Relato 6- Dos veces no es suficiente.


Resumen: Hanamichi Sakuragi se encuentra deprimido por el rechazo recibido de 50 muchachas tras confesar su amor, por lo que Yohei Mito tendrá que ideárselas para levantarle el ánimo.

Nota: Presencia de contenido +18. Advertidos están.

Estaban en el salón de clases, todo parecería un día regular, sin embargo, era evidente para las víctimas del hiperactivo joven pelirrojo que algo no andaba bien con él esa mañana.

Cuando Ohkusu, Takamiya y Noma llegaron al aula se encontraron con la conmovedora e inquietante escena de un compasivo Yohei palpándole la espalda a Hanamichi, esperanzado en animar al joven. Si algo era lo suficientemente grave como para poner así al grandulón, en definitiva, querrían saberlo.

—¡Yohei, Hanamichi! —saludó Ohkusu acercándose a los muchachos y plantándose a un lado del mesabanco en donde el pelirrojo reposaba con la cara escondida entre sus brazos cruzados.
Los otros imitaron al rubio.
—¿Nos perdimos de algo interesante? —preguntó Noma con media sonrisa.
—Lo de siempre… —respondió Yohei encogiéndose de hombros.
—¡Otro rechazo! —exclamó Takamiya—. ¿Pero por qué esto no es una novedad? ¡Ya deberías haberte acostumbrado, Hanamichi!

Los tres muchachos se soltaron a reír sin parar, cosa que desde luego llamó la atención de sus compañeros de clase. Sin embargo, pese a lo cómica que podía resultar la situación de Hanamichi, Yohei, su mejor amigo, no se unió a las risotadas. Puede que durante mucho tiempo no hubiese tenido unos muy buenos días tampoco, así que por una vez entre tantas situaciones decidió no compartir la broma con los otros. En cambio, permaneció palpando la espalda del joven decaído como si fuera el lenguaje perfecto para comunicar: "Estoy contigo".
La broma permaneció durante todo el día y aunque como sugerencia de la pandilla surgió la idea de saltarse las clases e irse a jugar a las maquinitas, el pobre Hanamichi no se sentía con ánimos de aceptar dicha oferta.
El resto de la mañana fue igual; aburrida y lenta. El grupo de amigos no tuvo el ánimo suficiente como para hacer otra cosa que no fuera burlarse ocasionalmente del pelirrojo y explotar en risotadas.
Al terminar las clases, los planes de todos variaban, por lo que terminaron separándose y yendo cada uno por su propio camino a utilizar el resto de la tarde como mejor les pareciera. Sin embargo, esa no fue una opción a considerar para Yohei Mito, quien aún se encontraba genuinamente preocupado por su amigo.

Antes de partir a casa, Yohei observó a Hanamichi de espaldas. Aun se encontraba cabizbajo y apenas había pronunciado palabra antes y después de clases.

—Hanamichi… —Lo llamó con calma, logrando hacer que el mencionado voltease a verlo, deteniendo su paso—. Quizá sea mejor que no estés solo por hoy, ¿no crees? Vamos, ya no te sientas mal. Esto solo ha sido uno entre miles de rechazos que has tenido y que posiblemente tendrás…
—¡¿Ah?!
—Ups… ¡No quise decir eso! —explicó de inmediato—. Quizá sea mejor que te olvides de todo por hoy. No te hace bien estar triste tanto tiempo. Admito que fue divertido al principio, pero… ahora estoy preocupado.

Hanamichi le dirigió una mirada llena de tristeza mezclada con furia. En definitiva, el rechazo de las casi innumerables muchachas lo había afectado considerablemente.

Sin embargo, aceptó estar un momento más con él luego de clases, por lo que fueron a una pequeña cafetería que solían frecuentar con el resto de la pandilla. Pese a la tranquilidad que el sitio podía brindar, el estado de ánimo de Hanamichi Sakuragi era el mismo y no se veía con ninguna especie de iniciativa; su incomodidad era evidente y tan solo se estuvo encogido de hombros mientras intentaba terminarse su tasa de café sin ningún éxito. Pese al esfuerzo por parte de su amigo, Hanamichi no se abría y no pronunciaba palabra alguna ni siquiera para desahogarse con respecto a los sentimientos que pudo haber tenido por varias chicas. Al contrario: se mostraba tan taciturno como nunca solía ser, sumando que en ratos una fina capa de lágrimas cubría sus ojos y se juntaban en sus párpados, las cuales limpiaba sin dejar caer desde el inicio del día. Temblaba, seguro que se aguantaba el llanto.
El pelinegro no logró arrancarle ninguna palabra, por lo que se dio por vencido rápidamente.

