Nota de la autora 29 de agosto 2020: ¡Hola por aquí! Si estás leyendo esto, gracias, en serio. Un capítulo algo más largo hoy porque estaba muy inspirada.


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Capítulo 3

El hielo se rompió luego de eso. Hablaban de cualquier cosa que les llegaba a la mente. Cosas simples, como lo inteligente que había sido el arquitecto del parque, al diseñar estos cenadores que protegían a las personas de las lluvias inesperadas, con lo cual Hermione se había ruborizado de un suave tono rosa que había hecho a Draco alzar una ceja burlona. Cosas un poco más personales, como las veces que Draco había podido traer a su perro Jenkins al parque junto con él, hasta que había muerto de vejez hacía casi dos meses. Hermione había querido animarlo luego de que él le hubo contado eso, por lo que se había puesto a hablar de cosas un poco más chistosas, como la ocasión que tomó una siesta una tarde de enero justo como en la que se hallaban ese día, luego de haber trasnochado la noche anterior preparando una presentación muy importante que tenía al día siguiente frente a su jefe y colegas de trabajo, solo para acabar despertándose sobresaltada en medio de la oscuridad pensando que ya había pasado la reunión y no había asistido, cuando en verdad solo habían pasado un par de horas desde que se había quedado dormida profundamente.

Con eso Draco se había echado a reír con ganas.

Ahora en el presente, Hermione lo seguía mirando, sorprendida. Era la primera vez que lo escuchaba reírse libremente y no podía evitar pensar que tenía una risa agradable, bonita. Sintió su estómago revolverse de forma graciosa.

—Es curioso porque a mí me pasó exactamente lo mismo —dice Draco luego de haber recuperado la compostura, volteándose a mirarla con un brillo de diversión en sus ojos—. Estaba preparándome arduamente para un examen de anatomía en la Academia de Sanación en Italia y estaba tan estresado que me levanté pensando que el examen ya había pasado.

—Draco Malfoy estresado por un examen, ¿quién lo diría? —responde Hermione con su propia mueca burlona.

—Peores cosas se han visto —replica él con una expresión de satisfacción en su rostro.

Sacudiendo la cabeza, Hermione cambia de tema. —¿Y qué tal la Academia de Sanación?

—Muy buena. Al principio estaba dudoso de que me rechazaran pero fui acogido como cualquier otro estudiante —dice él mirándola ahora solemnemente—. Allí conocí a excelentes profesionales de la medicina y sanación. Blaise se la pasaba quejando que nunca tenía tiempo para divertirme, ya sabes, estando en Italia y demás. Pero me encontraba fascinado por todo lo que aprendía, era la distracción perfecta, sabes —aparta un poco la mirada pero Hermione no necesita explicación, sabe de lo que habla. Después de unos segundos la levanta con una extraña emoción—. Es increíble lo que un simple hechizo puede hacer, o una poción. Preparada con toda las precauciones, claro. Y lo más increíble era el ver actuarlo en el cuerpo de una persona… Tejidos regenerándose o extrañas aflicciones desapareciendo. Sanar algo que estaba roto, herido. Y lo mejor era saber que tuviste que ver con eso. —su expresión se ha vuelto un tanto melancólica, seguramente rememorando sus tiempos de Academia. Hermione lo observa como hechizada. De repente él sacude la cabeza—. Perdona que te abrume con esto, no me lo preguntaste —añade él con un poco de vergüenza.

—No, Draco, para nada —Hermione sacude la cabeza fervientemente—. Se siente bien. Es decir, me siento bien con que me lo cuentes. Es como si estuviera conociendo una versión de ti que jamás me imaginé encontrar. Y me agrada.

Draco la mira ahora con una expresión en su rostro que ella no puede descifrar. Luego mueve un poco la cabeza, con incredulidad. —Yo no puedo creer que esté aquí contigo en este momento, en este parque. De todos los lugares que me imagino pudieras estar, pero estás aquí.

—¿Quieres que me vaya?

—¡No!— responde Draco quizá muy rápidamente. El corazón de Hermione hace un brinco extraño en su pecho. En ese momento un leve viento más frío que antes recorre sus cuerpos, provocando que se abriguen más con sus respectivos sacos. Draco recorre su mirada alrededor antes de posarse nuevamente en Hermione. Su libro firmemente asegurado en su regazo—. Quiero decir, eres libre de hacerlo, pero me gustaría que no. Es bueno tener compañía —dice Draco mirándola fijamente.

