¡Muy bunas noches! Ustedes disculparán la inactividad en la historia, pero aquí les dejo algo para pasar el rato y que se olviden que no había actualizado en meses. Linda noche.
Dilemma
Sentada al margen del campo A, contemplaba la práctica de fildeo de los chicos de primer año. Aquel ejercicio la relajaba, por lo que disfrutaba de verla mientras comía de su bolsa de malvaviscos.
—Si no te los vas a terminar, dámelos.
Sora se sobresaltó ante la demanda de Kuramochi. ¿Qué hacía allí cuando se supone que tenía que estar entrenando?
—Deberías estar con ellos y no aquí. —Esos bombones eran suyos y no quería compartirlos.
—Ya terminé. —Tomó un lugar a un costado de la tacaña chica—. Esperaré a que inicie la práctica de bateo.
—Me sorprende que no estés molestando a Eijun-kun.
—Ya me aburrí de meterme con él.
A Sora se le cayó su preciada bolsa. Ella sabía que era imposible que Yōichi se cansara de meterse con el menor.
—¿Y qué me dices de Miyuki? Tú siempre lo importunas.
—Desde que empezó a llevarse más con Tatsuhisa estar a su alrededor se ha vuelto sofocante por todas esas locas que los acechan como si fueran la octava maravilla.
—Yo escuché que Souh le ha estado pidiendo consejos para mejorar. —Iba a agregar algo más, pero sintió su hostilidad.
—Me los comeré ya que tú no los quieres. —Recogió la bolsa y metió un bombón tras otro.
—Kuramochi, ¿sucede algo? —Tampoco estaba hostigándola y eso era anómalo—. ¿Volviste a delinquir?
—¡No! Ni que fuera un malhechor.
Había reaccionado como solía hacerlo y eso la tranquilizó un poco.
—Eijun-kun me contó que en secundaria eras un criminal que se teñía el pelo de rubio. Y gracias a eso ninguna preparatoria te quería y por eso viniste a Tokio donde nadie conocía tu historial —relataba.
Él echaba humo ante el idiota que había ido a contarle su vida a esa chica.
—¡Voy a golpearlo la próxima vez que lo vea! ¡Maldito Sawamura!
Las únicas víctimas de su cólera eran esas esponjosas golosinas que estaban siendo aplastadas entre sus manos.
—Deja de desquitarte con mis malvaviscos —pidió.
—Hasta tú eres molesta.
Sora como pago por su insulto le acomodó un zape en la nuca.
—¡Auch! ¡Deja de estar de salvaje! Maldición, todas son iguales —resopló.
—¿«Todas»?
Yōichi se había desahogado sin pensárselo y gracias a ello había ofertado una pista sobre el motivo por el cual estaba tan irritado.
—Kuramochi, ¿de casualidad estás así porque sucedió algo entre Miu y tú? —Él continuó comiendo esos bombones—. Me estás dando la razón.
—Tráeme más de estos —exigía. Ella suspiró holgadamente y se puso de pie para irse.
—Es la primera vez que pruebo unos de este sabor. —Analizó el empaque con interés—. Sólo una glotona podría comerse todo esto sola.
Nuevamente tenía una bolsa llena de esas golosinas con sabor a café.
—¿Ah? —Estaba patidifuso ante su acción—. Realmente trajiste una...
Obviamente esperaba que ella lo mandara al garete y no regresara.
—Tienes suerte de que trajera una extra en mi mochila —expresó orgullosa.
—¡¿Qué tanto te gustan estas cosas que traes tantos contigo?!
—Yōichi. —Dirigirse a él por su nombre conseguiría que él la confrontara—. Te lo advertí —expresó con la severidad de una madre—. Te dije que ella no era una buena opción para ti y no me hiciste caso.
Abrió la bolsa y empezó a comer su contenido.
—Genial, ahora vas a ignorarme. —Ironizó.
—Deja de sermonearme como si fueras mi madre.
—Y tú no deberías comer tantos bombones —recriminó—. Deja de darle vueltas a un asunto que no vale la pena ni mucho menos tu tiempo. Hay cosas más importantes en las que deberías ocuparte.
—¿No se supone que es tu amiga? —Sabía que entre mujeres se defendían sin importar qué.
—¿Y eso qué tiene que ver en todo esto? No voy a solapar un mal comportamiento como ese. Menos si es amigo mío —decretó.
Kuramochi se quedó ofuscado.
