Gracias a mi cómplice Li por su lectura previa y por la hermosa portada. Los errores siguen siendo míos.


Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer, la trama pertenece a mi imaginación.

Capítulo 1

Edward

Embelesado, me quedé viendo hacia ella.

Era la mujer más atractiva que había visto jamás.

Con la sonrisa más deslumbrante y con la personalidad más arrolladora, así era ella.

Su caminar tan seguro e imponente, mantenía su rostro erguido mientras su hermosa melena llena de ondas bailaba al compás de sus movimientos, su contoneo de caderas era el toque sutil de una mujer femenina, ella podía lucir cualquier atuendo, como cada prenda que usaba de diseñador… es mas, podría usar una bolsa de basura y seguiría viéndose hermosa y sin perder su glamour.

Su mirada color miel no parecía prestarle atención a nadie en particular, simplemente se paseaba con absoluta inmunidad cuando llegaba a la empresa.

En las dos semanas de mi ingreso en Volturi Construction ni una sola vez había cruzado su mirada conmigo. No importaba si estaba a su lado, ella parecía tan lejana de mí.

Lo cual podría ser así. Una mujer como Bella Swan era inalcanzable para un hombre como yo.

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Bella

No fue nada nuevo encontrar a Diego y Renata en mi oficina. No eran para nada disimulados cuando se trataba de criticar.

Sin saludar, fui directo a mi lugar de trabajo y encendí la computadora.

― Pienso que ellos andan ―aseguró Renata― es con la única que habla desde que entró a la Constructora.

― Quizás sí ―Diego aceptó―. Igual Ángela es una simple secretaria, no es cómo si importara.

Aparté la mirada de la pantalla del computador para fulminarlo al instante.

― No te hagas el gracioso. No tienes porque menospreciar a la chica ―espeté. Diego encogió sus hombros y continuó con Renata mirando por el cristal, ambos miraban hacia el tipo nuevo.

Llevaban días cuchicheando sobre el nuevo arquitecto. Renata siendo una gran atrevida había vestido los atuendos más llamativos y vulgares con tal de obtener una mirada, nada había surgido efecto. Lo cual me daba gusto porque al fin había encontrado a una persona que la rechazara.

― ¿Qué dices si salimos esta noche? ―propuso Diego, mirándome con ese gesto seductor qué lo hacía parecer un idiota.

― Podemos celebrar que el proyecto del resort es tuyo ―Renata alardió.

Ella siendo la asistente personal de nuestro jefe tenía oportunidad de hablarnos de los nuevos esquemas que se presentarían antes que los demás estuviesen enterados.

Gracias a ella sabíamos que había llegado un proyecto grandioso para la constructora que elevaría el nombre y daría prestigio a quien fuera elegido.

Según Renata los planes de Aro giraban en torno a Diego. Pretendía darle una oportunidad y que demostrara que el puesto que ocupaba en la constructora no era por recomendación.

Esa parte todavía la dudaba.

Diego era un niñato. Un chico medianamente adinerado que no sabía absolutamente nada de arquitectura y estaba en la constructora por influencias de su padre.

Escuché la risa despreocupada de Renata. Parecía que ellos ya se habían puesto de acuerdo.

― Bella, di que sí muñeca.

Diego podría ser el latino más intransigente, lo cual lo volvía un ser intolerante.

Se acercó a mi escritorio; inclinó su rostro a centímetros del mío, tan cerca que incluso respiré su aliento a café. Era adicto a ese líquido cargado de cafeína.

― Vamos a celebrar que este día me darán el proyecto del resort ―comentó al tiempo que guiñaba.

Alejé mi cara. Puse la distancia necesaria para que entendiera que no quería su cercanía.

― No deberías celebrar antes de tiempo ―comenté. Mi gran duda sería revelada hoy, Aro siendo un hombre inteligente jamás confiaría un jugoso proyecto a Diego.

― ¿Estás dudando de mi capacidad? ―cuestionó ofendido―. Soy el arquitecto más preparado de todo el jodido estado.

Rodé los ojos.

― No olvides que también formo parte de la constructora ―exhalé.

Diego sonrió siendo un cretino. Empezaba a molestarme su estúpida sonrisa arrogante y que siempre menospreciara mi lugar.

― Lo sé, nena ―expresó―. Solo que no puedes negar que soy el mejor prospecto de todo Chicago.

Suspiré, llenándome de paciencia.

Sacudí mi mano y le pedí que saliera.

― Diego, necesito trabajar. Puedes darme espacio y dejarme sola.

Sus ojos se abrieron desmesurados, su estúpida sonrisa se desvaneció ante mi petición. Diego odiaba el rechazo, el tipo no estaba acostumbrado a un no.

― Bella, mami, paso por ti para irnos a festejar.

― No quiero ―negué― y es mi última palabra.

― Te convenceré. A las pruebas me remito ―articuló pretencioso.

Pasó una mano por su pelo oscuro y salió con la frente en alto, como si acabara de ganar una batalla.

Los hombres y su maldita manía de creerse únicos.

