¡Antes que nada, Feliz Año Nuevo a todas! Espero la hayan pasado bonito y se hayan atragantado como dice la santa biblia. Si no fue así, aún están a tiempo de hacerlo. Y mientras lo hacen, pueden irse leyendo el capítulo nuevo que les traigo, el primero de este año 2020.


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—Hay que admitir que esta cita ha tenido de todo un poco —Yūki estaba satisfecha. Ni el relato del uniformado arruinó el buen sabor de boca que le dejó todo el banquete que se había dado—. No la repitamos.

—Estoy de acuerdo contigo. —El fuerte de Kazuya no residía en salir demasiado. Por algo Mei lo veía varias veces como un ermitaño.

—¡¿Ah?! ¡¿De qué hablan ustedes dos?! —Ninguno quería responderle—. ¡Si este es el inicio!

—¿El comienzo de qué? —Sora contemplaba que Narumiya estaba mucho más feliz y reluciente que cuando se encontraron con él en la estación.

—¡De nuestras salidas en pareja!

No era precisamente emoción lo que reflejaban las pupilas de esos dos. Era más bien algo muy parecido al tedio; no estaban muy complacidos con su proposición.

—Ey, ¿por qué rayos tienen esa mirada de pescado muerto? ¿Cómo debo interpretarlo?

—Ponte a entrenar y deja de perder el tiempo.

—Lo que Kazuya quiso decir es que te enfoques en aprovechar ese tiempo libre en salir con Harada-kun. Para que se conozcan aún más y pasen buenos momentos juntos. —No quería otra riña innecesaria entre ese par de infantiles jugadores—. Así podrán dar el siguiente paso con plena seguridad.

—Descuida, ¡ya no debes preocuparte por nimiedades como esas! —proclamó—. Anna —La llamó, levantándose de su asiento. Aclaró su garganta y le habló apropiadamente—, te pido disculpas por mi comportamiento inapropiado. Fue grosero de mi parte juzgarte del modo en que lo hice y ser tan cortante contigo.

Harada no era la única que estaba anonadada ante la brutal honestidad del as de Inashiro.

—Puedes darme un buen golpe por ser tan ruin contigo.

—Jamás pondría hacerlo, Narumiya-kun. —Nunca se perdonaría herir a alguien como él. Sería un error colosal.

—Y ya con ese tema resuelto, proseguiré. —Hizo que se pusiera de pie. Ya frente a frente tomó su mano entre la suya, con la delicadeza que se le profesaba a lo más preciado que se tiene en la vida—. Annaisha, ¿aceptarías convertirte en mi novia?

No era la primera vez que recibía una confesión de amor, mas podía jurar que era la primera ocasión en que se sentía tanto ansiosa como dichosa, como si hubiera estado esperando por esa pregunta desde hace varios meses atrás; meses en los que se enfrentó a su interior, a sus arraigadas creencias respecto a los beisbolistas y sus bajas intenciones.

Desafió a su madre y su protección por ese pitcher de sonrisa cálida y resplandeciente, por ese talentoso muchacho que jamás fue capaz de renunciar a sus sentimientos, a sus deseos, a sus promesas, a ella.

Si tan sólo no estuviera tan abstraída con esos profundos y estremecedores ojos azules escucharía que su corazón ya había respondido antes de que su boca hablara.

—Te gusta mantenerme en suspenso, ¿verdad?

Al diablo que estuviera sintiendo más de lo que debería, más de lo que su razón le decía, más de lo que su lógica era capaz de procesar. Ya no tenía permitido reprimirse; se alinearía a lo irracional, a lo que podría entregarle una nueva definición de felicidad.

—Sí. Nada me gustaría más que eso.

Él la escuchó perfectamente. Y fue envuelto por en un incontrolable júbilo que rugía desesperadamente por salir, por mostrarle a ella lo dichoso que lo hacía sentir; ninguna expresión bastaría para definir el gorgoteo de su pecho, para precisar las ansias que le susurraban que la abrazara fuertemente mientras la llenaba de húmedos y suaves besos.

La besó. Sintió el estremecimiento de su cuerpo armonizándose con el suyo. Un temblor afable, afectuoso, que cantaba lo que sus bocas callaban.

Mas Mei no era envidioso y compartiría su felicidad con todo aquel curioso que gustara de colocar su atención en él y en Annaisha.

—Kazuya, ¿quedó bien?

