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Capítulo 37
— Muchos mortales envidian a los Héroes por su poder. Sin embargo, nadie comprende que ellos muy pocas veces tienen el don de la elección, ya que su destino está marcado desde el momento en que nacen —
Fragmento del prólogo del libro «Héroes, ¿Bendición o maldición?» escritó por Tolfdir.
Aurbis 5E
El cielo multicolor del plano inmortal iluminaba una enorme torre de piedra tan blanca que brillaba como una vela en la oscuridad. El diseño de la torre era exquisito y no había palabras que pudiesen describir la belleza que irradiaba. En medio de una sala muy decorada en el último piso de la torre, se encontraba una mesa circular hecha de mármol blanco pulido y sentados alrededor de dicha mesa había ocho individuos. Todos estos individuos eran inhumanamente hermosos, más allá de lo que podía alcanzar un mortal.
"Ahora que estamos todos aquí, comencemos nuestra reunión." Dijo Akatosh mirando a sus compañeros Aedras. "Iniciare contándoles la razón por la que solicite su presencia lo más pronto que pudieran."
Los otros siete hijos de Anu asintieron mientras miraban al mayor de todos.
"Hace unos días una gran firma de poder se sintió en todo nuestro universo. Esta firma de poder no se parece a nada de lo que alguna vez hallamos sentido y su sola presencia en ese instante hizo que las corrientes del tiempo estuvieran por desordenarse y casi se creara una Dragon Breaker."
Los ocho Dioses restantes miraron a Akatosh con sorpresa, pues si bien había momentos en que las corrientes del tiempo se desordenaban, eso solo era momentáneo y algo que el propio Akatosh podía controlar fácilmente. Sin embargo, ahora el Aedra más poderoso en la actualidad les dice que el poder que se sintió es algo con un potencial tan monstruoso como para eliminar una de las fuerzas primigenias que mantienen la vida en este universo.
"Akatosh, ¿Qué tipo de energía fue la que sentiste? ¿Anuica? ¿Daedrica?" preguntó Stendarr con seriedad.
El dios de la misericordia estaba preocupado, pues Akatosh estaba usando un tono de voz muy serio que muy pocas veces había usado desde la batalla contra Lorkhan en la era del amanecer. Stendarr tenía la apariencia de un hombre no mayor de los treinta años con el cabello color rubio ceniza, el cual era largo y tenía varias trenzas en él, en su rostro también había una larga barba trenzada en una sola trenza. Su piel era blanca, del mismo tono que un Nórdico y sus ojos eran dorados. Su vestimenta consistía en una túnica azul con detalles en oro, junto con una capa azul. Además, sus brazos y piernas estaban protegidos por una armadura dorada decorada con patrones desconocidos para los mortales.
"No lo sé." Respondió Akatosh con pesar, pues no sabía la respuesta.
"¡¿Cómo que no lo sabes?!" preguntó Arkay con un poco de pánico en su voz.
Arkay tenía la apariencia de un hombre de mediana edad con cabellos blancos junto con una barba poblada un poco desordenada en su rostro. Vestía con dos túnicas, una marrón oscuro, con una túnica roja con detalles de oro encima de la primera. Además, en sus hombros colgaba una capa de color marrón. Sus pies iban protegidos por un par de sandalias simples.
"La energía es una que nunca he sentido en mi larga vida. Pero de algo estoy seguro, definitivamente no es Anuica." Respondió Akatosh con seriedad mientras miraba a su "hermano".
Arkay desvió la mira un poco avergonzado, pues no era propio de él perder los estribos de esa manera.
"Lo siento, hermano." Se disculpó Arkay.
Akatosh negó con la cabeza, pues el entendía porque el dios de la vida y la muerte estaba tan ansioso y preocupado. Después de todo, si se afectaban las corrientes del tiempo también se afectaban casi todas las esferas que representaban a los Dioses y a los Príncipes daedricos.
"Así que no es Anuica, ¿verdad? ¿Entonces eso quiere decir que es Daedrica?" preguntó Arkay mirando nuevamente a Akatosh. "¿Alguno de los Príncipes puede ser el causante?"
"No. Si bien la energía es muy similar a la Daedrica, es muy diferente. Pues es más caótica y destructiva."
"Eso es preocupante. Yo no tengo registro de ninguna energía de ese tipo. Pero eso se puede entender, pues nací después de ti. Pero el hecho de que incluso tu no sepa que es mee preocupa mucho." dijo Julianos.
Julianos es el dios de la sabiduría y la lógica. Él tenía la apariencia de un hombre joven con el cabello rubio ligeramente largo con una barba ligeramente larga que estaba bien peinada y mantenida. Vestía una túnica sencilla de color marrón con un manto de color verde con detalles dorados.
"Supongo que tú tienes algunas teorías, ¿verdad?" preguntó Kynareth.
Kynareth, la diosa de la naturaleza tenía la apariencia de una mujer pálida con el cabello largo de un tono azul claro, casi rayando el blanco. Su cuerpo estaba muy bien proporcionado, pues tenía un busto amplio y unas caderas anchas. También, se podía ver que sus brazos y piernas estaban cubierto de tatuajes azules con diseños de viento. Además, sus ojos eran azules cuya intensidad de color variaba según las emociones de la diosa. Sus vestimentas consistían en una túnica azul con bordes blanco, la cual tenía aperturas en ambos lados, lo que permitía ver sus torneadas piernas. Finalmente, en sus pies no había ningún tipo de calzado, pues a ella le gustaba caminar y sentir la suave yerba en sus pies.
"No. Y eso que estuve haciendo teorías e hipótesis durante el tiempo que hubo entre el pulso de poder y ayer. Pero no he logrado llegar a una conclusión lógica que me permita hallar la solución." Respondió Akatosh con pesar.
"Eso es muy extraño. Que tu no hayas logrado descifrar esto es algo inaudito, Akatosh." Dijo Dibella poniendo una sonrisa amable en su rostro.
La diosa de la belleza hacia honor a su título, pues era una mujer joven muy hermosa que poseía un cuerpo voluptuoso de infarto con pechos grandes, caderas anchas y una cintura delgada. Su cabello es de color blanco como la nieve y era lo suficientemente largo como para cubrir sus generosos pechos. El resto de su cuerpo, que no estaba cubierto por su cabello, era tapado por una muy escasa tela blanca así transparente, la cual solo cubría las partes importantes.
"Dibella tiene razón. ¿Cómo es que no has logrado encontrar una solución?" preguntó Zenithar.
Zenithar es el dios del trabajo y el comercio. Él tenía la apariencia de un hombre de mediana edad con la piel bronceada, del mismo tono que tiene los herreros gracias a la exposición continua al calor de la fragua. Su cabello era castaño y estaba atado en varias pequeñas trenzas decoradas con anillos de oro al final de cada trenza. Además, él tenía una barba corta con un gran bigote que tenían anillos de oro en cada extremo. Vestía una armadura de cuero simple con pantalones marrones junto a botas y brazales de cuero.
"La energía es algo que nunca sentí. Además, de que no he logrado encontrar registros de ella en ninguna de las eras que han pasado. Y créeme, hermano, ya he buscado en todos los registros que poseo en mi biblioteca."
"Entiendo, por eso estabas tan preocupado cuando vine a visitarte ese dia." Dijo Mara mirando a Akatosh. Y es que aquel mismo dia en que se sintió el pulso de poder, Mara había llegado de improviso al palacio de Akatosh y lo encontró caminando sin parar de un lado a otro en su biblioteca murmurando en voz baja. Sin embargo, a pesar del bajo tono de voz que usó Akatosh, ella pudo escuchar una palabra muy clara… Edzard.
"Ahora que recuerdo bien, en medio de tu monologo interno mencionaste el nombre de Edzard más de una vez. Akatosh, ¿Qué tiene que ver tu ultimo hijo con esto?"
