¡Muy buenas tardes! Llegué para darles la continuación de esta divertida cita doble. Y no, todavía no termina. Pero ya en la siguiente actualización tendremos el desenlace y continuaremos con la programación habitual. Sin más, disfruten.
Unexpected
—¿Y el sabor será? —esperaba obtener una contestación diferente.
—De menta.
—Un sabor refrescante —comentó liberando su mano—. Igualmente me quedaré con el sabor a café.
—Adicta.
—No me importa demasiado.
Él se preguntaba por qué se hallaba tan fresca tras lo que hizo, tras ese pequeño tramo que recorrieron tomados de la mano, siendo observados por más de un transeúnte curioso. ¿Podría ser todavía más cínica de lo que parecía?
—Debemos acelerar el paso porque Narumiya-kun y Harada-kun nos han adelantado bastante.
—¿Y de quién crees que es la culpa?
—Tuya, por supuesto. —Si él fuera más cooperativo y sincero la vida sería más sencilla para ambos—. Por cierto, ¿por qué hueles al perfume de Narumiya-kun?
Era imposible que no notara la fragancia que usaba el rubio. Lo había empapado totalmente.
—Rociarme con su perfume al punto de intentar ahogarme fue una de las tantas cosas que hizo para «cobrarse» lo que le hice. —Omitiría el motivo real por el que Mei acabó haciéndolo.
—Eso te pasa por no saber leer el ambiente. Si ya sabes cómo es él, para qué te metes en sus asuntos personales.
¿De verdad se lo estaba diciendo la persona que no notó sus obvias intenciones antes de que ella misma se declarara?
—Porque es divertido.
—Al menos todos salimos ganando al final. —Miró la pantalla de su celular con una sonrisa burlona—. Eras tan bajito en secundaria.
—¡Borra esas fotos!
—Intenta quitarme el celular y te dejaré eliminarlas.
Era tan tentador intentarlo, tan fácil pensarlo y tan complicado ejecutarlo. Después de todo, esa aparentemente inofensiva chica tenía la fuerza y las habilidades para tramitarle una cita inmediata con el suelo.
—Ni te atrevas a mostrárselas a Kuramochi o a Sawamura. —Si no podía desaparecerlas, al menos podía convencerla de que no se las mostrara a nadie más.
—¡Oh! Parece que tú también tuviste que pasar por una vergonzosa obra de teatro.
—¿Qué te parece si te ofrezco algo a cambio de que tú elimines esas fotos?
Ya estaba teniendo una idea de qué época y qué eventos englobaban aquellas fotografías; deseaba ahorrarse los comentarios bochornosos que recibiría. Sencillamente había episodios de su pasado que era mejor que no fueran expuestos a la luz.
—Escucho tu oferta.
Mei y Annaisha fueron los primeros en llegar a la heladería y pedir en caja el helado de su preferencia. No les molestaba esperar a que llegaran ese par porque así podían estar a solas y conversar cómodamente.
—¿Qué te tiene tan pensativo, Narumiya-kun? —Sabía que él amaba su helado de ron con pasas con la misma intensidad que al béisbol por lo que estaba sorprendida de que ni siquiera se hubiera comido la mitad de este.
—Me he sobrepasado con Kazuya. No debí de haber sido tan vengativo.
—No creo que te hayas excedido —apoyó—. Se lo ganó con creces.
—Aun así...—Su moral tenía el mal hábito de tocar a su puerta cuando debía seguir derecho y proseguir con su viaje—. No me di cuenta y le envié a Sora sin querer un álbum que no debía...—Reía nerviosamente ante su pequeño errorcito—. Si Kazuya se entera seré hombre muerto.
—Mei, se ve que estás disfrutando mucho de tu helado.
Si no gritó como una niña asustada al ver a Miyuki fue porque tenía a Harada a su lado y tenía una imagen que cuidar.
—K-Kazuya, Sora, ya llegaron. —La pareja se desplazó hasta su mesa. Y aunque Yūki se veía tranquila, el cácher era un mundo aparte—. ¿Quieres un poco? —Ofreció amablemente a su amigo.
—No.
—¿Te apetece de otro sabor?
—No. —La manera tan seca en la que respondía llenó de pánico a Narumiya.
—¡Kazuya, te juro que las mandé por error! ¡Yo nunca hubiera querido que esas fotos fueran expuestas al mundo! ¡Sé que Sora es una buena chica y no se las mostrará a nadie! —clamaría por misericordia y perdón.
