¡Buenas tardes! Otro milagro pre-navideño se ha manifestado y ha permitido que traiga la continuación más pronto de lo esperado. No se cuestionen nada, sólo disfruten la lectura mientras comen algo delicioso.
Imbalance
Saludó a su padre. Ascendió por las escaleras, ignorando el rechinido que cada paso suyo producía. Sonrió con enternecimiento cuando encontró la comida que este compró para ambos y suspiró al hallar el refrigerador lleno de cervezas.
Su habitación se mantenía intacta; justo como el día que la dejó para regresar a Seidō cuando concluyeron sus vacaciones invernales del año pasado. Los posters de béisbol, el pequeño televisor, el librero, una cama individual y una alfombra mullida eran los aditamentos más importantes con los que contaba el pequeño espacio que por años lo recibió a la hora de dormir.
Sin embargo, esta vez regresó acompañado.
—No sé cómo vaya a tomarlo. Mas estoy seguro de que lograrás ganarte su aprobación. —Sacó a la felina de la transportadora y le permitió inspeccionar su nuevo entorno—. Al final te saliste con la tuya, Sora.
Se recostó y miró el techo. No demoró en sentir un peso extra sobre su abdomen; aquel pequeño cuerpo proyectaba una contextura suave y ligera.
—Apenas llegaste y ya te sientes como en tu casa. —El animal maulló—. Descarada.
Jamás tuvo una mascota; más por falta de tiempo que por interés. Tampoco creyó que acabaría volviéndose el propietario de ese escurridizo animal que llegó a los dormitorios a unos días de Navidad.
Esos ojos azules lo observaban con escrutinio. Y él no comprendía cómo era posible que alguien tuviera el corazón para abandonar a un ser indefenso sólo porque la familia se había vuelto un poco más grande.
Sobraron los adoptantes. Sin embargo, un día antes de que el campamento terminara y se decidiera su hogar definitivo, entendió lo que esa felina le había estado comunicando durante los días que vivió en su habitación.
Ella lo había elegido. Y él había sido atrapado por su personalidad tan calma y amorosa.
—Debo ir de compras o de lo contrario únicamente habrá cerveza en los próximos días.
Se cambió y tomó el dinero que su padre siempre guardaba en el galletero. Dejó el celular porque quería descansar de los mensajes que Mei le mandaba en un intento por convencerlo de ir a su fiesta de año nuevo.
Retornó a casa con las bolsas de las compras y se encontró con su padre fuera del taller; y para su sorpresa estaba acompañado.
—¿Cómo es que...? —Se preguntó—. Mei. Él debió darle mi dirección.
No entendía el porqué de su presencia. No obstante, al prestarle más atención se percató de que el motivo principal que la llevó hasta su domicilio había sido su propio descuido.
—Kazuya, has regresado —pronunció su padre en el momento en que cruzaron mirada—. Han venido a buscarte.
—Lamento haberlo importunado, Miyuki-san. —Se disculpó con quien la había recibido—. Únicamente vine a traerle unas cuantas cosas a su hijo y me marcharé.
—No te preocupes. Las visitas son bien recibidas.
—Agradezco el gesto. Sin embargo, no quiero importunar —expresó.
—Ella es una chica ocupada. Lo mejor sería que resolviera su asunto aquí y regresara a casa. —Kazuya se acercó; conocía muy bien a su padre y quería evitar indagaciones innecesarias.
—Toma.
Sora colocó un bolso negro a su costado derecho; dentro había alimento para gato, una bolsa de arena, un rascador, un cepillo y numerosos juguetes.
—Sino hubiera sido por Eijun-kun todo esto se hubiera quedado y ahora tendríamos que comprar todo de nuevo. —Aunque su voz era apacible se encontraba regañándolo por ser tan descuidado—. No olvides que tienes que cepillarla dos veces por semana. Y ni si te ocurra dejar la puerta o ventanas abiertas; no queremos que huya de casa.
Él exhaló.
—Sí, lo sé. —Se lo repitió un par de veces antes de dejar la escuela.
—Pues no lo parece. —Frunció el entrecejo. Él esbozó una sonrisa guasona—. Y piensa en un mejor nombre para ella.
—Es hábil y dinámica; muy difícil de atrapar cuando empieza a correr. Por lo que Change-up es el nombre perfecto para ella.
—Ya me cansé de insistir. Que se llame change-up, fastball o como te plazca. —Que se rindiera representaba una gran victoria para el cácher.
—¿Y este gato?
Unos minutos de distracción bastaron para que Toku se trasladara hasta la entrada de su casa y se percatara de que ya no eran dos viviendo en ese hogar.
—Bien, sobre eso...—Miyuki quería prepararse para esa charla; pero sus planes fueron arruinados.
Ambos entraron a casa para explicar la situación.
—Así que fue abandonada —expresó el padre sintiendo los suaves roces que la minina le regalaba a sus pantorrillas.
—Sus antiguos dueños ya no la querían. Y como tampoco encontramos ningún adoptante decente, pues...
—Kazuya decidió cuidar de ella y traerla a casa.
Ella sabía que los interesados abundaron; y, por ende, la desamparada felina podía tener el mejor hogar posible. No obstante, había sido el mismo Miyuki quien al final no se decantaba por ninguno. Y eran obvias sus razones
—Nunca habías mostrado interés por tener una mascota. —O tal vez había sido incapaz de notar ese deseo en su propio hijo por todas sus ocupaciones laborales.
—Lo sé, pero...—Debía decirlo y las negociaciones podían dar inicio—. No ocupa demasiado espacio y come muy poco.
—Y ya sabe usar su arenero —profirió Sora—. Hasta encontramos una veterinaria económica para llevarla a vacunar.
Toku escuchó en silencio a ambos adolescentes. Se sorprendió y se conmovió por el deseo que su hijo expuso de manera muy clara a través de gestos que él conocía a la perfección.
—Ya tienes la edad suficiente para hacerte cargo de una mascota. Solamente evita que salga de casa o que coma cosas que no deba. —Y su hijo asintió.
Días atrás le profirió a aquel insistente pitcher un sinfín de razones por las cuales no podía asistir a su exclusiva fiesta de fin de año; pero ninguna fue lo suficientemente convincente para que él le creyera y lo dejara en paz.
La peor parte era que el festejo incluía una velada forzada en compañía de los jugadores del primer equipo de Inashiro. ¿Y quién en su sano juicio iría a una reunión con su enemigo más acérrimo?
Suspiró con pesadez y resignación. Tomó su bolso deportivo y abandonó la comodidad de su hogar.
—Si le dices que te enfermaste repentinamente de sarampión puede que Mei acepte que no vayas a su fiesta.