Tras las palabras de Mara, los ojos de los divinos restantes se posaron sobre Akatosh, quien solo soltó un suspiro antes de hablar. "La firma de poder surgió en el mundo al que ahora Aurbis está conectado."
Las palabras de Akatosh hicieron que todos le miraron con asombro.
"¿Estás seguro?" preguntó Arkay.
"Si. Estoy seguro de eso."
"Así que, ¿ese poder que puede amenazarnos proviene de Draconic Deus?" preguntó Zenithar.
"Pero el ser más poderoso de ese mundo, ¿no es ese gigante dragón rojo?" preguntó Dibella con confusión, pues todos habían visto en primera fila la señora paliza que le había dado Akatosh al Gran Rojo.
Akatosh asintió en respuesta.
"Entonces, ¿Ha surgido un ser de mayor poder allí?" preguntó Stendarr.
"Es eso o uno de los dioses de Evie Etoulde ha llegado hasta allí y está causando un poco de problemas." Opinó Arkay.
"No lo creo." Dijo Akatosh llamando la atención de todos. "A pesar de su poder, los dioses de Evie Etoulde no saben cómo llegar a Draconic Deus. Por lo que la única manera de que lo lograran es que hayan recibido ayuda de algún ser de Draconic Deus. Y la verdad espero que no haya nadie tan estúpido para hacerlo. Después de todo, el ser más poderoso de Draconic Deus tiene muchas posibilidades de morir fácilmente si lucha contra algún dios de Evie Etoulde."
"Entonces, si no es eso. ¿Qué otra cosa puede ser?" preguntó Julianos mirando a su hermano mayor.
"Es posible que alguien haya logrado obtener un poco de poder de Aurbis y de alguna manera haya logrado asimilarlo." Respondió Akatosh de manera seria.
Las palabras de Akatosh llenaron de conmoción al resto de Aedras, quienes pusieron cara de sorpresa e incredulidad.
"¿C-cómo es posible eso?" preguntó Kynareth con preocupación.
"En condiciones normales no debería ser posible, pero hay algunas excepciones." Respondió Akatosh.
"Nómbralas." Dijo Mara mirando a Akatosh.
"La primera y la que yo creo que es la más común es que el cuerpo y el alma de algún mortal haya logrado tener la suficiente fortaleza para resistir el poder que asimilaba."
"Ya veo. Supongo que allí también hay personas mortales con poder suficiente para resistir el poder que viene de nuestro universo." Dijo Zenithar con los brazos cruzados sobre su pecho.
"Así es. Ya que solo ellos tienen el potencial de poder asimilar el poder de Aetherius y Oblivion. Claro que, al hacerlo, ellos se arriesgan a morir de forma espantosa. Después de todo, su cuerpo es diferente al de los mortales de Nirm. Además, los dioses de Draconic Deus son tan diferentes a nosotros que es imposible para ellos obtener el poder de Aurbis sin desintegrarse de manera segura."
"Entendemos, ahora… ¿Cuál es la segunda?" preguntó Mara.
"Que quien asimile el poder sea un hibrido nacido de la unión de un mortal de Nirm y uno de la Tierra."
"Oh. ¿Cómo la linda esposa del pequeño Ed?" preguntó Dibella aplaudiendo de emoción mientras una gran sonrisa aparecía en su rostro. "Aunque supongo que eso es algo muy raro, ¿verdad?"
"Así es." Respondió Akatosh con una sonrisa al pensar en su nuera.
"Debido a que nacen fuera de Aurbis, estos híbridos no tienen acceso a su poder total, pero ellos pueden revertir eso si asimilan un poco de poder de Aurbis. Además, no creo que esa haya sido causa del pulso que se sintió, pues solo tenemos registro de la pequeña Asia. Aparte de ella, no hay más híbridos conocidos."
"¿Y la última?" preguntó Kynareth.
"Que Edzard les dé voluntariamente parte de su sangre." Respondió Akatosh mientras suspiraba internamente, pues sabía que lo que había dicho causaría revuelo entre sus hermanos y hermanas.
Todos los Aedras, salvo Mara miraron a Akatosh con sorpresa por lo que habían escuchado. El silencio que se había creado tras las palabras de Akatosh era tal que uno podría escuchar los pasos de alguien que usase un hechizo para caminar sin hacer ruido.
"E-e-espera… ¡¿N-nos estas diciendo que le diste a tu hijo la capacidad de dar ese tipo de poder, así como así?!" Gritó Julianos con una marca en la frente debido al enojo que sentía. La razón de este enojo no era el poder que había recibido Edzard, sino más bien el hecho de que Akatosh nunca se lo menciono a ninguno de ellos.
"Si. ¿Por qué?"
"¡¿Eres idiota o qué?!" gritó Kynareth, haciendo que muchos la mirasen con sorpresa, pues ella nunca solía gritar e insultar a nadie cuando se enojaba.
"H-hermana. Tranquilízate." Dijo Akatosh con un poco de temor en su voz, pues si bien era el más poderoso de todos los Aedras, eso no quiere decir que no le diesen miedo sus hermanas cuando estas se enojaban.
"¡Nada de hermana! ¡¿Qué pensaste al darle ese poder a Edzard?!"
"Kynareth, tranquilízate."
Kynareth miró a Mara y se asustó mucho al ver a su hermana con un aura negra rodeándola. Así que, tragando saliva decidió que lo mejor sería callarse.
"Ahora, escuchen todos. Esto no fue culpa de Akatosh." Dijo Mara llamando la atención de los Aedras. "El joven Edzard obtuvo aquella habilidad luego de convertirse en Dovah. Esto debido a que aún tenía un poco de sangre de Hombre lobo corriendo en su sistema. Y eso es lo que le permite transformar a otros seres en una especie de pseudo híbridos."
Las palabras de Mara lograron hacer que los ánimos se tranquilizaran. Sin embargo, antes de que pudiesen volver a hablar, se sintió un pulso de poder que hizo sentir escalofríos a los presentes. Además, aparte de asustar a los Aedras, el pulso de poder fue tal que hizo que la torre temblara.
Los Aedras miraron frenéticamente el lugar, pues ese poder era oscuro, brutal y completamente aterrador.
"A-Akatosh. ¿E-este es el poder que sentiste?" preguntó Dibella temblando de miedo.
"Así es." Respondió Akatosh apretando los puños para tranquilizar su cuerpo, el cual al igual que el de los otros Aedras también temblaba. Lamentablemente, por más que lo intentaba, el Dios dragón del Tiempo no podía controlar su cuerpo. Era como si su propia existencia le temiese a ese poder.
"R-realmente ahora entiendo por qué estabas tan preocupado." Dijo Arkay entre respiraciones. "Por un momento sentí que mi conexión con mi dominio desaparecía."
El resto de los Aedras asintieron, pues ellos sintieron lo mismo.
"¿Cómo planeas descubrir la fuente de origen de ese poder?" preguntó una Kynareth más tranquila, pues sentía como su cuerpo volvía a la normalidad.
"Planeo hacer que tres de mis hijos y dos de mis hijas viajen a Draconic Deus y se reúnan con Edzard allí." respondió Akatosh.
"¿Eso es prudente?" preguntó Mara con preocupación.
"No lo sé. Pero es la única solución que se me ocurre por ahora." Respondió Akatosh tomando la mano de Mara.
"¿Cuándo partirían aproximadamente?" preguntó Julianos mirando a su hermano.
"Puede que en algunos meses más. Aun necesito terminar algunas cosas para que puedan viajar de manera segura y no se topen con el Gran Rojo."
Todos asintieron y comenzaron a conversar sobre el posible origen de aquel pulso de poder.
