Buenas noches gente. Como casi es viernes, pues toca traer un poco de diversión y drama a sus vidas. Y si no lo necesitan, pues tocará aguantarse porque es de lo que viene cargado este capítulo. ¡Nos leemos la próxima!


Starry Sky


El camino de regreso a Inashiro comenzó tranquilo; Anna ya conocía bien la ruta que había de tomar y, al igual que Mei, no le molestaba el tiempo de espera para que el tren pasara en la estación. De cualquier forma, se encontraban juntos y con las manos asidas.

—Yūki-kun es una buena chica, me agrada mucho —mencionó Anna—. Espero que Miyuki-kun no la lastime en un futuro; ella lo aprecia de una forma especial.

Mei lo pensó unos segundos. Por algún motivo que no entendía, Kazuya tenía ese efecto en las mujeres con las cuales salía. No sabía si se trata de su físico o sus habilidades en el béisbol, pero todas ellas terminaban atadas al cácher de un modo casi enfermizo; al menos, parecía que Sora era un poco más inteligente que las demás.

—Yo no me preocuparía por eso: Sora sabe defenderse muy bien.

Anna sonrió.

—Eso es cierto. Su estilo es mucho más estilizado que el mío, sabe protegerse mejor que yo.

En ese momento, el metro arribó frente a ellos y Anna entró al vagón, sin comentario alguno. Narumiya la siguió, con algunas palabras de Kazuya en su mente. Anna sonreía, tranquila y ajena a lo que le revelaron a su novio esa noche.

Y es que ella sabía lo mucho que le molestaba a Mei que Seiya la siguiera como mosca.

—Anna, dime algo —pidió. La muchacha lo miró con la misma dulzura que siempre.

—Por supuesto, lo que quieras.

—Kazuya me dijo que anoche te acompañó Kimura. ¿Eso es cierto?

La receptora asintió un par de veces.

—No quería ir sola a un lugar que desconocía, y Seiya sabe en qué momento intervenir para evitar que me haga mucho daño.

Mei hizo una mueca de molestia y se cruzó de brazos.

—Por supuesto. Supongo que con «intervenir» te refieres a abrazarte mientras Sora y su pandillero amigo golpeaban a esos otros sujetos —musitó sin siquiera disimular su coraje.

Anna, quien estaba recargada en uno de los tubos para sostenerse, lo miró con asombro. ¿En serio iba a encelarse por eso?

—Mei, me golpearon en el estómago; apenas podía sostenerme. Fue un alivio que Seiya estuviera ahí, deberías estar agradecido —dijo entre un suspiro de agotamiento.

—¿Agradecido con el sujeto que evidentemente quería aprovecharse de la situación? Además, me dijiste que fuiste sola. —Le reclamó con la barbilla alzada.

—No, lo que yo te dije fue que Yūki-kun y Rokujō-kun se encargaron de esos cobardes mientras yo me recuperaba —corrigió ella un tanto molesta—. Seiya no intervino en la pelea…

—Claro que no, estaba ocupado abrazándote.

Mientras el tren llegaba a la estación de su destino, se presentó un silencio alargado e incómodo. Anna esperaba a que Mei se retractara, mas el orgulloso pitcher no daría su brazo a torcer. Confiaba en sus palabras, como siempre.

Las puertas del metro volvieron a abrirse y la pareja bajó al andén. La muchacha caminaba apenas unos pasos por delante de su pareja, como si exigiera que le respondiera.

—¿Acaso habrías preferido que fuera sola a un lugar así de peligroso? —cuestionó ella sin detenerse.

—Habría preferido que fueras con alguien más. Alguien de mi confianza.

Anna se paró en seco y se dio la vuelta para encarar a Mei. Ahora él no era el único enojado en esa conversación.

—Ah, ¿sí? ¿Como quién? ¿Shirakawa? Ambos sabemos que él no me cuidaría, aunque su vida dependiera de ello. O espera, ¿te referías a tu amigo Carlos? ¿Ese que abiertamente me ha invitado a salir? ¿Ese que me ha coqueteado unas…? ¿Cuatro veces?

Mei la miraba con firmeza, con apenas un ápice de enfado en sus ojos azules. Y es que, aunque le molestaba que ella le ocultara algo así, su coraje estaba enfrascado únicamente en ese hipócrita amigo suyo.

—Esto es diferente y lo sabes. Además, Carlos no ha intentado nada desde que tú y yo somos novios —declaró y Anna soltó un suspiro de exasperación.

—Pues debió detenerse desde la primera vez que le dije que no. —Se dio la vuelta para seguir caminando— Pero parece que todos ustedes son iguales… —murmuró.

—¿Cómo dices? ¿«Todos nosotros»? —espetó Mei adelantándose a ella para obligarla a mirarlo— Anda, dímelo, ¿a quiénes te referías?