Fue el comentario que recibió cuando se halló en el campo visual de quien, probablemente, ya llevaba unos cuantos minutos esperándolo.
—También se lo mencioné y me pidió un comprobante médico. —Tenía peor cara que cuando el mundo se le vino encima tras su lesión.
—Le has dicho tantas mentiras que ya no cree en ti.
—Como sea. Vámonos antes de que empiece a timbrarme como maniático. —Le había puesto un tono diferente al contacto de Narumiya para ignorarlo cuando lo llamara.
—No importa que hagamos, no le gusta meterse en su transportadora. Prefiere trasladarse de ese modo —expresó Sora tras encontrar con la mirada a quien se había convertido en la compañera de viaje de su pareja.
La pequeña y peluda minina asomaba su redonda cabeza desde la calidez y seguridad del gorro que poseía la chamarra de Miyuki. Y antes de volverse a esconder, saludó con un suave maullido.
—La estás malacostumbrado, Kazuya.
—Ella se duerme en mi guante. Y probablemente piense que mi gorro es lo más cercano a uno.
—Pues hay que prestar mucha atención. No vaya a salirse o peor aún, alguien se la vaya a robar al verla —protestó con un aire de preocupación.
—Me lo dices como si fuera un descuidado.
—No fui yo quien no la encontraba un día en mi propia habitación.
—Oye, yo que iba a imaginarme que Sawamura entraría a escondidas y se la llevaría para enseñárselas a todos los del campus —alegó frunciendo el ceño.
—Pues sé cuidadoso.
—Sobreprotectora. —Porque no iba a privarse de la oportunidad de burlarse sobre sus manías.
Parados frente a aquel alto portón blanco, aguardaban pacientemente a que alguien escuchara el timbre y se decantara por abrirles y permitirles el paso.
La puerta fue abierta, accediendo al hogar del lanzador más famoso de todo Japón. Y desde la sala, estaban siendo recibidos silenciosamente por las miradas de los titulares de Inashiro. Era en sí, una situación un tanto incómoda por demasiados motivos.
—¡Chicos, denle la bienvenida a Kazuya y a su novia! —Mei hizo la presentación ante sus compañeros de equipo. Todos escucharon en silencio—. Ella es Yūki Sora. ¡Sí, la hermana de Tetsu-san! —El nombre mencionado causó un suave cuchicheo entre todos los de Inashiro—. Kazuya no únicamente aspiró a quitarle la capitanía, sino también a la hermana.
—No se podía esperar menos de alguien tan infame como Miyuki. —A Katsuyuki no le importaba mostrar su gran desagrado por aquel receptor.
—Mei, no iré a salvar tu pellejo si te metes en problemas por hablar de esa manera de Miyuki. —Masatoshi no quería estar de niñera esa noche.
—Puedo presentarme por mí misma —habló Sora para quien sonreía como un astro.
Narumiya estaba más brillante que nunca. Tal vez ser el anfitrión de aquella fiesta lo había estimulado más de lo usual.
—Mei nos ha contado mucho sobre ti. —Toshiki, el más rápido de Inashiro, ya estaba frente a la hermana menor de Tetsuya—. Dijo que eras una salvaje con la capacidad de romperle la nariz a cualquier idiota que se te cruzara enfrente. Pero ahora que te veo, puedo decir que está muy equivocado.
—Carlos, lo mejor sería que no intentaras alguna jugada con ella. —Narumiya sentía el deber de advertirle.
—Una chica con una apariencia tan frágil y un rostro tan bonito sería incapaz de herir a alguien. —Nadie decía nada. Todos observaban el espectáculo en silencio—. Por qué no empiezas el año a lo grande, ¿eh? Mi sangre latina no te decepcionará.
—Si lo quitas del primer equipo, todo Seidō te estaremos agradecidos. —Kazuya daba los mejores consejos siempre.
—Deberíamos decirle que lo que está haciendo está mal. —Itsuki era un chico de valores. Él no quería una confrontación entre Miyuki y Kamiya a causa de los coqueteos de este último—. Miyuki-san, él no está hablando en serio. Está jugando.
—Oh, eres una chica muy callada.
—Kazuya, y tú que decías que los jugadores de Inashiro eran muy apretados y son igual de graciosos que los de Seidō.
Carlos parpadeó confundido. El resto de los chicos se encontraban en el mismo estado.
—¿Eh? —El jardinero central no supo cómo reaccionar—. No, no. Lo que quiero decirte es que nos olvidemos de esta sosa fiesta. —Mei al oírlo se quejó—. Y vayamos a un sitio más divertido. No sé, tal vez quieras que te lleve a conocer los dormitorios de Inashiro.
—Están cerrados porque estamos de vacaciones —mencionó el ex capitán.
—Kazuya, ¿no deberías marcar territorio? Carlos está otra vez en esa época del año por lo que no dudará en flirtear con Sora toda la noche —susurraba Narumiya a su mejor amigo—. A mi Anna también la importunó con sus sucias propuestas. Pero le di su escarmiento.
—Mei, Sora ni siquiera se da cuenta que él está coqueteando con ella.
El lanzador observó a esos dos con más detalle. Mientras Kamiya se desvivía diciéndole oraciones cliché de conquista, ella se limitaba a escucharlo sin ningún cambio en su inexpresivo semblante.
—Kazuya, voy a sacarla. Debe de tener sed y hambre. —Yūki dejó hablando solo al más mujeriego de todo Inashiro para ocuparse de asuntos verdaderamente importantes.
Y todos rieron ante el rechazo más indiferente de toda la historia del latino.
—Podrías tener razón.
Sora sacó a la minina de su cómoda cama y se la entregó; debía ocuparse de ella mientras extraía de su bolso todo lo necesario para atender las necesidades alimenticias de la gatita.
—¡¿Y ese gato?! —Mei casi pegó un grito al ver que esos dos habían traído un animal a la fiesta.
—Es Change-up —informaba Miyuki sin darle mucha importancia al asombro del rubio.
—¡¿Por qué demonios se llama así ese gato?! —No estaba enterándose de nada—. ¡¿Qué clase de enfermo le pondría el nombre de un lanzamiento a un animal?!
—Kazuya —contestó Sora.
—¡Eso es demasiado enfermizo hasta para ti, Kazuya! —señalaba Narumiya. Y todos sus compañeros coincidían con él.
—No importa lo que le digas, él no le cambiará el nombre. —Yūki ya había puesto los platos de la minina en el piso, llenos de agua y suave comida—. Vamos, a comer.
Change-up apenas había sido puesta sobre el suelo antes de que desapareciera. Era como si algún hoyo negro la hubiera absorbido. Aunque la realidad era que yacía en los brazos de la persona que no se esperaba fuera amante de los gatos.
—¡Qué cosita más adorable eres! ¡La más hermosa que puede haber en este mundo!
