Se sentaron un rato, haciendo que Veigar tomara aire antes de partir a casa. Pero en la cabeza de Lulu, después de la plática con Tristana, se le ocurrió algo interesante. Divertido no tanto, pero era algo que no le había dicho a Veigar desde que se había comprometido en recuperar su magia. Y que mejor momento que un día antes de la salida hacia Runaterra.
Para cuando ella se decidió, ambos se encontraban tumbados en el pasto, mirando al cielo. Pero el escuchar la respiración del yordle, supo que se había quedado dormido. Al verle, con los ojos cerrados y el cuerpo cubierto de lodo algo seco, relajado y tranquilo, dudó en querer despertarlo. Podría esperar un rato más, si era necesario. Igual, tenían tiempo de sobra.
–¿Qué tanto miras? – preguntó Veigar, sacando de su ensoñación a la hechicera. Poniéndose nerviosa al verse descubierta.
–Oh, bueno… estaba pensando en algo. Pero no quería despertarte – su voz vibraba levemente, esforzando ocultar su leve vergüenza –. Pensé que estabas dormido.
–Lo estuve, pero llevo muy poco que me desperté – se sentó, dejando los codos en sus rodillas –. Fue una siesta de pocos minutos. El gran ex mago Veigar necesitaba reposo – se miró el cuerpo con el lodo resquebrajándose en su ropa al doblarse –. Odio el lodo.
–¿Sabías que el lodo puede tener propiedades saludables para la piel? Claro, tiene que estar mineralizada, y a veces solo puede tener un resultado adecuado si lo tienes de algunas regiones en específico. A menos que te sepas la receta, porque si no, pues solo estarás manchando tu piel por nada.
–… – asimiló lo dicho – seguro lo aprendiste en Jonia.
–Shurima – sonrió ella.
–¿Y cómo diablos si es pura arena? – en la mente del yordle, los métodos naturales representadas por los beneficios de la tierra iban dirigidos a regiones selváticas o boscosas. Lulu volvió a reir.
–Cuando viajas bastante y eres curiosa, hasta puedes encontrar cosas muy locas – saltó, desperezándose –. ¿Tienes tiempo para esta noche? – Veigar iba a hablar, pero fue interrumpido por la hechicera – Perfecto. Ven a mi casa en cuanto el sol se oculte. Hay algo que te quiero mostrar.
–¿Mostrar? – ¿Qué cosa podía mostrarle ella?
–Sip. Mostrar. Es algo que solo conoce Tristana. Y como se me ha olvidado contártelo, que mejor que en la noche antes de partir. ¡Elemento dramático!
Veigar no sabía que decir. Iba a decir algo, pero, de nuevo, volvió a ser interrumpido.
–Tampoco es la gran cosa. Solo es algo que no todos tienen. De hecho, podría decir que quienes lo portan son elegidos por ella. Teemo tiene una también – ahora si Veigar estaba intrigado. Aunque dijo que no era la gran cosa, el hecho de que ella tenga algo que el capitán de los exploradores también tiene, debería de ser algo valioso –. Así que, espero tu llegada. Y ven comido, porque hoy no pienso preparar la cena – diciendo eso, salió corriendo hacia el bosque, seguida por Pix, perdiéndose a la vista a los segundos.
Veigar caminó hasta su casa, con la cabeza centrada en lo que sea que le fuera a explicar Lulu. Si no fuese por el entrenamiento, ahorita estuviera ansioso y berrinchudo por saber que era lo que tenía que enseñarle. Pero al tener la mente tan despejada, solo pudo disfrutar el camino hasta llegar a su torre.
Una ducha, una lectura y unas cuantas órdenes a sus seguidores, y estuvo listo para ir a con la hechicera.
El camino se lo supo de memoria, caminando entre arbustos y arboles curvos. Girando entre ramas y hierbas que decoraban el camino natural que ella tomaba. Al rato, vio las luces de las plantas que rodeaban su casa, viéndola a ella al frente, con una expresión alegre en su rostro.
–Llegaste puntual.
–Tampoco es que tuviera muchas cosas que hacer – y era verdad.
–Vamos. Te enseñaré lo que te dije al medio día.