Porque ahora sí se encontraba descontento con ella. Con la chica que se mordió el interior del labio y bajó su rostro.

—Mei, no quise…

—Jugadores, ¿cierto? Porque eso quisiste decir.

—Si yo creyera eso todavía, no saldría contigo —alegó pasándose una mano por el cabello. Mei asintió un par de veces.

—Oh, sí. Eso me lo dejaste claro desde hace un año, querida Anna. Desconfías de los jugadores de béisbol sólo por ser literalmente eso, pero vas por la vida con ese doble cara manipulador.

Harada resopló previo a seguir caminando. No podría defender a Seiya de esos adjetivos; mas era obvio que le molestaba que su novio se expresara de esa forma de su mejor amigo. Y es que, diablos, ¿por qué no podían al menos tolerarse el uno al otro?

—Seiya no me faltó al respeto, ¿bien? No se propasó conmigo ni trató de manipularme. Lo conozco bien.

—Entonces sabes que detrás de cada una de sus minúsculas acciones se esconde una intención. Tú misma me lo dijiste.

—Él no intentó seducirme anoche, ¿de acuerdo? Y, de cualquier forma, ¿crees que sería capaz de hacerte eso a ti? —espetó en la entrada del colegio— ¿Me crees capaz de engañarte?

—No estoy dudando de ti ni por un segundo…

—Entonces no te comportes como si fueras mi dueño. Yo saldré con quien se me antoje y eso ni implicará que estoy faltándote al respeto ni mucho menos que esa otra persona quiere seducirme. ¿O qué? ¿Llegará el día en el que me prohíbas conversar con Shirakawa?

—Yo no dije eso —exclamó Mei deteniéndose en la entrada a los dormitorios femeninos—. No pretendo ser tu dueño, sólo espero que entiendas que ese Seiya no quiere precisamente tu amistad. Y tú lo sabes.

—Bueno, ¿y eso qué? Yo exclusivamente quiero ser tu novia. No me interesa cuántos más quieran tu puesto.

—¿Y tampoco te interesa que eso implique ignorarme a mí? ¿Faltarme al respeto a mí? ¡Golpeaste a Kazuya por mucho menos que eso!

—¿En serio? ¿Ahora estás defendiendo a ese inútil, bueno para nada? —reclamó, ofendida. Después de todo lo que hizo por él…

—Así de ridículo como sueno defendiendo a mi mejor amigo, suenas tú defendiendo al tuyo —atajó el rey de Tokio con una ladeada sonrisa de victoria.

Anna volvió a morderse el interior del labio.

—¡Bien! Entonces no permitiré que me lleves a mi edificio.

Mei abrió la boca, asombrado.

—¡Perfecto! Entonces yo no te daré un beso de despedida.

Ella frunció los labios, molesta.

—¡Excelente! Ya lo querrás mañana, a ver si tu mejor amigo te lo da —concluyó la chica antes de, con los brazos cruzados, caminar hacia su último destino.

Su sabor. Su textura. Todo era absolutamente nuevo para ella, para su paladar que hallaba en ese postre lácteo una exquisitez de la que no deseaba seguir privándose. Incluso se lamentó por no haberla probado antes; empero estaba satisfecha de abrirse a nuevos horizontes.

La persona que la acompañaba, la veía en silencio, completamente acostumbrada a la amplia sonrisa que se le dibujaba en sus labios cada vez que probaba algo que contenía la esencia del café.

—Jamás entenderé tu fanatismo por el café —expresó quien sabía de su adicción, quien conocía lo expresiva que se volvía cuando tenía en sus manos ese elixir de vida.

—¿Me lo dice quien bebe un vaso de leche cada noche antes de dormir? —La natilla de café de su recipiente de vidrio se había acabado. Su mirada reflejaba el deseo intrínseco de comer una más.

—La leche es saludable. No es adictiva.

El grisáceo de sus pupilas encontraba su igual en las de la chica que se había dejado caer sobre la mullida alfombra que cubría la habitación.

—El café con leche sabe bien. —Sobre su abdomen sus manos se encontraron y se entrelazaron. Lucía tan cómoda—. ¿Y ya decidiste a qué preparatoria quieres asistir?

—Sora, todavía es muy pronto para hablar sobre esos temas. Apenas estoy empezando mi segundo año.

—Nunca es demasiado temprano para pensar en ello —dijo con una sonrisilla.

—Siempre he pensado que eres demasiado madura para tu edad. Incluso más que yo, que te llevo un año. —La miró; estaba entretenida viendo las estrellas fosforescentes que cubrían todo el techo.

Seguramente se lamentaba de que la luz estuviera encendida y no pudiera disfrutar de aquella bóveda celeste artificial.

