Descargo de responsabilidad: Crepúsculo y sus personajes son propiedad de Stephenie Meyer, la historia es de pattyrose, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight and its characters are the property of Stephenie Meyer, the story is by pattyrose, translation is mine with due permission from the author.
Arrobale gentilmente fue mi prelectora, cualquier error es mío. ¡Gracias, Alejandra!
Día 2
Nochebuena; 4:25 p.m.
Mientras el reloj de pared marcaba ruidosamente el ritmo de la música en la pared verde oliva, Rose, su familia y yo nos reuníamos en la sala de estar. Charlotte, Victoria y los perros corrían alrededor del sofá jugando entre ellos, mientras Charlie alternaba entre mirar su partido de béisbol en la televisión y acechar la ventana cada pocos minutos. Renée no le quitaba los ojos de encima, sacudiendo la cabeza mientras sus labios se torcían con humor.
Rose miró el reloj dorado que llevaba en la muñeca, el que le había regalado para su cumpleaños hacía un par de meses, y negó con la cabeza.
—Es increíble —murmuró, dirigiendo hacia mí sus ojos celestes—. Dijo que llegaría temprano, ¿verdad?
Miré a mi alrededor y rápidamente me encontré con todos los ojos que estaban posados sobre mí. —Quiero decir, estaba llorando y su voz era un poco baja y triste, así que no puedo estar muy seguro, pero creo que eso fue lo que dijo.
—Espero que no le haya pasado nada malo —dijo Renée retorciéndose las manos.
—Estoy segura de que está bien, mamá —dijo Rose con los dientes apretados.
—Sí, mamá. Bells sabe cuidarse sola —convino Jasper, volviéndose para mirar a su padre—. ¿Verdad, viejo? Tú y yo le enseñamos a dar un buen gancho de izquierda.
Charlie no dijo nada; simplemente miró fijamente a su hijo y se levantó para caminar junto a la ventana una vez más.
Me aclaré la garganta. —No parecía que estuviera en problemas ni nada por el estilo. Solo… un poco molesta. En realidad, creo que dijo que estaría bien una vez que se ocupara de lo que fuera que tuviera que hacer.
Iba a envolver mis manos alrededor del cuello de la hermana pequeña de Rosalie cuando finalmente llegara. Hice lo que me pidió y le entregué su mensaje y ahora la pobre Renée estaba preocupada y Charlie parecía estar a punto de tener algún tipo de ataque de nervios.
Durante todo el tiempo, Jasper y Alice simplemente intercambiaron miradas cómplices, como si estuvieran más que acostumbrados a este tipo de escena, mientras Rose fruncía el ceño.
—Ella es una pequeña… —empezó Rose.
Jasper la interrumpió antes de que Rose pudiera realmente hacernos saber a todos lo que pensaba de su hermana pequeña.
—Entonces, chicos, ¿por qué no nos cuentan cómo se conocieron?
Rose le dirigió una mirada dura, como si supiera lo que estaba haciendo.
—Edward y yo trabajamos para agencias que compiten entre sí. Hace unos meses, ambos nos ofrecimos para el mismo trabajo de diseño. El día de la presentación, él salió de la sala de conferencias del cliente potencial luciendo orgulloso y triunfante y me dijo que no me molestara —sonrió— porque ya lo tenía todo bajo control. A pesar de su advertencia, entré de todos modos y los dejé boquiabiertos. Y luego salí y lo envié a casa.
—Sí, pero no antes de darme tu número. —Sonreí con aire de suficiencia—. Así que gané de todos modos.
Todos nos reímos, bueno, todos excepto Charlie, que estaba caminando de un lado a otro de nuevo.
—Es una historia divertida —dijo Alice. Era una mujer alegre, de estatura y complexión pequeñas, con cabello negro corto y rasgos pequeños pero bonitos. En las últimas veinticuatro horas había notado que era muy amiga de Bella, porque cada vez que Rose decía algo negativo sobre su hermana menor, lo que honestamente ocurría bastante a esta altura, Alice se mordía el labio inferior como si estuviera tratando con todas sus fuerzas de no insultar a Rosalie.
