Capítulo 8 Scones (POV Syla)

El maestro de ceremonias cedió su espacio a Albus Dumbledore.

El profesor de transfiguraciones de Hogwarts lucía como siempre. Alto, su pelo corto y su barba arreglada, ambas de color madera, similar a de las varitas de caoba. Tenía su mirada amable, la misma con la que se dedicaba a enseñar los años que Syla atendió a la escuela. Su inconfundible nariz rota resaltaba en su rostro que, en estos momentos, mostraba atisbos de incomodidad.

Todo el mundo sabía la historia. Durante el peor momento de la guerra muggle y cuando toda esperanza en el mundo mágico caía bajo la influencia de Grindelwald, un grupo selecto de aurores comenzó a dar casa al mago tenebroso.

En el final de la campaña de los aurores, un 2 de noviembre de 1945, Dumbledore lideró a la cuadrilla definitiva de magos que asaltó la misma torre negra, en el castillo de Nurmengard. En el clímax de la batalla, Dumbledore derrotó a Grindelwald y lo aprisionó en una de las celdas de la torre donde por un encantamiento mágico estaría encerrado de por vida.

Syla recordaba haber estado en Hogwarts, un poco antes de navidad, cuando junto a todos los otros alumnos recibieron con aplausos al profesor en su retorno a la escuela. Con la guerra muggle finalizada un par de meses antes, todos los conflictos mundiales cesaron y la paz volvió. Sin duda Albus Dumbledore era el héroe de esta era.

"De seguro había aceptado el honor de dar el discurso" –concluyó – "pero, como era el profesor, no era de su agrado ser el centro de atención. En su interior sabe que fue un esfuerzo de todo un grupo tratando de detener a Grindelwald".

Ella miró con cuidado nuevamente a su izquierda. Se percató que el aura de odio que había sentido se había esfumado por completo. Solo veía una vez más a Tom Riddle, el subjefe de departamento de magia cumpliendo su rol intachable. El favorito del mismo ministro de magia y el hombre que probablemente revolucionaría el ministerio mediante sus experimentos en el departamento de misterios.

"Incluso Tom tiene sus debilidades" –pensó mientras miraba a Dumbledore quien agradecía a Eldritch– "pero entre todos los magos… ¿Odio a Dumbledore? ¿Cómo eso es siquiera posible?".

Sabía que era un enigma que no resolvería en estos momentos, así que siguió representado su labor de "maga investigadora perfecta" como, sin palabras, le había pedido Riddle. De seguro habría más oportunidades para meditar sobre el asunto, por lo que se limitó a seguir en personaje y ver hacia el escenario.

El mago más famoso de esta era tomaba el micrófono sin cables. Le dio un par de golpecitos para ver si funcionaba, lo que causaron dos pequeñas reverberaciones en la sala. Había un silencio total a la espera de las palabras del mago.

–Hola todos los presentes –dijo Dumbledore– ¿Me escuchan bien? Espero que sí. Antes que nada, quiero darle muchas gracias al ministro Leonard y a todo el ministerio de magia. Este homenaje hecho a cada mago que combatió por la paz ha sido fabuloso y digno del esfuerzo que cada uno hizo para los tiempos actuales. Favor un aplauso para todos aquellos que lograron este evento posible.

La lluvia de aplausos más estruendosa de toda la jornada retumbó por los muros. Dumbledore solía mantener un perfil bajo, a la par de sus colegas, pero hoy se dirigía a los personajes más importantes de la comunidad mágica y ellos estaban agradecidos.

–Sin alargar más el tiempo de espera a la recepción y a la comida que se ha preparado a los invitados, solo diré estas palabras. Gracias a todos, los presentes y los que ya no están con nosotros. Gracias por el periodo de paz que se nos avecina y disfrutemos esta nueva era de paz. Hasta luego y disfruten de la recepción.

El mago hizo una reverencia al público y se retiró del escenario junto al jefe de departamento de relaciones internacionales. Las luces de palacio volvieron a brillar y la ceremonia inicial dio fin. El escenario desapareció ante los ojos de la audiencia dando paso a la recepción. Varias mesas alargadas aparecieron en donde yacía a la tarima, al igual que en varios sectores cercanos a los pilares del hall. Poco a poco, los magos presentes fueron acercándose a la comida.

