Buenas noches, criaturas. Espero hayan tenido un lindo fin de semana. Yo tuve uno bien relajado, aunque casi me da algo cuando se cerró el archivo en el que escribo este fic. ¡No aparecía el último capítulo por ninguna parte! Afortunadamente salí y volví a entrar, y ya estaba ahí, recuperado. Espero este capítulo les guste.


No Return


La biblioteca era uno de los sitios más silenciosos dentro de las instalaciones escolares debido a su estricta normativa como por su poco atractivo para el cuerpo estudiantil. Era en pocas palabras, el lugar adecuado para a alguien que gustaba de estar en absoluta paz mientras se dedicaba a la lectura.

—Debí suponer que aquí era donde te encontrabas.

Aquel tono familiar la llevó a despegarse de su lectura para atender a quien no era afecta de rodearse de libros.

—Miu, ¿sucede algo?

—¡Claro que sí!

—Estamos en una biblioteca, no deberías gritar.

—Yūki Sora, ¿cómo es posible que hayas caído en las redes de ese embustero? —La atacada cerró su libro como señal de que no quería ahondar sobre ese tema—. Ese noviazgo debía terminar y no volverse real.

—Pasó y ya. —No iba a complicarse dando explicaciones demasiado profundas para algo que era tan simple—. No hay necesidad de que hablemos más al respecto.

—Después de todas las advertencias que te hice y mira cómo acabó todo. —Se lamentaba por la situación de su amiga.

—Soy la más consciente de ello.

Luchó contra aquel gustar y su moralidad. Mas sepultó aquel predicamento para embarcarse en aquella extraña relación.

—Ahora entiendo por qué motivo empecé a escuchar esos rumores...

—¿De qué rumores hablas? —demandó saber.

—Circula por la escuela que Oshiro-kun ha empezado a hacer de las suyas. Que de nuevo intenta fastidiar a Miyuki-kun.

—¿Conoces a Oshiro-kun?

—Todas las chicas de esta escuela la conocen simple y llanamente por ser la ex del embaucador de Miyuki-kun.

Seguramente para ella aplicaba lo mismo por ser su pareja en turno.

—Al final se hizo más conocida por «hablar mal» de ese sujeto. Aunque tú y yo sabemos que no es un santo ni tampoco el tipo perfecto. Sus fanáticas están cegadas y no aceptan que se hable pestes de él.

—Me sorprende que no se metan con Oshiro-kun. —A ella le habían dado un cálido recibimiento que se extendió por varios días.

—Su hermano menor está en el club de judo. Y es bastante corpulento y excesivamente protector. La gente es lista y no se meten con ella a menos que quieran salir golpeados.

—Eso lo explica todo.

El único hermano intimidante que tenía era el menor y ni siquiera había entrado a preparatoria.

—Ya te fue a importunar, ¿cierto? —Sora asintió. Y ella suspiró—. Miyuki-kun te está dando más problemas que cosas buenas. Así que lo mínimo que debería hacer por ti es hablar con esa chica para que le baje dos rayas a su intensidad.

—No es necesario —expresó para quien torció los labios por la negativa dada.

—Sora, vas a mal acostumbrarlo. ¡Se volverá un novio inútil! ¡Deja que te defienda para variar!

—Puedo valerme por mí misma. No necesito que Kazuya intervenga.

Miu ya estaba esperándose una respuesta como esa, pero creía ilusamente que la sorprendiera con algo diferente.

—Además, tú misma lo dijiste: su hermano menor practica judo.

—¿Y eso qué tiene que ver?

—Debo apresurarme y llegar al club de béisbol. —Se levantó, tomando el libro que estaba leyendo—. Nos vemos después.

—¡Ey, regresa! ¡No hemos terminado de hablar de la obsesionada esa! —gritó en vano. Su amiga se había ido.

Gracias a la charla que tuvo llegó con un poco retrasada al club. Se apresuró a cambiarse y buscar a las chicas para incorporarse a las actividades que desempeñarían esa tarde.

