Hermione y Draco reaparecieron en el salón principal de la mansión Malfoy, cayendo torpemente sobre los mullidos sillones frente a la chimenea. El fuego crepitaba suavemente, proyectando sombras danzantes en las paredes de piedra. Miraron alrededor, perplejos, tratando de entender lo que había sucedido. Los elfos domésticos entraron corriendo al escuchar el ruido, con expresiones confusas y ojos grandes llenos de preocupación.

—¿Amo? ¿Todo está bien? —preguntó uno de ellos, inclinándose profundamente, sus orejas temblando ligeramente.

Hermione se incorporó lentamente, aún aturdida. —¿Cuánto tiempo ha pasado desde que llegamos aquí? —preguntó, su voz reflejando la confusión que sentía.

El elfo parpadeó, claramente desconcertado. —Pero no se han ido de aquí, señorita. Han estado aquí todo el tiempo.

Draco y Hermione intercambiaron una mirada incrédula. Todo parecía como si nunca hubieran salido del lugar. El ambiente cálido y familiar del salón contrastaba con la sensación de irrealidad que los envolvía.

—Esto... esto no tiene sentido —dijo Draco, poniéndose de pie y frotándose las sienes con frustración. Su expresión era una mezcla de incredulidad y preocupación.

Hermione suspiró, tratando de mantener la calma. —No podemos dejarlo así. Debemos intentarlo de nuevo. Debió ser una alucinación.

Ambos retomaron sus posiciones en el círculo de hechizos, el cual estaba trazado con precisión en el suelo de mármol. Esta vez, Hermione hizo ajustes en las palabras del ritual, asegurándose de que todo estuviera correcto. Sus manos temblaban ligeramente mientras sostenía el pergamino con las instrucciones. Draco la observaba con una mezcla de admiración y ansiedad.

—¿Estás segura de esto, Granger? —preguntó Draco, su voz baja y seria.

Hermione asintió, decidida. —Sí, Malfoy. No tenemos otra opción.

Al pronunciar las últimas palabras del hechizo, la magia volvió a descontrolarse, envolviéndolos en una nueva ola de luz cegadora. El aire a su alrededor se llenó de energía, y sintieron como si estuvieran siendo arrastrados por una corriente invisible.

Cuando el torbellino de colores se detuvo, Draco y Hermione se encontraron en una sala acogedora, decorada con un árbol de Navidad más modesto pero lleno de adornos hechos a mano. El aroma a pino fresco y galletas recién horneadas llenaba el aire. En la pared, un calendario marcaba «diciembre 2016». Frente a ellos, un joven de cabello azul brillante estaba colocando libros en una maleta.

—¿Teddy? —preguntó Hermione, reconociéndolo de inmediato. Habían saltado un año y ya se veía mucho mayor de lo que recordaba. Su corazón latía con fuerza al ver al joven Lupin.

El joven se giró con una amplia sonrisa y corrió a abrazarlos. —¡Por fin bajaron! Pensé que no iban a tener tiempo de despedirme —dijo, abrazándolos con una calidez que los dejó sin palabras. Luego vio el vientre plano de hermione —tal parece que ese pequeño se volvió a esconder, tal parece que me perderé su nacimiento.

Draco y Hermione se miraron, confundidos pero conmovidos. La calidez del abrazo de Teddy y su alegría eran contagiosas.

—¿Despedirte? —preguntó Draco, arqueando una ceja e ignorando lo del primo. Su tono era una mezcla de curiosidad y preocupación.

Teddy asintió, ajustando la correa de su mochila. —Sí, les dije que voy a Rumania para estudiar dragones. Es algo que siempre quise hacer. Si sigo aquí, Bill va a asesinarme en cuanto sepa que Victoire es mi novia —Los miró con ternura—. Estoy muy feliz de que ustedes estén juntos. Desde pequeño siempre los vi como si fueran mis padres, soñaba con que se casaran y quiero desearles lo mejor en su compromiso.

—¿Compromiso? —preguntaron Hermione y Draco al unísono, completamente aturdidos. Sus corazones latían con fuerza, y una mezcla de emociones los invadía.

Teddy rio, su risa era alegre y despreocupada. —Sí, su compromiso. Lo anunciaron hace unas semanas. Me alegra mucho que finalmente se decidieran aunque ya deberían estar casados, el bebé nacerá en cualquier momento. Yo sabía que ustedes dos siempre estuvieron destinados a estar juntos, aunque tardaron años en darse cuenta.

Antes de que pudieran responder, Teddy los abrazó nuevamente y se despidió con un gesto despreocupado. —Los amo mucho. Cuídense mientras estoy fuera, ¿sí? —dijo antes de salir por la puerta montando en una escoba. La puerta se cerró suavemente detrás de él, dejando un silencio cargado de emociones.

Hermione se llevó una mano al pecho, intentando asimilar lo que acababan de presenciar. Sus ojos brillaban con lágrimas no derramadas. Draco, por su parte, estaba inmóvil, con una mezcla de incredulidad y emoción en su rostro. Sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa.

—Bueno, Granger, al menos ahora sabemos que estamos por en tener un bebé en cualquier momento... —empezó a decir Draco, pero se interrumpió, sin saber cómo terminar la frase. Sus mejillas se sonrojaron ligeramente.

—Parece que es algo destinado a suceder entre nosotros —completó Hermione, con una mezcla de nerviosismo y expectativa. Sus ojos se encontraron, y en ese momento, sintieron una conexión profunda y sincera.

Ambos se quedaron en silencio, mirando hacia la puerta por donde Teddy había desaparecido, escucharon lo parecía ser un grito agudo de Hermione seguido de "Ya viene el bebé, amor". Antes de que supieran como reaccionar ante eso La magia los envolvió de nuevo, devolviéndolos al presente. Esta vez, el círculo de magia se apagó de inmediato, y los elfos los encontraron sentados frente a la chimenea, exactamente como la primera vez. El fuego seguía crepitando suavemente, y el ambiente era cálido y acogedor.

Ambos se miraron, procesando todo lo que habían visto. Sus corazones latían al unísono, y una nueva comprensión se asentaba entre ellos.

—Malfoy, creo que deberíamos hablar... —empezó Hermione, su voz suave pero firme.

Draco asintió lentamente, con una pequeña sonrisa en los labios. —Sí, Granger. No puedo creer que el próximo año en esta fecha estarás... Merlín, olvida eso, tenemos que concentrarnos.

El fuego en la chimenea seguía ardiendo, llenando la sala con su cálida luz. Los elfos domésticos se retiraron en silencio, dejándolos solos. Hermione y Draco se miraron a los ojos, sabiendo que el futuro que habían vislumbrado era solo el comienzo de algo mucho más grande y profundo.