Y yo estoy disfrutando de la tuya, así que no me iré, quiere decirle Hermione, pero las palabras se sienten atoradas en su garganta. Finalmente le sonríe, dando por concluido el tema.

—Cuéntame sobre tu primera intervención.


Y así continúan por lo que se sienten horas en el cerebro de Hermione, pero que a lo mejor no fue más de una. Hermione no recuerda la última vez que se sintió así, tan tranquila y contenta con alguien, sin pena a darle voz a sus pensamientos por miedo a intimidar al otro. Pero Draco no se intimida para nada. Escucha atentamente sus ideas y las discute, expresando sus dudas y acuerdos. Ella piensa que precisamente por eso fue que nunca compenetró de forma más íntima con Ron. El pelirrojo tenía unas ideas muy arraigadas sobre ciertos temas. Casi nunca se abría a lo que ella tenía que decir. Hermione estaba contenta con que las cosas nunca hubieran pasado más allá de una amistad. Seguía siendo su mejor amigo y estaba contenta con eso.

Aparte de eso, Draco tenía una forma de decir las cosas que la hipnotizaba. Ahora no solo eran sus ojos. Ahora eran sus manos y la forma como gesticulaba con ellas. Eran sus respuestas faciales con cada comentario de ella. Esa pequeña arruga en la esquina de sus ojos cuando alzaba una comisura de su boca. La forma como alzaba la ceja con diversión. La forma como se inclinaba hacia ella imperceptiblemente, o casi imperceptiblemente, porque Hermione estaba a tono con cada movimiento, y él acercándose más a ella era todo menos inconsciente. Sentía mariposas en el estómago. Porque eso eran mariposas, ¿cierto? Pero quizá era más preciso decir que era un enjambre de abejas.

Ella misma era inconsciente de que se había acercado más a él, sus rodillas estaban casi rozándose. Su cuerpo estaba girado totalmente en su dirección, atenta a cada palabra que salía de su boca. Disfrutaba de todo lo que le contaba sobre su profesión, sobre la sanación, y sobre los curiosos casos que había atendido.

No es sino cuando siente su teléfono vibrar dentro de su abrigo que Hermione vuelve en sí. Con una mirada alrededor se da cuenta de que ha oscurecido ya, las lámparas se han encendido, y el cenador está iluminado ahora por una suave luz blanca. Draco parece darse cuenta de lo mismo ya que mira a sus costados también, alejándose un poco de Hermione. —Vaya, ha oscurecido de repente. Qué raro. —dice frunciendo el ceño.

El celular de Hermione vuelve a sonar, esta vez un poco más fuerte. Con una mirada de disculpa hacia Draco, se pone de pie y se acerca a la entrada del cenador. Extrayendo el celular en el camino. No tiene que ver la pantalla para saber que es Ginny. Presiona rápidamente el botón verde.

—¿Hermione?

—¿Si?

—¿Dónde estás? ¿Sabes la hora que es? —la voz de Ginny sale aguda.

En realidad no sé. —dice ella en voz baja, mirando a Draco. Éste se ha quedado observando fijamente su libro.

Pero qué dic… —Ginny parece quedarse en silencio un tiempo—. Bien. ¿Vas a venir?

Eh… Sí. —murmura Hermione distraída.

—¿Estás segura?

.

No me gustan tus respuestas monosílabas. Pero bien —Hermione la oye tomando un respiro en el teléfono—. Nos vemos, Herms. —luego de eso cuelga sin esperar respuesta de ella.

Guardando su teléfono de vuelta en su bolsillo, Hermione se acerca con pasos silenciosos a Draco que la observa desde su asiento. Su mirada parece haber perdido algo de su brillo.

—Supongo que tus amigos te necesitan. —dice él finalmente dándole una mirada incierta. Parece resignado.

Hermione siente una punzada en su pecho. La verdad es que no quiere irse. Quiere seguir hablando y compartiendo historias con él. No es sino hasta ese instante que parece rememorar la conversación con Ginny, donde le dijo que iría a verlos a la Madriguera. ¿En qué estaba pensando? Una mirada a Draco era suficiente para darse cuenta que no había tomado la decisión correcta confirmando su asistencia. Gruñendo internamente, decide tomar las riendas del asunto y suelta lo primero que se le ocurre, que resulta ser lo en que lleva pensando desde que se levantó de su asiento y se alejó de él.