Draconic Deus XXXX
Una suave brisa recorría el plano de bolsillo que había creado Edzard. El sol del medio dia iluminaba el palacio mientras en uno de los balcones, aquel tenía una de las mejores vistas del lago y sus alrededores, se encontraban Lint, Aika, Mittelt y Valerie. Las chicas vestían ropa casual, pues estaban en un dia de descanso, todas estaban sentadas en sillas junto a una mesa tallada con una gran sombrilla que las cubría del sol.
"Ahhh." Lint soltó un suspiro de cansancio, pues no había podido dormir mucho en estas últimas semanas, lo que se corroboraba gracias a las ojeras que tenía.
"¿Estas cansada, Lint-san?" se escuchó la voz de Asia, quien entró por la puerta que unía el balcón con la torre del palacio. En sus manos había una bandeja, la cual tenía una jarra, vasos y algunos platos. Además, al pie de su madre como si de una sombra se tratase iba Marie, quien llevaba una gran bolsa de papel en sus brazos.
"Sí. No he podido dormir mucho en estos últimos días." Dijo Lint con una sonrisa tensa en su rostro mientras en su mente hablaba para sí misma. 'Y toda la culpa la tienen ustedes.'
Lint pensaba aquello, porque había cometido un gran error. Este error era moverse de su habitación original a una más cercana a la habitación principal, pues inicialmente su habitación había estado en el área media de las habitaciones libres qué había. Sin embargo, sintió que estaba muy alejada del resto del grupo, por lo que les pidió a las sirvientas que la ayudaran a mover sus pertenencias.
Las sirvientas le habían preguntado más de una vez si estaba segura, y ella había dicho que sí. Por lo que al final de ese dia estaba en la habitación contigua a la de la pequeña Marie. Lamentablemente, fue en aquella noche cuando entendió por qué las sirvientas le preguntaron si estaba segura de moverse a esa habitación, pues no pudo pegar un ojo gracias a los gemidos que salían de la habitación principal.
'Tuve que escucharlos ir como bestias en celo todas las noches.' Pensó Lint, sonrojándose mientras ciertas imágenes llegaban a su mente. Y es que ella había cometido un segundo gran error… pasar cerca de aquella habitación durante los encuentros amorosos de Edzard y sus parejas. Cuando hizo eso, vio que la puerta estaba mal cerrada, por lo que su curiosidad hizo que comenzara a espiarlos. Sus ojos se abrieron cuando lo primero que vio fue a Edzard moviendo sus caderas y teniendo sexo con Mittelt, quien estaba a cuatro patas. Sin embargo, Edzard no solo estaba teniendo sexo con el ángel caído, sino que también estaba besando a Asia en los labios al mismo tiempo que le manoseaba uno de los pechos.
La escena acompañada de los gemidos lascivos que soltaba Mittelt hizo que Lint sintiera el cuerpo muy caliente. De hecho, estaba tan caliente que de manera inconsciente movió sus manos y las acercó a su entrepierna y a uno de sus pechos. Afortunadamente, Lint pudo volver en sí y al darse cuenta de lo que estuvo por hacer salió corriendo hacia habitación. Cuando estuvo allí, entró en su baño privado y se dio una ducha fría. Luego de lograr calmarse, se fue a rezar a la iglesia para poder eliminar de su mente los recuerdos de lo que había presenciado.
"Deberías de tratar de dormir y no andar mirando habitaciones ajenas." Dijo Mittelt con una sonrisa burlesca en su rostro.
Aquellas palabras hicieron que Lint desviara la mirada mientras se sonrojaba de vergüenza.
"¿Andar mirando habitaciones ajenas?" preguntó Asia sin entender a lo que se refería Mittelt.
"Si, la palomita ha estado mirando en otras habitaciones y terminó viendo algo que no debía y casi se vuelve un cuervo."
Lint comenzó a irritarse al escuchar como Mittelt se burlaba de ella. Sin embargo, decidió no hacer nada, pues la diferencia de poder entre ambas aún era amplia y si luchaban allí, la batalla terminaría con ella siendo derrotada por Mittelt.
Asia parpadeó unos segundos, pues no entendía la burla. Así que decidiendo dejar de pensar en ello, dejó la bandeja en la mesa y se sentó junto a sus amigas mientras sentaba a su hija en sus piernas.
"¿Cómo va el entrenamiento, Lint-san?" preguntó Asia mientras servía en dos vasos un poco del té helado que había en la jarra. Cuando terminó de hacerlo, le dio uno de los vasos a Marie. Luego de aquello, abrió la bolsa de papel y colocó las galletas que había en el interior de la bolsa en unos platos.
"No me hagas recordar por favor." Dijo Lint mientras se desparramaba en la mesa con los brazos extendidos. "Es agotador. Incluso más que el entrenamiento que recibí en el cielo. Nunca creí que Ed fuese tan estricto y brutal a la hora de entrenar."
"Puede que parezca que el entrenamiento es cruel, pero es lo mejor para que te hagas más fuerte." Dijo Asia mientras le servía a Lint un vaso de té. "Además, todas aquí pasamos por un entrenamiento similar."
Lint levantó la cabeza y miró a todas las chicas, quienes, salvo Marie que seguía comiendo galletas sin prestarle atención a nada más, asintieron.
"¿En serio?"
"Sí. Yo fui la que lo tuve peor, pues fui una humana normal antes, por lo que tuve que aprender todo desde cero." Respondió Aika tomando una galleta para luego darle un mordisco.
"Sí, pero eso no quiere decir que tanto Mittelt como yo lo tuvimos fácil. Edzard nos hizo tragar tierra todos los días." Dijo Valerie mientras un escalofrió recorría su columna al recordar su entrenamiento.
Tras aquellas palabras, Lint dejó de mirarlas y su vista se posó en Asia.
"Mi entrenamiento fue diferente, pues fui entrenada por Aela, una miembro de los Compañeros y por Serana, una vampira." Dijo Asia al ver que Lint la miraba. "Mi entrenamiento fue infernal. De hecho, estuve tentada a tirar la toalla y dejar de entrenar solo en los primeros días, pero al final decidí continuar entrenando. Fue allí, mientras pasaba los días entrenando en la arena de entrenamiento de Jorrvaskr que comencé a entender cada vez más el tipo de mundo que era Nirm. Ese mundo no era apto para una monja que solo quiere curar a alguien… no, fue allí donde entendí que, si no estoy dispuesta a matar, entonces no podre proteger a los que amo."
Tras aquellas palabras, Asia pasó suavemente la mano por los cabellos de Marie, ganándose una mirada de su hija. Viendo que su pequeña la miraba, Asia se acercó y le dio un suave beso en la frente. Esta acción hizo que Marie sonriera antes de volver a seguir comiendo sus galletas en silencio.
Lint miró a Asia y sintió un poco de tristeza, pues ella había visto los registros que se tenían de Asia en el Vaticano y sabía que la exmonja había cambiado mucho. Según lo que ella sabía, Asia había sido originalmente una chica dulce incapaz de matar a una mosca, pero ahora era capaz de matar a todo un ejército sin problemas, por fortuna, ella no había dejado de ser el alma amable que era en el pasado, de lo contrario estaba más que segura que muchas iglesias habrían sido reducidas a cenizas.
"¿Cómo fue tu entrenamiento?" preguntó Lint con curiosidad por saber cómo fue el entrenamiento de Asia.
"Brutal. Todos los días terminaba con los huesos rotos, mis reservas de magia en cero, el cuerpo lleno de hematomas y contusiones." Respondió Asia mientras recordaba cómo había sido su entrenamiento con sus amigas.
Flashback
"Wagg." Asia escupió una gran cantidad de sangre en el suelo. Actualmente estaba de rodillas mientras a un lado estaban su espada y escudo de entrenamiento.
"Debemos de parar por hoy. Tu cuerpo no resistirá más." Dijo Aela mirando como Asia intentaba en vano levantarse, pues se notaba que su cuerpo estaba en las últimas.