—Al fin las hallé. —Sora las había encontrado reunidas en el comedor.

—Vamos, siéntate. —Invitaba Sachiko. Ella aceptó y se puso al lado de Haruno—. Antes de que llegaras estábamos organizando la fiesta que haremos por Navidad.

—Como bien sabes, los chicos tienen un campamento de invierno antes de salir de vacaciones. Por eso queremos hacer algo antes de que vuelvan a casa —expresaba la alegre Yui.

—La idea es que sea una fiesta navideña con deliciosa comida y un enorme pastel. —Yoshikawa no podía ocultar la emoción que esa futura celebración—. ¿Qué es lo que opinas?

—Es una gran idea. —Las tres sonrieron al lograr el mutuo acuerdo—. ¿Ya tienen la lista de lo que necesitaremos y las actividades a realizar?

—Sí. —Umemoto mostró orgullosa la lista que enumeraba todo lo que requerían comprar—. Únicamente tenemos que informarle a Takashima-sensei y al entrenador lo que queremos hacer.

—Quieren que lo haga yo, ¿cierto? —Para Yūki fueron muy obvias—. Supongo que es mi castigo por llegar tarde...

—Nosotras empezaremos con las actividades mientras te encargas de ello, Sora. —La sonrisa de Sachiko era de puro cinismo; justo como la de cierto capitán.

Con resignación, abandonó el comedor con una misión en manos.

«Espero que ningún chico haya molestado de más al entrenador o terminaré pagando las consecuencias».

Frenó antes de chocar contra la profesora de inglés.

—Buenas tardes. Quisiera un momento para hablar con usted.

—Yūki-kun, buenas tardes. ¿Qué ocurre?

—Las chicas y yo queremos pedirle permiso a usted y al entrenador para llevar a cabo una pequeña fiesta por motivo de Navidad —exponía—. El evento sería en el comedor y nosotras nos haríamos cargo de todo. Se llevaría a cabo al término del campamento de invierno.

—Es una grandiosa idea. Y un gran gesto de su parte hacia con los chicos. —Le sonrió conmovida—. Si necesitan ayuda o apoyo en algo no duden en decírmelo.

—Por supuesto —agradeció—. Ahora debo informarle al entrenador.

—Descuida. Yo le pasaré tu mensaje.

—Gracias de antemano.

El resto de la tarde transcurrió con normalidad. La mayor parte del escándalo se había disipado al dar por terminadas las prácticas de la tarde.

—Si continúas ahí botada, acabarás enfermándote —advirtió Yōichi cuando halló a Sora tumbada sobre el pasto; se le veía tan relajada, como si solamente sintiera paz interior en su vida.

—No soy tan enfermiza. —Las nubes eran más interesantes de mirar que él—. Además, desde aquí tienes una gran vista.

—Únicamente hay nubes aburridas.

—Parece que los salvajes como tú no saben apreciar la naturaleza en todo su esplendor. Esperaba más de tu parte.

—¡¿Ah?! ¡Aquí tú eres la única salvaje!

—Recuéstate y te darás cuenta de lo que hablo.

—Lo haré exclusivamente para echarte en cara lo equivocada que estás. —Se tumbó a su izquierda y llevó sus pupilas hasta el cielo; la coloración celeste se estaba perdiendo, transformándose en tonos cálidos, invernales.

—Te dije que no estaba tan mal.

—Tampoco creas que es la gran cosa. —No le daba la razón nunca. Y no iba a empezar a dársela ahora.

—Ustedes dos, ¿qué están haciendo ahí tirados?

Kazuya había vuelto de su práctica de bateo en solitario encontrándolos tirados sobre el pasto.

—Técnicamente contemplábamos el cielo, pero alguien cayó en el mundo de los sueños. —A Sora le resultaba bastante cómico que Kuramochi se durmiera tan rápido con algo tan simple.

—Sawamura me ha comentado que tiene el sueño pesado. Me pregunto si será verdad. —Agachado frente al dormilón corredor sacó un marcador negro de su bolsillo.

