Descripción: En Nochebuena, Edward Masen conoce a la hermana menor de su novia Rosalie. Los doce días de Navidad seguro que serán interesantes. Todos humanos. AU. ExB.


Descargo de responsabilidad: Crepúsculo y sus personajes son propiedad de Stephenie Meyer, la historia es de pattyrose, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight and its characters are the property of Stephenie Meyer, the story is by pattyrose, translation is mine with due permission from the author.


Arrobale gentilmente fue mi prelectora, cualquier error es mío. ¡Gracias, Alejandra!


.

The Twelve Days of Christmas

por pattyrose

.

Día 1

«…haz que mis sueños se hagan realidad», canté en voz baja desde el asiento trasero del taxi, imitando la voz de la radio, «todo lo que quiero para Navidad eres tú».

Rosalie me miró y se rio entre dientes, sacudiendo la cabeza mientras su largo cabello rubio caía en cascada sobre su pecho. Se inclinó y susurró: —Edward, cariño, no dejes tu trabajo. Cantar definitivamente no es tu fuerte.

Resoplé y acerqué mis labios a su oído. —Anoche no te importó que te cantara en la ducha.

Sonrió con ironía, mirando al frente. —Eso es porque todos suenan bien en la ducha.

—Suenas muy bien en la ducha. —Le mordí el lóbulo e imité todos esos ruidos que hizo anoche, haciéndola retorcerse en su asiento.

Respiró profundamente justo cuando el taxi aminoró la marcha. —Llegamos.

Me recliné y miré por la ventana hacia la casa donde finalmente se detuvo el taxi. Era una casa blanca de estilo Tudor, un poco vieja pero bien conservada. La nieve en el tejado y en los cristales de las ventanas le daban un aspecto de postal navideña.

Le pagué al conductor, saqué el equipaje del maletero y me quedé allí con Rosalie, mi novia desde hacía seis meses, mirando hacia la casa. Había estado bien durante todo el viaje en avión desde New York, pero ahora me pareció detectar una nota de nerviosismo, incluso de aprensión, en su expresión, en sus ojos azul claro.

—¿Estás bien? —le pregunté con una sonrisa.

—Sí, estoy bien —dijo, aunque no sonaba muy convincente. Y con un gesto de la cabeza hacia la casa, abrió el camino, murmurando más para sí misma—: Me pregunto si ya están todos aquí.

Me llevé una maleta de mano bajo cada brazo y una en cada mano mientras la seguía por el camino de entrada, contemplando el entorno boscoso. El estado de Washington era definitivamente diferente de New York e incluso de Chicago, de donde yo era. En Manhattan, la nieve se pegaba a los edificios de hormigón y se convertía en aguanieve delante de docenas de taxis amarillos. Aquí, en este pequeño pueblo llamado Forks, brillaba en docenas de árboles y arbustos, brillaba como joyas en ramas largas y delgadas.

Un hombre de pelo oscuro y rizado y bigote igualmente oscuro abrió la puerta principal. Sus ojos brillaron cuando vio a su hija.

—Rosie, cariño, ¡llegaste antes que tu hermana! —La abrazó con fuerza y ella le devolvió el abrazo con la misma fuerza.

—No me sorprende, papá. Bueno, ya estamos aquí, si te sirve de consuelo. —Se apartó y me tomó la mano. Dejé el equipaje en el suelo.

—Papá, él es Edward Masen. Edward, él es mi papá, Charles Swan.

Nos dimos la mano y nos saludamos como era debido mientras el padre de Rosalie me miraba de arriba abajo con una pequeña sonrisa en los labios. Supongo que no podía culparlo. Tu hija trae a casa a un chico para las fiestas; como padre, tienes que hacerle pasar un mal rato.

Aunque la mamá de Rose…

—¡Rosalie! —gritó mientras se acercaba a la puerta y la abrazó con más fuerza que su padre. Pero ni siquiera esperó a que nos presentáramos y me envolvió en un abrazo igualmente sofocante.

Ella se rio. —¡Debes ser Edward! ¡Rosalie nos ha contado mucho sobre ti!