—¿Quieres cenar conmigo?

La cara de Draco es un poema. Primero es pálida y luego adquiere el mismo rubor que le alcanzó a vislumbrar la vez pasada que se vieron justo antes de despedirse en Navidad.

—¿Te refieres a cenar con tus amigos o…? —no logra terminar su oración ya que traga visiblemente.

—No. Conmigo. Tú y yo —no sabe de dónde saca el valor para decir aquello pero tiene la certeza de que quiere decir cada palabra que acaba de salir de sus labios. ¿Una cita? Quizá. No tiene pensado aclararlo. No lo sabe muy bien. Solo sabe que quiere seguir en la compañía de él. Draco parece dudar por unos segundos.

—¿Estás segura?

—Completamente. —su seguridad no parece hacer más que descolocarlo. Él sacude la cabeza levemente.

—Estás consciente de que saldrías con una paria de la sociedad.

Hermione bufa. —Por favor, Draco. Date algo de crédito. Has recorrido un largo camino. O sino, ¿qué haz hecho en todo este tiempo aquí? ¿Me has insultado? ¿Me has puesto mala cara? Todo lo que veo yo es un hombre diferente que no le teme a ser visto sonriendo con una hija de muggles. —Hermione frunce el ceño—. A menos que, en realidad no quieras ser visto al lado—

—No termines esa oración, por favor. —interrumpe Draco con voz seria, poniéndose de pie también—. Nada me daría más honor que ser visto al lado de Hermione Granger, una de las grandes, sino es que la mejor mente del mundo mágico. —termina Draco con una expresión firme en su rostro.

Hermione siente su interior derretirse y su cara calentarse. Agachando la cabeza por unos segundos, murmura.—Eso es un sí, entonces.

—Creo que sí —dice Draco alzando una esquina de su boca y con ese brillo tan peculiar de vuelta en su mirada. Después su expresión se torna pensativa— ¿Sabes? Normalmente es al revés.

—¿Qué cosa? —inquiere Hermione dándose vuelta para recoger el paraguas que ha dejado recostado en una blanca columna. Girándose justo para ver a Draco con una mueca burlona reminiscente de sus días de Hogwarts, solo que en esta no había nada de maldad oculta.

—Normalmente es el chico el que invita a cenar a la chica.

Hermione no se deja avergonzar y responde con su propia expresión altiva. —Ya. Pero este es un caso especial, ¿no te parece?

—Buena respuesta. Veinte puntos para Gryffindor —responde él ahora sonriéndole de verdad. Él espera hasta que Hermione está frente a él para preguntar—. Entonces, ¿a dónde me llevarás?

—¿Asumo que habiendo estado en Italia disfrutas la comida italiana?

—Mi favorita de hecho.

—Perfecto. A unas cuantas cuadras de aquí hay un restaurante muggle italiano al que solía venir cuando era pequeña. ¿Te gustaría caminar hasta allá?

—No me haría nada mal estirar las piernas.

Sin decir una palabra más, ambos salen del cenador con una sensación en el pecho que ninguno puede explicar.


Caminaban lado a lado con menos de un metro de distancia entre ellos, Draco sosteniendo su libro y Hermione su paraguas. Luego de unos minutos de haber caminado sienten diminutas gotas de lluvia caer sobre su rostro y pelo. Un escalofrío recorre el cuerpo de Hermione. Una mirada a Draco es respuesta suficiente por lo que abre su paraguas y sin esperar mucho ambos se arrebujan bajo él. No dicen nada pero ahora pueden sentir el calor de cuerpo el otro, brazo contra brazo, costado contra costado, Hermione sosteniendo el paraguas con fuerza en su mano derecha. Sorprendentemente el frío de su cuerpo cedió en poco tiempo, al mismo tiempo que un tipo de calor diferente llenó su corazón. Sintió a Draco observándola en varias ocasiones discretamente pero se negaba a mirarlo. Estaba demasiado concentrada en estar recostada contra él.

Ninguno dijo nada, pero ambos sabían que con simple hechizo pudieron haberse protegido de la lluvia. Pero también saben que hay algunas cosas que no necesitan demasiadas explicaciones. Y esta era una de esas.