Anna, la persona que menos expresiones faciales ofertaba a los que la rodeaban, estaba sonriendo; sus mejillas gozaban de un bonito y suave rubor.
—¡Mira tus patitas, tu redonda carita y esos divinos ojos azules! —Sus ojos reflejaban tanto amor, tanto cariño. Brillaban como nunca antes lo habían hecho—. ¿Cómo es posible que una criatura tan divina y perfecta pueda ser la mascota de un sujeto tan despreciable e inútil?
Annaisha la restregó contra su mejilla. Adoraba su suavidad y ese ronroneo que emergía de su diminuto cuerpo peludo. Era tan mona, tan fácil de querer y apapachar.
—¡Ey, deja a Change-up, mujer primitiva! —exclamaba Miyuki notoriamente molesto de que esa chica se llevara a la felina—. Recién la acabamos de bañar y la vas a ensuciar.
—¡Oye, mi Anna es una mujer aseada! ¡Huele súper rico!
—¡Incluso te ves divina con esa bonita camiseta! ¡Aunque si fuera la de Inashiro sería muchísimo mejor! —La pequeña gata vestía una prenda superior blanca con el logotipo característico de Seidō; llevaba hasta un dorsal atrás—. Podría acariciarte toda la noche hasta el amanecer.
—Kazuya, no seas grosero. Harada-kun no va a hacerle ningún daño a Change-up. —Sabía que su novio no llevaba la fiesta en paz con Annaisha, pero hasta ella sentía que estaba dramatizando de más.
—Mei, ¿te das cuenta que tu fenómeno muestra más afecto e interés por un gato que por ti, su supuesto novio? —preguntó inocente—. No sé, debe ser humillante que te cambien por un animal.
—¡Mi reina jamás sería capaz de hacer eso! Ella solamente es buena con los animales.
—Si le dieras a elegir entre Change-up y tú, ella ya estaría pensando de qué color le compraría un collar para ponérselo. —Miyuki, oficialmente, era esa clase de amigos que no quisieras tener a tu lado.
—¡Claro que no! ¡Ella me ama a mí por sobre todas las cosas! —vociferó. Kazuya le sonrió desafiante—. ¿No es así, mi hermosa reina?
—Y dime, ¿dónde consiguieron esta preciosidad? ¡Porque está hermosa y debió costarles una fortuna!
—Llegó un día a los dormitorios de Seidō. Muchos pensaron que era un roedor —contó para la amante de los gatos—. Aunque Kazuya se resistió, al final terminó quedándosela. Hasta le pidió permiso a su padre para tenerla.
—¿Ves cómo te ignoró? Pasó por completo de tu existencia. No eres más que ruido molesto para ella.
—¡Mi reina, mírame! ¡Mímame a mí! —rogaba mientras sus celos eran demasiado evidentes para todos.
—Esta noche quedará para la posteridad como la noche en que Narumiya Mei perdió contra un gato. —versaba Carlos con profunda tristeza—. El rey ha caído.
La amplia sala fue el lugar predilecto para que el bufé se estableciera. Había el espacio suficiente para que cada uno pudiera pasar y servirse lo que más le apeteciera.
Y si es que algo había que aplaudirle a Narumiya Mei es que poseía un gusto exquisito para la comida y en cómo esta debía ser mostrada a los comensales.
—Coman. No se arrepentirán. En esta casa sólo comemos lo mejor.
Narumiya invitó a sus compañeros de equipo y agregados a que se sirvieran; y comprobaran por ellos mismos que su declaración era cierta.
—Oh, esto se ve muy bien. —Carlos no pudo resistirse al pollo frito.
—Mei, ¿no crees que esto ha sido excesivo? —Masatoshi sabía que a ese chiquillo le gustaba lucirse en el diamante; mas ya hacerlo fuera de la cancha le parecía innecesario.
—Déjalo. Es mejor esto a soportar sus berrinches. —Katsuyuki se había servido unos panecillos; él con poco estaba bien—. Lo que no entiendo es por qué tenía que invitarlo a él. Su presencia ya arruinó la velada.
—A mí también me da gusto verte, Shirakawa. —Sonrió cínico. Era tan infame y desagradable para el pelirrojo.
—Y tú, qué horribles gustos tienes. Tu hermano debe sentirse decepcionado por tan mala decisión —dijo para quien su único pecado era salir con ese cácher.
—¿Qué fue lo que le hiciste para que te aborreciera de ese modo? —Miró a quien comía tranquilamente una pieza de pollo.
—Sora, hay odio dentro del corazón de ese chico. Aborrecerme le sale natural. —Ella miró al aludido que se estaba conteniendo de ir y estamparle el pastel en la cara—. Come, no te contengas. Nadie te juzgará por comer más que el resto.
—Ten. Estámpalo directo en su horrible cara.
La asombrosa velocidad de Shirakawa se hizo presente cuando llegó hasta Sora con una tarta mediana en su mano derecha. No le importaba desperdiciar comida si con ello lograba que Miyuki Kazuya sufriera.
Antes de que su sueño pudiera materializarse, la aguda voz de Mei irrumpió y rompió toda la tensión. ¿Por qué no podía leer el ambiente?
—Nos alegra mucho que hayan podido asistir a la fiesta de Mei.
—Esperemos que la comida sea de su total agrado.
Las dos jóvenes que llegaron, eran en su mayoría, desconocidas para los presentes. Sin embargo, cuando se consideraban sus características físicas era demasiado fácil vincularlas con el anfitrión de la fiesta.
La más alta sujetaba su larga cabellera en una coleta alta luciendo una suave capa de maquillaje; era en apariencia la mayor de los tres Narumiya. Y aquella que rozaba la estatura del Rey de Tokio prefería ir al natural y dejar que su corta cabellera mostrara su encanto natural.
Ambas, aún con su diferencia de edad, poseían un bonito porte y un rostro agraciado.
—Soy Narumiya Midori. Un gusto en conocerlos —habló la chica de coleta—. Por favor, cuiden de mi imprudente hermanito.
—Narumira Shiho, un gusto. —La menor habló y sonrió al ver a su hermano fruncir el ceño ante el comentario de la mayor—. Sé que muchas veces puede ser exasperante, pero es lo que hay.
—¡Shiho-chan! ¡No digas esas cosas en frente de mis amigos!
—¡Oh, Kazuya está aquí! —exclamaba Midori con palpable emoción. Incluso se acercó a saludar—. Cuando mi hermano me dijo que vendrías no le creía… Es bueno verte por aquí.
—Ah, sí. Yo también estoy sorprendido de haber venido.
—Y bien, ¿quién es tu acompañante? —interrogó muy curiosa. Hasta sus cejas subían y bajaban aguardando su respuesta.