—Así que aquí has estado haciendo el vago, Kuramochi.
El corredor se sobresaltó cuando escuchó la voz de su capitán.
—Tú tampoco te ves como si estuvieras entrenando arduamente.
—Ya dejen de estar perdiendo el tiempo y váyanse a practicar o iré a acusarlos con el entrenador —dispuso Sora para ambos jugadores.
—Miyuki, mejora el humor de tu novia. Cada día se enoja con mayor facilidad. —Kuramochi le ofertó una espléndida sonrisa—. Abrázala o bésala más seguido.
—Tú eres el único que me pone de malhumor, idiota —expresaba—. Me debes dos bolsas de malvaviscos.
—Esa fue una patada mágica —susurraba Yōichi.
—Sí que lo fue —reafirmaba Kazuya. Ambos muchachos intercambiaron miradas para después presenciar con confusión la retirada de la muchacha—. Te dolió.
—Por supuesto que no, imbécil. —No iba a admitirlo—. Además, debería ser a ti a quien golpee.
— Eso de ser masoquista no se me da como a ti. Por lo que paso.
—Ey, Miyuki.
—¿Qué sucede? ¿Quieres que te vuelva a pegar?
Su payasada le costó una patada nada suave en su espalda baja.
—¿Por qué has estado evitando a Sora?
—¿Qué te hace pensar que lo hago? —contestó con otra interrogante—. Yo no estoy evitándola ni nada por el estilo. Son meras conjeturas tuyas.
—Durante los recesos solían ponerse a pelear verbalmente. Lo mismo cada que se topaban durante las prácticas. Sin mencionar que luego se unían para confabular en mi contra.
¿Tanto se confrontaban que a la gente se les hacía raro no verlos siendo conflictivos? ¿No consideraban que podrían tratarse sin hostilidad de por medio?
—Ya se cansó de perder siempre contra mí.
—Miyuki, esa mujer tiene más argumentos que un maldito abogado. Dudo rotundamente que pierda contra ti y de llegar a pasar, es obvio que buscaría la revancha.
Era un insulto contra su inteligencia.
—Debió de haber encontrado a alguien que le gusta y quiere aparentar ser una buena chica para no asustarlo.
—De ser ese el caso ya te hubiera botado y no serías más que el ex estirado del que nadie quiere hablar. Y justamente empezaste con ese comportamiento después de la noche en que fuiste a su casa a cenar. Lo cual vuelve todo muy sospechoso.
—No sé de dónde ves lo anormal.
—¡No me digas que intentaste hacer una jugada con ella y te mandó directo al jardín central! —Reírse de él ya formaba parte de su código de vida.
—¡No hice algo como eso! —replicó.
—Entonces fue ella y la rechazaste. La mandaste directo a la red.
—Mucho menos —pronunció con disgusto.
—Ya tienes una nueva víctima en mente y estás tan centrado en ella que pasas de su existencia. Y supongo que es normal porque eres un cácher y te gusta recibir los lanzamientos de todos los pitchers que encuentres.
—¡Mucho menos! ¡¿Y a qué demonios vienen esas analogías?! —Era oficial, estaba indignado y molesto por todas esas hipótesis sin fundamento.
—Te habrás aburrido de ella. —No se le terminaban las ideas—. Eso o te ha empezado a gustar de verdad y no sabes cómo lidiar con ello.
Se rio de su propia teoría porque sonaba muy descabellada hasta para él.
—Tampoco se trata de eso —rebatió.
Aunque parecía que lo decía más para él mismo que para Kuramochi.
—Oye, ¿por qué te has sonrojado?
Era la primera vez que veía ese tenue carmesí sobre las mejillas de su capitán.
—Por nada de lo que has dicho, idiota —refutó. Incluso le dio la espalda—. Si tienes energía para estar importunando a la gente, entonces lleva tu trasero al campo de béisbol y ponte a entrenar.
«A mí no me engañas. Aquí está pasando algo y finges ignorancia».
La ancha espalda del receptor se volvió más minúscula y lejana.
—Esto se pone cada vez más divertido.
Para cuando la tarde cayó ya se encontraba llegando a casa, dispuesta a descansar y relajarse apropiadamente. No obstante, sus planes cambiaron; en la sala yacía aquella vieja amiga, aguardando por ella.
—Buenas noches y hasta mañana —expuso para quien estaba felizmente sentada en el sofá.