Yohei Mito resopló al ver que Hanamichi no tenía intenciones ni de platicar ni de terminarse su bebida ni de olvidar el pasado. Sintió una profunda pena. Soltó un suspiro profundo y dejó la tasa vacía sobre la mesa.

—¿Quieres que nos vayamos de aquí?

Hanamichi vio a su amigo por unos segundos, luego a la taza de café cuyo contenido ya se había enfriado, y luego otra vez hacia él. Confundido parpadeó varias veces y asintió lenta pero consecutivamente con esa mirada de cachorro tristón.

—Por favor —pidió con voz endeble.

Yohei sonrió débilmente y le invitó a seguirle. Se preguntaba qué clase de cosas haría Hanamichi cuando se encontraba solo en casa, pues, después de todo, sabía perfectamente que no contaba con una familia atenta. Por ello, cuando salieron de la tienda, le hizo una pregunta más:

—¿Quieres pasar la noche en mi casa, Hanamichi?

Al ver que el pelirrojo lo vio con extrañeza y preocupación, añadió:

—No te preocupes, puedes llamar a tu casa y avisar que te quedarás conmigo. Hoy mis padres trabajan hasta tarde, no volverán hasta la madrugada, así que no serás una molestia, si es lo que te preguntas.

Hanamichi asintió e hizo una mueca que pareció ser un intento de sonrisa.

—Está bien, Yohei.

Cuando llegaron a la casa, ambos tomaron un baño y Hanamichi se hubo cambiado con ropa que su amigo le prestó para que usara como pijama. Dichas prendas le quedaban justo a la medida, pues el cuerpo de Yohei era mucho más menudo que el suyo, pero al menos no quedaba incómodo o terriblemente ajustado.
Luego de intentar hacer la tarea (cosa a la que nunca prestaban atención) en un intento por crear una distracción para el pobre joven con el corazón roto y no tener éxito, decidieron que lo mejor sería ir a dormir. Ambos se recostaron en la misma cama, era ilógico pensar que el pelirrojo durmiera en el suelo sobre un viejo futón durante una noche en la que no estaba cómodo mentalmente de por sí.

Eran las 10:00 de la noche, pero al recordar que debían madrugar fue motivación suficiente para arroparse, apagar las luces y cerrar los ojos. Se mantuvieron en silencio como si ello pudiera resolver mucho más que compartir mil palabras.

Pero era inútil. Ninguno conciliaba el sueño.

Yohei sabía perfectamente que Hanamichi no estaba durmiendo, su respiración seguía siendo pesada y en ocasiones se removía de un lado a otro intentando hallar una posición cómoda. Por ello no tuvo problemas al decir:

—¿Cómo te sientes, Hanamichi? —Su voz era quedita. No obtuvo respuesta, por lo que añadió—: No me gusta verte triste. No parece… natural en ti.
—Yohei…
—¿Hay algo que pueda hacer por ti? Sé que no puedes dormir.
—Estoy cansado. Solo quiero olvidar…

Hanamichi se encontraba dándole la espalda al muchacho, mientras que Yohei miraba fijamente a la nunca del pelirrojo. Estaba esperanzado en que su amigo se volteara y le viera a los ojos, pero al notar que ocasionalmente Hanamichi sorbía por la nariz supuso que estaba llorando ligeramente.
No supo hacer otra cosa y en vista que las palabras no servían, se acercó a él lentamente, lo abrazó por la espalda y le dio un tierno beso en la nuca. Dicho acto hizo que a Hanamichi se le erizara la piel.

—Yohei… ¿Qué…? ¿Qué haces?
—Solo quiero que vuelvas a ser como siempre…
—¿Acaso tú…?
—Hanamichi, ¿no te habías dado cuenta? —Soltó una risita—. Eres igual a Haruko. Ya decía yo que esa muchacha era algo distraída, pero mira que no te quedas atrás. —Se abrazó más fuerte a Hanamichi y le palpó el pecho con cariño—. Desde hace mucho he estado mirándote… diferente a como se miran los amigos entre sí. Creí que quizás te darías cuenta, pero eso solo fue una falsa esperanza.

Yohei permaneció abrazando a su querido amigo y el otro se dejó. Estaba atrapado por la cálida sensación que no pudo evitar quedarse quieto y sin rechistar. Para Hanamichi no era normal estar de esa forma entre los brazos de un hombre, pero la ocasión era diferente, pues se trataba de Yohei, su mejor amigo, por lo que hizo una excepción. Si con alguien podía abrir sus sentimientos era con él y con nadie más.
Una última lágrima de tristeza se escurrió por el rabillo de su ojo y soltó un suspiro mezclado entre alivio y melancolía.