—No es que yo sea madura. Es que tú eres demasiado despreocupada...

Su oculto deseo se hizo realidad. La noche fue creada y con ello llegó el nacimiento de decenas de pequeñas estrellas que la vigilaban desde las alturas, arropándola con su falso brillo.

—De vez en cuando deberías relajarte. No sé, disfrutar un poco de tu adolescencia.

Se movilizó y se recostó a su lado derecho. El marrón oscuro de su lisa cabellera contrastaba con el profundo azabache que se dispersaba sobre el suelo, como si tuviera vida propia.

—Invita a salir a ese chico que tanto te gusta. Ya sabes, a Takigawa-kun.

—¡Shika! —gritó, arrastrando su atención hacia la descarada que no le importaba tocar un tema tan delicado para ella.

—He visto tomates menos rojos que tu cara. —Su dedo índice picaba aquella mejilla tan colorada como si fuese un panqué esponjoso al que no podía resistirse. Ese era uno de sus malos hábitos—. Ya admite que te sientes atraída hacia él.

—Nuestro trato es meramente profesional. —Su extraña respuesta provocó en su amiga una risotada que tuvo que sofocar, tapándose la boca—. Lo que te acabo de contar no es un chiste.

—Yo me estaba riendo de otra cosa, Sora. Para nada me divertía verte negando lo que es obvio para todos los que te conocemos bien. —Yūki bufó y su frente se arrugó. Se había molestado—. Takigawa-kun es bien parecido, amable, caballeroso y posee un futuro prometedor en el béisbol. Y te apuesto toda mi colección entera de rompecabezas que como novio debe ser una maravilla.

—A nadie le interesaría tu aburrida colección.

—¿Has ignorado todo lo que te dije y te has centrado únicamente en eso? —cuestionó con fingida ofensa—. Además, es al único al que le has permitido llamarte «Sora-chan» aparte de tus abuelos. Y eso debe significar algo.

—Takigawa-kun ha tenido mucha paciencia con Rei-chan. Lo ha apoyado. Incluso ha sido el único del equipo que ha creído en él como pitcher. Por lo que puedo permitirle que me llame de ese modo. —La necedad era un aspecto muy arraigado a su personalidad y su amiga jamás se olvidaba de ello.

—Si no puedes decirle que te deje de nombrar con ese honorífico por sentirte en deuda con él, yo puedo hacerlo.

—No necesitas hacer cosas innecesarias. —Shika dibujó una sonrisa en sus labios. La había atrapado—. Mejor piensa en el futuro de nuestro club. Estoy segura de que eres la favorita para convertirte en capitana cuando las de tercero se retiren... Y cuando ese día llegue debes conducir el equipo con diligencia.

—Despreocúpate. Haré mi mejor esfuerzo si ese puesto me es entregado.

—Eso es perfecto.

—Incluso estoy mentalizándome a futuro —indicó, confundiéndola—. Ya hasta he pensado en quien sería mi sucesora cuando esté en mi último año. —Eso sí era una revelación—. Te recomendaré a ti con el entrenador para ser la capitana.

—¡¿Qué?! —Se levantó con brusquedad, dejando que el estupor emergiera por cada poro de su piel—. ¡¿Qué dijiste?! ¡¿Que tú harás qué?!

—Te recomendaré como la próxima capitana del club de kick boxing. —Ella estaba tan feliz y complacida por hacerlo. Sora era en extremo lo contrario.

—Shika, hay muchas chicas en el club que poseen más experiencia para el liderazgo. Deberías replantearte esa decisión prematura. —No era una petición, sino una súplica—. Yo no tengo madera para dirigir a nadie, mucho menos a esas chicas.

—Sora, eres la mejor de las chicas de primero. Las de tu generación aspiran a ser la mitad de buenas que tú y las demás te respetan. —No vacilaría en proporcionarle todas las razones de peso que la llevaron a elegirla a ella y a nadie más—. Las personas necesitan un líder comprometido con la causa, que trabaje más duro que el resto, que se muestre firme ante las circunstancias adversas. Tú eres así: alguien confiable.

—Estás malinterpretándome.

—No. Eres tú la que se está infravalorando. —Yūki se acostó otra vez para mirar las estrellas en vez de responder—. Tú puedes con la capitanía del equipo y mucho más —musitaba—. Cuando llegue el momento estarás lista.

Shika siempre le brindaba palabras de aliento, de seguridad. Le recordaba que sus capacidades no tenían límites si se esforzaba por ver más allá de la pared que muchas veces ella misma se colocaba en frente.

—No lo sé... No estoy segura de que vaya a salir bien. —Inseguridad. Eso era lo que se percibía en su oración—. Todavía queda tiempo. Puedes elegir a otra persona de aquí a que te gradúes.