El cácher de Seidō no entendió su pregunta.

—¿A qué te refieres?

—Tenías que capturar este gran acontecimiento en una fotografía —reclamó pasivamente. Hasta fruncía el ceño—. ¡Este es un gran día y debía ser guardado para la posteridad!

—¿Ah?

—Anna, lo siento. Tendremos que hacerlo otra vez porque el desubicado de Kazuya no supo leer el ambiente —decía para quien continuaba con sus manos entre las suyas—. Y más te vale que quede bien, eh. Debes captar mi grandiosidad y la de Anna.

—¿Tu celular siquiera tiene cámara? —preguntaba Sora para quien debía estarse maldiciendo el haberse quedado a cenar gratuitamente.

—Sigues con esa carcacha. —Mei a veces no sabía qué hacer con la vida tan austera del cácher—. Ni memoria ha de tener —suspiró resignado—. Sora, hazlo tú. Estoy seguro que tú sí tienes algo digno por móvil.

—Desde el principio. —Su teléfono no era la última novedad tecnológica, pero por lo menos podía grabar un vídeo en alta calidad.

—Sabes que no tienes que hacerlo, ¿verdad? —comunicaba Miyuki tras ver a su pareja sacar su móvil.

—Lo sé. Sin embargo, estará insistiendo hasta el cansancio para que lo hagamos y entonces me pondré de mal humor. Y es ahí cuando Inashiro se queda sin su estrella.

—Suena muy tentador eso último. No obstante, hay muchos testigos aquí. Procede. —Era una fortuna que esos dos estuvieran tan encandilados el uno con el otro porque gracias a eso no escucharon absolutamente nada.

Todo estaba procediendo como hace unos minutos atrás. Mas en esta ocasión habría de ser Annaisha quien se adueñara de los labios del rubio. Un cambio de situación que fascinó con sobremanera a Narumiya Mei hasta el punto de acercarla a él rodeándola por la cintura.

—¿Y bien? ¿Cómo quedó todo? —El lanzador estaba deseoso por ver la grabación.

—Perfecta.

—Dame tu número telefónico para que puedas enviármelo más tarde —demandaba para quien no tenía otra elección que dárselo.

—¿También podrías pasármelo a mí? —cuestionaba Harada todavía próxima a su novio—. Quiero una copia.

—No cabe duda que son tal para cual. —Se fue directo al apartado de contactos y anotó los números de ambos—. Les mandaré el archivo cuando esté en casa.

—¿Ya nos vamos?

—Kazuya, no seas aburrido. Sora aún quiere disfrutar de a noche, ¿no es...?

Los tres jóvenes se sorprendieron al notar su ausencia. Se había ocultado bajo la mesa, aprovechando que gozaba de largos manteles.

—¿Qué le sucede a tu novia? —Quiso saber Mei.

—Ah... Creo que no quiere ser vista por alguien. —Kazuya miró hacia la salida del restaurante. Su memoria no era tan mala como para no conmemorar a esa joven que pretendía a su ex capitán—. Ya se fue.

—Estuvo cerca. —Emergió y tomó asiento nuevamente.

—¿Por qué huyes? ¿Acaso te hizo algo? Kazuya, reacciona y defiéndela al menos.

—No. Es un asunto diferente del que quisiera ya no ser parte. Mejor cuéntame cómo fue que Kazuya y tú se conocieron. —Cambiar el tópico de la conversación era lo más conveniente.

—Oh, así que quieres escuchar esa historia. —Estaba preparado para contar aquellos buenos episodios de su pasado.

Relató cómo se conocieron y lo emocionantes que eran sus duelos dentro de la cancha de béisbol. Aquellos recuerdos ya no eran exclusivos de ellos dos; aquel versículo de su pasado, contado en detalle, era de conocimiento de sus parejas.

—Y desde ese día Kazuya se hizo del privilegio de tenerme a mí como su amigo.

—Un lujo del que pocos pueden jactarse, Mei —añadía Harada.

—¿No es tu celular el que está sonando, Narumiya-kun?

—¡Masa-san! ¡Qué sorpresa recibir una llamada suya!

Lo que el cácher de Inashiro decía no era audible ni para Sora ni para Kazuya; mas podían deducir por sus gestos faciales que le estaban llamando la atención y ordenándole que regresara.

—¡Pero Masa-san! —Demanda que acabó en resignación—. Está bien. Estaré ahí en menos de una hora.