—No tenía idea… —admitió Hanamichi.
—Me gustaría saber, ¿sientes algo por mí?
—Jamás había pensado sobre eso.
—¿Y ahora?
—Yohei…
—Dime.
—Me gusta estar contigo. Eres… el mejor amigo que alguien podría desear. Cualquier persona querría tenerte consigo. ¿Cómo puedo decirlo? Eres irremplazable.
—¿Pero qué estás diciendo, Hanamichi? Tú también eres irremplazable.
—Eso no es verdad.
—Hanamichi, ¿Cómo no puedes verlo? Eres…
—¡Soy un desastre! Todas las muchachas me rechazan por otros sujetos que son mejores que yo… Incluso Haruko me hace a un lado por ese estúpido zorro apestoso. Incluso mi propia madre me abandonó. Todos creen que pueden conseguir a alguien mejor que yo.
—Yo no pienso así, Hanamichi. Para mí tú eres lo más importante.

Esas palabras provocaron un sonrojo en el pelirrojo que Yohei no pudo ver.

—Siempre te la pasas presumiendo de tus propias cualidades y ahora resulta que no es realmente lo que crees. ¿No puedes verlo? Eres una persona completamente extraordinaria.
—Yohei…
—Es por eso que… que… Por eso me gustas, Hanamichi.

Silencio.
Ni Hanamichi ni Yohei pronunciaron palabra luego de esa frase. Era imposible saber si el pelirrojo correspondería a su amor alguna vez, pues, lo quisiera o no, el pobre estaba perdidamente enamorado de una muchacha llamada Haruko Akagi y sería difícil que eso llegara a cambiar. Pese a ello, Yohei quería liberarse de las cadenas que lo ataban al sufrimiento de vivir con su amor en secreto. Prefería vivir con un rechazo justificado en comparación con un amor jamás correspondido por la cobardía de no haberlo sacado a la luz.

Hanamichi se encogió y con una de sus manos tomó la mano de Yohei que se posaba en su pecho. Yohei se acercó más a su cuerpo y se acurrucó con él.

—Hanamichi…
—¿Hmh?
—¿Quieres probar… algo nuevo?
—¿Eso me va a ayudar a olvidar a las muchachas que me rompieron el corazón?
—Espero que sí.
—¿Y luego de eso vas a obligarme a salir contigo?
—No te voy a obligar a nada —aclaró.
—¿Y no me vas a secuestrar aquí en tu habitación si es que me niego?
—Claro que no. —Soltó una risita.
—Yohei… —Hanamichi guardó silencio por unos segundos—. Nunca he hecho estas cosas con un hombre.
—Tampoco con ninguna mujer —dijo el pelinegro de forma burlona.
—Oh, ¡a callar!
—Ja, ja, ja… Estoy jugando contigo, Hanamichi. —Luego de reír se incorporó sobre el colchón y le peinó el cabello con cariño—. La verdad es que yo tampoco lo he hecho —admitió sonrojándose—. ¿Entonces?

El pelirrojo soltó un suspiro pesado y advirtió.

—Si alguien se entera de esto te daré en cabezazo que te hará perder la razón de por vida, ¿estamos?
—¡Que sí, hombre! No quisiera arriesgarme a tal cosa… —dijo riendo de las ocurrencias de su amigo.
—Y también que sepas algo… ¡No me gustan los hombres! Pero por ti hago una excepción porque hemos sido amigos durante mucho tiempo y es… diferente.
—Sí, sí, lo que tú digas, Hanamichi. —Asintió repetidas veces.

A Yohei le dio demasiada gracia que su amigo se esforzara tanto por mantener su masculinidad bajo cualquier situación. Y, pensándolo mejor, con él mismo era lo mismo. No podía sentir que le gustaran los hombres generalmente, sin embargo, estaba profundamente enamorado de Hanamichi Sakuragi. Era una curiosa forma de sentir.

Yohei se apoyó en el cuerpo de Hanamichi y siguió abrazándolo desde atrás. El pelirrojo estaba recostado con los ojos cerrados concentrado en sentir el calor de su acompañante. El más pequeño, como si no pudiera creerse todavía que estaba compartiendo cama con el muchacho que le gustaba, se le acurrucó mejilla con mejilla y se estuvo así unos segundos antes de comenzar a depositar besos en la nuca y cuello de Hanamichi. Los cabellos rojos desprendían un dulce olor al champú de cerezas.

Eran besos dulces y lentos que iban recorriendo un camino agradable. Al principio Hanamichi se sintió en cierta parte intimidado, pues jamás se habría imaginado que se encontraría en esa situación con quien era su mejor amigo. Quizá fuera cosa de la calentura de la adolescencia o el dolor de su corazón, pero los besos del joven se sentían agradables.
Lentamente Yohei metió sus manos por debajo de la camiseta de Hanamichi, alzando la prenda y acariciando con dedicación su abdomen bien trabajado. Disfrutaban mutuamente; para él era un deleite el sentir la cálida piel del joven deportista y éste por su parte gozaba de la sensación que le propinaban los dedos de Yohei. Acarició cada parte hasta llegar al pecho del chico y presionó gentilmente sus pezones, provocando que el pelirrojo soltara suspiros de satisfacción, los cuales quiso callar cubriéndose la boca con una mano.

