Nota de la autora: *asoma la cabeza poco a poco* ¡HOLA!

Sí, yo también estoy sorprendida por traerles un segundo capítulo de lo que iba a ser un oneshot. Pero qué se le hace. *Guiño* La historia de un comienzo tiene que continuar, ¿no? hay que contar el comienzo completo. A los lectores que la leyeron cuando la publiqué hace dos años, pueden pasarse al primer capítulo, que le he dado unos retoques. E infinitas gracias por su apoyo.


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Capítulo 2

Resultó que pronto se convirtió en varios días.

Hermione se regañaba internamente todas las veces que hallaba el valor suficiente para dirigirse al Hyde Park de una vez y por todas, pero todo lo que acababa haciendo finalmente era hundirse en montones de trabajo en su oficina en el Ministerio. Se reconfortaba pensando que el proyecto de ley para la reintegración de los centauros en la comunidad mágica tenía mucho más papeleo por hacer, más cartas que enviar, más puertas que tocar y más investigación que hacer. Pero en el fondo sabía que eran meras excusas.

La verdad era que se moría por regresar al parque. Malfoy la había intrigado demasiado. La manera como se había expresado el mismo y la nueva forma de vida que llevaba, las inmutables expresiones de su rostro, y sus ojos grises brillantes. Sus cautivadores ojos brillantes. Y claro, el leve rubor que había brotado de sus mejillas cuando le dijo que iba al parque todos los días, a la misma hora.

Hermione gime. Dios, ¿qué le pasaba? Parece que no fuera una mujer adulta de veintidós años. Y que ningún hombre jamás hubiera sido amable con ella. O coqueteado con ella. Pero Malfoy no había hecho eso, ¿cierto? Simplemente la había invitado a acompañarlo a sentarse con él algún día de forma casual. Normal. Hermione suelta un suspiro. La verdad del asunto es que este no era cualquier hombre. Era Malfoy, el chico que tantas veces la había humillado en el pasado. Y que por alguna razón había vuelto a su vida de la manera más inesperada posible.

Siente su teléfono vibrar dentro de su abrigo mientras cierra la puerta de su oficina, la cual cabe señalar que está vacía desde hace más de una hora. Sosteniendo su bolso con una mano en su hombro, extrae su teléfono mientras se dirige hacia el ascensor.

Era un mensaje de Ginny.

Ya es sábado mañana, ¿sigue nuestro plan en pie?

Había olvidado que le había prometido ir con ella de compras este sábado, que era cuando estaba de regreso de sus juegos de Quidditch en Alemania. Ginny ahora era jugadora de Quidditch profesional y eran pocas las veces que se veían debido a sus respectivos trabajos.

A las 12 en el Callejón Diagon, le escribió ella de vuelta. La verdad era que la extrañaba y necesitaba tener un poco de charla de chicas. Año nuevo había pasado y no había tenido oportunidad de verla, con ella estando ocupada en un torneo en Alemania por la temporada de diciembre. Y sí, era cierto que las conversaciones con sus dos mejores amigos la entretenían, y de vez en cuando se encontraba dándoles lecciones de la ley mágica tal como cuando estaban en el colegio, pero habían ciertas cosas que no podían hablarse. Como por ejemplo que se había encontrado con Draco Malfoy hacía ya más de una semana y se había interesado tanto que quería verlo nuevamente. Rueda los ojos. Definitivamente una charla que no quería tener.

Cuadrando los hombros y contenta de tener algo con lo que distraerse, al menos para el siguiente día, se dirige a su apartamento sin permitirse pensar nada más.


—Estoy saliendo con alguien —suelta Ginny mirándola fijamente y con los ojos brillantes. Su cabello rojo recogido en una coleta alta—. Es maravilloso, Hermione. Esta vez estoy segura de que es el elegido.

Hermione se la queda mirando pasmada. Eso dice cada vez que conoce a un chico que logra descrestarla con su indescriptible belleza y caballerosidad, según sus propias palabras. Al final solo niega con la cabeza lentamente.