Se adentraron en la maleza. Las ramas de los arboles curvos y sus hojas, expandidas por toda la parte superior, dejaban poca cabida a la luz nocturna que daba el cielo de Bandle. Haciendo del camino más oscuro de lo normal, sintiendo para el ex mago como si anduviera entre la pintura de algún artista excéntrico. Ayudando bastante que Pix y Lulu iluminaran el camino con su magia. Pero en vez de sentir miedo o incertidumbre, sentía que conocía este lugar. No fue hasta que, al fondo del bosque los arboles dejaron expuesta la vista al cielo ya estrellado, que se hizo una idea de donde se encontraban.
Vio a Lulu acercarse a un tronco curvo, con un símbolo circular con líneas interconectadas, deteniéndose y dándose la vuelta para verle.
–Hemos llegado.
Veigar estaba con la boca semiabierta, viendo lo que tenía al frente de él y atrás de Lulu. Tragó grueso, sin apartar la vista del tronco.
–Un portal.
–Sip. Un portal. Y no cualquier portal – golpeó con su bastón la orilla de los troncos –. Es el mismo de donde volviste aquella noche.
Si, ahora recordaba. Si miraba con atención la dirección del portal hacia al frente de la misma, ve que es el mismo tronco donde reposó antes de que llegase Lulu y le noquease con su propio báculo.
Veigar pasa la vista entre el portal y Lulu. Ahí, ella se da cuenta que debe explicarse.
–Bueno, algunos portales de Bandle son, se podría decir, abierto al público. Por eso nosotros podemos viajar desde Bandle hasta las regiones de Runaterra como si de unas vacaciones se tratasen – el yordle no dijo nada, mirándola en silencio. Señal para ella de que continuase –. Pero algunos portales están bloqueados, por así decirlo. No están abiertos para cualquier humano, yordle o cosa.
–Eso lo sé – Veigar se acercó hacia el portal apagado –. De hecho, incluso para los mismos yordles se les hace extraño que no puedan usar algunos. Son como puertas selladas. Y si no tienes la llave, o una llave maestra, para ellos se les es imposible si quiera usarlos.
–Yo tengo una llave – dijo ella, metiendo la mano en el bolsillo de su ropa, y dejando a Veigar con los ojos abiertos por la sorpresa.
Lulu sacó su mano hecho un puño, extendiéndola y abriéndolo haciendo una palma. De en medio, se veía una roca circular con pedazos de tronco de colores. Veigar aún estaba asombrado.
–Te presento a mi duudad. Duudad, él es Veigar – hizo señal con la mano para que lo tomara, haciendo que este lo agarrase con las puntas de sus manos.
Alzó el objeto hacia arriba, mirándolo a la dirección del cielo, sintiendo muchas cosas a la vez. Sorpresa, admiración, curiosidad y muchas ganas de usarlo.
–Me lo encontré en un bosque cerca de mis primeros viajes. Cuando recién empecé mi búsqueda por el Claro. No fue la gran cosa. Era una piedra que vi muy bonita y quise quedármela. Cuando menos me di cuenta, había abierto un portal hacia Bandle pesando que era una hacia el Claro. Fue cuando conocí a Tristana y a Teemo. Fue la primera vez que lloré por ser regañada de forma muy militarizada – suspiró –. Ay, que lindos tiempos.
–Supongo que Tristana nunca fue un pan de Dios.
–Le encanta su labor. No puedes juzgarla por ello – luego lo pensó un poco –. Aunque ella te juzga bastante. Supongo que tienes derecho a réplica.
Veigar siguió mirando el objeto. Cuando lo analizó con suficiencia, físicamente hablando, volvió la vista a la hechicera.
–¿Por qué me enseñas esto?
–Porque Tristana lo sabía. Teemo lo sabe. Tu tenías que saberlo – se encogió de hombros –. ¿Qué clase de amiga sería si no puedo confiarte algo como esto?
Y Veigar quiso vomitar. Vomitar al sentir el calor que recibía dentro de él. Era un gesto bonito, pero lo detestaba. Y a la vez, quiso retribuirle con algo similar. Seguramente vomitando.
Detestaba que ese duelo en su interior fuese así de caótico.
Débil.
–Yo también puedo hacerlo – ahora fue el turno de Lulu quedar con la boca abierta. Y él no pudo evitar reír por ello –. ¿Tú crees que me muevo entre Runaterra así sin más?
