Como a cámara lenta, el cuerpo de Voldemort cayó al suelo, fulminado, con los ojos en blanco. Harry respiró, con la boca abierta, sintiendo el sudor caer por la espalda y la mano de Draco fuertemente agarrada todavía. A su alrededor se hizo un silencio y comenzó a darse cuenta de que la gente lo miraba lleno de asombro.
— Potter…
Si Draco iba a preguntar porque demonios seguía sujetando su mano después de que todo hubiera terminado, no llegó a hacerlo. Harry tiró de él hasta tenerlo enfrente.
— Hemos superado las expectativas.
— ¿Bromas escolares? —cuestionó alzando una ceja.
— Bueno, ¿escolares somos no? Y ahora libres.
Y le puso la otra mano en la nuca, buscando su permiso. Los ojos grises se abrieron, amplios, asombrados y quizá un poco asustados a la vez.
— Draco… —murmuró Harry, preocupado.
— Será mejor que me beses antes de que aparezcan los aurores, porque una vez que se me lleven ya no…
Obedeció, claro, cerró la distancia entre los dos y unió sus labios, sintiendo claramente el chisporroteo de sus magias ponerle el vello de todo el cuerpo de punta.
— Por encima de mi cadáver —respondió Harry con fiereza.
— Suficientes de esos hoy.
— ¿Puedo besarte de nuevo?
— Igual en un lugar más discreto. Empiezo a sentir demasiadas miradas.
En ese momento, bajando de la nube por la victoria y por tener a Draco junto a él, Harry miró a su alrededor. Las caras conocidas los miraban a los dos con distintos grados de estupefacción.
— Busquemos a tu madre y vayamos a San Mungo con mi padre y Severus.
— Aún se me hace raro escucharte llamarlo así.
Harry apretó el agarre en su mano y tiró de él para salir definitivamente de la mansión Malfoy, sin darle ni una mirada al cadáver de Voldemort, pero tampoco al de Dumbledore.
A Severus le devolvió el sentido una caricia, un pulgar acariciando sus nudillos. Y escuchar a Regulus riñéndolo con la voz ronca por las lágrimas.
— ¿Este era tu plan desde el principio? ¿Hacer algún tipo de estúpido y heroico sacrificio? Cuando despiertes vas a tener que darme muchas explicaciones, Severus Snape.
— ¿Ganamos? —musitó, parpadeando.
— ¿En serio eso es todo lo que tienes que decir? —le reprochó, secándose los ojos con la otra mano.
— Si no ganamos resultará que he estado a punto de hacer un sacrificio estúpido según tú.
Regulus rio por lo bajo, moviendo la cabeza, entre la incredulidad y la diversión. Empezaba a entender que Draco se parecía a Severus mucho más de lo que seguramente era consciente.
— Ganamos. Dumbledore no pudo con él, pero Harry y Draco juntos… me han dicho que fue épico.
— Mírate, a punto de explotar de orgullo paterno. ¿Ellos están bien?
— En Grimmauld, descansando. Juntos.
— ¿Juntos?
— No te hagas el inocente, sabías lo que se cocía entre ellos.
— ¿Yo? He estado muy ocupado para estar al día de los amoríos de Draco.
— Muy ocupado yendo de cabeza a la muerte. —El gesto y la voz de Regulus volvieron a endurecerse— ¿En qué estabas pensando? meterte sin respaldo en Gringotts y precisamente en la cámara de los Lestrange. De verdad que no lo entiendo.
— Dumbledore sabía dónde estaba. Y tú.
— ¿En serio? ¿Después de lo que yo pasé? Vamos, Severus eres mucho más inteligente que eso.
Severus no respondió, solo apretó los labios y cerró los ojos.
— Estoy cansado —respondió finalmente, sin mirarlo.
Hubo unos segundos de silencio, un silencio tan denso que Severus se preguntó si Regulus se había desaparecido sin despedirse. Pero no, finalmente lo escuchó hablar y entendió, con solo dos palabras, que su amigo estaba buscando la manera de hablar de lo que se había convertido en el basilisco en la habitación.
— Severus, yo…
— No —negó.
— Déjame hablar
— No.
— ¿Me mostraste todo aquello porque creías que ibas a morir?
— Necesito descansar.
— Sev, por favor…
— No —respondió tajante por tercera vez.
Y usó todas sus fuerzas para darse la vuelta en la cama y darle la espalda, un claro mensaje de despedida.
Unos días más tarde, Draco entró a media mañana en la habitación de Severus. Su padrino estaba sentado en la cama, recién afeitado y bien peinado, leyendo un libro. Su aspecto era relajado y su respiración calmada, nada que ver con el hombre al borde de la muerte que habían encontrado en el suelo de la mazmorra de Malfoy Manor.
