Corrió por la maleza, intentando ocultarse entre las hojas sin intentar hacer ruido. Al menos lo mínimo dentro de lo posible. Pisaba cuidando donde caían sus piernas con cada paso que daba, regularizando su respiración y viendo siempre alrededor.

Se metió en unos arbustos, agachándose y enfocando su oído. Había pasado hora y media y no tenía la remota idea de donde se encontraba. Aunque el hecho de que él tampoco le hubiese encontrado, era una buena señal. Significaba que había aprendido, y toda la teoría estaba dando frutos en sus constantes prácticas.

Sacó un poco su cabeza. Le ayudaba bastante que los arboles ocultasen la luz del sol, ya que su pelaje no era muy adecuado para el camuflaje. Había pensado en llevar una máscara, pero había leído en los libros de exploradores que eso podía ser contraproducente en los sentidos de los reclutas, así que optó por declinar esa idea. Él era mejor usando su ingenio. Y si se sentía orillado a usarlo, pues mucho mejor.

Habían pasado más de dos meses desde que perdió su habilidad de hacer magia, y los cambios en él han sido más que notorios. Tanto física como mentalmente.

Su cuerpo antes escuálido, había empezado a ganar tonificación. Su cabeza ya no estaba centrada en una sola dirección. Como si la lampara mental que solo iluminaba donde él se enfocaba se hubiera expandido a nuevos horizontes, ayudándole en los aprendizajes y nuevas ideas.

El ejercicio había liberado cierta parte de su cabeza que se mantenía oculta, y le servía para ver todo con claridad. Lo notaba cada vez que terminaba una sesión de entrenamiento. Pero no significaba que dejase de ser un erudito. Pues no solo se enfocaba en aprender de la mente y la magia como siempre había sido. Aprendió también de los cuerpos y sus beneficios. Con anterioridad había leído unos cuantos volúmenes al respecto, pero nunca había prestado atención a esos detalles. Ahora, que estaba haciendo practica de todo ello, podía entender por qué esos yordles molestos siempre podían salirse con la suya cuando llegaba a enfrentárseles. Todo esto era beneficioso. Por eso siempre tenían tanta estamina y una energía envidiable.

Escuchó un ruido. Una rama aplastada. Lo sabía porque en los entrenamientos pasados especificaron como es que se escuchaba ese sonido. Además, tomó notas y leyó en el libro sobre eso. El manual de los exploradores era una exageración de detalles a cosas que parecían insignificantes. Pero más que útiles, debía reconocer. Ese capitán agregaba hasta como lavarse los dientes.

Sacó su cabeza sutilmente fuera del arbusto, intentando encontrar al creador de ese pequeño susurro delator.

Según el manual del explorador, siempre había que enfocar los sentidos más necesarios en caso de emboscada. Aquí, por ejemplo, hacer uso de la vista y el oído. Añadiendo, en caso de no funcionar, salir de la caja era también una buena opción. Solo si se mantenía el explorador en un área segura.

No veía nada. Tampoco escuchaba nada. En ese caso, era hora de enfocarse en el olfato.

Y cuando un olor esporádico y evidente pasó por su nariz, saltó fuera de su escondite como una rana con cafeína, apuntando su báculo a su espalda. Era algo entre rasposo y frotante que lograba sentir desde sus fosas nasales, hasta su garganta. Intentó girar en el aire, pero el peso del otro yordle ganó el suyo, haciéndole caer al suelo, aun sin dejar de apuntarle con la punta de su arma. Con el dolor de un dardo en su hombro, no bajó su brazo, siguiéndole apuntando en la misma dirección.

Teemo sonrió al verle estar entre las hojas secas. Derribado. Él se mantenía en pie, aun con la huella de su bota marcada en el costado de Veigar. Le iba a decir que estaba atrapado, pero el filo alcanzó a tocar su hombro. No ganó, ya que su dardo le había alcanzado primero, pero no significaba que había perdido. Que le haya detectado con esa velocidad de reacción era de halagar.

–Bien hecho, Veigar – le felicitó, tendiéndole la mano y guardando su cerbatana –. Lograste detectarme casi a tiempo.

–No lo suficiente – dio un manotazo a su mano amiga, levantándose por su cuenta –. Eres un desalmado. ¡Me tiraste un dardo!