—Ya las eliminé. No debes preocuparte —habló Sora para quien obviamente estaba mosqueado y no lo quería admitir—. Únicamente esas porque no formaban parte del trato que tenía con Narumiya-kun. El resto se irán hasta que vea cumplida tu promesa.
—¿Eh? ¿De qué me he perdido? ¡Díganme! —demandaba Mei a esos dos que parecían haber convenido en no decir demasiado acerca del trato al que llegaron—. Kazuya, no me digas que le has propuesto algo indecoroso a Sora con tal de que se deshaga de todas esas fotografías. —Le insinuaba que era un pervertido en busca de la más pequeña oportunidad para sobrepasarse con su novia. ¿En qué concepto lo tenía? —. Eres todo un pillo.
—En realidad no se trata de nada comprometedor —intervino Sora—. Únicamente es interesante y raro a la vez.
—Kazuya, siempre estás decepcionándome cuando de mujeres se trata. —Había pasado de elogiarlo a recriminarlo—. Sora, tendrás que ser tú la que tome la iniciativa. Ven, acércate, te daré algunos consejos para hacer que Kazuya se interese por recorrer la primera y segunda base a tu lado.
Y antes de que las maliciosas recomendaciones de la estrella de Inashiro llegaran a los oídos de la hermana menor de Tetsuya, Miyuki rápida y hábilmente se la llevó para comprar helado y desaparecer del radar del rubio.
Degustaron sus helados y partieron inmediatamente. El restaurante de ramen se ubicaba a unas cinco cuadras al noroeste. Tomaron un taxi; era lo mínimo que podían hacer por esas dos jovencitas que estuvieron en la jaula de bateo usando calzado inadecuado.
Eligieron una mesa, tomaron asiento y leyeron la carta que fue traída por el amable mesero.
—Este sitio es famoso por albergar una gran variedad de ramen. Se puede probar los diferentes estilos que hay a lo largo del país. —Narumiya estaba resultando ser un gran anfitrión para salidas en pareja.
—Quisiera el hakata ramen. —Annaisha estaba dispuesta a probar una variedad ajena a la que comía localmente.
—Un Kioto ramen para mí. —Mei fue el segundo en ordenar.
—Un Sapporo ramen por favor —expresó Miyuki seguro de haber elegido la mejor variante de todas.
—Tráigame un Muroran ramen. —Para Sora había sido una elección sumamente complicada.
—Y de beber deseamos una jarra de té verde helado por favor —pedía Narumiya.
—En un momento traeré su orden. —El mesero hizo una pequeña reverencia y se retiró.
—Vamos, díganlo con confianza. —Sus palabras se dirigieron a quienes estaban sentados enfrente de él—. No sean tímidos.
—Deberías ocupar todo ese tiempo libre que tienes para entrenar como se debe. —Comentario proveniente del receptor.
—Si te dedicaras a la organización de eventos sociales te iría muy bien.
No era lo que estaba esperando escuchar, pero estaba medianamente satisfecho.
—Y bien, ¿cómo fue que se conocieron? ¿Desde cuándo están saliendo? ¿Quién se le declaró a quién? ¿Ya han tenido citas antes?
La abrumadora lluvia de interrogantes que el rubio vació encima de esos dos los dejó aturdidos.
—Ahí va de nuevo...—Miyuki suspiró. Sabía que era bastante cotilla cuando se trataba de sus relaciones personales con alguna chica—. No tiene sentido que hablemos sobre ello. Al final de cuentas lo que vale es que estamos saliendo y accedimos a esto.
—Kazuya, siempre eres tan frío. —Su amigo jamás cooperaba para esas cosas y eso le molestaba. ¿No entendía esa parte en que los buenos amigos se comparten experiencias? —. Sora-chan. —Debía recurrir a quien sí podría despejar sus incógnitas.
—Estamos en el mismo salón de clases. Además, soy mánager del club de béisbol de Seidō —respondió escuetamente para quien le prestaba más atención de la que debería—. Y nuestra relación nació como un mutuo acuerdo por allá del mes de octubre.
Existían detalles que ninguno iba a ventilar.
«Mei, si pensabas que Sora te diría todo lo que quieres saber sólo con ponerle esa cara de cachorro triste, te has equivocado completamente», pensaba Kazuya, agradeciendo que ella fuera igual de discreta que él.
—Qué aburridos son.