"N-n-no. Y-yo p-puedo s-seguir." Dijo con dificultad Asia mientras volvía a escupir otro poco de sangre. Su cuerpo le dolía como nunca lo había sentido antes. Sus brazos estaban morados, sus piernas le temblaban, y su respiración se estaba volviendo errática. Pero, aun así, ella no se rendiría. Debía de continuar para volverse más fuerte.
"No, Asia. Estas muy herida. Tu cuerpo no resistirá mucho más." Dijo Serana acercándose a su amiga.
Asia apretó los dientes y moviendo sus manos, usó un hechizo de restauración para curarse. Su cuerpo fue envuelto por una luz dorada y luego de unos momentos sus heridas ya estaban completamente curadas. Sintiéndose mejor, Asia se levantó y tomó sus armas de madera para luego tomar una postura de combate.
Aela y Serana parpadearon asombradas por la determinación que mostraba su amiga. Luego de ver aquello, ambas asintieron y sonrieron.
"Realmente quieres volverte a fuerte para poder acompañar a Ed y no sentirte como una carga, ¿verdad?" preguntó Aela para luego tomar una posición de ataque. "Entonces, cumpliré tu deseo y me asegurare de que te vuelvas más fuerte."
Luego de aquello, Aela se lanzó contra Asia con la intención de atacar con todo lo que tenía.
Fin Flashback
Asia terminó teniendo un escalofrió al recordar como terminó esa sesión de entrenamiento, pues ese dia terminó con varios huesos rotos y Edzard tuvo que curarle y cuidarla durante dos días seguidos. Negando con la cabeza, decidió dejar de pensar en el pasado y volver a centrarse en el presente.
"Realmente la pasaste peor que nosotras, ¿verdad?" preguntó Lint con los ojos abiertos al ver como Asia había sufrido un escalofrió y había temblado.
"No tienes idea, pero los resultados no pueden negarse." Respondió Asia mientras tomaba un pañuelo y le limpiaba la cara a Marie, quien tenía el rostro cubierto con muchas migajas de las galletas que se había estado comiendo.
"Si, eso se puede ver. Después de todo eres una de las más poderosas del grupo, siendo superada solo por Edzard, ya que si peleas con Tiamat en tu Balance Breaker es posible que terminen en empate. Y si usas esa espada, bueno, Ed necesitaría otra secretaria." Dijo Aika con una sonrisa mientras miraba a su amiga.
"Hablando de Edzard, ¿Él también tuvo un entrenamiento como el que hicimos nosotras?" preguntó Lint con curiosidad.
Las chicas miraron de manera inmediata a Asia, pues era la más cercana a Edzard y quien además había vivido con él en Tamriel, por lo que era muy probable que ella supiese esa información.
Asia se movió un poco incomoda al ver que la miraban, pero luego de unos segundos, decidió responder.
"No se mucho sobre eso, pues a Ed no le gusta hablar mucho de su pasado." Respondió Asia mientras arropaba a una soñolienta Marie en sus brazos.
"¿Cómo es eso?" preguntó Mittelt con confusión, pues ella no comprendía como Asia, quien era quien más tiempo había convivido con Edzard no supiese mucho de su pasado.
"Ed no cuenta mucho sobre su pasado, porque no le gusta recordar esas épocas. Pero por lo poco que me han contado Aela, Tolfdir y Brynjolf, Edzard también fue sometido a un entrenamiento riguroso, aunque a diferencia de nosotras, él pudo con esos entrenamientos y solo sufrió herias menores los primeros días de dichos entrenamientos."
"Wow. Realmente eso es increíble. Así que Edzard era tan bueno luchando que casi no necesitó entrenamiento." Dijo Valerie con asombro.
"Eso es verdad en cierta medida."
"¿Cómo así, Asia?" preguntó Aika con curiosidad.
"Si bien les hemos contado mucho sobre los héroes de los Pergaminos Antiguos, hay algunas cosas que no les hemos terminado de contar." Respondió Asia causando que las chicas jadearan de sorpresa y haciendo que sientan curiosidad. Al ver que las chicas tenían curiosidad, Asia decidió continuar. "Aparte de la habilidad especial, todos los héroes tienen un rasgo muy esencial, este es el de la adaptabilidad."
"¿Adaptabilidad?" preguntó Lint confundida mientras se llevaba una mano a su barbilla.
"Si, Adaptabilidad. Este es el rasgo que todos los héroes poseen y es lo que les permite adaptarse a su entorno para poder mejorar sus habilidades lo más rápido que puedan para poder cumplir con su destino. Eso es lo que hace que ellos se vuelvan tan poderosos en tan poco tiempo."
"Ya entiendo. Así que es la razón por la que él se volvió tan poderoso en tan poco tiempo." Dijo Mittelt con una mano en la barbilla mientras recordaba que Edzard les había contado que había aumentado su poder de manera exponencial en solo un año de su viaje.
Asia asintió en respuesta lo que dijo Mittelt.
"Hablando de Edzard, ¿Dónde está?" preguntó Lint, pues no había visto a Edzard en todo el dia.
"Esta en buscando pistas sobre la Khaos Brigade en el territorio del Clan Leviatán." Respondió Asia. "Ya buscó en los otros territorios de los anteriores Maous, y no ha encontrado nada."
"Wow. ¿Y cómo han hecho que Ed los ayude esta vez?" preguntó Valerie.
"Le han ofrecido algunas cosas." Respondió Asia.
"¿Qué cosas?" preguntó Aika con curiosidad para saber que le habían ofrecido a su amante esta vez.
"No lo sé, él no me ha dicho nada sobre eso."
Lint miró la conversación confundida, por lo que, para salir de dudas, decidió preguntar. "Chicas, ¿Por qué las tres facciones le ofrecen algo a Edzard por ayudarles?"
Asia miró a Lint y comprendió que ella no sabía las condiciones que había en la adhesión de Edzard al pacto de Kuoh.
"Lint-san. El pacto solo hace que Edzard les brinde ayuda con temas relacionados con los Daedras, si es otro tipo de problemas, tendrán que pagarle algo. Por supuesto, que no es dinero, sino que el pide información de cierto tipo o que le ayuden en la creación de ciertos objetos."
Lint asintió al entender lo que sucedía. Y es que, una parte de ella estaba muy preocupada de que Edzard pidiera cosas como dinero o ese tipo de cosas, pero al parecer, solo pedía información y colaboración en proyectos.
Luego de aquello, la conversación cambio a temas más triviales.
Mientras las chicas estaban teniendo una amigable charla en el balcón del palacio, Edzard se encontraba caminando por unas colinas en el antiguo territorio del clan Leviatán. Actualmente se encontraba solo, pues Tiamat, quien había decidido acompañarlo en este paseo, estaba con Ajuka ayudándole en algunas cosas. Al ver que su familiar estaba estaría muy ocupado, Edzard decidió ir solo a continuar la exploración de los territorios de los antiguos clanes de los Maous.
'Ahhh. No puedo creer que dejara que ese idiota de Azazel me convenciera de ayudarles otra vez. Por fortuna, pude hacer que me permitiesen quedarme con varios de los objetos y riquezas que encontrase.' Pensó Edzard mientras se detenía en un claro. Sintiéndose hambriento, decidió descansar. Así que, caminando hacia una roca y sentándose, sacó de su bolsa una botella con refresco y un par de sanguches para almorzar.
'Se nota que esto lo ha cocinado Asia.' pensó Edzard mientras probaba el primer bocado, logrando reconocer el sabor característico de la comida que preparaba su esposa. Luego de comer, decidió descansar unos minutos.
Luego de su descanso, Edzard siguió caminando durante varias horas más mientras exploraba todo el lugar. Llevaba un mapa en sus manos, pues esta era la mejor manera en la que podía ubicarse en este lugar.
"Ya he mapeado más de veinte por ciento de este territorio." Dijo Edzard mientras terminaba de marcar el área en la que se encontraba en el mapa. "Supongo que podría terminar aquí por hoy. Después de todo no hay prisas para terminar de mapear el lugar."