—Sora, en esta vida es necesario correr y tropezar. Porque sólo así las personas crecen y se mejoran a sí mismas. —La experiencia y la sabiduría se conjugaban armoniosamente en su personalidad—. Si no te mueves, nunca avanzarás.

—No quiero decepcionar a las chicas, ni al entrenador, ni a ti. —Le costaba abrirse, mas ella tenía el don de lograrlo tan fácilmente.

—Fallar es inevitable. Todos pasamos por ello. —Su mano se desplazó hasta la cabeza de la dubitativa chica. Y por breves segundos, sus dedos juguetearon con esos oscuros mechones—. No temas en atreverte a hacer aquello que te produce duda y miedo... Recuérdalo Sora: este mundo no está hecho para los cobardes.

Era el mismo sabor. Era la misma consistencia. Era todo tan idéntico a como cuando lo probó por primera vez. Sin embargo, sobre su cabeza no había estrellas falsas que brillaran con pretensión en un pequeño y redondo techo. Ahora únicamente había numerosos focos que iluminaban el suelo y a todos los que dedicaban parte de su noche a aquel deporte de combate.

—Si no vas a terminarte esa natilla, dámela —exigió nada cordial la persona que se había sentado a su lado, en el piso, aguardando a que recuperara el aliento.

—Adelante.

—Sora, tú jamás desprecias algo que tenga café. —Kuramochi estaba estupefacto. No creyó que ella le cediera un postre y menos si en teoría podía ser uno de sus favoritos—. ¿No me digas que todo ese entrenamiento te afectó a tales niveles?

—Estoy agotada y mañana seguramente esté completamente adolorida. No obstante, esa no es la causa de que te esté obsequiando mi natilla de café. —Empezó a desenvolver las vendas que habían protegido sus manos y sus nudillos. Le restaba deshacerse de sus tibiales.

—Creí que no volverías a practicar kick boxing. No después de que estuviste ayudando a tu ex entrenador. —Aceptó la comida gratis y empezó a comer.

—Kuramochi, las calles de Tokio se han vuelto muy salvajes y peligrosas. No me siento segura en ellas; tengo que aprender a defenderme a mí misma porque mi novio es pacifista y beisbolista.

—Sora, acabas de rematar a tu contrincante de práctica con un gancho horizontal. Al cual se le escaparon un par de lágrimas del dolor que debió sentir. —Ella procedió a hidratarse—. ¿Es otra vez por lo de tu peso?

—Kuramochi, tú de verdad no le tienes demasiado aprecio a tu vida. —El pelirrojo llegó, bañado en sudor, con una toalla colgando sobre su cabeza—. Fui yo quien la hizo venir.

—¿Tú? ¿Por qué motivo? —Yōichi siguió con la mirada al joven que tomó asiento enfrente de los dos.

—Sora requiere hacer algo que le ayude a mantener su peso y a liberar estrés. Yo necesito tener la tranquilidad de que podrá valerse por sí misma si algún idiota intenta sobrepasarse con ella. —Él era sobreprotector y no le importaba demostrarlo—. De este modo matamos dos pájaros de un tiro.

—Ningún hombre que la conozca siquiera un poco tendría las agallas de forzarla a hacer algo que no quisiera. Primero terminaría con una nariz rota. —Rokujō se carcajeó ante una verdad innegable—. Y su novio actual es más lento que una tortuga.

—Sora, ¿serías capaz de apalear a Miyuki si te hiciera algo inapropiado? —Quiso saber Kishō.

—¿Por qué me están preguntando esta clase de cosas?

—Son novios. Es normal que entre ustedes pasen cosas divertidas...—Ella había olvidado que el pelirrojo era un chico de mente abierta que no temía abordar temas que a muchos les escandalizaba.

—Viejo, ese sujeto es muy pasivo con todo. No creo que se atreva a pasar de la caja de bateo. —Yōichi era otro desvergonzado con el que su mejor amigo podía llevarse muy bien—. Si algo llegara a pasar será por obra y gracia de Sora.

—Si ese es el caso, entonces...—Enfocó sus ojos en quien se estaba arrepintiendo de haberlos presentado—. Da tú el primer movimiento. Estoy seguro de que acumulaste buena experiencia en tu anterior relación son Souh. Porque él no era para nada pasivo.

Kuramochi veía a Sora con otros ojos, con otra perspectiva. Y es que nunca creyó que una chica tan seria como ella pudiera ser tan traviesa.

—¡Quita esa estúpida sonrisa de tus labios! —ordenó—. ¡Y tú no tienes que estar contándole esa clase de cosas a este tonto! —Y es que sus mejillas habían dejado de ser tan pálidas.

—Entonces usa lo aprendido en Miyuki. A ver si así deja de ser tan insoportable.