—Mejor cuéntanos cómo fue que Harada-kun y tú se conocieron. Estoy segura de que es una historia mucho más emocionante que la nuestra. —Para ella era mejor que el pitcher se centrara en sí mismo.
—Conocí a Anna gracias a Carlos. —Ni él se imaginaba una locura como esa—. Él siempre anda buscando chicas. No obstante, se asustan y huyen porque se quita la camisa cuando las está invitando a salir —relataba divertido—. Estaba necio de que quería que fuera a ver a las bellezas que tenía nuestro equipo de sóftbol este año, por lo que me arrastró hasta allá.
—Parece que siempre hay un jugador amante de las chicas en cada equipo. —Para ella, Kuramochi era el elegido para llevar ese título—. Al menos él no se quita ninguna prenda.
—Cuando llegamos las chicas estaban teniendo un juego de práctica, por lo que nos quedamos a verlo hasta el final. —Era un buen recuerdo—. Ciertamente había chicas muy bonitas que sabían lo que estaban haciendo. Sin embargo —Hizo una pausa y miró a quien tenía a su lado—, mi interés se centró totalmente en la persona que dirigía a la pitcher para conducir al equipo hacia la victoria. —Annaisha se habían ruborizado cuando él la enfocó exclusivamente a ella—. No temía en pedir lanzamientos arriesgados porque confiaba plenamente en las habilidades de la lanzadora. Y cuando esta empezaba a dudar, se encargaba de tranquilizarla y llevarla por el camino correcto.
A veces Harada adoraba y odiaba la facilidad con la que se expresaba.
—Ella es grandiosa.
—N-Narumiya-kun. —Ese chico sabía perfectamente cómo acelerar su corazón—. Tú también eres increíble. Eres digno de ser el as de Inashiro.
—Pidamos la comida para llevar y dejémoslos a solas o el ramen va a caerme fatal.
—Está emocionado. Déjalo ser que en nada te afecta.
No eran las circunstancias bajo las que se conocieron esos dos lo que removió algo dentro de ella, sino la forma en que la miraba, en cómo se expresaba, las emociones que percibía a través de esas vibrantes y celestes pupilas; era todo ese conjunto de gestos que evidenciaban que Mei había caído en las pegajosas redes del enamoramiento.
Redes de las que se obligó a escapar por su bienestar y estabilidad.
—¿A ti también te ha dado náuseas el verlos comportarse así? —preguntaba Miyuki con burla.
—No. Mas bien me sorprende que cuando en ambos es tan obvio que se atraen ninguno se atreve a dar el siguiente paso.
—Estoy seguro de que Mei se ha estado aguantando las ganas de hacerlo.
—¿Está esperando al momento correcto?
—Sí, porque es un maniático consumado.
—¡Ey, los estoy escuchando! ¡No finjan demencia!
—Llegaron justo a tiempo —agradecía Kazuya.
El caldo de cerdo y miso rojo acompañado con chashu, huevos hervidos, carne de cerdo picada, col, jengibre, maíz dulce y nuez de mantequilla, olía demasiado bien que le costaba contenerse.
—Tiene una pinta excelente —expresaba Harada. Los fideos finos y rectos de su ramen se aderezaban con chashu, cebolletas, setas oreja de madera y hojas de mostaza picante.
—Justo como me gusta, sin tanta cosa encima. —Para Narumiya el caldo de pollo en combinación con finos fideos, cebollino y pasta de judías picante era de su gusto total.
—Huele muy bien. —Su ramen de cerdo al curri se sazonaba con chashu, cebolleta y hojas de mostaza—. Comamos antes de que se enfríe.
El silencio reinó durante el tiempo que le llevó a esos chicos terminar de comer todo el contenido de sus platillos.
—Estuvo sumamente delicioso. —Annaisha estaba satisfecha. Sólo le cabía el té verde que aún estaba servido en su vaso.
—Yo he tenido suficiente. —Mei continuaba siendo un melindroso por lo que casi siempre comía lo mínimo recomendado.
—No me cabe nada más. —El estómago de Miyuki solamente duplicaba su capacidad cuando tocaba ir al comedor de Seidō.
—Quisiera un Hakata ramen, por favor —pedía Yūki al mesero que recogía los tazones vacíos—. Y una limonada también.
—¡¿Vas a comer más?! —Narumiya estaba incrédulo. Nunca antes conoció a una chica que pudiera comerse más de un plato de ramen.
—Todavía no me he llenado.