― Sabes perfectamente que Diego muere por ti ―masculló Renata, recargándose en la pared―. ¿Por qué no le das una oportunidad? ―preguntó― será el arquitecto más prestigioso de todo Chicago.

― Créeme que es lo que menos me interesa ―fui honesta.

― ¿No te gusta? ―preguntó interesada.

Caminé hacia ella.

― No. Diego es castrante.

― Hacen bonita pareja ―menguó su tono―. No puedes negar que Diego es el más guapo de la constructora, tiene porte, es millonario y más de la mitad del gremio femenino suspiran por él.

Crucé los brazos bajo mis pechos.

― Si quieres hacerle promoción hazlo con quien no lo conozca ―dije sarcástica―. Tú y yo sabemos quién es Diego.

Renata sonrió ampliamente dándome la razón.

― Eres maquiavélica ―farfulló, mientras volvía a asomarse por la persiana―. ¿Por qué te niegas a tener una relación? He visto cómo intentan enamorarte y tú rechazas a cada uno.

― No pretendo tener pareja, estoy feliz sola.

La razón por querer mantenerme sola, era porque estaba cansada de los tipos como Diego que solo sabían hostigar. No había nada interesante que ofrecer de su parte que no fuera querer compartir una cama.

Mis últimas citas terminaron por el mismo motivo. Por ello tomé la decisión de mantenerme en abstinencia y alejada de la testosterona.

― ¿Quiere decir que Diego no te interesa? ―indagó Renata.

― Es todo tuyo.

Capté su atención, mirándome fijamente.

― Estoy más interesada en el chico nuevo ―suspiró.

Sacudí la cabeza.

― Bella… ―exhaló quedamente― si yo tuviera tu belleza y personalidad; en este momento estuviera paseando en yate con un anciano multimillonario. No entiendo qué haces aquí trabajando cinco días de la semana para ganar un sueldo y obtener un lugar que claramente no te darán, al menos que seas la querida de Aro.

Levanté mi barbilla sosteniendole la mirada. No era la primera persona que me recomendaba lo mismo y sabía que no sería la última, pero no comprendía su afán de hacerme sentir un objeto.

― Desde que era una niña supe lo que estudiaría, no me fue fácil, porque se debe ser disciplinada y dejar de lado los amigos que no suman ―no module mi tono enojado―. Todo lo que tengo y tendré es gracias a esto ―aplasté mi dedo índice en mi sien― Créeme que no necesito vender mis caricias a gente repugnante para viajar, sí quiero, ahora mismo me puedo ir yo sola al fin del mundo si es necesario.

Renata cerró la boca.

― Discúlpame, no era mi intención hacerte sentir mal ―aprecié su mortificación―. Es que eres tan bonita y tú ni siquiera te das cuenta.

― Disculpas aceptadas ―respondí.

― ¿Comemos juntas? ―propuso.

― Claro, pero no invites a Diego.

Ella rodó los ojos.

― Hoy pago yo ―musitó al abrir la puerta―. Y mira a mi chico, sigue de cotilla con la secretaria.

Puse los ojos brevemente en blanco.

Me giré hacia la persiana que cubría la pared de vidrio y miré que tenía razón, el chico nuevo mantenía una conversación amena con Ángela.

Estreché los ojos.

No le había visto bien. Era muy alto, tenía un porte engarbado, un poco desaliñado, atrapó mi atención el extraño color cobrizo de su pelo, aunque siendo honesta, sonreí al apreciar la forma despeinada de sus hebras.

Los anteojos le daban un aire intelectual, pero su sonrisa…

― Suficiente ―gruñí, cerrando los ojos.

Enfadada por comportarme como una chismosa metiche, aparte mi vista lejos de él. Hace años dejó de importarme el aspecto físico, no empezaría con el chico nuevo.

Por Dios Bella, deja de criticar.

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Entré a la sala de juntas. No fue nada nuevo captar la mirada de los reunidos, ocurría siempre en un lugar mayormente ocupado por hombres.

No disimule mi incomodidad cuando me recorrían con sus ojos libidinosos.

Estaba por sentarme.

Me quedé impresionada cuando lo vi de cerca, el tipo nuevo poseía un profundo color verde esmeralda en sus iris y una sonrisa que quitaba el aliento. Traté de que su caballerosidad no me afectara cuando fue el único de los hombres que se puso de pie al verme entrar.

Esbocé una sonrisa a modo de agradecimiento.

Él tomó su lugar cuando vio que me senté. Y las risas susurrantes se escucharon cuando el respaldo de su silla cayó hacia atrás haciendo su cuerpo tamabalear. De inmediato su rostro se tiñó de rojo escarlata hasta su cuello.

― Tenemos un nuevo reto ―dijo Aro, nuestro jefe, mirándonos desde su silla principal―. Fuimos elegidos para un proyecto turístico, se trata de un resort fuera de la ciudad ―nos dio una sonrisa engreída― y he elegido a dos de ustedes para que trabajen en conjunto.

Me removí en mi silla. Cullen estaba mirándome fijamente, tenía su boca ligeramente abierta.

De todos los reunidos, ¿por qué tenía que mirarme de esa forma?