¿En serio estaba insinuándole que pasara a segunda base con el cácher? ¿Qué clase de peticiones eran esas?

—Procura ir de poco en poco o se puede asustar —recomendaba Rokujō.

—Ustedes dos son unos malditos sinvergüenzas. —Sonrieron simultáneamente—. Además, Kuramochi, ya que estamos en materia. ¿Por qué no me cuentas más sobre esa rival tuya?

—Sobre esa chica misteriosa de la que ni siquiera conocemos su nombre. —Los papeles se invirtieron. Ahora eran ellos dos contra él.

—Esa noche pasaste de nosotros hasta que ella se fue. —Fue el suave reproche que Sora le dio.

—Su nombre es Reika. —Sabía que no lo dejarían en paz hasta que les respondiera. Ese par agradecieron lo cooperativo que era.

—¿Sin apellido ni nada? —preguntaba el pelirrojo.

—Ella prefiere que la llamen por su nombre. Por eso no lo mencionó.

—¿Y me has usado de pretexto para ir a ese arcade y verla esta noche? —Yūki al fin podría empezar a cobrarse cada bromita que ese corredor le hizo.

—Deberías invitarla a salir. Hacer algo diferente puede ser muy positivo para su relación.

—¿Quién dijo algo de una relación? Ella no me gusta —refutó—. Quiero derrotarla y postularme como el mejor jugador de la ciudad.

Sus oyentes suspiraron y masajearon su frente, intentando adquirir paciencia.

—Bueno, te creeremos. —Ya habría otro momento para que Sora se divirtiera con la extraña relación que tenía con esa joven misteriosa.

La temperatura descendía. Y el nuevo día era uno de los más gélidos del mes de diciembre.

No podían pensar en la diversión que el invierno tenía reservada para ellos. Lo único que ocupaba sus mentes era la llegada de la odisea más grande y salvaje de sus jóvenes vidas: el campamento de invierno.

El entrenador los reunió, haciendo las indicaciones pertinentes para que los miembros de primer año supieran el infierno del que iban a ser víctimas durante los siguientes días antes de que pudieran irse a casa a disfrutar de sus escasas vacaciones.

Y mientras los chicos comenzaban el brutal entrenamiento, las mánager se encargaban de sus respectivas actividades.

—Juro que este año hace mucho más frío que el anterior. —Se quejó Sachiko al entrar al comedor, tiritando. Su gorro y bufanda le eran insuficientes.

—No sé cómo es que los chicos son capaces de entrenar con un clima tan horrendo. —Haruno traía una chamarra extra.

—Los de segundo ya están acostumbrados. Pero los de primero tienen que estarla pasando muy mal. —Yui estaba tan abrigada como el resto.

—Yo los veo bastante motivados pese al inclemente clima. —Sora fue la última en llegar. Y la que captó las miradas de todas—. ¿Ocurre algo?

—¡¿Es que no tienes frío?! —exclamaba Umemoto.

La joven únicamente tenía una bufanda alrededor de su cuello.

—Está un poco fresco. —Su respuesta las dejó heladas—. Hoy es el primer día del entrenamiento invernal. Así que, ¿haremos algo de cenar para los chicos?

—Usualmente preparamos bolas de arroz rellenas con sus ingredientes favoritos. Sin embargo, considerando el clima, creo que les vendría bien otra cosa. —Natsukawa sacó una pequeña libreta de la bolsa de su pantalón y empezó a hojearla—. El curri es caliente, delicioso y fácil de preparar.

—Sí. Aunque es poco práctico. —Sachiko era difícil de convencer—. Hoy haremos bolas de arroz rellenas.

—¡Hagamos pastel de arroz! —prorrumpió Yoshikawa para todas.

—¿Mochis? —Yui, acariciaba su barbilla, meditando esa opción—. Son sabrosos y podemos ponerles rellenos diversos. Y hacerlos puede ser terapéutico.

—Perfecto. El segundo día haremos pasteles de arroz. —La de coletas aprobó la idea de la de primero.

—Y el 25 será la fiesta de navidad; ese día lo tenemos cubierto. —Les recordó Yūki.

Nabemono para el 26. —La de primero estaba muy participativa—. Son sustanciosos y vigorizantes. Perfectos para enfrentar este campamento infernal.

—Si vamos a hacerlo, entonces anotemos el curri en el menú. —Yui no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer.

—Bien, hagamos el nabemono y el curri. —Umemoto se resignó. No podía con esas dos cuando se les metía una idea en la cabeza—. Tendremos más trabajo. ¿Seguro que podrán soportarlo?

—¡Sí! —profirieron entusiasmadas. Estaban contentas de que sus platillos fueran aceptados.

—¿Tú no tienes un platillo en mente? ¿Algo que te gustaría que hiciéramos? —cuestionaba Sachiko a Sora.