Syla miró al palco y poco a poco, las figuras comenzaron a levantarse. De todos, el que tenía la sonrisa más prominente y lucía mayormente complacido era el ministro de Magia.

–¡Ni que lo hubiéramos planeado mejor! Eh Tom" – dijo Spencer con un tono de satisfacción abrazando con entusiasmo a Tom junto a él. Riddle se veía (aparentaba) ligeramente abrumado por el gesto.

–Ha sido un espectáculo extraordinario ministro –respondió Tom, con la misma calma y alegría de siempre. Sin atisbos del desliz de su máscara minutos antes– Los del departamento de juegos se me acercaron meses atrás por un problema una variante de "lumus". Grogan se comunicó directamente conmigo y trabajamos en encantamientos estabilizadores. Arreglamos el problema pero nunca quiso decirme para qué necesitaba el hechizo. Ahora veo los resultados.

– Esa mente loca de Quidditch a veces tiene buenas ideas –dijo el ministro orgulloso– Nunca ignores las propuestas de tu gente, aun cuando les falte un par de tornillos de la cabeza. ¿Ha sido un buen inicio Priscila?

–De los mejores que he visto sin duda Leonard –aprobó Priscila– Sin embargo, estamos recién comenzado. Tenemos la reunión privada con los jefes de departamento, los ministros de Francia y Bélgica y los invitados de honor. Veo que el director Frank ya se nos ha adelantado.

Priscila miró hacia el espacio vacío donde estaba el hombre vestido de pieles.

–Pff, este Drumgstag no va a cambiar ¿cierto? –Dijo el ministro con desdén– Bueno, es hora de irnos a la azotea. Sería de mal gusto dejar la comida esperando. Eh Tom, supongo que tú te nos puede unir, tu cargo hace que Rufflus no pueda decir nada. Pero, bueno, señorita…

Un día y medio, es todo lo que necesitaba para adaptarse a su nuevo trabajo y saber que hacer.

–Honorable ministro –dijo Syla, haciendo una ligera reverencia. Un par de horas con Tom era suficiente para adaptarse y tomar su rol en esta obra– Estoy muy agradecida por la vista espectacular del balcón, sin embargo, me temo que debo ponerme al día con damas que visualicé en la multitud. Espero poder verlo en el ministerio en algunos de los trabajos, pero debo retirarme en este momento. Favor, le encomiendo a Tom durante la comida.

–¡Jovencita, será un honor! –bufó Leonard, le agradaba la gente con modales– Se lo devolveré en una pieza.

Syla veía por el rabillo del ojo la expresión de Tom. Inexpresiva, sin salir de su personaje, sin embargo, debajo de toda esa máscara veía lo que Tom pensaba en realidad. Aprobación.

–Nos vemos a la salida Tom! –dijo Syla mientras bajaba las escaleras.

–Te veo en la entrada juntas a las escaleras A las 13:00 –respondió Tom con su tono gentil.

Syla bajó de forma apresurada las escaleras para dejar al grupo atrás. En verdad no había visto a ninguna amiga conocida en el público, pero no importaba. Había entendido el plan de Tom en este evento. Todos los sucesos desde el inicio del día habían sido para llegar a la reunión privada, probablemente para obtener información de alguna alta figura del mundo mágico. Apostaría que era de alguien fuera de ministerio que, solo recientemente, había confirmado su presencia.

No tenía idea de las implicancias de esa reunión, pero no le quitarían el sueño. El tener atisbos de cómo se movía Tom la hacían sentir cierto control en la situación. Le tomaría tiempo. El señor tenebroso no aparecería de la noche a la mañana. Pequeñas manipulaciones de esta índole llevarían a Riddle al camino donde podría eventualmente ayudarla. Si podía mantenerle el ritmo de estar cerca de él, pasaría a su círculo cercano y todo habría valido la pena.

En el intertanto, ella disfrutaría. Y si bien no había reconocido a nadie en el primer piso, si observó algo que le llamó la atención gratamente. Tenía cerca de dos horas antes de tener que reunirse con Tom y los aprovecharía.

Syla llegó a las mesas con comida. Miró a su alrededor para ver que no hubiera ninguna cara que no quisiera ver. Su tía Cassandra no se aparecía hace años a los eventos del mundo mágico, así que de ella estaría a salvo. No podría decir lo mismo de algunas ex colegas de su madre. Ya ninguna trabajaba directamente en el departamento de transporte, pero más de alguna podría haber venido al evento.