—Ginny…

—No, en serio, Hermione. Sé que ya no me crees porque lo he dicho muchas veces pero esta vez estoy segura. Su nombre es Jim y juega para el equipo local de Quidditch en Alemania. Su interés es genuino. Quiere venir a Inglaterra en el verano.

—¿Ah, sí?, bueno eso es un progreso —el chico anterior, Frank si no se equivocaba, había dicho lo mismo, pero nunca vino. Al menos este tal Jim había puesto una fecha. Suspira—. Gi, solo te pido que no te ilusiones demasiado. Eres preciosa y te mereces lo mejor, no te conformes con migajas.

Ginny sonríe suavemente. —Lo sé, y lo aprecio Herms, de verdad. Pero tengo la certeza de que esta vez sí va a funcionar. Espero que cuando lo conozcas puedas darle una oportunidad. —Hermione sonríe, eso claro que lo podía hacer. Siempre tendría su apoyo—. Ahora dime qué es lo que te pasa.

—¿Qué?

—No me engañas Hermione Granger, algo te tiene distraída. O quizás alguien —Ginny la mira con un extraño brillo en sus ojos.

Hermione no puede ocultar la expresión de sorpresa en su rostro, como la de un ciervo a punto de colisionar con un vehículo en mitad de una calle.

—Estás chalada.

—¿Conociste a alguien? —inquiere Ginny emocionada.

—Ginny… —dice ella con un tono de advertencia en su voz.

—Vamos, Hermione. Te conozco. Tienes la mirada perdida que la gente me dice que coloco cuando conozco a alguien que me gusta.

—¿Qué? No. Él no me gusta. —replica Hermione con los ojos amplios.

Ginny sonríe de oreja a oreja. —Así que sí hay alguien. A ver, te escucho.

—No es lo que piensas, Ginevra, no —Hermione interrumpe su oración, de repente sin respiración. ¿Cómo explicar algo que ni siquiera ella sabía cómo explicar? De solo pensar en él siente sus mejillas calentarse y un extraño hormigueo en su estómago. Finalmente decide contarle la verdad, al menos un poco—. Lo conocí, —o más como que me lo reencontré, piensa Hermione para ella misma, pero no tiene pensado aclarárselo a Ginny—. De camino a comprarte los tacones que me pediste para Navidad, ¿recuerdas? Por cierto, ¿qué tal te quedaron?

—Me quedaron de maravilla. No puedo esperar a usarlos cuando salga con Jim. Y no me cambies la conversación, ¿qué pasó?

Hermione maldice internamente. Había esperado distraerla. —Bien. Estaba lloviendo ese día así que entré a un pequeño cenador en el Hyde Park y ahí estaba él. Me ofreció asiento en su banca y estuvimos hablando por un rato. Eso fue todo, ¿contenta?

—¿Y?

—¿Cómo que y? Y nada.

—¿Me estás queriendo decir que conoces a un hombre y obviamente te interesas por él ya que de otra manera no me lo habrías contado, y no pasó nada más? Ni siquiera un: ¿te puedo ver otro día? O quizá, ¿me regalas tu número? —ella pausa por un momento—. O espera, no es muggle, ¿verdad? Bueno, estabas en un sector muggle así que no me sorprendería—

—No es muggle —Hermione la interrumpe—. Es un mago.

—¿Sí? —Ginny la mira con los ojos entrecerrados—. Eso sí que es curioso. ¿Quién era? ¿Lo conozco? ¿Fue a Hogwarts?

—Detente Ginny, por favor —murmura Hermione, con la voz nerviosa y bajando la mirada al café que reposa ahora tibio en la mesa frente a ellas. No puede responder ninguna de esas preguntas. Ni siquiera sabe si lo volverá a ver—. Es… es complicado. No te lo puedo explicar todo. Simplemente lo conocí y compartimos un rato agradable. No te niego que me gustaría verlo nuevamente pero no creo tener el coraje de hablarle. —termina Hermione, colocándose un mechón de pelo tras la oreja y finalmente alzando su mirada hacia Ginny.