—No hay nadie en casa, solo nosotros dos… No hay problema, Hanamichi. Nadie va a oírte. —Tomó la muñeca de Hanamichi y la removió de su rostro—. Quiero escucharte.

Las caricias continuaron y con mucha pena Hanamichi intentó contener sus suspiros sin mucho éxito. Eran gemidos entrecortados, lo cual hasta sintió humillante dado que Yohei apenas y lo había rozado con las yemas de los dedos.

Antes de continuar, el pelinegro volvió a preguntarle a su compañero si estaba de acuerdo con lo que estaban haciendo, a lo que le dijo que sí. Para él era importante afirmar que ambos estuvieran de acuerdo con ello. Por eso, continuó con el siguiente paso sin dejar de darle besos al joven ni un instante. Con mucho cuidado dirigió su mano hacia abajo, acariciando de nuevo el abdomen de Hanamichi y descendiendo lo suficiente hasta llegar a su entrepierna.
Cuando Yohei posó su mano en el bulto sobre los pantalones del pelirrojo, éste último se tensó. Jamás ni en sus sueños más húmedos se habría puesto a fantasear con su amigo lo tocara ahí abajo, pero ahí estaban.

Yohei presionó su mano con lentitud por encima de la ropa y comenzó a acariciarlo de forma suave, esperando que dicha acción tuviera un efecto placentero en el otro. Hanamichi por su parte se aferró a la almohada con una mano mientras que con la otra se acariciaba a sí mismo ante la ausencia de las manos de Yohei recorriéndole el pecho.
Yohei comenzó a sobar la entrepierna de Hanamichi por encima de la ropa, sin embargo, poco a poco fue metiendo su mano por el pants hasta lograr tener un mejor acercamiento, posando su mano encima del bóxer. Siguió frotando con dedicación mientras seguía con su recorrido de húmedos besos por su cuello y espalda. No tuvieron que pasar demasiados minutos cuando se hubo dado cuenta de que el miembro de Hanamichi comenzaba a despertar. Pronto eso ahí abajo se había endurecido y acrecentado. Los movimientos de su mano eran lentos pero firmes, logrando propinarle sensaciones que nunca antes había tenido ni siquiera cuando se tocaba él solo en soledad.

Prontamente apareció la sensación de que la ropa interior comenzaba a estorbar, por lo que en un movimiento tímido Yohei Mito tomó el bóxer de Hanamichi y lo bajó de a poco desde la parte frontal, haciendo que su miembro se botara hacia afuera deseando ser atendido como se merecía. Todo había sucedido mientras seguían cubiertos por la manta con la que estaban a punto de dormir, por lo que para no entorpecer sus acciones Yohei tomó la manta y la dobló hacia abajo.

La luz de la luna iluminaba gentilmente a través de la ventana, cosa que ayudaba a que la silueta de ambos se distinguiera de entre la oscuridad.

Entonces Yohei con movimientos inexpertos y temblorosos deslizó su mano desde el ombligo del pelirrojo, pasando por su vello púbico hasta posar su mano de lleno en el miembro del chico. Húmedo y cálido.

—Ugh… Yohei… —habló con voz entrecortada, producto del placer que estaba sintiendo y que recién comenzaba.
—Calma. Si no te gusta dímelo y me detendré, ¿sí?

Hanamichi asintió y el pelinegro continuo con sus movimientos.

Yohei estaba tan nervioso como Hanamichi pero se esforzaba por ocultarlo, después de todo, era la primera vez de ambos.

Tomó el miembro de Hanamichi con una mano mientras que con su otro brazo lo abrazó, pasando su brazo desde su clavícula hasta rodear su cuello.
Movió su mano de arriba hacia abajo lentamente. Se sintió satisfecho al darse cuenta de que el deportista ya había comenzado a humedecerse. Siguió deslizando sus dedos con ese juego que tanto les divertía a ambos, una y otra vez, propinando un masaje que hacía que el pelirrojo se retorciera de deleite. El agarre era simple y lascivo, sin embargo, conforme pasaban los minutos, Yohei deseó hacer sentir más a su amado, por lo que los movimientos comenzaron a ser rápidos y bruscos, aunque siempre cuidando el no provocar dolor.
Hanamichi gemía sonoramente, mezclándose el sonido de la masturbación recibida con la voz llena de complacencia por parte del pelirrojo.