Eran un grupo divertido, incluso cuando no lo intentaban. Más de una vez tuve que contener unas risas fuera de lugar.
De todas formas, iba a estrangular a la hermanita.
—Entonces, ¿cómo se conocieron? —pregunté, haciendo una señal entre ella y su esposo.
—El primer día de universidad —dijo Jasper—. Mi compañero de cuarto, James, y yo estábamos empezando a conocernos cuando una pequeña duendecilla de cabello oscuro irrumpió en la habitación. —Jasper se acercó y tomó la mano de su esposa, girándose para mirarla con tanto amor en sus ojos que me avergoncé un poco—. Ella era la novia de James, pero tan pronto como nuestras miradas se cruzaron, bueno, me convertí en un firme creyente del amor a primera vista.
—Les sigo diciendo —dijo Rose, mientras Jasper y Alice se miraban a los ojos— que no existe el amor a primera vista. Se sintieron atraídos el uno por el otro, pero el amor no pudo haber entrado en juego hasta que empezaron a conocerse.
Alice sacudió la cabeza y miró a Rose, casi a regañadientes. —No. Jasper tiene razón. Fue amor a primera vista.
—¿Cómo lo supiste? —le sonreí.
Ella me devolvió la sonrisa. —Porque mi corazón se paró cuando lo miré. No podía respirar, pero de la manera más maravillosa. Y fue como si hubiera visto todo mi futuro en ese instante. Y cuando mi corazón volvió a latir, latía a unos cuantos kilómetros por minuto.
—Eso suena más aterrador que cualquier otra cosa —bromeé.
—En realidad no lo fue. —Rio Alice—. Al menos no hasta que entendí lo que significaba.
—¿Y qué dijo James sobre todo eso? —pregunté sobre su curiosa historia.
Jasper se encogió de hombros con indiferencia. —Tuvo que lidiar con eso. Oye, no puedes detener lo que está destinado a ser.
Resoplé. —Aunque eso debió haber hecho que su primer año fuera muy incómodo.
Jasper se rio entre dientes. —Sí, no hace falta decir que no duramos mucho como compañeros de habitación.
Nos reímos de nuevo. Entonces Jasper empezó a contarle a Rose sobre un viejo amigo con el que se había topado recientemente y mientras yo pretendía escuchar, pensé en lo que Alice acababa de decir sobre el amor a primera vista.
¿Había sido amor a primera vista entre Rose y yo?
Yo pensaba que era la mujer más hermosa y llamativa que había conocido, eso era seguro. Alta y elegante, con un cuerpo espectacular que cualquier modelo envidiaría. Cabello largo y rubio que brillaba con la luz del sol que entraba por las ventanas de cristal. Su confianza me había excitado casi tanto como su apariencia. Todo lo que había querido hacer en ese momento era llevármela a mi casa y follarla hasta que las vacas volaran.
Pero ¿amor?
Más bien fue lujuria a primera vista, pero no me importó, porque estaba bastante seguro de que a ella también le había pasado lo mismo. Rose no era del tipo demasiado romántico, lo cual me parecía bien porque yo tampoco lo era. Había tenido una buena cantidad de novias antes que ella y la mayoría de ellas se aferraban a mí, me suplicaban, me llamaban y me acosaban. Rose no hacía ninguna de esas cosas. Era una mujer independiente y no necesitaba que yo estuviera a su lado las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, y eso, de nuevo, estaba bien porque yo disfrutaba de mi espacio.
Observé cómo las manos de Jasper y Alice permanecían entrelazadas, apoyadas sobre sus muslos, porque estaban sentados tan cerca el uno del otro que ella prácticamente estaba sobre su regazo. También había notado cómo se tocaban constantemente durante todo el día: una mano en el hombro aquí, una caricia en la mejilla allá.
