HETALIA BELONGS TO HIDEKAZ HIMARUYA
1809
Hubo un tiempo en que España dormía en una enorme y cómoda cama, comía los mejores platos, llevaba los mejores vestidos...Pero todo estaba inspirado en los usos franceses, y él ahora escupía en todo lo francés. Francia era un sucio traidor y un buitre, y no quería nada de él. A España no le importó cambiar su cama por el duro suelo, los banquetes servidos en vajillas de porcelana por lo que quiera que las campesinas le servían en cuencos de barro, y volver a sus trajes típicos, los cuales, por cierto, no es que mudara o lavara mucho, puesto que estaba muy ocupado metiendo balazos entre las cejas de todo gabacho que pillara, con la esperanza de que algún día el mismo Francia se le pusiera a tiro.
Se fumó un cigarrillo mientras miraba en derredor. La sierra de La Sagra, en Granada, estaba repleta de gente que acampaba a su abrigo, esperando a que pasaran los correos franceses, para cortarles el cuello y robarles la información. Había personas de toda la provincia, sobre todo del cercano pueblo de Huéscar, algunos soldados renegados y también unos pocos voluntarios a los que habían sacado de la cárcel. Cualquiera que quisiera proteger a España y vengar las atrocidades que Francia y sus hombres habían cometido en su amada tierra era bienvenido.
Juanito, uno de los hombres de confianza de España, apareció, junto con algunos otros con los que había ido a la ciudad de Granada la semana anterior. Lo primero que hicieron la mayoría fue sentarse a remojarse el gaznate y fumar, para descansar del viaje. Juanito hizo eso mismo, aunque se sentó junto a España para traerle nuevas.
— Malas noticias, España. ¿Recuerdas los miles de soldados que debían haber vuelto para ayudarte contra Francia?
Habían partido en aquellos tiempos en que Francia y él aún eran aliados. Por aquellos entonces, estaba dispuesto a pelear sus batallas, incluso contra Rusia y su propio ex-marido Austria...
— Pues...no van a volver.
— ¿Qué ha pasado?—preguntó España.
— Parece ser que Dinamarca los ha capturado.
— ¡Si Dinamarca era neutral!
— Ya, hasta que Inglaterra trató de destruir su flota. Después de eso, muy comprensiblemente, quiere verlo destripado como a un gorrino. Y para eso, se ha aliado con Francia.
España tiró lo poco que quedaba de cigarrillo a sus pies con furia.
— Será mamonazo hijo de puta...Maldita la cosa que sé de él, pero esto me dice cuanto debo saber sobre su catadura moral...¿Quiere unirse a los gabachos y sacar tajada? Pues muy bien. Entonces, le trataré igual que a Francia y a sus secuaces...
Fue hacia un rincón desde donde todo el campamento pudiera verlo y oírlo y gritó:
— ¡Escuchad todos! ¡Acabamos de recibir noticias de que Dinamarca ha apresado a miles de los nuestros!—exclamaciones de conmoción e indignación—. Sí, sabéis lo que eso significa, ¿no?
— ¡Matémosle, matémosle!—rugió alguien, y su grito encontró eco a su alrededor.
— ¡Exacto! ¡Dondequiera que encontréis a un danés, pasadlo a cuchillo! ¡Vamos a hacerle lamentar habernos insultado!
Aquel grupo furioso tronó con éxtasis. ¡Más sangre que derramar! ¡Más enemigos que matar! ¡Sí! ¡Matémoslo! ¡Matémoslos a todos!
...Vale, ¿y cómo era Dinamarca? Todos los nórdicos eran iguales...¿Dónde encontrarían a un danés para matarlo? Porque no estaban muy seguros de haber visto uno solo en la península, y si vieron uno, se les pasó...
Quizás se dejaron llevar un poco, por los acontecimientos, el nuevo mapa geopolítico, pero el caso es que ni España ni Dinamarca llegaron a verse en todo el tiempo que duró la guerra...
1981
España llevaba mucho tiempo sin pasar por Huéscar. Había terminado allí porque necesitaba tomarse unos días para descansar de..., en fin, un golpe de estado fallido, los secuestros y asesinatos de ETA, la dimisión de su jefe, la falta de trabajo, la falta de dinero...¡Pfff! Tenía mucho de lo que evadirse en aquel viaje solo por Andalucía, el lugar perfecto para relajarse, donde el tiempo parecía ir más despacio. Debido a los acontecimientos recientes, todos con cuantos se cruzó fueron muy amables con él e hicieron cuanto estuvo en su mano por complacerlo, desde los dueños de las tiendas hasta los camareros de los bares. Hasta las autoridades locales, al oír que estaba por allí, fueron a verlo. Era un honor para ellos el tenerle en su pueblo, seguían celebrando su estancia allí hacía casi dos siglos, durante la Guerra de Independencia. Incluso guardaban la declaración de guerra contra Dinamarca, firmada en presencia del alcalde de entonces, como un tesoro.