–¿También tienes un duudad?
–¿Una llave susurrante? No. No pude conseguirla. Igual, siendo lo que soy, dudo bastante que me hubiese elegido alguna – se señaló en la cabeza –. Aprendí a abrir los portales.
–¿Tienes un duudad en tu cabeza? ¡¿Cómo lo hiciste?!
–¡Aprendí, Lulu! ¡Aprendí a abrirlos! – su histeria fue similar a la risa de la hechicera.
–Oh, ya entendí. Pensé que te habías metido un duudad en la cabeza. ¿Cómo lo habrías hecho si tampoco te había elegido?
–Comprensión auditiva, por favor – intentó relajarse –. Como decía, aprendí a abrir esos portales. Le robé el pergamino a unos bandidos de Shurima. No eran la gran cosa, a pesar de ser unos de los más buscados en la región. No sabía que llevaban esa información de tal valor. Y seguro que ellos tampoco lo sabían, pues estaba sellado. Ni se molestaron en abrir el pergamino. ¡Ja! Tontos. Desaprovecharon una gran oportunidad.
–Si ellos hubiesen descubierto como abrir los portales, Bandle estaría expuesto – dijo ella en revelación –. Qué bueno que robaste el pergamino.
–¡Claro que fue bueno que lo robe! ¿Qué tipo de mago maligno sería si no robase información para mi propio beneficio?
–Eso no es lo que quise de…
–Soy malvado.
–… si, lo eres – dijo resignada –. Así que, ¿aprendiste a abrir los portales? ¡Guau!
–¡Si! Tarde bastante porque estaba escrito en un idioma antiguo. Algo que entre el mago sabihondo y yo no tardamos en resolver. Cuando funcionó, pude recabar información y hechizos el doble de rápido – hizo su típica risa histérica –. ¡Nada como tener algo útil para los demás y adueñarte de él para tu propio beneficio!
–Bueno, podríamos decir que atrapaste al espíritu del duudad. Así que, si lo encontraste y lo domaste, es tuyo.
–Eso no tiene sentido – replicó el ex mago.
–Para mí lo tiene. Mhm – Pix imitó su pose refunfuñona. Veigar solo giró los ojos.
–Como sea. ¿Esto es lo que me querías enseñar?
–Había dicho, no es la gran cosa. Pero resultó beneficioso. Descubrí que puedes usar también los portales.
–Podía – corrigió –. Hasta que no logre recuperar mis habilidades, soy tan útil como una media colgada – aspiró aire –. ¡Cierto! ¡Dijiste que Teemo tiene una llave susurrante!
–Duudad.
–¡Lo que sea! – empezó a reír –. Cuando sepa dónde está, se lo quitaré en venganza por haberme hecho enlodar en el campo de entrenamiento – y volvió a carcajear.
–Pues espero que puedas lograrlo, porque lo veo muy difícil – paró en seco su risa, mirándola con odio –. ¡Lo digo porque está en su cerbatana! ¡No me mires así!
–Bueno, si es así, lo veo difícil. Ese loco de los hongos cena hasta con esa cosa a un lado de él.
–Lo dice quien no se separa del báculo.
–Es diferente – extendió su herramienta –. Está atada a mi alma. Así que solo yo la puedo usar.
–¿Y la excusa de tenerla contigo todo el rato es…?
–… me gusta mucho mi báculo. ¡No es lo mismo que lo de Teemo! ¡Me niego a aceptarlo!
–Bien bien – carraspeó su garganta. Luego susurró –. Loco del báculo.
–¡No insultes al grande y poderoso ex mago Veigar!
–¡Eso es lo que quería escuchar! ¡Faltaba el grito grandilocuente del día!
Lo siguiente fue ver a Lulu ser perseguida por Veigar. Aunque ahora sin magia, era inútil para él. Lulu reía por ser perseguida. Para ella era un juego. Y esperaba que para Veigar también lo fuese.
Y aunque ella no lo viese, Veigar tenía una minúscula señal de sonrisa en sus expresiones fúricas. Porque él también, aunque lo negase, se estaba divirtiendo con ella.
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Ya era de mañana cuando la hechicera llegó a la torre. Y lo que encontró, no supo cómo reaccionar sin hacer del ex mago un manojo de ira y berrinche. Pero hacía lo que podía. No era un buen encuentro para iniciar el viaje si se lo ponía a pensar.