—Se despertará y te dará tu merecido, Kazuya.

—Esto será rápido.

Yūki se enderezó. Y el descarado cácher dibujó un divertido mostacho bien abundante en el rostro de Yōichi.

—Le queda.

—No olvides los lentes. —Tomó el plumón y delineó óvalos alrededor de los ojos cerrados del corredor. Incluso hizo sus patas.

—Agreguemos un poco más de vida. —No existía nada de malo en añadir unas cuantas estrellas a su reciente obra de arte.

—Se ve perfecto. —Sora sonreía en armonía con su perverso novio; ambos habían disfrutado de colaborar en aquella bromita—. Vayámonos antes de que despierte.

Se fueron, dejando al oriundo de Chiba a su suerte. Era lo mejor si no querían que él se diera cuenta de su travesura.

—En el último día del entrenamiento tendremos una fiesta navideña —comunicó Yūki.

—Lo sé. Ya me pidieron que ayudara con la comida.

A Sora ya no le sorprendía el descaro de sus compañeras de club.

—¿Seguro que quieres hacerlo? No estás obligado. Y podemos recurrir a otras opciones.

—El menú no es demasiado complicado. No hay problema. —Ya estaba mentalizado.

—Eso significa que tendré que comprar el pastel.

—Umemoto me dijo que entre ustedes lo harían.

—Ah...—Su rostro reflejaba el nulo entusiasmo que aquello le provocaba—. Me encargaré de ir a comprar todo lo que necesiten.

—Algún día tendrás que cocinar.

—No va a ser ese día —sentenció. Miyuki rio.

Era gracioso que fuera tan reacia para los temas de la cocina cuando ella amaba comer.

—Por cierto...

—¿Qué pasa?

—¿No han ocurrido cosas extrañas últimamente? —interrogaba Miyuki superficialmente.

Ella odiaba que fuera tan disperso a la hora de cuestionarla. No obstante, si lo pensaba un poco sólo podía referirse a una sola cosa, o más bien, a una persona.

—No. Todo ha estado normal y aburrido como siempre. Hasta tus fanáticas me han dejado en paz.

—Ya veo.

—¿Todo normal de tu lado?

—Sí. Como siempre.

—¿Por qué me has preguntado eso? —curioseaba movida por su comportamiento tan anómalo.

—Por nada en particular.

—No te creo. —Sabía lo buen mentiroso que era y no iba a dejarse engañar solamente porque se escuchaba convincente—. Lo que esa chica tenga que decirme sobre ti no me interesa. Se lo dejé claro.

La tenue sonrisa de Kazuya se alisó, volviéndose una línea plana.

Él era bueno mintiendo cuando la situación lo ameritaba. Incluso había usado esa artimaña con ella un par de veces atrás. Sin embargo, en esta ocasión no había funcionado. Y que fueran pareja le daba cierto permiso para preguntar más a fondo.

—Mejor vayamos por algo de comer —indicó Sora para quien optó por no hablar.

Miró la fecha en su celular. Sería un día largo y cansado.

Terminó de comer y se alistó rápidamente. Su madre no era una persona de mucha paciencia, hacerla esperar más tiempo del reglamentario, repercutiría negativamente en su humor y, por ende, en las actividades que debían realizar esa misma tarde. Tomaron el autobús y caminaron un par de cuadras hacia el suroeste. Pronto se encontraron frente a su centro comercial predilecto.

—Ya que estamos aquí deberías aprovechar y comprar algo para él también —comentaba su progenitora al entrar a una de las tiendas departamentales más grandes de toda la plaza—. Sería lindo que le dieras algo por Navidad.

—No sé de quién me estás hablando. —Volcó su atención en una vitrina llena de perfumes franceses bastante costosos.

—Sabes perfectamente a quién me estoy refiriendo. —Sora negó con un suave movimiento de su cabeza—. Hablo de Miyuki-kun.