—¡Sora, no seas mala conmigo! —Chilló cuando su existencia pasó a segundo plano.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Sabía que no le dejaría de molestar hasta que la atendiera.
—Tú sólo ven a mi lado y te lo contaré todo.
Yūki se sentó recelosa. Lucía como un cachorro desconfiado ante el llamado de un extraño que podría dañarle.
—Tengo la solución perfecta para ti.
—¿Para qué o sobre qué?
—Para tu problema con Miyuki. —La otra no captaba el hilo del tema—. Tonta, hablo sobre su relación falsa. Ya sé cómo puedes liberarte de él definitivamente y sin esforzarte. Puede decirse que todo se dará de manera natural y él probablemente terminé viéndose como el malo del cuento.
—No me estás diciendo nada.
—Hace unos días conocí a una chica de primer año, súper adorable y carismática, con un pelo increíble. Y ese fue el motivo por el que entablé conversación con ella.
—Al grano. —Odiaba cuando divagaba tanto.
—Tras hablar unas cuantas veces más me confesó que está muy interesada en tu incordio. Y que no le molestaría competir por su atención.
A Sora no le sorprendía escuchar eso. Kazuya era muy popular y muchas chicas querían una oportunidad con él.
—Yo le comenté que «su relación» no estaba pasando por su mejor momento y que todo apuntaba a que pronto terminarían.
—Sí que le dijiste lo que ella deseaba escuchar.
—Se alegró al escucharlo porque de ese modo ella pondría todo de su parte para llamar su atención.
Era normal que esa jovencita tomara impulso tras haberle dicho prácticamente que tenía luz verde para cortejar a Kazuya.
—Ya veo —expresó con insipidez.
—Deberías escucharte más feliz y motivada con lo que te acabo de decir.
Su amiga estaba en todo lo cierto. Así debería sentirse y, sin embargo, no experimentaba ese alivio. Podría decirse que hasta le resultaba molesto.
Sora juraba que se debía a que esa pelirroja estaba haciendo cosas innecesarias.
—He tenido un día muy sofocante. No tengo ganas de manifestar emociones más allá de las estrictamente necesarias.
—Y bien.
—¿Y bien qué?
—¿Cuándo estará bien que la chica empiece a pretender a tu novio falso?
—Cuando logres una relación estable que dure más de tres meses.
Aquello fue como una puñalada directa al ego de la pelirroja.
—Seré yo misma quien se encargue de este problema a mi manera —remarcó para quien estaba intentando hacer la buena obra del día—. Tú mejor que nadie debería saber que no me gusta que se metan en mis asuntos personales.
—Lo sé. Mas no es para que reacciones así.
Y aunque conocía el temperamento que poseía su amiga se sorprendió por su repentina hostilidad.
—Mejor dime que el narcisista ese ya empezó a gustarte y no quieres que ninguna te lo quite.
—¿Qué has dicho?
Que alguien le repitiera aquel disparate.
—Que te gusta Miyuki Kazuya.
—Por supuesto que no —objetó—. Es totalmente inverosímil.
—Vamos, ya pasamos por esto antes. —Sora se cruzó de brazos y se recargó en el respaldo del sillón—. No querías admitirlo, aunque era obvio. Y al final diste el primer paso.
—Fue diferente porque se trató de la primera vez. Sin embargo, en la segunda ocasión no fue de ese modo. De hecho, hasta...—acalló. Se había dejado llevar hasta el punto de haber mencionado algo que no debía.
—¡Espera!, ¿cómo que una segunda vez? —La noticia la impactó a tal punto que la hizo despegarse de su asiento—. ¡Yo sólo estoy enterada de él y nadie más!
—Mira qué tarde es y yo no he hecho mis deberes de la escuela. —Decidió ejecutar una graciosa huida—. Siéntete como en tu casa, Miu. Nos veremos mañana temprano.
Lo peor fue que en verdad logró escapar de los intentos de agarre de su amiga y llegar sana y salvo hasta su habitación.
—He dicho lo suficiente como para cavar mi propia tumba. —Le puso seguro a su puerta para sentirse más segura—. Ya no sé qué es peor: que sepa que hubo alguien más después de él o que esté insinuando que me siento atraída por Miyuki. —Dejó caer su mochila contra el suelo y se tumbó boca arriba sobre su cama. Su única panorámica era el techo.
En retrospectiva, Kazuya estuvo actuando extraño en estos últimos días. Como si quisiera tener el menor contacto con ella.