Rose y yo teníamos un tipo de relación diferente. Nos convenía, al igual que a ellos les convenía el contacto y las miradas constantes de Jasper y Alice.
De repente sentí la boca seca.
—Voy a buscar un poco de agua —le murmuré a Rose—. ¿Quieres algo?
Sacudió la cabeza y sonrió. —Estoy bien por ahora. Si es que Bella llega, finalmente podremos cenar.
Resoplé.
~oOo~
Cuando entré en la cocina, mi corazón casi se detuvo. Agachada contra la puerta trasera había una pequeña figura que parecía estar siendo devorada por los dos grandes perros que prácticamente le lamían la cara. Las colas se movían con vehemencia y gemidos de felicidad brotaban de sus gargantas.
—Sí, Romeo, sí, Julieta, mamá está en casa —susurró la figura en voz baja—. Shhh, silencio —murmuró mientras los perros hacían todo lo posible por mostrar su evidente adoración—. Mamá está en casa.
Cuando ella levantó la mirada, mi corazón se aceleró.
Durante esos primeros segundos, ni siquiera habría podido decirte cómo era su rostro. Quiero decir, había visto fotos de ella; estaban por toda la casa: Bella de bebé en brazos de su madre; Bella de niña pequeña sosteniendo la caña de pescar de su padre; Bella de niña pequeña corriendo por el patio trasero con un niño de piel oscura; la foto de graduación de la escuela secundaria de Bella. Las fotos contaban su propia historia; que tenía el cabello oscuro de su padre y la sonrisa cálida de su madre; que parecía ser bonita, aunque no tan glamurosa como su madre y su hermana; que era delgada y mucho más baja que sus hermanos.
Pero las imágenes no habían captado la intensidad de sus ojos, y durante esos preciosos segundos, eso fue todo lo que vi.
Eran oscuros y profundos y brillaban como las dos estrellas más brillantes en el cielo, había tanto escrito en sus profundidades sin fondo que estaba seguro de que podría haberlas mirado para siempre y no saber la mitad de las cosas que había que saber sobre ella.
—Tú debes ser Edward —murmuró, rompiendo el extraño hechizo que sus ojos ejercían sobre mí. Su boca se torció en una sonrisa mientras abrazaba a los perros y trataba de mantener sus lenguas alejadas de su cara.
Parpadeé. Mis ojos se enfocaron y ahora podía ver su rostro completo, pero aun así, me quedé allí en silencio, sin saber qué había pasado mientras su cabello largo y oscuro brillaba con nieve fresca, rodeando la parte superior de su cabeza como un halo improvisado. Sus mejillas estaban tan sonrosadas como el fuego besado por el frío. No, bonita no lo cubría del todo, pero tampoco impresionante, exótica o parecida a una modelo. Era tan natural que era como si la brisa más fresca del aire del verano hubiera tomado de repente forma humana e invadido la noche de diciembre.
»Tú eres Edward, ¿no? —Frunció el ceño.
Sonreí. —Bella, veo que finalmente llegaste.
—Lo hice —dijo riéndose entre dientes mientras su ceño desaparecía—. No fue fácil, pero lo hice.
—Y ni un minuto antes —dije, señalando con la cabeza la sala de estar—. Los nativos están cada vez más inquietos.
Sonrió, una sonrisa dulce aunque nerviosa. —Sí, puedo imaginarlo. —Respiró profunda y lentamente a través de los labios entrecerrados, como si estuviera tratando de reunir coraje.
—¿Estás bien? —pregunté.
Sus hombros parecieron relajarse bajo el chaleco de invierno acolchado que llevaba. —Sí, estoy bien. Así que dime, Edward, ¿exactamente en qué problemas estoy metida?
—Un montón, Bella. Incluso conmigo. —Sonreí.
Se rio entre dientes.