En poco tiempo llegan al restaurante. Un pequeño local en un sector muggle cerca al Hyde Park. Un camarero toma el paraguas de Hermione y con una sonrisa de bienvenida los lleva a una mesa decorada con una linda flor lila en el centro. Sentados frente a frente, con una mesa entre ellos, la leve música suave de fondo y las demás parejas alrededor, es imposible pensar que eso no era una cita. Pero lo era, aunque ninguno de los dos haya tenido el valor de ponerle nombre. Draco Malfoy y Hermione Granger estaban indiscutiblemente en una cita.

En algún momento llega el mismo camarero de antes, ofreciéndoles el menú. Mientras Draco lo ojea, Hermione aprovecha para sacar su celular y enviarle un rápido mensaje a Ginny.

Al final no podré ir, discúlpame con los demás x

Siente su teléfono vibrar en su bolsillo casi en el acto pero no lo coge. Después toma su menú y lo ojea, decidiéndose por una lasagna. Draco ordena pasta. Luego de eso el camarero les trae una botella de vino de naranja, sugerido por Hermione, mientras Draco se queda mirando el restaurante algo distraído.

—Es un sitio muy agradable —dice Draco de vuelta hacia Hermione, tratando de enfocarse en ella otra vez.

—¿Pasa algo? —pregunta Hermione con cautela.

—No. Nada. —inquiere él confuso.

—Es solo que hace un momento parecías un poco um, distraído —dice Hermione, llevándose un mechón de pelo tras su oreja.

Draco suspira. —Estaba pensando en mi madre. Para esta hora ya estoy en la Mansión.

—Oh —a Hermione no se le había ocurrido eso—. Um. ¿Eso quiere decir que te tienes que ir?

—Si estás tratando de deshacerte de mí, Granger, creo que ya es muy tarde —dice él a modo de broma. Ella siente una de las comisuras de su boca alzarse.

—No, no lo decía por eso —ella rueda los ojos—. Solo… ¿No se preocupará?

Draco bufa. —En este punto creo que ni quiere que regrese a casa. Ha estado insistiendo que salga y haga vida social con mis viejos amigos desde que llegamos a Inglaterra. Debe estar contenta que no llegué hoy a cenar, para variar.

Hermione considera eso. —¿Y? ¿No te has visto con nadie de Hogwarts?

Él baja la mirada. Hermione tiene la sensación de que es un tema del que no le gusta hablar particularmente. Siente el impulso tocarlo un poco, o aunque sea tomarle la mano, pero las tiene ambas guardadas en su regazo, posiblemente sosteniendo su libro. Ella se aclara la garganta. —Está bien, sabes. No tienes que decirme.

Draco toma un respiro profundo, pasándose una mano por el cabello, revolviéndolo un poco antes de alzar la mirada. —No hay nada que contar. Blaise es el único con quién me hablo. No he sabido de los demás desde que me fui a Italia. Simplemente no me comuniqué, y ellos tampoco lo hicieron conmigo.

—Bueno, siempre podrías hacerlo ahora —le sugiere Hermione en voz baja. Ella misma se había encontrado con algunos de ellos en el Ministerio. Theodore Nott trabajaba en el Departamento de Deportes y por lo que alguna vez había leído en el Profeta, estaba saliendo con Daphne Greengrass, que tenía un negocio de confección y textiles junto con Pansy Parkinson—. ¿Blaise no habla con ellos?

—Algunas veces. Siempre planeaba venir a encontrarse con ellos, pero terminaba ocupado con sus negocios en Italia.

Hermione asiente.

—Quizá lo haga algún día —dice Draco finalmente, mirándola fijamente ahora—. Sin embargo, por el momento, creo que no quiero reencontrarme con nadie más. —de repente, su mirada parece quemarla.

El momento se quiebra con la llegada de sus platos. Pero Hermione es incapaz de quitarle los ojos de encima. Se fija en sus blancas manos, por fin sobre la mesa y libres para su libre observación. Se fija en sus finos movimientos mientras toma los cubiertos. Es casi hipnotizante la forma que enrolla la pasta en el tenedor. Ella no es consciente que se lo ha quedado mirando hasta que alza la vista a su rostro y lo encuentra mirándola con una ceja alzada, divertido.

—¿Ves algo que te gusta, Granger?

Hermione parpadea varias veces. Dios. ¿Qué le pasaba hoy? Se sentía en descontrol de ella misma.

—Esas pastas se ven muy ricas, Malfoy —le devuelve ella remarcando su apellido antes de que la falta de respuesta pueda darle más ideas.