–Pero si el dardo no tiene la punta tan gruesa – se lo quitó de un tirón, haciendo que Veigar se estremeciera por ese acto. Era como quitarse una aguja de inyección –. Y no creo que te haya dolido, ¿o sí?

–No. Pero pudiste darme en el ojo.

–Un capitán de exploradores nunca hará que uno de sus reclutas salga herido por su propia mano – recitó una parte del manual –. Además, debo de ser estricto contigo. ¿No quieres recuperar tu magia?

Veigar guardó silencio. La respuesta era más que obvia. Pero ya se lo había repetido a sí mismo tantas veces que recitarlo terminó siendo aburrido. Ya a la segunda semana de decirlo diariamente había hecho que terminara su efecto motivante. Pero su meta aún estaba en marcha.

Nunca se ha alejado de ese objetivo.

–Al menos he mejorado bastante – se sobó la parte donde estaba anteriormente el dardo –. Siento el brazo más robusto – y algo dormido, pensó. No lo habría envenenado, ¿verdad?

–Señal que has estado haciendo bien tus entrenamientos – Teemo empezó a andar –. Vamos. Volvamos a la academia. Tristana y yo tenemos que dar un anuncio.

La caminata duró unos quince minutos. Minutos los cuales Teemo intentó entablar una conversación con el ex mago hablando sobre hongos y setas que se encontraban por Runaterra, mientras él segundo solo soltaba unos monosílabos como respuestas con notorio desinterés. Era algo ya de costumbre. Después de cada entrenamiento personal, cuando regresaban del bosque de entrenamiento, volvían caminando a paso relajado a la vez que el yordle soltaba toda la perorata inimaginable sobre esas plantas.

Las primeras veces le gritó que se callara. Era engorroso que el tema principal del «mejor capitán de exploradores de Bandle» eran unas plantas que crecían de forma dudosa y aberrante en lugares que podría considerar hasta insalubres. Pero después de su quinto intento en que por favor parara su verborrea, se rindió y mejor empezó a ignorarlo. Pero eso mismo pareció darle más cuerda al juguete, ya que volvió con fuerza y con temas que rallaba en lo ridículo.

–Y así fue como pude vencer a un bandido de Aguasturbias con la pisada accidental de uno de mis hongos – decía alzando su pecho –. Así me gane la insignia de explorador «cuidado donde pisas» – y sacando de su bolsillo del pantalón, casi le restregó en la cara su condecoración. Era la huella de una bota encima de un cráneo. Pero lo curioso era que todo estaba bajo las líneas cursivas de un oleaje.

–¿Por qué hay líneas como de mareas en esa insignia?

–Ah. Es que fue bajo el agua – sonrió entre dientes.

–… ¿Cómo diablos? – eso ya era para ser irreal. El explorador solo se rio.

–Bueno, verás… ¡Oye, ya llegamos! ¡Hola, chicos!

Salieron del bosque, llegando de nuevo al campo de entrenamiento. Al escuchar la voz del yordle, todos pararon sus actividades para darles el saludo explorador como bienvenida. Él hizo lo mismo, devolviéndolo. Veigar solo ignoró ese hecho y siguió andando, para después ser seguido por el capitán.

Decir que Veigar era bien recibido era una verdad a medias. Al ser el principal recluta de Teemo y Tristana, era por hecho que algo habían visto sus lideres en él como para entrenarle personalmente, al punto de relegar un poco sus deberes para darle entrenamiento. Además, que la hechicera con el hada le asistía en los momentos más complicados. Y es que, si comparaban el entrenamiento que recibía el ex mago con el de ellos, debían admitir que estaban felices de no tener la misma suerte. Pues al yordle lo llevaban al límite, al punto que, reiterando, si no fuera por la hechicera, él ya estuviera en el reino espiritual.

Pero verle levantarse, y seguir, terminando con el cuerpo molido y apenas levantando sus piernas para volver a casa, no podían evitar tener cierta empatía. Y, al menos, no tener que darle una bienvenida incomoda cada vez que volvía al día siguiente. Incluso con sus malas palabras y respuestas algo groseras. Después de todo, el castigo se lo llevaba diario.