Di un paso más cerca, con la intención de ayudarla a levantarse. —¿Dónde has...?
La puerta de la cocina se abrió de golpe y Renée irrumpió corriendo hacia su hija, golpeándome para ayudarla a levantarse y envolviéndola con sus brazos.
—Bella, cariño, escuché a Romeo y Julieta quejarse y lo supe. ¡Sabía que eras tú!
Ella respondió algo sobre que sabía que los perros la iban a delatar, pero no lo entendí bien porque Renée tenía la cara de Bella presionada contra su pecho.
Me reí entre dientes.
Y no pude apartar la mirada.
Entonces Jasper y su familia irrumpieron en la cocina.
—¡Bells! ¡Llegaste, cariño!
Renée finalmente la soltó y Jasper tiró de Bella bruscamente hacia sus brazos en plan de hermano mayor.
—Hola, hermano. ¿Cómo te va?
Cuando Jasper la soltó, Alice y Bella se abrazaron fuertemente, como dos hermanas en lugar de simplemente cuñadas.
—Te extrañé, Bella.
—Yo también te extrañé, Ally.
Luego sus sobrinas se unieron al abrazo, cada una agarrando una de las piernas de Bella y cantando «¡tía Bella!» como si el mismo Santa Claus hubiera llegado unas horas antes.
Charlie se acercó lentamente a ella. —Estás en casa.
Fueron tres palabras sencillas, pero cuando la abrazó, el amor puro que sentí que emanaba de él fue asombroso. —Bienvenida a casa, Bells.
—Papá.
De nuevo una palabra sencilla, pero el cariño era casi palpable.
Y entonces alguien se aclaró la garganta detrás de mí. Era una voz que reconocí claramente, así que me di la vuelta y vi a Rose, con sus ojos azules fríos y extrañamente inexpresivos.
Bella soltó a su padre y el nerviosismo y la aprensión que habían estado reflejados en su rostro unos momentos antes regresaron de repente. Sin embargo, sonrió.
—Hola, hermana mayor. Me alegro de verte. Te ves genial.
Rose no dijo nada durante unos momentos.
—Me alegra ver que finalmente decidiste unirte a nosotros. —Se acercó a mí y tomó mi mano—. Este es Edward. Edward, ella es mi hermana, Bella.
Bella sonrió más ampliamente, pero no extendió la mano para estrechar la que ya hormigueaba a mi costado, tanto que tuve que abrirla y cerrarla unas cuantas veces para deshacerme de la extraña sensación.
—Sí, nos conocimos por teléfono ayer. Espero no haberte asustado ni nada con tanto llanto.
Contuve una sonrisa burlona. —Estoy bien.
—Bueno, todos estábamos esperando a que finalmente llegaras para poder cenar. El pobre asado de mamá probablemente ya esté seco —interrumpió Rose.
—Estoy segura de que está bien —dijo Renée en voz baja.
La expresión de Bella pareció decaer. —Ah, sí. Lo siento por llegar tan tarde. Déjame lavarme las manos y te ayudaré a preparar todo.
Y luego todos abandonaron la habitación de manera incómoda, salvo Renée y sus hijas, y fruncí el ceño, confundido por el saludo frío de Rose a su hermana, confundido por todo lo que había sucedido en el espacio de cinco minutos.
~oOo~
La cena de Nochebuena con los Swan fue un evento un poco diferente a lo que estaba acostumbrado, ya que provenía de una familia mucho más pequeña. En Chicago, todo lo que tenía eran a mis padres y mi hermano mayor, Emmett. Si bien Em y yo podíamos ponernos bastante ruidosos, no era nada comparado con dos padres, tres hermanos, una cuñada, un par de niñas de cuatro y seis años y dos enormes pastores alemanes. Todos hablaban al mismo tiempo y se mantenían unas veinte conversaciones diferentes al mismo tiempo.
Fue divertido, en un sentido un tanto loco.
