Medio segundo después desvió su mirada y se concentró en observar la esquina.
–Ah, tal vez…, tal vez sería mejor que te cubrieras.
De reojo notó como la chica seguía sin mover ni un musculo. ¿Es que no tenía vergüenza? Le podía ver todo con lo que andaba puesto. O mejor dicho, con lo que no andaba.
Suspiró exasperado y tomó una de las sábanas para depositarla sobre su cabeza. Tal acción pareció despabilarla ya que se levantó del suelo —con la sabana cubriéndola, por fin— y lentamente caminó hacia el baño. Claro, no sin antes tirar sus pantalones.
Yashiro simplemente rogaba que anduviera algo por debajo.
–¿Dónde… –se aclaró la garganta–, dónde está Ren?
Su pregunta no fue respondida y no supo si lo mejor sería repetirla o salir de la habitación y darle privacidad para que se vistie—
Momento, que no veía ropa.
Si fue un simple revolcón esperaría encontrar ropa de mujer tirada por el suelo de la habitación y si fue algo planeado al menos en una silla o algo… Ahora que se fijaba, tampoco estaba la Ren. Bueno, no, sí estaba, la que la chica había abandonado en su huida.
Bah, ni sabía porque se preocupaba por eso si tenía otra cosa por la cual pensar.
Fue sacado de sus cavilaciones por el regresó de la chica.
Él quería interrogarla, de verdad que sí, pero la pobre chiquilla estaba blanca como el papel y con cada paso que daba se tambaleaba.
Que nadie nunca niegue que Yashiro Yukihito es todo un caballero.
Se acercó a ella con la intención de ayudarla y le preguntó por su salud. La chica tan solo lo miró y luego reaccionó de forma totalmente inesperada.
Caballero o no, la risa histérica asustaría a cualquiera. No fue su culpa si dio unos cuantos pasos hacia atrás...
Tan pronto como llegó, se fue; con un jadeo la mujer calló.
Cuando Yashiro por fin salió de su estupor, con la mirada buscó botellas, trató de recordar si vio alguna de camino, olfateó con la esperanza de encontrar la más mínima prueba de bebidas alcohólicas en el lugar. Porque tenía que estar ebria.
Eso, o loca, y le asustaba pensar en la segunda opción.