—¿Nos vamos entonces? —Anna ya se había puesto su abrigo—. Estoy lista.

—Perfecto —respondió—. Kazuya, nos veremos. Y recuerda: más les vale a ti y a todos los de Seidō no dormirse en su lecho de rosas porque de hacerlo los aplastaremos sin piedad. —Nunca podían faltar los enunciados motivadores y llenos de desafío de su parte—. Sora, gracias por la cena. Encárgate de cuidar bien de Kazuya.

—Tu amigo se preocupa tanto por ti y tú que no quieres salir con él.

—Ey, eso último estuvo de más. Yo sé valerme por mí mismo. —Tenía que defender su orgullo.

—Por lo que vi en la tienda de conveniencia está claro que necesitas protección. Y Sora lo hace bien —señalaba Narumiya.

—Tú solamente dile que sí y lo tendrás contento.

—¡Ey! —exclamaron los dos chicos al sentirse ofendidos ante las palabras de Yūki.

Annaisha y Mei se despidieron antes de salir del restaurante. Y por su parte, Kazuya y Sora caminaban con bastante calma. El hogar de ella se ubicaba varias cuadras arriba.

—Este día fue una verdadera locura. Narumiya-kun es igual de intenso dentro y fuera de la cancha.

—Uno de sus tantos males.

—Al menos ya terminó la cita doble. —Exhalaron a la par. Estaban aliviados al mismo grado—. Igual fue entretenida.

—Suenas a que quieres repetirlo.

—Sí. Pero... Únicamente una cita entre nosotros dos.

—Sabes que no tengo mucho tiempo libre. —Quiso ser claro para evitar problemas posteriores.

—Lo sé perfectamente. —Tampoco quería irrumpir en su horario habitual—. Un domingo al mes suena bien para mí. Digo, de todos modos, nos vemos a diario.

—Me parece una propuesta razonable. —Habían acordado sus interacciones fuera de lo habitual como la extraña pareja que eran.

—Hemos llegado. —Sora se detuvo a un costado de la reja de su casa y él repitió su acción—. ¿No quieres que te acompañe hasta Seidō? Puede ser peligroso para un chico como tú.

—Muy graciosa.

Que ella le dedicara una pequeña sonrisa no hacía más ligera su broma.

—Confiaré en ti. Nos vemos mañana. —Se despidió con un beso en la mejilla—. Descansa.

—Sí... Igual. —El sonido de la puerta cerrándose inició su retirada hacía los dormitorios.

Con apenas una semana de noviazgo oficial le era imposible acostumbrarse a la manera en que ella se comportaba con él. Continuaban riñéndose. Incluso las amenazas pasivas imperaban de vez en cuando. En términos generales conservaban el comportamiento que extrañamente los había llevado a ese punto. No obstante, también tenía en mente todo lo que pasaron en ese día.

—Todo es culpa de Mei.

El interior de su hogar era lo suficientemente cálido como para verse en la necesidad de quitarse la gabardina e ir a la cocina por un vaso de agua fría. Inclusive halló polos de frutos rojos para deleitarse con su sabor y frescura.

Depositó su prenda superior sobre la silla y tomó asiento. Degustaría su paleta helada con calma.

—Fue un día de locura gracias a Narumiya-kun. Aunque su novia fue la verdadera sorpresa. Jamás esperé encontrarme con alguien que conociera desde hace tiempo. Y peor aún, que me relacionara con aquella escuela... Gracias a lo discreta que es estoy segura de que no debo preocuparme por nada.

—Sora, al fin regresaste. —La voz de su hermano menor capturó su atención.

—Que estés en casa significa que ya terminaste de entrenar. —El chico asintió—. ¿Tetsu está en casa? —interrogó a quien se digirió al refrigerador para servirse un enorme vaso de leche.

—Llegó hace una hora.

—¿Y venía solo?

—No. Shiko-chan venía con él. De hecho, sus padres vinieron a cenar al restaurante.

—Sabía que se trataba de ellos. —Mordió la mitad de su paleta helada y prosiguió: —. Espero que tú no termines en un predicamento como el de Tetsu.

—¿De qué hablas, Sora?

Genial. Era peor que el mayor para esos temas.

—Hermana. —Y justo había llegado el otro despistado—. Hoy seguí tus consejos.

—¿Consejos? ¿De cuáles me estará hablando? Tengo miedo de la respuesta.