—¡Ah! Yohei… Uh… Voy a… terminar…

El mencionado siguió masajeándolo mientras jugaba con sus dedos esperando provocar sensaciones inigualables con lo que el chico hubiera podido sentir antes.

Pronto el pelinegro también se vio en un problema cuando se dio cuenta de que él también se encontraba totalmente despierto ahí abajo, sin embargo, no estaba en sus planes el tocarse para liberarse de la dolorosa sensación.
Yohei siguió con la frotación en el miembro del joven que tan solo había estado aumentando de tamaño al pasar los minutos. Era evidente que Hanamichi no aguantaría mucho tiempo más.
En momentos Hanamichi era atacado por los espasmos que llegaban a causa de la fricción en su sexo. Parecía como si su compañero no fuera un inexperto del todo. Estaba acostumbrándose a la sensación hasta que de un momento a otro su cuerpo recibió otro espasmo que le avisó que el fin estaba cerca.

—¡Ah, Yohei! Ah… Ya… ¡No podré…!
—Hazlo, Hanamichi…
—Yo… ¡Yohei…!

Luego de seguir presionándolo, el pelirrojo dejó escapar un gemido cuando el líquido blanquecino fue expulsado en gran cantidad, manchando las sábanas y de entre sus piernas. La mano de Yohei estaba húmeda y caliente.

Hanamichi estaba temblando, intentando procesar lo que había pasado en tan solo minutos.
Yohei se quedó abrazándolo unos segundos antes de incitarlo a darse la vuelta quedando boca arriba. Entonces se posicionó entre las piernas de Hanamichi abriéndolas con cuidado, le retiró la ropa interior por completo y comenzó su recorrido de besos desde su pecho hasta su abdomen, incluyendo su entrepierna en ese recorrido.

—Yohei… ¿No me digas que vas a…?

En ese instante el mencionado se detuvo en medio de la oscuridad muy ruborizado y soltó una risilla nerviosa.

—Si no quieres hacerlo podemos detenernos e intentar otra cosa.

Hanamichi dejó escapar un suspiro y negó con la cabeza.

—No, está bien. Confío en ti… Haz lo que te guste.

Recibido el permiso, Yohei bajó y prestó toda su atención a lo que Hanamichi tenía entre las piernas. Besos y caricias, sin embargo, llegó el momento de experimentar.
Luego del afecto dedicado, el miembro del chico volvió a despertar, por lo que sin dudarlo un poco más y deseando no vivir con curiosidad, Yohei lo tomó en una mano y le dio una lamida. Hanamichi cruzó sus piernas sobre los hombros del muchacho y se cubrió la boca con una mano en un intento por calmar sus sonoros gemidos. Moría de vergüenza tanto como de placer.
Yohei le dio unos besos y lamidas hasta que poco a poco introdujo el miembro del muchacho en su boca y comenzó a chuparlo, primero lentamente y luego tomó su ritmo, logrando hacer que el pelirrojo se endureciera tanto como la primera vez. Hanamichi gemía, tener a su amigo de esa forma tan solo hacía que sus mejillas se pusieran coloradas como tomates, al igual que las mejillas de su acompañante.
Las relamidas y lengüetazos proporcionados eran tan inexpertos como dulces en el mismo nivel, tanto así que el pelirrojo deseó tenerlo más cerca y decidido lo tomó de los cabellos para ayudarlo a mantener el ritmo, acercándolo hacia sí junto al vaivén creado.

Para Yohei, estaba viviendo en un sueño. Tener a Hanamichi en su boca hizo que el corazón se le ensanchara, se sentía dichoso. Y, aunque no había razón para tener en mente semejante cosa en ese momento, se preguntaba: «¿Qué dirían los otros si nos vieran así?»

Yohei estaba tan dedicado a su labor que no se dio cuenta de las advertencias de su compañero amenazando con su pronta terminación, por lo que, al sentir una sacudida de su miembro a causa de los espasmos, fue tarde para prevenir lo que venía después. La semilla de Hanamichi llenó su boca tras soltarle de los cabellos, escurriéndose por su labio y llenando su paladar. Fue inevitable escupir el contenido y tragar lo demás.

—Lo… ¡Lo siento, Yohei! Yo… ¡Yo no quería! —dijo rápidamente lamentándose por haberse corrido en donde no debía. Se aproximó hacia el pelinegro y con su dedo pulgar limpió una gota del semen de su labio inferior.
—No pasa nada, Hanamichi —dijo Yohei con una sonrisa comprensiva mientras sostenía la mano del muchacho y le proporcionaba un beso en los nudillos—. Me dejé llevar. ¿Estás bien?
—S-Sí… Yo estoy bien. —Tenía la cara colorada—. ¿Y tú?
—Mejor que nunca.