—Mi novia.
—¿O-ocurre algo? —Sora sintió esas celestes pupilas escaneándola sin ninguna discreción.
—Kazuya, con cada novia que tienes tu fetiche se vuelve más notorio —versó mitigando una risilla que amenazaba con salir—. Desvergonzado.
—Mei es el de los fetiches, no yo.
—¡Ey, yo no tengo fetiches! ¡Tú eres el fijado de las copas, no yo!
—Toma. Te traje dos. Tú no te preocupes, esto no saldrá de aquí. —Shirakawa era fiel a sus convicciones y nunca descansaba hasta verlas realizadas—. Hazlo y tendrás mi eterno agradecimiento.
—Veo que todo está bastante movido por aquí. —Una nueva voz se unió a la comitiva de beisbolistas que cesaron sus actividades para enfocarse en quien les resultaba un total desconocido—. Parece que saben cómo divertirse.
—Él es Harada Ryūji, el hermano mayor de mi hermosa Anna.
El azabache de su cabello lo compartía con su hermana menor; mas discernía en el ondulado que le daba volumen y forma a su agitada cabellera. Su tez apiñonada y sus ojos cafés claros recordaban enormemente a los de la menor. Sin embargo, él era más alto y mucho más esbelto.
—Tal parece que te mandaron vigilante, Mei —indicó Kazuya para quien quería soltarle un buen insulto; mas se contuvo por la presencia de aquel hermano mayor—. Ya conoce tus mañas.
—¡Kazuya! —chilló Narumiya. ¿Por qué era tan mal amigo?
—Yo te dije que cortaras lazos con él, pero no me hiciste caso. —Sora suspiró y sintió pena por el chico que agitaba a su pareja.
—Tú debes de ser Miyuki Kazuya —El deseo de Ryūji por entablar una conversación con el infame cácher dejó a varios confundidos y hasta perturbados—. Admiro tus habilidades como jugador. Así como la manera en que diriges a tus lanzadores y tu capacidad para mantener tu cabeza fría cuando todo parece ir en contra.
—Ah, gracias. —Los cumplidos no le extrañaron. Su naturaleza opuesta a la de su hermana, sí—. ¿Tú también juegas béisbol? ¿Qué posición?
—Jugué durante mis años de preparatoria. Fui pitcher. —Allí estaba la palabra mágica para quien se dedicaba a dirigir a criaturas tan caprichosas.
—Interesante. —Tocar el tema del béisbol lo convertía de inmediato en una persona sociable—. ¿En qué te especializabas?
—Ya sabes. Clásica recta, tornillo y tenedor —respondió—. Lamentablemente mi equipo nunca pudo clasificar en el torneo de verano.
—Año con año emergen grandes talentos que vuelven todo un poco más complicado. Pero la vida sin retos es aburrida, ¿no te parece?
—Concuerdo contigo.
Nadie decía nada. Todos estaban centrados en ese par que había empezado a hablar de viejos partidos y sobre las estadísticas de los jugadores más prominentes que tenía la actual generación de preparatoria. El béisbol los había convertido en camaradas.
—Lo único que tienen en común ustedes dos es el parecido físico. —Shirakawa lucía más molesto de lo usual. ¿Y cómo no estarlo? Le habían truncado su único deseo de esa noche.
—Mi hermano adora a Seidō. Resulta inevitable que no se comporte de este modo. —Anna miró desde el rabillo del ojo a quien continuaba con esos pequeños pasteles en manos—. Primero necesitas distraer a Yūki-kun o no podrás acercarte a él.
El pelirrojo repasó sus palabras y terminó de comprender su mensaje cuando la cácher esbozó una pequeña y burlesca sonrisa; se habían vuelto cómplices de un futuro crimen.
Annaisha no estaba sola. Lo supo en cuanto Shiho le sonreía en la lejanía mientras tomaba por los hombros a la persona que necesitaban lejos del capitán de Seidō. No había mejor aliada que la hermana de tu pareja.
—¿Ocurre algo? —Sora no sabía cómo reaccionar. Esa chica poseía un actuar muy errático.
—¿Por qué no vamos por un poco de ponche y me cuentas cómo se conocieron Kazuya y tú?
—Pero...
No era una pregunta, era una orden pasiva. Lo supo al ser sujetada del brazo para ser guiada hacia la mesa que tenía un enorme cuenco de cristal lleno de ponche de frutas.
—Mei, mi rey, ¿por qué no nos cuentas cómo fue que elegiste los platillos para esta cena? Comparte con ellos un poco de tu sabiduría y buen gusto. Especialmente con tu amigo que ni ha sabido combinar su ropa para asistir a tu fiesta. —Su educación le prohibía ser grosera con las personas, mas su creciente desagrado hacia el cácher la orillaban a no ser compasiva con él al momento de hablar.
—¡Claro que sí, mi reina!
La petición más simple de Annaisha era suficiente para que Mei se desconectara del mundo que le rodeaba; en ese estado de euforia se olvidaría de todo lo que no fuera la mujer que amaba. Y ese preciado instante era todo lo que Shirakawa necesitaba.
Acto seguido: se hizo el silencio. La conmoción envolvió el corazón de quienes presenciaron el desenlace que sobrevino cuando esos dos se encontraron.
—Maldición. Le dije a Mei que no era buena idea tapizar toda la sala con esta alfombra mullida, pero jamás hace caso. —Katsuyuki miró su pie atascado; luego a quien le impidió irse de bruces contra el suelo—. Se ha desperdiciado todo ese delicioso pastel… Al menos me he evitado una posible lesión. Tu infame persona ha servido de algo.
Tosió para sacar el exceso de pan y betún. Limpió su nariz con el antebrazo para despejar sus vías respiratorias altas. Aunque era incapaz de ver con claridad pese a quitar la mayor parte de pastel de sus gafas.
—¡Kazuya! —Narumiya alzó la voz cuando su amigo fue convertido en un tiro al blanco—. ¡Shirakawa, ¿por qué lo hiciste?! ¡Mira cómo lo dejaste!
—A veces soy un poco torpe. —Mentir jamás era un problema para él—. Es algo que a todos nos puede ocurrir.
—Al fin su ropa combina. —Anna se esforzaba para no carcajearse y burlarse abiertamente del patético estado de Miyuki. Nadie la privaría de tomar una foto conmemorativa.
—¿Ya puedes respirar mejor? —Sora se acercó. Y despejó por completo su boca y nariz con una servilleta—. Mei, ¿dónde está el baño?
—Hay uno al fondo a la izquierda.
—Andando —ordenó para quien deseaba hacerse el independiente y llegar solo al baño—. No ves nada con los lentes así. Deja de ser necio y deja que te lleve.
—No es necesario. Yo puedo hacerlo solo.