—Está bien, no te presionaré para que me cuentes más. —dice Ginny con una expresión de compresión en su rostro—. Sé cómo funcionan las emociones cuando conoces a alguien nuevo y ni tú misma puedes entender lo que sientes. Pero escúchame una cosa, Hermione —la voz de Ginny es ahora seria y está llena de convicción—. No permitas que por miedo a abrirte a alguien o conocerlo —Hermione traga audiblemente—. No experimentes una de las cosas más reales que tenemos nosotros los seres humanos. Y creo que sabes de lo que hablo porque lo puedo ver en tu cara. Estás joven, eres hermosa y lista. Y estoy segura que quién sea que sea ese mago lo sabe. —Ginny finaliza con un apretón de mano, ofreciéndole una sonrisa esperanzadora.

Con los ojos un poco vidriosos, Hermione le devuelve el apretón y le regala una pequeña sonrisa propia. —Gracias, Gi.

—Ahora acabemos con este café y retomemos nuestras compras —dice Ginny con un brillo maniático en su mirada.

Hermione ríe.


Faltan diez minutos para las cinco. Luego de una jornada de compras con Ginny, se despidieron con sus manos llenas de nuevas cosas, algunas un poco innecesarias, y cada quién se dirigió a su hogar. Antes de desaparecerse Ginny le preguntó si asistiría esa noche a la cena en la Madriguera, a lo cual Hermione le respondió que sí, que ya le había confirmado a Ron.

Ahora en su casa, después de haber sacado lo que compró y haberlo puesto todo en su lugar. No sabe qué hacer consigo misma. Es un manojo de nervios con cada segundo que pasa, la manecilla pequeña del reloj prácticamente sobre el cinco.

Se pasea de un lado al otro en su salita de estar, pensando una y otra vez en lo que le dijo Ginny. Reflexionando sobre lo que quiere hacer y lo que debe hacer.

De pie en medio de su estancia, Hermione piensa.

Draco realmente la intrigaba.

¿Draco? ¿Ya era Draco en su mente?

Había parecido tan diferente a como lo había sido antes. Incluso parecía, sin miedo a sonar pretenciosa, que realmente ella le había interesado. O sino, ¿por qué la había invitado a acompañarlo otra vez?

Ella, nacida de muggles, ratón de biblioteca y mejor amiga de Harry Potter, su eterno enemigo.

Eso era prueba suficiente de que era un hombre diferente. Y ella no era una persona rencorosa que se aferraba al pasado. Lo había perdonado desde que había testificado por él en su juicio. ¿Qué sentido tenía seguir con los odios si desde ese instante, años atrás, se enfrentaban a una nueva vida lejos de Voldemort, así como los prejuicios? Ella había dejado eso atrás, y dada la forma cómo se había comportado con ella en su primer encuentro, suponía que él también. Y si no lo tenía claro, quería descubrirlo. Re-descubrirlo a él.

Y quizá Ginny tenía razón. Tenía que abrirse a alguien nuevo. Conocer a alguien nuevo. Y ciertamente ella no conocía a Draco Malfoy, pero estaba decidida a hacerlo.

Con un asentimiento de cabeza para sí misma, se encamina a su habitación a buscar algo casual para la ocasión. Quiere verse bien, pero no quiere parecer demasiado interesada, por lo que se decide por un pantalón negro con una camisa polo azul pálido y un abrigo gris ajustado. Después de todo sigue siendo invierno y no quiere coger un resfríado. Alistándose con un paraguas a último momento, se desaparece con un pop en un sector alejado para no provocar sospechas de algún muggle y se dirige a paso lento hacia el parque. El cielo está teñido de un azul brumoso y aunque no se ve el sol desapareciendo en el horizonte, el aire tiene una especie de esencia cálida que se cuela en su abrigo. Estabilizando su respiración para tratar de controlar sus nervios, ingresa al parque dirigiéndose al lugar donde está construido el pequeño cenador. Cuando llega allí, increíblemente, está vacío. La banca donde se habían sentado días atrás sigue impolutamente blanca y sin un rastro de suciedad, los arbustos alrededor meciéndose con el leve viento que los recorre. Desinflándose un poco, se sienta en el mismo lugar donde se sentó la vez pasada, sintiéndose decepcionada. Quizá hoy no pudo venir, después de todo es sábado y la gente sale a hacer cosas diferentes a la rutina de siempre. Mirándose las manos, es inconsciente de la persona que se ha acercado al cenador, con una mirada de sorpresa en su rostro al notarla sentada en su banca.

