"Por favor reciban mis más sinceras disculpas. Se bien que es molesto que escriba tantas historias a la vez y descuide las otras. Pero realmente no puedo controlar el desorden de mi cerebro, así que les pido paciencia, recuerden que es peor tener que vivir con este caos dentro. Solo basta con imaginar una escena y tengo que escribirla entonces ahora como mi nuevo interés restringido es Rizzoli and Isles, pues tengo varias historias escribiéndose a la vez, sin publicar"

ESTE FIC ESTA BASADO EN UN MANGA QUE LEÍ "AMAYO NO TSUKI" AUN ESTA EN EMICION POR LO QUE SEGUIRÉ A CIEGAS ADEMÁS DE QUE CAMBIE ALGUNAS PARTES CON EL FIN DE ADAPTARLO HACIA JANE Y MAURA.

Capítulo

I

"La cenicienta de los ojos dulces"

La luz tenue de una farola apenas alcanzaba a alumbrar la calle. Maura deseo haberle pedido a su conductor que la recogiera en la casa de su maestra de piano. Pero ella insistió en que podía caminar unas cuantas calles hacia la avenida principal. Solo eran un par de calles y tardarían mucho más en rodear con el auto.

Sin embargo ahora, quizás, se arrepentía un poco. Era una extraña noche fria de verano, al ser un dia caluroso Maura habia optado por una falda ligera y una blusa fina. Su atuendo resulto ser una pesima eleccion cuando sus manos comenzaron a enfriarse.

Doblaba la esquina cuando una feroz sombra se estrelló contra ella haciéndola caer hacia atrás. Sus partituras flotaron hasta descender alrededor suyo. Comenzó a buscar las hojas a tientas cuando una mano se dirigió justo a la que ella pretendía tomar. Levantó el rostro estrellándose de nuevo contra un par de hermosamente inexorables ojos marrones qué miraban curiosos las notas musicales.

La chica que se arrodilló frente a ella era tan hermosa que Maura enmudeció observándola. De cabello oscuro y largas pestañas cayendo melancólicas sobre sus mejillas. –¿Tocas el piano?– preguntó sin recibir respuesta. En cambio la chica le tendió una bandita señalando el raspón de su palma. La ayudó a levantarse, titubeo un par de segundos antes de quitarse la bufanda de los Red Sox de Boston que llevaba al cuello y entregarsela a Maura para luego marcharse en total silencio.

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La señorita Robers, su maestra desde hace cuatro años, iba a retirarse. Formaría una familia. Estaba embarazada y se casaría. A Maura nunca le habían agradado los cambios. Ella no había notado nada diferente en la señorita Robers, ningún indicador que le hiciera suponer que se avecinaba un cambio.

Nada, hasta esa noche.

–Maura– sonrió. – Me temo que si quieres continuar con tus clases de piano, tendrás que tener un nuevo tutor. Por supuesto puedo recomendarte algunos, si lo deseas.

–No entiendo porque haría algo así. Me gustan sus clases.

–¡Oh! Lo siento. Creí que te lo había mencionado antes. Voy a retirarme…

Maura dejó caer la cabeza sobre el escritorio. Agotada de repetir los últimos meses con la señorita Robers. Intentando encontrar alguna pista sobre el día en el que la situación había cambiado. Pero de cualquier forma, lo encontrará o no, la decisión de su profesora había sido tomada, sin que ella pudiese hacer nada.

Frustrada. Decidió que lo mejor era centrar su atención en el regreso a clases. Algo que sí dependía totalmente de ella.

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En su primer día de clases Jane miraba por la ventana indiferente. "Biologia I, con Korsak" suspiro. Su nonna puso como condición que asistiera a ese colegio precisamente porque Vincet Korsak era profesor allí y podía vigilarle. Aunque no esperaba que nada fuese diferente a su ultimo año en secundaria. Esta dispuesta a mantenerse alejada de los problemas.

Era ella. Sin duda. La chica de cabello oscuro y mirada distante. Su cenicienta de ojos dulces.

Maura no pudo desprender su vista de la chica sentada en el pupitre de su izquierda. "¿Me reconocerá? Si yo la recuerdo, ella ¿lo hará?" Pensaba. Pero los ojos marrones desconectados del ambiente escolar nunca abandonaron la ventana.

El profesor entró al salón luego de unos minutos. "Soy el señor Korsak voy a impartir la materia de biología I"dijo escribiendo su nombre en la pizarra. "Este año" suspiro dejando el escritorio y caminando hacia el fondo del salón. "Ustedes tendrán el privilegio de compartir clase con Jane" dijo posando la mano sobre el hombro atrayendo la atención de la joven al salón. "Ella tiene problemas de audición por lo que les pido que faciliten su adaptación"

La evocación de la noche de su primer encuentro empujó a Maura sobre el respaldo de su silla. "Era sorda" por supuesto que no la había escuchado y por eso tampoco le ha respondido.