—A los que me diste sobre Shiko-chan.

Ella recordó la plática que tuvieron y todo recuperó su sentido.

—¿Hicieron algo especial hoy?

—Estuvimos estudiando casi todo el día en la biblioteca. —Masashi y Sora pestañearon desconcertados—. Ella es muy confiable a la hora del estudio. —Sonreía. Sus hermanos no entendían por qué—. Incluso trajo un delicioso almuerzo para ambos.

—He oído de fuentes confiables que su comida es muy buena —hablaba el menor de los tres.

—Cuando te dije que hicieras cosas para convivir con ella no me refería a que se fueran a estudiar todo el domingo.

—Ella dijo que mi prioridad es prepararme para el examen de admisión a la universidad. Por lo que propuso que fuéramos a la biblioteca para que me centrara en estudiar... Sé que no fue mucho por todo lo que hizo hoy por mí, pero la llevé a comer helado. Incluso le compartí del mío. Y creo que es más tímida de lo que pensaba porque su cara de puso toda roja.

—Se puso así por el beso indirecto. —Se le escapó decir a Sora con emoción. Esos dos chicos la veían con cierta incomprensión—. Y bien, ¿fue agradable pasar todo el domingo a su lado?

—Sí. Bastante. —Los hermanos menores se miraron y sonrieron, confabulando—. Por cierto, Sora, ¿has visto a Yoshiko? Me mandó un mensaje de que vendría a verme porque quería hablar conmigo.

«Pensé que ya lo había hecho. Aunque claro, al saber que Shiko-chan se declaró antes que ella, debió amedrentarla un poco. Y ahora que sabe que ambos se ven más seguido, los celos hicieron el resto».

¿Realmente necesitaba inmiscuirse más de lo necesario? Su hermano, aunque despistado y denso, era alguien serio que tomaría su decisión y les haría saber a ambas su postura.

Y aún con eso, no podía evitar preocuparse por él.

—La vi hace un rato saliendo del restaurante de nuestros padres.

—Supongo que ya se fue a casa. Bueno, la veré mañana.

El reinicio de la semana traía consigo un descenso más notorio de las temperaturas así como la proximidad del campamento de invierno y las clases que aun tenían que enfrentar hasta alcanzar su única semana de vacaciones; el único período en el que se les permitía regresar a casa a los jugadores del club de beisbol.

Y con ello en mente debían resistir tanto fuera como dentro de la cancha.

—¿Y a dónde fueron ayer todo el día, par de tortolitos? —Era imposible que Kuramochi no mencionara nada cuando se dio cuenta de que su capitán estuvo ausente durante todo el domingo.

—Fuimos a pasear por la ciudad —respondió Sora—. Hasta estuvimos en una caja de bateo.

—¿A quién demonios se le ocurre ir a un sitio como ese en una cita? —Yōichi miró al único sujeto que podría tener semejante idea—. Eso explica por qué tus relaciones no duran. Aparte de tu horrenda personalidad.

—Ella no tuvo quejas.

—Me sirvió para quitarme el estrés que él mismo me provocó.

—¡Ustedes en verdad no cambian! Ni siquiera cuando su farsa se volvió realidad. —Vio a cada uno comer en silencio. Era tan hermoso molestarlos que jamás dejaría de hacerlo—. ¿Qué se siente haberse tenido que tragar sus propias palabras?

—¡Aquí está el traidor! ¡Sabía que estaba jugando sucio! ¡Nos está tomando el pelo a la todos!

La aparente calma que existía en el salón de segundo año fue dañada por el pitcher más escandaloso de todo Japón.

—¡Idiota, cállate! ¡Nos vas a dejar a todos sordos! —Un par de patadas al menor bastarían para aplacarlo.

—Kuramochi-senpai, no se deje engañar por ese sujeto. ¡Mírelo por usted mismo!

Ninguno puso atención al nombre de la página web que se mostraba en la pantalla del celular de Sawamura. El único interés de todos era la galería de imágenes que desplegó.

—¿Quién podría tener tan horrible gusto para tener tantas fotografías de nuestro fastidioso capitán? —expresaba el corredor.

—¿Y por qué dices que Kazuya es un traidor?

—¡Por esto! —Eijun descendió por la página y llegó hasta las últimas adiciones.

En esa sección había fotos que ni Miyuki ni Yūki sabían cómo terminaron ahí. ¿Quién las habría tomado?