Por suerte, la única persona que reconoció a la distancia fue a la señora Hepzibah Smith. Una mujer adinerada y con coleccionista de antigüedades. La recordaba por haber visitado una vez Hogwarts en su último año y haber visitado su antigua casa, la de Hufflepuff. En esa oportunidad, había donado un brillante tejón bañado en plata para el salón de estar. Decía ser la descendiente de la casa y era su forma de expresar su cariño a los que seguían con la tradición y los colores de su ancestra, Helga Hufflepuf.

A Syla le había parecido una mujer educada, no interactúo mucho con ella entonces y tampoco le nacía un deseo de hacerlo ahora.

"No, ahora toca disfrutar" – se dijo– "¡He estado buscado este momento desde que supe que iba a haber comida en este lugar!"

Se acercó a la mesa, tomó un scone, le untó crema y luego mermelada y se lo llevó a la boca.

"Al fin, un scone de verdad" – pensó mientras hacía un segundo, esta vez primero con mermelada y luego la crema encima.

A pesar de estar en una misión, ella nunca dejaría de disfrutar este manjar de los dioses. Minutos antes, no había reconocido a nadie desde la distancia, pero sus ojos se habían posado en esta mesita de scones desde la cornisa del palco. No importa que tan intimidante fuera a veces trabajar con Tom o los peligros que tuviera la vida, Syla siempre se daría el tiempo para disfrutar uno.

No podía decirse que era una experta en scones, ella misma no había definido a sí misma si era mejor untar la crema o la mermelada primero (había decido hace tiempo de comerlos de las dos formas). Sin embargo, desde las primeras veces que los probó en su vida, les guardó un espacio especial en su corazón. Deleitarlos en medio del grupo más importante de magos del último tiempo le daba un toque especial.

Saciada y feliz, la mente de Syla estaba relajada y comenzó a recordar sus prioridades a corto plazo. Hizo un recuento rápido mental y se detuvo en un pensamiento en particular.

"Mejorar en los duelos"– se dijo.

Su segundo día iba de maravilla. Tom la había felicitado por darse cuenta del traslador al inicio del día y le había sido de utilidad en el palacio para infiltrarse a la reunión. Pero su plazo final de 2 meses no había cambiado. Aún tenía que mejorar, y de manera extraordinaria, para que el futuro mago tenebroso la aceptara el tiempo que fuera necesario.

Por suerte, si la mayor parte de las personas importantes del mundo mágico estaba en esta fiesta, la mayoría de los aurores del ministerio también lo estarían.

Tomó dos scones más para llevarlos en su mano, y empezó a recorrer, los alrededores buscando los magos del departamento de defensa. Estaban en escuadrones d personas, y no eran tantos.

No pasó mucho tiempo hasta encontrar a quien buscaba. Se acercó a tres hombres, relativamente jóvenes, riendo y charlando entre ellos. Uno en particular, un par de centímetros más alto que Syla, tenía su pelo castaño desordenado que lo hacía resaltar.

–Ha pasado tiempo Robbie –dijo Syla sonriendo hacia uno de los chicos aurores.

El chico giró para ver a Syla. Una expresión de sorpresa apareció en su rostro.

–¡Syla! –dijo al verla. Se acercó rápidamente a ella poniendo sus brazos en sus hombros– ¿Estás bien? ¿Dónde te habías metido todo este tiempo? ¿Qué haces aquí? No contestabas ninguna de mis lechuzas.

–Ay Robbie, algunas veces las chicas estamos ocupadas –dijo con un tono de despreocupación– Dime, ¿tienes un tiempo para hablar con una "aburrida" vieja amiga?

–¡Si!, o sea, no en verdad, estoy de servicio. Pero, déjame ver, los chicos estamos patrullando en la fiesta, creo poder…

Syla lo tomó del brazo y lo tiró con una fuerza asombrosa para alguien de su contextura.

–Aurores, me temo que el señor Robert tendrá una charla conmigo. Se los devuelvo en unos minutos. Cubran su ausencia. Prometo entregarlo en una sola pieza.

Ella arrastró a Robbie a una de las esquinas del palacio, donde había menos gente. Habría más privacidad para conversar con soltura. Mal que mal, Syla necesitaba ser sincera antes de pedirle un favor a su viejo amigo.