—¿Y si piensa que me gusta de verdad y eso le ha causado desagrado al punto que opta por guardar su distancia? —Meditó seriamente—. Eso significa que debo aclararle que no es cierto.
Si cavilaba la situación con mayor detenimiento no tenía por qué darle explicaciones cuando lo que buscaba era justamente marcar distancia entre ambos. Y si él creía que le despertaba un interés facilitaría todavía más el proceso.
Respiró profundamente y palmeó sus mejillas.
—Ya que he vuelto en mí misma puedo seguir analizando la situación de manera objetiva. Como debe de ser.
Una nueva notificación de Line aplazó su cambio de vestimenta. Era un mensaje de Kuramochi.
—«Considéralo como la paga por esos malvaviscos que comí esta tarde».
El mensaje no tenía mucho sentido por sí mismo hasta que vio todos esos archivos que llegaban uno tras otro a su celular.
—¡¿Qué es esto?!
Yōichi, con los ánimos recompuestos, encontró otro punto desde el cual atacarla.
No era la cantidad de fotografías las que turbaban su tranquilidad, sino el modelo que se repetía en todas ellas.
—Todas son de Miyuki...
Su celular al fin había dejado de sonar y vibrar. La lluvia de fotos había cesado.
—«¿Qué clase de novia serías si no tuvieras fotografías de tu novio en tu celular? Ahora podrás ponerlo de fondo de pantalla». —Fue el mensaje de despedida de Yōichi.
—¡Aquí fácilmente hay más de cincuenta! —Su dedo índice navegaba entre foto y foto—. Oh, espera, estas son del día de su cumpleaños. —Justamente la fecha en que no había podido llegar a tiempo por razones externas—. Parece feliz.
La sonrisa que apreciaba no era como esas llenas de burla que siempre le dedicaba cuando peleaban, sino una que únicamente existía en aquel instante congelado.
—Se divirtió mientras yo estaba en esa estúpida fiesta contra mi voluntad. —El malhumor regresó—. Hasta hay una donde está burlándose del pobre de Eijun-kun...—Cesó al percatarse de que estaba viendo cada foto con detenimiento—. ¿Qué es lo que estoy haciendo?
Había sido una tarde extenuante. Agradecía que de camino a los dormitorios no se hubiera topado con ninguno de los pitchers de primer año. Al menos por esa noche tendría paz y se iría a dormir a buena hora.
Y aunque por lo general el pasillo que conducía a su habitación permanecía solitario, esa noche alguien había decidido contemplar los alrededores, recargándose contra el barandal.
—Buenas noches —saludaba Tatsuhisa con su mano derecha; en la izquierda tenía una lata de zumo de kiwi.
—Me sorprende que no estés con Sawamura y los otros.
—Kuramochi sigue molesto de que le gané la última vez. Momentáneamente no soy bien recibido en su dormitorio —relataba con una sonrisa divertida—. Por cierto...
—¿Qué sucede?
—Me dieron esto para que te lo entregara. —Liberó de la bolsa de su pantalón un pequeño sobre rosa pastel con un sello en forma de corazón—. No necesito decirte de qué se trata.
—¿Otra?
Tomó el sobre y lo examinó durante unos segundos antes de guardarlo.
«Últimamente han llegado varias. Aunque la mayoría son puestas en mi casilla».
—La chica iba a dártela personalmente, pero entró en pánico al verte. Y terminó entregándomela a mí —aclaraba—. Debe ser cansado ser alguien tan popular. No me gustaría ser tú.
—Me lo dice justamente quien está en la misma situación.
—Sí, pero nuestras circunstancias son diferentes —indicó—. Tú tienes novia. Yo estoy soltero.
Miyuki había escuchado muchas veces ese término haciendo referencia a Sora. No obstante, ahora parecía agobiarlo.
—Tampoco es como si les hiciera caso.
Dio un par de pasos, quedando a un costado de Souh. Ambos miraban hacia la misma dirección.
«Ni antes ni después de "mi relación"».
—Mientras no te toque ninguna que, pese a ser rechazada siga insistiendo, todo está bien —expresó tras darle un trago a su fría bebida—. Esas son las peores.
—Te oyes como un experto —soltó con mofa.
—Algo por el estilo —dijo, restándole importancia—. Se ve que tu novia no es celosa porque si no la pasarías muy mal.
—Ah, no, ella no es celosa...