—Edward Masen, señora, es un placer conocerla —logré murmurar después de que la madre de Rose me dejara tomar aire. Era sorprendentemente hermosa para una mujer de su edad, que debía rondar los cincuenta y tantos, ya que Rose tenía veintiocho años y un hermano cuatro años mayor que ella. Muy pocas arrugas adornaban su pálido rostro de porcelana. Sus ojos eran del mismo tono azul claro que los de Rose, y ambas tenían el mismo cabello largo y rubio y la misma figura alta y elegante. Según esta foto, mi novia envejecería bien, algo bueno para saber, ya que planeaba proponerle matrimonio el día de Año Nuevo. Sonreí para mis adentros.

La mamá de Rose miró hacia atrás, como si buscara a alguien, antes de volver sus ojos azules hacia mí.

—Oh, pensé que mi mamá había llegado de repente en avión desde Phoenix cuando te escuché decir señora, porque definitivamente NO soy una señora. Por favor, Edward, llámame Renée.

Me reí. —Renée, entonces.

Se oyeron voces fuertes y ladridos desde el pasillo de al lado, y luego más gente y dos perros grandes vinieron a saludarnos. Rosalie me presentó a su hermano mayor, Jasper, a su esposa, Alice, y a sus dos hijas pequeñas, Charlotte y Victoria. A diferencia de su padre, Jasper me dio una palmada en la espalda y me dio la bienvenida abiertamente, y su esposa fue igual de amable. Los pastores alemanes menearon la cola hasta que Rosalie les dio a cada uno una palmadita suave, y luego se alejaron caminando por el pasillo. Todos nos reunimos alrededor de la sala de estar mientras nos preguntaban cómo había estado nuestro vuelo, e hicimos el tipo de charla informal inicial que tienen las personas que se conocen por primera vez.

—Muy bien, chicos, démosle a Rose y a Edward la oportunidad de instalarse, y luego nos reuniremos todos en la sala de estar y nos conoceremos mejor —anunció Renée después de unos minutos—. Tal vez para entonces su hermana ya haya llegado.

Escuché a Jasper reírse. —Sí, claro, mamá.

—Rose, cariño, tu habitación está lista para ti y Edward.

Me aclaré la garganta, incómodo, aunque Renée parecía estar absolutamente de acuerdo con que su hija mayor y yo compartiéramos habitación durante los próximos cinco días. Sin embargo, me negué a mirar a su padre, porque tenía la sensación de que me estaría fulminando con la mirada, como lo había estado haciendo subrepticiamente desde que llegamos.

—Gracias, mamá —dijo Rose mientras yo murmuraba mi propio agradecimiento y recogía nuestro equipaje.

~oOo~

—Todos parecen realmente geniales —dije con sinceridad, una vez que estábamos en el antiguo dormitorio de Rose. Estaba desempacando mi ropa y poniéndola toda en su tocador o en su armario, dependiendo de la prenda de vestir. La habitación era bastante bonita: paredes beige, cuadros de paisajes serenos en la pared, una cama de tamaño matrimonial; todo ordenado y prolijo, tal como se hubiera esperado—. Incluso tu padre expolicía.

—Sí, lo son —dijo con una sonrisa en la voz. Se paró al borde de la cama, sin camisa, mientras se quitaba los jeans. Un lindo vestido tejido marrón y dorado yacía en la cama junto a ella, y mientras la observaba prepararse para ponérselo, me pregunté si podría convencerla de que me dejara darle un polvo rápido antes de ponérselo.

»Por cierto, ya te aman —añadió, dándome la espalda mientras se ponía el vestido por la cabeza.

Me acerqué a ella rápidamente y detuve sus acciones, besando su nuca y sosteniendo su cintura con una mano mientras con la otra mano ahuecaba lo que su tanga apenas cubría.

—Por supuesto que me aman. —Le dejé un rastro de besos en la clavícula—. Soy guapo, exitoso y poseedor de una gran personalidad y muy fácil de tratar.

—No te olvides de la humildad —bromeó.

Resoplé mientras le acariciaba el trasero con la mano. —Como dije, todos parecen realmente geniales también.

La mayoría de ellos lo son.