Ahora sabían más, gracias a los interrogatorios a los mortífagos y a los propios sanadores que lo habían tratado: había sido torturado durante tres días y tres noches, no solo con los habitualesCrucios,sino también con métodos más muggles como sumergirlo en agua helada o impedirle dormir. Por supuesto, no le habían dado ni comida ni agua en esos días. La suerte era realmente que Voldemort lo quería vivo como cebo para atraerles a ellos, aunque cuando llegó a San Mungo los sanadores se preguntaron varias veces como podía ser que hubiera aguantado con los huesos rotos y varios órganos fallando.
Sin embargo ahí estaba, como si no hubiera pasado un infierno, impertérrito como siempre. Aún a sabiendas de que gruñiría, se acercó hasta la cama y lo abrazó.
— Hola, padrino. —Acercó una silla a la cama y se sentó— El sanador me ha dicho que pronto te dará el alta.
— Sí —respondió con parquedad, sin apartar la mirada de su libro.
— Pero vas a necesitar cuidados. Potter quiere que vengas a Grimmauld.
— No.
— Severus, no puedes estar solo —suavizó la voz Draco, como el que intenta razonar con un niño terco.
— Ni vosotros decirme lo que debo hacer.
A Draco no se le escapó el matiz del "vosotros". Todos los miembros de su familia que lo habían visitado habían vuelto a casa con la misma expresión de frustración y ahora entendía mejor el motivo. Pero el que estaba especialmente molesto, tanto como para encerrarse de un portazo en su habitación al volver a casa, era su tío.
— ¿Qué ocurre con Regulus? —preguntó finalmente, tras un silencio en el que Severus había seguido con su libro como si él no estuviera sentado a medio metro.
— No te metas en las cosas de adultos.
— ¿Disculpa? Creo que matar a Voldemort me da puntos para ser adulto.
— Decir eso demuestra que no lo eres. Vete a casa con Potter, Draco.
Pero su ahijado tenía algo de la terquedad Black, así que se quedó allí sentado, quieto, con los ojos clavados en él hasta incomodarlo lo suficiente como para que cerrara el libro con un suspiro de frustración y lo mirara con ojos de fuego.
— ¿Qué demonios quieres?
— Mamá consiguió en estos meses restaurar el árbol Black. Lloró cuando al volver a Grimmauld se dio cuenta de que mi prima había muerto en la incursión en la mansión. Vamos a ir a visitar a Andrómeda, los cuatro.
— Perfecto, me alegra que podáis jugar a la familia feliz.
— Y a mi ver que sigues conservando tu capacidad para ser borde. Tú eres parte de esa familia. Tienes una habitación preparada. Por favor, Severus. Te queremos en casa, con nosotros, a salvo.
— No. Y no me mandes a tu madre o a Potter a intentar convencerme, no iré. ¿Te importa ahora? —Le señaló la puerta— quiero acabar de leer esto.
Draco aún aguantó unos minutos más de molesto silencio antes de suspirar, ponerse de pie y abrazarlo otra vez antes de salir. Solo entonces Severus se relajó y sonrió un mínimo.
Una semana después de la batalla, en el salón de Grimmauld Place se reunían junto al fuego cuatro Gryffindor. Repuestos de sus heridas, interrogados por los aurores y posteriormente por el propio ministro Scrimgeour, podían por fin recrearse en la tranquilidad de la misión completada. Y bombardear a Harry a preguntas, claro.
En el sofá se sentaban, bastante juntos, Ron y Hermione. Harry y Neville ocupaban dos butacas enfrentadas, perpendiculares a los dos extremos del sofá. Ante ellos, en una mesa baja, Kreacher había colocado una merienda completa, sin un solo gruñido ni murmullo desagradable, para sorpresa de Hermione y Ron.
— ¿Entonces a vosotros no os han interrogado? —cuestionó Ron entre dos bocados de tarta.
Harry negó con la cabeza, dejando su propio plato sobre el brazo de la butaca.
— Mi padre mandó a los aurores y al ministro a la mierda con palabras finas, tanto cuando se presentaron aquí como cuando se presentaron en San Mungo para hablar con Snape.
— ¿Tan fácil era? —preguntó el pelirrojo mirando a Hermione— ¿Por qué a nosotros nos han estado preguntando lo mismo una y otra vez durante cuatro días?
— Porque no tenemos un padre que ha retornado de la muerte —respondió Neville con voz de ultratumba.