–Creo que aquí está bien. Ten, lo guardé para ti– dijo mientras soltaba a Robbie y le ofrecía un scone.

Robbie miró el bocado y luego a Syla. Lo aceptó para luego apartar la mirada.

–Si piensas que todo se va a arreglar con un scone, estás muy equivocada –dijo mientras perdía su mirada hacia las mesas del centro– Fue un mes completo Syla. Un maldito mes sin saber nada. Desde la graduación que no me dirigiste ni una palabra o respondiste mis lechuzas. Ni siquiera a Evelyn o a Anna. No Syla, un scone no bastará.

–Considéralo un robo en tu honor joven Podmore. No todos los días una dama se aventura en medio de una fiesta tan refinada a entregarte tal ofrenda en tus manos.

Robbie no pudo evitar sonreír. Estaba enojado y preocupado, pero los comentarios ridículos de Syla siempre lograban producirle una sonrisa, sin importar la consecuencia. Robert miró nuevamente a Syla. Ella sabía que en el fondo Robbie la entendía.

Aún cuando no le dijera nada, sabía que Podmore sabía que estaba pasando por un mal momento. No sabía que le había pasado últimamente, pero ahora al verlo de nuevo, estaba listo para ayudarla una vez más.

El apuesto y dulce Robbie, quién le había extendido su mano de ayuda en sus primer clases de duelo. El chico que la ayudó a ganar su autoestima de nuevo ofreciéndole aventuras en Hogwarts para distraerla de sus demonios. El chico que, sin falta, le había mandado cartas semanalmente de sus travesías después de Hogwarts.

El chico que la entendía-

En el lenguaje no verbal, Syla le ofrecía su disculpa regalándole su dulce favorito en lugar de comérsela. Era un simbolismo que quería crear para iniciar una conversación difícil.

Robbie lo sabía y aceptó el bocadillo.

–Por mi honor entonces–

Robert dio un mordisco al scone. Syla comenzó a hacer lo mismo con el suyo. Era un inicio.

Ambos tuvieron unos minutos de silencio mientras comían sus bocadillos. No habían apartado su mirada el uno del otro. Ella sabía muy bien que no lo había hablado a Robbie y a nadie durante varias semanas. Había caído absorta de su depresión luego del día de la ceremonia de graduación. Estuvo en ese estado catatónico durante semanas en el departamento de su tío. Había tenido oscuros pensamientos hacía donde seguir, pero todo terminó el día que tuvo su visión. Hace exactamente una semana

No quería compartir estos detalles con nadie, ni siquiera con Robbie. Pero el silencio absoluto, no era lo que merecía. Ni tampoco sus amigas cercanas. Era hora de enmendar.

Syla rompió en silencio.

–Robbie –comenzó– mira yo…

–… tuviste un problema. No quisiste hablarlo con nadie y te mantuviste distante de todos. ¿No es así?

–Pues si, pero…

–Está bien Syla.

–No, no lo está Robbie. Yo… de verdad no estaba bien. Necesitaba espacio y no quería hablar ni contigo, ni con Anna, ni con Evelyn. Necesitaba resolver… algo. De hecho, aún estoy en ello y yo… Lo siento Robert. Debí haberte dicho que no estaba bien.

–Debiste –replicó Robert mientras se sacudía las manos para limpiarse– Pero llevamos años siendo amigos Syla. Sé que tienes tus momentos y necesitas estar a solas. Siempre lo he hecho y siempre lo haré. Solo…. házmelo saber.

Syla lo miró a los ojos y le ofreció su pañuelo con bordados para limpiarse.

–Me disculpo Robbie –dijo con su mano extendida con el pañuelo– Prometo la próxima vez avisar de… mis momentos. No es fácil ser yo a veces. Discúlpame por haberte preocupado. ¿Me… perdonas?

Robbie tomó el pañuelo y se terminó de limpiar las manos. Le devolvió una sonrisa a Syla.

–Siempre. Solo… dime. ¿Bueno? Cualquier cosa, incluso si necesiten que te dejen sola ¿hecho?

– ¡Hecho!

No sabía si tendría ese nivel de conexión con algún otro chico. No le importaba si no aparecía, tenía a Robbie.

La calma reinaba entre ellos. Ese sentimiento de tranquilidad de haber enmendado una vez alguna diferencia.