Me reí entre dientes, porque sabía a quién se refería. —Entonces, ¿dónde estará?

Rosalie me rodeó el cuello con las manos, dándome la espalda y presionando su trasero contra mi ingle a propósito. Gemí y ella se rio en voz baja.

—Mamá dijo que llamó y dijo que llegaría tarde, que tenía que encargarse de algo importante en la escuela antes de salir. Pero no me sorprendería si mamá solo la estaría cubriendo. —Podía oír el gesto de desaprobación en su voz.

—Probablemente era algo importante —dije, más para apaciguar a Rosalie que con verdadera seguridad, porque aunque no conocía a su hermana pequeña, por la imagen que Rose me había pintado de ella, lo que fuera que estaba retrasando a su hermanita probablemente no era tan importante en absoluto.

—Confía en mí, Edward. —Suspiró—. Probablemente no lo sea. El resto de nosotros tenemos que llegar temprano el día veintitrés, o de lo contrario las cosas se podrían poner muy feas, pero Bella probablemente quería ir a una fiesta más de fraternidad antes de volver a casa, y ahora todos tenemos que esperarla.

Me reí de nuevo. —Rose, nena, no te preocupes por tu hermana pequeña ahora mismo. —Pasé la mano lentamente desde su trasero hasta su cadera y luego sentí la ligera pelusilla entre el vértice de sus muslos. Mi dedo se movió lentamente y su respiración se entrecortó—. ¿Qué tal si te ayudo a olvidar...?

—¡Rose! —gritó de repente una voz—. Cariño, ¿Edward y tú ya están listos? ¡Los estamos esperando para ir a cortar el árbol de Navidad!

Rosalie rápidamente me empujó la mano y se alejó de mí, poniéndose rápidamente el vestido. Bajé la cabeza y sonreí.

Se rio en voz baja. —Supongo que debería decírtelo ahora, mi casa se vuelve un poco loca durante las fiestas. Probablemente no tendremos mucho tiempo para eso.

—Y hasta ahora me lo dices —bromeé.

Se rio entre dientes y vino a rodearme los hombros con sus brazos. —Te lo compensaré más tarde. Vamos, nos están esperando.

Me aclaré la garganta. —Uhm... ¿te importa si dejo para más tarde lo de cortar el árbol? Tengo que enviar un par de correos electrónicos de trabajo antes de desconectarme por completo durante las fiestas. —Le di la sonrisa torcida que sabía que le encantaba—. ¿Por qué no te pones al día con tu familia y les dejas que te digan lo que realmente piensan de mí sin tenerme cerca? Te veré abajo cuando regresen.

Sonrió con ironía. —Ya te lo dije, te aman. Mi familia lleva el corazón en la mano, Edward. —Sonrió con sorna. Por un segundo, me pregunté por qué siempre me hacía tan difícil leerla si el resto de su familia eran como libros muy abiertos. Pero, difícil de leer o no, Rosalie Swan era hermosa, inteligente, impresionante y… y supongo que todo lo demás que un hombre podría desear en una esposa.

Se fue, con su vestido marrón y dorado y sus botas altas marrones, luciendo como una modelo de pasarela, y después de terminar de deshacer el equipaje, saqué mi teléfono celular y llamé a mis padres. Hablé con mi papá un rato sobre deportes, como solíamos hacer, y luego me puso a mi mamá y le recordé que estaría allí el día veintisiete con mi novia.

—Mamá, uhm… ¿todavía tienes el anillo de la abuela?

Mi madre permaneció en silencio durante un rato. —Sí —dijo lentamente.

—Me gustaría… me gustaría hablar contigo sobre eso cuando llegue allí.

Elizabeth Masen suspiró. —El anillo de tu abuela es muy especial, Edward. Solamente recuerda que, quien lo reciba, debe ser alguien igualmente especial. Alguien sin quien no puedas imaginarte viviendo el resto de tu vida.

Después de colgar, las palabras de mi madre resonaron en mi cabeza—: «…alguien sin quien no puedas imaginarte viviendo el resto de tu vida».

