Aquí Saint Ninja 11 reportándose.
Es 12 de diciembre lo que indica que es una celebración de júbilo ya que es día de la Virgen de Guadalupe, una celebración muy querida para los mexicanos, esto por su patrona.
Como hondureño, también se celebra mucho ya que en mi familia se le tiene un gran cariño a la Guadalupe, a pesar de que yo en sí no soy muy religioso.
Este OS será basado en una imagen que miré en Facebook la cual mostraba a Juan Diego con una armadura y pues, pensé en hacer algo para conmemorar esta fecha tan especial.
DISCLAIMER: Saint Seiya no me pertenece, todos los créditos a Kurumada Masami. Así mismo, no busco ofender la religión que se profesa, este escrito solo está hecho con fines de entretenimiento, así que léanlo bajo su propia discreción.
Sin más, comencemos…
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Nueva España, 1531.
Hace mucho tiempo, en lo que era antes México, llamado el reino de Nueva España, todo estaba tranquilo, aunque se notaba la tensión que había en el aire.
Unos guerreros de color negro invadían varias ciudades del país matando a todos los que se oponían a su religión. Estos eran llamados los Pumas, debido a sus vestimentas negras así como de manchas. Su violencia era muy marcada, así como todos los detalles horribles que hacían.
La oración no era suficiente, rezarle a Dios no ayudaba mucho a que la violencia de los Panteras disminuyera, ellos no creían eso. Eran como mensajeros del infierno.
Hubo un hombre el cual rezaba mucho sobre que estos males pararan, después de todo, pasaron muchas cosas con él ya que su esposa fue asesinada por los Panteras. A pesar de eso, su fe nunca desapareció y creía que todo iba a salir bien.
Un día, este hombre llamado Juan Diego Cuauhtlatoatzin quien estaba subiendo el dichoso cerro del Tepeyac, subió a orar por el bien de su pueblo el cual seguía sufriendo por este mal del diablo.
El hombre, de cabellos negros y ojos de color café, se sentó en el cerro del Tepeyac a orar sobre el futuro de su tierra la cual estaba siendo devastada por esta terrible amenaza y él, a pesar del miedo, se dedicó a orar por la paz.
Justo en ese momento, como si sus oraciones fueran escuchadas, una presencia se apareció delante del hombre el cual se quedó en silencio al ver tan esplendorosa figura.
La mujer que estaba delante de él llevaba una túnica de color verde cubriendo parte de su cuerpo, una túnica dentro de color rojo, además de estar rodeada de una aureola amarilla que irradiaba divinidad. Su hermoso cabello largo y negro, así como ojos cafés y estaba con sus manos juntas como en señal de oración.
- ¿Q-Quién es usted?
- Yo soy la madre de tu pueblo, así como conozco a cada uno de mis hijos, Juan Diego – el hombre se sorprendió al escuchar su nombre. Se hincó ante ella.
- ¿Q-Qué se le ofrece? No me considero tan siquiera digno de estar ante usted.
- Eres más que digno Juan Diego. Tu fortaleza, así como tu fe me han hecho ver que incluso en los momentos más duros, siempre pones la fe en el Señor que todo lo ve y todo lo escucha y él ha oído tus oraciones – la mujer sonrió – y por eso, te considero digno de lo que te daré.
- ¿De qué se trata?
- Juan Diego. Las fuerzas del averno están atacando a tu gente y si quieres detenerlos, te brindaré mi regalo, así que por favor, acéptalo – la Virgen le pasó lo que parecía ser una armadura de colores brillante, siendo el rojo, plateado y verde el que más predominaba.
Sus piernas estaban protegidas desde los tobillos hasta el fémur, así mismo, llevaba una especie de falda plateada, protección en sus brazos, pecho y finalizando con una especie de tiara alrededor de su cabeza.
- E-Esto…
- Este es el Ayate Sagrado, el manto que protejo con mi poder. Juan Diego, en nombre mío, Virgen de Guadalupe, lucharás y traerás la paz a este país que tanto merece la paz.