—Patatas dulces asadas.

—Jamás las hemos hecho. Y son bastante fáciles de cocinar. —Estaba considerándolo—. Después de tanto trabajo que tendremos, asar patatas será como un regalo para nosotras.

—Veo que tienen toda una comitiva aquí. —habló Takashima tras ingresar. Ella también iba protegida ante las inclemencias del clima.

—Estamos planeando el menú para los chicos. Para cuando terminen de entrenar —explicaba Yui. Hasta le entregó su libreta donde había anotado todo lo que harían de acuerdo al día.

—¿Van a estar bien con todo esto? —A veces esas estudiantes suyas le causaban preocupación por lo mucho que se esforzaban.

—Estaremos bien, Takashima-sensei. —Sachiko habló por todas. Se veía tan segura.

—Chicas, deberíamos poner manos a la obra que tenemos que hacer muchas bolas de arroz. —Las manos de Yui ejecutaron un aplauso, captando la atención de sus compañeras.

Lavaron el arroz hasta que el agua quedó totalmente transparente. Procedieron a escurrirlo en un colador, por partes. Y con este en la olla, calentándose a fuego máximo para que hirviera, se dedicaron a cortar las algas secas y reunir los ingredientes con los cuales rellenarían las futuras bolas de arroz.

Cuando el arroz estuvo cocido, se entibió y se trasvasó para ser manipulado más fácilmente por cada una de ellas.

—Esa es una bola de arroz muy extraña...—El comentario inocente de Haruno llevó a todas a ver lo que Sora intentaba hacer.

—Es irónico. Porque hasta donde sé tus padres poseen un restaurante muy popular en la ciudad, reconocido por su gran sazón. —Para Sachiko era un enorme misterio que esa muchacha fuera tan mala haciendo bolas de arroz o cualquier cosa de comer.

—Estoy segura de que Miyuki-kun se comerá gustoso todo lo que le prepares. —Yoshikawa era muy positiva.

—Créeme. Mejorarás con el tiempo. —Rei habló y todas le pusieron mucha atención—. Cuando estaba en preparatoria mis dotes para la cocina dejaban mucho que desear. Pero practiqué hasta que pude hacerlo bien. —Y como muestra tenía esa bola de arroz recién hecha, de bordes perfectos—. No te desanimes.

—Sí, lo agradezco. —Ella habría de comerse esas bolas antes de soportar las burlas de ese cácher que era un maestro a la hora de guisar.

—Y bien chicas, ¿alguna de ustedes tiene planes para estas fechas? —La dulce sonrisa de Rei escondía oscuras intenciones—. Ya saben, salir con amigas, amigos, o tal vez con su pareja.

—¡No! N-nada de eso...—Haruno se sonrojó ante la última insinuación.

—Aquí la única que tiene pareja es Sora —soltó con cierto pesar Yoshikawa.

—Y de seguro ya tiene listo su regalo de Navidad —aseguraba Yoshikawa—. ¡Qué romántico!

«¡El regalo! ¡Lo olvidé! Podría terminar comprando todo. Pero ¿en qué momento? Prácticamente seré una esclava del equipo de béisbol a partir de este día».

Tal vez si se le hubiera declarado después de diciembre no pasaría por tales predicamentos.

—Podría decirse que sí...

—Dinos, ¿qué le regalarás a Miyuki-kun? —Yui hablaba por todas.

—Nada especial. —Con esa respuesta esperaba que ellas desistieran—. Ya saben, lo de siempre.

—Estoy segura de que estará contento de recibir un regalo tuyo. —El apoyo venía de la profesora de inglés—. Podría parecer despreocupado y que no le importa mucho lo que la gente piense sobre él, pero no es del todo cierto. Miyuki-kun sabe valorar los pequeños detalles que la gente tiene hacía él.

—Takashima-sensei, parece conocerlo muy bien. —Sachiko habló—. Aunque es de esperarse. Después de todo, fue usted quien lo reclutó.

—Lo conocí cuando él cursaba su primer año de secundaria...—relató—. Y lo cierto es que ese día iba para reclutar a Chris-kun. —Confesión que provocó intercambio de miradas entre las cuatro jovencitas—. Sin embargo, al final terminé invitando a Miyuki-kun a Seidō debido a que quedé bastante impresionada por sus habilidades como cácher.

—¿Y siempre fue así? Ya sabe. Embustero y cínico. —Porque Umemoto deseaba saciar su curiosidad al costo que fuera.

—Digamos que algunas cosas no han cambiado mucho. Y otras por fortuna, sí.

El momento en que se conocieron por primera vez era un evento que jamás olvidaría. Y es que, ¿se estaba esperando un comentario como ese emergiendo de los labios de un mocoso que no debía superar los doce años de edad? ¿Qué clase de educación le fue impartida para que le dijera eso a una mujer?

