N/A: Me he reído de lo más lindo con sus comentarios. Aquí les va otro~
Lory aprovechaba su mañana de una de las mejores maneras que sabía: leyendo novelas de amor en su celular. Todo era risas y felicidad hasta que el dichoso aparato comenzó a sonar. Es que ya no había respeto…
Se extrañó al descubrir quién lo llamaba pero bueno, algo importante tenía que ser.
–Yashiro-kun, ¿en qué te puedo ayudar? ... ¿Cómo que no sabes dónde está Ren? … Bueno, seguro ya se fue al plató—, no, alto. Habla más lento que no te entiendo. ¡¿Una mujer?! ¡¿Ese chico?! Espera, espera, espera, que vayas más lento. Desde el inicio, Yashiro-kun… Ajá… Ajá… ¿Y qué te ha dicho la chica? … ¿Cómo que ebria? … Hombre, ¿pero tú te estás escuchando? Si su auto, sus llaves y su celular siguen ahí, pues es obvio que él también… Busca su billetera, entonces. Él jamás saldría sin su billetera… ¿Qué también está ahí? No, pues sí está raro… De acuerdo, voy para allá, no dejes que la chica se vaya por ningún motivo; no podemos dejar que esto llegue a la prensa. Tú posponle los trabajos del día, no sabemos cuándo vaya a aparecerse.
Cuando finalmente llegó al apartamento de Ren, Yashiro lo recibió casi jalándose los pelos. Hasta pena le dio, se veía desesperado.
Con una breve actualización sobre la situación, se encaminó a la habitación principal y llamó a la puerta. Frunció el ceño al no recibir respuesta.
Observó al mánager dar vueltas en el apartamento como animal enjaulado y murmurando para sí mismo. Años con un cargo tan responsable le pasaban factura en momentos como este…
A todo esto, sí estaba extraña la cosa.
Que Ren no era un santo, él lo sabía. Bueno, no, Ren casi que sí lo era pero Kuon no. Pero mientras viviera como Tsuruga Ren y, esto pesaba aun más, estuviera enamorado de su pequeño ángel rosa —de Lory, no de Ren, aunque este último quisiera pensar lo contrario—, el chico nunca haría tal cosa. Dónde se había metido sí lo tenía pensando pero primero lo primero: tenía que hablar con la chica.
La puerta se abrió de golpe, regresándolo a la realidad.
O algo así, porque estaba imaginando cosas.
Quien estaba en frente suyo era Julie en sus años de juventud.
Estaba entre la sorpresa de saber que existía alguien con su misma apariencia y la estupefacción de pensar que ese chico se metería con alguien igualita a su madre.
–Boss –gimoteó la chica.
¡Ay, caramba!