España tuvo permiso para sacarlo de su contenedor y leerlo. Sonrió al verlo. ¡Ay, Francia! Algunas cosas nunca cambian: seguía siendo un capullo.
Siguió disfrutando de los pequeños placeres que Huéscar ofrecía..., al menos por un rato, porque le dio una sensación...Un no sé qué...Un runrún que le molestaba enormemente...Por mucho que se devanara los sesos, es que no conseguía dar con...
Se encontraba haciendo las maletas cuando le vino tan de sopetón que se dio una palmada en la frente.
¡Porras! ¡Es verdad!
Corrió a preguntarle a la dueña del hostal dónde tenían el teléfono. Se sentó y abrió su agenda. D...D...¡Aquí! Y llamó.
A miles de kilómetros de distancia, Dinamarca estaba leyendo Memorias de África sentado en su butaca, con una mantita sobre el regazo, frente a la chimenea encendida, comiéndose unas galletas de mantequilla con leche, cuando sonó el teléfono. Perezosamente, descolgó.
— ¿Diga?
— ¿Dinamarca? Soy España.
— Ah, hola, España.
— ¿Te pillo acostado? ¿Es buen momento para hablar?
— Nada, nada. Dime.
— ¿Te acuerdas de cuando prometí romperte todos los huesos del cuerpo? ¿Cuando lo de Napoleón?
— Mmmm, ¡ah, ya! ¿Por?—Dinamarca cogió otra galleta y la mojó en la leche.
— Am...La memoria me falla un poco últimamente...No recuerdo que firmáramos la paz cuando todo acabó...¿Dónde y cuándo lo hicimos?
La galleta se detuvo justo cuando Dinamarca iba a cerrar la boca y tragársela. Se quedó mirando a la pared, con las cejas fruncidas en actitud pensativa. El final de la guerra había sido un auténtico guirigay...
— ...Voy a mirar. Ahora te llamo.
Colgó y fue apresuradamente a su despacho, una enorme habitación donde guardaba todos sus registros, bastantes, después de miles de años de vida, de guerras, de comercio con naciones de todas partes del globo, de hacer cosas. Se dirigió a la sección Guerra. Abrió un cajón. S de Spanien. Vale. Sí, tenía la declaración de guerra junto con su respuesta («Y yo me pienso hacer un collar con tus dientes»). ¿Y ya está? Ya está. Había declaraciones de paz, pero no de lo que andaba buscando: de la guerra de Italia de 1542 y de la Guerra de los Treinta Años. ¿Mmm? ¿Y si se había traspapelado? Storbritannien, Sverige...No, los documentos que guardaba allí concernían a Inglaterra y a Suecia...Buscó por todo el archivo, sin éxito.
Hmm...
España recibió la llamada casi una hora después.
— Um, am...Me...parece que nunca llegamos a firmar la paz—le dijo.
— De modo...que todos estos años hemos estado en guerra...La madre que nos parió—España se pasó una mano por la cara.
— Es un tanto embarazoso...
— Estaba tan obsesionado con echar a Francia a patadas de mi casa para acordarme de que tenía aliados y...
— Ya, te distraes, empiezas a procrastinar...
— Me pasaré por Copenhague en cuanto pueda. Ya que fui yo quien empezó todo esto.
— Nah, no te preocupes, iré yo a tu casa. Aprovecharé para hacer algo de turismo: Suecia dice que tu casa es bonita y que tienes buena comida.
Su llegada al pueblo causó una gran conmoción. ¡Por fin pudieron ver cara a cara a aquél cuyos ancestros habían olvidado dar una somanta de palos! Pero nadie quiso ponerle la mano encima a Dinamarca, como no fuera para darle palmaditas en un hombro, o abrazarlo, o hacerle fotos y ofrecerle vino y viandas de la zona. Puede que estuvieran equivocados respecto a él, ¡parecía más majo que las pesetas! La ceremonia de firma de la paz se llevó a cabo en el ayuntamiento, y periódicos de todo el mundo se hicieron eco del asunto. Cuando Dinamarca se lo contó a Noruega, su amigo se limitó a poner los ojos en blanco y negar con la cabeza, mientras que Romano le dijo a España directamente que los dos eran tontísimos. ¡Como si nadie metiera la pata nunca!
De hecho, ¿por qué debían avergonzarse? Tras discutirlo con Dinamarca, España envió una botella de vino de su cosecha a América y a Rusia, con la esperanza de que siguieran su ejemplo y pusieran fin a su Guerra Fría. Discutirían muchas otras cosas desde entonces, resultando en acuerdos comerciales e intercambios culturales.
A veces conocemos a gente interesante de las formas más insospechadas.
FIN
Los municipios de Huéscar y Kolding hoy en día están hermanados y tienen toda clase de intercambios de estudiantes y culturales, incluso representaciones de desembarcos vikingos. Dos calles en Huéscar llevan los nombres de la ciudad danesa y del país. Hace unos años, hubo un proyecto de micromecenazgo para producir un documental sobre el tema.
