegar al campo techado; un área que debería estar completamente vacía a esas horas.

—Siempre eres la última en irte.

Miyuki vio a la joven sentada sobre el suelo con el móvil entre sus manos; parecía que estaba entretenida viendo algo.

—¿Miyuki? —Su voz la liberó de su abstracción—. Oh, se me ha hecho tarde otra vez.

—Regresa a casa o te saldrá algún acosador entre los callejones.

—Algo tan improbable como eso no sucederá —aseguraba—. Te haré caso solamente porque me estoy muriendo de hambre.

Ella no era la única con ese mal. Lo supo al escuchar cierto ruido proviniendo del estómago del capitán de Seidō; este fingió que no había ocurrido tal acontecimiento vergonzoso.

—Escuché que la cena se retrasará porque hubo una fuga de agua a medio día.

—No importa porque no tengo hambre.

—Tu estómago me acaba de decir todo lo contrario —decía Sora burlesca—. Ser honesto con algo tan simple no va a matarte. —Caminó, quedando frente a él—. Puedes venir a cenar a mi casa.

—¿Ah? —Pestañeó ante su impensada amabilidad.

—Incluso puedes ducharte allá para que dejes de estar todo polvoriento. —Lucía tan patidifuso—. ¿Qué? —cuestionó molesta.

—Tú jamás eres tan amable. —Su comentario la irritó—. Dime, ¿qué es lo que ganas con todo esto?

—Esto es lo que me pasa por ser una buena compañera. —Tenía muchas ganas de darle un golpe—. ¿Quieres comer o no?

Ya había pasado un tiempo desde que entró a aquella residencia. Sin embargo, los padres de Sora lo recordaban y lo saludaban animosamente como si fuera alguien que conocieran de años. Y contrario a lo que podría pensarse, no mostraron objeción en dejarlo usar el baño para que al fin pudiera ducharse.

Salió rejuvenecido, sintiéndose algo extraño de cruzarse con su ex capitán justo antes de descender por las escaleras.

—Miyuki, es bueno verte por aquí. —Tetsuya lo saludó con un ademán—. No dudes en quedarte a cenar. El menú de esta noche es bastante bueno.

—Tu hermana se enfadaría si me fuera de aquí después de que amablemente me ha invitado a cenar. Por lo que me quedaré. Disculpa las molestias, Tetsu-san.

—No tienes nada de que disculparte, Miyuki —expresó sinceramente—. Lo único que quiero es que cuides de Sora —pidió, mirándolo fijamente—. Sé que tiene un carácter difícil y que muchas veces puede ser un poco brusca y meterse fácilmente en problemas, haciendo que la gente mantenga su distancia. No obstante, es una buena chica que se preocupa y cuida de las personas que son importantes para ella.

—Lo haré. No tienes que preocuparte por eso, Tetsu-san.

Las mentiras, la mayoría de las veces, le eran fácil escupirlas y hacerlas pasar como verdad. No obstante, ahora le sabían amargas; le provocaban remordimiento.

—La cena ya está lista. Dense prisa —llamaba Sora desde la planta baja—. Dejen el shogi para otro momento.

Miyuki descendió y sintió de lleno el delicioso aroma del queso, la salsa de tomate y demás especias e ingredientes que hacían de la pizza uno de los platillos más deliciosos que existían.

Antes de que encaminarse al comedor, Sora lo interceptó, indicándole que la siguiera a la segunda planta.

Cruzó la puerta y se encontró con una mesa baja de madera en medio de la habitación y debajo de esta una mullida alfombra con los colores del arcoíris. A un costado había un pequeño librero que sostenía un televisor y un reproductor de DVDs. Al fondo una cama individual con dos enormes peluches de Pompompurin. Y a los costados se divisaban repisas que sostenían más mercancía de aquel personaje de Sanrio y variados portarretratos.

Y con paredes azul pastel aquella habitación lucía todavía más femenina.

—¿Tu cuarto?

—Sí. —Ya había colocado una pizza napolitana sobre la mesita—. Toma asiento mientras voy por las cosas que faltan.

Él obedeció por cortesía.

—Con que pizza casera…

Y en breve ya tenía un plato para servirse y un vaso lleno de frío refresco.

—Come antes de que se enfríe.

Ella encendió el televisor antes de sentarse y apropiarse de la primera rebanada.

—¿No te gusta la pizza?

—Ah, claro que sí. —Cogió un pedazo y le dio el primer mordisco. Sus expresiones faciales gritaban lo buena que estaba—. Está realmente deliciosa.

—Lo sé —apoyó—. Por eso una vez a la semana hacemos noche de pizza —comentó alegremente—. Así que puedes comer todo lo que quieras porque todavía queda mucha.

—¿Tus padres la han hecho? —Ella asintió—. Debería pedirles la receta para intentar hacer algo como eso la próxima vez.

—Con tu buena sazón seguramente quedan deliciosas.

Había probado lo que preparó para el Café Maid de su clase y estaba complacida con su nivel culinario.

—¿Desde cuándo cocinas?

—Aprendí desde pequeño —respondió antes de terminar su rebanada—. Podría decirse que es como un pasatiempo.

—¿Tu segunda cosa favorita después del béisbol?