Tras tomar aquella decisión, Edzard comenzó a caminar para encontrar un lugar tranquilo para usar su shadowkey, pero se detuvo de manera abrupta cuando su nariz captó un sutil aroma. El aroma era una mezcla entre lo que se podía oler en un hospital y una cueva húmeda.
Tras captar el olor, Edzard se quedó pensando unos segundos que hacer. Al final, su impulso de aventurero le hizo comenzar a buscar la fuente de origen del olor. Cuando lo encontró, comenzó a correr hacia ese lugar.
'¿Qué hay allí?' se preguntó Edzard mientras se acercaba a la fuente del aroma. Cuando llegó, pudo ver que había una pequeña entrada cubierta de musgo y líquenes bajo una colina muy alta. El lugar estaba rodeado de algunos árboles, lo que la convertía en un lugar muy difícil de detectar desde el cielo. Así que, sin perder tiempo, desenfundó la espada corta de acero que llevaba en su cinturón y comenzó a cortar los líquenes que impedían el paso. Luego de ingresar a las instalaciones, Edzard continúo caminando por los sinuosos pasillos que había en el interior.
Luego de caminar por más de una hora y de haber revisado varias de las habitaciones que componían el recinto, Edzard al fin llegó hasta la última habitación que había.
'Este lugar está muy bien cuidado, por lo que es posible que aun haya gente viniendo aquí de manera regular.' Pensó Edzard mientras movía su mano derecha y tomaba la empuñadura de su espada para estar preparado por si había algún ataque sorpresa. Después de todo, si el lugar aún se mantenía en buen estado, quiere decir que hay alguien viviendo allí y él no sabía si era un enemigo.
Al abrir la puerta, Edzard vio una habitación blanca muy espaciosa donde había varios artefactos que reconoció como la versión demoniaca de los artefactos de soporte vital que usaban los humanos en sus hospitales. Además, en el centro de la sala había una cama con una persona acostada allí. Así que, retirando su mano de su espada, comenzó a caminar hacia la cama y al llegar pudo ver que la persona que allí descansaba era una hermosa chica con el cabello largo de color púrpura, cuyo cuerpo estaba cubierto por una sábana blanca.
"¿Qué está haciendo una chica aquí?" preguntó Edzard mirando a la chica, la cual parecía estar sumida en un profundo sueño. Tratando de buscar información sobre ella, Edzard comenzó a buscar por todo el lugar algo que le dijese como se llamaba la chica.
Luego de varios minutos, al fin pudo encontrar una carpeta con información sobre la chica. Luego de leer el contenido, logró aprender que la chica se llamaba Ingvild Leviatán. Al leer aquel nombre, Edzard dedujo que ella era parienta de Katerea. También descubrió que la razón por la que estaba dormida era gracias a la enfermedad del sueño, una enfermedad que, según había logrado aprender de algunos libros que había obtenido de los Sitri, solo afectaba a algunos demonios y provocaba que estos cayeran en un profundo sueño.
'Esta es la primera vez que me encuentro con un demonio que padezca de esta enfermedad. Ahora, sabiendo su linaje es obvio porque está en este lugar.' Pensó Edzard mientras se acercaba a Ingvild. '¿Cuánto tiempo llevaras durmiendo?'
Dejando la carpeta en una mesa, Edzard caminó hacia la cama. Al llegar al lado del demonio, estiró su mano y tocó la frente de Ingvild para mover unos mechones de su cabello. Sin embargo, al instante de tocar a Ingvild, Edzard sintió un pulso de energía subir desde su mano hasta su cabeza. Esto hizo que retirara su mano rápidamente para luego llevar su otra mano a su sien para calmar el dolor de cabeza que le acaba de dar.
'Aghh. Maldita sea, esto se siente como aquella vez en que me dormí en Roca del Cuervo y terminé siendo esclavizado por Miraak esa noche.' Pensó Edzard mientras apretaba los dientes y usaba un poco de magia de restauración para calmar el dolor en su cabeza. Cuando el dolor disminuyó, se acercó a Ingvild y se llevó una mano al mentón. '¿Cómo hiciste eso? ¿Tendrás un Sacred Gear o alguna habilidad especial?'
Edzard comenzó a meditar sobre aquello durante unos minutos más. Al final, se decantó por la primera, pues era lo más factible, ya que luego de releer la historia clínica de Ingvild, logró descubrir que ella era un medio demonio, por lo que sería algo similar a Vali Lucifer. Así que, para comprobar esto, usó el hechizo de la visión del décimo ojo.
'Parece que tenía razón. Ella tiene un sacred gear. Y uno muy poderoso por el aura que emite.' Pensó Edzard al ver el sacred Gear que poseía Ingvild. Si bien a diferencia del de Asia y Valerie, los cuales tenían una forma de anillo y copa respectivamente, esta parecía una masa de energía que se arremolinaba por el cuerpo de Ingvild, pero con la peculiaridad de amplificarse en sus cuerdas vocales y en sus ojos.
"Sería bueno que despertases para que respondas a mis preguntas, pero lamentablemente no conozco una forma de eliminar la enfermedad del sueño e incluso los demonios actualmente tampoco han logrado encontrar una cura o tratamiento." Dijo Edzard preparándose para llamar a Azazel y pedir que trajeran a alguien para llevarse a la chica de aquí. Sin embargo, cuando estuvo por hacerlo se le ocurrió una loca idea. "Me pregunto. ¿Despertarías si te doy mi sangre?"
Edzard estuvo pensativo sobre aquella interrogante, pues no sabía que cambios podría causar esta acción en el medio demonio, pues a diferencia de Aika, ella no era un humana completamente. Al final, decidió hacerlo, pues no tenía nada que perder, además, si el medio demonio era un posible enemigo y moría le estaba haciendo un favor a todos. Así que, sin titubear, se mordió la muñeca y se extrajo una gran cantidad de sangre. Al ver que a chica no podría tragarla de manera normal, decidió dársela boca a boca. Así que, acercándose, capturó los labios de Ingvild y le dio a beber su sangre.
En los primeros segundos después de haberle dado su sangre, Edzard vio que no pasaba nada. Sin embargo, cuando estuvo por decidir llamar a Azazel, el cuerpo de Ingvild comenzó a moverse de manera errática. Esto fue gracias a la gran cantidad de espasmos que estaba teniendo. A ver esto, Edzard se lanzó sobre ella para evitar que la chica terminase por hacerse daño de forma involuntaria.
Edzard estuvo sosteniendo el cuerpo de Ingvild durante varios minutos. Durante este tiempo, escuchó como los huesos del medio demonio sonaban como si se quebraran. Al final, cuando el cuerpo de la chica dejó de moverse, Edzard posó su vista en su rostro y vio como abría los ojos lentamente.
Ingvild comenzó a abrir los ojos lentamente, pues sentía los parpados pesados. Además, esa no fue la única parte de su cuerpo que se sentía rara, ya que si era sincera consigo misma todo su cuerpo se sentía extraño. No sabía cómo explicarlo, pero parecía que su enfermedad estaba completamente fuera de su cuerpo, ya que no sentía para nada la debilidad y la somnolencia que la había acompañado desde que contrajo la enfermedad del sueño.
Cuando abrió sus ojos, comenzó a ver a su alrededor. Ella vio muchas cosas y todas parecían ser equipo médico. Luego de ver los equipos, comenzó a buscar con la mirada a alguien conocido. Sin embargo, no fue un rostro familiar lo que vio, sino que fue un joven más o menos de su edad que la miraba con curiosidad. El joven era atractivo y tenía el cabello corto de color negro, los ojos de color verde con las pupilas en cruz y llevaba un pequeño pendiente plateado en su oreja izquierda.
'¿Q-quién es el? ¿Por qué esta aquí?' pensó Ingvild mirando al joven a los ojos.
