Nunca en su vida había estado tan feliz de ver a Lory.

Boss –se le escapó, aunque sonó más como un lloriqueo.

Bah, que despertó con cuerpo de chica, si le daba la gana lloraría y que nadie se atreviera a echárselo en cara luego.

Vio la sorpresa y reconocimiento en sus ojos antes de que se llevara la mano a la frente y dejara salir un suspiro, negando con la cabeza.

–Tal vez sí debí dormir en lugar de leer esa novela… –murmuró.

Boss –riñó.

–O tal vez me estoy haciendo viejo ya… –lo ignoró.

¡Boss!

Yashiro se apareció ante el repentino grito y se quedó de piedra. Otra vez.

–Señorita, ¿podría por favor ponerse algo de ropa?

¿Y ese por qué carajos se sonrojaba? Que ambos eran hombres, joder.

El comentario pareció sacar a Lory de su estupide–, su estupor; quien dejó salir otro suspiro.

–Tienes razón, Yashiro-kun. Señorita, si no le importa me gustaría hablar con usted. Claro, cuando esté debidamente vestida.

¿Y según ellos que se iba a poner, si toda su ropa era de hombre?

Ah pero los insensibles se fueron y ahí quedó él, revolcando su ropa para ver qué no le iba diez tallas más grande.

A ver, que seguía confundido –en pánico– pero concedía que lo mejor era cubrir cualquier distracción posible, porque la conversación que iba a tener lugar requería de máxima concentración.

Y tampoco es que él se sintiera muy cómodo, los pechos se bamboleaban con cada paso que daba y el bóxer que andaba se vendría abajo en cualquier momento. Gracias, dioses, por permitirle resistir todo este tiempo.