El platillo llegó y pasó directamente a ser deleitado por quien deseaba mitigar su hambre. Cuando se lo terminó, causó asombro en quienes desconocían que poseía semejante apetito.
—¡Se lo terminó! —El pitcher llevó sus manos hasta sus mejillas, estirándose el rostro.
—Señorita, aquí tiene su flan de café con nata.
Una comida no estaba completa sin el postre.
—Gracias.
—¡Espera! ¿Cuándo lo pidió? —Mei se sentía perdido—. ¡Se comió dos platos de ramen, bebió té verde y limonada! ¡Y ahora se está comiendo un flan!
Las chicas no comían tanto. Estaba seguro de ello.
—Está riquísimo. —Con cada cucharada sentía que tocaba el cielo—. Podría comerlo hasta hartarme.
—Ey, Sora, ¿cuánto pesas?
Kazuya le estaba haciendo señas para que se retractara inmediatamente de esa pregunta indiscreta. No las entendió o no le importaron.
—Pregunto porque comes mucho.
«Inashiro está a punto de quedarse sin su estrella. Lo cual no es tan malo como suena. Dejemos que Mei se condene solo».
Los breves segundos de preocupación que tenía por su viejo amigo se esfumaron.
—¿Y para qué quieres saberlo? —Podía tolerar cualquier insulto hacia su persona. Mas meterse con su peso era un tema delicado con el que no le gustaba jugar.
—Solamente dime.
—No.
—Kazuya, dime cuál es el peso de tu novia.
El aludido no entendía para qué demonios necesitaba esa información tan insustancial y por qué la quería conocer con tanta insistencia.
—No lo sé. —No iba por allí preguntándole a las chicas que le gustaban cuánto pesaban. Eso era muy raro—. Y aunque lo supiera, no te lo diría.
Porque sería un hombre muerto.
—Eres todo un caballero, Kazuya. No esperaba menos de ti.
Yūki quería echarse a reír por la percepción errónea que Mei tenía de su pareja. Pero se abstendría porque su flan de café era más importante que aclarar eso.
—Un buen hombre jamás revelará el peso de la dama con la que sale.
—Eso significa que conoces el peso de Harada-kun —concluía Sora. Él asintió.
—Igual sigo curioso con tu peso. —Rascó su barbilla con la intriga reflejada en el rostro—. ¿Si te digo el peso de Kazuya me dirás el tuyo?
—¿Por qué me metes en todo? —Quejarse es lo único que hacía desde que empezó la cita doble.
—Kazuya pesa 71 kilogramos y mide 1.79 metros. Y por tu parte, mides 1.74 metros y alcanzas un peso de 64 kilogramos. —Ambos muchachos estaban viéndola con asombro—. ¿Me equivoqué?
—No —soltaron a la par.
—Esa es información bastante precisa —expresaba Annaisha.
—Es una maniática de las cifras —contaba Miyuki—. Cualquier información que lleve un número de por medio se la memoriza.
—Kazuya es bueno con cálculos mentales. Aunque en términos de desempeño escolar deja mucho que desear.
—Tampoco es que tus calificaciones sean sobresalientes, Mei. —Se defendió.
—Narumiya-kun es muy bueno en Historia Universal y Geografía. Que por algo son sus materias favoritas. —Alguien no dudaba en defender el desempeño escolar del rubio—. ¿Cuál es tu fuerte, Miyuki-kun?
—Economía Doméstica. —Sora certificaba plenamente que el muchacho tenía una sazón impecable, digna de ser enaltecida—. Y en el resto de las asignaturas se desempeña por arriba de la media.
—Tú eres tan buena novia, defendiendo a la cosa que tomaste como pareja. Y él todo grosero, comiéndose lo que quedaba de tu flan de café.
—¡Ey! ¿Por qué te lo comiste? —Su plato estaba vacío. El último trozo fue a dar al estómago del cácher—. ¡Era mío!
—Tu madre te prohibió la cafeína. Yo contribuí a la causa a mi manera.
—Cuando te conviene estás de su parte.
—Mi madre y mis hermanas están ansiosas por conocerte, Anna. Les he hablado mucho de ti cuando voy a casa.
—Tal vez un día de estos puedas presentármelas. —Obviamente estaba ansiosa porque ese día llegara, mas no iba a decírselo.