Hanamichi sonrió con pena y Yohei le dio unas palmaditas en el hombro.
Todo parecía estar bien, sin embargo, Hanamichi se percató de la terrible erección que Yohei estaba soportando sin haberse despojado de su ropa todavía.

—Creo que no lo estás…
—Oh, claro… Algo debe hacerse con eso, ¿no? —Sonrió tímidamente.
—Déjame ayudarte —pidió Hanamichi.
—¿Cómo?, ¿vas a tocarme también?
—No. Voy… Voy a…
—¿Uh?
—Voy a prestarte mi cuerpo.
—¿Prestarme tu…?
—¡Que te voy a dar el culo, idiota!
—¡¿Eh?! Y lo dices como si nada… —exclamó Yohei sonrojándose tanto como el pelirrojo.

Hanamichi suspiró y remató diciendo:

—Quiero que me hagas terminar otra vez. Dos veces no es suficiente.

El chico de cabellos negros y desordenados por los tirones simplemente sonrió y asintió. Tomó a Sakuragi de las caderas y lo giró, posicionándolo como momentos atrás. De nuevo ambos se recostaron de lado; Yohei lo abrazó desde atrás y le dio besos en la espalda para seguir acariciándolo con afecto. Poco a poco fue bajando sus pantalones ignorando la vergüenza de yacer desnudo en la misma cama junto a otro muchacho que además era su mejor amigo. Apenas deshacerse de la prenda su miembro se mostró deseoso de liberarse, y sabía que si no hacía algo pronto el dolor se prolongaría.
Con cuidado tomó su sexo entre su mano y lo frotó lentamente antes de posicionarlo entre los glúteos del pelirrojo. Sin embargo, antes de tan siquiera considerar el efectuar la penetración, siguió con aquel juego de fricción, en donde su miembro subía y bajaba contra la piel del otro sin lograr abrirse paso. Deseaba hacer que el otro disfrutara lo más posible. Se llevó dos dedos a la boca y los lamió para luego bajarlos hasta la entrada del muchacho, en donde comenzó a masajear con sumo cuidado hasta lograr introducirlos de a poco.

—¡A-Ah…! Yohei… ¿Qué haces… ahora…?
—Shh… —indicó silencio—. No pienses, Hanamichi, solo siéntelo. Dime, ¿se siente agradable?
La respuesta por parte del otro tardó en llegar. Dicha sensación era una mezcla de dolor que traía consigo oleadas de satisfacción.
—Sí, es… agradable...

Al percatarse de que el muchacho se ensanchaba, introdujo un dedo más, logrando arrancarle un suspiro que llevaba consigo nada más que mero placer.

El de cabellos oscuros siguió con el juego hasta que se hubo dado cuenta de que el joven había comenzado a mover sus caderas en busca de algo más. Aunque no lo pidiera, su cuerpo gritaba por ello. De nuevo estaba en estado de rigidez.
Por ello, Yohei sacó sus dedos del chico y tomó su miembro de nuevo acomodándolo en su entrada, para luego sujetarlo de las caderas con fuerza y posicionarlo adecuadamente. Hanamichi jadeaba con desesperación como si acabara de terminar de correr en un maratón. Yohei acarició una última vez el pecho de su amigo pasando por sus botones rosados antes de comenzar.

—¿Estás… listo, Hanamichi? —le susurró al oído.
—C-Claro que no… —dijo tragándose su orgullo viril, pues, aunque no lo admitiría, estaba deseoso de probarlo—. No preguntes y hazlo de una vez.
—Puede que se sienta incómodo al principio. Si la sensación no pasa dímelo y me detendré.
—S-Sí…

Entonces Yohei lo sujetó fuerte y entró en Hanamichi deslizándose con precisión. Un gemido con voz grave fue el indicativo que tuvo para darse cuenta de que sus cuerpos se habían unido por fin. Los musculos se les tensaron, provocando que sintieran la necesidad de quedarse quietos por unos segundos antes de comenzar a hacer cualquier movimiento. El interior del chico estaba apretado, lo cual trajo consigo grandes oleadas de satisfacción para Yohei Mito, quien se encontraba muy satisfecho por el acto. Sin embargo, Hanamichi estaba tenso todavía; su cara estaba roja y su interior se sentía extraño al ser invadido por el otro.

—¿Estás bien? —preguntó Yohei entre suspiros.
—Sí… Es-Estoy bien.
—Voy a moverme.

Hanamichi asintió. Una vez obtenido su permiso Yohei presionó más sus caderas contra las del joven logrando introducirse más con éxito, quedando por completo en su interior. La sensación era agradable, aunque ligeramente dolorosa, cosa que creyó podría soportarlo. No obstante, ambos estaban lo suficientemente húmedos como para consumar el acto de forma suave. Así que, poco a poco Yohei comenzó con el vaivén que le ayudaría a calmar la candente lujuria. Abrazó a Hanamichi desde atrás con un brazo mientras que con la otra mano lo sostenía de las caderas para mantener su punto de precisión. Hanamichi jadeaba con pesadez, se sentía bien, muy bien.