Lulu tenía las mejillas hinchadas. Sus ojos lagrimeaban levemente, intentando contener la respiración. Pix hacía lo mismo, pero se tapaba la cara con sus dos manos, evidenciando lo que Lulu quería expresar. Pero ambos no aguantaron, cayendo al suelo y carcajeando a todo pulmón.
Veigar estaba al frente, con la mirada hecha un disgusto y una mochila inmensa cargando sobre su espalda. Encorvado como para sostener todo el peso, pero apoyado en su báculo como para no caerse de bruces al suelo. Si miraba de cerca, y pudiese imaginarlo, de su cabeza encima de su gorro, seguro estaría saliendo humo.
–No es gracioso, Lulu.
–¡¿Cómo no serlo?! ¡Pareces un pequeñito explorador en busca de aventuras! – y volvió a reír.
–¡Que no soy pequeño!
–¿Quieres que llame a Ava para que nos acompañe?
De nuevo sus carcajadas. Fuertes y estridentes, hacían del ex mago una maraña de vergüenza ajena. Gritó frustrado, dejando caer la gran mochila a la entrada, a la vez que sentía alivio por soltar todo el peso que cargaba.
–Es la última vez que le hago caso a la maga de los espejos – se cruzó de brazos. Lulu se levantó, recuperando el aliento y apoyándose en el hombro del yordle.
–Aw, lo había hecho para ti.
–Dijo que, como no tenía magia para sustentarme en el viaje, seguro me harían falta provisiones – negó con la cabeza –. Esa mujer está senil. Llevar mucho equipaje es solo un estorbo.
–¡Enormizar! – gritó, pegando la mochila con el mango de su bastón. Veigar esperaba ver la mochila más grande. Para su sorpresa, la mochila se encogió hasta quedar del tamaño de un monedero.
–¿Y eso?
–Un hechizo a la inversa – y lo guardó en su abrigo –. También llevo algunas cosas. El duudad también viene conmigo.
–Eres tan rara que ya ni me sorprende – se ajustó su sombrero, pero Lulu se lo quitó encogiéndolo y guardándolo también en su abrigo –. ¡Hey!
–Ya te he dicho que tu sombrero no hace juego con tu ropa – le señaló con el dedo –. Además, déjate las orejas expuestas. Te vez lindo cuando estas al descubierto.
–… mis cicatrices no son lindas – desvió la vista, algo avergonzado.
–Quien quiera ver tus cicatrices tiene que tener de ojos los lentes de Heimerdinger – se adelantó –. Vamos. Los chicos nos esperan.
No tardaron en llegar hasta la entrada de Bandle. Tristana no llevaba nada más que su confiable Boomer. Teemo era otro cantar. Su mochila era grande y rechoncha. Sobresaliendo hojas de mapas, herramientas y hongos de varios colores. Sobresaliendo sus clásicas verdes con motas moradas.
–Al fin llegaron. Pensé en ir por ustedes si hubiesen tardado más – el hecho que el pie de Tristana estuviese haciendo el típico sonido de espera (tap tap), daba por hecho su notoria ansiedad que no llegasen.
–Solo fueron por dos minutos. No es para tanto.
–Dos minutos los cuales pudiésemos haber aprovechado en adelantar camino – dijo severa –. Dos minutos importantes.
–Ya, Tristana. No estamos en una misión de reconocimiento – las palmadas en su hombro solo hicieron de ella refunfuñar en silencio –. Además, hace buen clima. El viaje al portal será agradable – Teemo miró a Veigar, viendo su báculo en sus manos –. ¿Así que siempre te lo llevarás?
–Nunca me separo de mi báculo.
–Es el loco del báculo – susurró Lulu. Ante eso, Veigar le jaló la oreja –. ¡Ay!
–Cuando susurres, procura evitar que te escuchen – y la soltó. Lulu hizo un puchero, sacándole la lengua. Arriba, Pix le imitó.
–Bueno, andando. Que se nos va la mañana – ordenó Tristana, yendo en marcha.
