Threat of Danger


—Es posible que estés en toda la razón —musitaba Kuramochi sin desatender a quien aún se mantenía frente al pizarrón—. Está demasiado callada y eso era peligroso.

—¿Qué piensas hacer? —Tatsuhisa la cuestionó. Incluso se aproximó a ella.

—¿No es obvio? Va a irle a dar la paliza de su vida al que está detrás de esto. —Él conocía a esa joven por lo que se aventuró a dar una tentativa de su futura y posible resolución.

—No puedo hacerlo.

A ambos les tomó unos segundos asimilar el significado de sus palabras. ¿Habían escuchado correctamente?

—Espera, ¿has dicho que no harás nada? ¿Que no irás a impartir medidas correctivas en forma de golpes a ese idiota?

—Eso mismo dije, Kuramochi.

—¿Por qué?

Ella suspiró como si fuera un método para convencerse a sí misma de su decisión.

—Kazuya me pidió que no me metiera en más problemas innecesarios. Que no había sentido en ir y apalear al sujeto que está intentando perjudicarlo.

—Un momento. ¿Él te dijo eso? —Si lo pensaba bien era una reacción esperada por parte de Miyuki—. Esto es distinto.

—Este ataque es directamente contra ti —señaló Souh—. Si bien tiene que ver con él en cierta medida, es a ti a la que intentan lanzar a la hoguera.

—Exacto. Tatsuhisa está en todo lo cierto.

—Sinceramente me tiene sin cuidado lo que unos desconocidos piensen sobre mí. Lo que de verdad me molesta es que recurran a métodos tan ruines para «darme un escarmiento». —Quería deshacerse de su estrés. Quitarse las ansias de romper su promesa—. Hablé con Kazuya de todo este asunto, pero él quiere mantener una postura... pacifista.

—Él podría hablar con esa ex novia tóxica y arreglar este asunto de una vez por todas. Ya saben, poner las fichas sobre el tablero.

Eso es lo que cualquier otro con un poco de sentido común haría. Mas el cácher era un ejemplar aparte.

—Empiezo a creer que le tienes más fe de la que deberías a ese idiota, Tatsuhisa —comentaba quien había sido capaz de ver más allá de la apariencia superficial que su capitán le mostraba a todos en el equipo—. Él no irá a hablar con esa chica. Únicamente esperará a que se canse y lo deje en paz.

—Algunas veces las personas se cansan de que el objeto de su acoso no reaccione por lo que suelen darse por vencidos. Tal vez él piense de esa forma.

—Yo no estaría tan seguro de ello. —Yōichi lo avalaba—. Ocurrirá todo lo contrario. —Sus palabras intrigaron a sus interlocutores.

—Explícate —pedía Yūki.

—Véanlo por ustedes mismos. —Les mostró aquella página que conocían a la perfección.

Lo verdaderamente interesante radicaba en la galería.

—Kuramochi, ¿sigues esperando que te pongan en esa página? ¿Por eso sigues visitándola?

—¡Cállate y mira tus cursilerías!

—Quien sea el propietario de esta página tiene mucho tiempo libre o es un paparazzi consumado. Porque son buenas tomas. —Souh se deslizaba por la galería, tomándose su tiempo para apreciar cada foto—. En este país la privacidad parece importarles poco.

—Estas son fotografías de la noche que fuimos a cenar al restaurante coreano. —Ella estaba asombrada, incómoda y turbada.

—Es obvio que ya fueron vistas por todos. Hasta por Oshiro.

—Tenemos a una ex pareja a la que le rompieron el corazón, que le guarda resentimiento a Miyuki y si eso no es suficiente, continúa sintiendo algo por él; lo cual lo empeora aún más porque ahora está celosa y resentida. —El planteamiento del francés no era acogedor. Era una invitación al desastre.

—Esto ya no tiene nada que ver con Miyuki. Ya es contra ti. —expresó con gravedad—. Además, ¿desde cuándo ese idiota te domesticó para que te volvieras tan obediente? Tú no eres tan mansa.

Touché.