Algo que tampoco dirían en voz alta, es la envidia que podían tener algunos reclutas. Es decir, estaba siendo capacitado al cien porciento por los dos yordles más calificados de Bandle. Los que entraron a los exploradores o la línea de artilleros. Era por esos dos que siempre podían cumplir con su objetivo y protegían la ciudad de malos intrusos. Y ver que ellos tenían la atención del yordle con la peor reputación, era para un estirar de tela con los dientes. El sueño de todo recluta, siendo realizado por el yordle menos querido de toda la ciudad.

Pero volvían a lo mismo: la forma en que entrenaba era de temer.

Aun con todo ello, también podían afirmar que la mejoría y el avance de Veigar era notorio. Pasó de un enclenque que apenas podía cumplir un día de entrenamiento a, literal, pasar toda una tarde en el bosque con el capitán Teemo en la práctica de exploradores. Algunos reclutas aguantaban solo un par de horas. Pero esos dos llegaron a estar desde la hora del almuerzo hasta casi el anochecer.

El ex mago llegaba sucio, molido y con la cara de haber sufrido al menos dos desmayos. Pero recientemente se le veía más completo. O era que ya estaba acostumbrado al ritmo de Teemo, o es que el capitán era indulgente. Pero conociéndolo, lo segundo no era ni si quiera una opción.

Por eso, cuando el yordle ignoró el saludo grupal, no les sorprendió ni hubo algún efecto negativo. Estaban resignados a su compañía. Incluso si tenían que compartir algunas palabras con él. Era uno de ellos, y debían aceptarlo como tal.

Aunque él negara eso mismo.

Sentados dentro del almacén, en un conjunto de asientos con mesa, los dos recién llegados se sentaron frente al otro, sirviéndose un almuerzo que estaba en la hoya del cocinero. Este guardaba sus utensilios limpios en un cajón, a la vez que se quitaba el sombrero.

–Oh, capitán Teemo. Bienvenido – su bata la dejó colgada en la pared –. ¿Cómo estuvo el entrenamiento?

–Mas que suficiente, cocinero – dijo mientras se servía un poco de verduras y carne cocida –. En unos minutos Tristana y yo haremos un pequeño anuncio. Por cierto, ¿no ha regresado?

–La capitana Tristana aun no vuelve. Pero dudo que tarde. Se supone que vendría a esta hora.

–Perfecto. Entonces seguro no tardará en llegar – y se lanzó a su comida.

Veigar ya se le había adelantado, y comía en silencio mientras los escuchaba. Ya había repetido que tenía un aviso que dar a los reclutas. Eso le daba curiosidad. Pero primero se corta una oreja a tener que preguntarle de que se trataba ese anuncio.

Ya iba a terminar su plato cuando vio a Teemo resoplar satisfecho mientras se tocaba la barriga. El muy tragón termino primero su plato, no pudiendo evitar enarcar una ceja. Teemo al notarlo solo pudo levantar sus brazos.

–Tenía hambre – se excusó. El mago negó con la cabeza y siguió con su comida –. ¿Sabes, Veigar? Nunca pensé que serías al final uno de nuestros reclutas – ante eso dicho, Veigar casi escupe su último bocado. Tosiendo, trató de alegar al respecto. Pero Teemo se le adelantó –. Estoy tan orgulloso del como has avanzado.

–Que me coma una criatura del vacío antes de aceptar esos tontos halagos – exclamó con evidente ofensa. Lo que para Teemo le parecieron ecos distantes, pues continuó.

–Espero que cuando vuelvas a la normalidad, puedas unirte a nosotros. Y quien sabe, abrir una nueva sección y añadir magos a las filas de Bandle – eso horrorizó al yordle.

–¡Ni loco! – él era el único mago yordle con gran poder. No compartiría sus habilidades con seres insignificantes como ellos.

Teemo le miró con seriedad, haciendo que Veigar se encogiera de hombros y diera un paso atrás. Sabía lo peligroso que era Teemo. Aun con sus palabras fuertes y contestaciones agresivas, él nunca había perdido el buen humor. Pero verlo serio con este tema y el como él mismo reaccionó, hicieron que sus alarmas internas saltaran. Y casi suena fuera de él con un grito cuando le vio levantarse de su asiento, caminando en su dirección. De forma decidida.

Iba a correr, pero su orgullo se lo impedía. Haciendo tripas su miedo, apretó los puños y esperó lo peor. Un golpe. Un empuje. Tal vez una bofetada. Pero cuando Teemo alzó la mano, lo único que pudo hacer fue cerrar los ojos y esperar la agresión.