—¿Granger?

Alzando la cabeza fugaz como una estrella, Hermione se encuentra con esa mirada de ojos grises brillantes que tantas lunas atrás la cautivó. Sin poder evitarlo, sus ojos recorren su figura envuelta de tonos negros. Pantalones negros y camisa grisácea. Deteniéndose en el libro que sostiene en un agarre firme en su mano. Cuando vuelve a su rostro lo encuentra con las mejillas levemente rosadas que recuerda haber vislumbrado la última vez que se vieron, probablemente con vergüenza en este momento al verse observado tan libremente. Hermione se sonroja también, al haber sido cachada haciéndolo.

—Draco, hola.

Draco. Ahora era Draco también en voz alta. Pero, ¿que, por amor a Merlín, le había sobrevenido a su cabeza de repente? Él luce tan sorprendido de haber escuchado su nombre como ella por haberlo pronunciado. Pero ya lo dijo así que no se piensa echar para atrás.

Aclarándose la garganta, Hermione continúa. —Sí, um —rebusca en su mente por decir algo inteligente e interesante para decirle, pero al final decide que quizá lo más simple sea lo mejor—. ¿Cómo estás?

Draco parece salir de su estupefacción y se acerca con pasos mesurados al asiento a su lado, dejando salir una exhalación una vez estuvo sentado. —Muy bien, ¿y tú? —pregunta girándose hacia ella, sus ojos llenos de un brillo peculiar.

El aroma de su perfume llega hasta las fosas nasales de Hermione, un toque de cedar, pino y un vago aroma de pergamino. Ella no puede evitar inhalar profundamente antes de responder. —Bien. Pensé que no vendrías hoy —dice finalmente, luego de haber recogido el valor suficiente para decir eso.

Él abre los ojos levemente. —Ya. Bueno yo pensé que no te volvería a ver, si soy honesto.

Una punzada de arrepentimiento recorre a Hermione entera. Se permite sincerarse un poco. —La verdad no estaba segura de venir. Por un momento fue como si nuestro encuentro anterior hubiera sido una alucinación. Quiero decir, nunca esperé encontrarte aquí, ¿sabes? En Londres Muggle, brindándome asiento en medio de esa lluvia y teniendo una conversación perfectamente normal. Me sorprendiste, y luego cuando después me invitaste a venir nuevamente… —Draco baja la mirada como avergonzado, pero luego la sube otra vez—. De verdad quería venir antes, pero todo era algo… surreal.

Él la mira ahora con una ceja alzada, como preguntándole intrínsecamente ¿y qué te hizo venir finalmente? Pero es una respuesta que al parecer no quiere o tiene miedo saber, porque no la vocaliza. Y es mejor, piensa Hermione, ya que tampoco tiene ganas de confesarse ante él.

—Bueno, me alegra que lo hayas hecho al final —acaba diciendo él, con una sonrisa tan real que lograr debilitar de alguna forma las rodillas de Hermione. Y es en ese momento que sabe que ha tomado la decisión adecuada. No sabe lo que les deparará el futuro, o si seguirán llevándose bien, pero al menos ahora sabe lo que se siente haber recibido una sonrisa genuina de Draco Malfoy dirigida especialmente a ella. Y es una sensación que no cambiaría por nada.


25agosto2020: Me siento orgullosa de este capítulo, la verdad. No puedo esperar por continuar.