—Ni se te ocurra agregar nada más —amenazó a Tatsuhisa. Este le sonrió con cinismo—. ¿Y qué quieres decir con que me domesticó? ¿Estás insinuando que soy un animalito salvaje? —Aquellas mejillas se habían vuelto el método correctivo favorito de Yūki. Tirar de ellas se convertía en algo sumamente terapéutico para ella.

—¡Hazle esto a Miyuki, no a mí! —Fue liberado de su castigo.

Sora tomó rápidamente una captura fotográfica de la pizarra.

—¿Guardando la evidencia antes de que sea borrada? —preguntaba Kuramochi.

—Kazuya me dijo que yo no debía involucrarme. No obstante, nunca mencionó que no pudiera hacerlo alguien más. —Que tecleara y guardara su teléfono móvil con gran velocidad, despertó la curiosidad en los dos muchachos—. Kuramochi, ¿puedes encargarte de limpiar aquí? Te compraré el desayuno si lo haces. —Él asintió. Iba a hacerlo aun sin recompensa de por medio—. Souh, si el profesor llega antes de que yo regrese, invéntale una buena excusa.

Pronto su presencia en el aula no fue más que un recuerdo para ambos.

—¿Qué crees que tenga pensado hacer?

—Considerando la situación y el tercero que fue arrastrado en todo esto —Tomó la fotografía que ocupaba el epicentro del collage—, diría que siento mucha pena por el pobre diablo que hizo esto…. Aunque eso sería mentir.

—¡Oh! ¡Pero si es Rokujō! —exclamó al identificar al muchacho de la fotografía.

—De modo que ya conocieron a Kishō.

—Sé que él y Sora son amigos. Sin embargo, no imaginé que fueran tan cercanos.

—Miyuki no parece del tipo inseguro o celoso. No creo que haya problema.

«Si consideramos que es un engreído exasperante. Debe de pensar que no hay manera de que su novia tenga ojos para alguien más. ¡Maldito presuntuoso!».

—¡Kuramochi-senpai! ¡Esto es una emergencia! —Tan temprano y ya estaba estallándole los tímpanos a quien tuviera la mala suerte de escucharlo—. ¡Es una emergencia! —El menor entró al salón con dos cubetas llenas de agua jabonosa, y una esponja en cada una.

—¡Deja de aullar, idiota! —Su pie se estampó en el trasero del pitcher y el agua con jabón estuvo a nada de derramarse por el suelo—. Además, ¿por qué tanto alboroto?

—¡Mírenlo por ustedes mismos! —Un grito que le costó otra patada—. ¡Hay más de esas fotos en otros pizarrones de los salones de tercero!

—¿Qué? —Yōichi pestañeó sin terminar de procesar lo recién trasmitido—. ¿Qué hay más de esto en cada salón de tercero?

—¡Sí! —exclamó con un estilo militar—. Me di cuenta porque escuché a algunos chicos hablar sobre Sora-senpai. —Empezó a explicarse—. Decían que estaba jugando sucio. Que no se conformaba con Miyuki, que también le había hincado el diente al as de Inashiro. ¡Y que había pruebas de ello! —vociferó, arrugando el entrecejo. Estaba enojado—. Les dije que eso no era cierto, pero ellos me enseñaron esas fotos.

Kuramochi y Tatsuhisa hicieron un rápido intercambio de miradas. Y más pronto que tarde, salieron de su salón y examinaron el resto tan rápido como pudieron.

Sawamura habló con la verdad.

—Quitemos esas fotografías antes de que lleguen más estudiantes y las vean —propuso Kuramochi y el rubio asintió.

—¡Yo también ayudaré! —Eijun los alcanzó en el pasillo y les extendió una de sus cubetas—. Yo limpiaré el pizarrón de su salón. Ustedes encárguense de los demás. —Asintieron y comenzaron la faena.

No faltaron los curiosos que examinaron cada detalle de aquel acto de difamación. Incluso se atrevieron a tomar fotos con su celular; mas los ignoraron. Estaban centrados en quitar todo ese material y limpiar la pizarra para eliminar cualquier evidencia.