Jamás se había detenido a pensar en ello. Tampoco es como si fuera un asunto que le interesara. Después de todo, no eran nada.
—Lucen bien juntos. Hacen una bonita pareja.
Un comentario que no estaba esperando escuchar de alguien en particular y mucho menos de él.
—Gracias, supongo.
¿Cómo debía tomar su halago? ¿Como algo positivo o negativo? ¿La gente no tenía muy claro cómo debía lucir una pareja de adolescentes o habían considerado su particular convivencia como la manera correcta para ellos dos?
Sus palabras le trajeron más desconcierto que esclarecimiento.
—Creo que eres del tipo que no está acostumbrado a que le digan esta clase de cosas —estipulaba con plena seguridad al percatarse de la ligera mueca que torcía sus labios—. Tal vez sea otro motivo el que te está aquejando.
Perfecto, el nuevo ya había notado que estaba actuando raro y no tuvo reparo en decírselo. Como si no fuera suficiente con Kuramochi.
«Lo más sensato es terminar definitivamente con esta farsa... No hemos hallado a quién escribió la carta y a ambos nos han molestado innecesariamente».
—En las relaciones siempre hay problemas. Nunca puede ser perfecto. —Había terminado su bebida por lo que aplastó la lata entre sus manos—. Sin embargo, si la persona vale la pena, entonces no está permitido huir.
¿Se había pensado que lo que ocurría entre él y Sora eran roces que estaban condenando su relación y por eso le brindó un consejo? ¿O es que él se había dado cuenta de algo más?
—Estos temas no son mi fuerte.
Las relaciones interpersonales en sí no lo eran. Nunca lo fueron.
—Los de ella tampoco.
Dio media vuelta y llevó su mano hasta el pomo de su puerta. Se detuvo antes de abrir y le dedicó una última oración:
—Pero ella se muestra relajada y tranquila a tu lado, sin esa desconfianza y distanciamiento que tanto la caracterizan.
Sus celestes pupilas conectaron con aquellas castañas llenas tanto de anarquía como de pasmo.
—Y eso únicamente significa que las cosas van bien entre ustedes dos —expresó como despedida antes de perderse en la seguridad de su cuarto.
—¿Que las cosas van bien entre nosotros dos?
Lo dicho sacudió violentamente sus pensamientos. Y cada uno de los recuerdos que habían compartido, resurgieron. Y entonces todo se estancó en aquella mañana donde principió una guerra de miradas que finalizó con ambos eludiéndose mutuamente.
—Ella también escapó...
¿Por qué lo había hecho? Ella no era de ese tipo de personas que huían; mucho menos de él. ¿Qué la obligó a reaccionar así? ¿El mismo motivo que él? ¿Por qué se volvía más agobiante el tema entre más lo pensaba?
—No debería estarle dando más vueltas a este asunto. Es innecesario.
No se distrajo más y accedió a su cuarto. Cerró y se encaminó directamente hasta su lecho. Por esa noche descansaría de los números y las estadísticas del béisbol.
—¿Sería posible que ella...? —Sacudió su cabeza intentando deshacerse de ese pensamiento intrusivo—. No hay forma de que se sienta atraída hacia mí. Sería una locura al mismo nivel que decir que ella me interesa para algo más que meros conocidos.
Suspiró, dispuesto a conciliar el sueño. Deseo que se vio interrumpido al escuchar un suave tono proveniente de su teléfono.
—¿Un correo a estas horas? —Revisó su bandeja de entrada y no reconoció al remitente hasta que empezó a leer el mensaje—. «¿Quién se comunica hoy en día vía correo electrónico? Me supongo que sólo tú por ser tan extraño. Dejando eso de lado, mira esto. ¡Es perfecto para cobrarnos lo que Kuramochi nos ha hecho! Nadie pensaría que tendría una faceta tan dulce».
Bajó el archivo adjunto y comprendió perfectamente a lo que se refería. Era material altamente clasificado, un tesoro incomparable con el cual se podría causar mucho agravio a cierto ruidoso chico.
—Queda comprobado. No es buena idea tener a esta mujer de enemiga. —Rio descaradamente ante el buen uso que le daría a tan preciado material fotográfico en el futuro—. Maldición, ella de verdad es...
Sonrió, sintiendo lo agridulce de la ironía de la que empezaba a ser víctima.
—Mierda, parece que realmente voy a tragarme cada una de mis palabras.