—Yūki-kun, si alguna vez Miyuki-kun te dice algo que te incomode, no dudes en abofetearlo.

—¿Ah? ¿Qué quiere decir con eso? —Sora no entendió. Y las otras tres estaban igual.

—Hay cosas que son mejor no saberlas. —No hubo respuestas para ellas, solamente más intriga.

Los de segundo año podrían haber tenido la ventaja de experimentar el año anterior el campamento de invierno, pero igualmente sus cuerpos resentían todo el gasto energético gastado; y a eso se le aunaba un apetito feroz que obligó a más de uno a cubrir sus estómagos para ocultar sus ruidos de hambre.

Afortunadamente, sus plegarias fueron escuchadas y materializadas cuando las mánager los reunieron para ofrecerles manjares que fueron incapaces de ignorar.

—Dime cuáles hiciste tú para no comerlas. —Kuramochi no quería perecer en su primer día de campamento.

—Esta. —No existió mayor satisfacción para Sora que el meterle una bola entera de arroz en la boca—. Está rellena de camarón. Disfrútala.

—¿Qué dijiste? ¿Quieres otro? —La mano de Kazuya se ubicaba detrás de su oreja, como si estuviera agudizando la audición—. Dice que le encantó y que quiere todas las que preparaste.

—¡Yo no dije eso! —Sin embargo, alguien tenía que comerse esas bolas de arroz deformes.

Miyuki se agarraba el estómago ante la escena tan divertido. El resto prefería limitarse a ver y rezar para que Yōichi no se ahogara.

—Espero no mueras, Kuramochi.

—Eso no es lo que deberías decirme. —Frunció el ceño y empezó a pellizcar sus mejillas—. Además, ese no era mi relleno favorito.

Kazuya volvió a carcajearse. Disfrutaba de ver al corredor tumbado sobre el suelo; había recibido una buena maniobra de proyección.

—¡Imbécil, es tu maldita culpa! ¡Tú eres quien debería haberse comido esas bolas de arroz insípidas! —Se levantó y atrapó el cuello de la camisa de su capitán. Era hora de mitigar esa risa insoportable que colmaba sus nervios.

—Lo haría, pero ya no hay —indicó con pesar.

—Para ti tengo estas. —Sachiko llegó con una charola repleta de bolas de arroz; esas sí se veían impecables.

—Tomaré una. —Porque el cácher no era tonto. Él sabía de dónde comer—. Regular.

—¿Regular qué? —Umemoto torció los labios ante la evidente inconformidad del receptor. Nada parecía estar a su altura.

—Todavía puedes mejorar.

—Un día de estos va a golpearte. —Yōichi rogaría para que esa noche fuera hoy mismo.

—Y yo no pienso salvarte. —Yūki sabía que toda la culpa era de ese chico por andar hablando de más sin pensar en las consecuencias.

—Deberías estar envolviendo el regalo de tu novia y no desestimando mi sazón. —Sí algo debería de saber es que Umemoto daba bofetadas con guante blanco—. Porque no serías tan mal novio para no obsequiarle nada por Navidad cuando ella ya tiene un presente para ti, ¿verdad?

—Conociendo a Miyuki de seguro ni pensó en la posibilidad. —Nada como unirse a la mánager para atacar verbalmente a su capitán—. Sora, ya sabes lo que dicen: año nuevo, novio nuevo.

—¿Ah? —Kazuya miró confundido a ambos—. ¿De qué están hablando?

—¡Las parejas se regalan algo en Navidad! —exclamaba Sachiko. Empezaba a visualizar a ese chico como a un incordio.

—Ninguno de los dos acordó nada al respecto. —Era una excusa creíble para él, no para la de segundo año.

—Eres un desconsiderado, Miyuki-kun —acusaba intransigente—. Sora, mejor dale ese obsequio a otro chico que sí lo valore.

—Podrías dárselo a ese amigo cercano tuyo. Ya sabes, Rokujō. O en su defecto a Tatsuhisa. —Yōichi estaba muy participativo.

—Kazuya y yo no acordamos nada. —Un punto a favor para el capitán—. Y si no quieres tu regalo, está bien. No te obligaré a recibirlo. Todavía estoy a tiempo de dárselo a alguien más.

Kuramochi se carcajeó. Umemoto no podía ocultar la complacencia que sentía por la amenaza pasiva dada por Sora. Los tres estaban esperando la respuesta de quien se había callado, sentenciándose.

—Se lo daré a Ki-chan. A él le gustará.

—Estoy seguro de que él lo valorará más —opinaba Yōichi.

—Yo no dije eso. —Esos tres optaron por mantenerse a la espera.