—Jamás creí que la hermanita de Yūki-san fuera de esa clase de chicas.

—Teniendo un novio aquí y luego enredándose con ese pitcher de Inashiro.

—¡Por algo dicen que las calladas son las peores!

—¡Pobre de Miyuki-kun! ¡Lo están engañando en su propia cara y con el enemigo!

—Ustedes paren el carro. —Kuramochi había terminado de limpiar el último pizarrón de segundo año y esos comentarios ofensivos llegaron hasta sus oídos—. Sora no está engañando a Miyuki ni con Narumiya ni con ningún otro chico. Y todas esas fotos no dicen nada.

—¡Ja! Puedes decir todo lo que quieras. No obstante, ¡esas fotografías dicen todo lo contrario!

—¡Sí! ¡Están en una cita! Hasta compartieron una copa de helado.

—Yo solamente veo a dos personas comiendo un postre mientras hablan de cualquier nimiedad. —Tatsuhisa llegó buscando a quien ya se había demorado más de lo que debería. Y ahora entendía el motivo de su retraso—. Si ven a dos personas engañando a sus respectivas parejas, entonces las que tienen un problema son ustedes —expresó con su mirar en ese grupo de chicas que hablaban sin medir las consecuencias. Y aunque su voz se mostraba sosegada, sintieron que era la calma antes de la tormenta—. Dejarse arrastrar por los chismes únicamente pone en descubierto su falta de criterio; así como una escasa integridad moral. Deberían preocuparse más por esas faltas que por la vida personal de alguien a quien ni siquiera conocen. —Tomó la cubeta vacía y le hizo una seña al callado muchacho de que era hora de irse.

—Vaya lengua filosa que tienes —comentó una vez que avanzaban por el pasillo que conectaba hacia su aula. La clase iniciaría en minutos—. Se lo tienen bien merecido.

—Podría apostar que este asunto ya se difundió más allá de Seidō.

—Vamos, no seas tan exagerado. Como si hubiera alguien a quien le importara lo que ocurre en la vida personal de Narumiya Mei al grado de compartir esas fotos en la red.

El almuerzo. Esa hora sagrada en que los estudiantes degustaban sus alimentos o se movilizaban a la cafetería a comprar algo que les mitigara el hambre, era uno de sus momentos más mágicos de todo el día. Era justamente cuando podía desayunar a su lado mientras charlaban sobre cualquier tema: cualquier tópico era válido sin importar lo inverosímil o poco trascendental que fuera. Lo que interesaba al final era tener un intercambio de palabras y conocerse un poco más a la vez que permanecían lejos de todos, disfrutando de la belleza de los jardines.

—Estoy totalmente seguro de que Kazuya asistirá a la fiesta que haré para noche vieja. —Una salchicha en forma de pulpo fue el primer alimento que entró en su boca—. Sora lo arrastrará hasta allá si es necesario.

—Mei, ¿y les comentaste que la fiesta incluye una velada completa en tu casa? —Su almuerzo no podría lucir vistoso, pero tenía los nutrientes necesarios que requería una deportista de su talla.

—No. Se lo diré un día antes. —Acabó con su embutido, tomando una rebanada de su tortilla de huevo—. No hay manera de que alguien no quiera terminar e iniciar el año con el mejor pitcher de todo Japón. —Porque amor propio era algo que le sobraba—. Será la fiesta del año. Kazuya sería un tonto si se la pierde.

—No quisiera sonar ofensiva, especialmente considerando lo mucho que estimas a Miyuki-kun. Sin embargo, como tu novia, debo hacerte la observación de que no deberías preocuparte tanto por alguien que no es recíproco contigo.

—Anna, yo conozco muy bien a Kazuya. Estoy consciente de su torcida personalidad y que no es ni por asomo un buen amigo. Y es justo por eso que lo invito a mis fiestas, aunque no vaya; o le llamo aun a sabiendas de que no me pondrá atención. —No existía ápice de mentira en su argumento. Hablaba con convicción, con la verdad en las manos.