—Algo por el estilo.

—Por cierto, el entrenador ha estado muy intenso esta semana. Debe de estarlos preparando para el campamento invernal.

—Siempre encuentra modos poco gratos para sorprendernos —estipulaba tras suspirar—. Por lo menos tu amigo no se ha quejado. Ha aguantado mucho mejor de lo que imaginábamos.

—Está muy centrado en lo que quiere. Tolerará el castigo sin importar lo duro que sea.

Conocía el trasfondo de por qué el béisbol significaba tanto para Souh que sabía que se esforzaría tanto o más que el resto del equipo.

—Come y deja de pensar en béisbol por un momento.

En quince minutos aquella exquisita pizza desapareció. Sin embargo, pronto hubo otra delicia que podían probar sin restricción.

—¿Aceitunas, alcachofas, salami y pimiento? —enumeraba Kazuya los ingredientes que había probado en un único mordisco—. Y tiene más cosas. —No estaba acostumbrado a esa clase de combinaciones—. Esto es nuevo.

—La llaman pizza cuatro estaciones —aclaraba para quien disfrutaba de la nueva pizza—. Uno puede pensar que sabría mal con tantos ingredientes, pero es todo lo contrario.

—Estas son las pizzas más sofisticadas que he probado hasta hoy. —Se preguntaba dónde conseguiría todos los ingredientes si pensaba hacer una pizza como esa—. Tus padres parecen ser especialistas en comida italiana.

—No tanto así… Dejando eso de lado, hay algo que me gustaría consultarte aprovechando que eres del sexo opuesto.

—¿De verdad?

—Sí. —Inhaló y suspiró un par de veces para centrarse en el tema a tratar.

—¿De qué se trata? —Estaba un poco intrigado.

Ella no iba por el mundo pidiendo consejos y menos con buen modo.

—¿Existe una manera no violenta para que un chico se percate de los sentimientos de una chica sin tener que declarársele?

—¿Eh...? ¡¿Eh?! —Esa curva se le escapó de las manos—. ¿Acaso estás intentando enamorar a alguien y no sabes cómo hacerlo sin soltar toda la sopa?

Hora de molestarla un poco.

—No estamos hablando de mí —impugnó con adustez—. Se trata de mi hermano mayor...

—¿De Tetsu-san? —La estupefacción no abandonaba sus expresiones faciales—. Él es astuto cuando se trata de béisbol.

—Tú lo dijiste: «Cuando se trata de béisbol». Mas no cuando se trata de chicas. —Llevó sus manos alrededor de su cabeza y dejó caer sus codos sobre la superficie de la mesa—. Es mucho más denso que el agua.

—¿Y por qué te mortificas por eso? —preguntó—. Al fin y al cabo, es un asunto entre tu hermano y esa chica.

—Quisiera no hacerlo…

Debía contarle el resto para no ser tachada de ser una hermana celosa que no acepta a ninguna mujer al lado de sus hermanos.

—El problema es que he terminado en medio de esta pequeña competencia. Y aunque quiera salirme no puedo. —La vida no la había preparado para semejantes escenarios—. Una de ellas es la amiga de la infancia de Tetsuya y comparten el mismo amor por el béisbol. La otra es amiga mía y dos años menor que él. Y aunque no tienen tantos gustos en común se llevan bien —suspiró agobiada—. Ambas me escriben y me piden consejos. Y mi hermano ni siquiera se da cuenta.

—No esperaba que tu hermano fuera tan popular… Te tienen atrapada. —Sonrió festivo—. Y bien, ¿qué harás?

—¿Por qué crees que te estoy pidiendo consejo?

—A tu hermano nunca le han gustado los rodeos y dudo que en el caso de las relaciones personales sea diferente. Ir directo al grano sería la mejor estrategia. —Era su recomendación.

—Una apuesta del todo por el todo —versó pensativa—. Es lo mismo que pensé, pero quería saber la opinión de alguien con más experiencia en el campo.

—Siento como si me tuvieras en el concepto de mujeriego.

—Te lo pregunté porque sé que eres popular. Has de tener mucha experiencia con mujeres con respecto a declaraciones amorosas.

Un silencio incómodo se instaló en la habitación. ¿Cómo debía interpretar aquello?

—Digo, debes tener una larga lista de ex parejas. —Él no habló—. ¿O prefieres los chicos?

—¡No! —vociferó un tanto molesto ante semejante insinuación—. No soy de esa clase. Simplemente que no voy corriendo tras la primera falda que se cruza en mi camino.

Una manera nada sutil de decir que era muy quisquilloso con el género femenino.

—Eso se oye como si no hubieras tenido ninguna pareja hasta el momento —señalaba ellas.

—Claro que he tenido.

Compartir información tan privada de su vida no estaba a discusión. Pero tales insinuaciones hicieron que se dejara llevar y hablara.

—Estoy seguro de que la única persona que no ha tenido algo así, eres tú. —La dulce venganza llegó.

—Te sorprendería saber que estás equivocado. —Todo el estrés por el tema de su hermano le abrió el apetito por lo que agarró otra rebanada.

—Nuestra falsa relación no cuenta.

—¡Idiota! ¡No estaba hablando de ti!