Los domingos eran los días predilectos para que las familias y las parejas salieran y tuvieran un momento de relajación. Muchos elegían ir al cine y dejarse envolver por una emocionante historia vista a través de la pantalla grande. Pero antes de poder disfrutar de una película, debían elegir una.
—¿Cuál les apetece ver? —interrogaba Narumiya a las dos jóvenes que veían con detenimiento la cartelera.
—Cualquiera menos esa. —Kazuya hacía alusión a la película que llevaba por título: «P.D. Te Amo».
—La única opinión que importa aquí es la de Anna y Sora, no la tuya. A ti ni te pregunté nada.
—¿Y si vemos esa? —Yūki señaló la que llevaba por nombre «Un Regalo Sangriento».
—Suena a que habrá muchas masacres y sangre. No es el tipo de terror que me gusta —comentaba Annaisha.
—Esta tiene un nombre muy exótico, casi extravagante. —Sora halló otro título que captó su interés—. Las películas coreanas de terror no suelen decepcionar.
—Siempre me inclino por cintas de suspenso y terror nipón. —¿Se arriesgaría con otro país, con otra cultura? —. Es bueno salir de la rutina. Veamos esa.
—Chicos, queremos ver esta —señaló el cartel del filme coreano que las cautivó y que a ellos les gritaba que la iban a pasar horriblemente mal por no ser afectos al género—. Harada-kun y yo iremos a comprar los boletos de una vez porque la función empieza en media hora. —Tras decirlo se marcharon.
—Kazuya, no quiero ver esa película. ¡Ni siquiera puedo pronunciar su nombre!
Ambos permanecían recargados contra la pared, viendo a la gente pasar, aguardando a que las chicas regresaran.
—Pues debiste elegir la película y comprar los boletos sin preguntárselo —recriminó. Él tampoco estaba muy satisfecho con su elección.
—Eso es algo que haría un tirano insensible como tú. Yo sí respeto la opinión de mi aún no novia.
—Entonces deja de quejarte o terminaré con un dolor de cabeza.
—¡Esas cosas no me gustan! —A veces se tenían que pagar precios muy altos en nombre del amor—. Le diré a Anna que me abrace.
—Lucen como si sus citas los hubieran dejado plantados.
Era cuando Mei y Kazuya se percataban de que ya no estaban solos. Dos jovencitas se habían aproximado para hacerles charla.
—Pueden entrar con nosotras al cine. O si eso les parece aburrido podemos ir a divertirnos a otra parte —enunció la segunda con una sonrisa coqueta para el cácher—. Por aquí hay varios establecimientos para chicos de nuestra edad.
—Chicas, agradecemos su gesto y buen gusto, mas no hemos sido plantados. De hecho, estamos esperando a nuestras parejas. —Narumiya podría ser descarado y encantador, pero era fiel una vez que elegía a la chica con la que deseaba salir.
—Las cuales acaban de regresar.
Las desconocidas se giraron hacia atrás y se encontraron con dos chicas tan serias que les provocaban escalofríos.
—Quedan menos de quince minutos para que inicie la película. Dirijámonos hacia la sala correspondiente.
Annaisha consideraba normal que Mei tuviera el potencial de cautivar a cualquier chica que viera, por lo que la escena no le extrañaba. Y aunque no eran más que meros amigos, sabía que él no miraba a ninguna otra porque se lo había demostrado antes y continuaba haciéndolo. Y era exactamente lo mismo de su lado.
—Y yo tengo que pasar por mi frappé.
Después de lidiar con la panda de obsesionadas que no dejaban de acosarla por su relación con Miyuki, la verdad que poco o nada le importaba que una extraña estuviera clamando por la atención de su novio.
—Al rato alguien no va a poder dormir. —Kazuya se desplazó hasta donde estaba Sora y le indicó con un ademán que era hora de retirarse.
Mei y Annaisha los alcanzaron en breve.
Entraron a la sala. Y esos dos jugadores no se sorprendieron de que el lugar estuviera vacío. Nadie en su sano juicio llevaría a la familia o a la pareja a ver una cinta de miedo. Y, sin embargo, ahí estaban ellos dos, tomando asiento, aguardando a que apagaran las luces para que la función iniciara.
—Podré disfrutar plenamente de la película… Kazuya, quita esa cara de aburrido. —Estaba sentado a su derecha, tan callado como cuando aplicaba para un examen—. Ya la próxima vemos la película que tú quieras.
—Más te vale que no me avergüences más de lo que ya lo has hecho hasta ahora. —Mei estaba a un lado del de gafas, no por buen amigo, sino porque no quería que Anna estuviera en medio de los dos.