Sintiendo esa sensación de inquietud, froté mis antebrazos al tiempo que relamía mis labios rojos.

¿Qué pasaba conmigo? ¿Desde cuándo me ponía nerviosa?

Ignoré mis emociones y me concentré en nuestro jefe. Era una oportunidad única para mi curriculum, tenía dos años de experiencia y mis trabajos habían sido pocos y nada relevantes.

― Necesito saber de lo que son capaces ―continuó Aro―. Por ello elegí a mis mejores arquitectos para este proyecto: Isabella Swan y Edward Cullen.

Escuché el jadeo de sorpresa de todos.

El aliento se atascó en mi garganta y sentí que mi corazón latía tan fuerte que podía escucharlo. Pero él no estaba mejor que yo, empezó a toser de una manera preocupante al tiempo que su rostro se enrojeció.

Diego empezó a reír de una manera burlona y resentida. Me enojó que fuera tan infantil, lo que hice fue ponerme de pie y ofrecerle una botella de agua, al hombre a punto de desvanecerse por la tos.

No pronuncié palabras, solo dejé la botella cerca de su mano. Él de inmediato se puso de pie, sin dejar de toser y de que su cuerpo se estremeciera, me agradeció.

― ¿Está bien, arquitecto Cullen? ―se interesó Aro. Había sido el único en mostrar interés en toda la jodida sala.

Le eché una mala mirada a todos los presentes y volví a mi lugar. Edward Cullen no se sentó hasta que yo lo hice.

Era un acto sumamente extraño y para mí desconocido.

― Estoy bien, gracias ―respondió Edward, después de beber un trago de agua y de que su tos cesara.

― ¿Cree que pueda con el proyecto? ―Aro insistió.

Alec suspiró ruidosamente. Volteé a verlo con desprecio y aprecié la envidia en su sonrisa fingida. Era un perdedor que no podía sobresalir en nada.

― Claro que sí ―articuló Edward.

― ¿Y usted, señorita Swan? ―Aro seguía midiéndonos. Su manera de interactuar era para hacernos dudar de nuestra propia existencia.

Le sostuve la mirada y con la arrogancia que me caracterizaba respondí:

― Estoy lista para lo que venga ―aseveré con firmeza.

Miré a Edward Cullen de la misma forma que lo hacía con todos: calculadora y sin emoción.

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Después de que Diego nos interrumpiera y exigiera reunirse con Aro y que este lo ignorase, continuamos con las instrucciones y notaciones correspondientes.

Al salir de la reunión.

Edward rápidamente me dio alcance, supuse que intentaba abrir la puerta para mí, pero fue más ágil que él y lo hice por mí misma.

Me había percatado de su inteligencia en los minutos que estuvimos compartiendo ideas para el nuevo resort. Comprobé que era un hombre preparado con conocimiento en arquitectura y no ningún hijo de papi. Sin embargo, no bastaba su intelecto sino su caballerosidad.

Dos virtudes muy difíciles de combinar y él las poseía.

― Bella… ―me llamó haciéndome voltear hacia él. Me quedé embelesada, mirándolo, era graciosa la forma que tenía de empujar el armazón de sus anteojos por el puente de su nariz― ¿Crees que podamos trabajar hoy?

Miré el reloj en mi muñeca, eran las 4 de la tarde. La hora de salida.

― Sí, en casa tengo espacio suficiente para trabajar. A las 8 de la noche, es perfecto. Te enviaré mi dirección.

Él arrugó la frente y tragó. Su semblante denotaba preocupación.

― Discúlpame, no puedo a esa hora ¿puede ser más temprano?

― ¿Tienes algo qué hacer? ―formulé la pregunta en voz alta y es que ahora me sentía completamente curiosa―. Podemos dejarlo para mañana.

Sonrió esperanzado. La alegría se veía reflejada en sus ojos.

― Sí, mañana sin falta, puede ser saliendo de aquí ¿no?

Ahora fui yo quien hice una mueca. Mañana debía hacer mercado y después tenía mi clase de pilates.

― Por la noche es mi único tiempo libre ―declaré― ¿estás libre?

De nuevo estaba su mueca desencajada. Meneó la cabeza y deslizó con el índice su armazón de anteojos.

Rechinó los dientes.

― No puedo por las noches ―reveló.

― ¿Por qué? ―quise saber.

Encogió sus hombros.

― Porque tengo cosas por hacer ―frunció los labios―. Déjame lo resuelvo y más tarde te llamo. Nos vemos, Bella.

Me quedé confundida cuando tomó mi mano y dejó un suave beso en mi dorso.

¿De qué siglo era este hombre?


¡Hola! Bienvenida a mi nueva historia. De todo lo que tengo por mostrate, decidí una trama distinta, un Edward dulce y caballeroso junto a una Bella inteligente, sarcástica y que ya no cree en el amor. No tiene mucho drama, pero si mucho romance y ternura. Ojalá te unas a esta aventura y me quieras acompañar a un nuevo recorrido. ¿Qué piensas del capítulo?

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Gracias totales por leer 💞