—Eres más de lo que ese cácher merece, Mei.

—¡Teniéndote a ti, mi perfecta y hermosa Anna, estoy completo!

No se acostumbraba a sus oraciones plagadas de piropos y cursilerías. Mas le encantaba recibir esas dulces palabras; adoraba ser el centro de atención del chico más deseado de todo Inashiro, quien además resultaba ser el rey a la hora de lanzar.

—Ya verás que el tonto de Kazuya vendrá a mí cuando menos te lo esperes, rogando por mi atención y mis sabios consejos.

Su instante más precioso llegaría a su punto más alto cuando los labios de aquella cácher fueran suyos una vez más, como sucedía en cada almuerzo, en cada tarde antes y después de sus entrenamientos.

Si tan sólo no hubiera sido apartado de Harada por dos entrometidos chicos.

—¿Se puede saber qué les ocurre a ustedes dos? ¿No se dan cuenta que Anna y yo estamos desayunando en privado? ¡Interfieren con nuestro tiempo de pareja! —Se exaltó—. A partir de hoy enfocaré parte de mi energía en buscarles alguna chica para que los tengan entretenidos y nos dejen en paz a Anna y a mí.

Desde que regresó de aquella cita doble con la noticia de que se había vuelto novio de Harada Annaisha se había vuelto receloso con los momentos que tenía a solas con la cácher hasta el punto en que se molestaba cuando alguien los interrumpía.

—No necesitamos eso. —Katsuyuki no era un perseguidor de faldas. Él estaba enfocado en el béisbol y sus estudios.

—Habla por ti, viejo. —Carlos, el individuo con el mayor número de conquistas fallidas de Inashiro no estaba en contra de aquella propuesta.

—Ahora piérdanse.

—Ignóralo. —Shirakawa había llegado allí con una misión—. Si te hemos alejado de tu novia es para que seas solamente tú el que escuche lo que tenemos que contarte.

—Yo no le guardo secretos a Anna. Lo que tengas que decirme a mí, lo puedes hacer mientras ella está presente.

—Viejo, si hacemos eso podrías meterte en problemas con ella. —Toshiki únicamente adquiría un semblante de seriedad cuando llegaba la hora de batear. Por ende, el tema a tratar debía ser importante—. Velo por tú mismo. —Le extendió su teléfono móvil y él lo tomó.

—¡Esperen...! —Las muecas de su rostro eran de sorpresa, de estupefacción y finalmente de un marcado enfado.

¿Cómo tenían el pudor de inventarle tan ruin rumor? ¿Es que no podía reunirse con sus amigas? ¿Y quién demonios estaba acosándole a él o a Sora para haber obtenido esas tomas?

—¡Yo no estoy engañando a mi Anna!

—Lo sabemos —dijo el parador en corto —. Por ese motivo quisimos mostrártelo. Porque si nosotros nos encontramos con esto, no dudo que otros alumnos lo hayan visto también.

—¿Tienes idea de quién pudo haber hecho esto?

—Sí. —El nombre de esa persona llegó a su cabeza con la prontitud de un guepardo—. Chicos, no le digan nada de esto a Anna. Yo mismo me encargaré de solucionar este problema. Porque conociendo a Kazuya, esperará a que todo se solucione por sí solo.

Annaisha terminó de comer su caja de almuerzo. No tenía prisa. Todavía le quedaba más de medio receso para estar a solas con Mei por lo que permaneció sentada en la banca, aguardando por su retorno.

—Anna, al fin te encontré. —Una voz femenina y sumamente familiar se oyó desde atrás, llamándola.

—Suzume. —Sus miradas conectaron. Estaban cara a cara—. ¿Ocurre algo? Te veo agitada.

—Es que en cuanto me enteré vine a buscarte. —Ella no corría a menos que hubiera algo muy importante impulsándola.

—Sé clara porque no te estoy entendiendo nada.

—¡Es sobre Narumiya-kun! —Suzume Ito, la joven que la observaba con una mezcla de conmoción y duda, era su mejor amiga y simultáneamente era la persona que se enteraba de absolutamente todos los chismes que circulaban por la escuela.