"Veo que has despertado, Ingvild Leviatán." Dijo el joven con voz tranquila mientras la miraba fijamente.
Ingvild abrió los ojos con sorpresa, pues no esperaba que este joven supiese su nombre, pero antes de entrar en pánico, pensó que tal vez era un sirviente del clan Leviatán. Así que, esa sería la respuesta correcta, pero antes de que pudiese decirle algo, él se le adelantó.
"Parece que estas confundida, así que mejor me presento antes de continuar hablando. Me llamo Edzard Cumberland Rolandson. Y soy un miembro el pacto de Kuoh."
'¿Pacto de Kuoh?' pensó Ingvild confundida, pues era la primera vez que escuchaba sobre esto.
"¿Q-qué es el pacto de Kuoh?" preguntó Ingvild confundida. "Y-yo nunca escuche de tal pacto."
"No me sorprende, pues has estado dormida por cien años." Respondió Edzard de manera simple y directa.
La respuesta dada por Edzard hizo que los ojos de Ingvild se abrieran con sorpresa, para que luego la tristeza se mostrara en su semblante.
'¿C-cien a-años? Entonces…' pensó Ingvild mientras una lagrima comenzó a bajar por su rostro. Ella se encontraba devastada por dentro con esta noticia, pues esto le decía que sus padres adoptivos habían muerto hace mucho.
Ingvild comenzó a llorar primero en silencio, pero luego de unos segundos comenzó a gemir de tristeza, para posteriormente comenzar a llorar a todo pulmón. Mientras soltaba todo el dolor que sentía al intuir que sus padres posiblemente estaban muertos, sintió que alguien ponía una mano en su hombro. Así que, girando lentamente la cabeza, Ingvild vio a Edzard mirarla con preocupación.
"¿Qué sucede, Ingvild?" preguntó Edzard con mucha preocupación en su voz.
Ingvild miró a Edzard por unos segundos, no sabía que pasaba, pero al ver la preocupación en sus ojos sintió que podía confiar en él. Así que, con eso en mente decidió contarle que pasaba. Cuando terminó de contarle todo, ella hizo algo muy loco. Ella no sabía porque lo hizo, tal vez fue la mirada que le dio, pues no solo era una mirada de compasión, sino que también fue una de comprensión. Eso sumado a la vorágine de sentimientos que pasaban por su pecho hizo que ella decidiera abrazarlo. Cuando se percató de lo que hizo, ella esperó que él se apartara de ella, pero para su sorpresa pasó todo lo contrario, pues él le devolvió el abrazo y comenzó a frotar suavemente su espalda y su cabeza mientras susurraba palabras reconfortantes.
Cuando Ingvild terminó de llorar, se alejó de Edzard.
"G-gracias por eso." Dijo Ingvild mientras terminaba de secar sus lágrimas.
"No hay de que." Respondió Edzard mientras se paraba frente a Ingvild. "¿Ya te sientes mejor?"
"Si, muchas gracias. De verdad, muchas gracias." Respondió Ingvild de manera rápida y sobresaltada, pues pensaba que Edzard estaba enojado o al menos molesto por lo del abrazo.
"Tranquila. No estoy enojado ni molesto."
Ingvild se sobresaltó con las palabras de Edzard.
"¿C-c-cómo…"
"¿Cómo lo sé? Eso es fácil, eres muy fácil de leer." Interrumpió Edzard a Ingvild.
Aquellas palabras hicieron que Ingvild se sonrojara de vergüenza y comenzará a mirar su bata de hospital.
El silencio se hizo presente mientras los dos estaban uno frente al otro. Sin embargo, este fue roto cuando Ingvild, quien dejo de mirar su bata de hospital, decidió hacerle a Edzard la pregunta que había estado rondando su cabeza desde que se enteró que han pasado cien años desde que empezó a dormir. "Edzard-san. ¿Puedo pedirle un pequeño favor?"
Edzard asintió.
"¿Qué ha pasado en estos cien años que he estado dormida?"
Edzard la miró unos segundos y luego comenzó a contarle lo poco que sabía sobre lo que había pasado en los últimos cien años en este mundo.
En el centro de una habitación ricamente decorada en el palacio de Lucifer en la ciudad de Lilith se encontraban Edzard y Sirzechs sentados uno frente a otro.
"Así que, una descendiente del Leviatán original." Dijo Sirzechs mientras se llevaba una mano a la cien, pues ya se imaginaba los problemas políticos que esto causaría. "Dime, Edzard-kun. ¿Dónde la encontraste?"
"En una especie de bunker-hospital subterráneo en la zona que controlaba el Clan Leviatán."
"Ya veo. ¿Encontraste a alguien en los otros tres territorios?" preguntó Sirzechs preocupado de que hubiera más descendientes de los maous originales.
"No. Solo algunos documentos y tesoros, pero ninguna persona viva." Respondió Edzard recordando lo que había encontrado en los terrenos que ya había mapeado por completo.
"Entiendo. supongo que ahora viene lo difícil. ¿Qué hacer con Ingvild?"
Luego de aquellas palabras, los dos se quedaron en silencio pensando en qué hacer con el medio demonio.
"Entonces, Sirzechs. ¿Qué ideas tienes?" preguntó Edzard interrumpiendo el silencio de la sala.
"Tengo muchas, pero casi todas acaban con Ingvild arrastrada a disputas políticas." Respondió Sirzechs.
"Dijiste casi, por lo que entiendo que hay una que no causara ningún problema político, ¿verdad?"
"Así es. Si bien es una buena opción, para concretarse se necesita de la autorización del líder." Respondió de manera criptica Sirzechs con una sonrisa divertida en el rostro.
La respuesta de Sirzechs hizo que los pelos de la nuca de Edzard se erizaran. Mirando al super demonio, Edzard entendió lo que planeaba este. Así que, llevándose una mano a la cara decidió hablar.
"Realmente espero que no estes planeando lo que creo que haces."
La sonrisa de Sirzechs creció al darse cuenta de que no tendría que explicarle a Edzard nada. Realmente le gustaba esto de Edzard, pues al hablar con él no era necesario irse por las ramas ni dar muchas explicaciones, ya que él lograba descifrar casi todo con facilidad.
"Estas loco. Sabes que mi grupo se dedica a cerrar los portales a Oblivion que aparecen en este mundo. Ella estará en peligro constantemente."
"Lo se. Pero ella no es tan débil como crees." Dijo Sirzechs mirando a Edzard. "Se que tú lo sentiste. Ella tiene una gran cantidad de poder demoniaco, más de lo que tenían los otros descendientes de los Maous originales."
Edzard solo miró a Sirzechs unos segundos hasta que terminó asintiendo, pues él había visto el nivel de poder de Ingvild cuando vio su sacred gear. Y Sirzechs tenía razón, ella no era débil, así que, suspirando decidió aceptar, pues entendió por qué Sirzechs lo hacía. No era solo para mantener a Ingvild alejada de la política, sino que con esto también había un demonio en su grupo, haciendo así que las tres facciones tuviesen un representante allí.
"Entonces, con esto cerrado. ¿Qué te parece si hablamos de otra cosa?" preguntó Sirzechs mirando a Edzard y entregándole una carpeta.
"¿Qué es esto?" preguntó Edzard mientras tomaba la carpeta. Cuando comenzó a leerla, sus ojos se abrieron de sorpresa y luego soltó un suspiro de cansancio. "¿Enserio?"
Sirzechs asintió.
Volviendo a soltar un suspiro, Edzard se recostó en el sofá y luego de unos segundos habló. "Está bien, te ayudare. Pero te va a costar."
El atardecer pintaba de color naranja el cielo de Kuoh mientras que Edzard e Ingvild estaban caminando tranquilamente por las calles de la ciudad. Ya habían pasado dos días desde que ambos se conocieron en el inframundo y ahora mismo estaban por dirigirse al palacio de Edzard, pero antes de ir, él tenía que recoger un poco de información que tenía uno de los contactos de Azazel. Así que, por eso ambos se dirigían a una tienda de antigüedades.