Sora refunfuñó. Y él se fue objetando mientras ella tomaba su mano entre la suya para guiarlo por el camino correcto.
—Puedo hacer esto yo solo.
—Estás a nada de estamparte contra la puerta del baño y ni siquiera te has dado cuenta. —El obstinado se las apañó para entrar y dejarla con las palabras en la boca—. Mei, espero no tengas nada de valor ahí adentro.
Ni tres minutos transcurrieron desde que ingresó cuando escuchó un par de cosas estrellarse contra el suelo; una tras otra, como si alguien estuviera furioso y deseara desfogarse tirando todo lo que estuviera al alcance de sus manos.
—Kazuya, voy a entrar, quieras o no.
La fina jabonera al lado del lavamanos había caído y se había fragmentado sobre el suelo, haciéndole compañía a los cepillos de dientes y a una toalla de manos que no fue devuelta a su lugar original. Y el causante de tal desastre yacía inclinado frente al lavabo con sus manos aseando frenéticamente su rostro; estaba desesperado por deshacerse de los restos dulces y pegajosos del pastel.
—¿Dónde has dejado tus lentes? —La pregunta de Sora llevó a Kazuya a detener su aseo; se había paralizado y ella no entendía por qué—. Espero no los hayas tirado.
—Te dije que me haría cargo. Regresa con Mei y los demás.
—Me iré después de que encuentre tus lentes. —Indagó el suelo y su búsqueda la llevó hasta la taza de baño—. ¿Cómo acabaron hasta aquí? —Recogió las gruesas gafas; todavía estaban sucias.
—Dámelos.
—¿Por qué no quieres que te vea sin gafas? —Era la impresión que le trasmitía con esas actitudes tan recelosas.
—Son ideas tuyas. —Extendió su mano intentando halar la toalla de manos; agarró la nada.
—La tiraste. —Le alcanzó una limpia y finalmente pudo secarse—. Siéntate y espera a que lave tus anteojos.
Ambos eran necios. Sin embargo, él sabía que en su estado actual no podía ganar.
—Kazuya, deja de hacer el ridículo y quítate la toalla. —El cácher se hizo a un lado para que ella ocupara el lavabo; no descubrió su rostro.
—Date prisa.
Depositó un poco de jabón líquido de manos sobre las micas y procedió a lavarlas.
—Están listos. —El último paso consistió en secarlos con un paño limpio—. Ten.
Qué iluso fue. Ella no iba a dárselos de buenas a primeras. Era obvio lo que quería; y si él deseaba recuperar sus lentes tendría que ceder.
—Embustera.
—Yo lo llamo negociación.
Las cejas fruncidas expresaban lo poco que le agradó ese forzado trato. Pero a ella no le importaba irritarlo.
Su indomable cabellera y sus gruesas y masculinas cejas eran el preámbulo que invitaban a quedarse, a admirar cada detalle de su cara. Su mirada color chocolate, su perfilada nariz, sus carnosos y apetecibles labios, su rostro que pecaba por su simetría. Y ese aire de autosuficiencia era todo lo que él necesitaba para robar la atención de cualquier mujer; incluyéndola.
Miyuki Kazuya era endemoniadamente atractivo, usara o no sus lentes. Y ella ya no sabía cuál de las dos versiones le gustaba más.
Lo maldijo por conducirla por ese sendero de incertidumbre.
—Están mucho más limpias que antes. —Miyuki por fin podía ver con claridad. Y su felicidad la plasmó en una pronunciada sonrisa.
Ella suspiró. Tenía que enfriar su cabeza y sus pensamientos. Y debía hacerlo sin que él lo notara.
—Regresemos. Tengo hambre y quiero seguir probando los platillos que hay.
—Engordarás.
—¡Sígueme provocando y arrojaré tus lentes por la ventana!
Volvieron a la sala y el ambiente festivo estaba en su apogeo. Y mientras las charlas casuales tenían lugar, la comida y el ponche se habían vuelto los mejores compañeros para los comensales.
No obstante, había dos personas que tenían intenciones de retirarse.
—Si desean más comida pueden encontrarla en la cocina. —Midori dirigió sus palabras hacia su hermanito—. Conoces a papá. Ni se te ocurra armar un gran jaleo o podrías romper alguno de sus costosos jarrones de colección.
—El número de emergencias está anotado en la nevera por si alguien se rompe algo. —Shiho era una chica prevenida—. Y nada de invitar chicas únicamente porque se quieren divertir.
—Hermanas, ¿por qué se van?
—Tus hermanas tienen algunos asuntos de vital importancia que atender —respondió Midori para quien ya estaba haciendo un puchero—. Y ya que el hermano de Harada-kun está aquí, podemos irnos con absoluta tranquilidad.
— Ryū-kun, diviértete mucho en la fiesta —dijo para el muchacho que comía alegremente una rebanada de pastel—. Y Anna cuida de nuestro hermanito...—Le guiñó el ojo. La cácher logró discernir la doble connotación escondida en su petición.
—Narumiya-san, descuide. Me encargaré de la seguridad de Mei. —Las hermanas se miraron sin saber a quién de las dos se estaba dirigiendo—. Mi hermano y yo nos encargáremos de que esta fiesta concluya sin percances.
—Anna, ya te he dicho que no hay necesidad de que seas tan formal con ellas. Puedes hablarles por su nombre.
—Mei, eso sería muy irrespetuoso de mi parte. No lo haré.
—Oh, Anna, ¡eres tan adorable! —Le encantaba que fuera tan formal porque la hacía lucir sumamente encantadora.
Las hermanas se despidieron y el cargo de esos adolescentes quedó en manos de quien estaba muy concentrado escuchando lo que Masatoshi le comunicaba con inesperado interés. Los otros miembros de Inashiro comían y bebían en silencio; Mei y Anna estaban en su nube rosa de caramelo por lo que ignoraban lo que ocurría con el resto de los invitados.
—¿Quieres pastel? —Ofreció Sora para quien no deseaba ver ese postre en los próximos meses—. Sí, supuse que no querrías. Una pena porque está delicioso.
—Todavía estamos a tiempo de irnos...—Aprovecharía que Mei estaba distraído para huir y olvidarse de esa fiesta.
—Vamos Kazuya, deja de ser antipático y únete a la fiesta.
Narumiya apareció en el peor momento para llevarlo con el resto de los chicos. Estaba obstinado en que conviviera al precio que fuera.
Para Kazuya era tarde, pero para Sora aún no. Aprovechando el secuestro de su novio, ella emigró en dirección a las escaleras. Tomó asiento en el cuarto escalón y sorbió de su ponche; había algo muy diferente en su sabor si lo comparaba con la primera vez que lo probó.
—A esto le agregaron algo más...