—¿Entonces interpreto eso como un «sí»? —Yūki sonrió con disimulo al ver a su descarado novio evadirle la mirada. ¿Es que se había apenado por algo tan simple? —. Le pondré papel decorativo con temática de béisbol.

—¡Ey, ¿a dónde vas?! —Yōichi no iba a dejar que se escapara.

Antes de que pudieran continuar molestando al arisco capitán, el grito de terror de Haruno provocó que todos la miraran.

—¿Qué ha ocurrido? —Sachiko fue la primera en aproximarse a la jovencita e interrogarle por su estado y las circunstancias acaecidas.

—¡Algo se ha robado las bolas de arroz que dejé sobre la mesa! —exclamó alarmada. Se le veía tan angustiada; probablemente se sentía culpable por el hurto que fue incapaz de impedir—. Cuando me di cuenta ya sólo quedaba una bola de arroz. Entonces lo vi... ¡Era un animal pequeño y peludo!

—¿Acaso se tratará de una rata? —dedujo Kuramochi—. He escuchado que Tokio tiene plaga de ratas. Tal vez se trataba de una muy hambrienta.

—¡Una rata! ¡Una rata gigante y gris está corriendo a toda marcha hacia los dormitorios! —El grito inconfundible de Sawamura alertó a todos.

—No podemos permitir que un animal como ese ande libremente por Seidō. —Maezono alzó la voz para convocarlos a lo que sería una cacería de grandes proporciones—. Atrapemos al animal y deshagámonos de él.

—Una rata... Deberíamos atraerla con queso. —Furuya aportó su idea—. Tenemos que ponerlo en un sitio en el que podamos encerrarla.

—No puede ser un espacio grande. Tiene que ser una habitación. —Norifumi también quería contribuir.

—Esperar a que entre a uno en específico será tardado. Y probablemente no llegue a ocurrir. —Kanemaru previa todas las posibilidades—. Hagamos grupos y cada uno se enfocará en atraparlo.

Sin embargo, antes de que el plan de Shinji pudiera realizarse, las estruendosas exclamaciones del pitcher zurdo robaron la atención de los presentes, dejando en evidencia que no solamente no había puesto atención a la propuesta de su compañero de clases, sino que además había salido corriendo con su guante puesto.

—Será mejor que vengan. Eijun-kun se puso como loco persiguiendo a la rata y terminó en los dormitorios de la segunda planta.

Nadie notó que Haruichi se había ido hasta que les dijo todo aquello con una respiración comprometida por el esfuerzo físico que tuvo que hacer para moverse entre dos puntos a gran velocidad.

Se movilizaron porque sabían lo precipitado que podía ser Eijun y los destrozos que causaría en su intento por acordonar al roedor.

Trataron de localizar al muchacho, pero ya no lo encontraron donde Kominato dijo que estaba. Tendrían que seguir indagando.

Y aunque continuaban sintiendo un enorme desagrado por no haber dado con el roedor, tuvieron que renunciar a la búsqueda y dirigirse a ducharse, cambiarse y dormir; debían recuperar energías para continuar con el entrenamiento.

—Es como si se lo hubiera tragado la tierra —espetó Kuramochi tras no localizar al ruidoso muchacho por las cercanías.

—Ya volverá cuando tenga frío y hambre. —Comentario que no podía venir de nadie menos que no fuera Miyuki.

—Eijun-kun no es un animal —defendía Sora—. No podemos permitir que ande allá afuera, enfriándose. Podría enfermarse.

—Se preocupa más por él que por ti —hablaba Yōichi, quien desafortunadamente había terminado con esos dos.

—Kazuya, ¿dejaste encendidas las luces de tu habitación? —interrogó Yūki mirando con detenimiento las habitaciones que estaban en la segunda planta, frente a ellos.

—No.

Miyuki fue directamente hacia su habitación. Y sus acompañantes, movidos por la curiosidad, lo siguieron de cerca.

Bajo el umbral de la puerta, las expresiones de cada uno de los tres espectadores adquirieron un matiz diverso, reflejando lo que aquella escena les provocaba.

Kuramochi veía al causante de todo el desorden de la habitación con una sonrisa que se amplió hasta su límite antes de explotar en una estridente carcajada. Se arrepentía por no portar su teléfono móvil para sacar capturas de la noche en que Sawamura Eijun puso de cabeza la habitación del capitán de Seidō.

Sora ignoró los libros y lapiceros desparramados sobre el escritorio, igual que las camas distendidas. Su único interés eran las manchas oscuras repartidas por todo el suelo, por la ropa de cama, por el escritorio y por el cuerpo del pitcher. Inclusive el rostro del menor poseía unos pequeños y visibles arañazos.

Miyuki por su lado, quería de mínimo, mandar a Sawamura directo al segundo equipo.