Ambos tomaron unos vasos de la mesa contigua y se acomodaron en las sillas al costado. Hubo otro silencio, pero esta vez uno cómodo. Uno que recordaban hace dos años atrás mientras descansaban después de una ardua práctica de los talleres de duelo.

–Así que… ¿Qué tal haber cumplido casi un año desde que cumpliste tu sueño de ser auror? –dijo Syla rompiendo el silencio– Describe que sientes. No los detalles de las cartas, sino que sientes hoy Robbie.

–Ha sido gratificante, y a la vez, aburrido –dijo tomando un sorbo más de su trago– Lo sabes bien Syla. Siempre soñé con serlo. Entrené mucho para ser auror. Tú sabes, dedicar mi vida a proteger a la gente y cazar acólitos tenebrosos por el mundo... Hoy simplemente soy un guardia para fiestas y eventos. Un poco diferente a mi sueño, ¿no crees?

–No sé de qué hablas Robbie ¿Una vida de fiestas y scones? ¡Yo misma debería haber postulado al departamento de defensa! Eso si suena a cumplir el sueño.

Robert tuvo que hacer un sobre esfuerzo para no desparramar pedazos de scones sobre el suelo.

–Me haces reír Syla. Bueno, no creo que hayas estado tan lejos. Siempre fuiste la más dura de vencer en las clases de duelo estimada señorita Vablastky, aún siendo un año mayor que tú. No fue nada fácil mantener el marcador entre nosotros a mi favor

–¿De qué hablas? –respondió Syla indignada haciendo ondular su pelo con su mano– El récord es a favor mío de 34–32.

–30–27 para mi lado –corrigió Robert– Tú sabes bien que los duelos de práctica no cuentan. Solo los oficiales. Puedes mirar tu copia de "50 años de campeones escolares". Por si tienes dudas.

El rostro de Syla cambió de color. Que Robbie tuviera razón en este punto le molestaba.

–¡Solo porque no quisiste enviar esos duelos de práctica al editorial! Algún día lo corregiré señor Podmore, pero tranquilo, tu verdadero récord estas a salvo conmigo.

–Ay Syla, no cambias – respondió Rober con una mueca en sus labios– Hablando de sueños, ¿en que estas? ¿Postulaste a algo este verano?

–Bueno, creo que tienes que felicitar a tu nueva colega del ministerio –dijo usando su tono orgulloso nuevamente.

–¡¿Es verdad?! Increíble Syla –respondió Robert iniciando una leve sonrisa maliciosa en su rostro– ¿Acaso han puesto un dispensador de scones en el piso de transportes? Creo que mis colegas no me han avisado.

–Sería una genial ideal –Aprobó mientras con un hechizo de "accio" acercaba un nuevo par de scones a su mano– Eso sí, tendrías que instalarlo en el ministerio de misterios. Así los tendría a mano.

–¡¿Estás en el departamento de misterios?! –dijo perplejo– ¡Eso si es increíble! ¡Lo lograste Syla! ¿Y en tu primer intento, sin experiencia? Vaya vaya. Casi nadie entra al departamento, todos esos años que estudiaste dieron frutos. Yo…

Hubo una pausa. Una que Syla esperaba cuando le diera la noticia. Sobre todo, de Robbie que trabajaba en el ministerio.

–Espera un segundo… solo ha habido un par de vacantes en todo el año para ser una inefable. Y solo una podía tomarla alguien que recién hubiera salido de Hogwarts…

–Así es –dijo con alegría– ¡Felicita a la nueva maga investigadora de Tom Riddle!.

Trago saliva

–Syla… están los rumores –dijo con pausa. Sus ojos mostraban preocupación– Las recepcionistas de administración dijeron que nadie salía bien de su entrevista de ingreso. Tom no es un mago como cualquier otro…

–Por supuesto, el nivel de magia que maneja es altísimo –confirmó– Sus pruebas son del mismo nivel y, parafraseando a administración, "con posibilidades de combustión instantánea".

La pupila de Robert creció de par en par, expresión que Syla sabía que haría. Hizo una pausa para contemplar la misma cara que había puesto ella el día de ayer antes de la entrevista al escuchar esa frase.

–Mira Robbie, fue un reto aprobar. ¿Bueno? No te mentiré diciéndote que fue fácil la admisión. Para serte sincera, sigo como medio "en prueba" por Tom Riddle. Dicho eso, lo logré. Soy parte del departamento de misterio ahora. Sea como haya sido mi ingreso puedes saludar con confianza a tu nueva amiga inefable.