No se quedó con la curiosidad y comenzó a inspeccionar cada una de las mesas; husmeó por debajo de los manteles hasta que dio con los culpables del nuevo sabor del ponche.
—¿Ron? —Leyó en una de las cuatro botellas vacías que estaban escondidas bajo la mesa de los postres—. Ahora que recuerdo la hermana de Mei... Shiho, creo que se llamaba, andaba muy acomedida mezclando y sirviendo ponche antes de que pasara lo de Kazuya.
Pensó en decirles a los chicos que estaban consumiendo una bebida adulterada. No obstante, creyó que ellos mismos se darían cuenta. Además, nadie consumía tanto ponche de frutas. Por ende, estarían bien.
Rellenó su vaso y tomó unas cuantas brochetas de carne antes de regresar al pie de la escalera. Desde allí su visión general de la sala era magnífica y podía contemplar lo que esos jugadores hacían.
El hermano mayor de Harada lucía como pez en el agua, codeándose con esos beisbolistas como si los conociera de años atrás. Mientras su hermana menor se encontraba charlando con el parador en corto de Inashiro; parecían haber hecho buenas migas después del altercado del pastel. Y no le sorprendía ya que ambos sentían aversión hacia su pareja.
—El odio también une a las personas —masculló antes de darle un mordisco a su brocheta—. La comida está bastante buena. Al menos ha valido la pena venir por eso.
Se percató que Masatoshi e Itsuki tomaron su distancia del grupo de parlanchines chicos y cambiaron el ponche por un vaso con soda. Ellos habían sido precavidos, advirtiendo lo que pasaría si continuaban consumiendo ponche tan deliberadamente. Si al menos el resto hubiera tenido ese mismo sentido de prevención.
Su único viaje a la cocina le permitió abastecerse de café y a la vez, ver de cerca en lo que había mutado la interacción de esos jóvenes que habían sido vencidos por el ponche de frutas.
Shirakawa sonreía como lo haría alguien que disfrutaba plenamente de la compañía de sus amigos; tan opuesto al odio interno que lo caracterizaba. Kamiya, tal vez a causa del ron, se había desprendido de su camisa y le presumía sus bíceps y tríceps a Ryūji como si ahora se dedicara al fisicoculturismo; y eso iba a dejarle secuelas al pobre chico.
Mei le había echado el brazo encima a Kazuya mientras levantaba su vaso de ponche hacia el cielo y cantaba torpemente uno de los temas más populares de la famosa banda GLAY. Y quien debía soportar ese desafinado canto sonreía y reía sin limitación; una y otra vez, como si la felicidad que sentía fuera embriagante y tan grande que debía expresarla a través de esos gestos.
Todos estaban borrachos. Era cuestión de esperar y se dormirían.
—Espero no vomiten o esa bonita alfombra quedará arruinada.
—Se quedarán dormidos antes de que eso ocurra. —Fue la deducción proporcionada por Annaisha cuando estuvo a un costado de la escalera.
—El alcohol los ha vuelto muy amistosos.
—Lamentablemente mañana no recordarán todo lo que hicieron y dijeron durante esta fiesta. —Ella jamás lo olvidaría; y eso le bastaba.
—¿Tu hermano estará bien?
—Él vino porque deseaba observar a los beisbolistas del primer equipo en su hábitat natural más que fungir como mi chaperón. No obstante...—Su adorable novio ya había encendido el karaoke para que el desafío de canto iniciara.
—Ya jamás podrá volverlos a ver del mismo modo.
—Por lo menos le quedarán las buenas platicas que tuvo con ellos.
—¿A tu hermano de casualidad le gusta Seidō? —Annaisha suspiró. Allí estaba su respuesta—. Lo pregunto porque lo vi muy emocionado platicando con Kazuya.
—Por fortuna su jugador favorito no es él.
—¿Quién es? —Curioseó.
—Takigawa Chris Yū. Lo idolatra a él y a su padre.
—Es una gran elección. —Bebió café. Y sonrió espontáneamente—. Y no lo digo por... Ya sabes. —Annaisha, era después de todo, la única fuera de su círculo más cercano de conocidos que sabía de esa relación.
—Claro. —Tomó asiento a un costado de Yūki y sostuvo su bebida entre sus manos—. ¿Y has disfrutado de la fiesta de Mei? —Ya había tenido una charla tendida con ella, mas eso no significaba que era fácil llegar al mismo punto otra vez.
—No tengo ninguna queja hasta el momento. A excepción de lo que le ocurrió a Kazuya...
No se escuchaba molesta. Sin embargo, Anna sabía que lo mejor era no contarle que tenía un par de fotos sobre ese vergonzoso y divertido momento.
—Kazuya no quería venir. —Lo que jamás era novedad—. Mei lo convenció. O debería decir, lo hostigó hasta que cedió. —Y eso sí que le resultaba gracioso—. Dijo que con tal de que se callara vendría a la fiesta.
—Tan grosero y corriente como siempre.
—Mencionó que ya no soportaba que le estuviera hablando para contarle cómo había disfrutado de sus días de entrenamiento gracias a tu presencia. —Sora robó toda la atención de la cácher en cuanto mencionó eso—. Luego me habló a mí para convencerme y decirme que eras la primera novia que lograba ganarse la simpatía de sus hermanas y sus padres... Que le encantaba pasar tiempo contigo mientras entrenaban. Que ya deseaba que se celebrara la fiesta para poder estar contigo todo el tiempo que le fuera posible... Aunque siempre que se le ocurre me escribe por Line para contarme cosas sobre ustedes dos.
No lo bloqueaba porque no estaba dispuesta a soportar un drama del nivel del Rey de Tokio. Se limitaba a responderle lo que el pitcher deseaba leer y con eso la dejaba en paz.
—¿Eso es lo único que te ha contado de mí? —preguntó Anna aparentemente sin nada que esconder.
—¿Qué más debería contarme sobre ti? —Fue su vaga respuesta—. Él solamente habla sobre lo orgulloso que está de tener a una novia como tú; que desearía tener más tiempo libre para dedicártelo —dijo antes de darle un sorbo a su café—. ¿Esperabas escuchar algo más «sustancial»?
Anna tosió. «Sustancial» no era la palabra que esperaba.
—No, no —mintió—. Por supuesto que no. Es que Mei... El tiempo que me da es más que suficiente. —Dio otro sorbo a su ponche— No sería adecuado tener más...
—¿Y por qué no sería adecuado tener más? —Su mirada abandonó el contenido de su vaso y se dirigió hacia quien tenía su atención en otra parte—. Son pareja. Es normal que les guste pasar más tiempo juntos. Haciendo, no sé, cualquier cosa. —Ese modo ambiguo en el que hablaba le estaba ocasionando una futura tos crónica a la receptora—. Es obvio que Mei no sabe tener las manos quietas.