Todos rieron y Harry se acomodó un poco más, relajado, no se había dado cuenta de cuanto añoraba juntarse con sus amigos leones y su sentido del humor simple.
— La verdad es que Regulus llegó a un acuerdo con Dumbledore, porque no confiaba en él y no quería dejarme entrar en batalla sin un respaldo. Supongo que también para proteger a Severus, porque en realidad solo él y Dumbledore sabían realmente lo que había estado haciendo estos años.
— Es increíble, la verdad —suspiró Hermione.
— ¿Sabes que tus padres intentaron adoptarme? —interrogó Harry, inclinándose un poco hacia Ron.
Las cejas claras de su mejor amigo se alzaron casi hasta el nacimiento del pelo.
— No, no lo sabía. ¿Cuándo?
— En el verano de segundo a tercero. Dumbledore se negó a apoyarlo frente al ministerio, igual que no ayudó a Sirius ni cuando entró a la cárcel ni cuando huyó de ella. Y eso es solo la punta del iceberg, por eso era necesario que todos esos recuerdos fueran guardados, los tenía McGonagall. Y por eso el ministerio nos ha dejado en paz, ella lo entregó todo en cuanto supo que Dumbledore estaba muerto.
— ¿Has visto a Snape? —inquirió Neville entre dos sorbos de té.
— Un par de veces. Está bastante bien, mi padre le ha ofrecido que venga aquí cuando le den el alta, pero de momento no ha aceptado.
— ¿Y Malfoy? ¿también vive aquí?
El gesto de Harry se volvió un poco precavido ante la pregunta directa de Ron.
— Narcissa y Draco viven en la casa desde hace unos meses, sí —contestó despacio.
— Y Regulus es tu padre.
— Así es.
— Vaya —exclamó, moviendo la cabeza despacio.
— ¿Mucha información, Ronald? —bromeó Hermione.
— Solo trato de tenerlo todo claro, para no meter la pata.
— Vaya, eso se agradece. No sabía como os lo tomaríais.
— ¿Lo de Malfoy?
— Sí.
Sus tres amigos se miraron entre ellos.
— No es taaaaan sorpresa —se burló Ron, poniendo los ojos en blanco.
— ¿Cómo está él? ¿los aurores le están dando problemas? —inquirió Neville.
— Él sí que ha tenido que ir un par de veces a declarar, pero parece que eso va a ser todo. Realmente ni Draco ni Narcissa tienen delitos de sangre sobre su conciencia.
— ¿Qué va a pasar con Lucius? —preguntó Hermione, que había ido acercándose más y más a Ron hasta estar pegada a su costado, haciendo que él le pasara con naturalidad el brazo por los hombros.
— Eso es otra historia. Y temo el momento en el que ellos tengan que ir a declarar a su juicio.
— ¿Y Nott?
— Draco está tratando de ayudarle. De momento está encerrado, por suerte en los calabozos del ministerio y no en Azkaban.
— Realmente no parecía pelear con mucho entusiasmo, ¿sabes? como si realmente no quisiera estar allí —aseveró Hermione.
Harry se encogió de hombros, impotente.
— Se supone que van a revisar su varita, pero en este momento el ministerio está un poco superado.
Los cuatro guardaron silencio un minutos, el silencio solo roto por la cucharilla deNeville contra la porcela a y el crepitar de la leña.
— ¿Y ahora qué? volverás a la escuela —preguntó por fin Hermione.
— No lo sé. Creo que no quiero separarme de mi padre aún.
— Comprensible.
— ¿Cuándo se retoman las clases?
— La semana que viene. Después del funeral de Dumbledore. ¿Vendrás?
— No —contestó contundente Harry.
— La prensa se volverá loca.
— Me da igual, la verdad. Demasiado que me quedo callado y no digo todo lo que tengo que decir sobre él. Muerto está, fin de la historia.
Sus amigos lo miraron, impresionados.
— ¿Qué?
— Nada, nada —respondió Neville—, supongo que nos falta información.
Su anfitrión se llevó la taza a los labios y sonrió como un Black.
— Por suerte tenemos ahora mucho tiempo por delante para ponernos al día.
Harry alzó los ojos del libro que leía cuando Draco entró sin llamar en su dormitorio. Lo siguió con la mirada mientras se quitaba la capa, a la espera de recibir un beso que no llegó hasta que se sentó a su lado en la cama, revolviéndose el pelo.
— Ey, ¿qué tal Nott?, ¿te han dejado verlo? —le preguntó.
— Después de esperar los tres durante cinco horas, finalmente han decidido que no podía recibir visitas. Malditos aurores, salvé sus culos hace menos de un mes.
— Me temo que la baza de salvar al mundo mágico solo me dejan jugarla a mí. Iré con vosotros el próximo día.