—Ugh… Yohei… A-Ahí duele.
—Discúlpame, seré más cuidadoso.
—Pero… no te quedes quieto…

Obedeciendo, Yohei cambió el ritmo a uno más suave que le ayudó a traer a ambos cuerpos un placer enorme e inigualable que por supuesto no habían conocido antes ni con la mejor de sus acciones de autosatisfacción. Hanamichi para ayudarse con la tarea llevó una de sus manos hacia abajo y comenzó a masajearse. Le era mucho más fácil concentrarse siendo penetrado por el joven cuando no le estaba viendo a la cara, cosa que agradeció.

Cuando el pelirrojo se acostumbró al delicado vaivén, Yohei decidió que era hora de cambiar de ritmo y las estocadas se volvieron más rápidas y más bruscas. La habitación se llenó de sonoros gemidos y suspiros de Hanamichi, y Yohei no se quedaba atrás, permitiéndose dejar oír su voz también. Era imposible callarse cuando sabía que lo que estaban haciendo se sentía extremadamente dulce.

La posición en la que estaban de repente se sintió limitativa, por lo que Yohei le dio la vuelta a Hanamichi dejándolo boca arriba como minutos atrás. Le abrió las piernas y se acomodó entre éstas tan solo para volver a introducirse en el más alto. Yohei era pequeño, sí, pero lo suficientemente fuerte y lleno de energía como para hacer que cualquiera perdiera la razón en la cama y el afortunado era Hanamichi Sakuragi.
Lo sujetó de las caderas mientras seguía embistiéndolo con fuerza sin limitarse a ser gentil como momentos atrás, teniendo como único objetivo el satisfacer a su amigo. Hanamichi jadeaba con locura; la cara colorada y el cuerpo humedecido.
Las mejillas de Yohei también cambiaron a un vivo color carmín, cosa que lamentablemente no se distinguía para el otro en medio de la oscuridad.
Le levantó las piernas un poco más, logrando que el acto fuera más cómodo para los dos. El sonido de piel con piel resonaba en la habitación.

El ritmo se volvió lento, pero Yohei todavía no terminaba, por lo que cambiando se posición otra vez, acomodando a su compañero boca abajo, volvió a arremeter contra él.

—Y-Yohei…
—¿Mhm?
—No creas que… porque me estás dando desde atrás voy a… ¡Oh! —Una fuerte embestida le cortó las palabras.
—¿Decías? —cuestionó entre jadeos y risitas de burla.
—Te estás aprovechando… —dijo abrazándose a una almohada para ayudarse a callar su voz.
—Sí, mi querido Hanamichi, pero con tu permiso.
—Maldición… —gimió.

Yohei era bueno, realmente bueno. Afortunada la chica que se terminara quedando con él.
El muchacho siguió moviendo su cuerpo a un ritmo tosco pero agradable, y pronto, Hanamichi sintió que ya no podría más, por lo que para ayudarle el pelinegro llevó su mano a esa zona para ayudarle con la labor.

—No te toques solo, Hanamichi. ¿Se te olvida que aquí estoy yo?

Movió su mano suavemente para luego cambiar a un movimiento brusco que le fue de ayuda para que amigo se estremeciera de complacencia. El pelirrojo tenía los ojos llenos de lágrimas, producto del placer que estaba sintiendo. Yohei no se ponía limites, «¿en serio no tiene experiencia previa?», se preguntó el deportista. Los espasmos volvieron a aparecer y sin dar más aviso Hanamichi se liberó, volviendo a humedecer las sábanas de su amigo. Le hizo sentirse mejor, la flacidez le dio un suspiro, sin embargo, Yohei todavía no alcanzaba su punto deseado. Necesitaba un poco más. Por lo que volvió a tomar al muchacho fuertemente de los muslos y le dio la media vuelta para quedar de lado otra vez, y así siguió moviéndose hasta que su endurecimiento alcanzó poco a poco su límite y dejó esparcir su semilla en el interior del pelirrojo. De los ojos de Hanamichi escurrió una lágrima.

Los suspiros de ambos mezclados aferrándose al cuerpo del otro fueron el canto de victoria ante el hecho. Hanamichi se estuvo quieto unos instantes estando todavía unido a Yohei; su respiración estaba agitada y sudaba casi tanto como cuando jugaba básquetbol con el equipo. Por otra parte, Yohei le dio un beso en la espalda como acto genuino de cariño y salió gentilmente de su interior, robándole otro suspiro.