—¿Qué es lo que sucede con mi Mei? —cuestionó arqueando una ceja.

—En Internet andan circulando fotos de Narumiya-kun con una chica que no eres tú.

Aquel lanzador era un chico popular. Sin embargo, ninguna chica se atrevía ya a invitarlo a salir porque él había dejado claro que la tenía a ella de novia. Ya no poseía interés alguno en ninguna otra. Así que únicamente existía una posibilidad.

—Velas.

Sus sospechas se hicieron realidad. Y su sorpresa no radicó en hallar a la novia del capitán de Seidō degustando un helado en compañía de su pareja sentimental, sino en el hecho de que alguien hubiera seguido a uno de ellos para tomar esas fotografías.

—Mei no me está engañando. Él es absolutamente fiel a mí. —Podía apostar su reputación de cácher en ello—. Y ella tampoco está buscando algo con él. Exclusivamente se reunieron para hablar sobre una fiesta de fin de año —explicó a la vez que continuaba viendo aquel blog. Había cientos de comentarios y en todos tachaban de embusteros y rastreros a quienes no eran más que las víctimas de aquel teatro bien armado—. ¿Cómo se atreven a hablar de esa manera de mi Mei? —La serenidad de su voz y de su mirar no eran más que sinónimo de que la paciencia se le iba y el disgusto se instauraba en ella.

—No lo bajan de mujeriego, engreído sin escrúpulos y demás adjetivos horrendos.

Había sido testigo del enamoramiento de Mei, de lo que su despecho lo hizo hacer y de lo mucho que amaba a su mejor amiga. Y al igual que Harada, ella creía ciegamente en la inocencia del as.

—¡Esto es asqueroso! ¿Quién se atrevería a hacer semejante bajeza?

—No lo... ¡Un momento! —Se había olvidado del contenido de la plática que tuvieron Mei y Sora la tarde de ayer hasta ahora. Y es que dejando a un lado las trivialidades de las que charlaron, había algo que resaltaba—. La ex novia de Miyuki-kun… Tiene que tratarse de ella y de ese chico.

—Anna, ¿de qué estás hablando? No te estoy entendiendo.

La práctica de la tarde había concluido, pero él optó por seguir entrenando lejos de la vista de todos con su bate como única compañía. Cuando lo sujetaba y agitaba con gracia, con fuerza, visualizando el lanzamiento que ansiaba golpear y mandar lejos, se desconectaba del mundo que lo rodeaba.

Quería olvidar aquella mañana, esas horas en las que fue el centro de conversación de sus compañeros de clase por razones tan lejanas a sus logros de béisbol.

Porque Kuramochi no lo había dejado en la ignorancia. Le había contado con detalle sobre las fotografías, sobre las palabras que tapizaron en los pizarrones y sobre el esperado enojo de quien no debería estar pasando por ese tórrido acoso.

—¡Miyuki! —gritaron su nombre con potencia, con los decibelios necesarios para sacarlo de su estado de concentración.

—¿Qué pasa? —interrogó al que lucía agitado, con sudor corriendo por los costados de su sien.

—Alguien está buscándote.

—¿Quién?

—Idiota, como si yo supiera. —Kuramochi no era el mejor mensajero del mundo—. Se trata de una chica.

—Dile que estoy ocupado. —Nuevamente volvió a poner en práctica su swing.

—No sabemos quién demonios sea, pero llegó a la zona de los dormitorios exigiendo ver al capitán de Seidō. Lucía realmente furiosa.

A Miyuki ningún nombre se le venía a la mente.

—Dijo que no se iría de aquí hasta que te viera. —El receptor lucía menos convencido de ir—. Te llevaré a rastras si no quieres ir por tus propios medios.

Arribaron a los dormitorios y se trasladaron hasta el cuarto techado. Al acceder todas las miradas recayeron en ellos.

—Allí está.