En mi mente, me imaginé cómo sería el resto de mi vida. Me imaginé un momento en el que tendría mi propia agencia de arquitectura, en lugar de trabajar para la de otra persona, un momento en el que estaría listo para tener hijos y un momento en el que estaría listo para mudarme del apartamento en la ciudad de New York y comprarme mi propia casa. Me imaginé a alguien a mi lado durante todas esas ocasiones, pero lo extraño era que, en mi mente, Rosalie parecía más pequeña, no tan alta como era, y su cabello parecía... más oscuro...

Pero eso fue solo el resultado de toda una vida de no saber exactamente a quién retratar allí. La imagen cambiaría con el tiempo, especialmente una vez que le ponga el anillo a Rosalie en el dedo.

~oOo~

Después de haber terminado con todas mis llamadas telefónicas y mis correos electrónicos, bajé las escaleras en busca de la cocina. Después de un largo día de viaje, tenía sed y hambre.

Los perros me saludaron al pie de las escaleras.

—Hola, chicos —les sonreí—. ¿Qué les parece si me muestran dónde puedo conseguir algo de comer por aquí?

Los perros me miraron con curiosidad, con la lengua afuera, y luego se alejaron por el pasillo. Los seguí y llegué a una gran cocina, sonriendo para mis adentros.

—Gracias, chicos.

Seguro de que a los padres de Rosalie no les importaría, me preparé un sándwich de mantequilla de maní y mermelada y un vaso de leche mientras esperaba su regreso. El cielo afuera se estaba oscureciendo y algunas ráfagas de nieve se dirigieron al suelo. Mientras miraba por el gran ventanal, los copos se juntaron y formaron una manta ligera que brillaba levemente...

El teléfono sonó.

Di un pequeño salto porque me había perdido en mis pensamientos y porque... bueno, no estaba muy seguro de por qué. Tal vez era porque, al estar en una casa que no era la mía, no estaba seguro de si debía responder o no. Miré y vi el teléfono apoyado en la isla de la cocina, la luz roja parpadeando mientras sonaba y sonaba. Mi corazón se aceleró mientras la luz me provocaba y el timbre continuaba.

¿Qué tengo que hacer?

Me quedé mirando a los perros que habían venido a descansar a mis pies. Me miraban expectantes, moviendo la cola y sacando la lengua.

El teléfono siguió sonando.

Respiré profundamente, me acerqué al mostrador y lo recogí.

—¿Hola?

Al principio no hubo respuesta. Y luego, una voz insegura.

—¿Hola?

—¿Sí?

—¿Es… es la residencia de los Swan?

—Sí, lo es.

Ella se rio. Quienquiera que estuviera al otro lado de la línea se rio con la risa más dulce y pura que jamás había escuchado en mi vida. Literalmente hizo que mi corazón se detuviera por unos segundos. Y luego habló.

—Soy Bella. ¿Quién es?

Su voz era suave y fuerte al mismo tiempo, y podía oír una nota de picardía en ella.

—Edward, Edward Masen.

—¿El Edward de Rosalie? —gritó con entusiasmo, como si yo hubiera dicho que era el presidente o algo así.

—Eh… sí.

—¡Edward! —exclamó—. ¡Soy la hermana pequeña de tu novia!

—Bella, he oído mucho sobre ti —dije con una sonrisa irónica en mi rostro.

—Oh, oh —se rio de nuevo—. Eso no puede ser bueno.

Me reí simplemente en respuesta porque realmente Rosalie rara vez, o nunca, tenía algo bueno que decir sobre su hermana de veintiún años, así que era mejor no responder.

»De todos modos —dijo—, veo que no puedes confirmar ni negar esa afirmación. ¿Hay alguien en casa?

—No, no están aquí.

Ella suspiró. —Muy bien, entonces tendrás que hacerme un favor.

Sonaba muy traviesa, y de inmediato decidí que cualquier favor que me fuera a pedir, haría todo lo posible por cumplirlo.

—Adelante —dije, sabiendo que ella podía oír la risa en mi voz.

—Bueno, ya arruinaste mi plan.

—¿Lo hice? —resoplé.

—Sí —se rio entre dientes—. Verás, surgió algo muy importante a último momento y no podré volver a casa hasta mañana. Sé que mis padres se van a enfadar. Y como sabía que no estarían en casa ahora mismo...