—Ah, hablabas de él. —Su inexpresiva respuesta obtuvo un jalón de mofletes por parte de su madre; eso la llevó a girarse en dirección a su progenitora—. Ey, eso duele mucho. —Sus mejillas rojas lo avalaban.

—No creo que duela más que las palizas que les dabas a esos pobres niños del vecindario. —Su hija decidió ignorarla—. Sora Yūki.

El ser llamada por su nombre completo significaba que su madre estaba perdiendo su buen humor.

—Ya le regalé cosas por su cumpleaños. Él no necesita más en su vida.

—No necesitas comprarle algo costoso, Sora. Estoy segura de que, si le regalas algo hecho por ti, él estará contento.

Su mamá lucía tan entusiasmada y deseosa por ver a su pequeña realizar alguna manualidad; y ella por su lado empezaba a arrepentirse de pedir que la acompañara a hacer las compras navideñas.

—Cocinar no va a ser una opción —advirtió.

—Aprovechando la época puedes hacerle una bufanda o algo parecido.

La joven iba a objetar, pero la sonrisa engañosa de su madre la hizo desistir.

—Cuando termine mi lista, pensaré en ello. —Sostenía una hoja de papel con varios nombres y algo escrito al lado de estos—. Por ahora iré por los regalos para Tetsu y Masa.

—No nos iremos de aquí hasta que llevemos algo para Miyuki-kun. El orden de los factores no altera el producto.

—Te digo que no es... —Calló ante la reluciente sonrisa de su madre.

Aquel afable gesto significaba peligro; ni su padre ni sus hermanos la cuestionaban cuando se ponía así.

«Sabía que era un error venir con ella para las compras…».

Cada nombre de la lista fue tachado y una nueva bolsa era agregada a las manos de la joven. Y aunque todavía quedaban un par de presentes que comprar, consideraron prudente el detenerse en una fuente de sodas para comer y recuperar energías.

—A veces me preocupo por esa manía tuya de ser tan extremadamente organizada. Pero luego llegan estas fechas y me produce un gran alivio el que seas así de maniática. —Examinaba a su retoño disfrutando con fervor de su baguette y su limonada.

—No puedes venir a comprar si no sabes lo que quieres llevarte a casa. Y evaluar el mejor precio también es esencial para que el monedero no sufra demasiado.

—Espero ya le hayas avisado a Ki-chan sobre la cena navideña que tendremos en casa. —Le dio un mordisco a su deliciosa hamburguesa antes de continuar—. Si Rei-chan y Sae-chan estuvieran aquí sería como en los viejos tiempos.

—Sí, como en antaño. —Esas navidades pasadas se mantenían frescas en sus memorias, como si fuera cosa de meses atrás—. Sin embargo, Rei-chan está en América cumpliendo sus sueños. Y Sae se fue de intercambio a Canadá… No hay tiempo para ponernos melancólicos.

—¿Y si invitas a Miyuki-kun? Sería agradable que viniera a casa en esas fechas. De ese modo podríamos conocerlo un poco mejor.

Jamás podría entender las ideas de su madre con respecto a sus parejas y ese deseo de conocerlos o invitarlos seguido a su hogar.

—Haremos una fiesta navideña en el campus. Dudo que tenga apetito para seguir celebrando. —Kazuya era de buen comer, mas no llegaba a semejantes niveles—. Además, al día siguiente abandonarán los dormitorios desde temprano para pasar estas fechas en sus casas. Desvelarse no es una opción.

—Tienes mucha razón.

«Lo último que quiero es que Kazuya se entere de más momentos bochornosos míos. Porque teniendo a mis hermanos y a Ki-chan bajo el mismo techo pueden ocurrir muchas cosas...».

—A todo esto, he invitado a Shiko-chan y a su familia para que vengan a cenar en Navidad. No tienes problema con ello, ¿verdad? —Ella tan animada y anhelante por esa bella fecha del año y su hija estuvo a nada de ahogarse con el bocado que intentaba transitar por su garganta.

—¿Qué fue lo que dijiste, madre? —Haberse zampado su bebida la salvó de atragantarse, permitiéndole vivir un día más.