La joven estaba sentada sobre un banquillo, cruzada de piernas y brazos, sosegando su deseo de atentar contra su integridad física.

—Miyuki Kazuya. Al fin te dignas a aparecer. —Se levantó y caminó hacia el receptor estrella del equipo de Seidō.

—Eh, es incómodo que me llamen por mi nombre completo...

—¡Incomodidad debería darte no tener las agallas suficientes para frenar a esa maldita loca y permitir que la imagen del Rey de Tokio se viera manchada por tu ineptitud! —La conmoción de los presentes no se debía al abrupto levantamiento de voz, sino a los adjetivos negativos que le fueron dedicados al de gafas.

Nadie lo había atacado tan abiertamente.

—Espera, ¿de qué estás hablando?

—¡¿A qué viene esa estúpida pregunta ahora?! —De nuevo su voz se alzó y el enojo que le estrujaba el escaso buen humor remanente, se hizo más notorio—. ¿Es que estás fingiendo demencia?

Estaban cara a cara, con unos mundanos centímetros, separándolos.

—No la estoy fingiendo. Simplemente no sé de qué estás hablándome... Aunque creo que nos hemos visto en alguna parte antes...

—Soy Harada Annaisha, la novia del mejor pitcher de todo Japón. Recuérdalo, remedo de capitán. —El chasquido producido por su lengua no servía para sofocar sus deseos de transformar sus palabras en acciones, pero por ahora, era lo único que podía hacer—. Le dije a Mei que él no merecía a un sujeto de tu calaña como amigo. Sin embargo, él es demasiado bueno con la gentuza.

La tensión en el ambiente se volvía mucho más espesa. Nadie hacía o decía nada; sólo observaban, expectantes.

—Oh, sí. La cácher del equipo de sóftbol de Inashiro.

¿Nada lo alteraba? ¿Tan poca importancia le daba a su presencia y su irritación? ¿Y ese maldito desinterés en su timbre de voz?

—Mei no es precisamente el mejor tipo. Él también posee una personalidad cuestionable —comunicó para quien tenía en un alto pedestal a la estrella de Inashiro—. Si ya terminaste, me retiro. Quisiera seguir entrenando.

Hubo un mutismo sepulcral en el que hasta los susurros más suaves podían ser percibidos.

El eco de aquel golpe, de aquella bofetada hecha a mano limpia tuvo la potencia suficiente para estropear el equilibrio del receptor y tumbarlo sobre el suelo. Su mejilla izquierda se enrojeció, mezclando el dolor con el estupor.

—No te atrevas a poner a mi Mei en el mismo saco que tú. —Aquella cachetada no minimizaba su ira, pero le entregó complacencia cuando notó el estado del cácher. ¿Cómo podía ser tan débil que algo tan simple lo mandó contra el suelo? —. Busca a esa enferma ex novia tuya y al imbécil que la está ayudando; y tráelos aquí. Yo haré lo que tú debiste de haber hecho desde un inicio.

Él se levantó. Y sus labios que siempre esbozaban una sonrisa, formaron una planicie.

—¿No me escuchaste? —La poca tolerancia que poseía se extinguió y la orilló a tomarlo por el cuello para que reaccionara. Mas nada. Ni siquiera parpadeó—. ¡Di algo! ¡Dígnate a despabilar y hacer lo que te dije porque es lo mínimo que nos debes a Mei y a mí! ¡Responsabilízate por lo que esa idiota ha hecho!

Intervenir ocasionaría que esa joven arremetiera contra ellos por meterse en sus asuntos personales. No obstante, si no lo hacían, el siguiente movimiento de la iracunda chica podía llevar a su capitán a sufrir una lesión grave que lo incapacitara.

Ni siquiera habían movido un solo músculo antes de que la puerta se abriera, asegurándole el acceso a quien no consentiría por más tiempo el abuso físico hacia el receptor.

—Bájalo inmediatamente —exigió con la intransigencia que merecía la situación y con el palpable deseo de hacer cumplir su demanda bajo cualquier precepto.

No titubearía en cruzar la línea y hacer uso de la fuerza bruta.