Un chico de apellido Crowe se levantó del asiento. –Si tiene tantos problemas no debería estar en una escuela con chicos normales. Debería ir a una escuela para sordos. Nadie aquí sabe lenguaje de señas, ni podrá entendernos.

–Eso no es necesario –dijo Jane sorprendiendo a todos. Su voz pausada, relajada y grave resonó arrogante a la par de los latidos en los oídos de Maura. – Al no ser sorda de nacimiento, puedo hablar perfectamente, además puedo leer sus labios y mantener cualquier conversación que sea necesaria. –Formuló con fastidio. –No necesito un trato especial. –Sus ojos se posaron insolentes en su compañero –Solo me molestarian. Puedo arreglármelas bien sola, así que si no se meten en mi camino, no me meteré en el suyo. –Finalizó volviendo la vista hacia la ventana.

La clase terminó y el señor Korsak llamó a Maura a su escritorio.

–Señorita Isles– entrelazo sus manos. –Usted se sentará al lado de Jane, ya sé que ella ha dicho que no necesitará la ayuda de nadie. Sin embargo quisiera pedirle que la vigile por mi y se asegure qué eso sea cierto.

–Claro– dijo Maura sin estar del todo segura cómo ha de acercarse a Jane Rizzoli.

–Bien– el señor Korsak dijo aliviado.

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Al llegar a casa después del primer dia Maura se propuso investigar todo acerca de la discapacidad de Jane. Busco videos y leyó artículos. Escribió títulos de varios documentales. Cada vez que se cuestionaba el porqué se tomaba tantas molestias el rostro impasible de su compañera aparecía descaradamente.

"Cual es una de las cosas más difíciles de ser sordo" leyó. "Las personas no pueden identificar qué somos sordos solo por nuestra apariencia, así que piensa que podemos oír y les estamos ignorando."

–Soy también una de esas personas – recapacito luego de la forma en la que Jane habló en clase como si lo hubiera escuchado todo. –Incluso cuando ella dijo que es incapaz de escuchar, ella había dudado "¿Cómo es posible?" se sorprendió pensar.

Arrojó irritada la laptop sobre la cama, no era como si leyendo estos artículos de Internet fuese a poder comprender específicamente a Jane. Ella no había escrito ninguno de esos artículos ni respondido a ninguna de esas preguntas.

"Es inútil" la única forma de saber sobre Jane Rizzoli era precisamente preguntando directamente a Jane Rizzoli.

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–¿Eres capaz de escuchar un poco de sonido?– cuestionó Maura. Decidió que si realmente quería conocerla solo había una persona que podía ayudarla con eso.

Jane estaba absorta en un libro. Maura suspiro, lo olvido otra vez, Jane no se dio cuenta de que le estaba hablando. Le dio un golpecito en el hombro.

–¿Qué?

–¿Eres capaz de escuchar un poco de sonido?– Repitió.

–Si, ya que estoy usando mis audífonos –Señaló su oreja.

–Entonces ¿puedes escuchar mi voz ahora?

–No puedo. Es difícil en un lugar tan ruidoso. –apuntó hacia los grupos de compañeros que hablaban.

–¡Oh! Entonces si estamos…

–Te dije que no necesito ayuda– silencio a Maura –Él te lo pidió, Korsak ¿no es cierto? Dijo que me cuidarás.

La incapacidad de mentir la hizo tartamudear. El señor Korsak lo había pedido pero esa no era la razón por la que Maura quería convertirse en su amiga. –Si, pero…

–No te preocupes por mí– recargo la barbilla en su mano mirando a su compañera. –Debes ir y hacer amigos con esas personas –Señaló hacia el grupo reunido.

–¡Pero! – se quejó, sin embargo Jane ya había regresado su atención al libro.

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Después de su fallida conversación Maura siguió intentando. "Quieres que almorcemos juntas" "Cual es tu siguiente clase" Pero ninguno de sus intentos obtuvo respuesta. Al final del dia dejo caer la cabeza sobre la mesa del pupitre.

–Como puedo hablarle si no se si me ignora o no me oye– resoplo.

–Oye estás bien– un grupo de compañeras se acercó.

–Si, solo un poco cansada.

–Debes dejar de dar vueltas alrededor de Rizzoli. Eres la única que lo intenta después de la primera semana. Ella dejó muy en claro que no desea compañía.

–Después del primer día ni siquiera estoy muy segura de que no pueda oírnos. –se burló otra chica.