—¡Ey, dijeron que habían ido de cita no que quedaron de verse con Narumiya!

—Narumiya-kun tomó fotos. No obstante, todas fueron de él y Harada-kun. Incluso si hubiera hecho todas esas tomas, él no las hubiera subido a Internet —expresó Sora con seguridad—. Nos queda una sola opción.

—¿Insinúas que fuimos seguidos y no sólo no nos dimos cuenta de ello, sino que también nos fotografiaron? —A Miyuki le parecía una locura.

—Oye, tienes un club de fans súper tóxico que me acosaron y que casi abusan de ti. Que una loca te siga a todos lados no suena tan descabellado.

—Y sabe mucho sobre ti. —Yōichi se había apropiado del celular de Eijun para enseñarles la pestaña anterior. Ahí había un perfil muy detallado sobre el capitán de Seidō—. Tiene de todo. Tu tipo sanguíneo, tu peso, tu altura...

—Toda tu carrera como jugador —proseguía Sora.

—Y que mantienes una relación con Yūki Sora —finalizó Sawamura.

—No eres el único que aparece aquí. También está Narumiya-kun, Eijun-kun y muchos otros. —Sora ya había entrado a la página desde su celular—. Es una web dedicada a los jugadores de béisbol más carismáticos y bien parecidos de todo Japón. —Leyó directo de aquel blog—. ¿Qué haces Kuramochi?

—Se debe estar buscando en la página —respondía Miyuki con mofa.

—Kuramochi-senpai, ya lo busqué y no está por ninguna parte.

—¡Que te calles, idiota!

—¡Oh, Chris-senpai también está aquí! —Eijun estaba feliz de que su maestro estuviera con la crema y nata—. Kuramochi-senpai, no se sienta mal, la mayor parte de Seidō no está incluido en la página. No es el único excluido.

Sora suspiró. Kazuya se abrazaba el estómago ante la risa que no reprimió. Y Sawamura corría por todo el salón intentando escapar de los intentos de asesinato de Yōichi.

—¡Quédate quieto para que pueda mostrarte las nuevas llaves de lucha que aprendí!

Madrugar se había convertido en un hábito forzado. Todavía debía seguir trotando por las mañanas para conservar su peso. Mas pararse a tan buena hora tenía sus privilegios: ser de las primeras personas en arribar a la escuela y contar con todo el tiempo y tranquilidad para depositar su calzado en las casillas escolares.

—Desde que le mandé el vídeo a Narumiya-kun ha decidido enviarme mensajes por Line llenos de archivos multimedia donde sale él con Kazuya y con los chicos de Inashiro. Incluso hay material de ese jugador que se quita la camisa en todo momento. Sin mencionar las de él siendo él mismo...—Nadie le dijo que salir con Miyuki incluía a Narumiya Mei en el paquete—. Menos mal Harada-kun es muy diferente y únicamente me agradeció muy formalmente por el vídeo de su confesión.

—Eres Yūki Sora, ¿verdad?

Escuchar su nombre en la boca de una extraña era desconcertante. El llamado venía desde su espalda. Instantáneamente se giró hacia su interlocutora.

—Sí. ¿Querías algo? —Podía ser desconfianza, pero nunca se fiaba de los desconocidos que la abordaban abruptamente.

Su cabello oscuro llegaba hasta sus hombros. Y pese a que sus ojos marrones pudieran resultar ordinarios, eran tan vibrantes que no podían ser ignorados.

Era más alta que el promedio. Poseía las proporciones exactas que la hacían poseedora de una bonita figura; justo la que tendría una persona que realiza actividad física extra.

—Escuché que eres la nueva novia de Miyuki.

—¿Y qué si lo soy? —El gris se estancó en el café—. Además, es de mala educación no dar tu nombre primero antes de abordar a alguien.

—Oshiro Ena es mi nombre. —Cumplió con aquella norma de etiqueta y prosiguió: —. Y quería conocerte.

—No estás respondiendo mis preguntas. Exclusivamente das evasivas y eso es molesto. O me dices tus verdaderos motivos para hablarme o te haces a un lado porque tengo un salón de clases al cual llegar.

Oshiro no esperaba que tuviera ese temperamento cuando exteriormente se veía tan sosegada.

—Como dije antes: quería conocerte y advertirte sobre Miyuki.

Eso último era un detalle que Sora no esperaba recibir.