Un tacto suave en su hombro le hizo abrir un ojo, viendo el gesto. Para después verlo a él, aun con la mirada seria, pero con un brillo en sus ojos que no supo cómo interpretar.

–Veigar – dijo.

–¿Qué? – soltó. Casi lamentando responder de esa forma, sabiendo en que posición estaba.

–…

–… ¿Y bien?

–… gracias por aceptar unirte y crear la sección magos de Bandle – y levantó su pulgar. Su mirada brillosa de orgullo y aceptación estaba que resplandecía. Y a Veigar le salió un tic en el ojo.

Cuando Tristana y Lulu volvieron, lo primero que hicieron fue llegar al almacén para intentar comer algo, pero lo primero que vieron, fue al cocinero nervioso intentando acercarse a dos yordles que estaban en el suelo. Uno encima del otro. Curiosamente, el que estaba abajo era el explorador, mientras Veigar estaba encima haciéndole una llave de brazo. Teemo estaba llorando de dolor, mientras Veigar gritaba cosas que ellas no entendían del todo.

–¡¿Cómo osas, maldito loco?! – gritó el ex mago.

–¡Piensa en las posibilidades, Veigar! – decía mientras soltaba pataletas y su puño libre chocaba con el suelo.

–¡Señores, por favor compórtense! – terció nervioso el cocinero.

–¡Tal vez dislocándote el brazo, escuches!

–¡No! ¡Mi bracito no! – se lamentó en el suelo –. ¡Es donde tengo mi mano dominante para cultivar hongos! – Bajo su pelaje oscuro, Veigar sintió que una vena se le saltaba.

–¡Señores, por favor! – volvió a terciar el cocinero.

Las dos yordles solo estaban mirando desde la entrada.

–… ¿voy por fortachón? – preguntó Lulu. Tristana asintió.

–Si. Pero no para separarlos – la hechicera no entendió, hasta que vio cómo se arremangaba su camisa militar –. Sino para separarme de ellos. Y es mejor que te des prisa – después, se lanzó hacia el par.

Lo único que escuchó Lulu al salir fueron los gritos de ambos yordles, mientras los regaños de Tristana eran tales que seguro los dos estarían tan heridos como recién salidos de un campo de batalla.

~0~0~0~0~

–Bolas de pelo – inició Tristana. Estaba arriba de una banca, mirando a todos los reclutas al frente. Teemo estaba atrás, sobándose el brazo y con un ojo algo inflamado –, tenemos un anuncio que darles.

Después de haber regañado a los dos, no sin antes agredirlos físicamente por estar actuando como niños, ella junto con el explorador mandaron a llamar a todos los reclutas que estaban en el campo, para iniciar una junta de emergencia para el aviso de un asunto importante.

Era algo improvisado, pues no había asientos. Algunos yordles estaban parados mirando hacia sus dos lideres. Otros sentados en el pasto del campo o en algunos troncos que encontraron por ahí. Veigar y Lulu estaban en la primera fila, escuchando lo que tenía que decir. Lulu estaba centrada en aplicarle una crema en la frente, tratando de traspasar el pelaje del mago. Aun atendiéndole, estaba prestando atención a la voz de Tristana.