Preguntas, comentarios y respuestas volaron de un lado a otro de la mesa: en diagonal, de lado a lado, de cabeza a cabeza y en todas las direcciones imaginables.
Todos excepto Bella y Rose.
Al menos al principio. Y, sinceramente, debería haber seguido así.
Pero cuando terminó la cena, fue cuando empezó el verdadero espectáculo.
—Entonces, Rose y Edward, ¿cómo se conocieron?
—Ya hablamos de eso antes, Bella —respondió Rosalie, tomando un sorbo de vino y sin mirarla a los ojos—. Debiste haber llegado a tiempo.
Un silencio incómodo llenó la habitación durante cinco segundos. Bella miró su plato vacío y, aunque estaba sonriendo, pude ver algo más allá.
—Nos conocimos en el trabajo, Bella. Competíamos por el mismo proyecto y tu hermana ganó.
Miré a Rose. Estaba mirando fijamente su copa de vino, inexpresiva una vez más.
—Bueno, podría haberte dicho que no tenías ninguna posibilidad contra Rose y sus planes —afirmó Bella.
Sonreí y esperé una respuesta de Rose. Alguna broma fraternal. Nada.
—Entonces, ¿por qué exactamente no pudiste venir a casa ayer, Bella, como el resto de nosotros?, ¿y por qué llegaste tan tarde hoy?
Una vez más, Rose ni siquiera miró a Bella mientras le hacía preguntas. Y, por su parte, Bella estaba haciendo un trabajo igualmente impresionante al estudiar su copa de vino.
—Es complicado.
—¿Complicado, por qué?
—Oye, mamá, pásame un poco más de ese asado, ¿quieres? —preguntó Jasper.
—Bueno, para empezar, no fui yo quien condujo a casa hoy. Fue Jake. Por lo tanto, tuve que cumplir con su horario —dijo con firmeza, con un tono que no admite discusión. Pero luego se encogió y tomó un sorbo rápido de vino.
—Bella, ¿volviste a casa en la camioneta? —preguntó Charlie.
Los labios de Bella formaron una línea apretada. —Sí, papá.
—Entonces, ¿por qué conducía Jake y no tú?
Bella apretó sus labios aún más fuerte.
»¿Bella? —preguntó su padre en tono autoritario.
Bella respiró profundamente y exhaló el aire lentamente. —Me multaron por exceso de velocidad otra vez. Me suspendieron la licencia por seis meses.
Charlie golpeó la mesa con las manos, haciendo que todos saltaran. —¡Maldita sea, Bella!
Ella se encogió. —Oye, ¿quién es el que me enseñó que las luces amarillas significan acelerar? ¡No es mi culpa que conduzca como la hija de un policía o que a algunos de esos policías de Seattle no les importe si mi padre se retiró de la fuerza!
Charlie miró a su hija con el ceño fruncido. Por una fracción de segundo, temí que pudiera treparse a la mesa y estrangularla. Pero entonces, su bigote se movió y sonrió lentamente.
—Entonces, ¿tuviste que pedirle a Jake que te trajera a casa?
Bella asintió.
Charlie resopló y le dio un mordisco a su asado.
—¿Eso es todo? —preguntó Rose—. ¿Le suspendieron la licencia por exceso de velocidad y eso es todo lo que recibirá? ¿Ningún castigo ni nada?
Charlie miró a su hija mayor. —Oye, ella tendrá que estar a merced de la manera de conducir de Jake durante los próximos seis meses. Ese chico conduce como una tortuga. Creo que es castigo suficiente.
—En serio —convino Bella—. Si yo hubiera estado al volante, habríamos llegado una hora antes.
Rosalie miró fijamente a su padre y a su hermana.
Me aclaré la garganta.
—Bella, ¿qué estudias?
Bella sonrió orgullosa. —Estoy estudiando premedicina.
Rose resopló. —Premedicina. Eso es una broma.