–Escuche el rumor de que era intimidada en la secundaria.

–¡Ja! Puedo ver perfectamente porque.

Maura se apretó los puños sobre su regazo provocando esas odiosas arrugas en su falda. Si Jane había pasado por todo eso antes, era obvio que hubiese levantado un muro para ahuyentar a cualquiera sin importar con qué intención se le acercaban. Simplemente no podía correr el riesgo de equivocarse. Y esas chicas se atreven a hablar con tal ligereza de la vida de otra persona.

–¡Me voy a casa!– arrastró la silla sobre el piso para levantarse provocando un molesto chirrido. No podía seguir ahí. Escuchando tonterías. La única persona con la que valía la pena estar era con…

Maura se detuvo en seco frente a la puerta principal. Detrás del cristal estaba Jane. Distraída, observaba la lluvia caer.

–Oye– Maura le tocó el hombro. –¿No te vas a casa?

–No tengo sombrilla, esperaré a que se detenga.

–No creo que lo haga pronto.

El auto de Maura se detuvo frente a la entrada del colegio, haciéndola vacilar. Su chófer bajó con una sombrilla en la mano para guiarla hasta el asiento trasero. Todo ese espectáculo opulento mientras Jane la escrutaba.

–Yo…–dijo Maura presionada por la portezuela abierta frente a ella y la mano del chofer que se cernia sobre ella.

–Solo vete.

Y Maura lo hizo como si acatará una orden, sus pies se movieron por sí mismos, la puerta se cerró y el coche avanzó hasta la salida. Entonces lo vio. El mango de la sombrilla asomándose entre el asiento del chófer y del copiloto, trayendo consigo una epifanía digna del "Eureka" de Arquimides.

–¡Alto!– Exclamó pero el coche siguió avanzando. –¡Deténgase!– Gritó con autoridad sintiendo la fuerza del freno. Abrió la puerta al tiempo que tomó la sombrilla y salió corriendo hacia Jane.

Ella miraba sus pies, esperando a que la lluvia amainara cuando Maura Isles, completamente empapada se detuvo frente a ella.

–Tengo una sombrilla…

–¿Qué?

–Tu dispositivo, tu audífono– intentó controlarse. –No volvias a casa porque tu dispositivo podría mojarse y dañarse.

Jane estaba perpleja. Hace unos minutos esa chica estaba cómodamente sentada en el asiento trasero de su auto y ahora está ahí, agitada, goteando. –¡Eres una idiota!

–¡Lenguaje!

–¿Por qué no le pediste a tu chófer que diera la vuelta? O ¿Por qué no simplemente usaste esa sombrilla para volver? Ahora estás empapada. Eres realmente extraña. – Amonestó. Maura había bajado la cabeza avergonzada y Jane suspiró. –Pero, estás en lo cierto.

–Puede…–dijo Maura. –Puede que tus oídos no funcionen pero el caso es que mi boca, quiero decir, mis habilidades sociales no trabajan del todo bien. – trago saliva. –Por eso, si alguna vez necesitas algo, quiero que me lo digas, para poder entender. Pero si sigues sin hablar suponiendo que aunque hables conmigo no lo entenderé eso es…

Jane se llevó la mano a los labios para controlar la risa que se le escapó. –Ya veo, mis oídos no trabajan bien y dices que tu boca tampoco. Entonces, supongo que debemos ayudarnos. –Sonrió y Maura estaba segura de que ese deslumbrante gesto le derretiría las pupilas –Dices cosas tan graciosas Maura Isles. – Ven aquí– la tomó del codo y le secó el rostro con un pañuelo.

–Oh, gracias.

–Vamos a casa– ofreció Jane.

Maura decidió que era el día perfecto para regresar caminando y despidió a al aturdido chofer que habia regresado por ella. Jane sostenía la sombrilla asegurándose de cubrirlas a ambas.

–Yo, lamento hacerte sostener la sombrilla. –dijo Maura al cabo de un rato de silencio.

–¿Disculpa?–Jane se giró para mirarla, había escuchado un murmullo sin sentido.

–Gracias por llevar la sombrilla– señaló Maura.

–Bueno, soy más alta así que…

Siguieron caminando, había algo en Jane qué hacía que los ojos de Maura desearan verla siempre.

–La lluvia– Jane dijo recordando la petición de su compañera. –Se vuelve difícil escuchar, tampoco puedo leer tus labios si estamos caminando.

–Lo entiendo.

–Así que no pienses que te estoy ignorando incluso si no te respondo. Yo… –Se detuvo para verla a los ojos –Me alegraría que lo recordarás.

–Lo haré.