—¿Advertirme? ¿De qué estás hablando?

—De que Miyuki Kazuya no es el tipo carismático y encantador que todas creen. Ni mucho menos es un sujeto con buena personalidad por el que todas babean.

Era la primera vez que Yūki escuchaba a una chica —que no fuera ella misma— expresarse de tal forma del capitán de Seidō.

—Te oyes como si lo conocieras más allá de la superficialidad… ¿Eres su ex novia? —Quería comprobar su suposición.

—Sí. Lo soy.

—¿Y qué es lo que ganas tú haciendo de buena samaritana conmigo?

—Evitarte todo aquello por lo que yo pasé. Y a la vez hacerte ver que Miyuki no es lo que aparenta ser.

—Ya tengo mi opinión sobre Kazuya. Y créeme, es muy próxima a la que tú posees. No debes preocuparte más al respecto —expresó con una normalidad que incordiaba a su oyente—. Y sobre lo otro, veré cómo enfrento la situación.

Empezó a desplazarse. No obstante, Ena seguía sus pasos.

—Oshiro-kun —Se paró, mirándola por encima del hombro—, si tienes alguna rencilla con Kazuya, ve y resuélvela directamente con él. Eso no arreglará lo que pasó entre ustedes, pero al menos a ti te quitará un peso de encima.

—Claro que lo hice. ¡Mas a él le importó un bledo! —Cada palabra escondía un punzante resentimiento—. Él es egoísta, frío, incluso cruel e indiferente. Puedes quererlo todo lo que quieras y él no te entregará ni la mitad de eso... ¡Él es un cobarde!

—Olvídate de él y sigue con tu vida. Es lo mejor que puede hacer por ti misma —aconsejó para quien estaba demasiado molesta y dolida.

—Me lo dices porque estás cegada por él. Y también porque soy su anterior pareja y no quieres que me le acerque.

—Si él te quiere dentro de su vida otra vez, será asunto suyo, no mío.

¿Por qué tenía que ser arrastrada a esos dramas que ni siquiera eran suyos?

—No me conoces. No sabes si estoy cegada o no por él para no ver sus defectos. Mucho menos puedes asegurar si soy incluso peor que él en términos de personalidad —decretó—. No supongas nada conmigo y ahórrate los consejos que yo no pedí.

Se fue. No tenía sentido seguir escuchando sus peticiones sin fundamento.

«Por razones como estas es una molestia absoluta tratar con otras chicas. Como si no tuviera suficiente con mis propios dramas como para tener que lidiar con los de otras».

Tomó asiento, sacando el libro de texto de la primera hora.

—¿Tú no duermes o qué? —La voz de Yōichi era imposible de ignorar.

—Vivo cerca. Es inevitable. —El moreno depositó su maletín al costado para sentarse frente a ella—. ¿Pasa algo?

—No sabía que te llevabas con la nueva capitana del equipo de voleibol.

—¿Oshiro-kun? —Él asintió—. La acabo de conocer hoy mismo. Sé que es la ex novia de Kazuya.

—¿Te dijo algo?

—Podría decirse que me ofreció algunos consejos de vida. —Él sonrió con burla ante lo que en verdad le quiso dar a entender—. ¿Ella y Kazuya salieron por mucho tiempo?

—Oh, Sora. ¿Ya vas a estar de celosa? Qué tierna. —No era de goma para tolerar por mucho tiempo sus jalones de cachetes—. Ese sujeto no habla nunca de esos temas, así que no sé qué fue lo que los llevó a la ruptura. Sin embargo, empezaron a andar más o menos por mayo del año pasado, debiendo terminar para finales de septiembre. Ya que por ese mes dejamos de verla.

—Agradezco la información. —Liberó los mofletes del corredor. Ya estaba más relajada.

—A las locas fans de Miyuki no les agrada. Tanto por haber sido su novia como por hablar mal de él. Y por la cara que tienes a ti tampoco te cayó bien.

—No siento simpatía por la gente que desea imponer sus ideas sobre las mías. Menos que quieran o esperen que haga lo que se les viene en gana.

Kuramochi sabía que el carácter que Sora poseía no estaba para permitir que otros quisieran hacerla como desearan.

—Lo que está haciendo me resulta infantil y de mal gusto. En esta ocasión fui educada y la dejé hablar, pero la próxima vez no seré tan condescendiente.

—Esa chica no se imagina con quién se fue a meter.