Escondida.

Detrás del sofá.

No podía ser la única que lo encontrara absurdo. Pero bueno, si era amiga de esa persona, no la sorprendía tanto.

Esta vez no se animó a hacer preguntas y sabía que Kyoko tampoco lo haría. El Presidente seguro lo sabía también, porque comenzó a dar su explicación.

–Verán, cuando le dije que Mogami-kun sería una de sus guías, enloqueció. Tal parece que es tu admiradora, Mogami-kun.

Ella conocía el talento de Kyoko, de verdad que sí, y muy en el fondo la hacía feliz su éxito. Pero en esta situación le daba mala espina. Que, sin ánimos de ofender, Kyoko atraía a cierta clase de personas.

–¿Mía? Seguramente no, ha de estar confundiéndome con Mo- Kotonami-san.

Rodó los ojos; tan ciega como siempre…

–Oh, no. Tiene muy buena opinión de Kotonami-kun, pero es tu fan, Mogami-kun –no la engañaba, lo veía en su sonrisa. Esta no era una fan cualquiera–. Está totalmente emocionada por conocerte pero la noticia la agarró desprevenida. Dale tiempo para prepararse.

Kyoko se sonrojó y supo que la había convencido. ¿Por qué tenía que ser tan fácil?

Estaba a punto de preguntar cuanto tiempo le llevaría prepararse cuando recordó que era conocida del Presidente por lo que probablemente también era alguien de renombre, en cualquiera que fuera el campo en el que se desenvolviera. Y ella no iba a ir por ahí dando malas impresiones y arruinándose su futuro, no señor.

–Si es así, que tome tooodo el tiempo que necesite. Nosotras la esperamos fuera, si no hay problema.