- Y-Yo cumpliré con lo suyo – el peli negro se arrodilló frente a ella – le juro que lucharé en nombre de usted, virgencita.
- Juan Diego, desde hoy serás el Santo del Tepeyac y todas las generaciones hablarán de ti.
Tal y como la virgen le dijo, el hombre bajó hacia su pueblo en donde los Panteras habían llegado a hacer destrozos. La mayoría de los pobladores se fueron a esconder en sus casas, así mismo, algunos optaron por ir a la iglesia del lugar.
Los monstruos estaba causando más y más destrozos, así mismo, los ríos de sangre que había eran un llamado a que todos reflexionaran sobre el peligro en el estaban.
- ¡Por favor diosito!
- ¡Protegeme virgencita! – las suplicas de las personas dentro eran duras, tanto indios como de la sociedad alta de aquel entonces, incluso los franciscanos estaban asustados.
La puerta de la iglesia aguantó un poco, pero no soportó más tiempo hasta que fue derribada y los Panteras rodearon a todos, mirándose en sus ojos se notaba las ganas de hacer ríos de sangre en ese momento.
Los guerreros se lanzaron al ataque, pero justo cuando iba a haber una masacre, una figura colorida entró al lugar evitando que esto subiera a un nivel más alto.
- Juan Diego.
- ¿Qué es esa armadura?
- Mi Señora, la virgencita, me la dio para proteger a todos en su honor y con ella cubriéndome con su manto sagrado – el hombre miró un momento a los Panteras – soy el guerrero que lleva el Ayate Sagrado, ¡soy el Santo del Tepeyac!
Los Panteras se burlaron de él, pero no perdieron más tiempo y se lanzaron a atacar al peli negro el cual solo sonrió y sacó unas flores con las cuales, tiró hacia sus enemigos quienes se burlaron de él por eso.
- No tendrían por qué burlarse de estas flores. Estas flores son bendecidas por mi virgencita y con su poder divino, ustedes no podrán seguir haciendo sus maldades – Juan Diego decía con una voz calmada, pero llena de valor.
Justo como si sus palabras fueron proféticas, los Panteras empezaron a sentir como sus cuerpos empezaron a tensarse hasta que finalmente estos se callaron y fueron cayendo uno a uno en el suelo.
Todos los presentes estaban anonadados ya que con el poder de Juan Diego, proporcionado por la Virgen, fue suficiente para que los Panteras fueran cayendo uno a uno hasta que se exterminaron.
Cuando todo el peligro pasó, los sobrevivientes salieron de sus escondites y no solo eso, sino que fueron a ver a Juan Diego el cual se quitó su armadura y esta se volvió un simple ayate con unas flores que envolvía.
- Juan Diego, ¿Qué es lo que pasó? ¿Qué es esa vestimenta?
- Padre, esta es la ropa que me dio la virgencita del Tepeyac y quiero que conozca cómo es que ella me dio su bendición para acabar con esta plaga – justo cuando reveló el ayate, flores hermosas cayeron al suelo, pero lo más revelador fue lo que había en la tela.
Una hermosa imagen plasmada de la Virgen que el indio Juan Diego había visto cuando ella se le apareció. La hermosa visualización de tan preciosura inmaculada fue algo que a todos los dejó sin poder articular palabra alguna.
- La Virgen de Guadalupe – todos se arrodillaron ante Juan Diego. Este también hizo lo mismo, anonadado porque su manto estaba bendecido por la que sería la Patrona de México.
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Han pasado los siglos y la imagen de la Virgen de Guadalupe ha estado siendo adorada y todos los mexicanos la aman y ella los ama a todos.
El cerro del Tepeyac es ahora el hogar de la Basílica de la Virgen de la Guadalupe. Aunque muchos creen que solo se trata de un simple ayate con la imagen de la madre de Dios, pocos saben que en realidad, es una armadura esperando el día en volver a vestir a otro humano que tenga la confianza de la Virgen.
Todo gracias a la leyenda de Juan Diego, el Santo del Tepeyac y cuyo legado, quería inmortalizado por la eternidad.