Caminaron durante un buen rato, dejando que el sonido de sus pisadas y el de la naturaleza invadiera sus oídos. Tristana, con Boomer a su espalda, lideraba el camino. Le seguía Teemo, que a pesar de llevar una buena carga en su espalda, su andar era despreocupado y ligero. Atrás iba Veigar, que al ya tener mayor condición física, podía seguirles el paso sin usar su báculo como apoyo. En cambio, lo cargaba en su hombro, relajado en su andar. Y por último estaba Lulu. Esta vez seguía a todos ellos caminando. Volar hubiera estado bien, pero por ahora deseaba sentir el suelo. Para ella, una aventura era sentirlo todo. Y esta no iba a ser la excepción.
Fueron unos veinte minutos, hasta llegar a los Caminos Bajos.
Para los yordles, todas las ramas y troncos circulares hasta unirse y crear los portales, era algo que podían ver con normalidad. Era un espectáculo tan rutinario y cotidiano que sencillamente no podían ver la maravilla de esos portales.
Veigar no era uno de ellos. En verdad, el ex mago siempre le fascinaba como es que esos portales podían funcionar de forma autónoma. Y a veces, en casos especiales, por condiciones específicas. Una extrañeza natural que conectaba a la ciudad de Bandle con Runaterra. Y aun sabiendo cómo funcionaban, el ver la maravilla que significaban esos portales terminaba siempre por darle un sentimiento de aprehensión. ¿Cómo es que los yordles no podían ver la maravilla de esta rara naturaleza? ¿Y la gran ventaja que estos podrían tener sobre ellos?
Pero ver como sus «aliados temporales» se sentaban en la superficie de los troncos y planificaban un plan de acción, ignorando la belleza que tenían al lado de ellos, solo hacía sentirse más ajeno al grupo. Por muy aliados que fuesen.
–Bien, usaremos una ruta transitada por nosotros desde aquí – dijo Tristana, señalando con su dedo la orilla de un río –. Desde aquí hay un portal. Nos quedará a un día de caminata hasta llegar al asentamiento del Monte Perenne. Podremos pasar desapercibidos sin tener que llamar la atención ni dejar a la vista algún portal cerca. ¿Tenemos todo listo?
–Yo tengo las provisiones para el viaje – se ajustó Teemo la mochila.
–Y yo tengo mi duudad – Lulu alzó su mano hacia arriba, dejando ver ahora una canica con cuatro patas sólidas y una espiral al medio.
–Yo mi cañón – dijo la artillera, para luego ver al ex mago, que solo los miraba en silencio –. Y bueno… tu traes tu presencia.
–Lulu tiene mis provisiones en su abrigo – dijo sin más.
–Al menos serás útil en el viaje y no una carga – suspiró –. Lo que hago por el bien de un yordle.
Veigar no dijo nada. ¿Qué debería decir? Podría quejarse. Y se moría por hacerlo, pero prefirió ser prudente. Al menos por ahora. Y eso mismo le hizo parpadear. ¿Desde cuándo era prudente con sus palabras?
–Bien, Lulu… a tu señal.
–¡Si! – la hechicera se acercó a uno de los portales –. Bien, pequeñín, es hora de que hagas tu truco. ¡Es hora de un nuevo viaje!
Con ese grito, Lulu metió su puño dentro del portal, haciendo que este se distorsionara y se moviera como agua agitada. Lulu movía su brazo por dentro con una lengua de fuera, haciendo un tipo de raro esfuerzo y concentración. Cuando su boca hizo un circulo con un «¡oh!» largo, sonrió hacia los demás.
–¡Listo! – sacó su brazo, señalando a Pix que se metiera en su sombrero.
–Bien. ¡En marcha! – Tristana saltó dentro del portal.
–Esto será emocionante – y riendo entre dientes, Teemo saltó en el mismo portal.
–¡Hey! ¡Yo fui quien lo abrió! ¡Quería ir primero! – y de un salto, ella entró.
Veigar se quedó atrás, viendo lo acontecido.
–¿Con que así se usa un duudad? Debo anotarlo en mis apuntes después de esto – y se lanzó a la luz amarilla.
¡Hola! Espero que estén bien. Solo informo que me tomaré unas tres semanas de descanso antes de volver a publicar. Puede que un poco mas. Solo eso. Por ahora, acaba la parte de Bandle. Así que, toca continuar mas allá. Cuídense. ¡Nos vemos!
Continuara...