–Como sabrán todos, Teemo y yo hemos estado centrando nuestra atención en entrenar a un recluta en específico – el hecho de ver a Veigar fruncir el entrecejo hacía que valiera la pena nombrarle como alguien de los suyos –. No es favoritismo, pues todos apreciamos a nuestros compañeros como iguales. Pero su situación, especial en un aspecto personal, nos instó en tener que actuar a favor de su beneficio. Aun así, espero que nuestra forma de entrenar en estos últimos dos meses y medio no haya hecho que la moral de nuestro equipo haya decaído –. Todos negaron con la cabeza. Unos gritando su negativa, apoyando la visión de su capitana, haciéndola sonreír en el proceso –. Me alegra saber que el ánimo no haya decaído. Suena excelente – carraspeó su garganta –. Bueno, volviendo a la noticia, tenemos que informar la situación que se acerca a partir del día de mañana – hizo una pausa, viendo las caras de sus reclutas –. Como dije al inicio, un yordle necesitó de nuestro apoyo, y tuvimos que actuar en su auxilio. Todos ya sabrán de quien hablo – las miradas fueron hacia Veigar, que solo pudo hacerse chico en su sitio. Odiaba la atención innecesaria –. Y si, es raro que él necesite de nuestra ayuda. Y raro que se la demos nosotros. Pero, ¿Qué seríamos de nosotros si no somos capaces de extender la mano a un yordle? Ese es nuestro trabajo. A lo que nos dedicamos. Si no podemos ayudar a un congénere, no deberíamos si quiera tener este puesto – aun con las miradas contrariadas, muchos asintieron con sus palabras. El valor, la ética y la moral del grupo era tan importante como la disciplina y el cumplimiento del deber –. Por eso, ante la ayuda de quien lo necesita, partiremos pasado mañana al amanecer. Será un viaje largo, por lo que estaremos ausentes por un tiempo – de nuevo, todos asintieron, asimilando la información de la capitana de artillería de Bandle –. Aprovecharemos el día de mañana para que todos estén al corriente con sus deberes, además de dejar escuadrones y pelotones listos para las rondas y turnos. Este aviso está hecho para que estén mentalizados y preparados. ¿Todos escucharon fuerte y claro? – casi todos asintieron. Entre la amalgama de cabezas peludas, una mano grande se alzó. Curiosamente, un brazo ancho y musculoso le acompañaba – ¿Si, fortachón?

–¿Cuánto tiempo estarán afuera, jefa?

–Desconozco el tiempo que requiera su cumplimiento, teniente – y no mentía. A saber que tanto tardarían en encontrar a la persona que Lulu dijo que buscarían. Pero dudaba que fuese mucho.

Otra mano se alzó. Esta vez, una pequeña cadete. Su mochila era casi el doble de su tamaño. Estaba recargada en el mientras estiraba su brazo, moviéndola con frenesí.

–¿Si cadete Ava?

–A dónde irán, ¿será peligroso?

–Todos los viajes a Runaterra son peligrosos, Ava. Pero no creo que este requiera de estar preocupados – sinceró. Esperó si otro yordle intentaría levantar la mano. Al no haberlo, sintió que todo estaba hecho – Sin más que agregar, vuelvan a sus puestos. Nos veremos mañana para repasar sus próximos deberes.

Todos comenzaron a dispersarse, bajando ella de la banca para encontrarse con los dos yordles que seguían sentados.

–¿Y bien, Lulu? – la hechicera asintió, dando dos palmadas en la mejilla de Veigar para después levantarse.

–Iremos a Demacia – inició, dando una mirada al ex mago –. Ahí iniciaremos nuestra búsqueda para encontrar a Sylas.

–¡¿Sylas?! ¡¿Encontraste a Sylas?! – Teemo soltó casi a medio grito –. Había escuchado de él. Es un desertor del reino demaciano. O más bien, diría que es un fugitivo – sacó su diario de su bolsillo trasero –. Según tengo entendido, los demacianos no aceptan la magia. Sylas es quien lidera una rebelión contra Demacia usando a los magos que pueden ser esclavizados por el reino, discriminados por tener dotes mágicos– miró a Lulu con una interrogante –. Es alguien que es difícil de encontrar. ¿Cómo fue que lo encontraste?

–Fue casualidad – confesó –. Me estaba divirtiendo dentro de un bosque, hasta que encontré un campamento. Lo curioso es que había un fuerte flujo de magia en esa zona, así que, por curiosidad, entré. Pensé que sería de casualidad alguna entrada para el Claro, pero cuando noté que era todo un grupo de gente que usaba magia, fui a conocerlos – dijo alegre –. Muchos se sorprendieron al verme y trataron de hacerme su amiga. Aunque la palabra que usaron era aliada, pero es algo que no recuerdo bien – Teemo y Tristana sudaron frío al saber lo cerca que estaba Lulu de entrar en un campo bélico. Veigar solo negó con la cabeza desde abajo, sonriendo un poco por la tontería de su situación –. Luego de intercambiar muchas palabras amistosas, y jugar un rato con ellos, me dijeron que si quería conocer a su líder – se rascó la barbilla –. El señor era algo raro. Se veía desaliñado y le colgaban unos grandes grilletes, pero parecía cómodo con ellos. Se interesó bastante cuando supo que yo era una yordle. Más sabiendo que sabía usar magia. Igual intentó que me hiciera su amiga. Aunque negué por cortesía, ya que aún estaba en la busca del Claro. Él parecía decepcionado, pero aceptó mi declinación. Pero me pidió algo que llamó mi atención.