—¿Y por qué exactamente es eso una broma? —Bella frunció el ceño.
—Porque no estás estudiando medicina precisamente.
—La medicina veterinaria es medicina de verdad. ¡Voy a cambiar la forma en que se trata a los animales en este país!
—¿Quieres cambiar el mundo? Deberías salvar a la gente, no a los perros. Mamá y papá gastan mucho dinero en tu educación.
Bella se quedó mirándola fijamente. Y luego sonrió con ironía. —¿Ves, Rose?, por eso Romeo y Julieta apenas te saludan cuando llegas a casa.
Rose puso los ojos en blanco.
—Y, de todos modos, ¿qué tiene de malo querer salvar el mundo?
—Nada en absoluto. Pero antes de ocuparte del resto del mundo, intenta llegar a casa a tiempo para compartir con tu propia familia.
—Lo dice la mujer que vive al otro lado del país y vuelve a casa una vez al año.
Jasper, que estaba sentado a mi otro lado, se inclinó y susurró—: Mierda, aquí vamos.
Al parecer este espectáculo era un asunto anual.
—Al menos cuando estoy aquí, Isabella, me concentro en nuestra familia, no en cuál será mi próxima aventura ilegal con el vecino. Y la razón por la que estoy al otro lado del país es porque tengo metas y ambiciones reales. No me conformo con simplemente asentarme.
Bella arrojó la servilleta sobre la mesa. —Siempre me concentro en esta familia. Mientras tú estás lejos, en tu elegante ciudad, viviendo tu elegante vida y cumpliendo todas tus elegantes metas y ambiciones, ¡no tienes idea de lo que realmente está pasando aquí!
—Bella, ahora no —dijo Renée, pero aparentemente Bella ya tomó impulso.
—Y puede que mis objetivos y ambiciones no te parezcan gran cosa, pero me vienen como anillo al dedo. No me conformo. ¡Nunca me conformaré!
—Muy bien, has pronunciado un discurso impresionante y sincero en estas fiestas, querida hermana. Ahora siéntate.
Bella miró a Rose con enojo. —Mamá, la cena estuvo deliciosa. Voy a tomar un poco de aire ahora, pero te prometo que regresaré pronto para ayudarte a limpiar.
Salió furiosa como un torbellino, dejándonos a todos, incluyéndome a mí, mirándola fijamente.
Jasper suspiró y se secó la boca con la servilleta antes de levantarse. —Bueno, para aquellos invitados que se unen a nosotros por primera vez, esta es la parte de la noche en la que me toca interpretar a Suiza.
Miré a Rose. —¿Qué demonios fue todo eso?
Ella tomó un sorbo de su copa de vino y miró al frente, todavía inexpresiva.
~oOo~
Más tarde, entre todos limpiamos y pasamos un rato más en la sala familiar, hablando y viendo películas navideñas, y fingiendo que mi novia y su hermana no se habían dicho ni una sola palabra más durante el resto de la noche. Luego, unos minutos antes de la medianoche, Rose y yo nos retiramos a nuestra habitación.
Entré a ducharme y por un instante pensé en pedirle a Rose que me acompañara, pero ella había estado distante toda la tarde. No pensé que estuviera de humor para una ducha conjunta y, francamente, yo tampoco.
Me metí en la cama y miré hacia el techo mientras esperaba que ella se duchara. Durante todo ese tiempo, la imagen de Bella tal como la había visto cuando entré en la cocina, con nieve por todo el cabello y sus mejillas rojas y sonrosadas, me rondaba la cabeza. La fiereza en su rostro y en su voz cuando discutió con Rose en la mesa se reproducía como una película en mi cerebro.
¿Era ella realmente la niña malcriada y egoísta que Rose quería que pareciera?
Cuando Rose apagó las luces y se deslizó bajo las sábanas, me giré para mirarla.
—Entonces, ¿cuál es la relación entre tú y tu hermana?