—Ya está empezando —avisó Harada para los tres.
Ambos chicos se sentían confusos al ver a un grupo de tres chicas, siendo acosadas por compañeras de la escuela. No entendían cómo un inicio como ese podría desembocar en una trama de terror.
—Si alguien se mete contigo lo único que debes hacer es enfrentarlo y ponerle un alto —hablaba el rubio.
—Creo que ellas prefirieron otro método. —Kazuya no sabía qué era ese tablero de madera lleno de letras raras que pusieron en medio de la habitación, pero no le daba confianza.
Las jóvenes cerraron los ojos tras haber puesto los nombres de las acosadoras en el tablero. Y pronunciaron un nombre, una y otra vez, como un cántico maldito que nadie querría escuchar.
—Ey, Yoo-Jin, ¿por qué demonios no sigues tus propios consejos? Acabas de decirles que no abrieran los ojos y ahí vas. Mira que no tienes nada de sentido común.
—Desde que decidieron hacer eso quedó demostrado que no lo tienen —expresaba Miyuki para Narumiya.
—Oye... ¿Qué es eso que está al lado de Yoo-Jin?
¿Qué era ese ruido tan extraño que les taladraba los pabellones auditivos? ¿Lo estaba provocando ese ser que en apariencia lucía como una joven de largo cabello?
Nadie necesitaba una vista tan detallada y sorpresiva del espectro que estaba a nada de condenar la existencia de las protagonistas.
—Kazuya, ¿eso fue un grito tuyo?
—Ese grito lo diste tú, no yo. —Jamás admitirían lo que ese espectro coreano causó en ellos—. Te aterraste tanto que me tomaste de la mano. —Y no mentía. Sobre su mano derecha estaba la del lanzador, bien sujeta.
—¡Deduje que tendrías miedo y por eso agarré tu mano! ¡Mal amigo, no valoras mis esfuerzos!
—Esa es una manera muy horrible de morir. —Sora por su lado estaba totalmente tranquila bebiendo de su frappé—. Esas chicas se hubieran ahorrado la maldición si les hubieran dado una lección.
—La violencia no soluciona todos los conflictos. —Le recordó su novio.
—Sí, supongo que golpear a tus acosadoras es un crimen horrible e imperdonable. Por eso mejor que se pongan una bolsa encima de la cabeza para después quemarse a sí mismas.
Si creían que por ver a la policía involucrándose en el caso de asesinato ya no debían preocuparse por los momentos de tensión y suspenso, estaban equivocados.
No sabrían decir si habían sido efectos de calidad en combinación con una banda sonora increíblemente acertada o en verdad no digerían demasiado bien ese género. La última escena los había calado hasta tal punto en que lo inevitable sucedió.
—Tanta intriga y misterio para que al final no hubiera más que un par de escenas que de verdad asustaran. ¿No piensas lo mismo, Na...? —Annaisha detuvo su interrogante cuando se giró hacia el rubio; el chico se encontraba fieramente abrazado al capitán de Seidō con los ojos fuertemente cerrados—. Ustedes sí que son unidos.
—Kazuya, la película ni siquiera daba miedo. —Se dio cuenta de que los hombres podían ser bastante patéticos—. Igual esto le gustará a Kuramochi. Será su próximo regalo de cumpleaños. —La tecnología era maravillosa; una aliada imperdible para quienes amaban inmortalizar los buenos momentos en una fotografía.
—¡Ey, borra eso! —Miyuki ya no iba a permitirse que tuviera más escenas bochornosas en su poder—. ¡Mei, suéltame! —Intentaba arrebatarle el móvil a su novia y Narumiya por su parte, no lo liberaba.
—Chun Hee y Kim In-Sook al final obtuvieron su ansiada venganza —decía Yūki guardando su teléfono celular—. Es una emoción tan fuerte que trasciende más allá de la muerte.
—Solamente tuvieron que aguardar treinta años para ello —mencionaba Harada dándole un mordisco a una tableta de chocolate—. Esta película nos ha enseñado una gran lección.
—Vente sola al cine para ver una película de terror porque los hombres son unos quejicas. —Palabras que se asentaron en el orgullo y hombría de esos dos jugadores—. ¿O te estabas refiriendo a que es mejor enfrentar a tus acosadoras en vez de usar métodos que impliquen llamar a un espíritu maligno?
—A ambas.