Mientras caminaban por las calles, Ingvild iba sumida en sus pensamientos. Nunca esperó que la recibieran bien en el inframundo debido a su origen como medio demonio y su linaje, el cual había causado ciertos problemas. Sin embargo, ella se asombró cuando fue recibida de buena manera por el actual Lucifer. Luego de ingresar al palacio, ella fue llevada al baño y luego al comedor donde mientras se llevaba a cabo la cena, Sirzechs le contó todo lo que se había decidido sobre su futuro.
'Debo admitir que me asombre mucho cuando me contaron sobre los daedras y sobre todo cuando mencionaron el grupo que lideraba Edzard… Un grupo que está formado por sus amantes y por un ángel.' Pensó Ingvild con un poco de preocupación, pues no había conocido a estas personas y no sabía que pensarían de que un medio demonio se una a ellas.
"Deja de pensar tanto, Ingvild. Ellas no te harán nada. De hecho, es posible que tengas una fiesta de bienvenida por tu ingreso." Dijo Edzard luego de percatarse de que Ingvild tenía un semblante de preocupación muy notorio.
"¿E-estas s-seguro?" preguntó Ingvild mirando a Edzard.
"Así es. Las conozco y sé que no te odiaran por ser un medio demonio o por ser familiar de Katerea. De hecho, mi esposa también es una hibrida."
"Enserio. ¿Quiénes son sus progenitores?" preguntó Ingvild esperanza de encontrar a alguien como ella.
"Una humana y un Breton."
"Un humano de Roca Alta, ¿verdad?" peguntó Ingvild mientras recordaba la información que había aprendido durante la cena.
"Así es. Ella es la primera hibrida entre un humano de la Tierra y un Nirmniano del que se tiene registro." Respondió Edzard.
"Ya veo. Espero que nos podamos llevar bien." Dijo Ingvild con una sonrisa amistosa en el rostro.
"Estoy seguro de que lo harán." Dijo Edzard con convicción mientras le sonreía a Ingvild.
Luego de aquella conversación, ambos continuaron caminando hasta llegar a la tienda donde estaba el contacto de Azazel.
"Escucha, Ingvild. Voy a ir a hablar con el contacto, mientras tanto tú puedes ver el lugar. Si encuentras algo que te guste dímelo." Dijo Edzard parándose en la puerta de la tienda.
Ingvild vio a Edzard y asintió.
Edzard e Ingvild ingresaron a la tienda y vieron que estaba repleta de antigüedades.
Ingvild se dio cuenta de que había candelabros de plata, relojes de hace varios años, incluso algunas cosas que ella había visto en la casa que había habitado con sus padres adoptivos. Esto hizo que sintiera un poco de tristeza, pero sus ojos se abrieron cuando vio algo en específico exhibido en una de las vitrinas. Así que, con pasos lentos, se acercó a la vitrina y extendiendo su mano derecha, tomó el objeto. Cuando el objeto estuvo en sus manos, ella comenzó a pasar los dedos de su mano libre por la superficie. El objeto estaba frio, pero a la vez transmitía una sensación de calidez al corazón de Ingvild. Y la razón de esto, fue que aquel objeto, que era una caja musical había sido un regalo de sus padres cuando cumplió los diez años.
Ingvild estaba tan concentrada rememorando partes de su pasado que no se percató cuando Edzard se paró atrás de ella.
"Parece que has encontrado algo que te ha gustado."
Ingvild se sobresaltó cuando escuchó la voz de Edzard, lo que provocó que casi dejara caer la caja musical.
"E-E-Edzard-san, me asustaste." Dijo Ingvild luego de soltar un suspiro para tranquilizarse
"Lo siento. No fue mi intención, pero me sorprendió verte mirar esa caja musical con tanto cariño. Supongo que es caja es un objeto que conoces bien, ¿verdad?"
Ingvild asintió a la pregunta de Edzard. Luego de dar su respuesta, sintió que Edzard le tomaba de la mano y la llevaba al mostrador. Luego de hablar con el dueño, Edzard compró la caja musical.
Mientras caminaban a un lugar sin transeúntes para viajar al reino de bolsillo de Edzard, ella intentó disculparse con él por hacer que le comprase la caja, pero él se negó y le dijo que lo tomase como un regalo de bienvenida. Al escuchar aquello, Ingvild le dio un fuerte abrazo a Edzard, el cual fue correspondido. Cuando se separaron, ella vio con asombro como el no parecía nada nervioso por el abrazo. Sin embargo, ella era otro cuento, pues sentía su corazón latir tan rápido que posiblemente saldría de su pecho en cualquier momento.
'¿Por qué mi corazón late tan rápido?' pensó Ingvild mirando a Edzard caminar. Mientras lo veía avanzar comenzó a entender lo que posiblemente podría sentir y se llevó una mano al pecho. 'No es posible… no puedo haberme enamorado de él tan rápido, ¿verdad?'
Tan sumida estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta de que Edzard había avanzado varios metros y solo volvió en si cuando él le gritó que se apresurara. Moviendo la cabeza de un lado a otro, Ingvild logro regresar a la realidad. Tras eso, ella decidió dejar de pensar sobre sus sentimientos por ahora para luego comenzar a seguir a Edzard.
Ingvild miraba con asombro su nueva habitación, pues era enorme. Siendo sincera, ella se sentía muy incómoda al estar en esta habitación, pues esta habitación era casi tan grande como la casa en la que vivió con sus padres adoptivos.
'Esto es incómodo. ¿Cómo se supone que me sienta como en casa cuando esta habitación es casi tan grande como mi antigua casa?' pensó Ingvild con un poco de pánico al ver la habitación.
Para tratar de eliminar la incomodidad que sentía, comenzó a guardar sus pertenecías en los muebles que había en la habitación. Mientras acomodaba las cosas, iba pensando en la pequeña fiesta de bienvenida que había recibido al llegar.
'Asia-san y el resto de las chicas son increíbles. No solo son fuertes, sino que también tienen el afecto de Edzard. Me pregunto si yo también podre…' Pensó Ingvild, pero luego negó con la cabeza, pues comenzó a tener malos pensamientos.
Para disipar esos pensamientos decidió seguir ordenando sus pertenencias y mientras lo hacía, iba pensando en lo que había aprendido. Desde el momento en que se le dio su moneda Septim encantada, ella aprendió bajo juramento de silencio sobre el poder que residía en la sangre de Edzard. Decir que se había sorprendido era quedarse corto, pues ella casi se desmaya al enterarse de que él podía otorgar la inmortalidad como don con su sangre. Allí también aprendió que fue la sangre de Edzard la que le permitió despertar.
'La verdad es que aun sigo un poco en shock de saber que soy inmortal. Además, no sé cómo le hizo Edzard para que yo bebiera su sangre si no estaba despierta.' Pensó Ingvild mientras recordaba como Edzard mencionó que le había dado su sangre y como él se había sonrojado cuando le preguntaron como lo hizo.
Ingvild también recordó cómo conoció a la pequeña hija de Edzard. Ella mentiría si dijera que no sintió celos, pero rápidamente eliminó esos sentimientos, y decidió conversar con Marie. Mientras conversaban, la niña menciono algo muy raro luego de ver sus alas.
'Me pregunto que habrá querido decir cuando menciono que Edzard tiene alas. Después de todo, aunque él sea un ser de otro mundo, él es un humano aun, ¿verdad?' Pensó Ingvild recordando las palabras de Marie, pero luego de pensar un rato, decidió dejarlas como imaginaciones de una niña pequeña.