Hubo una nueva pausa larga entre ambos. Esta vez Syla no quería iniciar la conversación.

–¿Esto era lo que tenía preocupada? –preguntó Robert.

–Digamos que es parte del problema –respondió Syla, siendo sincera– Pero no hay más que te pueda comentar, lo siento. Pero siendo franca, te puede decir que estoy contenta con estar en el piso –9 y esperando a ver las cosas que lograré trabajando con Tom. Puedes estar tranquilo con eso.

Robert asintió. Syla no lo vio convencido del todo. No todos compartían la opinión del ministro de magia con respecto a Tom Riddle.

–Vamos Robbie, estoy bien. –dijo poniéndose de pie dando una vuelta sobre si misma– Además, mírame. ¿Lo ves? Ningún atisbo de "combustión espontánea".

Hubo una nueva pausa. Robert hizo ningún comentario y se quedó mirándola fijamente. Una sensación de miedo inundó a Syla pensando que quizás alguna herida del combate con Tom había quedado sobre ella.

"Imposible ¡Me revisé en el espejo dos veces! – se dijo atemorizada– "No había ninguna marca, Robbie no podría estar mirando…".

Syla lo comprendió y se calmó. Rompió el silencio mirando de forma pícara a Robert.

–Robbie… ¿me estás mirando de más?

El mago rompió el transé y se sobresaltó. Se paró inmediatamente de su silla.

–¿Qué? Este yo... no solo estaba... –decía balbuceando mientras buscaba palabras– Eh, bueno yo...

–Te está haciendo mal juntarte con tu grupito hombres aurores. Te hace falta la feminidad de tus amigas de Hufflepuff –concluyó Syla– Tranquilo Robbie, perdonado.

Ella le dio unas palmaditas en el hombro y se volvió a sentarse dándole una nueva mordida a su scone. Robert estaba sonrojado.

–Es el efecto del vestido azul –concluyó Syla– Esta belleza nunca pisó Hogwarts. Estaba guardado para eventos de alta cuna como en el que estamos por eso no lo habías visto.

Syla no era del todo honesta. Si, no lo había usado en Hogwarts, pero no lo estaba usando por el evento. Lo había sacado de su closet para impresionar a Tom en donde fuera que la llevara. No quería compartir ese hecho con Robert.

–Lo sé –respondió Robert recobrando su compostura– Estilabas verde en tus trajes de gala. Además, todo recordamos que tu último vestido verde fue estropeado por señor risitas.

–¡¿Cómo te atreves?! –dijo arrojándole su pañuelo al rostro. Robert logró esquivarlo–¡Te dije que no volvieras a llamar a Marco así! No era su intención arrojarme la fuente de encima en el baile de invierno. ¡Él solo trataba de caerles bien a todos ofreciéndoles el ponche!

–Cierto, recuerdo la advertencia. Tanto como que no me hablaste una semana después de llamarlo así –respondió – Entiendo que era tu novio y otro Hufflepuff, pero… ¿de verdad tenía que sonreír tanto?

–Repito, el trataba de caerles bien, ¡a ti y las chicas! –replico– … no es su culpa que no hayamos sido …

–¿Compatibles? Syla, te pasaban tardes enteras explicándole tus nuevos hallazgos y tus avances en duelos y todo lo que hacía era limitarse a asentir y sonreír. Era medianamente simpático y, bueno, técnicamente te escuchaba, pero… en fin. Prometo no hablar nada más con respecto a Don Risit…–

Un scone fue metido a la fuerza a la boca de Robert. Syla tenía un brazo fuerte y rápido. El mago se atragantó de forma poca elegante en la ceremonia.

–¡Te lo dije! –dijo Syla mascando su propio Scone luego de la maniobra– Marco fue muy dulce los tres meses que estuvimos juntos. No era perfecto, pero lo pasamos muy bien. Lamenté mucho su partida a Irlanda. No permitiré que te mofes de él en mi presencia. ¡La boca te queda donde mismo señor Robert!

Robbie fue rápidamente por un poco de jugo para tragar. Bebió el vaso entero. Una expresión de alivio se formó en su rostro en cuando puro respirar profundo otra vez. Recompuesto, se dirigió nuevamente a Syla.