Él sonríe levemente, pero no dice nada más. Por un fugaz e infinito momento sus ojos parecen dirigirse a la boca de ella, no obstante, antes de entender en su totalidad el instante que acaba de pasar él está de vuelta a su plato.

La velada resulta muy agradable. Ambos siguen con la conversación como si todavía estuvieran en el cenador y como si nunca se hubieran ido de allí. Es refrescante. Hermione se siente fresca.Y no puede evitar pensar que es gracias a Draco.

Muy pronto llega a su fin.

El restaurante está a punto de cerrar y nuevamente se ven sacados de su pequeña burbuja. Y esta vez no hay nada que hacer, ningún lugar al que ir, siendo que ya está entrada la noche. Lo que significa que no hay más excusas para estar en la compañía del otro.

Afuera del restaurante, ya ha dejado de serenar. Dirigiéndose al punto de aparición más cercano, Hermione no sabe qué más decir. Al igual que la primera vez que se vieron, siente que tiene que decir otra cosa, algo más…

Pero, como la vez pasada, Draco se le adelanta. Se aclara la garganta mirando al frente, a la cerca de una casa muy bonita pintada de color blanco, al estilo victoriano, evitando la mirada escrutadora de Hermione. —Quisieras… —él se aclara la garganta y duda varias veces—. ¿Puedo tener tu número de teléfono? —dice finalmente, mirándola ahora a ella.

Hermione esperaba cualquier cosa menos eso. —¿Usas teléfonos muggles? —es la respuesta sorprendida de Hermione.

Draco parece descolocado antes de contestarle. —Eh, sí. Es una forma fácil de mantenerme en contacto con mis colegas. Además es más rápido que enviar lechuzas. —él se encoge hombros simplemente.

Ella no puede evitar el revoltijo de emociones que la recorren en ese momento. Draco usa un aparato muggle. Draco tiene celular. Y le acaba de pedir su teléfono. Parpadea varias veces para salir de la bruma, y antes de pensarlo más, le dicta su número, el cual él anota con premura en su aparato.

—Listo. —le indica él, con una sonrisa de satisfacción en su rostro.

Ella no sabe qué más decir, así que solo le sonríe, nerviosa. Y ahora ¿qué?, debería darle la mano, o simplemente decirle adiós—

Otra vez es interrumpida, sin embargo esta vez por unos labios firmes en su mejilla. Se sienten fríos en su piel, pero suaves y delicados. Hermione siente que se va a caer, con la forma cómo le tiemblan las rodillas. Sus manos se vuelven puños a sus costados, apretando el paraguas con fuerza. El aroma de pino y pergamino llega hasta sus fosas nasales sacudiendo su ser entero. Los labios de Draco se demoran un tiempo más de lo normal en despegarse de su piel —Que tengas una linda noche, Hermione —susurra él, antes de retirarse de su espacio personal, dedicarle una última sonrisa y desaparecerse con un pop.

Una vez en su apartamento, luego de haberse bajado de la nube de Draco y volver a la realidad, Hermione se da un baño relajante de burbujas con aroma a jazmín y después se retira a su habitación envuelta en su pijama rosa felpuda, acomodándose en su cama y tomando el teléfono de la mesita de noche. Tiene dos mensajes.

Uno de Ginny.

Es por él, ¿cierto? Perfecto. No vengas. Procura usar protección, ok.

Hermione rueda los ojos.

El otro es un número desconocido. El mensaje es de hace unos minutos.

Gracias por hoy. Disfruté mucho pasar mi tiempo contigo. Quisiera poder verte otra vez…

D.M.

"Verte otra vez..." Dios esa frase hace que los latidos de su corazón se aceleren. Se siente como una quinceañera, la verdad. Le escribe una respuesta de inmediato.

Gracias a ti por tu compañía, la disfruté mucho. Y también quiero verte otra vez... ¿te veo pronto?

H.G.

El mensaje de respuesta no tarda ni un minuto.

Misma hora, mismo lugar. D.M.

Con una sonrisa satisfecha, Hermione se recuesta en su almohada, cerrando los ojos. Ahora más que segura que vería a Draco nuevamente. No era un casual pronto. Era algo que pasaría de verdad. Sin más dudas.


29agosto2020: Ya quiero escribir el siguiente capítulo. Se siente bien liberar todo el romance que tengo dentro de mí. Jeje. Ya hasta tengo todo un playlist para escribir. Quizá lo comparta más adelante.