Rose suspiró. —No lo entiendes. Actúa como una cosita dulce. Como si quisiera salvar el mundo cuando en realidad lo único que le importa es ella misma. ¿Conducir a exceso de velocidad y que le suspendan la licencia de conducir y luego conseguir que el pobre vecino enamorado la traiga a casa? Eso es típico de Bella. También ha estado utilizando a ese pobre chico toda su vida. Y ya ves cómo es mi padre con ella. No puede permanecer enfadado con ella más de cinco segundos. ¡Ni siquiera le preguntó qué demonios estaba haciendo ayer! La han malcriado muchísimo desde el día en que nació. Se ha salido con la suya desde el primer día.
Me reí entre dientes y apreté a Rose contra mí, pero ella se sentía rígida y enojada.
—Rose, cariño, eso es solo el resultado de ser el último hijo. El bebé. Siempre los malcrían. Soy el más joven entre mi hermano y yo y admito que también le saqué todo el jugo que pude a esa mierda durante un tiempo.
—Y luego siempre se entrega a uno de sus frenesíes idealistas. No tiene idea de cómo es el mundo real porque toda mi familia la protege. ¡Incluso Jasper!
—Bueno, si ese es el caso, tal vez deberías ayudar a bajar ese escudo con cuidado, no arrebatándoselo —resoplé.
Pero una vez más, mis palabras aparentemente no tuvieron efecto en el estado de ánimo de Rose. Me incliné y le besé el cuello.
Se alejó de mí, hasta el borde de la cama. —Estoy cansada, Edward. Lidiar con Bella es agotador. Vamos a dormir.
Suspiré. —Está bien. Buenas noches. Feliz Navidad —murmuré.
—Feliz navidad.
Pero estuve dando vueltas en la cama durante unos minutos, y aunque podía oír la respiración lenta de Rose, lo que indicaba que fácilmente se iba a dormir, simplemente no podía lograr que mi mente se desconectara.
La imagen de Bella… sus ojos… su sonrisa… su desafío y su ira y… su tristeza… no podía sacarla de mi mente.
Me levanté y bajé las escaleras en silencio para beber un poco de agua. Romeo y Julieta me esperaban en las escaleras y me guiaron una vez más por los pasillos oscuros hasta la cocina, como dos centinelas. Fui hasta el frigorífico y lo abrí, pero me quedé paralizado cuando oí un sonido detrás de mí. Bajo, pero definitivamente cercano. Cerré la puerta del frigorífico y caminé en silencio hacia la puerta que daba al patio trasero. A la luz de la luna llena y la nieve recién caída, vi a Bella.
Estaba sola, sentada en el columpio del porche, abrazando sus rodillas mientras su largo cabello caía en cascada alrededor de su pequeño cuerpo como una cortina de seda.
Y lloraba tan suavemente que la única razón por la que pude oírla fue porque estaba allí, paralizado por el subir y bajar de sus hombros, por cada suave sonido que emanaba de ella.
Me dolía el pecho. Me dolía de una manera que no había sentido en mucho tiempo; probablemente no desde que mi exnovia Tanya rompió conmigo en mi primer año de universidad por el estelar mariscal de campo.
Creo que me dolió aún más que entonces.
Mi mano cayó sobre el pomo de la puerta. Lo agarré con fuerza, su frescura se extendió por todo mi cuerpo mientras permanecía allí, dividido entre salir a averiguar qué hacía llorar a una hermana y recordarme a mí mismo que mi trabajo era consolar a la otra. No a esta. No a la que sollozaba afuera.
Al final tomé mi vaso de agua y regresé a la habitación de Rose.
Nota de la autora:
En cuanto a las edades de los personajes, algunas de ellas están en el capítulo 1, pero las repetiré aquí: Edward: 28, Rosalie: 28, Bella: 21, Jasper y Alice: 32, Charlie y Renée: cincuenta y tantos, Charlotte: 6, Vicky: 4.