Anna apartó el ponche de sí. No sería buena idea tener que ir al hospital ese día. Después de todo, incluso Ryūji estaba bebiendo con los beisbolistas... Vaya hermano mayor.
—¿Él te ha hablado sobre eso?
—¿Sobre qué? —Parpadeó confundida. Fue en ese instante en que Anna sintió que había cavado su propia tumba—. Oh, ¿te refieres a que si él me ha contado algo más personal sobre ustedes dos? —A Harada le daría un ataque al corazón si ella continuaba hablándole con doble sentido—. Mei podrá ser un engreído, pero dudo que sea capaz de ventilar sus intimidades. Mucho menos si consideramos lo mucho que te quiere.
Anna bajó la mirada y comenzó a jugar con las agujetas de sus botas.
—Sí, él me quiere mucho... No me malentiendas, sé que él no es un mal chico, pero... Igual tengo miedo, ¿sabes? Es el primer beisbolista con el que salgo y me educaron básicamente para temerles.
—¿Te prohibieron salir con beisbolistas? ¿Por qué? —Ella había crecido rodeada de jugadores de béisbol por lo que no comprendía su postura—. ¿Tu familia odia ese deporte?
—Nada de eso. Ya conociste a mi hermano; en este momento está bebiendo con sus beisbolistas de preparatoria favoritos —respondió—. Pero mi madre... Ella tuvo malas experiencias románticas con varios beisbolistas. Ellos la buscaban porque es hermosa y sabe bastante sobre béisbol.
—Mientras seas hermosa, los hombres estarán encima de ti; seas una erudita o no sobre el tema que sea —comunicó—. Así que decir que «únicamente los beisbolistas» tienen el potencial de mentirte para obtener lo que quieren es ser muy cuadrado de mente. —Las opiniones que compartía jamás poseían anestesia. Pero consideraba que endulzar sus palabras no serviría en ese momento—. Es decir, chicos que juegan con sus parejas hay de a montones; y no atienden a deportes en concreto.
—Créeme, ella tiene más razones para dudar de un beisbolista que de cualquier otro hombre. —Anna no dudó— Ha sido difícil mantener la relación con Mei teniendo todas esas enseñanzas detrás.
—Tú lo has dicho: «Ella tiene más razones para dudar» —habló, recalcando su juicio—. Tú no eres ella. Ni has pasado por todas esas experiencias... ¿O acaso has andado con otro beisbolista aparte de Mei que se haya burlado de ti? Que, de ser el caso, dudo que quisieras intentarlo de nuevo. —Jamás creyó que Harada tuviera un prejuicio como ese sembrado por su propia madre—. No te ofendas, ya tienes edad para decidir por ti misma.
Harada bufó. «Edad para decidir». Como si la madurez y la inteligencia estuvieran literalmente ligadas a la edad.
—No tratemos de jugar a los adultos, Yūki-kun. Somos adolescentes, no tenemos suficiente experiencia para nada y podemos equivocarnos todo el tiempo. ¿Qué me dice que no me estoy equivocando justo ahora? —atajó.
—He vivido un par de cosas, mas no viene a colación —suspiró. Y trató de buscar en el lapso de esa exhalación, las palabras apropiadas—. Nadie te asegurará que te equivocarás con Mei o que te sacarás la lotería a su lado... Eso es algo que verás sobre la marcha. No veo el caso a que te sigas martirizando innecesariamente. —Bebió. Estaba sedienta.
—Arriesgarse por Mei implica lastimar la relación con mi madre. Si fuera cualquier otra cosa, no lo pensaría. Si mi relación con mi madre no fuera buena, no estaría así, ¿entiendes?
—Sí. —La entendía y le daba la razón—. No obstante, tú misma lo dijiste: «Somos adolescentes y cometemos errores». Puedes permitírtelo siempre y cuando lo quieras de ese modo. Aunque si no quisieras arriesgarte, no serías su novia, ¿no? —Agradecía que su madre no fuera así de complicada—. Además, si la relación entre tu madre y tú es tan buena, podrá soportar el «tropiezo» de su hija, ¿no lo crees?
Anna lo pensó un momento.
—¿Y ese tropiezo incluye todo lo que podríamos hacer a puerta cerrada Mei y yo? Si puedes guardar el secreto, él no es el único que no sabe mantener las manos quietas —admitió mientras se sentaba en las escaleras.
Sora parpadeó a causa de su confesión. Cierto era que no estaba esperando esa respuesta. Tal vez fue muy ingenua al pensar que lo que carcomía a la cácher era tan superficial.
—¿Por qué no habría de incluirlo? —expresó con una fugaz sonrisa—. El tropiezo incluye todo lo que su relación les permita hacer.
Anna abrazó sus rodillas.
—¿Y qué tan grave es ese tropiezo?
—Ya sabes... Contacto físico extra. —Sabía que su escueta respuesta no daría satisfacción a Harada—. Pasar a primera, segunda, o tal vez, anotar una carrera.
Anna se ruborizó.
—Cielos, eso es mucho... Mas temo hacerlo. Mei es demasiado... —Resopló y enterró su rostro entre sus rodillas— Sé honesta conmigo, ¿harías lo mismo con Miyuki?
—Sí, se ve que Mei es de los que no pueden comerse sólo una cucharada de helado —expresaba, desviando su atención hacia su vaso vacío. Necesitaba, tal vez, pensar en su pregunta—. Y sobre el otro asunto... Sí él llega a estar de acuerdo, no tendría problema en hacerlo.
Anna alzó la mirada hacia Sora, como queriendo corroborar que escuchó bien. Una parte de ella se preguntaba por qué demonios le gustaba tanto Miyuki Kazuya, pero otra parte de ella se sentía un tanto confusa. ¿Entonces eso significaba...?
—¿Es normal sentir tanto deseo hacia Mei?
—Dejando a un lado su abrumador amor propio, es bien parecido. Es decir, tiene cuerpo y rostro... Creo que eso es suficiente para lograr que cualquier chica quiera tenerlo cerca. —Y ahí estaba, analizando al novio de alguien más.
Anna negó con la cabeza.
—No únicamente me refiero al físico. De ser así, me habría ido por un tipo con lentes... —Hizo una pausa. Qué embarazoso—. Lo siento, no es nada hacia Miyuki. Sabes que él no... Agh, por eso detesto hablar de estos temas. Siempre termino diciendo cosas incómodas.