Draco se inclinó hacia él y le besó la mejilla.
— El abogado cree que podrían dejarlo ir con un arresto domiciliario en Hogwarts —comentó, más calmado—. ¿Le has pedido tú a Granger que declare a su favor?
— No, han estado aquí esta tarde y no me ha dicho nada.
— ¿Qué tal con ellos?
— Si quieres saber si han despotricado porque salgo con mi primo segundo, la respuesta es no.
— ¿Nada de nada? —preguntó Draco, divertido, sujetando su mano para entrelazar los dedos.
— Ron todavía lo está digiriendo. Pero no les ha pillado por sorpresa por lo que parece.
— Es obvio que estabas loco por mí.
En lugar de responder con otra burla, Harry lo sujetó con firmeza por la barbilla puntiaguda para que le mirar a los ojos.
— Lo que es seguro es que lo estoy ahora.
— Vaya. Aún es extraño escucharlo.
— Acostúmbrate.
Con una sonrisa ladeada, reafirmó sus palabras besándole con intensidad.
— Me han preguntado si vamos a volver a la escuela, Pansy y Blaise —comentó Draco después de un rato besuqueándose, tumbados en la cama con las piernas enredadas.
— A mí también. A Hermione le preocupa que no consiga mis EXTASIS para ser auror.
— ¿Aún quieres ser auror? —preguntó Draco, un poco sorprendido.
— Nop —negó con una sonrisa Harry.
— ¿Y has pensado qué quieres hacer?
— Seguir la tradición Potter.
Draco alzó las cejas.
— Tu padre era auror.
— La de mi abuelo. Y mi otro padre —corrigió Harry.
— ¿Pociones? ¿En serio? Las odias.
— Tiempo pasado. Regulus ha estado haciendo averiguaciones por mí, aún existe "Potter's Pottions". Quizá podamos estudiar juntos, me gustaría reflotar la empresa entre los tres, los cuatro si Severus quisiera unirse, aunque dicen que volverá a Hogwarts.
— Es... interesante. En ese caso, quizá debamos considerar volver.
— Quizá.
— Regulus seguirá aquí cuando acabemos. Él también necesita su tiempo para recuperar su vida, Harry.
— Lo sé. Solo... me cuesta.
— Lo entiendo. Aún hay tiempo para decidir.
— Todo el del mundo.
— Exacto —respondió Draco, abrazándolo contra su pecho.
A pesar de las recomendaciones del sanador, y de la insistencia de los habitantes de la casa Black, que no se habían rendido en ofrecerle una habitación, Severus volvió a su casa en la calle de la Hilandera dos semanas después de haber llegado a San Mungo medio muerto.
Se apareció en el salón polvoriento y lo primero que hizo, después de hacer tres prácticos hechizos de limpieza, fue mirar hacia la calle entre las viejas cortinas. Allí estaban, los periodistas, igual que en el hospital, tratando de hacerle una entrevista. ¿Por qué? pues porque Potter había decidido declarar a los cuatro vientos que él era un héroe. Ja.
Reforzó las protecciones y se dejó caer, con la frente perlada de sudor y una mano sujetándole las costillas aún frágiles, en el viejo sillón de su madre. Tuvo que reconocerse a sí mismo que aún no estaba en sus plenas facultades, pero por Salazar que necesitaba paz, estaba harto de visitas, cartas y sanadores. Quería su silencio, sus libros y su laboratorio.
Un sonoro "crack" a medio metro por delante de su sillón le hizo dar un doloroso bote. Contempló con sorpresa al feísimo elfo de los Black que le hacía una respetuosa reverencia.
— Fantástico —murmuró entre dientes.
— El amo Regulus me manda para ayudar al maestro Snape en su recuperación.
— No lo necesito.
— El amo dijo que no le hiciera caso si decía que no necesitaba ayuda. Y el amo Harry dijo que el maestro Snape… —El elfo se tapó la boca con la mano y Severus tuvo que sujetarle para que no se castigara por estar a punto de revelar algo que sus amos no le permitían revelar.
— Haz lo que tu amo te ha dicho y vete, Kreacher —concedió finalmente, sabedor de que pelear con una de esas serviles criaturas era perder el tiempo.
Severus se quedó mirando desde el sillón al anciano elfo. Desde que el árbol Black había revivido a Regulus, e incluido su descendencia, no se parecía en nada a la criatura taciturna y desagradable que había conocido cuando Grimmauld se había convertido en la sede de la Orden. La llegada a la casa de dos Black para cuidar parecía incluso haberle rejuvenecido, así que ahora que tenía cuatro bajo su techo, incluido su adorado amo… directamente relucía.