FLASHBACK

–Lamento que no aceptaras unirte a nuestro grupo, pequeña yordle – dijo desde su asiento.

–Oh, no se preocupe, señor. Estoy segura que encontrará muchos más amigos allá afuera.

–Oh, estoy seguro que si – miró con detenimiento a Lulu –. Lamento si lo que te voy a preguntar te suena algo incomodo, pero… ¿me permites tocar tus manos? Si te niegas, lo aceptaré. Solo, hay algo que me da curiosidad.

–¿Eh? ¿Qué cosa? – mientras lo decía, Lulu empezó a acercarse. Sylas sonrió complacido.

–Tengo la habilidad de poder detectar a la gente o seres que usan magia – dijo mientras Lulu le extendía sus dos manos. Sylas se acercó a ella, inclinándose a su altura, extendiendo las suyas propias –. Y sé que tú portas una poderosa magia dentro de ti. En cierto modo, lamento que no te quieras unir a mi causa, pero viendo tu naturaleza, creo que es mejor que así sea – acercó un poco más sus manos a las de ella. Lulu sentía algo extraño en la palma de sus manos, a la vez que su cuerpo reaccionaba a ello. Sentía curiosidad como fascinación –. Pero esa habilidad no es la única que tengo – hizo que las yemas de los dedos de Lulu tocaran la gran palma de él –. También soy capaz de absorber magia, y hacerla mía – apretó las pequeñas manos de la yordle. En ella, se le encendieron las alarmas, intentando alejar las manos de Sylas. Él las apretó entre las suyas –. Tranquila. No pienso robártela. Solo quiero saber que tanto talento tienes dentro de ti.

–No, no haga eso – se alarmó, intentando quitarlas. Las manos de Sylas, junto con sus grilletes, empezaron a emanar un aura purpura.

–No entres en pánico. No voy a lastimarte.

–¡No es eso! – se escandalizó. Sylas no entendía. Sabía que tenía un aire de asesino. Y entendía con creces que ella tuviera miedo. Pero su curiosidad ganaba a la petición de una pequeña yordle –. ¡Es peligroso!

Sylas le soltó las manos al fin, viendo como sus cadenas como sus brazos se impregnaban de la magia de Lulu. Ella estaba preocupada. Pero más que por ella, era por él mismo.

–Que magia tan… peculiar – decía mientras se erguía y miraba sus brazos con fascinación.

–¡Tenga cuidado, señor! – empezó a retroceder. Pix se puso al frente, creando una burbuja protectora alrededor de ambos –. La magia del Claro es muy inestable para gente que no sepa de él.

–¿Magia del Claro?

–Es magia que portan las hadas – señalando a su amigo –. Usted ha absorbido una magia que está más allá del alcance de un humano – Sylas empezó a reír.

–¡Pequeña! ¡He robado y usado más magia de la que puedas imaginar! – dijo, extasiado por lo que estaba sintiendo –. Esta magia no es nada diferente a lo que haya sentido – estiró sus palmas hacia la pared de la cueva –. Entonces – susurró –, ¿Qué tipo de magia usas realmente? Probemos.

–Tres… dos… – Lulu se ocultó tras una gran piedra que estaba dentras, cubriéndose junto con el escudo de Pix – … uno…

–Pero que… – su brazo empezó a temblar, mientras sus cadenas empezaban a moverse como fideos y a bailar como serpientes encantadas –. ¿Qué diablos pasa?

Una cadena dio un latigazo al asiento donde se sentaba Sylas, haciendo que se transformara en una mecedora para ancianos. Con todo y decorativos incluidos. La cadena donde la mano se encontraba alzada, dio un latigazo al suelo, volviendo toda el área donde él se encontraba en arenas movedizas de crema de cacahuate. Hundiéndose poco a poco.

–¿Qué tipo de magia es esta? – su voz se volvió aguda. La sorpresa había ganado a la seriedad. ¿O era la magia que le estaba jugando sucio?

–Magia del Claro – escuchó tras la roca, viendo como Lulu se asomaba desde atrás –. Como dije, no es una magia que cualquiera pueda usar.