–¡Paz! Paz por favor –dijo Robert ondeando una bandera de rendición imaginaria mientras trataban de recupera compostura– No hablaré mal de Marco nuevamente.

Mientras se recuperaba, Robert miró hacia el fondo del salón donde Syla lo había buscado. Ella lo siguió con la mirada y vio como los otros chicos de su escuadrón le hacían señas para que volviera.

–Syla… tengo que volver.

–Lo sé. Gracias Robbie por escucharme a pesar de todo. Prometo que nos veremos en el Ministerio. Además… tengo unas dudas con respecto a hechizos ofensivos que quería preguntarte. Veamos un tiempo para pedirte…"

–Syl! –dijo una voz conocida atrás.

Todo el cuerpo de Syla se entumeció. Solo había dos tipos de personas que la llamaba así.

Una era de las que no sabría si sería capaz de conversar nuevamente.

La otra era a quien, mirando hacia su espalda, devolvía una sonrisa desde el alma. Syla se arrojó a los brazos de la chica del cabello como la noche.

–Te echaba mucho de menos Eve –respondió Syla abrazándola con todas sus fuerzas.

–Hey, solo no te he visto desde la graduación –respondió– No ha sido hace tanto. Solo estoy un poco enojada porque mi lechuza se pone frenética cuando no es capaz de entregar una carta, en este caso dos tuyas querida. A Daly no le gusta fallar, ¿Sabes?

Eve levantó su cabeza sobre el abrazo apretado de Syla y miró a Robert.

– Hola Robert –saludo a Robert con su mano no aprisionada– A ti sí que no te veía hace tiempo. ¿Qué tal la vida de Auror?

–Bastante buena, tanto que ya esos chicos del fondo están reclamando por mi ausencia –respondió– Es hora de patrullar. Nos veremos en el ministerio Syla. Prometo hacer mi mayor esfuerzo de alejar esos scones de ti.

Robert se escapó mientras Syla le arrojaba un papel enrollado del scone que se había comido. Esta vez Robbie no lo pudo esquivar.

–Esto me recuerda mucho a sus visitas a nuestra sala central en Hufflepuf.

Eve le devolvió el abrazo a Syla. Luego de un momento volvió a hablar.

–Querida… ya me puedes soltar.

–Cierto.

Ella dejó de tratar de asfixiar a su amiga. Si, no se había visto hace unas semanas, pero para Syla habían sido décadas. Era cosa de mirar el último día y medio. Pensaba ya que llevaba año y medio en el Ministerio de magia.

–Evelyn yo…

–Esta todo bien querida. No soy Robert. No necesito un discurso de porque no me hablaste en este tiempo. Tuviste tus motivos, como siempre, yo los entiendo. Fin de esa conversación. Pongámonos al día ahora ¿quieres? Ven, acompáñame con unos tragos, tengo que hacer valer este evento.

Ambas se acercaron a la mesa que Syla había estado con Robbie. Las dos bebieron un rato en silencio de los tragos que había disponible. Eve bebía de un licor de color rojo mientras que ella lo hacía de uno color amarillo que sabía a naranja. Le gustaba la combinación con los scones. Preguntaría más tarde el nombre del brebaje para otra ocasión.

A diferencia de la otra conversación, está se dio de manera natural.

–Así que Gringotts –replicó Syla.

–La chapa habla por sí sola querida –indicó.

En la solapa de su refinada chaqueta brillaba un escudo dorado inconfundible. El tallado de Fortius Quo Fidelius o "Lealtad por la fuerza" resaltaba en el emblema.

–Felicidades Evelyn. ¿Todo bien por allá? –replicó Syla.

–Una vida simple. Presto dinero a magos y ellos me pagan con creces –dijo– Algo monótono, pero se pone divertido cuando alguien no quiere pagar.

Todo Hogwarts conocía a "Evelyn, la prestamista". Desde pequeña le había gustado el dinero. Trataba de encontrar negocios y hacerlos funcionar. Si necesitabas dinero rápido, incluso una suma importante de galeones, ella era capaz de obtenerlos. Sus tazas eran relativamente aceptables, pero todos sabían lo que les pasaba a quienes no quisieran pagar. Accidentes, malas calificaciones, alguna maldición espontánea… todo el mundo terminaba pagando sus deudas con Evelyn. Sin excepción.