—Que Shiko-chan y su familia vendrán a la casa el 24 por la noche a cenar con todos nosotros.

Lastimosamente no había escuchado mal.

«Olvidaba que mis padres se llevaban de maravilla con los de ella. Esto iba a terminar pasando sí o sí».

Sora suspiró. Esa noticia recién recibida había sido como un balde de agua fría.

—Y con más participantes, el intercambio será mucho más divertido.

—¡No! ¡No haremos ese intercambio este año con la familia de Shiko-chan! —Las mejillas se le colorearon con la misma celeridad con la que la sangre abandona el cuerpo a través de una herida.

—Sora, es una tradición familiar.

—¡No! ¡Eso será muy vergonzoso! —expresó sin ganas de ceder ante la propuesta de su madre—. Hagamos un intercambio normal y listo.

Desayunar al aire libre les ayudaba a olvidarse momentáneamente del ambiente escolar, de las tareas, de los exámenes. Y aunque el área de los jardines era un lugar adecuado para merendar, la azotea del edificio de su escuela era siempre su elección predilecta; allí podrían permanecer sin ser molestados por nadie que no formara parte de su pequeño círculo social.

—¿Ya están preparados para su campamento infernal? —interrogó al par de jugadores que desayunaban en silencio como si estuvieran castigados.

—Si sobrevivimos el año pasado, podemos hacerlo otra vez. —Kuramochi se limitaba a alimentarse con un pan de perro caliente relleno de yakisoba—. No puedo decir lo mismo de los de primer año.

—Será divertido ver a Sawamura y los demás hacerlo. —Miyuki se imaginaba a esos pobres en pleno sufrimiento, rogando por piedad.

—Deja de disfrutar con el sufrimiento de Eijun-kun y el resto. Compórtate como el capitán que eres —dijo Yūki tras cerrar su caja de almuerzo—. Por cierto, Kazuya, ¿hoy tendrás la noche libre?

—No es que tenga algo importante que hacer. Por lo que puede decirse que lo estoy.

—Vaya, quieres un momento a solas con tu hombrecito, eh. —Yōichi sabía valorar cada pequeña oportunidad que poseía para molestarlos—. Bueno, tal vez algo de acción sea benéfico para este idiota. No te contengas y demuéstrale todo lo que eres capaz de hacer. Porque de seguro él es un inútil y no sabe ni correr directo hasta segunda base sin ser ponchado por el lanzador.

—¡Yo sólo quiero invitarlo a cenar, idiota pervertido! —Quería zarandearlo, mas no podía hacerlo porque el bribón estaba sentado frente a ella y no lo alcanzaba.

—Tal parece que ella es la que hace las invitaciones y paga todo. Y tú el que le devuelve sus atenciones enseñándole cómo sostener el bate para batear contundentemente. Es lo que llamo trabajo en equipo. Sin embargo, no esperaba que fueras de «esa clase» de hombres, Miyuki. Me has impactado.

—¡Oye! Eso no es verdad —exclamó la actual víctima de las oraciones con doble sentido del corredor.

—Exacto. No es cierto. Porque únicamente se deja tomar de la mano y por breves segundos. —Esa aclaración fue como cavar la tumba del cácher y darle mucha más cuerda al más veloz de Seidō.

Yōichi reía tanto que el estómago le dolía mientras lo señalaba por ser un vergonzoso mojigato.

—No tienes derecho de quejarte porque sabes que es verdad. —Una cínica consumada es lo que era su nada inofensiva novia—. Aunque es lindo.

Era cuando se arrepentía de haber ido a desayunar con esos dos. Siempre terminaba en medio de situaciones bochornosas de las que era incapaz de defenderse.

—Entonces, ¿podrás? —preguntó nuevamente—. No será mucho tiempo. Volverás antes de que cierren los dormitorios.

—Sí, ¿por qué no?

—Excelente. —Era bastante obvio que su respuesta le satisfizo y eso lo llevó a él a sonreír un poco—. Me adelantaré porque tengo que ir a buscar el proyector para nuestra siguiente clase.