—Sé que no miras a nadie más que a Mei. No debes disculparte por tu comentario —dijo—. En realidad, me llamó más la atención sobre el detalle de los lentes. ¿Tienes esas clases de fetiches? —No venía a colación su pregunta, mas emergió con naturalidad—. Regresando al tema... Mei parece brillar por sí solo. Supongo que esa personalidad magnética más lo que sea que él te muestre de sí mismo, estando a solas, son como dinamita pura para ti... Físico y personalidad. Eso es todo lo que necesitas para perder la cordura.
—Incluso podría decirte que es más que su personalidad... Es su espíritu, su pasión. —Escuchó la risa de Mei y sonrió— Yūki-kun, jamás había sentido tanto por alguien. Amarlo se me hace tan fácil... Que lo único que me parece consecuente a eso es el irremediable deseo que me provoca cada vez que lo beso... —suspiró—. Dime si crees que todo eso es un simple tropiezo. Yo creo que he metido toda la pierna
—Estás totalmente hundida en esa fosa. —Si Harada ya lo había aceptado, entonces no era tan malo que ella se lo recalcara—. Deberías olvidarte de si es un tropiezo o no, y disfrutar de lo que tienen. —Hasta para ella era imposible ignorar todo lo que esa chica comunicaba con sus expresiones faciales.
Anna no dejó de sonreír.
—Espero que Miyuki te haga sentir todo esto. Creo que lo mereces.
Sora, por breves segundos, no supo cómo reaccionar. Era la primera vez que alguien le deseaba algo parecido con Miyuki.
—Por ahora conformémonos con que no quiera dejar a Seidō, un día de estos, sin su mejor cácher.
Anna visualizó esa realidad. Todo sería demasiado fácil para Inashiro si Miyuki no fuera el cácher y Mei no tendría que preocuparse por su mal amigo... Mas su orgullo de cácher lo sabía: Miyuki Kazuya seguía siendo el mejor receptor que había visto a nivel preparatoria, no podría privarse de ese espectáculo.
—Incluso para mí, eso sería una lástima. Tal vez le vendría bien tener algo de diversión fuera del campo, si sabes a lo que me refiero —sugirió, ya con la confianza de que podía tocar esos temas—. Quizá lo haría una persona más digerible.
—Sí, supongo que a Mei no le gustaría ganar tan fácilmente. Y tampoco le haría gracia perder a su mejor amigo. —Que no terminaba de comprender por qué seguía viendo a Kazuya de ese modo a sabiendas de cómo lo trataba-— Y sobre lo otro... Me deja pensando... Jamás ha sido digerible en sus casi dos años que lleva en Seidō. ¿Cómo interpreto eso?
Anna desvió el rostro. Jamás le había gustado ser completamente honesta. Aunque no era como si Sora fuera particularmente cuidadosa con ella.
—No creo que Miyuki Kazuya haya sido digerible en alguna etapa de su vida —confesó—. Tal vez si accede a ir a la segunda base contigo... —Alzó una ceja.
—Sí, tienes razón. Ya desde pequeño debió de haber sido exasperante. —En vez de ofenderte con la sinceridad de Anna, la apoyó—. Llámame paranoica, pero tengo el presentimiento de que ha de ser raro hasta para eso.
Anna ahogó una carcajada. No había que ser tan cínica tampoco.
—Y que lo digas. Enséñale un condón y te hará un perrito inflable con eso. —Se burló— Podrías enseñarle. A Mei le enloquecen las faldas. Son mejores amigos, quizá tengan gustos similares.
—Mei es normal. Kazuya... No estoy totalmente segura de que lo sea. —Anna estaba luchando para no reírse ante tales comentarios—. Las faldas me gustan, pero es una mala época para usarlas... Qué complicados son los hombres.
Anna asintió. El invierno era complicado para las faldas. Entonces recordó esa primera noche en la habitación de Mei... Esa de la que juró no hablar. Se sonrojó un poco.
—¿Y qué me dices de los escotes? Incluso ahora, podrías desabrochar un poco tu blusa y esperar su reacción...
—No sería raro hacerlo. Hace un poco de bochorno gracias a la calefacción. —¿Realmente valía la pena el experimento? —. Si no reacciona, diré que es un asexuado.
Anna recordó lo que Suzume pensaba respecto a Miyuki. Era atractivo, seguro Suzume creería un desperdicio si ese sujeto fuera un idiota en más de un aspecto. Pero tenía que admitir que existía la posibilidad.
—Podría decirle a Mei que hable con su amigo. Tal vez te sirva de algo —dijo con total honestidad—. Si tú quieres hacer algo así, también debería escucharte, ¿no?
—Te diría que no es necesario que le digas a Mei que hable con él. Mas tengo el presentimiento de que de todos modos abordará el tema... —Sabía que Narumiya amaba el cotilleo que su amigo pudiera ofrecerle; sobre todo si englobaba su vida privada—. Con eso es más que suficiente para Kazuya. Tampoco quiero incomodarlo y que piense que eso es lo único que estoy esperando de él... Si el momento llega, hablaremos al respecto.
Anna sonrío.
—Mi rey siempre tan preocupado por sus amigos. Tan admirable de su parte. —Y ahí estaba de nuevo. El amor ciego de Harada Annaisha— Es una lástima que ni Miyuki ni Shirakawa lo valoren.
—Mei siempre será un chico incomprendido. —Tal vez era mejor de ese modo—. Por cierto, Harada-kun... ¿Cómo te volviste fetichista de los chicos con gafas?
Anna volvió a su ponche, como queriendo ignorar esa pregunta. Esa parte de sí no era algo que hablara con frecuencia. En realidad, ni siquiera Suzume o Seiya sabían algo sobre eso.
—A Mei le basta con que yo lo comprenda.
—Sí, supongo que a Mei le basta y sobra con que lo comprendas tú. —Desistir del tema sería la mejor opción—. Algunas personas lucen más atractivas con cierto aditamento extra. Ya sabes, ciertas prendas, lentes... Es tu caso, me imagino.
Harada suspiró. Parecía que no había forma de que Sora pasara por alto ese tema.
—Mi vanidad me ha llevado a ese fetiche, ¿de acuerdo? Las personas con lentes me parecen muy atractivas y, hasta cierto punto, me seducen —admitió.
Yūki se sorprendió por su respuesta. Sinceramente esperaba que le diera otra evasiva.
—Ciertamente a algunas personas les quedan las gafas. —Pensó en Miyuki y recordó lo bien que lucía sin sus lentes—. Si Mei supiera esto, te apuesto que usaría lentes frente a ti todo el tiempo.
Anna se sonrojó tras imaginar a su novio con un par de gafas puesta. Y justo antes de responder, escuchó una voz conocida, aunque alterada por el alcohol.
—Siempre creí que eras rara, pero no hasta este punto. —Era Shirakawa, estaba de pie justo a un lado del barandal de las escaleras—. Qué asco pensar que pudiste haberte fijado en Miyuki Kazuya.