Se pasó los dedos por el antebrazo izquierdo, pensativo. Había caminado directo a su muerte desde que Regulus había vuelto, eso era un hecho, porque tenía una enorme deuda con él y con Harry. No había protegido a James, le había dado completamente la espalda a todos ellos hasta que la tragedia explotó y Dumbledore le recordó que el bebé huérfano no era solo el hijo de James, pensando como muchos otros que invocar a Lily era lo que le ablandaría.
Había sido más fácil lidiar con la culpabilidad tratando de convencerse de que el chico era igual que Potter, ignorar que verlo sobre una escoba era como ver a su amigo perdido, que sus manos, sus ojos e incluso su risa eran los de Regulus. Pero la culpabilidad le había arrasado cuando lo había tenido delante de nuevo en la torre de astronomía, protegiendo con su cuerpo a Harry.
Había estado dispuesto a morir por salvar al chico del destino trazado por Voldemort y Dumbledore. Porque le debía a Regulus no perder a nadie más, le debía una vida rodeado de la familia que ahora tenía en Grimmauld. Y no había muerto, ellos le habían salvado, para acabar de dar la vuelta a todo.
Los había escuchado hablar a su alrededor en la mazmorra, una memoria que retenía neblinosa por la fiebre y el dolor. Sabía que habían ido a buscarlo y que Regulus había elegido salvarlo a él en lugar de luchar junto a su hijo.
— Maestro Snape.
— Dime, Kreacher.
— Tiene varias cartas. Kreacher ha verificado que no son peligrosas para el maestro.
— Gracias —Extendió la mano para tomar los sobres.
— Kreacher le ha preparado al maestro cena para hoy y comida para mañana. Volverá mañana por la tarde.
— Dile a tu amo que no es necesario.
El elfo sonrió. Una mueca que jamás habría esperado ver en esa criatura, realmente sonrió y chasqueó los dedos para ó los sobres. El ministerio, Hogwarts, Minerva… ¿Regulus?
Lo apartó. Maldita terquedad Black, ¿no iba a dejar de insistir? Se arrepentía profundamente de haber enviado esos recuerdos, se sentía expuesto, en carne viva. Tener sentimientos era un castigo y el no haber muerto suponía que ahora debería evitar encontrarse con Regulus para no morir de dolor.
"Mi muy querido amigo,
te conozco, a pesar del tiempo separados, te conozco y sé que gruñirás, pasarás dos días mirándola de refilón y finalmente acabarás por leer esta carta.
Gracias. No te las di cuando despertaste porque me sentía realmente angustiado por ti. Necesito decírtelo, necesito que entiendas cuanta preocupación acumulábamos los cuatro por llegar a ti y encontrarte vivo.
De hecho, sé que Draco quería llegar, cogerte y huir los cinco lejos, de espaldas a todas las maquinaciones. Creo que no has calculado tu impacto en la vida de tu ahijado, que te considera más padre que al que lo trajo al mundo.
No me debes nada, ni a Harry. Sé que tienes esa sensación, pero ninguna deuda que creas tener justifica haberte jugado la vida de esta manera. No sé cómo conseguir que creas que eres importante y que somos tu familia.
En cuanto a tus recuerdos… no sé ni por donde empezar. Puedo darte las gracias, otra vez, por haber tratado de cuidar de Harry todo este tiempo, aunque no estuvieras seguro de que era mío.
Lamento no haberle dado lugar a tus sentimientos, lo lamento muchísimo. Yo… no puedo decir que habría actuado de otra forma, pero quizá podría haberte cuidado de otra manera.
Severus, por favor, te necesito, te necesitamos. Nuestra casa es tu casa. Todos nosotros te queremos aquí, porque eres parte de nuestra familia.
Y sé que estás gruñendo también al leer esto, pero por favor recuerda que yo he perdido años encerrado en una cueva por accidente , pero tú estás perdiendo tu vida encerrado en esa cáscara que te rodea voluntariamente. Todo ha terminado, tú nos has liberado Severus, ahora permítete a ti mismo ser libre.
Un abrazo. Tu amigo,
Regulus Black"
Dejó la carta a un lado y dejó que su mirada se paseara por la habitación. Sobre la chimenea encendida había una foto, una que había rescatado hacía poco del fondo de un baúl. Ellos dos, con sus túnicas de Slytherin, el día de su graduación. Cogió aire profundamente, poniendo a prueba sus costillas aún un poco doloridas, y se giró para buscar sobre la mesa la carta de Minerva, dispuesto a aceptar su propuesta de volver a Hogwarts.