—Está bien.

Ella se retiró, despidiéndose de ambos con un suave ademán.

—Nunca imaginé que fueran a ser una pareja tan acaramelada.

—No lo somos —replicó, frunciendo el ceño.

La noche cayó y justo como habían acordado, se encontraron a la salida de los dormitorios. Abandonaron Seidō y caminaron por las nada despobladas calles de la ciudad. Cuando el sol se escondía, Tokio se transformaba en una de las ciudades más avivadas; allí la vida nocturna era uno de los tantos aspectos que la definían y la volvían tan atractiva.

—Creí que iríamos al restaurante de tus padres —comentaba al percatarse de que tomaban una dirección diferente a la usual.

—Era el plan inicial, pero alguien me recomendó un nuevo restaurante cerca de la zona comercial. Y me pareció buena idea probarlo.

—Seguramente se trata de un restaurante dedicado exclusivamente al okonomiyaki. —Con lo adicta que era la probabilidad era alta.

—Ni siquiera se trata de comida japonesa.

Estaba intrigado. ¿A qué gastronomía lo arrojaría esa noche?

—¿Entonces?

—Cuando lleguemos lo sabrás. —Le aseguró. Y él por su parte empezó a sentir más desconfianza que intriga.

A unos quince metros de la estación del metro se ubicaba un restaurante de anchura modesta, de un único piso cuya fachada poseía un punto medio entre lo tradicional y lo elegante. Y si eso no era suficiente para causar desconcierto en el capitán de Seidō, el nombre que lo identificaba haría el resto.

Entraron, hallando una mesa disponible a un costado de una de las tres ventanas del lugar.

—Ni siquiera puedo pronunciar el nombre de este restaurante. —Porque lo intentó y no sonó bien.

—No es necesario que lo hagas. Lo importante es la comida.

Lo cual era evidente, pero cierto chico estaba más fijado en el nombre.

«Ey, yo no traje tanto dinero como para pagar una cena en un sitio como este».

Que no supiera qué era cada platillo que aparecía en el menú era el menor de sus problemas. El verdadero meollo residía en los precios; estaban por encima de la media.

«Todavía estoy a tiempo de convencerla e ir a otro lugar más accesible...».

—Kazuya —nombró para que la mirara y se olvidara de la carta—, no debes preocuparte por la cuenta.

¿Tan obvio se había visto? De ser así, era muy vergonzoso.

—Fui yo la que te invitó a cenar.

Eso ya lo sabía perfectamente. Y, sin embargo, no implicaba que ella tuviera que pagar por todo cada vez que salieran.

—Eso lo sé. Mas no se siente... correcto —Fue la mejor palabra que se le ocurrió para disfrazar la ligera culpa que sentía.

—Eres mucho más chapado a la antigua de lo que creía —habló con sincera sorpresa—. No obstante, no hay necesidad. Me basta con que te aventures conmigo a probar la comida coreana. —Veía el menú con bastante duda.

—¿Soy tu conejillo de indias? —cuestionó burlesco, arqueando su ceja derecha. Sinceramente le daba gracia que lo hubiera invitado a cenar para que fuera su compañero de aventuras gastronómicas; incluso eso podía ser un poco tierno de su parte.

—Ambos seremos parte del experimento. Los dos somos conejillos de indias. —Cierto era. Solamente que a él le gustaba dramatizar un poco—. Elijamos unos cuantos platillos para probarlos entre ambos —proponía.

—Hagámoslo.

Con la ayuda del mesero y unos minutos de deliberación entre ambos, pidieron su orden y empezó la espera para que trajeran sus platillos.

—A esto es a lo que se refería el chico. —Había seis pequeños platos en su mesa, cada uno con diferentes contenidos—. Probaré este de aquí. —Agarró sus palillos y tomó unos cuantos brotes de soja salteados con aceite de sésamo—. Bien, este sabor es bastante único.

—Veamos...—Kazuya por su parte se decantó por la ensalada de pepino picante.