—Eso estuvo genial…, Hanamichi. ¿Cómo te sientes? —preguntó aferrándose a su espalda.
—Se sintió impresionante. Pero…
—¿"Pero"?
—¡Pero no me dijiste que ibas a arremeter con contra mí de esa forma, bastardo! ¡Además estás más grande de lo que pensé! —exclamó a la vez que se giró para darle un coscorrón al pelinegro—. ¡Todavía tengo la sensación en el culo!
—¡Ugh! Lo… Lo siento, Hanamichi. Fue sin querer —dijo sobándose el golpe con media sonrisa. Estaba feliz por haber recuperado el usual comportamiento de su mejor amigo.
—¡Mhm! Da igual, este genio puede soportar lo que sea, ¿sabes?
—¿Ah, sí? —dijo acercándose lentamente al rostro del otro.
—Ew, no, no. ¡Para atrás! —exclamó tomándole de los hombros y echándolo hacia atrás—. ¡No doy besos en la boca!

Yohei se soltó a reír y meneó la cabeza. Tomó las sábanas y se envolvió en ellas para disponerse a dormir. La sensación para ambos era extraña, pues seguían teniendo el cuerpo humedecido en ciertas partes. No obstante, sin añadir algo prontamente se envolvieron en las mantas y se orillaron cada uno a su lado del colchón como si nada hubiese pasado. Veían el techo pensativos, hasta que Yohei se atrevió a hablar primero.

—Hanamichi, ¿crees que algún día llegues a enamorarte de mí?
—¿A q-qué viene eso, Yohei? —tartamudeó.
—Me gustas mucho, Hanamichi. Puede que para ti haya sido solamente sexo casual, pero, yo acabo de sentir que hice el amor por primera vez. ¿No sientes algo similar?
Hanamichi inhaló, exhaló, y dijo:
—Me ha gustado mucho. Tanto que… podría hacerlo otra vez.
—¿Eso es un ?
—Puede que si te portas bien conmigo me enamore de ti algún día. ¿Quién sabe? Quizá hasta podría besarte.
—¡Ja! Me enfocaré en ello entonces.
—Incluso hasta podría considerar venganza por mi pobre culo. ¿No te gustaría cambiar de lugares?
—Ni se me había ocurrido.
—¡Ja! Entonces olvidémoslo. Estoy… bien así. —Se cruzó de brazos debajo de las mantas, imaginando a sus amigos despotricando contra ellos si se enterasen de que habían compartido cama y jugueteado de diversas maneras. De hecho, hasta había comenzado a preocuparse por el ligero dolor en su espalda que podría afectarle al conseguir los rebotes.

Se quedaron en silencio.
Exitosamente Hanamichi había olvidado el rechazo de las cincuenta muchachas. ¿Cómo podría pensar en ello en medio de la excitación? El plan maestro de Yohei funcionó de maravilla. Ya habría tiempo para pensar en lo que su amistad se transformaría más adelante.

A Yohei le habría encantado abrazar a Hanamichi como en instantes atrás, pero el chico se había vuelto distante de un momento a otro. No pasaron muchos minutos hasta que la respiración del joven deportista se volvió ligera y constante indicando que ya se había quedado dormido. Yohei se aproximó a él y lo cubrió cuidadosamente con las mantas para que no sufriera el frío de la madrugada mientras le quitaba los rebeldes cabellos rojos de la frente. Su piel dorada estaba ligeramente humedecida por el sudor, producto de la actividad, y su rostro se miraba mucho más tranquilo que antes. Gracias a Yohei, Hanamichi pudo conciliar el sueño con mayor facilidad. Estaba cansado y satisfecho.

El pelinegro lo vio unos minutos con dedicación; le encantaba admirar la expresión de serenidad en su rostro. Se preguntaba cómo era que durante el día tenía tanta energía para andar echando bronca a cualquiera que se le cruzase.

Yohei se inclinó con suavidad y le dio un beso en la frente.

—Buenas noches, Hanamichi. Descansa. —Se acurrucó a su lado para dormir cálido en esa posición—. No dejaré que nada ni nadie te haga infeliz, te lo prometo.

Ambos cayeron en un sueño profundo.
El siguiente día sería mejor. ¿Quién sabe? Quizá Hanamichi Sakuragi descubriría muy avergonzado que se había dejado llevar por la calentura de una noche y que, sin embargo, se sentía más feliz que nunca. Y por supuesto que los demás hablarían, porque estaban tan adormilados como para escuchar la alarma a primera hora del día que se quedaron acurrucados uno al lado del otro hasta que, muy apenas, se ducharon, vistieron, y salieron disparados a la estación para tomar su primera clase en la preparatoria.

A partir de entonces fueron como el pan y la mantequilla, y Hanamichi no volvió a ser rechazado nunca más.