A lo largo de los años había hecho toda clase de trabajos. Algunos serios, otros no tanto, algunos fuera de lo común; incluso vergonzosos. Algunas personas irían tan lejos como para incluso tachar de denigrantes a ciertas actividades, pero él no. Era su trabajo y, a pesar de lo atípico que era la mayoría de las veces, le gustaba.

Pero eso no quería decir que siempre fuera fácil.

Por el contrario, requería mucho esfuerzo y, sobretodo, determinación. No tenía nada que ver con lo físico, era más mental; y no, tampoco se refería a que fuera tedioso o exhaustivo.

No, se trataba de las interminables batallas consigo mismo para llevar a cabo lo que se le había asignado. Avergonzarse y/o acobardarse significaba el fin.

Y él era muy profesional como para permitir eso.

Antes de perder su resolución, Ruto se adentró a la tienda de ropa íntima femenina.