—Tal parece que los coreanos sí se toman en serio el tema de lo picante. Eso o no eres bueno con ello —expresaba viendo a su novio beber muy de prisa su vaso de agua—. Toma el mío. Lo necesitas más que yo.

Para cuando terminaron con las curiosas entradas, los platos principales llegaron para ser repartidos sobre la superficie de la mesa, decorándola con sus atractivos y vividos colores que no dejaban indiferente a ningún comensal.

—Este es el famoso kimchi —designó Sora antes de darle un primer bocado a ese platillo de col fermentada—. Sí que es un sabor muy distintivo. Y no estoy segura que me pueda volver fanática de él.

—Al menos esto sabe tan bien como se ve. —La tortilla de vieiras que sirvió sobre su plato sabía exquisita—. Gambas, calamar, almejas, ostras y mejillones. Y un toque de salsa de soja. —No sólo era bueno cocinando, sino que también poseía un paladar digno de un catador de alimentos.

—Pues deberías probar esto. Sabe muy rico pese a que tiene un nombre tan raro como japchae. —Los fideos hechos a base de pasta de boniato podrían ganarse un lugar en su corazón—. La ternera está en su punto. Y las verduras salteadas con soja y aceite de sésamo le dan un toque extra.

—Esto luce bastante japonés.

Un bol de arroz blanco, pasta de soja, pasta de chile, ternera y un huevo frito, gritaba silenciosamente que lo probara.

—Kazuya, ¿cuál es tu color predilecto?

—No es que tenga uno en especial. Supongo que el rojo o el negro están bien.

—Ambos te quedan.

No sabía qué le llamaba más la atención: si esa pregunta fuera de lugar o su elogio.

—Por cierto, hay algo que me da curiosidad.

—¿A ti? ¿Sobre qué? —Detuvo su proceso de alimentación y se enfocó en él.

—¿Desde hace cuándo que juegas sóftbol?

Sora enmudeció. De todo lo que él podía preguntarle tenía que ser el tema menos esperado y del que menos deseaba hablar.

—Para empezar, ¿qué te ha hecho tener una idea tan absurda como esa? —respondió con parsimonia.

—La caja de bateo.

—Fue el mismo Narumiya-kun el que me enseñó cómo hacerlo bien. Y me dio una imagen visual para golpear con más fuerza.

Miyuki no podría olvidar aquello porque con cada toque que le daba a la pelota su humanidad se estremecía al pensar que lo visualizaba a él en cada esférico.

—Mei es bueno enseñando y motivando a la gente, pero bateaste mejor de lo que lo haría alguien que recién ha tomado un bate en su vida.

Y ella que juraba que él no le había puesto atención. Y aunque era un detalle del que se alegraba enterarse, también le estaba resultando problemático.

—Podrás haberlo engañado a él, mas no a mí.

—Mis dos hermanos son buenos bateando. Era inevitable que terminara aprendiéndoles algo. ¿No te parece? —Depositó sus palillos sobre la mesa, se cruzó de brazos y frunció involuntariamente los labios.

Pocas veces era descuidada con los gestos faciales que hacía, mas cuando no quería dejar sembrada la duda en quien tuviera en frente. No obstante, se había descuidado.

—E independientemente de que me haya visto inmiscuida o no en ese deporte, no creo que importe.

—Para alguien que es directa sin importar del tema del que se esté hablando, es extraño que me hayas salido con una evasiva.

No era justo que fuera él quien la estuviera analizando.

¿Qué se supone que hiciera? Ella no consideraba como negativo el no hablarle sobre esa etapa de su vida. No era delito el reservarse para sí misma episodios de su pasado. Empero estaba esa parte de la comunicación y la confianza mutua que las parejas debían manejar siempre para que la relación funcione apropiadamente.

Asimismo, había sido explícitamente él quien la cuestionó al respecto, independientemente del motivo que lo orillara a ello. A final de cuentas era una manifestación de interés hacia ella y no quería ignorarlo.