A Syla no le importaba nada de eso. Simplemente Eve y ella habían forjado una amistad en la sala principal. Ella leyendo sus libros y Evelyn arreglando sus finanzas. La "Ravenclaw" y la "Slytherin" de Hufflepuff como las apodaban.

Más allá de ello, hace 2 años, en su peor momento, Evelyn, Anna y Robbie la consolaron. Era más que suficiente para que Syla los amara por siempre. Nada más le importaba.

–Así que... ¿maga investigadora del tipo guapo de Slytherin? – replicó Eve– Al menos eso rumoreaban unos inefables un par de mesas de dónde venía. Parece que eres muy popular querida.

–¿Guapo? – dijo Syla consternada. Si era franca consigo misma, encontraba guapo a Robbie. ¿Tom? … no es que no lo fuera, solo no era su primera imagen mental al pensar en él–

– Pelo oscuro como la noche. Dos años mayor que nosotras. Muy alto y con una mirada decidida –dijo Evelyn– Si, recuerdo perfectamente quien es tu jefe ahora. Yo también hubiera postulado para tener esa vista.

–Ay Eve –dijo sonrojándose un poco. Era un efecto normal de conversar con ella– Si, efectivamente trabajo con el chico guapo. Sin embargo, todo lo que tiene de encantador lo tiene también de exigente.

–No espero menos de alguien tan brillante–respondió– Todos recordamos su paso por la escuela. Además, para que vengamos con cosas Syla. Te gustan los desafíos. No dudaba que entrarías en el ministerio de misterios desde el primer minuto que te conocí. Trabajar con gente increíble como Tom Riddle era de esperarse. Felicidades queridas.

–Gracias –dijo Syla sintiéndose por primera vez felicitada desde que obtuvo el cargo– De verdad gracias.

–Todo sería perfecto si Anna estuviera aquí – mencionó– Pero la verdadera Hufflepuff no podía evitar ir al otro lado del mundo para ver… plantas.

–Una de nosotras tenía que ser la extraordinaria en herbología –dijo – Claramente no sería yo. ¿Quién más que Anna podría disfrutar de los chillidos de las mandrágoras mientras preparaba ingredientes en la sala común? ¿Qué seríamos sin ella?".

–Nada querida, seríamos solo un par de chicas incomprendidas –dijo Evelyn– El aburrimiento en persona para el mundo en nuestro paso por Hufflepuff. Gracias a nuestra querida Anna, nuestra aventura nunca le falto diversión.

–¡Ni explosiones de semillas!

–¡Ni salpicaduras de veneno!

–¡Ni sermones de las 27 diferencias entre dos hojas idénticas!

–¡Ni pláticas de maderas ideales para varitas!

–Merlín… extraño a Anna, demasiado Eve.

–Yo también querida… yo también.

Evelyn alzó un scone ante Syla.

–¿Un brindis por Anna Stravers? ¿La chica que triunfa en Casltebruxo, como profesora internacional en medio de las amazonas?

–Por Anna –dijo Syla mientras chocaba sus scones.

Ambas comieron su bocadillo en honor a Anna. Terminado, Syla miró su reloj. Habían solo 15 minutos antes de que se cumpliera el tiempo indicado por Riddle. Necesitaba llegar con antelación.

–Me debo ir Eve – dijo – Prometo escribirte. Lo siento he estado… con cosas de las que no quiero hablar.

–Lo sé – repuso– Entiendo. Dicho eso, si no vuelvo a saber de ti en meses, enviaré a mis recaderos. No me hagas hacerlo.

–Ni por todo mi dinero de Gringotts–dijo, usando la expresión del ministro. Le había gustado– Hasta que nos volvamos a ver Eve.

Le dio un fuerte abrazo y se despidió.

Pensó un momento en lo feliz que la había puesto ver a Robbie y a Evelyn de nuevo mientras corría hacia las afuera del palacio.

La celebración estaba en su apogeo, así que esperaba que todo estuvieran adentro aún. Al salir, notó que ya no estaban la gente revisando entradas de los invitados.

Estaba sola junta a las escaleras. Había medido su tiempo para estar un tiempo antes que Tom para mostrar puntualidad. Probablemente tuviera que esperarlo un poco.

No fue así.

A un costado del fin de las escaleras, en unos asientos junto a un árbol, se erguían dos figuras. Dos hombres altos, uno joven y uno de mediana edad conversando junto al sol.

Albus Dumbledore y Tom Riddle charlaban en una tarde de verano.