—¿Cómo sabías que no estarían en casa?

—Porque siempre van a cortar el árbol de Navidad el día veintitrés, justo antes del anochecer. De esa manera, cuando llegan a casa, está bien oscuro y pueden ver todas las luces navideñas del vecindario brillando. Es realmente muy festivo —finalizó con un curioso tono de seriedad.

—¿Y a ti no te gusta lo festivo? —pregunté.

—¡Me encanta lo festivo! —respondió rápidamente.

Me reí de nuevo. —Entonces, ¿por qué no ir con ellos?

—¿Qué te hace estar tan seguro de que no suelo ir con ellos? —preguntó, pero pude oír la burla en su tono.

—Porque dijiste que siempre son ellos los que cortan el árbol de Navidad, no nosotros.

—Lo captaste, ¿eh?

—Lo hice.

Se rio, con una risa sincera y llena de vida.

—Si quiere saberlo, señor Masen, no creo en talar árboles para Navidad. Es una barbaridad. Todos esos pobres miles y miles de árboles que se talan año tras año para nuestra alegría navideña.

—Entonces, ¿no crees en los árboles de Navidad? —Mis labios se torcieron con humor.

—¡Claro que sí! Pero creo en los árboles comprados en tiendas que salvan nuestros bosques.

Me reí a carcajadas con ganas.

—¡No te rías de mí! —insistió, riéndose también ella—. ¿Sabes cuántas hectáreas de bosque salvaríamos cada año si todos compraran un árbol artificial?

—¿Y qué me dices de ese agradable olor a árbol recién cortado?

—Para eso está Glade.

Me reí otra vez.

—Mira, veo que tú y yo no vamos a estar de acuerdo en esto, Edward —bromeó—, así que volvamos al tema que nos ocupa.

—Está bien —me reí por última vez—. ¿Cuál era el tema en cuestión?

—Bueno, mi plan original era llamar mientras todos estaban fuera y luego dejar este mensaje desgarrador, lleno de lágrimas y disculpas, diciendo que no podría llegar a casa esta noche, pero que me aseguraría de verlos a todos temprano mañana. ¡Oh, había planeado hacer una actuación digna de un Oscar a través de ese buzón de voz, pero ahora has contestado el teléfono y arruinado mi plan!

Sonreí. —¿Y qué se supone que debemos hacer al respecto ahora?

—Ahora, Edward —había algo en la forma en que ella seguía diciendo mi nombre que me hacía estremecer—, ¡tendrás que transmitir el mensaje, y tendrás que transmitir el remordimiento que escuchaste en mi voz, y las lágrimas que escuchaste caer, y la tristeza en mi tono!

—Pero ¡no suenas ni un poco triste o arrepentida! —resoplé.

—¡Edward! —se quejó, y casi pude verla pateando el suelo—. ¡Me debes esto!

—¿Te lo debo? —pregunté incrédulo.

—¡Sí!

Los dos nos quedamos en silencio unos segundos, pero pude oír su respiración a través del teléfono, y por un segundo me imaginé sus labios, lo carnosos y traviesos que probablemente eran.

—Con una condición —dije finalmente.

Ella suspiró con evidente alivio. —¿Cuál?

—Tu familia está muy ansiosa por verte. Asegúrate de llegar lo antes posible mañana, ¿de acuerdo? —terminé con suavidad, queriendo que supiera que no estaba tratando de ser un idiota, pero por alguna razón, quería asegurarme de que llegara lo antes posible.

Volvió a quedarse extrañamente en silencio.

Finalmente, respondió en voz baja—: Te lo prometo, Edward —su voz envolvió mi nombre—. Estaré allí lo antes posible. A pesar de lo que Rosalie te haya dicho sobre mí, no soy una perra malcriada, egocéntrica e indiferente.

—¿No mucho?— bromeé de nuevo.

Ella se rio entre dientes. —No, no mucho.


Nota de la traductora: ¡Bienvenidos a esta nueva traducción! Las actualizaciones serán diarias, a menos de que algo raro ocurra, terminando mi mañana (Colombia). Espero me acompañen con sus comentarios.