–Esto es – otro latigazo. Ahora la bota del mago se volvió un calzado al estilo joniano – interesante – confesó. Aun con todo lo que estaba aconteciendo, su rostro mostro una sonrisa –. Nunca imaginé que pudiese existir una magia así.

–Y aquí viene lo bueno – dijo en voz alta, ocultándose de nuevo. Mas para sí misma que para Sylas. Pero aunque así fuera, él no le habría prestado atención, aun emocionado por lo que estaba viendo. Y sintiendo.

–¿Te das cuenta del potencial que tiene tu magia, pequeña yordle?

–¡Es Lulu!

–¡Lulu! Bien. Pues tienes una magia increíble – de repente, el cuerpo de Sylas vibró. El aura dejó de estar solo entre sus cadenas, y empezó a recorrer su cuerpo hasta quedar envuelto por completo –. Por los dioses… – dijo. Después el aura, poco a poco, empezó a desvanecerse. Hasta quedar solo con la sensación de su cuerpo vibrante y sus cadenas aun en movimiento –. ¿Viste? No fue tan malo.

–Espera – cantó desde atrás.

–¿Esperar que? – de repente las vibraciones se intensificaron, sintiendo que todo se le movía. Era como si la tierra temblara, pero era él quien lo hacía. En un momento, en una fracción de segundo, su cuerpo incrementó de tamaño a más del doble. Tal forma que su cabeza chocó de bruces contra el techo, agrietándolo y sonando por toda la cueva. Unas cuantas piedras cayeron del techo, pero con ellas, también el cuerpo inconsciente del mago revolucionario, estando a unos metros de distancia de Lulu, que ahora si salía de su escondite.

–Por eso es malo tomar las cosas sin permiso – dijo. Pix tenía sus manos en sus caderas, negando con la cabeza.

FIN DEL FLASHBACK

–Después los demás entraron a ver cómo se encontraba el señor Sylas. Pero para ese entonces, yo ya me había ido. Ahora que lo cuento, en cierto modo fue divertido – y mientras se reía con su hada, los demás estaban con la boca abierta. Al menos dos de ellos.

Veigar acompañó la risa de Lulu.

–¡Es tan ridículamente irónico! – expresó, también riendo – ¡¿Cómo se le ocurre?!

Teemo le siguió después, sabiendo que no valía la pena rebuscarle. Era Lulu, después de todo. Tristana los vio, con la sensación de que ellos habían perdido la cabeza. Pero cuando su mueca de sorpresa y disgusto empezó a cambiar poco a poco por una sonrisa, entendió que seguro ella también estaba perdiendo la cabeza, y se unió a ellos.

~0~0~0~0~

–Así que… Sylas – inició Veigar. Caminaban en la misma ruta que siempre tomaban cada vez que salían del entrenamiento.

–Sip. Es un mago que puede tomar la magia de las personas – dijo montada en su bastón –. Si él puede robar la magia de gente que ni si quiera sabe que lo tiene…

–Puede que eso mismo me ayude a desbloquear lo que sea que me tiene retenido – completó él –. Es como destaponar una tubería a succión. Eso es demasiado astuto. Incluso para ti – confesó.

–Guardo mis elocuencias. ¡Oh! Una luciérnaga – y empezó a seguirla.

Era una buena idea. Muy buena, la verdad. Pero el inconveniente era saber dónde se encontraba ese Sylas. Porque si lo que dijo Teemo era verdad, no sería fácil encontrarle por el reino demaciano. Y siendo un fugitivo, estaría oculto en alguna parte. En alguna muy pequeña y escondida parte.

Suspiró, pensando que sería más complicado de lo que podría parecer.

Al llegar al camino donde ambos se separan, Lulu tomó la primera palabra, despidiéndose y yendo con emoción hacia su casa. Para ella, los viajes siempre era motivo de emoción. Y si iba a ir con tres amigos suyos, era como día de cosecha en su cumpleaños. Aunque no recordara cuando era. Veigar solo caminó en silencio hasta su torre, no sabiendo que sentir. Ansiedad, alegría… y algo de hambre. Llegando pediría una buena cena.

Sintió el pulso de su corazón acelerado, y una mueca de sonrisa se marcó en su rostro. Pasado mañana sería el gran día.

Solo un día, e iniciaría por fin el viaje para recuperar su magia.


Continuará...