Luego de terminar de ordenar sus pertenencias, se acostó en la cama mientras ponía a su lado su caja musical. Abriendo la tapa, dejó que la suave melodía llenase la habitación. Mientras escuchaba la música, cerró los ojos para dormir, pues el dia de mañana tenía un combate simulado contra Asia. mientras cerraba los ojos, una sonrisa apareció en su rostro mientras recordaba los mejores momentos de su pasado.
El bosque que se situaba a un lado del palacio de Edzard se había quedado en silencio mientras dos personas flotaban en el cielo, mirándose una a la otra. Una de ellas usando sus ocho alas de demonio y la otra usando magia para volar.
"¡Wow! ¡Párenle el tren, Asia, Ingvild!" gritó Aika con pánico al ver lo que pasaba frente a ella, y es que, cualquiera hubiera sentido pánico si es que ve a siete dragones de agua de más de treinta metros, los cuales estaban a punto de ser neutralizados por siete espadas doradas del tamaño de misiles balísticos intercontinentales.
Esa escena era la culminación del combate simulado entre Asia e Ingvild. La batalla había iniciado tal y como cualquier persona normal habría esperado, es decir con Asia dominando el combate la mayor parte del tiempo, pues a diferencia de Ingvild, ella contaba con entrenamiento y mucha más experiencia en combates. Si bien Ingvild tenía reservas de poder demoniaco muy altas, Asia tenía unas reservas de Magicka más altas que las de muchos magos de Nirm. Esto hizo que la batalla fuera pareja en términos de potencial mágico. Lamentablemente para el medio demonio, Asia tenía un gran control en el uso de su poder, además de que contaba con más hechizos.
Al final, la batalla se resumió en una ida y venida de hechizos de diferente nivel destructivo entre ambas combatientes, pero todo lo anterior cambio cuando Ingvild logró crear dragones de agua, pues ella aprovechó esto para forzar a Asia a estar a la defensiva por unos minutos. Sin embargo, las tornas volvieron a cambiar cuando Asia decidió intercalar sus taques usando hechizos de Nirm y hechizos regulares. Al final, ella decidió ponerle fin usando un hechizo de Magicka Extrema, lo que nos llevó a la situación actual.
"Esto se está saliendo de control. Si siguen luchando así, terminaran por destruir todo el lugar." Dijo Mittelt con fingida preocupación mientras miraba todo el espectáculo con una bolsa de palomitas y un vaso de refresco en sus manos.
"En serio, ¿Vas a beber y comer mientras tenemos una batalla que podría destruir el palacio?" preguntó Lint mientras miraba de reojo a Mittelt.
"Por supuesto. Dime, ¿cuántas veces puedes ver a dos personas con el nivel de poder un demonio de clase suprema luchar de esta manera?"
"Bueno… Tienes razón." Respondió Lint luego de pensar unos segundos las palabras de Mittelt.
"Además, no creo que Ed permita que destruyan el palacio, después de todo, allí dentro esta toda su colección de libros." Dijo Valerie con una sonrisa amistosa en el rostro.
"Tienes razón. Además, es posible que pronto termine todo. Después de todo, ya casi es hora de que Marie tome su siesta y no creo que Ed permita que la despierten con tanto ruido."
Y tal como lo había dicho Aika, una esfera negra se interpuso en el camino de ambas combatientes. La esfera explotó y generó un domo que parecía estar hecho de niebla negra, el cual envolvió no solo a Ingvild y a Asia, sino que también a sus respetivos hechizos. Esto provocó que los hechizos creados por ambas se esfumaran en un instante.
Ambas combatientes miraron hacia abajo al ver desparecer sus hechizos y se pusieron pálidas al ver a un enojado Edzard parado sobre la copa de uno de los árboles cercanos.
Aika, Mittelt, Lint y Valerie comenzaron a huir de allí rápidamente ni bien vieron el rostro de Edzard y mientras lo hacían, mentalmente les desearon suerte a Asia y a Ingvild.
Los sonidos de los gritos de cientos de almas y de seres mortales siendo torturadas se escuchaba por toda la habitación mientras Molag Bal se encontraba sentado en su trono observando cómo se llevaban a cabo cada una de las torturas. Lentamente, el príncipe daedrico comenzó a beber una copa llena de sangre humana. Él había drenado esta sangre a varias mujeres vírgenes, a las cuales luego había profanado tanto en cuerpo como en alma.
"Mi señor."
Bal dejó de ver el espectáculo cuando escuchó a un Xivkyn.
"¿Qué noticias traes?" dijo Bal mientras volvía a ver las torturas que recibían los mortales.
"Hemos logrado obtener una alianza temporal con un dios de Draconic Deus."
"Ya veo." Dijo Bal mientras terminaba de beber el contenido de la copa de un sorbo. "¿Qué noticas hay sobre los adoradores de Dagon?"
"Al parecer las fuerzas del Príncipe de la Destrucción se están reuniendo. El motivo aun no lo sabemos, pero es cuestión de tiempo para que descubramos sus planes. Además, nuestra secta en Draconic Deus se ha enfrentado a la del príncipe de la Destrucción y hemos obtenido importantes victorias. Sin embargo, también hemos tenido muchas bajas y muchos mortales han desertado. Afortunadamente, hemos logrado capturar a muchos y ellos lo están esperando."
El rostro de Bal se agrio y frunció el ceño cuando escuchó aquello, por lo que chasqueando la lengua con desagrado se levantó y comenzó a caminar hacia las mazmorras, pues es allí era el único lugar donde esas escorias podrían estar.
"¿Qué noticas hay sobre el Dovahkiin?" preguntó Bal mientras caminaba por los pasillos de su palacio.
"Ninguna nueva desde lo que se le contó cuando se enfrentó al esclavo número uno."
Bal puso una sonrisa que parecía la mezcla perfecta entre crueldad y burla al escuchar aquello.
"Quisiera estar allí cuando el descubra todo." Dijo Bal mientras comenzaba a reír al pensar en la expresión que haría Edzard.
El Xivkyn no dijo nada sobre lo que decía su señor, pues no podía contradecir las acciones de Bal, ya que no fue creado para hacerlo.
La risa de Bal solo se detuvo cuando este llegó a las puertas que daban a las mazmorras. Caminando por los pasadizos, llegó a su destino, el nivel más bajo de la mazmorra. El lugar donde los desertores y traidores hacia su causa se encontraban. Al entrar en la sala, una sonrisa cruel y sádica apareció en su rostro mientras tomaba su maza y su hacha. Los gritos de los pobres diablos que estaban allí comenzaron a escucharse mientras el Xivkyn cerraba la puerta.
Nota de autor:
A los que han llegado hasta aquí, Gracias por leer.
Bueno… iniciamos con una reunión de Aedras. Los ocho hijos de Anu se han reunido y han conversado sobre el poder que se sintió. Además, si, los Aedras saben sobre los dioses de ExE, ya que también se han topado con ellos en los albores del origen de Aurbis. Y bueno… supongo que se pueden hacer una idea de lo que paso cuando se conocieron. Ahora, ¿A quiénes enviara Akatosh a visitar a Edzard?, bueno supongo que todos podrán descubrir la identidad de los tres Dovah. Se vienen muchos reencuentros en capítulos futuros.😆
Además, Ingvild hace su ingresó formalmente en este Fic. Como se ve, con solo ingresar ella ya se posiciona como una de las más fuertes en el grupo, pues ha hecho que Asia, quien en este fic es muy fuerte, estuviese a la defensiva. Sobre su pasado, bueno, hasta lo que he podido encontrar, no hay mucha información de donde estuvo durmiendo ni de como despertó.
Ahora, como parte final, he decidido que responderé a los Review que me dejen por PM.
Bueno, me disculpo por cualquier error ortográfico. No se olviden de dejar un review si les gustó el capítulo o si hay alguna cosa que necesite mejorar o si tienen alguna duda sobre la historia. Además, si quieren charlar por PM, también pueden enviar uno. Sin nada más que decir, hasta el próximo capitulo.
